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Hora Santa

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Hora Santa

Introducción
Del mensaje del Papa para la Jornada Mundial de las Misiones 2020
En este año, marcado por los sufrimientos y desafíos causados por la pandemia del
COVID-19, este camino misionero de toda la Iglesia continúa a la luz de la palabra que
encontramos en el relato de la vocación del profeta Isaías: «Aquí estoy, mándame» (Is
6,8). Es la respuesta siempre nueva a la pregunta del Señor: «¿A quién enviaré?». Esta
llamada viene del corazón de Dios, de su misericordia que interpela tanto a la Iglesia
como a la humanidad en la actual crisis mundial. «Al igual que a los discípulos del
Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que
estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo,
importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de
confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que
hablan con una única voz y con angustia dicen: “perecemos”, también nosotros
descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos».
Estamos realmente asustados, desorientados y atemorizados. El dolor y la muerte nos
hacen experimentar nuestra fragilidad humana; pero al mismo tiempo todos somos
conscientes de que compartimos un fuerte deseo de vida y de liberación del mal. En este
contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de
Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder.
La misión que Dios nos confía a cada uno nos hace pasar del yo temeroso y encerrado al
yo reencontrado y renovado por el don de sí mismo.

Monición inicial
Hermanos, con estas palabras nos preparamos para tener un encuentro con Jesús
Sacramentado. Avivemos nuestra fe y confianza en su presencia Eucarística. Pidamos
humildemente la gracia de su Espíritu para dirigir a Él nuestra alabanza y adoración.
Presentemos a Él nuestros gozos y esperanzas, preocupaciones y sufrimientos. Él más
que nadie nos comprende y viene en nuestra ayuda. Pongamos a sus pies nuestros miedos
y, reconociéndonos frágiles pidámosle la fortaleza para salir de nosotros mismos al
encuentro del prójimo, unidos como Iglesia, para cumplir con su misión.

Exposición del Santísimo


Entonamos un canto de adoración a Jesús sacramentado.
En este momento entra el sacerdote o el ministro y expone al Santísimo.
Todos de rodillas.

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Ministro:
Señor nuestro Jesucristo, que con tu Pasión, Muerte y Resurrección sellaste la nueva
alianza con tu pueblo y bajo las especies del pan y del vino te quedaste en medio de
nosotros, concede, a cuantos reconocemos tu presencia real y verdadera en la Eucaristía,
saber descubrir tu presencia en nuestras familias, Iglesias domésticas, así como en cada
uno de nuestros hermanos y hermanas. Tú, que vives y reinas con Dios Padre en la unidad
del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Canto misionero
Momento de silencio para orar

Lector 1
Del Santo Evangelio según san Marcos (4, 35-40)
Al atardecer de aquel mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla
del lago». Despidieron a la gente y lo llevaron en la barca en que estaba. También lo
acompañaban otras barcas. De pronto se levantó un gran temporal y las olas se estrellaban
contra la barca, que se iba llenando de agua. Mientras tanto Jesús dormía en la popa sobre
un cojín. Lo despertaron diciendo: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?». El
entonces se despertó. Se encaró con el viento y dijo al mar: «Cállate, cálmate.» El viento
se apaciguó y siguió una gran calma. Después les dijo: «¿Por qué son tan miedosos?
¿Todavía no tienen fe?». Palabra del Señor
Lector 2
Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y
furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y
desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar
juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos.
Lector 3
La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y
superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros
proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y
abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad.
Lector 4
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Nos dices, Señor.
En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente,
sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado
absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus

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llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos
escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo.

Lector 5
Hoy el Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a
activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas
horas donde todo parece naufragar. El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra
fe. Hoy Dios ve al mundo sufrir y en medio de esta tormenta nos pregunta “¿a quién
enviaré?”
Breve momento de silencio
Canto (sugerido “¿A quién enviaré?”)
Breve momento de silencio

