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Me inspiró a escribir este hilo el recordar la que, a mi parecer, es la verdadera definición de

idiota. Me viene a la mente el papel del indígena en la historia de Colombia después del
grito de Independencia. Si bien el aporte de los indígenas en la época colonial fue bastante,
en términos de trabajo (aunque forzado, por ende) para la Corona Española y el pago de los
tributos requeridos de la Colonia de la Nueva Granada, luego de que el indígena obtiene su
estatus de hombre libre y dueño de su destino, se percibe un efecto similar al que se
consigue cuando se tiene a un animal salvaje en cautiverio y se decide desatarlo. Tal actitud
por parte de los indígenas ha continuado hasta nuestros días, aunque no es el rango
cronológico que nos concierne en el momento.
La participación de los indígenas en el desarrollo social y económico de Colombia en la
época de la Colonia estuvo determinada por las necesidades y deseos de los colonizadores,
pues sus familias fueron desintegradas y cada uno tuvo que desempeñar una labor diferente.
Así, las mujeres fueron secuestradas y obligadas a servir de concubinas a los españoles con
los cuales tenían hijos que, como no fueron reconocidos como hijos legítimos, tenían como
destino el servir en las haciendas, los hombres fueron esclavizados y llevados a trabajar en
las minas con el fin de acumular riquezas que se destinaban a la inversión en infraestructura
y armas para la guerra, la constitución de nuevos asentamientos urbanos y el tributo que
cada colonia debía enviar a España. Siendo que la Colonia de la Nueva Granada era la que
más tributaba (Kalmanovitz, 2010), el trabajo que debían realizar era arduo y, en las
condiciones de soledad, desnutrición y enfermedades que contraían sus vidas resultaban
muy frágiles por lo que hubo una gran mortandad de indígenas durante la colonia. Además,
son famosos los episodios de suicidio colectivo de las tribus indígenas como los Tunebos o
Uwa en el Peñon de los Muertos en los años de 1540.
Según Friede, 1979, a finales del s. XVI se crearon las tierras de resguardo (pagados a sus
propietarios originales por una insignificante suma) para que pudieran reagruparse y
cultivar sus alimentos. Cabe resaltar que en este momento nació la “lucha por las sobras”,
terrenos que, según grandes terratenientes, eran no necesarias para la supervivencia del
indígena. Sin duda, una mala idea, pues en muchos de los casos eran los antiguos dueños
los que llegaban a alegar que tal o cual terreno no estaba cumpliendo una verdadera
función, y entonces debería ser posible su adquisición. Miserable, sería la palabra que
seguramente muchos lectores usarían para describir la actitud de los terratenientes. ¿O del
gobierno, desde un principio?
Es allí cuando surge el concepto del “indio forastero”, aquel que deambulaba en busca de
trabajo en las haciendas, dejando su tribu y su comunidad para vivir como un miembro más
de la sociedad. Sensato, o quizás impotente el que tomara dicho camino, pues el otro
indígena que abandonaría su comunidad, no lo haría para buscar su destino, sino para hacer
que los demás lo buscaran.
En el período de transición de la Colonia a la República, se les asignó a las comunidades
indígenas territorios de aproximadamente 1,5 hectáreas a cada familia; de nuevo, para
cultivar sus alimentos y vivir allí (Kalmanovitz, 2010). Sin embargo, al ser la parcela tan
pequeña, no podían criar ganado, y tampoco tenían dinero para comprar alimentos, por lo
que había problemas de desnutrición en las familias indígenas. Esto limitaba la expectativa
de vida a muy pocos años. Para colmo de males, existía el ya mencionado segundo tipo de
indígena que abandonaba su comunidad; el líder del cabildo con suficiente “malicia
indígena” como para reclamar los territorios del resguardo como su propiedad privada,
siguiendo la lógica de que, como el Cacique era dueño del territorio que su tribu habitaba,
así mismo ellos debían serlo. (Friede, 1979).
Queda al criterio del lector juzgar, si es más reprochable moralmente el que traiciona a su
comunidad por avaricia, o el gobierno de aquel entonces que decidió darles la razón a
aquellos líderes, permítaseme la calificación, inescrupulosos.
Recordando el concepto de la lucha por las sobras, el hombre blanco no penetraba territorio
indígena solamente por medio de disputas legales entre el s. XVI y el s. XIX, pues también
los líderes de los cabildos (esos que no echaban a su gente de su propiedad), arrendaban
terrenos, quizás para mejorar la situación económica comunitaria. (Friede, 1979)
Luego de las guerras de Independencia, los indígenas adquirieron estatus de personas libres,
por lo que pudieron agruparse y desarrollar nuevamente sus tradiciones y restaurarse como
comunidades, sin embargo, los graves abusos a los que fueron sometidos hicieron que sus
poblaciones se vieran diezmadas, con lo que sus propias estructuras sociales tuvieron que
ser modificadas para lograr una organización interna que les permitiera desarrollar
actividades productivas para autoabastecerse y también para participar en actividades de
comercio que les permitieran generar recursos en moneda para adquirir los bienes que no
producían.
Podría resultar comprensible, en este momento de la historia, la conducta que este hilo en sí
critica, pero esto si ignoráramos el hecho de que esta misma ha continuado por siglos hasta
nuestros días.
Como ya se mencionó, las tribus indígenas se reorganizaron lejos del “hombre blanco”,
sobreviviendo como comunidades apartadas y, en muy buena parte, desentendidas de
muchos de los procesos sociales que atravesó Colombia en el siglo XIX. El Estado
colombiano quiso dividir los territorios improductivos de los indígenas para transformarlos
en minifundios productivos, sin embargo, esto probó ser imposible, pues vinieron guerra
civil tras guerra civil y modelo económico tras modelo económico; liberales y
conservadores metiendo mano en la organización del país, pero jamás los indígenas
entregaron sus territorios. Estos sólo se disolvieron cuando empezó el reclutamiento
político de indígenas por ciertos caudillos (Friede, 1979). Aunque todo lo anterior aún
sucede; para ciertas cosas pertenecen a la sociedad, para otras no.
En conclusión, vuelvo a la definición de la Antigua Grecia sobre el “idiota”, es decir:
“aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino sólo de sus intereses privados”.
¿Siempre han tenido la idiotez en su naturaleza, o es la consecuencia lógica de siglos de
abusos e injusticias por parte de los españoles y criollos, que se desata en la época
Republicana?

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