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LA HACIENDA DEL AYLLU

Cuando se habla de “ayllus” en la zona andina –especialmente en Bolivia- es frecuente


escuchar que se consideran a estos como si fueran de un solo tipo, como si no hubieran
cambiado a través de la historia, que no habrían tenido evolución histórica ni
experimentado cambios según los contextos históricos y socioeconómicos (tema tratado
en mi libro “Antropología
económica del imperio
Inca”, próxima publicación). Se
considera en general que los ayllus
eran y son lo mismo desde la época
incaica o pre colonial, pasando por
la colonial, la republicana-hacendal
e incluso la post hacendal o actual. A este ayllu sin edad y sin historia se lo denomina
“comunidad indígena campesina” en castellano. Habría habido, por consiguiente,” una
sola” comunidad, sin variación, desde los tiempos incaicos y hasta la actualidad. A las
comunidades actuales se las llama también “ayllus ancestrales”. Esta “comunidad”,
estaría, además, compuesta de los mismos personajes y mecanismos económicos desde
tiempos de los incas o antes, es decir, sólo por los pequeños campesinos étnicos o
campesinos parcelarios. Entre estos mantendrían desde siempre, relaciones paradisíacas e
idílicas de “reciprocidad”.

Esta generalización ha sido ampliamente difundida sobre todo desde mediados del siglo
pasado,tanto por los historiadores como, en las últimas décadas, por antropólogos de
diversa tendencia filosófica. Estas interpretaciones causaron en realidad graves daños
tanto al conocimiento real de nuestro pasado histórico, como al conocimiento de las
comunidades campesinas actuales y a sus expectativas de desarrollo.

Los ayllus de los diversos períodos históricos eran, en realidad, diferentes entre ellos,
tanto en términos de su composición social y estructura económica, como de sus
contradicciones internas, sus relaciones externas y tendencias económicas y sociales.
Podemos hablar, en este sentido, de cuatro tipos de ayllus en la historia.

El ayllu incaico, por ejemplo, vamos a considerarlo aquí como el “primer tipo de ayllu”,
estaba compuesto de varias clases sociales y no solo de una clase campesina parcelaria. En
este ayllu se encontraban, por una parte, la nobleza y sus familias extensas y, por otra
parte, los campesinos o jatunrunas y sus familias monógamas. Las familias extensas de la
nobleza englobaban de manera subordinada a las concubinas de los jefes y a
los yanaconas o esclavos. En estas familias, se encontraban como trabajadores
subordinados las concubinas, sus hijos y los yanaconas, realizando diversas actividades
productivas como la minería, la metalurgia, el textil, la ganadería y productos ganaderos,
así como la agricultura y otros. Cada familia noble podía tener a su servicio y en su
beneficio a decenas y a cientos de estos subordinados.

En cuanto a los pequeños campesinos “libres” del ayllu, estos trabajaban una parte del
año para ellos mismos en la parcela familiar, pero la mayor parte en las diferentes “mitas”
al servicio del Estado. Las mitas estaban constituidas por el trabajo en las tierras agrícolas
del Estado y de la iglesia, en la construcción de caminos, de obras hidráulicas, puentes,
fortalezas y edificios públicos. Un tiempo importante de estas mitas lo absorbía el servicio
militar de los jóvenes y las
expediciones militares y guerras de
conquista en la periferia del
imperio. En los ayllus la parcela
agrícola campesina y el producto
del trabajo eran de propiedad
familiar exclusiva, mientras el
trabajo podía ser parcialmente
colectivo basado en la ayuda
mutua (el ayni y la minc’a), debido a la debilidad de las fuerzas productivas familiares.
La invasión española significó la destrucción de este tipo de ayllu y la eliminación en
pocos años de la nobleza y de sus dependientes. Millones de estas personas fueron
eliminadas físicamente en poco tiempo, sobre todo de hambre. Con la llegada de los
españoles y la destrucción del imperio y de los ayllus incaicos, solo sobrevivieron los
pequeños campesinos, productores de sus propios alimentos.

Posteriormente, estos campesinos fueron brutalmente reducidos físicamente por el


trabajo forzado en las minas de oro y plata de la administración colonial. La anterior
minería de la nobleza, principalmente de cobre y estaño para producir bronce, fue
abandonada al no ser de interés para la economía española. Surgió entonces el nuevo
“ayllu colonial”, el “segundo tipo de ayllu”, constituido esta vez por los mismos
campesinos parcelarios, así como, por encima de ellos, los encomenderos españoles,
luego “hacendados”, y los “curacas” o representantes indígenas al servicio de la
administración colonial. La tierra ya no pertenecía esta vez a los campesinos parcelarios
sino a los hacendados. Los curacas indígenas al servicio de los encomenderos y
hacendados, eran los encargados de dirigir la producción agrícola y ganadera de los
campesinos, de la cobranza de impuestos y de controlar la prestación de trabajos
obligatorios en mano de obra, como las mitas mineras y la construcción de iglesias. Los
curacas tenían básicamente la misma condición económica y social que los otros
campesinos. Este “ayllu colonial” perduró hasta la independencia.

