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Predicación Orante de la Palabra

DECIMONOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


Agosto 9 de 2020

➢ Primera lectura: 1R 19,9a.11-13a


➢ Salmo: 85(84),9ab+10.11-12.13-14 (R. 8)
➢ Segunda lectura: Rm 9,1-5
➢ Evangelio: Mt 14,22-33

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción
• “Los Israelitas han abandonado tu alianza, han derribado los altares y han pasado a espada
a tus profetas; quedo yo sólo y buscan mi vida para quitármela”, dice Elías triste y
acongojado. Está cansado de todas sus batallas, busca consuelo en Dios y parece no
encontrarlo.
• “Siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón. Pues desearía ser yo mismo
maltratado, separado de Cristo por mis hermanos, los de mi raza...”. En el mismo sentido se
manifiesta San Pablo para tratar de explicar cómo el Plan de salvación de Dios no se realiza
plenamente, no porque Dios rechace la fragilidad humana, sino que en medio de esa
fragilidad permite que experimentemos su misericordia.
• “Viendo Pedro la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó:
‘¡Señor, sálvame!’. La escena que sigue al conocido pasaje de Jesús que camina sobre las
aguas también describe la fragilidad de la condición humana.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?


La primera lectura nos ubica en la primera mitad del siglo IX aC, cuando un general del
ejército toma el poder y funda Samaría como nueva capital de Israel, a la que hace una
nación rica y poderosa y a la que consolida por medio de matrimonios con extranjeros. De
hecho, su hijo Acab se casará con la pérfida Jezabel, hija del rey de Tiro, que impone
divinidades paganas, persigue y asesina a los verdaderos profetas, Elías huye hacia el
desierto, sube al monte Horeb en el que cuatrocientos años antes Moisés había hablado con
el Señor. Pasa la noche en una cueva, de la que Dios lo invita a salir para esperar su
manifestación. Pasa un violento huracán, luego un terremoto, después pasa fuego, pero el
Señor no está presente en estas violentas realidades. Sólo al final Dios se hace presente en
el silencio de una brisa suave. Elías lo reconoce, lo escucha y regresa a cumplir la misión que
le encomienda.

En la segunda lectura se nos transmite la tristeza de san Pablo porque parte de su pueblo ha
rechazado el mensaje de salvación del Evangelio. A pesar de que han pasado casi treinta
años de la muerte y resurrección de Jesús, Pablo no se cansa de testimoniar que la Alianza
de Dios es irrevocable y que su misericordia es eterna.
En el evangelio de san Mateo, el relato de Jesús que camina sobre las aguas sigue a la
narración de la multiplicación de los panes. Es de noche y Jesús “obliga” a sus discípulos a
subir a la barca mientras él despide a la gente y sube al monte para orar. Al finalizar la noche,
los discípulos que están en la barca zarandeada por las olas pues el viento es contrario, no
reconocen a Jesús que se acerca. Jesús se identifica con palabras de ánimo y de fortaleza y
Pedro, tras pedirle que lo mande a ir hacia él, comienza a caminar sobre las aguas hasta que
“le entra miedo” y comienza a hundirse. Jesús lo levanta, suben a la barca, el viento se
calma. La escena dramática concluye con una profesión de fe: “Verdaderamente eres Hijo de
Dios”.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a


la comunidad?

La vida es una sucesión de problemas cada vez más complejos. Cuando somos niños
experimentamos dificultades y creemos que es el fin del mundo, pero el camino sigue, y en él,
las angustias y los conflictos. Muchas veces son consecuencia de nuestros errores pero
también hay ocasiones en que los líos parecen generarse incluso cuando tratamos de hacer
las cosas bien. El problema del mal, las enfermedades y tragedias, las pandemias y el
coronavirus, la pobreza, el hambre, la pérdida del trabajo y otras circunstancias pueden
generar cansancio, desesperanza, desilusión y angustia. Al igual que la persecución que
experimentaba Elías, la tristeza profunda que manifiesta san Pablo, el miedo de Pedro que se
hunde bajo las aguas, la Palabra del Señor en este Domingo quiere ser una voz de ánimo
para todos.

