2° Coloquio de Psicodiagnóstico en la UDP: Psicodiagnóstico y Psicoanálisis, septiembre 2020
Facultad de Psicología, Universidad Diego Portales
UN PSICODIAGNÓSTICO DESDE LA
METAPSICOLOGÍA DE DONALD WINNICOTT1
Patricio Meneses Merino2
Es tradicional que al momento de analizar el material
producido por métodos proyectivos, el Psicodiagnóstico
tome como referencia algunos aportes teóricos de la
teoría psicoanalítica.
Graciela Celener, perteneciente a la llamada Escuela
Argentina, muy difundida en nuestro país, indica, por
ejemplo, que el objeto de estudio que los métodos
3
proyectivos instituyen es el yo freudiano . El Cuestionario
Desiderativo, por ejemplo, fue consolidado a partir de
preguntas inestructuradas que los psicoanalistas solían
hacerle a sus pacientes4. Al mismo tiempo, el TRO, hoy
ampliamente utilizado en Chile y Latinoamérica, fue
planteado por Phillipson como una consecuencia técnica
derivada del modelo de relaciones objetales, de origen
psicoanalítico5.
Esta clásica relación entre Psicodiagnóstico y Psicoanálisis
al interior de la Escuela Argentina, obedece a la siguiente
fórmula: se han recuperado del Psicoanálisis aquellos
conceptos que se centran en el yo, en las funciones de
éste y en las instancias psíquicas con las que se relaciona.
Es natural que este discurso, entonces, se pregunte por la
efectividad de las defensas del yo, por el tipo de angustia
1
Presentado en el 2° Coloquio de Psicodiagnóstico en la UDP:
Psicodiagnóstico y Psicoanálisis, Santiago, septiembre 2020.
2
Psicólogo UC, Magíster UCH, Académico Psicodiagnóstico Adultos
UDP, Académico Aportes post-freudianos Magíster en Teoría y Clínica
Psicoanalítica UDP.
3
En la actual traducción al español, la cita reza “la persona que soy yo
y solo yo”, sin considerar que Winnicott busca, justamente,
desprenderse de la idea de yo al momento de definir al self. Habrá que
considerar que en inglés el vocablo “ego”, correctamente traducido
por “yo” al español, no es equivalente a la expresión “me”, que implica
pertenencia.
4
Winnicott, D (1965). La distorsión del yo en términos del self
verdadero y falso. En “Los procesos de maduración y el ambiente
facilitador”. Barcelona, Paidós.
5
Winnicott, D (1971). El lugar donde vivimos, en “Realidad y Juego”.
Barcelona, Paidós.
que siente, por cómo cumple su función de juicio de
realidad, por su capacidad para manejar las demandas del
ello, por la relación que tiene con la autoridad interna.
A pesar de que existen valiosas excepciones, no se
considera dentro de las referencias instituidas a los
aportes psicoanalíticos más allá del yo y de su
funcionamiento. Se entiende el Psicodiagnóstico como
una práctica de evaluación del funcionamiento yoico. Se
busca establecer si el yo, según estándares definidos de
antemano, tiene un buen rendimiento. Vemos
expresiones como “yo fuerte”, “yo débil”, “sentido de
realidad logrado”, “juicio de realidad no logrado”, y
también “identidad pobremente integrada”, entre otros.
Es, quizás, a partir de esta oda al funcionamiento y la
capacidad, que ese Psicodiagnóstico no ha tenido
mayores problemas para aliarse con la Psicopatología, y
que en muchas oportunidades ha reducido el rol de los
métodos proyectivos a ser herramientas de diagnóstico
psicopatológico, desde las cuales pareciera someterse al
paciente a una clasificación nosológica de su malestar.
Pareciera ser, entonces, que nos enfrentamos a un doble
problema:
1. En primer lugar, los modelos teóricos que
clásicamente se han elegido en la Escuela Argentina
para analizar el material de los métodos proyectivos
se centran en el yo y en su funcionamiento, realizando
una estimación de su capacidad para el control yoico
de la subjetividad y para la adaptación a la realidad
externa.
2. En segundo lugar, dicho énfasis en el rendimiento ha
permitido una complicidad del Psicodiagnóstico con
los propósitos de la Psicopatología, en tanto se utiliza
la capacidad del yo para cumplir funciones como
medio complementario para arribar a un diagnóstico
nosológico.
