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POBLACIÓN ORIGINARIA E INDÍGENA DEL PARAGUAY

“Desde los más antiguos tiempos el territorio actual de Paraguay ha sido habitado por etnias que forman dos
grupos notablemente diferentes, que sólo la construcción de una nación moderna ha unido dentro de sus
fronteras. Los dos grupos se identifican al mismo tiempo con dos sistemas ecológicos profundamente
diferenciados; en la región oriental, a la derecha del río Paraguay, selva subtropical húmeda; a la izquierda, el
Chaco, pampas y llanos xerófilos, con relativa escasez de agua. En el oriente, pueblos agricultores de filiación
guaraní; en el occidente, tribus, convencionalmente, llamadas pampeanas, recolectoras y cazadoras. Esta
presentación muy sumaria es fundamentalmente aceptable. […] Desde el punto de vista antropológico ha
prevalecido la determinación por el criterio de la lengua, que es el más seguro. Los Censos del Paraguay que
han contemplado a los indígenas, los de 1981, 1992 y 2002, han asumido esa división lingüística como la más
apropiada y operativa.” (Melià 2002)

Actualmente, la población indígena que habita dentro de las fronteras del Paraguay está compuesta por 19
pueblos indígenas que pertenecen a 5 familias linguisticas con una población total de 112.848 personas
(DGEEC 2013).
Se ha definido y agrupado a los pueblos indígenas según su relación con cinco familias lingüísticas que se
distribuyen en ambas regiones del país. Sin embargo, existen varios pueblos transfronterizos que mantienen, a
pesar de las divisiones políticas de los países, intercambios constantes con otras comunidades haciendo uso de
su territorio ancestral. Este es el caso de varios pueblos de la familia lingüística Guaraní y de los grupos de
indígenas Ayoreo en asilamiento voluntario.
Según Zanardini, “existen varios criterios para clasificar a las etnias indígenas: criterios raciales, criterios
migratorios y criterios lingüísticos“, el que se ha utilizado desde el primer censo fue el de familias lingüísticas
propuesto por Chase-Sardi y Susnik.

Zamuco: Ayoreo, Yshir, Tomaraho.


Mataco: Nivaclé, Maká, Manjui
Enlhet-Enenlhet (Maskoy): Enlhelt, Enxet, Guaná, Sanapaná, Angaité, Enenlhet (Toba Maskoy), Maskoy.
Guaicurú: Qom
Guaraní: Guaraní Occidentales, Guaraní Ñandeva, Paĩ Tavyterã, Mbyá, Avá Guaraní, Aché.

Distrinución histórica de las poblaciones indígenas según familia lingüística (Zanardini y Biederman 2001)

Desde los primeros contactos, los pueblos indígenas fueron adquiriendo, a través del tiempo, distintas formas
de ser denominados, muchas de las cuales persisten y conviven con las actuales autodenominaciones. “Es bien
conocido que los pueblos indígenas suelen tomar, para autodesignarse, la palabra que en su lengua significa
´hombre´ o gente verdadera y auténtica” como el Mbyá (gente), los Ava (hombres) o Aché (personas) (Melià y
Grunberg 2008:105). Según Melià y Grunberg, “por ser una denominación particular dentro del complejo
cultural guaraní, ella reflejaría ya una conciencia de un proceso histórico distinto y separado con respecto a
otros pueblos guaraníes. El caso contrario es el del pueblo Paĩ Tavyterã quienes se autodenominan como
pobladores del centro de la tierra, “habitantes del paraíso para dirigirse la palabra” (Melià y Grunberg
2008:53).
Complejizando un poco este consecusión de denominaciones sobre un mismo sujeto colectivo, consideramos
junto al antropólogo Richard (2008) que la historia de los nombres de los pueblos indígenas es sin duda la
historia de la alienación y los malos entendidos, principalmente entre misioneros e indígenas. A pesar de que
actualmente las autodenominaciones hayan logrado cierto poder emancipador para los pueblos indígenas, no
han dejado de dar cuenta de la disputa por tener derecho a enunciarse así mismo. La alternancia
(basculement) que sufrieron las formas de denominar a los pueblos indígenas puede observarse hasta hoy en
día en la convivencia sin contradicciones de distintos nombres para un mismo pueblo indígena; un ejemplo
más de ello es el mapa anterior (más arriba) y cómo los registra a su vez la DGEEC. Este fenómeno ocurrió
simultáneamente en todo el Gran Chaco donde “el sujeto indígena, siempre colectivo y siempre igual a él
mismo, atravesará una densa jungla de denominaciones erróneas y de nombres alienantes a ganar” que al final
de la historia le darán el derecho a enunciarse a él mismo con “su propio nombre, su nombre propio”
(RICHARD 2008:29).