Como al Príncipe de los Apóstoles, hoy el Señor nos dice a cada uno “¡Ven a mí!”. Como lo
proclama san Pablo, la misericordia del Señor es eterna y Él es siempre fiel. Como al profeta,
el Señor se nos sigue manifestando discretamente, en el silencio de nuestro interior, en la voz
de nuestra conciencia, en las indicaciones de su Palabra, en sus pequeñas y cotidianas
indicaciones. En medio de la noche que puede estar atravesando nuestra Iglesia, nuestra
familia, nuestra empresa, nuestra economía, sólo existe una realidad capaz de hacer amainar
el viento: la fuerza de la fe que surge de la experiencia del amor misericordioso de Dios.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la
misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Los Padres del desierto solían plantear a sus monjes una metáfora tomada de la práctica del
cazador que cuando descubre la liebre que busca, suelta los perros para que la persigan y
capturen porque es un animal sumamente ágil y rápido. Los canes salen veloces tras la
liebre, pero poco a poco se van quedando por el camino porque los matorrales y obstáculos
hacen que pierdan el rastro. Sólo el perro que nunca pierde de vista a su presa es capaz de
alcanzarla y atraparla. Así es la vida cristiana: ninguna circunstancia puede hacernos perder
de vista a Jesús que acompaña e ilumina nuestro caminar y nuestra vida. Pidamos al Señor
la gracia de ser hombres y mujeres de fe inquebrantable, firmes en medio de las crisis y
sólidos para ayudar a los que sufren un poco más que nosotros.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa: Bienvenidos todos a esta celebración de acción de


gracias en la que experimentamos la presencia de Jesús resucitado, vencedor del pecado y
de la muerte. Dispongámonos a celebrar nuestra fe y a experimentar la presencia constante y
misericordiosa de Dios en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestra
sociedad, en las alegrías, pero también en las dificultades que estamos experimentando.

Monición a la Liturgia de la Palabra


La angustia del profeta al que persiguen para matarlo, la tristeza del apóstol que sufre por
amor a su pueblo y el miedo de Pedro que se hunde bajo las aguas por su falta de fe, ilustran
las dificultades que podemos estar viviendo en los diversos contextos en los que nos
movemos. Traigamos a nuestra mente los problemas que nos agobian o que hacen sufrir a
nuestros seres queridos y escuchemos con atención las lecturas que nos traen un mensaje
de fe y de fortaleza.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Dirijamos nuestras súplicas y peticiones al Padre misericordioso con la


confianza de los hijos, con la certeza de que él hace posible lo que para nosotros es
imposible y nos concede siempre lo que más nos conviene. Unámonos diciendo:
Escucha, Padre, nuestra oración!

1. Te pedimos por la Iglesia, que como la barca de los apóstoles muchas veces tiene que
enfrentar vientos contrarios y se ve zarandeada por las olas, para que experimente
siempre la serena presencia de Cristo, el Hijo de Dios.
2. Te pedimos por los pastores de la Iglesia, para que siempre den testimonio de fe y de
fortaleza, para que puedan caminar sobre las aguas del escepticismo y la incredulidad y
puedan conducir a sus rebaños hacia Cristo, el único Salvador.
3. Te pedimos por los que sufren y son perseguidos, de modo especial por los que han
perdido las fuerzas y la esperanza, para que encuentren en los que los rodean un
testimonio eficaz de tu misericordia.
4. Te pedimos por todas las personas que trabajan en el campo de la salud y por todos los
que arriesgan su vida por ayudar a los que más sufren, para que encuentren en la fe en
Cristo la fuerza necesaria para ser incansables testigos de tu amor.

Presidente: Escucha, Padre bondadoso, las plegarias que te dirigimos con fe en esta
celebración de la resurrección de tu Hijo, quien vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén.