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Me parece que este énfasis excesivo en el yo y en su
funcionamiento, herencia viva del kleinismo y de la
Psicología del Yo, constituye una resistencia a la
consideración de lo singular de la subjetividad del
paciente, erigiéndose como un discurso que mide las
capacidades del yo y clasifica sus malestares. En su
proceder, el Psicodiagnóstico pareciera comprender que
psique y yo son análogos, desestimando por lo tanto
aquello que abarca la idea de psique y que no se ve
encerrado en la idea de yo.
Planteo que los métodos proyectivos permiten la
emergencia de un material de tal riqueza subjetiva, que su
reducción a lo yoico corre el peligro de transformarse en
una violencia hacia el paciente, en tanto este es reducido
a un yo evaluado en sus capacidades. ¿Qué hacer,
entonces? ¿Cómo darle lugar a la subjetividad del
paciente, entendida como singularidad, que se asoma en
el material de los métodos proyectivos? A mi juicio,
mucho de esta pregunta puede resolverse a partir de la
consideración de otros modelos teóricos psicoanalíticos,
distintos a los que centran sus reflexiones en el yo y en
cuánto de dicha creación freudiana es evaluable.
Es aquí que me gustaría proponer una comprensión del
uso de métodos proyectivos que está basada en un
modelo psicoanalítico posterior al Modelo de Relaciones
Objetales y a la Psicología del Yo, buscando ofrecer más
posibilidades vitales a la subjetividad del paciente. Se
trata de considerar aquellos elementos metapsicológicos
que se pueden desprender de la obra de Donald
Winnicott, autor que, como también lo han hecho otros
después que él, abre reflexiones profundas sobre el
psiquismo que un Psicodiagnóstico que recupere el
discurso psicoanalítico no puede obviar.
El propósito es, en el fondo, construir a contracorriente
del discurso psicodiagnóstico que enarbola como objetivo
principal la evaluación del funcionamiento yoico. Planteo,
entonces, que el objeto del Psicodiagnóstico no es el yo, si
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no la psique, que, incluyendo al yo, también se encuentra
habitada, determinada, vitalizada y sostenida por otros
protagonistas del psiquismo.
¿Cómo repensar la función diagnóstica con métodos
proyectivos, desde los aportes de Winnicott? Para esto
tomaré cuatro de sus conceptos metapsicológicos: self,
ilusión, jugar y ambiente.
1) El self y la singularidad en Psicodiagnóstico
Al pensar en un Psicodiagnóstico desde Winnicott, es
necesario valorar el concepto de self, en aquello que tiene
de opuesto a la idea de yo. Esta diferencia, que no
siempre fue transparente para Winnicott y que sólo fue
trabajada por él en sus últimos escritos, es fundamental
para comprender y hacer uso de su obra.
Winnicott, al estudiar los primeros meses del desarrollo,
nota que la integración de la experiencia psíquica, esa que
permite que la experiencia se sienta como propia al
relacionarnos con objetos y con el mundo externo, no
surge de manera espontánea: depende de que el
ambiente acune y cumpla funciones específicas, cuyo
resultado es el desarrollo del self. Para él, en un primer
momento es muy temprano para hablar del yo y de sus
funciones, del yo y sus objetos, del yo y su adaptación a la
realidad. El self sería aquello a lo que, teniendo sus bases
en el cuerpo del bebé, y habiéndoselo acunado con
devoción, se le ha asegurado su continuidad. Es aquello
que le da sentido al vivir y le otorga el carácter de
propiedad a la experiencia. Es, citando al autor “the
person that it’s me and only me6”.7
6
Quizás algo de esto pueda ser un aporte a la comprensión de la
proyección: lo que explica que el paciente trate a sus respuestas a los
métodos proyectivos como una producción externa que sin embargo le
pertenece, que le es propia, se basa en la ilusión que Winnicott
describe.
7
Winnicott, D (1968). El juego del garabato, en “Exploraciones
Psicoanalíticas II”. Barcelona, Paidós.
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Al entender cuánto de la idea de self se opone a la idea de
yo, un Psicodiagnóstico que considera los aportes de
Winnicott ve necesariamente ampliados sus propósitos.
No se trata tanto de describir el funcionamiento del
paciente, es decir, el modo en cómo el yo cumple
8
funciones, como sí de captar aquello verdadero , que hay
en el paciente, y que se anida en su self. Se trata de usar
el material de los métodos proyectivos para valorar la
singularidad del paciente, aquello genuino que hay en él y
que lo hace único e irrepetible.
