Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
A) Procesales
Cuando una persona física actúe en juicio por medio de representante legal (menores o
incapaces) o una persona jurídica lo haga por medio del llamado representante necesario
(entidades jurídicas), el representante deberá justificar su personería, dice el art. 45, en la
primera gestión que realice, acompañando el título de su representación.
Esta es la representación general para la realización de todos los actos jurídicos y entre
ellos se incluye la gestión del proceso. Cuando el art. 45 sigue diciendo, en el párrafo 2.º, que
no se admitirá en los tribunales credencial que no esté debidamente registrada en la oficina
respectiva, habrá de estimarse que esta norma debe adecuarse a la realidad y que la misma se
refiere de modo principal a la llamada representación necesaria de las personas jurídicas y aun
sobre todo a la de las sociedades mercantiles y a la inscripción en el Registro Mercantil del
nombramiento de los administradores, si bien la inscripción se refiere también a los factores y
al otorgamiento de mandatos por cualquier comerciante (art. 338, inciso 1.º, del Código de
Comercio).
192
B) Materiales
Los documentos materiales son los que se refieren a la cuestión de fondo, aquellos que
operan como prueba en el proceso, los que se han llamado también justificativos del derecho.
Su falta no afecta a la admisibilidad de la demanda, sino, y en su caso, a la estimación de la
pretensión en la sentencia.
El art. 107 del CPCYM dice que el actor deberá acompañar a su demanda los
documentos en que funde su derecho, y añade el art. 108 que si no se presentaran con la
demanda los documentos en que el actor funde su derecho, no serán admitidos
posteriormente, salvo impedimento justificado. De estas dos normas pareciera como si hubiera
de distinguirse entre:
2) Documentos que no fundan el derecho del actor, que pareciera que no han de
presentarse con la demanda, sino que simplemente han de ofrecerse como medios de
prueba en la demanda aunque puedan presentarse en el periodo probatorio.
Esta distinción es, sin embargo, inútil, como se deduce del propio CPCYM. En éste la
vieja distinción española entre documentos que fundan el derecho y documentos que no
fundan el derecho, no tiene verdadera utilidad, porque todos los documentos han de
presentarse con la demanda. Si el art. 106 ordena que con la demanda se presentarán “las
pruebas que van a rendirse” y si antes hemos dicho que en la demanda no basta hacer una
193
mención genérica de esas pruebas, sino que es necesario efectuar un detalle concreto, la
distinción carece de utilidad porque con la demanda han de presentarse todos los documentos,
salvadas únicamente dos excepciones:
La distinción de los documentos entre: 1) Los que “funden el derecho” alegado, y 2) Los
que no funden el derecho alegado, con relación al momento de su presentación tiene pleno
sentido cuando con la demanda han de presentarse sólo los primeros, pudiendo presentarse
los segundos en el periodo probatorio. Si todos los documentos han de presentarse con la
demanda la distinción pierde sentido.
Resulta, pues, de lo anterior que con la demanda deben presentarse todos los
documentos, y que lo que tiene verdadera importancia es la preclusión ordenada en el art. 108.
Si la parte actora no presenta con la demanda un documento, éste no será admitido
posteriormente, es decir, precluye la posibilidad de presentarlo, salvo que concurra
impedimento justificado. El artículo no dice en qué puede consistir ese “impedimento
justificado”, con lo que remite, por un lado, a los incidentes y, por otro, a la decisión del juez o
tribunal, que ha de valorar tanto cuando concurre impedimento cuanto el mismo es justificado.
LA ADMISIÓN DE LA DEMANDA
No existe, desde luego, una norma general expresa que diga cuando una demanda es
admisible y cuando no por razones relativas al fondo del asunto. Desde la misma esencia de la
libertad de acceso a los tribunales para ejercer las acciones, a la que se refiere el art. 29 de la
Constitución, y desde el derecho al debido proceso, al que atienden los arts. 12 de la Constitución
y 16 de la LOJ, hay que llegar a la conclusión de que el derecho a la jurisdicción supone, en
primer lugar, la admisión de la demanda, por ser su rechazo in limine litis (en el inicio del proceso)
la forma más clara de indefensión. Los riesgos evidentes de autorizar al juez a rechazar deman-
das por infundadas, llevan a la conclusión de que aquél debe admitirlas todas, aunque le parezca
que se trata de demandas sin posibilidades de éxito.
