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3.3.2.

Jesús amigo
de la mujer
1. Condición de la mujer judía

Gran parte de los pobres que seguían


a Jesús eran mujeres privadas del
apoyo de un varón, ellas eran sin
duda las más vulnerables. En aquella
cultura patriarcal ser mujer
significaba estar destinada a vivir en
un estado de inferioridad y sumisión.
A Jesús se le educó bajo ciertos estereotipos
sobre la mujer que se venían trasmitiendo
durante siglos.

Según un viejo relato,


Dios había creado a la
mujer sólo para
proporcionarle una “ayuda
adecuada” al varón. Pero
no logró serlo, sino que
fue la que le dio de comer
del fruto prohibido,
provocando la expulsión
de ambos del paraíso.
Este relato generó una visión negativa de la
mujer como fuente peligrosa de tentación y
pecado, por eso lo más sabio era acercarse
a ella con mucha cautela y mantenerla
sometida.

Además se tenía a la mujer como objeto de


propiedad por parte del varón.

No podía ni pensarse en una mujer con


autonomía. Su función era tener hijos y
servir fielmente al varón.
El control sobre la mujer
estaba fuertemente
condicionado por las reglas
de pureza sexual.

Se determinaba a la mujer
impura ritualmente durante
su menstruación y después
del parto. Nadie debía
acercarse a la mujer
impura.
Flavio Josefo resume bien el sentir generalizado
en tiempos de Jesús:

No tenían los derechos de


que gozaban los varones

“Según la Torá, la Fuera del hogar


mujer es inferior al las mujeres no
varón en todo”. “existían”.

No tenían sitio en la
vida social.
Aquellas mujeres que se
alejaban de la casa y andaban
solas, sin la vigilancia de un
hombres, en comidas o
actividades reservadas para los
hombres eran consideradas
desviadas o mujeres de mala
reputación
La oración que
recomendaba Rabí Yehudá
rezar todos los días:

“bendito seas,
Señor, porque
no me has
creado pagano
ni me has
hecho mujer ni
ignorante”.
2. Amigo de la mujer

Las mujeres que se acercaron a


Jesús pertenecían en su mayoría al
entorno más bajo de aquella
sociedad: viudas indefensas,
esposas repudiadas y en general,
mujeres solas, sin recursos, poco
respetadas y de no buena fama.

Jesús las acogía a todas: se sentaban a su


mesa a comer con él. Para Jesús estas
comidas son precisamente símbolo y
anticipación del reino de Dios.
Para Jesús el “código de pureza”
no fue obstáculo para estar cerca
de las mujeres.

No se empeña en criticarlo, no es
lo suyo. Desde su experiencia del
reino de Dios, Jesús actúa desde
el principio con libertad radical.

No mira a la mujer como fuente de


tentación, menos como posible
contaminación.
Jesús acerca a ellas sin recelo y las trata
abiertamente sin prejuicio. Y todo esto a las
mujeres les resultaba atractivo, para más de
alguna significaba liberarse, al menos
momentáneamente, de la vida de marginación y
trabajo que llevaban en sus casas.

Algunas se atrevieron a
desafiar la sociedad y
seguirle por los caminos de
Galilea porque encontraron
en el movimiento de Jesús
una alternativa de vida más
digna
2.1. Rompiendo esquemas

La actitud de Jesús era diferente, no


acepta que la mujer sea considerada
ligeramente como fuente de tentación y
ocasión de pecado.

En contra de esa tendencia alerta a los


varones de su propia lujuria: “todo el que
mira a una mujer deseándola, ya ha
cometido adulterio con ella en su corazón”
(Mt 5,28-29). No deben justificarse
culpabilizando a las mujeres de su mal
comportamiento.

A la vez, Jesús critica la valoración que se


hace a la mujer atribuyéndole como
cometido supremo el tener hijos. Para Él
tener hijos no es todo en la vida.
Afirma que la grandeza y dignidad de la mujer,
lo mismo que la del varón, arranca de su
capacidad para escuchar el mensaje del reino
de Dios y entrar en él.

