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Si una Constitución debe ocuparse de temas relevantes, el elemento indígena tendría que ser
un capítulo obligado, y al respecto mencionaremos, dos documentos testigo. Uno de ellos, la
Constitución norteamericana de 1787, tal vez la primera del mundo en sentido estricto, se
ocupó del tema en la llamada “cláusula comercial”, estableciendo que el Capitolio tenía poder
para reglar el comercio con las naciones extranjeras y entre los diversos Estados, y con las
tribus indias.
Pero, la jurisprudencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos sobre las tribus indias ha
sido mutante. En ciertos casos adoptó un perfil paternalista, aludiendo al poder del Congreso
Federal para regularlas, “para su protección, así como para la seguridad de los habitantes
entre los cuales ella reside”, definiendo a ese poder federal como “tutor” de aquellas tribus. En
otros, ha amparado el derecho de una tribu a “gobernarse con independencia de la ley
estadual”, cuando se trataba de una adopción en donde todas las partes eran indios y
residentes de reserva.
Este mensaje no fue efímero, ya que por ejemplo, el artículo 67 inciso 15 de la Constitución
Argentina de 1853/60, dispuso que al Poder Legislativo le correspondía “conservar el trato
pacífico con los indios, y promover la conversión de ellos al catolicismo” (norma vigente hasta
1994).
En el último cuarto del siglo XX, la posición del constitucionalismo latinoamericano respecto de
los denominados pueblos originarios, cambia notoriamente. Principalmente se les reconocen
derechos diferenciados a los indígenas (respecto de sus tradiciones, del hábitat, del lenguaje).
Ahora sí, podemos definir entonces el derecho de los indígenas como el reconocimiento
colectivo de los derechos colectivos de un pueblo natural de una región, donde se incluyen los
derechos humanos, así como también el derecho a su propio idioma, su cultura, religión y el
territorio que, tradicionalmente, había habitado su pueblo; en especial esto último tiene una
gran relación con el colonialismo y la invasión de la tierra en épocas anteriores y en la justa
retribución actual para la pervivencia de los pueblos originarios, de su cultura, su forma de
pensamiento y su perspectiva del mundo.
En la actualidad, los pueblos indígenas tienen un documento que afirma y ratifica en sus
disposiciones más importantes:
1. El disfrute pleno de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales reconocidos
en la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 1)
2. Libres iguales a todos los demás pueblos (art. 2); libre determinación para perseguir su
desarrollo económico, social y cultural (art. 3); autonomía y autogobierno en cuestiones
relacionadas con asuntos internos y locales (art. 4).
4. Los pueblos indígenas tienen el derecho colectivo a vivir en libertad, paz y seguridad. Y no
serán sometidos a ningún acto de genocidio ni a ningún otro acto de violencia, incluido el
traslado forzado de niños del grupo a otro grupo (art. 7)
La Declaración de los Pueblos Indígenas cuenta con 46 artículos que aseguran un mejor futuro
para los pueblos, y también para el mestizaje y la cultura en la era de la globalización. En
Ayuda en Acción creemos que ese es el camino: el respeto de los pueblos y el aprendizaje de
todas las formas de pensamiento que existen en el planeta.
Argentina, por su parte, incorporó tratados de derechos humanos en su artículo 75, inciso 22, y
en el inciso 17:
https://www.argentina.gob.ar/derechoshumanos/inai/normativa