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SOCRATES Y LA VIRTUD

Los Sofistas nublan, como hoy, la comprensión del Bien y del Mal. Momento sofístico
muy duro, peor que el de ahora. ¿Por qué? Porque hoy en día la distorsión de la verdad
tiene consecuencias sociales muy graves. Si todo es válido, si todo es opinión, como se
podría sostener siguiendo a los sofistas, entonces, da lo mismo ponerme la vacuna
contra el coronavirus o no ponérmela y creer en las teorías anti-vacunas. Para el sofista
ambas posiciones valen lo mismo. Es evidente que pensar de esta forma solo favorece
ciertos intereses que no se preocupan por el bienestar general, sino por su propio
beneficio. Hoy como en pasado, los sofistas se alinean a los poderes de turnos, sus
argumentos y argucias solo benefician los intereses de quienes pagan sus honorarios.
Sócrates sale al frente de la Sofística decadente, en la antigua Grecia y el mundo
contemporáneo. Con su método de buscar la Verdad, método mayéutica heredado de su
madre, preguntaba amablemente sobre la realidad, buscando respuestas permanentes en
los Conceptos, derrotando la fugacidad de la mera opinión. Pues Sócrates consideraba
que, si no se sabía definir, dar conceptos, entonces no se sabía en verdad, sabe el que
define lo que sabe. Y va así logrando la adhesión de los jóvenes. Para el esto era la
filosofía, y la ejercía preguntando a los mayores sobre lo evidente y les exigía
profundizar. A ellos no les gustaba. E incita a los jóvenes a preguntar. Y eso tampoco
les gustaba a los mayores, los cuales vieron en ello la ocasión perfecta para acusar a
Sócrates y deshacerse de él. E acusado, ante los atenienses, de corromperlos,
especialmente a la juventud y también se le acusa de ateísmo e introducir nuevos dioses,
el famoso Daimón socrático. Y él se va a defender, y esto es lo que narra
magistralmente Platón.
De lo contado por Platón en la Apología de Sócrates vamos a destacar y desarrollar el
tema de la virtud. En los tiempos de Homero, la virtud no estaba ligada a concepción
ética alguna, ni siquiera era una palabra vinculada con la mora. Virtud significaba
excelencia en la acción propia, así, por ejemplo, se podía hablar de la virtud de las
lanzas, en tanto estas acertaban en el pecho de sus enemigos, la virtud de los caballos
era el buen correr de estos. Virtud era la perfección propia en aquello a lo que estaba
consignada cada cosa. Este sentido antiguo de virtud lo encontramos en el propio
Sócrates y en la manera como encarna la filosofía en su vida.
Todos recordarnos que Sócrates se quedó asombrado cuando un amigo suyo que volvió
de Delfos le dijo que, según el oráculo, él era el hombre más sabio de todos. Él estaba
incrédulo ante ello, pues no se reconocía como sabio, y mucho menos como el más
sabio entre los mortales. Tal aseveración lo lleno de una profunda inquietud, y con ello
en mente quiso desmentir al oráculo, por lo que decidió buscar a alguien más sabio que
él, para así mostrar que él no era el más sabio. Busca a los jueces, hombres sabios que
administran la justicia para todos, que saben las leyes, lo que es bueno para los
ciudadanos, quienes sino ello era los más sabios entre todos. Pero Sócrates resulta
tremendamente desengañado, pues si bien los jueces saben aplicar las leyes, sentencian
a muerte o salvan a un infeliz, no son capaces de definir qué es lo justo en sí. Es decir,
no solo reconocer cuando una acción particular es justa o no, sino decir que es lo que
hace que esta y cualquier acción sea justa, que es la justicia en sí misma. Los jueces no
pueden dar con esto, no ven el concepto, la definición en lo que hacen, por lo que
Sócrates concluye que no son sabios, y peor aún ni siquiera saben que no lo son.
Luego Sócrates va ante los poetas, pues piensa que, si no son los jueces los más sabios,
al menos lo poetas tienen la reputación de ser hombres sabios, que dicen cosas bellas y
hermosas, llenas de sabiduría e inteligencia. Se acerca a ello y les pregunta que es la
belleza, pues ellos más que nadie debiera saber que es, pues son obras y composiciones
se precian de ser bellas. Pero resulta lo mismo que con los jueces, ellos no saben el
concepto ni la definición de la belleza, aun cuando la aplican y la usan muchas veces.
No pueden decir lo que es bello en sí, solo se quedan en la belleza de este o aquel
objeto, la belleza de este hombre, de esta acción, pero la definición tiene que abarcar
todo lo que es bello, que es lo que hace que algo sea bello en sí. Esto es lo que no
pueden los poetas, y más bien parece que cuando hablan bellamente y con sabiduría de
algo no son ellos los que piensan, sino la musa que los inspira, la que los usa como
portavoces de un saber que el poeta no entiende. Sócrates hace lo mismo con los
artesanos, los hombres que no se precian tanto de saber, pero si de hacer cosas, de
producir algo. Encuentra que ellos al menos saben hacer algo de modo practico, aunque
tampoco pueden dar concepto de nada.