En Paraguay habitan 112.848 indígenas, 58.375 son varones y 54.473 mujeres, que subsisten en 531
comunidades, 241 aldeas y 54 núcleos familiares[3]. El pueblo Mbya Guarani es el de mayor población y el más
extendido en términos de ocupación territorial, seguido por el Ava Guaraní y luego el Nivaclé entre los pueblos
de mayor cantidad de población. Los pueblos Ayoreo, Guaraní Ñandeva, Guaraní Occidental, Qom, Aché, Maká,
Yshir, por otra parte, presentan una proporción muy similar de población aunque menor a los anteriormente
nombrados. Por otra parte, los pueblos Guaná, Tomaraho y Manjui se encuentran proporcionalmente con
menos de 1% de población a comparación con los otros pueblos, esto en palabras de la DGEEC significaría que
“de no tomarse medidas oportunas, la disminución de estos pueblos podría acentuarse peligrosamente”
(DGEEC 2013:21)

Presidente Hayes, Boqueron y Canindeyú son los departamentos del país con mayor población indígena
contrariamente a Guairá donde menor cantidad de población indígena tiene, la cual fue registrada recién en
este censo (DGEEC 2013).
La población indígena mantiene una estructura predominantemente joven, expresión de una fecundidad
elevada- a pesar de haber disminido notablemente desde el censo 2002-, que se reduce rápidamente en las
edades adultas, debido a la persistente tasas elevadas de mortalidad (2013).

La página oficial del Instituto Paraguayo del Indígena habla de 572 comunidades reconocidas oficialmente por
el Estado con personería jurídica. Las comunidades indígenas para tal efecto deben solicitar, según
determinados requisitos, ser reconocidas por el Estado según determinados requisitos establecidos en la Ley
904/81. Según lo establecido en los arts. 7 y 8 de la Ley 904/81, en concordancia con lo establecido en la Carta
Magna, el estado reconoce la existencia de las comunidades indígenas otorgándoles Personería Jurídica y
reconociendo a su representante legal, el líder elegido por la comunidad.

Considerando que la tierra/ territorio es la base para el desarrollo étnico y económico, se puede afirmar que la
condición básica para la sobrevivencia de casi la mitad de las comunidades indígenas del Paraguay no está
garantizada. Solamente una pequeña parte de las comunidades indígenas cuenta con suficiente calidad y
cantidad de tierra. La mayoría de las comunidades indígenas con tierras aseguradas están sobrepobladas y
cuentan con un medio ambiente que no garantiza la práctica de estrategias económicas tradicionales de
subsistencia ni garantizan, en muchos casos, la práctica de una agricultura que pueda sustentar las necesidades
básicas de alimentación.