Pienso que cualquier psicodiagnóstico inspirado en los
aportes de este autor que no tocara siquiera un detalle de
la dimensión a la que me refiero, sería estéril en el
cumplimiento de sus propósitos. Al mismo tiempo, la
diferencia entre yo y self es relevante para cualquier uso
de métodos proyectivos que no quisiera hacerse cómplice
de la tendencia del paciente - muy presente en la
subjetividad de nuestra época - hacia la explotación de lo
falso que hay en sí mismo, con fines adaptativos.
Desde Winnicott, entonces, el Psicodiagnóstico tiene una
función subjetivante, que respeta hasta sus últimas
consecuencias lo genuino que se anida en el psiquismo.
Sus propósitos no son la descripción de funciones y
capacidades, si no recuperar lo verdadero, lo genuino, lo
singular, para ponerlo al servicio del paciente y de la
función psicodiagnóstica, pero sobre todo del paciente.
Lo anterior contraría objetivos psicodiagnósticos que
tuvieran como propósito el arribo a categorías
psicopatológicas propias de la nosología psiquiátrica. Ellas
buscan pesquisar qué del malestar del paciente tiene de
común con otros malestares, renunciando, inclusive de
manera explícita, a la singularidad del caso.
2) La ilusión como el sustrato de la prueba de realidad.
8
Coloma, J. (2011) “El oficio en lo invisible”. Santiago, Ocho
Libros.
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Nos venimos preguntando cómo sería un psicodiagnóstico
que considera los aportes de Winnicott. Tomemos ahora
la cuestión de la prueba de realidad, función yoica que se
suele evaluar en entrevista y en varios métodos
proyectivos. Sin dejar de marcar el carácter relevante de
ella, Winnicott centra su interés en lo que la antecede: la
ilusión. Porque en Winnicott, como bien saben aquellos
que han leído con atención Realidad y Juego, es sólo
desde la ilusión que se llega a la realidad 9. Lejos de ser
una contradicción, esto es una paradoja que requiere de
nuestra atención:
Winnicott se pregunta cómo el niño, y todo adulto a
través de él, arriba a tener una relación con la realidad
externa en la que no es necesario que renuncie a lo
verdadero de su self. ¿Cómo hacemos propia la realidad?,
¿cómo, por ejemplo, una caja de cartón puede ser un
castillo, o un osito de felpa puede ser una madre? Para
responder a ello Winnicott describe una zona intermedia
de experiencia, entre el mundo interno y la realidad
externa, donde no es necesario preguntarse si el osito es
verdaderamente una madre. Esta zona de ilusión es,
entonces, una zona de descanso10 frente a las exigencias
de adaptación.
Winnicott descubrirá, por ejemplo, que son justamente
los pacientes que más desarrollada tienen la prueba de
realidad, los que no pueden hacer suyo lo externo, no
pueden poseerlo, lo sienten como extraño. Este abordaje
del problema nos permite, entonces, no centrarnos tanto
en si el yo hace o no hace juicio, sino, más bien, en cuánto
siente el paciente que la realidad externa le pertenece,
cuánto la siente como propia. Y es que sin ilusión, nada se
siente real.
9
Winnicott, D (1992). Las bases del Self en el Cuerpo, en Exploraciones
Psicoanalíticas I. Paidós, Buenos Aires.
10
Winnicott, D (1971). Objetos Transicionales y Fenómenos
Transicionales, en “Realidad y Juego”. Barcelona, Paidós.
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Un psicodiagnóstico que no reconozca el valor de la
ilusión como génesis de la simbolización, soslaya la fuente
misma del psiquismo psicoanalítico, en tanto creador de
símbolos que pueden devenir, después, en elementos a
11
interpretar por un psicodiagnosticador . Lo que se
necesita para que un peluche sea una madre es lo mismo
que lo que se necesita para que una mancha sea un
murciélago.
Permítaseme aquí algo más sobre la ilusión como
fundamento de la prueba de realidad. Un gran
psicoanalista chileno, Jaime Coloma, me enseñó que la
mejor manera de atender a una entrevista era escucharla
como si fuera un protocolo de Rorschach, es decir, en
clave proyectiva. A esa idea, que entrenó y le dio forma a
mi escucha -y lo único que un analista tiene es su escucha-
hoy puedo agregarle lo siguiente: sí, escuchar la entrevista
como un Rorschach, en la medida en que entendamos el
Rorschach como un juego, es decir, como algo
profundamente singular que se da en el campo de la
ilusión. Con esto, pasamos al 3° punto.
3) El jugar en los métodos proyectivos
Winnicott desarrolló por sí mismo métodos de carácter
proyectivos para conocer a sus pacientes. Conocido es el
Juego del Garabato, en el que Winnicott construía dibujos
con su paciente a partir de trazos al azar. Sin embargo, él
se resta de considerar a este juego una Prueba Proyectiva.