Con norma expresa cabe así referirse al art. 80 del Código Civil, conforme al cual la
demanda en que se pida el cumplimiento de la promesa de matrimonio o esponsales no se
admitirá para su trámite, porque los esponsales no producen obligación de contraer matrimonio (ni
de cumplir lo que se hubiese estipulado para el supuesto de su no celebración), sin perjuicio de la
posibilidad de demandar la restitución de las cosas donadas y entregadas con promesa de un
matrimonio que no se efectuó.
En este caso el ordenamiento dice, de modo expreso y general, que el interés del actor a
contraer matrimonio no está protegido y, por tanto, que el proceso es inútil pues nunca se podrá
llegar a una sentencia estimatoria de la pretensión. Incumplida la promesa de matrimonio podrá
demandarse la restitución de las cosas, antes aludidas, pero no podrá demandarse que se
condene a la otra parte a casarse. Si ante un juez se presenta una demanda con esta petición, el
juez no debe admitirla.
Sin norma expresa cabe también sostener que no debe admitirse la demanda cuando es
evidente que el ordenamiento no protege el interés alegado por el demandante. Sería este el caso
de ciertas demandas absurdas, que se ha presentado en otros países, en que se ha pedido que
se condene al presidente de la República a cumplir su programa electoral, o que se condene a un
particular o un concejal para que diga por quién ha votado en las elecciones municipales o en la
de alcalde, etc.
Salvo estos supuestos, que son excepcionales y que, por tanto, difícilmente se darán en la
práctica, la demanda debe ser admitida por el juez sin entrar a examinar las posibilidades de éxito
195
que tenga la pretensión en ella interpuesta. El momento inicial del proceso no es adecuado para
decidir sobre si la demanda va a triunfar o no. El proceso se va a hacer precisamente para decidir
el éxito o fracaso de la pretensión.
a) Presupuestos procesales
1.º) Subjetivos: Se refieren al juez, a las partes y a los representantes de las mismas:
2.º) Objetivos: Los presupuestos que se refieren al objeto del proceso (litispendencia, cosa
juzgada) no son apreciables de oficio por el juez en el momento de la admisión de la demanda,
entre otras cosas porque no puede en realidad tener conocimiento de los mismos.
3.º) De actividad: Se trata, principalmente, de que el juez debe dar a la demanda el trámite
previsto en la ley, y no el pedido por el actor, si en la petición de éste se ha incurrido en error.
196
Conforme al CPCYM, y atendidos sobre todo sus arts. 96, 199 y 229, las distintas materias y
pretensiones tienen un cauce procedimental determinado, y ese cauce se convierte también en
presupuesto que debe controlarse de oficio.
b) Requisitos de la demanda
El art. 109 del CPCYM atiende al control de oficio por el juez de los requisitos de la
demanda. Estos requisitos se refieren, no tanto a la forma de la demanda, cuanto al contenido
de la misma, al contenido que se desprende de los arts. 61 y 106. Debe, con todo, distinguirse
entre:
1.º) El juez debe de controlar y, en su caso, no admitir para su trámite, la demanda cuando
falte uno de los requisitos (por ejemplo, cuando la demanda no contenga la petición, cuando el
actor finalice su escrito sin pedir algo), pero no puede controlar el sentido del cumplimiento del
requisito (por ejemplo, no podrá atender si la petición es o no estimable, pues esto se deberá
hacer en la sentencia). Por seguir con otro ejemplo, el juez debe percatarse de que en la demanda
se contiene un relato de hechos (la fijación precisa y clara de los hechos en que se funde), pero
no podrá atender al relato mismo para examinar si el mismo es o no suficiente para que la
pretensión llegue a ser estimada en la sentencia.
C) Admisión y emplazamiento
LA DEMANDA NECESARIA
1) La llamada acción de jactancia, que tiene su origen en los glosadores italianos del siglo
XII (no en el Derecho romano), y
2) La del mercader que iba a emprender viaje, el cual podía pedir al juez que apremiara a
aquellos que alegaran algún derecho contra él para que presentarán sus demandas, y
no haciéndolo ya no podían demandar hasta su vuelta del viaje.
2) Cuando se tenga acción o excepción que dependa del ejercicio de la acción de otra
persona, caso para el que, previa audiencia por dos días a la otra parte, el juez fijará
198
un término (plazo) no mayor de sesenta días para que se interponga la demanda por
quien corresponde, bajo apercibimiento de tenerse por caducado su derecho.
Los dos supuestos suponen el mantenimiento de una institución del pasado que hoy
puede entenderse suplida con la pretensión declarativa pura negativa. Veamos el caso de la
prescripción extintiva que es el más fácil y conocido.