LA ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA


15 de agosto de 2020

➢ Primera lectura: Ap 11, 19a; 12,1-6a.10ab


➢ Salmo: 45(44), 7a+10bc.11-12a.14-15 (R.cf.10b)
➢ Segunda lectura: 1Co 15,20-27a
➢ Evangelio: Lc 1,39-56

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción
• La horripilante escena de un dragón que amenaza la vida de un recién nacido termina con
un hermoso canto de alabanza: “nos ha llegado la salvación”, “comienza el reinado de Dios”,
“es evidente el poder de Cristo”. Cuando más frágiles nos podemos sentir, más podemos
experimentar el poder de Dios.
• La segunda lectura también es entusiasmante y positiva: Cristo resucitado vence no
solamente la muerte en general, sino que vence la muerte de cada uno de nosotros. Él es la
primicia por quien María fue Asunta la Cielo y por quien nosotros recibimos la garantía de una
vida después de la vida.
• El conocido relato de la Visitación y el himno del Magníficat que lo acompaña, nos invita a
hacer nuestro propio himno de alabanza a Dios por tantas cosas grandes que ha hecho Dios
en nuestras vidas.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

La primera lectura de esta fiesta de la Asunción está tomada de la mitad del último libro de la
Biblia, el Apocalipsis, y describe una visión que tiene lugar en el cielo: una mujer vestida de
sol, da a luz un hijo varón; un dragón tenebroso amenaza con devorar al recién nacido; Dios
interviene para tomar el niño hacia el cielo y a continuación (aunque esta lucha se omite en el
texto que fue proclamado) se desencadena el combate entre Miguel y el dragón, el cual es
derrotado y surge un himno de victoria el cual oímos la primera parte que testimonia el
cumplimiento de la Promesa de Dios por medio del poder de su Cristo.

La segunda lectura toca el elemento central de nuestra fe, que es la Resurrección de Cristo y
la promesa de nuestra resurrección después de la muerte, porque si no creemos en la
resurrección, si creemos en la reencarnación o en la transmigración de las almas, no
podemos llamarnos verdaderamente cristianos.

El evangelio nos muestra cómo la lógica de Dios es distinta de nuestra lógica: una mujer
embarazada que, en vez de buscar ser cuidada, corre a servir a su parienta que está más
necesitada; Un Dios que exalta a los humildes, que colma de bienes a los hambrientos y que
es siempre misericordioso. Una lógica que es bien distinta a la lógica de este mundo.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a


la comunidad?

Es difícil saber con exactitud cómo fue el final de la vida de la Virgen María. Ni siquiera se
sabe con precisión dónde tuvo lugar este evento, pues no sólo en Jerusalén sino también en
Éfeso (actual Turquía, a donde habría huido con el apóstol san Juan), existen tradiciones que
describen la muerte, la “dormición”, el “tránsito” o la Asunción de María. La fecha también es
variable y los diversos textos la ubican entre tres y veinte años después de la Ascensión del
Señor Jesús. Cambia igualmente la descripción del evento: en algunos relatos se lo describe
durante la vida natural de María; en otros, en el momento de su muerte, en la vía hacia la
tumba, o desde la tumba, después de tres días. Algunos narran cómo los apóstoles habrían
descubierto un día que la tumba de la Virgen estaba vacía, o cómo ellos la habrían visto
elevarse al cielo.

