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Jesús, las mujeres y los niños

Jesús, las mujeres y los niños


¿Cuál era la situación de la mujer en la época de Jesús?
En la época de Jesús la situación de la mujer era muy lamentable,
dado a que en este tiempo la mujer era considerada por los
judíos como ser inferior hasta tal punto que era comparada con
un esclavo, pues tenía todas las características de este como, por
ejemplo, la podían comprar, o simplemente la podían
intercambiar la mujer no contaba, hasta el punto de que, si en
una asamblea había 10 mujeres y 1 hombre, ésta no se realizaba,
porque para una ceremonia religiosa eran necesarios 10
hombres. El patio del templo reservado a las mujeres estaba
fuera y separado.
La mujer era considerada como un objeto, propiedad del padre o
del marido (Ex 20,17). Socialmente la mujer no servía como
testigo, igual que los niños y los esclavos. Una situación de
objeto, a la que se sumaba el preconcepto de ser una gran
pecadora (porque pecó primero, y llevó al hombre al pecado, y
fue creada después y a partir del hombre: lecturas parciales de
los relatos Gn 2 y Gn 3). No olvidemos tampoco la discriminación
con relación a su condición de mujer y los preceptos de
purificación.

Jesús y las mujeres

La relación de Jesús con las mujeres viene marcada por la


esperanza, la liberación de la marginación y la entrada en el
Reino en igualdad y dignidad.
La Esperanza: léase Lc 7 : 36-50. El relato del evangelista
termina con una poderosa declaración hacia la mujer “tu fe te ha
salvado vete en paz”, el sentido de la relación de Jesús con la
mujer se condensa en esta afirmación que Lucas pone en su
boca. La fe aparece aquí en relación con el amor y el perdón de
los pecados, como una confirmación de que la fe implica una
actitud de conversión con respecto a la oferta de salvación que
Jesús le ofrece.
La mujer, era conocida como pecadora, pero sabía de la
presencia de Jesús en la casa del fariseo y acepta mediante la fe
la oferta de salvación que supone para ella.
Jesús la deja hacer, no porque no sepa que es una pecadora, sino
porque así le brinda la oportunidad del perdón.
Lucas presenta la contraposición entre el fariseo y la mujer en
relación con el prestamista que perdona las deudas a dos
deudores suyos y que desemboca en un mayor amor por parte
de la persona a la que se le ha perdonado una deuda mayor;
Lucas dice esto a propósito del legalismo de los fariseos: la
pecadora tiene más amor porque reconoce el reino de Dios en
Jesús, cosa que no hace el fariseo; el convertirse a Dios mediante
la fe en Jesús hace a la mujer pecadora más grande que el
fariseo, que es fiel a la ley y sólo tiene pequeñas deudas con
Dios.

El problema de la Marginación: La mujer judía de los tiempos de


Jesús, sin derechos, eterna menor de edad, repudiada por su
marido, confinada en la casa y con muy escasas posibilidades de
mantener contactos sociales, se mantenida alejada del templo
en determinados días a causa de las leyes de pureza ritual y
relegada en todo momento a un recinto especialmente señalado
para ella en el templo y fuera del atrio de la casa de Israel.
No tenia el derecho a la enseñanza de la Ley o a ser considerada
como sujeto de la Ley y por tanto incapaz de merecer algo, en la
condición designada era pobre, pecadora y pequeña, se
encontraba en una situación de marginación.
La novedad de Jesús: Jesús inicia una verdadera revolución a
favor de los marginados, siendo muy significativo la obra con
relación a la mujer. Jesús reacciona contra todas las
desigualdades marginadoras de que era víctima no admitía los
prejuicios que apoyaban los privilegios masculinos, por el
contrario en cada ocasión que se encuentra ante una situación
de marginación de la mujer, manifiesta claramente su voluntad
de restablecerla en su dignidad humana.
Lo que conlleva todo un escándalo en la sociedad, que es
subrayado por los evangelistas quizás porque ellos mismos no
llegaban a comprender la conducta de Jesús con las mujeres.
Mientras que la Ley negaba a las mujeres el derecho a la
enseñanza, Jesús trae la Buena Nueva para todos y acepta e
instruye a las mujeres como discípulas.
Ante el asombro de sus propios discípulos, Jesús no duda en
saltarse las conveniencias sociales y se detiene a hablar con la
Samaritana en un lugar público (Jn 4,27).
Al sanar a la mujer con el flujo de sangre, la libera de los
legalismos sobre la pureza ritual, Lucas le dice: «Hija, tu fe te ha
sanado; vete en paz» (Lc8,43-48), hace tomar conciencia del
valor de su fe e invita a presentarse ante el mundo, libres de
vergüenza.
Por otro lado SAN MARCOS, 10: 13-16: describe un relato donde
"Le presentaron unos niños, para que los tocara; pero los
discípulos los reprendían. Viéndolo Jesús, se enojó y les dijo;
dejad que los niños vengan a Mí y no los estorbéis, porque de
ellos es el reino de Dios. En verdad os digo, que quien no recibe
el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos,
los bendijo y les impuso las manos.
No todos podemos hacer milagros como Jesús; pero podemos
imitar el amor y ternura con que recibía a los niños y curaba sus
dolencias.
En diversos evangelios, Jesús nos habla de los niños o nos pone
en sus ejemplos a los pequeños. El niño es un ser débil y
humilde, que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la
envidia, no busca puesto privilegiados, no tiene nada que decir
en la avidez de los adultos, el niño tiene conocimiento de su
pequeñez y su debilidad. Jesús no solo quiere demostrarnos su
gran amor por nuestros niños, en los Evangelios la sencillez de
corazón es reclamada con insistencia, la limpieza y la humildad
del espíritu es un requisito indispensable para llegar al Reino de
los Cielos.
En un ocasión Jesús nos dijo: "El que recibe a este niño en mi
Nombre me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a Aquel
que me envió” Lc 9: 46-50
El niño tiene el alma sincera, es de corazón inmaculado, y
permanece en la sencillez de sus pensamientos, el no ambiciona
los honores, ni conoce las prerrogativas, entendiéndose esto por
el privilegio concedido por una dignidad o un cargo, tampoco
teme ser poco considerado, ni se ocupa de las cosas con gran
interés. A esto niños ama y abraza el Señor; se digna tenerlos
cerca de sí, pues lo imitan. Por esto dice el Señor (Mt 11,29):
"Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón".
Jesús supo tratar a la mujer con gran respeto y dignidad,
valorando toda la riqueza espiritual que ella trae consigo, en
orden a la educación humana y moral de los hijos y a la
formación de un hogar donde reine la comprensión, el cariño y la
paz, y donde Dios sea el centro.

Bibliografía
Barbaglio, G. (2002). JESUS, HEBREO DE GALILEA, Investigación
histórica. España: GRAFICAS CERVANTES, S A.
Sproul, R. C. (2009). ¿QUIÉN ES JESÚS? Ligonier Court, Sanford,
FL: Reformation Trust Publishing,.
Zapata, M. C. (s.f.). Mujeres en la Biblia. Obtenido de
https://sites.google.com/site/mujeresenlabiblia/la-mujer-
en-tiempos-dej-esus

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