Con la independencia y con el nuevo


periodo surgió el “ayllu republicano”,
el “tercer tipo de ayllu”, constituido
por los mismos campesinos
parcelarios, pero con un nuevo
personaje a la cabeza, el ”hacendado
criollo”, propietario de la tierra y, de
manera subordinada, el curaca
indígena. Este continuaba siendo un campesino más, pero gozando de la confianza del
patrón. En este “ayllu”, el producto agrícola y ganadero realizado por los campesinos
beneficiaba al hacendado criollo, que además era responsable de efectuar la cobranza de
los impuestos a los campesinos y de obligarlos a realizar diversos trabajos obligatorios en
beneficio del Estado. Este ayllu tenía pequeñas diferencias estructurales con el ayllu
colonial.

Este ayllu subsistió, en el caso de Bolivia, hasta la revolución de 1952, cuando gran parte
de los hacendados o gamonales fueron eliminados por la “reforma agraria”, por la
expropiación de las haciendas y la supresión de la servidumbre campesina. El “ayllu de la
revolución” o “cuartotipo de ayllu” significó la apropiación privada “jurídica” de las
parcelas familiares por los campesinos y del producto del trabajo, individual y colectivo. En
adelante no existía más un hacendado encargado de explotar en su beneficio el trabajo de
los campesinos, ni de cobrar los impuestos para el Estado. Tampoco existía más un
“curaca” al servicio del hacendado.

El nuevo “ayllu post


hacendal” se
caracterizaría por ser
“libre” por primera vez,
sin tener un patrón por
encima. Esta vez, este
“ayllu libre” se encuentra
“solo” frente al mercado.
En adelante ya no existe
un personaje por encima de ellos encargado de organizarlos para la producción y para la
emisión de impuestos. El “nuevo ayllu libre” o ”cuarto tipo de ayllu” se organiza ahora
solo y se presenta solo ante el mercado. En adelante, los campesinos se organizan
individual o colectivamente en “ayni”, en “minc’a” para la producción y se presentan
individualmente ante el mercado, es decir, ante los precios y los intermediarios. El nuevo
“curaca” es ahora solo un campesino más, solo un representante de los demás, ya no de
carácter permanente sino “rotativo”. Este curaca o representante acepta ejercer el cargo
de representante pero solo por un periodo, por “obligación”, ante los costos y sacrificios
que significa el ejercicio no remunerado de esta responsabilidad.

Desde la revolución del 52 este “ayllu revolucionario” constituido por los campesinos
parcelarios se encuentra solo frente al mercado capitalista. Este está personificado ahora
por los “intermediarios” o “rescatistas”, que adquieren los productos agropecuarios a
bajo precio y los venden en los mercados urbanos a precio mayor, extrayendo en su
beneficio un porcentaje de ganancia. Con el intermediario hacen su aparición en los ayllus
mecanismos de mercado tales como la oferta y la demanda de bienes agropecuarios, la
oferta estacional o continua, los precios de mercado y la demanda monopsónica y
oligopsónica. Tienen también efecto en los ayllus las políticas gubernamentales de bajos
precios urbanos de los alimentos debido a las políticas antiinflacionarias de la “canasta
básica alimentaria” que reducen los ingresos campesinos. Los anteriores sistemas de
trabajo como el ayni y la minc’a, que antes estaban al servicio de los patrones, ahora están
al servicio de los intermediarios rurales y de los precios urbanos de alimentos.

El campesino parcelario del nuevo ayllu, para poder sobrevivir en el mundo capitalista
actual, se encuentra frente a tres opciones. La primera, es continuar vendiendo sus
productos al intermediario a precioscada vez más reducidos; la segunda, abandonar
parcialmente sus actividades agrícolas y “vender parcialmente” su fuerza de trabajo en las
ciudades; finalmente, la tercera, abandonar totalmente el ayllu y “vender totalmente” su
fuerza de trabajo a la ciudad, como mano de obra barata. Habría también una cuarta
opción, cada vez más utilizada, “vender totalmente” su fuerza en el exterior.

El intermediario, por su parte, ve también su función de intermediación en peligro. Ante


las importaciones crecientes de bienes agropecuarios importados y de contrabando, y
ante los controles cada vez más estrictos de precios y su reducción en los mercados
urbanos -con el objeto de reducir el precio de la canasta básica-, se ve obligado a
disminuir o a suprimir sus actividades de intermediación.

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