La diversidad de detalles no impide constatar la solidez de la tradición que ubica el tránsito de


la Virgen en Jerusalén, como lo testimonian textos de los siglos II y III en adelante, escritos en
los más importantes idiomas de la época (griego, latín, siríaco, copto, árabe y etíope), y
atribuidos a personajes de reconocida autoridad (como San Juan evangelista, Dionisio –
supuesto discípulo de Pablo–, o san Melitón de Sardes). María habría terminado su
peregrinar terrestre en el Monte Sión, donde actualmente se erige la iglesia de la Dormición
(costado suroccidental de Jerusalén, cerca del Cenáculo). Desde allí, su cuerpo habría sido
conducido hacia la tumba ubicada en las cercanías del torrente Cedrón y del “Valle de
Josaphat” que da paso al monte de los Olivos.
Pero nada de eso se narra en los textos bíblicos que la liturgia nos ofrece para la fiesta de la
Asunción. De hecho, se nos ofrece un mensaje más profundo: Aunque a simple vista
pareciera que la mujer de la primera lectura es la Virgen María (luminosa como el sol, con la
luna bajo sus pies y coronada por doce estrellas), los destinatarios del texto, profundos
conocedores de la simbología del Antiguo Testamento, identificaban en la mujer al pueblo de
Dios que da origen al Mesías, y concretamente la comunidad cristiana, amada por el Señor,
quien la colma de sus dones más preciosos; es una comunidad eterna, que no está ya
sometida a los vaivenes del tiempo (representado por la luna que permanentemente crece y
mengua), que vence el mal (por eso es coronada) y se proyecta como el nuevo Israel (las 12
estrellas).

El dragón es símbolo de todas las fuerzas hostiles a Dios: es perfecto para proyectar el mal
(tiene siete cabezas), tiene una fuerza monstruosa (tiene diez cuernos) y ha triunfado en
muchos campos (tiene siete diademas). Con su cola ha arrastrado un tercio de las estrellas,
que representan a las comunidades cristianas del Asia menor, perseguidas y desorientadas.
Por eso la mujer huye al desierto por 1260 días, tres años y medio, que según el profeta
Daniel (Dn 7, 25), es el tiempo que dura una persecución muy dolorosa.

El nacimiento de la criatura no hace tanta referencia al parto de María en Belén sino a la


Pascua: Cristo resucitado sale del Sepulcro y, aunque todas las potencias del mal se lanzan
contra Él, es acogido por el Padre. El niño es Cristo, que nace de la Iglesia y da origen a una
humanidad nueva.

Por eso la Iglesia nos ofrece este texto en este día, porque reflejándose en ella, que ha
sabido cumplir su misión de madre, descubre la propia identidad para realizar el
misericordioso proyecto de Dios: la salvación de toda la humanidad.
Eso no se realiza por la eliminación de la muerte biológica, sino transformándola en un nuevo
nacimiento. Y eso es lo que contemplamos en esta fiesta mariana: el alba de una nueva
humanidad, porque lo que Dios ha realizado en ella es el destino que nos espera a todos.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la
misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

El primero de noviembre de 1950, el Papa Pío XII, recogiendo la tradición de la Iglesia y


después de consultar a los Obispos de todo el mundo, proclamó el Dogma de la Asunción, al
afirmar como verdad de fe “que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María,
cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”. No
por su propia fuerza, sino por la misericordia divina, como lo anticipa en el hermoso cántico
del Magníficat. Y así como en su vida realizó maravillosamente el proyecto de Dios que es
culminado en su Asunción, nosotros estamos llamados a realizar en nuestra existencia su
plan de salvación a resucitar con Cristo y a seguir el camino anticipado por María. Si
tomamos conciencia de ello, ¿cómo no reconocer que grandes cosas ha hecho en nuestro
favor el Poderoso? ¿Cómo no proclamar un himno de esperanza? La Asunción de María es la
oportunidad para celebrar la fuerza de Dios que siempre se hace presente en medio de
nuestras dificultades para ayudarnos y para hacer presente su salvación.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles


Monición introductoria de la Misa: Hoy nos reunimos para celebrar no sólo la resurrección
del Señor, sino también la fiesta de la Asunción de María Santísima, quien anticipa el camino
que Cristo resucitado nos ofrece a todos los creyentes. Dispongámonos a dejarnos alimentar
por la Palabra y por la Eucaristía y participemos con fe y con alegría.