Subraya que las Pruebas Proyectivas tienen instrucciones,
normas de interpretación, etc, y que todo eso le parece
artificial, falso y una potencial sumisión de lo verdadero
del paciente al carácter técnico de una actividad
altamente especializada. El rechazo de Winnicott nos dice
mucho de cómo el psicodiagnóstico clásico entiende los
métodos proyectivos. ¿Podemos aprovechar el rechazo de
11
Winnicott, D (1965). “Los procesos de maduración y el ambiente
facilitador”. Barcelona, Paidós.
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Winnicott a ese uso de los métodos proyectivos para
repensar el uso que hoy hacemos de ellos?
Para responder a esta pregunta me gustaría recurrir a una
importante diferencia que Winnicott hace entre playing y
game. La palabra en español, juego, no alcanza a captar la
diferencia. El playing sería aquel juego que suspende la
realidad externa para el sujeto abandonarse a una
actividad sin un propósito establecido, y sin reglas. El
game, es un juego con normas y propósitos, hay objetivos
y fines. A ojos de Winnicott, los métodos proyectivos no
son un playing, si no más bien un game 12: una actividad
psíquica que se realiza en el mundo externo, y no en la
zona transicional.
Me parece que un Psicodiagnóstico que considere los
aportes de Winnicott debería renunciar de entrada a las
expresiones “evaluado”, “evaluación”, “evaluador”, y
también, ciertamente a la expresión “Prueba Proyectiva”.
Si queremos poner a prueba al paciente, no sólo estamos
limitando nuestra función diagnóstica hacia el yo, aquel
que tiene funciones para ser evaluadas, si no que también
estamos utilizando los métodos proyectivos como un
game, y no le estamos permitiendo al paciente utilizarlos
del modo que le plazca para mostrarnos parte de su
singularidad.
¿Podemos hacer un uso diferente de los métodos
proyectivos? Se trata de restarles aquello que en ellos hay
de técnica instituida. Aquí algunas ideas: utilizar las
láminas del TRO para, en psicoterapia, hacer asociación
libre. Permitir al paciente el jugar por el placer de jugar,
no por la producción gráfica o proyectiva. Poner énfasis
en el dibujo libre. Atender al proceso de elaboración de
una respuesta y el disfrute del proceso por parte del
paciente, y no exclusivamente al resultado de la
12
Celener, G. (2000) “Las Técnicas Proyectivas”. JVE Ediciones,
Barcelona. Celener, G. y Guinzbourg, M. (2006) El Cuestionario
Desiderativo. Cap. I y II.
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proyección. Dibujar con el paciente, jugar con él, aún
siendo él adulto (recordemos que siempre se puede jugar
con palabras). Y, sobre todo, no considerar los desvíos del
encuadre como indicativos de un funcionamiento yoico
alterado, como algunos representantes del kleinismo y la
Psicología del yo aseguran: quizás el paciente está
buscando un lugar para jugar. ¿Cuánto les permitimos a
nuestros pacientes el jugar?
Y, con todo, nuestros métodos proyectivos son eso,
métodos. ¿Cuánto de esos métodos podemos variar para
darle lugar al jugar? Winnicott no encontró ese espacio en
el discurso psicodiagnóstico, así que inventó su propio
juego. Acaso nosotros podemos inventar el nuestro, uno
que además de permitir la proyección, le entregue sostén.
¿Qué son aquí los métodos proyectivos si no un
dispositivo para poner en valor la singularidad y para
sostenerla?
4) El encuadre como ambiente y el contínuo diagnóstico-
terapéutico.
Me he referido brevemente al problema del encuadre,
que en Psicodiagnóstico tiene una finalidad
exclusivamente diagnóstica, al tiempo que diagrama
límites o normas para ser respetadas. Al proponer un
Psicodiagnóstico desde la metapsicología de Winnicott, es
necesario volver a pensar este concepto.
En su obra, Winnicott pareciese oponer a la noción de
encuadre la idea de ambiente. Así ha sido comprendido
por los analistas que han buscado hacer operativos los
aportes metapsicológicos de Winnicott al campo de la
clínica psicoanalítica, y que han elaborado, por ejemplo,
ideas como la del “encuadre coloquial”13.
Winnicott entiende el ambiente como una entidad que
cumple funciones orientadas a la integración del self:
13
Celener, G. y Guinzbourg, M. (2006) El Cuestionario Desiderativo.
