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LA MUJER
Cf Lc 2,22;
Lv 12,2-8.
Lv 15,1s.
de advertir que Jesús no dio importancia a esas prescripciones y juicios referentes al orden
sexual natural, ni tampoco aparecen en el mensaje apostólico, a no ser aquellas de mayor
trascendencia, como el adulterio y la fornicación, a diferencia de la
Hch 15,20; 21,25;
menstruación y la eyaculación, que sí aparecen en el 1 Co 6,13. Antiguo
Testamento. Cf Lv 12,2s; 15,19s.
Hay que tener en cuenta que a pesar del mensaje original positivo
sobre la mujer, el contexto y la cultura israelita eran altamente
antifeministas.
La dignidad de la mujer
Podemos concluir que Jesús no solamente no aceptó la diferencia
ordinaria y el antifeminismo semita, sino que favoreció
especialmente el sentido de igualdad entre hombre y mujer. Su mensaje
tenía aplicación sin diferencias ni privilegios para ningún género. La
afirmación posterior de Pablo refleja bien el pensamiento de
Jesús, pues en él, en nuestra relación con él, “no hay esclavo o libre,
hombre o mujer”.
La valoración y relación de Jesús con la mujer no solo escandalizó a
los espíritus calificados de fariseos y también a los Gl 3,28. mal intencionados,
sino que sigue escandalizando a quienes no comprenden
todavía el anuncio del Reino.
El matrimonio
Antes del relato del Génesis, el mundo tenía mucho tiempo de existir,
y la expresión: “no es bueno que el hombre esté Lc 7,36s. solo”, está tomada
de la vida misma. El mundo existió muchos millones de años antes que la revelación que se
nos dio del origen, del sentido del mundo y de la vida en el Génesis. La revelación divina
consistió, no en conocer el modo, tiempo y origen de la creación, sino en conocer el valor y
significado de su existencia, particularmente para el ser humano. Así el hombre y la mujer,
uno y otro, deben encontrar a Dios; uno en el otro.
El libro del Eclesiástico aconseja a los padres casar pronto a sus hijos
para que no anden como barca en el muelle y sin amarra. “Donde no hay valla, la
propiedad es saqueada, donde no hay mu- Si 36,25. jer, gime el hombre a la deriva”. Sin
mujer se vive vagabundo y errante. “¿Quién se fiará del ladrón ágil que salta de
ciudad en ciudad? Así tampoco del hombre que no tiene nido —esposa— y que se Si
36,26.27. alberga donde la noche le sorprende”.
Mt 5,32; 19,9;
Mc 10,19.
Jn 8,3s.
Las relaciones de pareja son fuente de buena relación con los demás, con
el mundo, y consigo mismo, son fuente de estabilidad, de bienestar y de cordura.
Sin embargo existía una visión también negativa de las relaciones conyugales.
Pr 6,20.
Las relaciones sexuales, aun dentro del matrimonio, se consideraban no solo
como una impureza, sino también como un pecado.
Lv 15,1.18;
Sb 3,13. La relación con la mujer en menstruación estaba ampliamente sensurada.
En la primera narración de la creación la sexualidad es un don de Dios ligada al
mandato de ser fecundos y multiplicarse, es una responsabilidad de los
hombres con respecto a la creación. Si los hombres y las mujeres comparten
con Dios la actividad creadora, están llamados también a compartir su
Lv 15,19-32.
providencia. Junto a la responsabilidad de procrear va la responsabilidad de
educar para la vida y en la fe.
Gn 1,28.
La mujer en el anuncio del reino
Jesús espera que por el anuncio del reino el hombre valore, respete y ame más
a la mujer, pero no sólo eso, sino que también le dé el lugar que le corresponde
en la vida familiar, social, y religiosa. En distintas ocasiones las presenta como
modelos de fe, generosidad, entrega, amor, servicio, fidelidad.
Jesús no tiene dos tipos de discursos, ni actitudes discriminatorias. Al
contrario, parece especialmente unido con aquellos a quienes la so
Mt 15,24; Cf Mt 26,7;
Lc 7,37s.
ciedad menospreciaba, como “las Mt 14,21; 15,38. mujeres y los
niños”.
Cuando Jesús alaba la fe de la mujer sirofenicia y la contrapone a todo
Israel, valoraba lo que la fe significaba como relación de apertura y
amor a él y a su mensaje. Mt 26,7s.
Lc 13,10-17.
ataduras del mal espíritu de la enfermedad. En otra ocasión Jesús acepta la
demanda de una mujer pagana y se deja vencer por el razonamiento de la sirofenicia.