Monición a la Liturgia de la Palabra: En esta fiesta mariana la Iglesia nos propone una
visión del Apocalipsis, una proclamación de la fe de san Pablo en la Resurrección de Cristo y
de la victoria sobre la muerte y el relato de la visitación con el cántico del Magnificat.
Escuchemos con atención para descubrir cuál es el mensaje que esta Palabra nos transmite.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Queridos hermanos, elevemos nuestras súplicas al Padre celestial,


confiados en su infinita misericordia, porque estamos seguros que, así como el
Poderoso hizo grandes obras en María, también las ha hecho y las seguirá obrando en
favor nuestro. Digamos: Dios todopoderoso, escucha nuestra oración!

1. Oremos por la Iglesia y por todas las comunidades eclesiales, para que en medio de las
dificultades siga haciendo presente el mensaje de Salvación de Cristo Jesús y siga siendo
luz que oriente el caminar de toda la humanidad.
2. Oremos por nuestros gobernantes, para que, en medio de las dificultades derivadas de la
pandemia, puedan conducir a nuestros pueblos hacia el desarrollo y la construcción de
una sociedad cada vez más justa y fraterna.
3. Oremos por los enfermos, por los que pasan hambre y necesidad, por los que están solos
y desconsolados, para que encuentren en la fe la fuerza necesaria para superar sus
dificultades.
4. Oremos por esta comunidad, para que descubra cada día con mayor diafanidad a la
Virgen María como el modelo y el camino que nos lleva a Cristo y que nos invita a hacer lo
que Él nos dice.

Presidente: Atiende Padre bueno las súplicas que te presentamos con la confianza de
los hijos y con la sinceridad de un corazón que te busca y te necesita. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.

VIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


16 de agosto de 2020

➢ Primera lectura: Is 56,1.6-7


➢ Salmo: 67(66),2-3.5.6+8 (R. cf. 4)
➢ Segunda lectura: Rm 11,13-15.29-32
➢ Evangelio: Mt 15,21-28

I. Orientaciones para la Predicación

Introducción
• Interioridad. Conciencia de la elección divina de Israel y su rebeldía.
• Exterioridad. Esperanza ante las realidades nuevas, la reconstrucción y la salvación
universal.
• La actitud del Señor Jesús. Frente a los paganos manifiesta que su misión terrena se limita
al pueblo judío, pero luego se abre a todos los que tengan fe.

1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?

La perspectiva del tercer libro del profeta Isaías invita a confiar en Dios y estar atentos de la
salvación que llega y pide oración, justicia, humildad, tener fe y hacer el bien a todos, más
allá de lo legal, lo moral y lo ritual; igual invita a tomar conciencia que la disminución de la fe
llevó a buscar en las obras externas un medio para llenar la ausencia de interioridad.

San Pablo, recuerda la elección divina y fortalece la esperanza del pueblo al reconocer que
“Dios no ha reprobado a su pueblo” que ha caído. Su mundo religioso nacionalista,
monopolizador y seguro, que lo llevó a la prepotencia y rebeldía, ahora se convierte “en
salvación para los gentiles,” que, sin arrogancias ni encerramientos, aceptan al Salvador; y lo
hace con la convicción que llegará el día del gran “misterio”, en el que “todo el pueblo de
Israel será salvado.”

El Evangelio de San Mateo relata el pasaje de una mujer no judía, de la tierra de los paganos,
“cananea,” que suplica a Jesús ayuda para su hija, y Él, primero, es indiferente y luego le
niega el pedido justificando su actitud, a tal punto que llega a la dura comparación de
establecer la distinción entre los hijos y los perros, los judíos y los paganos, para explicar que
su misión se limita a los judíos. Pero ante la actitud de fe firme de la mujer, viene
inmediatamente la elocuente excepción: “por su gran fe.” La fe de la cananea es más viva y
firme que la del pueblo elegido. Fe que se torna un principio general: la fe es la garantía, con
tal que tengan fe, los no judíos tiene los mismos privilegios que los judíos creían tener
exclusivamente.

