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Minx Sophie Lark
Minx Sophie Lark
Este libro incluye el uso de insultos sexuales. Tengo el mayor respeto por
las industrias eróticas (vender sexo es parte de mi trabajo). Las palabras
utilizadas en Minx se eligieron por realismo y para ilustrar cómo se utilizan
términos sexuales despectivos para humillar a las mujeres y disminuir sus
logros.
Las representaciones del autismo de Blake se extraen de la experiencia
personal y mis experiencias con otras mujeres en el espectro, incluida mi
hija, que no habla, pero es una de las pequeñas personas más brillantes que
he conocido. No pretenden ser descriptivos de nadie más que de Blake.
Besos y abrazos
PLAYLIST
GO TO TOWN ― DOJA CAT
WHOLE LOTTA MONEY ― BIA
KREAM (FEAT. TYGA) ― IGGY AZALEA
7 RINGS ― ARIANA GRANDE
WEEKEND (FEAT. MIGUEL) ― MAC
MILLER
CHEMICAL ― POST MALONE
SO PRETTY ― REYANNA MARIA
TURN UP ― S3NSI MOLLY
FREAK ― DOJA CAT
POWER ― G-EAZY
WOMAN ― EMMIT FENN
LIKE REAL PEOPLE DO ― HOZIER
LOVE. FEAT. ZACARI. ― KENDRICK
LAMAR
WAIT 2.0 – NOMBE
La música es una gran parte de mi proceso de escritura. Si comienza una
canción cuando veas un mientras lees, la canción
coincide con la escena como la partitura de una película.
Quien dijo que el dinero no puede resolver tus problemas no debe haber
tenido suficiente dinero para resolverlos.
Ariana Grande
Minx5.
Un rubor sube por mi cuello. Nunca he tenido un apodo antes, y habría
dicho que no quería uno.
Mi sonrisa me sorprende en el espejo.
Minx me queda bien.
Este conjunto me queda aún más. Es tan jodidamente cómodo que quiero
vivir en él, pero no tengo ganas de descansar, quiero merodear.
Ramses es un showman, va con todo.
Yo también quiero ir con todo.
Pero algo falta...
Vuelvo corriendo al bolso que abandoné, tomo mi delineador de ojos y
realizo algunas mejoras. Cuando termino, tengo un delineado cat eye que
pondría celosa a Michelle Pfeiffer.
Perfecto.
No puedo dejar de tocarme con este traje.
Tengo un armario lleno de lencería, pero nunca me había vestido como
un animal.
Tal vez debería sentirme degradada por Ramses, tal vez lo hubiera hecho
si me hubiera dejado un traje de cachorrito.
Los gatos son diferentes.
Los gatos son sexys. Los gatos son poderosos.
Bajo los tres escalones hasta el estudio hundido, dejando que mis caderas
se balanceen de lado a lado, cruzando los pies uno sobre el otro. Camino de
puntillas a través de los últimos rayos de sol, la habitación está bañada en
una rica luz roja.
Ramses no está, pero una cámara se sienta en su lugar montada en un
trípode ya grabando. Me encuentro con su ojo negro en blanco, segura de
que en algún lugar Ramses me está viendo.
Paso más allá del ojo, me giro y regreso de nuevo. A veces veo a Ramses.
A veces lo ignoro por completo.
Me dejo caer en el sofá, colgando mi cabeza hacia atrás de los cojines,
poniendo mis pies en el aire. El sofá de Ramses tiene un acre de largo, los
cojines son tan lujosos que me hundo completamente.
Señalo con los dedos de los pies, flexiono, señalo de nuevo, luego ruedo
sobre mi estómago y me siento sobre mis talones, estirando mi espalda.
Revolcarme así es ridículo y tonto, pero no puedo creer lo mucho que me
excita. La habitación está bañada por el sol, mi cuerpo se siente pesado y
cálido, es fácil dejar ir mis inhibiciones, solo en las nubes.