Es posible que una persona, titular de una obligación a favor de un acreedor, entienda
que la obligación ha prescrito por el transcurso de alguno de los plazos de los arts. 1508, 1513,
1514 y 1515 del Código Civil, y en este caso el Ordenamiento le ofrece dos posibilidades de
actuación procesal:
a) Puede formular una demanda en juicio ordinario para que el juez declare la producción
de la prescripción (del derecho y no de la acción), por cuanto el art. 1501 del Código
Civil dice que la prescripción extintiva puede ejercitarse también como acción (mejor,
pretensión), es decir, sin necesidad de esperar a que el acreedor demande para
oponerle la prescripción como excepción. En este caso el deudor ejercitará una
pretensión declarativa pura negativa, pidiéndole al juez que declare en la sentencia que
la obligación se ha extinguido por prescripción.
b) Puede intentar la provocación de la demanda del acreedor, con base en el art. 52 del
CPCYM, y aduciendo que la oposición de su excepción de prescripción precisa del
ejercicio de la acción (mejor, pretensión) por parte del acreedor.
Como puede verse los casos de demanda necesaria han perdido en la actualidad la
mayor parte de su antiguo sentido, aunque no puede negarse que se trata de instrumentos que
pueden tener alguna utilidad, sobre todo habida cuenta de que para una persona puede ser
más sencillo procesalmente acudir a la jactancia o provocación de demanda que a la
pretensión declarativa pura negativa.
LA LITISPENDENCIA
199
La existencia de la demanda supone una ruptura; se pasa de una relación jurídico material
privada en conflicto, mantenida sólo entre particulares, al planteamiento de un litigio ante un
órgano jurisdiccional. Esa ruptura se define hoy con la palabra litispendencia.
En la antigüedad ese paso no comportaba salir del Derecho privado, pues el planteamiento
del litigio se basaba en el contrato o cuasicontrato de litiscontestatio. Hoy el paso es más
trascendente, porque se sale del Derecho privado y se entra en el Derecho público. Si antes la
litiscontestatio marcaba la frontera entre dos territorios privados, y los efectos del planteamiento
del proceso se derivaban de la voluntad de las dos partes (contrato) o de una de ellas
(cuasicontrato), hoy la litispendencia marca el muro divisorio entre los Derechos privado y el
público y los efectos se derivan de la ley.
La litispendencia, pues, marca el hito del inicio del proceso, y el derecho aspira a que la
situación subjetiva y objetiva con que se inició el mismo se mantenga a lo largo de él. Los efectos
se refieren, en parte, a un intento jurídico de que durante la pendencia del proceso no se altere la
situación. No existe una norma expresa que responda al brocardo lite pendente nihil innovetur
(pendiente el proceso nada puede innovarse), pero sí existe toda una serie de normas que van a
pretender aplicar ese principio a los casos particulares. Los efectos que vamos a examinar
responden en buena medida a esa aspiración, pero antes hay que precisar los momentos inicial y
final de la litispendencia.
A) Momento de producción
El art. 112 del CPCYM opta por la solución de que la litispendencia se produce con el
emplazamiento del o de los demandados, aunándose al mismo la producción de los efectos. Esta
solución ha sido criticada con buenas razones, pero es la legal. Las razones de la crítica son
teóricas y prácticas.
200
Teóricamente no se comprende como un proceso, que empieza por la demanda, tenga que
esperar a producir sus efectos al emplazamiento del demandado, y prácticamente porque ello
puede originar graves consecuencias perjudiciales para el actor, como sería retrasar por causas
ajenas a su actividad, la interrupción de la prescripción; en efecto si el actor presenta su demanda
unos días antes de que venza el plazo de la prescripción extintiva, puede decirse que ha actuado
con la diligencia que podría exigírsele y que luego, el que el emplazamiento se produzca antes o
después del vencimiento del plazo de la prescripción, ya no es algo que dependa de él, pues
dependerá de la rapidez del órgano jurisdiccional y, con mayor razón, si se tiene en cuenta que
hoy en la capital las demandas ya no se presentan directamente en el Juzgado o Tribunal sino en
el Centro de Servicios Auxiliares de la Administración de Justicia.
Por esto en los últimos tiempos doctrinalmente se defienden dos variantes que no
conducen a efectos prácticos distintos. Unas veces se dice que la litispendencia se produce en el
momento de presentación de la demanda, pero siempre que ésta sea después admitida, y otra se
refiere al momento de admisión de la demanda, pero con efectos retroactivos al de la
presentación. A pesar de todo, debe tenerse en cuenta que en nuestro Ordenamiento la
litispendencia se sigue produciendo en el momento del emplazamiento, a diferencia de otros
Ordenamientos, como en el español, en que se produce en el momento de la presentación de la
demanda, si ésta luego es admitida a trámite.
juez asumirá la competencia y las partes quedarán sujetas a realizar el proceso ante él si el
demandado se somete tácitamente, es decir, si no objeta la competencia.