2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a


la comunidad?
El eje de las lecturas es la universalidad de la salvación. Desde antiguo Dios eligió a Israel
como su pueblo, mientras que su persona, su amor y sus bondades, son para toda la
humanidad, sin exclusividad ni discriminaciones. Dios le responde a un pueblo infiel y sin
romper su promesa, por su misericordia perdona la infidelidad de ese pueblo y salva a los
extranjeros, que se le adhieren y hacen su voluntad; a la vez que, invita a los judíos a renovar
la Alianza y a aceptar la salvación que ofrece en su Hijo Jesús.

Esta invitación es para que nosotros hoy; en efecto, como creyentes estamos llamados a que
nos examinemos delante de Dios y delante de nuestros hermanos, a que nos coloquemos
ante el universalismo de la salvación en la persona del Señor Jesucristo, quien con su actitud
dura ante la mujer cananea nos llama la atención para que reforcemos nuestro grado de fe y
de fidelidad ante los demás.

La presencia divino-humana de Jesús, es signo de interioridad, de fe y de unidad; y al aceptar


y experimentar su presencia en nuestras vidas nos lleva a vivenciarlo como el Cristo total, de
ahí que la Iglesia es llamada a ser firme en la fe y a prestar atención especial a los más
necesitados, mansos y humildes.

La palabra del profeta ...los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en mi casa de
oración, se repite en el Señor Jesús: mi casa será llamada casa de oración, y esto nos motiva
a dirigir la mirada hacia la actitud intercesora de los discípulos y de San Pablo a reconocer
que, como Iglesia, tenemos la misión de interceder ante el Señor por los más necesitados y
débiles y que, como discípulos suyos, tenemos también la misión de servirles en sus cuerpos,
en sus mentes y en su espíritu. El Señor nos pide actuar consecuentemente, por eso no
tolera posturas de falta de coherencia e interioridad o de refugio en el apego a lo religioso,
propias del fariseísmo discriminador; esto lo que cuestiona duramente el Señor Jesús.

Mientras que la universalidad de la salvación incluye y justifica a los que eran excluidos, los
gentiles o paganos, los eunucos, los extranjeros, la tendencia humana es al egoísmo, la
envidia y la discriminación. De ahí que el sentido de la misión de la Iglesia es a universalidad,
por eso se llama católica. Igualmente, también, tiene el significado maternal, todos son hijos y
hacen parte de ella. Todos, hombres y mujeres del mundo, sean del país o nacionalidad que
sean, de la cultura o la etnia, clase social o grupo humano, todos están llamados a la
salvación, la felicidad y la vida, y para lograrlo basta que tengan fe. Y esta fe llega y crece
mediante el testimonio de vida y la predicación de la Palabra .

El testimonio de los cristianos está llamado a ser de tal convicción y apertura que contagie la
alegría de creer, primero, a todos los que estén cerca y, luego, a los que lleguen de lejos,
para que animen a muchos otros que buscan la verdad y para que ayuden a quienes suplican
a Dios la ayuda que necesitan, sin sentirse excluidos, sino esperanzados y confiados en su
fe.

En cuanto a la predicación, el Papa Francisco, en la exhortación sobre la Palabra, mediante


la Carta apostólica Aperuit Illis, del 26 de enero de 2020, al instituir el Domingo de la Palabra
de Dios, III Domingo del tiempo ordinario y Primer Domingo de la Palabra de Dios, nos dice:
“cómo, dónde y a quién el Señor comenzó a predicar”. ¿Cómo predicar? Con una invitación,
como el Señor Jesús: convertíos porque está cerca el Reino d ellos cielos”. Mt. 4,17. Mensaje
que alegra, en boca del Maestro: “Dios vino a visitarnos en persona, haciéndose hombre...
Dios está cerca, descendió a la tierra, se hizo hombre. Eliminó las barreras, canceló las
distancias, para que vivamos con Dios y para Dios, con los demás y para los demás, con
amor y por amor”.