El ojo de la cámara arde en mi piel, su luz roja pulsa como el latido de un
corazón.
Estoy sola pero no realmente. Ramses puede verme, pero yo no puedo
verlo a él.
Ruedo sobre mi espalda, dejando que mis piernas se abran.
Mi piel brilla a través del traje transparente, mis pezones apuntan al
techo. Paso mis palmas por mis curvas sedosas...
La adrenalina corre por mis venas como si Ramses estuviera justo aquí, a
mi lado, pero mi mente me dice que soy tan libre como en mi propio
dormitorio en casa, libre para deslizar mis manos por mi cintura, para poner
mi palma sobre mi coño, empapándolo y aumentar el calor que irradia a
través del traje...
Finjo que es la mano pesada de Ramses ahuecando mi coño. Me imagino
sus gruesos dedos rozando el nudo de mi clítoris, deslizándose hacia
adelante y hacia atrás, tentando, presionando...
Mis caderas se mueven hacia arriba, la luz del sol hace que mi mano sea
mucho más cálida de lo normal, cálida como la mano de un hombre, cálida
como una boca, húmeda y derritiéndose...
El más suave de los clímax rueda sobre mí, las gotas de lluvia golpean mi
piel. Me estremezco contra los cojines con los labios entreabiertos, y
suspiro un gemido.
Me doy la vuelta, dejando que una pierna cuelgue del sofá, con todo mi
peso presionado contra la almohadilla gruesa y suave entre mis muslos.
Mi cuerpo está saturado de sol. El placer me invade en oleadas lentas
mientras balanceo mis caderas contra los cojines. Me siento cálida,
perezosa y completamente relajada.
El ascensor suena.
Mi mano se congela entre mis muslos.
Las puertas se abren, y una pesada pisada cruza el pasillo.
La sombra de Ramses lo precede en el estudio, arrastrándose por el suelo
y trepando por la pared hasta que la cabeza casi toca la línea del techo,
luego el hombre mismo entra en la puerta.
Su rostro está sonrojado y sus ojos brillan. Cuando me ve, una lenta
sonrisa se extiende por su rostro.
―Ahí estás. Te extrañé.
Cruza la habitación en tres zancadas, elevándose sobre mí. Su pesada
mano aterriza en mi cabeza y se desliza por mi columna.
Me está acariciando. Jodidamente acariciándome.
Su mano cubre mi espalda, el peso afloja mis músculos, y el calor me
tranquiliza. Ramses me mira con expresión juguetona y afectuosa.
―¿Tú también me extrañaste, Minxie girl?
Me habla como a un gato. Me ve como a un gato, me toca como a un
gato.
Esto es mucho más que un juego de roles: es como una personalidad
completamente diferente.
¿Por qué eres tan bueno en esto, psicópata?
Esto no es lo que esperaba, y me está asustando un poco.
Al mismo tiempo…
Me gusta la forma en que me mira, como si se hubiera apresurado a llegar
a casa solo para verme. Me gusta la forma en que sus dedos amasan mi
espalda. No puedo estar estresada con esas manos grandes y cálidas sobre
mí.
No me dio ninguna instrucción. ¿Quiere que responda? ¿Puedo hablar?
Esto es parte de la prueba, parte del desafío.
Le dije que era la mejor en esto, él espera que lo descubra.
Bueno, soy jodidamente la mejor.
Giro mi mejilla contra su muslo, y acaricio mi rostro contra su pierna,
haciendo un profundo ronroneo en mi garganta.
Su muslo se endurece como el roble.
Su mano se desliza debajo de mi cabello, agarrándome en la base del
cuello. Se agacha y me dice justo al oído:
―Buena chica. Me gusta cuando ronroneas para mí.
Me derrito por completo.
Tal vez es la forma en que me está abrazando, tal vez es la expresión de
su rostro, tal vez es la forma en que lo veo, acurrucada en el sofá, cuando
Ramses me llama buena chica, mi cerebro se desborda.