Editorial Lugar: Buenos Aires.
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sostén, manejo y presentación de objeto 14. Sostén del
cuerpo del bebé, sostén de sus afectos y de sus
producciones subjetivas, que acuna una psique que de lo
contrario podría derrumbarse; Manejo del cuerpo del
bebé, un manejo que toca, que instituye límites, que
permite que la psique resida en el cuerpo y que atesore la
experiencia que tiene de él, que da calor físico y psíquico,
que cuida vitalmente; Presentación de objeto que permite
al bebé la omnipotencia primaria en la que se basa la
ilusión, que sabe cuándo y cómo presentar lo externo,
para que el bebé lo haga propio.
A mi juicio, un Psicodiagnóstico que considera la idea de
ambiente, tendría que necesariamente transformar su
idea de encuadre. Clásicamente, comprendemos el
encuadre como aquel conjunto de variables que están al
servicio de la función diagnóstica. En cambio, pensar el
encuadre como un ambiente nos permite que éste pueda
cumplir una función de sostén: ¿no es acaso escuchar,
recibir y en muchas ocasiones soportar las proyecciones
de nuestros pacientes, ya una función de sostén? ¿cuánto
de los elementos del encuadre los podemos entender
como formas de sostén para que pueda producirse la
palabra, en lugar de acuerdos o normas a cumplir, cuyo
castigo es la interpretación psicoanalítica? ¿Acaso no
existe en el aceptar o rechazar ese sostén una nueva
oportunidad para obtener información útil para la función
diagnóstica?
Pensar el encuadre como ambiente nos permite darle una
posibilidad a pacientes que no se posicionan de manera
clásica en el espacio de Psicodiagnóstico. Pacientes cuyo
proceso de simbolización no siempre arriba a la palabra, y
actúan en vez de hablar. Pacientes que llegan a consultar
enviados por otros; que no saben por qué vienen, pero
que piensan que allí podrían encontrar algo; que vienen a
quejarse por el actuar de otros; que buscan desafiar al
clínico o al espacio clínico, para hacer por esa vía suyo el
14
Phillipson, H. (2010). Test de Relaciones Objetales: Manual de
Aplicación. Paidós: Buenos Aires.
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espacio. El sostén que podemos ofrecer a partir de evaluación, el sostén por sobre los límites, la integración
comprender el encuadre como ambiente nos permite del diagnóstico y lo terapéutico por sobre su escisión. Y
abordar a estos pacientes abriéndoles un lugar para que bueno, justamente de eso se trata, que el
incluso lo que todavía no se puede decir, tenga un lugar. Psicodiagnóstico sea otra cosa. Una disciplina viva es
Es decir, para reconocer en el paciente aquello ausente aquella que crece, que cambia y aprende de sí misma y de
que está potencialmente presente, y darle una posibilidad su experiencia. ¿Cómo es el nuevo psicodiagnóstico que a
en la escucha. partir de ideas como éstas podríamos construir?
Esta función de sostén, que define a la idea de ambiente,
permite pensar un encuadre que no se limite a cumplir
una función diagnóstica. Más bien, supone extender la
función diagnóstica del ambiente agregándole una
función que desde un inicio sería terapéutica. Supone
pensar el Psicodiagnóstico no como la fase separada de la
psicoterapia, si no como una intervención en contínuo con
ella.
Planteo, así, que desde Winnicott no se puede escindir
diagnóstico y tratamiento, como suele hacerse en el
Psicodiagnóstico clásico. Se trata, más bien, de un
contínuo diagnóstico-terapéutico, como consecuencia
natural de comprender el encuadre como ambiente.
De este modo, si comprendemos el encuadre como un
ambiente que cumple funciones de sostén, le
reconocemos al Psicodiagnóstico una función habilitante
de la palabra, y por lo tanto subjetivante. Un espacio para
que lo singular pueda tener lugar. Si hay algo de lo que no
nos restamos, entonces, es de entender el Proceso de
Psicodiagnóstico como un espacio de escucha, abriendo
un espacio subjetivo disponible para que el paciente lo
habite como propio, como condición para que la función
diagnóstica pueda producirse.

Para concluir

Me gustaría decir lo siguiente: quizás se tiene la impresión

de que a partir de las ideas de Winnicott el
Psicodiagnóstico ya no sería lo que es, sino otra cosa. Ya
no nos limitaríamos a la evaluación de niveles de
funcionamiento, si no que valoraríamos la ilusión como
sustrato de la prueba de realidad, el jugar por sobre la