¿Dónde Predicar? El Señor Jesús comenzó junto al lago de Galilea de los gentiles, desde un
lugar fronterizo, desde una periferia. Dios viene a nuestras realidades complejas, a nuestras
oscuridades. En las regiones que se consideraban “oscuras.

Y ¿predicar quién? A todos en su cotidianidad y donde estén, dispuesto a escuchar y a creer


en la Palabra y a aceptar al Señor Jesús, quien comenzó predicando a dos hermanos
pescadores, les dijo: “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres”. Mt. 4,18-19 Los
primeros destinatarios de la llamada fueron pescadores... personas comunes y corrientes que
trabajaban. Dios llama donde están y como están, para involucrarlos en la misión, y ellos
responden a esta llamada dejándolo todo inmediatamente para atenderlo, para escucharlo y
para seguirlo. Por eso el pedido del Papa es que hagamos espacio a la Palabra de Dios, para
que descubramos que Dios está cerca de nosotros, que ilumina nuestra oscuridad, que nos
guía con amor a lo largo de nuestra vida.

La Palabra nos convoca a abrir las puertas a la esperanza, a llamar a los amados de Dios a la
vida, a persistir en la fe de todos los tiempos, ahora centrada en la persona del Señor
Jesucristo, por lo que cada día debe ser nueva y magnífica, por ser don del Padre, para todos
como hermanos para que contribuyamos con la historia de salvación.

3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la
misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?

Señor Jesús, misionero del Padre, nos has comunicado la Buena Noticia del acceso al Reino
de Dios, mediante su persona y su palabra; nos llamas y nos haces ver cómo tu misión es
universal, para que así nosotros como Iglesia, guiados por tu Espíritu Santo, llevemos a todos
el mensaje del amor, de la misericordia, de la fe y la esperanza, que nos trae su salvación.

II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles

Monición introductoria de la Misa: El espíritu del Señor nos ha convocado a celebrar su


presencia entre nosotros y, así mismo, aviva en nosotros el deseo de escucha de su Palabra
que nos impulsa a abrir nuestra mente y nuestro corazón, a evitar exclusivismos y a que
disfrutemos la alegría de la salvación, obrada en Jesucristo, para toda la humanidad y la
creación.

Monición a la Liturgia de la Palabra: Las lecturas que vamos a escuchar nos llevan a ver
cómo el plan divino de salvación tiene diversas etapas, gracias a la pedagogía divina y a la
decisión irrevocable de Dios de elegir a su pueblo, de tratarlo con misericordia ante su
rebeldía, de elegirnos a nosotros y abrazarnos con su fraterno amor, y de elegir a toda la
humanidad para salvarla. Escuchemos con atención.

Oración Universal o de los Fieles

Presidente: Hermanos y hermanas, presentemos a Dios Padre nuestras oraciones y


digamos con fe y esperanza: Escúchanos Dios de amor

1. Por la santa Iglesia de Dios, para que, siendo fiel, sea también motivo de entusiasmo y
alegría para cuantos buscan la Salvación. Oremos.
2. Por los gobernantes, empresarios y empleadores, para que sus actitudes sean de justicia,
equidad, honestidad y de fidelidad ante Dios, y ante la persona humana. Oremos.
3. Por quienes han caído en los vicios, para que encuentren el sentido de la vida y el camino
conviene para superar su mal. Oremos.
4. Por las familias que se encuentran en dificultades en sus hogares, en su trabajo, con
enfermos o con carencias en su vida cotidiana, para que encuentren personas y medios
que les sirvan de apoyo y sostenimiento. Oremos.
5. Por nosotros y por todos los cristianos, para que sepamos dar con firmeza testimonio de
nuestra fe en el Señor Jesucristo, nuestro salvador. Oremos.

Presidente: Escucha y acoge, Padre misericordioso estas súplicas que te hemos


presentado con fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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