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Menón: Opinión verdadera y conocimiento

Dialogo de Menón.

Menón pertenece al periodo de transición de Platón y se cree que está escrito en el


contexto años después de la guerra de Peloponeso. En este dialogo, Platón abarca la
cuestión de la virtud en sí misma, más exactamente, inicia con las preguntas que hace
Menón acerca de que si la virtud se puede enseñar, se alcanza por medio de la práctica o
es natural a los hombres; Según Sócrates, esta respuesta solo puede darla aquel que
conozca a la virtud en sí misma, declarando con esto que para él, esta cuestión es aún un
misterio y pidiendo a su interlocutor que lo guie.

Para responder estas cosas, Menón recurre a las opiniones del célebre sofista Gorgias.
En primer lugar, dirá que la virtud de un hombre (como saber administrar los negocios),
de una mujer (saber administrar la casa), de un niño, de un esclavo, y así sucesivamente,
consiste en el cumplimiento de ciertos deberes públicos y privados. A esto se le agrega
que deben de saber cumplir estos deberes de manera justa y sabia, y por ende, serán
virtuosos aquellos que sean justos y sabios. Sin embargo, esta concepción posee un
error, y es que Sócrates le dice que confunde el ejemplo con la definición y que además,
la justicia y la sabiduría solo son parte de la virtud. Dirá que sin duda hay virtudes
diversas según la edad y la condición de cada individuo, pero necesita saber cuál es el
punto en donde todas estas coinciden, esto es, necesita saber su esencia.

Luego de esto, Menón declarara que la virtud es la capacidad de mandar a los demás,
sin embargo, esta tampoco es aceptable, pues no puede aplicarse al niño ni al esclavo,
que tienden a obedecer y no a mandar; en otras palabras, esta definición carece de
generalidad y además de precisión, pues no enseña cómo debe mandarse. Menón añade
a este la capacidad de mandar justamente, y sostiene que hay muchos tipos de virtudes,
como la templanza, la liberalidad, etc., sin embargo, Sócrates le vuelve a replicar que
esos solo son una parte de ella, más no la virtud en sí, y que por ende, están cayendo
nuevamente en el problema anterior.

Menón presenta como tercera conclusión que la virtud consiste en poder procurarse el
bien, pero: ¿Es preciso procurarse el bien a toda costa, o justamente? La primera es
rechazada por el buen sentido, mientras que la segunda cae en lo que anteriormente se
había refutado, es decir, que la justicia solo es una parte de la virtud, y con esto, dirá que
no podemos explicar la totalidad de la virtud solo con sus partes.

Con todo esto, nos encontramos con un Menón que compara a Sócrates con un torpedo
marino, en el sentido que aturde a sus interlocutores, sin embargo, aceptará que no sabe
lo que creía saber, por lo que se pregunta ¿Cómo puedo encontrarme con algo que no sé
qué es? ¿Cómo me daré cuenta cuando me encuentre con eso que no sé qué es?;
Apoyándose en poetas y sacerdotes, Sócrates afirma la inmortalidad del alma. Como el
alma ya murió muchas veces, viajando por aquí y el Hades, ya conoce todo. Entonces,
lo único que hay que hacer es recordar. Esto es solamente posible por medio del
aprendizaje correcto, el cual debe ser continúo y en etapas, pues si fuera de una forma
directa y arrolladora, no se terminaría por entender. Es a partir de esta sorprendente
revelación que Menón le pide al filósofo un ejemplo empírico, dando lugar a la escena
del esclavo. Sócrates le pide que traiga a uno de sus esclavos y se asegure que este no
conozca nada; a través de preguntas, Sócrates le hace resolver al esclavo un problema
geométrico, ciencia que el joven nunca había aprendido. Con esto, Sócrates afirma que
el esclavo no ha hecho más que acordarse de aquellas ideas que por falta de reflexión se
mantenían dormida en el fondo de su alma. A esto le viene acompañado la creencia
verdadera, es decir, lograr la verdad sin tener conocimiento previo de ella. Platón
parecía sostener en que existía la verdad latente dentro de nosotros. Esta creencia
verdadera se diferencia del saber en tanto que el saber no necesita de la
experimentación, mientras que la creencia verdadera sí. Por ejemplo: Si tengo el saber
de llegar a algún lado, llegaré, en cambio, con la creencia verdadera no se sabe cómo
llegar, pero se llega de todas formas.

Luego de esto, sin aun saber que es la virtud, se aborda la cuestión de que si la misma
puede ser enseñada. Al no conocer la naturaleza de la virtud, Sócrates propone buscar la
solución por el método de hipótesis: si la virtud es una ciencia, puede ser enseñada; si
no, no puede serlo; si no existe bien fuera de la ciencia, siendo la virtud un bien, es por
consiguiente una ciencia, pero, si hay algún bien independiente de la ciencia, puede
suceder que la virtud sea este bien y no una ciencia. Se concluye que la virtud es un bien
dentro de la ciencia.

Sin embargo, la virtud tiene que ser necesariamente útil, por ende, tiene que guardar
relación con la sabiduría, que es la única capaz de hacerla útil. En este caso, la sabiduría
debe ser, o la virtud toda entera, o una parte de la virtud. Pero la sabiduría ¿es un don de
la naturaleza o un fruto de la educación? Esta es la cuestión. La experiencia de todos los
días prueba que la sabiduría no es natural al hombre; ¡hay tantos insensatos! ¿Es un
fruto de la educación? Pues, si es una ciencia, lo más sensato sería que sea enseñable,
sin embargo, Sócrates dice que esto solo puede ser posible si hay maestros que la
enseñen y discípulos que la aprendan; pero Sócrates no los conoce. Concluimos aquí
que la virtud no es natural a los hombres ni puede ser enseñada debido a que no hay
maestros.

En este momento llega Anito, uno de los futuros acusadores de Sócrates, al que se le
pregunta si conoce maestros que enseñen la virtud, como los sofistas que presumían
hacerlo, por lo que este se indigna, pues posee un odio hacia ellos, sin embargo, jamás
tuvo contactos con los mismos. Dirá que los únicos maestros son los hombres virtuosos,
pero ¿Quién los hizo virtuoso a ellos? Podríamos decir que sus antepasados, pero
descubrimos que por ejemplo, los hijos de Temistocles, siendo este virtuoso, no pudo
convertir a estos en virtuoso. Aquí Anito se enoja, pues afirma que Sócrates habla mal
de los demás con mucha libertad, después de esto, procede a amenazarlo para que se
cuide. Luego de esto, Menón afirma que existen maestros que dicen enseñar la virtud, y
otros que no, como su maestro Gorgias, que no presumía hacerlo. Al no haber consenso,
se concluye que no hay ni maestros ni discípulos de la virtud, por lo que esta no puede
ser enseñable.

Se concluye que la virtud no es una ciencia, pues esta no se enseña, y con esto, se dice
que esta es semejante a la creencia verdadera que aconseja a los hombres virtuosos tan
bien o mejor que la ciencia. La virtud, la creencia verdadera, no son, ni una ni otra, un
fruto de la educación, ni un don de la naturaleza ni se adquiere por la práctica. Pues
entonces, ¿qué son? Un don divino, según Sócrates, como la inspiración poética.

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