Quiero ser una buena chica.
Quiero que me sonría así.
Pero tan rápido como llegó, Ramses se da la vuelta y se va,
abandonándome en el estudio.
Sus pesados pasos desaparecen por el pasillo.
Espero, pensando que volverá.
Pasan cinco minutos.
Ramses vuelve a salir del dormitorio, pasando a grandes zancadas por el
estudio. Escucho cubitos de hielo en un vaso, luego el crujido de su cuerpo
acomodándose en el otro sofá.
¿Qué demonios?
Espero un poco más.
No, definitivamente se quedará ahí afuera.
Me pongo de pie, confundida y molesta.
Aquí hay otro dilema: ¿se supone que debo gatear a cuatro patas? Eso es
incómodo.
Los gatos no son incómodos. Los gatos son elegantes y confiados.
Salgo del estudio por donde entré, sigilosa y lenta.
Ramses está sentado en la sala de estar principal, con el maletín abierto y
los papeles esparcidos. Está leyendo algún tipo de informe y ni siquiera
levanta la vista cuando entro.
Se cambió de ropa. El traje se ha ido, fue reemplazado por pantalones de
chándal grises y una camiseta de béisbol tan desteñida que es difícil decir
que las mangas alguna vez fueron azules. Sus antebrazos están desnudos
debajo, cubiertos de vello oscuro.
Toma un sorbo de su trago, todavía indiferente incluso cuando cruzo su
línea de visión.
Estoy empezando a irritarme.
¿Me trajo aquí y me hizo ponerme este traje solo para ignorarme?
Me apoyo contra un pilar, con los brazos cruzados, observándolo.
Ramses pasa otra página de su interminable y tedioso informe.
Sí, eso es exactamente lo que hizo.
Todo es parte del juego. Parte de la lucha por el poder.
Sonriendo para mis adentros, merodeo por la habitación de nuevo, pero
esta vez, más despacio, moviendo las caderas. Me detengo frente a Ramses
para estirarme, arqueando la espalda, sacando las tetas, flexionando el
trasero en el traje tan transparente como las medias, luego doy otra vuelta.
A la tercera vez, Ramses ha dejado de pasar las hojas.
Me acuesto en la alfombra frente a él y ruedo alrededor de la densa pila.
Las alfombras de su casa son gruesas y esponjosas, grises como un
conejo bebé y probablemente estén hechos de conejitos, y hayan sido
cosidas por huérfanos. Ramses parece del tipo.
Sean lo que sean, se siente espectacular contra mi piel. Me acuesto de
lado, pasando mis dedos descalzos a través de la suavidad.
Ramses ve en mi dirección, y luego vuelve a ver la hoja, no lo
suficientemente rápido.
Ja.
Ruedo sobre mi espalda, maniobrando para que ahora esté recostada
sobre su pie, con una de mis piernas sobre su regazo, mientras los dedos de
mis pies se deslizan por el bulto de sus pantalones de chándal.
Él aparta mi pie descuidadamente, como lo harías con un animal que se
interpone en tu camino, pero su polla solo crece más dura.
Me muevo hacia el sofá en su lugar, dejándome caer sobre sus papeles,
arrugándolos deliberadamente.
Con severidad, pone su mano en mi espalda y la presiona hacia abajo,
manteniéndome inmóvil.
―Relájate.
No me voy a relajar, ahora estoy en su acto.
Espero unos momentos, luego empiezo a invadir su espacio de nuevo,
poniendo mi cabeza en su regazo, dejando que mis dedos bailen y suban y
bajen por la parte posterior de su pantorrilla.
No estoy del todo recostada sobre su polla, pero su calor está cerca de mi
mejilla, y sus pantalones de chándal se estiran con fuerza. El calor irradia de
sus muslos, grueso y sólido debajo de mí, cada uno tan grande como mi
cuerpo. Envolver mis brazos alrededor de su pierna es como abrazar una
secoya.
Lo veo al rostro.
