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La primera obra se trata de “La piedad”, del escultor Miguel Ángel Buonarroti.

Fue realizada
entre 1498 y 1499 y encargada por el cardenal de Saint Denis. Pertenece a la escultura del
Renacimiento , más concretamente al periodo del Cinquecento, y actualmente se encuentra en
la Basílica de San Pedro del Vaticano. Por otro lado, tenemos la obra de “El rapto de
Proserpina”, del escultor Gian Lorenzo Bernini, que fue realizada entre 1621 y 1622 por
encargo del cardenal Scipione Borghese. Pertenece al periodo Barroco y actualmente se
encuentra en el Museo Borghese, en Roma.

Ambas esculturas están hechas de mármol de carrara y son figuras exentas que muestran dos
personajes cada una (exceptuando al cerbero presente en “El rapto de Proserpina”, que sirve
de soporte para mantener la estabilidad de la escultura), presentando una localización
independiente de la arquitectura. Por un lado, “La piedad” representa a la Virgen María
sosteniendo a un Cristo muerto. La figura de la virgen presenta una actitud sedente y la figura
del Cristo, una actitud yacente, presentando una estructura en triángulo en su conjunto. La
expresión y el rostro de los personajes presentan un claro idealismo, se muestran expresiones
y comportamientos serenos, con una ausencia de movimiento y un punto de vista
preferentemente frontal (ley de la frontalidad), y en concordancia con “El rapto de
Proserpina”, su textura es lisa y no está policromada. Retomando la obra de Bernini, esta
representa la escena mitológica en que Plutón, el dios del inframundo, secuestra a Proserpina,
hija de Júpiter y Ceres. La figura de Plutón se encuentra de pie con un contraposto exagerado,
mientras que la figura de Proserpina se encuentra en el aire, siendo agarrada por el dios. En
este caso, sus expresiones y sus rostros son evidencias de una expresión naturalista (con
modelos copiados del natural, algo notable en el rostro de Plutón, lleno de arrugas y para nada
idealizado) y de una teatralidad y patetismo, sobre todo, en la expresión triste y desamparada
de Proserpina, con lágrimas en la cara. En este caso no se presenta un actitud serena ni
contenida, sino que se muestra un gran movimiento, tanto en las telas ampulosas como en la
posición y los gestos exagerados de los personajes (Plutón está sosteniendo a Proserpina y ella
intenta escapar y quitárselo de encima con las manos), lo que también lleva a un eje helicoidal
que provoca una visión multifocal. Además, presenta efectismo y minuciosidad en los detalles,
algo notable en el tratamiento de los cabellos ondulados y los pliegues de las telas.

En la obra de Miguel Ángel se trata un tema religioso, más concretamente del cristianismo. El
periodo del Renacimiento en que se realiza se caracteriza por su gran esplendor cultural, la
concepción del hombre y del universo con el humanismo, el interés por el mundo clásico y la
expansión territorial de Europa por sus descubrimientos geográficos, como la conquista de la
Península Ibérica y Constantinopla. Un claro antecedente de este escultor son las obras de la
etapa clásica griega (considerando a Praxíteles, cuya curva praxiteliana será de utilidad a
Miguel Ángel para llevar a cabo su serpentinata). Por otro lado, en la obra de Bernini se trata
un tema mitológico. El periodo en que se crea (Barroco) se caracteriza por la aparición del
racionalismo (uso de la razón para adquirir conocimiento), una revolución científica (sol como
el centro del universo, y no el hombre, como en el humanismo). El acontecimiento que más
influenciará en este periodo es la contrarreforma como respuesta al protestantismo, que como
resultado provocó un arte fastuoso para representar, generalmente, santos. Se trataba, por
tanto, de una continua lucha por demostrar quién es mejor y más ostentoso. Finalmente, se
toma gran influencia de la escultura griega del periodo helenístico, en que este naturalismo, la
atención al detalle y los movimientos exagerados y dinámicos están muy presentes.

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