Nos estamos refiriendo sólo a la competencia territorial porque es la única que queda
dependiendo de la voluntad del demandado. Las competencias objetiva y funcional no son ni
disponibles ni prorrogables, por lo que no dependen de la voluntad del demandado. Estas clases
de competencia deben controlarse por el juez de oficio y en todo momento, debiendo recordarse
lo dicho en el Capítulo I y lo dispuesto en los arts. 6 del CPCYM y 121 de la LOJ.
Advirtiendo que no estamos ante una verdadera obligación, sino ante una carga procesal,
este efecto ha de ponerse en relación con el art. 79 del mismo CPCYM, en el que se dispone que
las partes o litigantes han de señalar casa o lugar, para recibir las notificaciones, que estén
situados dentro del perímetro de la población en que está ubicado el tribunal. Las partes pueden
cambiar, a lo largo del proceso, la casa o lugar, pero mientras no lo hagan las notificaciones se le
harán siempre en el designado inicialmente.
g) La perpetuatio iurisdictionis
h) La perpetuatio legitimationis
a) Efectos de la litispendencia:
El art. 1506 del Código Civil dice que la prescripción se interrumpe por demanda judicial
debidamente notificada (o por cualquier providencia precautoria), salvo si el acreedor desistiere de
la acción intentada o el demandado fuere absuelto de la demanda, o el acto judicial se declare
nulo.
El art. 653 del Código Civil viene a reiterar lo dicho antes para la prescripción extintiva.
Según el art. 1355 del Código Civil si el deudor ha sido demandado por uno de los
acreedores solidarios, el pago de la deuda sólo puede hacerse a éste (aunque con notificación a
204
los demás interesados), de modo que la deuda ya no puede pagarse a cualquiera de los
acreedores. Este efecto se produce simplemente con el emplazamiento y sin atender a nada más.
Según el art. 1430 del Código Civil la notificación de la demanda equivale al requerimiento,
en virtud del cual se constituye en mora al deudor, aunque puede advertirse fácilmente que este
efecto se producirá realmente si llega a dictarse sentencia que condene al deudor, pues si éste es
absuelto no hay tal constitución de mora.
El art. 1435 del Código Civil dispone que si la obligación consiste en el pago de una suma
de dinero y el deudor incurre en mora, la indemnización de los daños y perjuicios, no habiendo
pacto en contrario, consistirá en el pago de los intereses convenidos y, a falta de convenio, en el
interés legal hasta el efectivo pago, y lo que el art. 112, inciso 1.º, d) añade es que la notificación
de la demanda hace nacer la obligación del pago de esos intereses legales, pero, adviértase bien,
sólo en el caso de que la sentencia que se dicte en el proceso sea condenatoria para el
demandado, pues si al demandado se le absuelve, al no existir la obligación principal, tampoco
existirá la de los intereses legales. Los intereses no cacen, por tanto, de la notificación de la
demanda, sino de la sentencia de condena, aunque con efecto desde la dicha notificación.
Según el art. 624 del Código Civil el poseedor de buena fe de una cosa hace suyos los
frutos percibidos, mientras su buena fe no sea interrumpida, y esa interrupción se produce
precisamente, añade al art. 112, inciso 1.º, b) con la notificación de la demanda. Naturalmente en
este caso ocurre también que la pérdida de los frutos se producirá sólo si la demanda es
estimada, condenándose al demandado, pues si la demanda es desestimada, absolviéndose al
demandado, no se producirá la pérdida de los frutos.
El inciso 1.º, e) del art. 112 del CPCYM dice que la notificación de la demanda hace
anulables la enajenación y gravámenes constituidos sobre la cosa objeto del proceso, aunque
tratándose de bienes inmuebles ese efecto se producirá si se hubiese anotado la demanda en el
Registro de la Propiedad. Para este efecto debe tenerse en cuenta:
205
2) Puede comprender también a los bienes muebles cuando existan organizados los
registros respectivos, con lo que el art. 526 del CPCYM se remite a lo dispuesto en el
art. 1214 del Código Civil.
También en este caso está claro que el efecto de la anulabilidad viene unido a la
estimación de la demanda en la sentencia, con la condena del demandado, pues si el demando
es absuelto, es decir, si se declara que el bien es de su propiedad, no puede producirse la
anulabilidad de los actos de disposición que ha ya realizado.