• La visita de Jesús a casa de sus


amigas Marta y María, donde deja
claro que la mujer no puede quedar
reducida al servicio de faenas del
hogar.
Jesús reacciona con audacia ante
el doble criterio de moralidad que
se usaba para enjuiciar de
manera desigual al varón y a la
mujer.

Analizamos el caso de la mujer que ha


sido sorprendida en adulterio. Donde no
se dice nada del varón a pesar de que la
Torá le exigía no poseer ni desear a una
mujer que pertenece a otro.
Al dar la ley, se piensa en los varones
como los verdaderos responsables de
la sociedad; luego, al reprimir el delito,
se castiga con dureza a las mujeres.

Jesús no soporta esta hipocresía


social construida por los varones.

La mujer es tan culpable como el


varón.
Y les invita a que el que esté libre
de pecado tire la primera piedra.
Avergonzados por el desafío de
Jesús empiezan a irse empezando
por los más viejos.
La conclusión es conmovedora.
La mujer está inmovilizada por la
humillación y la vergüenza.
Jesús al quedarse a solas con
ella la mira con ternura, le
expresa su respeto y cariño:
“mujer… ¿nadie te ha
condenado?”.
La mujer, sabiendo que se ha
escapado de la muerte
responde, “nadie, Señor”.

Las palabras de Jesús son


inolvidables: “tampoco yo te
condeno.Vete y en adelante, no
peques más”.

Jesús confía en ella, quiere para


ella lo mejor y la anima a no
pecar. Pero de sus labios no
sale ninguna condena.
La mirada de Jesús hacia las mujeres
era diferente, ellas lo captan.

Ellas son invitadas a escuchar la


Buena Noticia de Dios y comunicarla
a otras mujeres que no se han
atrevido a salir de su casa.
Con una sensibilidad nada habitual en aquella
sociedad patriarcal, Jesús tiene la costumbre
de hablar explícitamente de las mujeres
haciéndolas visibles y poniendo en relieve su
actuación.

No se encierra en un lenguaje
androcéntrico que todo lo
considera desde la perspectiva
del varón, él se pone en lugar de
las mujeres y les hace
protagonista de sus parábolas.
Jesús rompe los esquemas al
hablarles de Dios en la imagen de
una mujer, ya que ellos estaban
acostumbrados a imaginar a Dios
bajo la figura del varón
(cfr. Lc 15,4-6; 15,11-32; 15,8-9).

Aprovecha toda ocasión para


presentar a las mujeres como
modelo de fe, generosidad o
entrega desinteresada. Un
ejemplo es la pobre viuda
(cfr. Mc 12,41-44) .
Hemorroísa
“hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda
curada de tu enfermedad” (Mc 5, 24-34).
Mujer desconocida de la región
pagana de Tiro
(cfr. Mc 7, 24-30).

….de manera astuta, confiada e inteligente le dice a Jesús: “Sí,


Señor; pero también los perritos comen bajo la mesa migajas
de los niños”. Jesús comprende de pronto que la voluntad de
la mujer coincide con la de Dios que no quiere ver sufrir a
nadie. Conmovido y admirado por su confianza, le dice:
“mujer, grande es tu fe; que suceda como tú quieres”.

La mujer convence y enseña a Jesús:


el sufrimiento humano no conoce
fronteras, pues está presente en
todos los pueblos y religiones.
3. Discípulas de Jesús
Las mujeres siguieron a Jesús desde Galilea
hasta Jerusalén, y no le abandonaron ni en el
momento de su ejecución.

Este hecho es sorprendente pues en los años


treinta y todavía más tarde, a las mujeres no les
estaba permitido estudiar la ley con un rabí.

Aparte que viajar por el campo siguiendo un


varón y dormir en descampado junto a un grupo
de hombres, era probablemente un escándalo.

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