Por otra parte, los territorios indígenas fueron


permanentemente desvastados, se deterioró su medio ambiente y
muchos recursos naturales fueron desapareciendo, con éstos,
tradiciones, medicinas, rituales, etc. El problema de la tierra en
paraguay por la distribución inequitativa de la misma -que se
refleja en la gran brecha entre pobres y ricos-, se hace latente
cuando quienes menos oportunidades poseen de acceder a ésta
entran en conflicto; en los últimos tiempos, se han dado casos
de ocupaciones de tierras de comunidades indígenas por parte
de campesinos sin tierra. La principal causa de migración de
familias hacia otros lugares, sean otras comunidades o centros
urbanos, es la falta de tierra en cantidad o calidad suficiente. El
desplazamiento forzoso hacia las ciudades confluye en situaciones aún más complicadas, siendo víctimas de la
discriminación estructural de la sociedad paraguaya pero también de la trata y tráfico. La situación de calle en
las que muchas familias se encuentran en los centros urbanos los vulnerabiliza aún más, los y las más jóvenes
son las principales víctimas, muchas de las cuales adquieren hábitos que hacen más difíciles su reinserción
dentro de otras comunidades.

INTRODUCCION

En Paraguay existe un gran desconocimiento de los 19 diferentes pueblos indígenas esparcidos en


aproximadamente 600 asentamientos del territorio nacional. Lamentablemente, en muchos sectores de la
sociedad nacional, la existencia de pueblos indígenas es considerada una vergüenza y un atraso. El origen de
semejante posición hay que buscarlo en los prejuicios atávicos y en la ideología racista que se fueron
moldeando a lo largo de los siglos desde el tiempo de la Conquista. En todo este tiempo se ha intentado borrar
del mapa a esos pueblos, se ha intentado deculturizarlos y asimilarlos a la cultura nacional para que se
transformen y sean como los demás ciudadanos. Se ha puesto en marcha un auténtico proceso de etnocidio
que afortunadamente no ha conseguido el objetivo deseado, porque los pueblos indígenas están todavía
presentes en el Paraguay: viven, luchan, resisten y, por sobre todo, emergen en la vida nacional con sus
peculiaridades, aportando un sinfín de valores que pueden oxigenar a nuestra sociedad, a veces desorientada y
sin rumbo.

En Paraguay se identifica a cinco familias lingüísticas y 19 Pueblos Indígenas: Guaraní (Aché, Avá Guaraní,
Mbya, Pai Tavytera, Guaraní Ñandeva, Guaraní Occidental), Maskoy (Toba Maskoy, Enlhet Norte, Enxet Sur,
Sanapaná, Angaité, Guaná), Mataco Mataguayo (Nivaclé, Maká, Manjui), Zamuco (Ayoreo, Yvytoso, Tomáraho)
y Guaicurú (Qom).

El Capítulo V de la Constitución de 1992 reconoce a los pueblos indígenas como grupos de culturas anteriores a
la formación y organización del Estado paraguayo, reconociéndoles derechos tales como identidad étnica,
propiedad comunitaria, participación y educación, atendiendo a peculiaridades culturales, entre otros.

CONCLUCION

En el 2022, como nunca, el desamparo de las comunidades indígenas se vio reflejado y no sólo por efectos de
la pandemia. Los hechos punibles que tuvieron por víctimas a indígenas en situación de calle son crímenes
que, en su dimensión histórica, se podría afirmar que empezaron a perpetrarse mucho antes de que se
consumaran. Los orígenes están en el incesante desplazamiento forzoso de indígenas hacia las ciudades, como
resultado del acaparamiento de sus tierras, que se vale del desalojo forzoso y la criminalización para seguir
creciendo, tal como lo ejemplifican los casos que se reportan en el presente artículo. El escaso desarrollo de
políticas públicas para enfrentar estos problemas deja a los y las indígenas al albur no solamente de una
pandemia –que también ha llegado a sus comunidades y de la cual les toca defenderse prácticamente a solas–,
sino del gran capital que ha redoblado su apuesta y sigue promoviendo el agronegocio, expandiéndose sobre
sus tierras y derechos sin que el Estado intervenga para protegerlos. Este escaso desarrollo de políticas públicas
también adolece de insuficiente monitoreo y fiscalización, propiciando tanto el avasallamiento directo de
derechos indígenas como la introducción de factores y actores externos en temas al interior de las
comunidades, favoreciendo el detrimento de derechos.

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