Lector 1
Isaías 6, 1-8
El año en que murió el rey Ozías, vi al Señor sentado en un trono elevado y alto, y el
ruedo de su manto llenaba el Templo. Por encima de él había serafines. Cada uno de ellos
tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro, con dos los pies y con las otras volaban. Y
gritaban, respondiéndose el uno al otro: «Santo, Santo, Santo es Yahvé de los Ejércitos,
su Gloria llena la tierra toda». Los postes de piedra de la entrada temblaban a la voz del
que gritaba y la Casa se llenaba de humo. Yo exclamé: «¡Ay de mí, estoy perdido, porque
soy un hombre de labios impuros y vivo entre un pueblo de labios impuros, y mis ojos
han visto al rey, Yahvé de los Ejércitos!» Entonces voló hacia mí uno de los serafines.
Tenía un carbón encendido que había tomado del altar con unas tenazas, tocó con él mi
boca y dijo: «Mira, esto ha tocado tus labios, tu falta ha sido perdonada y tu pecado,
borrado». Yo oí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?».
Yo respondí: «¡Aquí estoy: envíame!». Palabra de Dios
Lector 2
Unidos como Iglesia, con el corazón dispuesto y a una sola voz respondamos: ¡Aquí
estoy Señor, envíame!
• Señor, me da miedo lo desconocido, me siento insignificante y débil, pero confío
en Ti, que me amas y has querido contar conmigo para llegar al corazón de otros.
¡Aquí estoy Señor, envíame!
• Tú me muestras la Iglesia entera, mucho más allá de lo que alcanzo a ver. Señor,
quiero ayudar a que tu Evangelio siga sanando la dignidad herida de tantas
personas en el mundo. ¡Aquí estoy Señor, envíame!
• Señor, tú que en medio de la tormenta nos haces ver a todos aquellos necesitados
de tu Palabra, dame la fortaleza y el entendimiento para ser extensión de tu infinito
amor. ¡Aquí estoy Señor, envíame!

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• Señor, en el bautismo me ungiste con tu Santo Espíritu y me hiciste tu misionero,
ahora me muestro ante ti, frágil pero plenamente convencido para llevar a cada
rincón del mundo tu Palabra. ¡Aquí estoy Señor, envíame!

Canto (sugerido Aquí estoy, Señor)


Momento de silencio para orar

Ministro
En comunión con todo el pueblo de Dios, oremos y presentemos a Jesús sacramentado,
las necesidades de las Iglesias de los distintos continentes y la misión que se vive en cada
uno de ellos. Oramos diciendo: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a todos los
misioneros.
Lector 1
Por el continente africano y todos los que realizan la misión evangelizadora para que
fortalecidos por la gracia y sabiduría del Espíritu continúen ofreciendo la ayuda fraterna
y solidaria dando respuesta a los desafíos de las situaciones sociales y políticas, reflejadas
en la pobreza y la migración. Oremos: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a todos los
misioneros.
Lector 2
Por el continente americano y por la misión de la Iglesia para que la fe en Jesucristo
dinamice la esperanza y la valentía profética para trabajar por la paz, la justicia y el
respeto a la dignidad de todos. Oremos: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a todos
los misioneros.
Lector 3
Por el continente europeo y la misión de la Iglesia, para que el Espíritu del Señor haga
renacer la experiencia profunda de la fe, el sentido de trascendencia, y la sensibilidad para
recobrar la memoria histórica del patrimonio espiritual con el que cuentan. Oremos:
Fortalece con el fuego de tu Espíritu a todos los misioneros.
Lector 4
Por el continente de Oceanía y por la misión de la Iglesia para que en apertura y respeto
a las diferentes culturas se comparta la alegría del Evangelio, el plan salvífico de Dios
para su pueblo. Oremos: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a todos los misioneros.
Lector 5
Por el continente asiático y por la misión de la Iglesia en este continente que camina hacia
su propia identidad, transformándose en Iglesia evangelizadora para sí misma y para los
demás, desde la pureza de un corazón que busca a Dios a través de la meditación y la

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contemplación. Y por quienes a causa de la fe en Cristo y su compromiso a favor de los
que sufren son perseguidos. Oremos: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a todos los
misioneros.
Lector 6
Por todos nosotros para que vivamos con generosidad, alegría y esperanza nuestro ser de
discípulos y misioneros colaborando en el proyecto del Reino de Dios en el aquí y el
ahora que nos toca vivir. Oremos: Fortalece con el fuego de tu Espíritu a todos los
misioneros.
Ministro
Padre de bondad,
Tú que eres rico en amor y misericordia,
que nos enviaste a tu Hijo Jesús
para nuestra salvación,
escucha a tu Iglesia misionera.
Que todos los bautizados
sepamos responder al llamado de Jesús:
"Vayan y hagan que todos los pueblos
sean mis discípulos".
Fortalece con el fuego de tu Espíritu
a todos los misioneros,
que en tu nombre anuncian
la Buena Nueva del Reino.
María, Madre de la Iglesia
y Estrella de la Evangelización,
acompáñanos y concédenos
el don de la perseverancia
en nuestro compromiso misionero.
Amén

Canto misionero

Ministro
Agradecemos al Señor desde lo que ha tocado e iluminado hoy a nuestro corazón y
resuena para una mejor actitud de vida como bautizados, discípulos y misioneros para
llevar a todos el Evangelio.

Puestos todos en pie con amor y gratitud, entonamos un canto eucarístico y el ministro
reserva el Santísimo.

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