La mujer que padecía hemorragia crónica llega a participar de la fuerza de
Mc 7,24-30.
Jesús que le da salud y vida. Las que estuvieron con Jesús hasta la muerte
fueron las mujeres que lo acompañaban también en su vida mesiánica. María
de Betania escucha las enseñanzas de Jesús y permanece junto a él, lo que
Mc 5,25-34; Lc 6,19. equivale a “la mejor parte”. Es testigo de la resurrección de su hermano
Lázaro. Y parece ser la misma que ungió los pies de Jesús. Marcos y Lucas
ofrecen distintas listas de estas discípulas que anduvieron con Jesús desde
Galilea. Dan los nombres de seis, pero los dos evangelistas afirman que se trata
Lc 10,38. de “muchas más”.
Jn 11,1-44.
El anuncio del Reino fue indudablemente lo que más influyó en su forma de
Jn 1,8.
pensar, tratar y sentir con respecto a la mujer. Y por eso su mensaje anuncia y
exige un trato igualitario con respecto a los varones, si no es que privilegiado
por tratarse de las más débiles.
Mc 15,40; Lc 8,2.
Jesús habló del celibato de sí mismo y del de sus discípulos y discípulas en
función del Reino. El celibato tiene tal poder de personalización y realización
que vale la pena asumirlo como Jesús, porque el amor a Dios y al Reino lo
compensaba todo. El caso de los eunucos porque así nacieron, o porque los
hacen los hombres, Jesús no lo juzga, simplemente lo constata. Pero sí alaba el
ser tenido por eunuco por el Reino de los cielos. Pablo justificará el estado de
soltero por “la bre
Mt 19,12.
vedad del tiempo”, porque espera el fin del mundo de 1 Co 7,29. modo inminente,
es decir, le da un sentido escatológico, y posiblemente
también Jesús.
Los discípulos tuvieron que dejar mujer, padre, madre, hijas e
hijos para poder seguir a Jesús a donde quiera que fuera, es decir,
para ser más libres en el seguimiento. Mateo, en el texto paralelo, no
menciona a la mujer y no usa el verbo odiar —miséw Lc 14,26;
Mt 10,37.
—, sino ‘“amar
más a su padre y madre”. De esa manera la expresión resulta más
razonable y coherente con el resto del Evangelio, Lc 19,26. especialmente con
el mandamiento del amor, y no entra en contraposición
con el cuarto mandamiento.
Las discípulas que siguieron a Jesús desde el principio, es
decir, desde su anuncio del reino en Galilea, hicieron lo mismo que los
varones, es decir, dejar casa y familia si la tenían y siempre que el
esposo estuviera de acuerdo. ‘Recorrió a continuación ciudades y
pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva Mt 27,55. del Reino de
Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres... como María
llamada Magdalena. Juana mujer de Cusa. y otras muchas que le
servían con sus bienes”.
Las mujeres lo sepultaron y al tercer día quisieron volver para
ungirlo con más cuidado. Ni ellas, ni los discípulos, esperaban la
Lc 8,1-3; Mt 4,23;
resurrección como algo inminente. 9,35; Mc 1,39.
Al final de la vida pública las mujeres lo siguen hasta el pie de la
cruz. A las mujeres les dice: ‘yo iré delante de ustedes Mc 16,1s. —discípulos y
discípulas— a Galilea”.
Lc 23,55-56;
Mc 16,1s.
Mt 26,32; Mc 14,28;
16,7.
La mujer en relación con los discípulos
Jesús esperaba que los discípulos se acostumbraran en el trato a la mujer,
a respetarla y verla con ojos limpios y con un corazón sincero, porque la mujer es una
compañera en la misión de anunciar el reino y no solo la que puede compartir una relación
sexual si se trata de pareja. Tratándose de las casadas, las mujeres, como la samaritana,
pueden no solo ser discípulas, sino también apóstoles.
El hombre y la mujer no son invariablemente tentación el uno para el
otro. Pueden prestarse apoyo y ayuda en la vida, pero también en el
anuncio del reino. Y con su modo particular de ser, tanto el varón como la
Jn 4,28-29.
mujer, pueden comprenderlo y proclamarlo más plenamente.
El celibato de la mujer
El celibato de la mujer lo ve Jesús bajo la misma perspectiva que el del
hombre.
Jesús no pensaba que el fin y sentido de la mas- culinidad y la feminidad
fuera la procreación y el amor marital exclusivamente, porque él mismo
no se casó ni tuvo hijos, y antes de eso estaba la constitución de la persona
como femenina o masculina. Y era santo y bueno dedicarse al anuncio y
edificación del Reino, aun con el peligro de ser tenidos por castrados.