De una forma muy misteriosa el oráculo tenía razón, los dioses no se equivocan.
Sócrates comprendió que él era el hombre más sabio de todos, pero no porque supiera
más que los demás, no porque tuviera un conocimiento que aventajara a todos, no era
nada de eso. Él era el más sabio en sentido negativo, pues él sabía que no sabía, era
consciente de su propia ignorancia, reconocía que es lo que no sabía y no pretendía
actuar como si lo supiera, como si supiera todas las cosas. Por el contrario, la gran
mayoría de seres humanos, antes y hoy, viven aparentando conocerlo todo, saber todas
las cosas, usan sus celulares, sus laptops, googlean y piensan que ya saben, que por
tener este o aquel dato a la mano ya son sabios. Se engañan profundamente, como los
jueces, poetas y artesanos a los que Sócrates confronto, pues si no puedes dar el
concepto, no puedes definir, no sabes, no conoces realmente, por los medios
tecnológicos de ultima generación que se tengan a la mano.
Esta revelación fue para Sócrates el incentivo que necesitaba para profundizar realmente
en el camino de la virtud, en la búsqueda de la excelencia. Sí, él era ignorante, eso era
cierto, reconocía que no sabía, pero no se queda satisfecho con esa situación, por el
contrario, ello le incentivaba a que buscara conocimiento y sabiduría. Podemos decir
que asumir la propia ignorancia es condición necesaria para ser sabio, pues si uno se
quedara satisfecho con su ignorancia, recubierta de pseudo-sabiduría, jamás buscara
nada, no le preocuparía conocer más, estaría cómodo en la burbuja de ignorancia en la
que muchos caen actualmente al ver contenidos que solo refuerza lo que ya creen,
erróneamente, conocer. La búsqueda de la sabiduría nos saca de esta zona de confort,
nos lleva a un duro y difícil camino de aprendizaje, de conocimientos nuevos que van a
poner en cuestión nuestra antigua pseudo-sabiduría. Así es como Sócrates el ignorante
se pone en marcha, buscan insaciablemente conocimiento, hasta convertirse en Sócrates
el sabio, o cuando menos estar en camino a serlo.
Lo anterior es, precisamente, la virtud, en el sentido de la búsqueda de la perfección en
aquello que le es propio. El que Sócrates se afane por buscar sabiduría no es solo un
capricho suyo, muestra de soberbia o cosa semejante, no. Lo que está haciendo es ser
virtuoso, en el sentido de desarrollar y llevar a máxima perfección lo que es propio de
cada uno. Nosotros somos seres humanos, pertenecemos a la especie humana, que se
caracteriza por ser racional. Pero la razón parece estar dormida o adormecida en muchos
hombres, parecer solo nominal. El hombre tiene como ser propio la razón, el intelecto,
pero al no desarrollarlo, a conformarse en la comodidad de la ignorancia, no está
cumpliendo con su función propia, no está perfeccionándose. Seria semejante a aquellas
lanzas defectuosas que no dan en el blanco o aquellos caballos que no son rápidos ni
veloces, que no cumplen su propósito. Por el contrario, cuando el hombre se pone en
marcha buscando conocimiento, lleva a la perfección su función propia, aquello por lo
que es hombre, aquello que lo distingue como especie. Es así como se hace virtuoso,
como alcanza la virtud. Eso es lo que ha hecho Sócrates, acuciado por el fantasma de la
ignorancia, tratando de superarla, de escapar de ella, es que se pone en camino de la
sabiduría, que día a día cultiva la virtud, en el sentido de alcanzar la excelencia en la
función propia del ser humano, que es el razonamiento, el uso de la razón. Eso es lo que
hace Sócrates todos los días, usa su razón buscando conceptos, definiciones,
conversando incansablemente para alcanzar el saber, pues solo se sabe realmente
cuando se define, cuando se comprenden racionalmente las cosas.
De este modo, la manera de vivir de Sócrates puede entenderse como una forma de
buscar la excelencia, de hacerse virtuoso a través del conocimiento, siguiendo la vida
del hombre que ha asumido que lo mejor es desarrollar la parte más humana de su ser, la
razón, pues tal cultivo se su función propia. Vemos así que la actividad ética y moralista
de Sócrates tiene una base epistémica, en tanto es por el conocimiento que se hace todo,
y, junto a ellos, vemos que le sostiene la idea de virtud como excelencia y
perfeccionamiento. En la historia de la ética es Aristóteles quien mejor ha desarrollado
esto, pues su concepción de las virtudes como término medio es una forma más
sofisticada de exponer lo relativo a la virtud como excelencia en el obrar. Aristóteles
asume que la excelencia reside a medio camino entre los vicios por exceso y defecto,
dándole de esa forma una orientación más moral y ética al concepto originario.

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