Está tratando de no sonreír, tratando de mantener los ojos pegados a su
informe.
Me gusta verlo cuando él no puede verme.
Una barba negra perfila sus facciones haciendo que su mandíbula sea más
afilada pero sus labios más suaves. Tiene un rostro alargado y delgado, una
nariz que debería ser poco atractiva pero no lo es, y unas cejas que añaden
toda la ferocidad que su boca intenta transmitir.
Su cabello necesita un corte. Es suave contra todas las formas y líneas
duras. Su ropa es suave sobre la firmeza de su cuerpo.
Su ático es el mismo: taciturno, masculino, pero con texturas que te
succionan como arenas movedizas. Es un sueño de medianoche aquí.
Este juego no es lo que esperaba.
Ramses parece un bruto, pero es brillante; he estado rastreando sus
operaciones durante meses.
Ninguno de los dos coincide exactamente con lo que parecemos por
fuera.
Me gustaría ver más de su exterior.
Es en lo que he estado pensando todo el día. Obsesionada, incluso.
Es tan... grande.
Y yo soy una gata curiosa.
Me acurruco de lado. Su polla está justo en frente de mi rostro. Todavía
no está completamente duro, solo hinchado y caliente.
Levanto mi mano en su guante de gatito negro hasta los nudillos.
Ligeramente, rasco mis uñas a lo largo de su polla, sobre el borde de la
cabeza, y se agita bajo mi palma.
Él sujeta su mano sobre la mía, atrapándola.
Me mira.
―¿Quieres atención?
Le sonrío.
Sí. Jodidamente en este momento.
Podría llegar a ser un gato. Los gatos son unos hijos de puta.
Ramses recoge los papeles, los mete en su maletín y lo deja a un lado.
Toma un sorbo de su trago, luego toma un control remoto y lo usa para
reproducir música.
Weekend - Mac Miller
Se recuesta contra el sofá, con los brazos extendidos sobre el marco, y yo
me recuesto en su regazo con el corazón acelerado porque sé que estamos a
punto de aumentar el ritmo.
Trato de sacar su polla de sus pantalones, pero él me detiene de nuevo.
Ahora me estoy frustrando.
¿La primera vez en mucho tiempo que me siento atraída por un cliente y
no me deja tocarlo? Eso suena jodidamente bien.
¿Qué quiere, entonces?
Observo el rostro de Ramses.
Está lo que él cree que quiere y lo que realmente quiere. Pueden ser
iguales, o pueden no serlo.
Toma otro sorbo de su trago, el hielo tintinea en el vaso. Puedo oler el
limón en el borde. ¿Voy a seguir con esto de no hablar? Quiero un trago.
Ramses moja su dedo en la ginebra y lo sostiene sobre mis labios.
El licor cae sobre mi lengua, fresco y delicioso.
Lo sumerge de nuevo y esta vez lo lamo directamente de la punta de su
dedo.
La forma en que solo estoy recibiendo el goteo más pequeño a la vez me
hace querer más, desesperadamente.
Mete dos dedos y las gotas caen hacia abajo, las lamo de mis labios,
luego agarro sus dedos entre mis dientes y los chupo para limpiarlos.
No soy del tipo de persona que come de las manos de otras, ni siquiera
comparto tenedores.
Pero en este momento, no soy Blake.
En este momento soy un animal, y los animales no tienen los mismos
escrúpulos.
Ramses juega el juego con tanta fuerza que me estoy hundiendo en él,
perdiéndome en el desafío.
No solo lamo sus dedos, los lamo como una bestia hambrienta, frenética,
incluso hago pequeños gemidos.
Él deja de respirar. Cuando lo veo, está aturdido y en blanco como si
fuera un robot y acabara de borrar su programación. La sonrisa que brota es
tan natural y real que, por un segundo, yo también me rompo y le devuelvo
la sonrisa.
Me agarra el rostro y me besa.
Lo beso como si lamiera sus dedos, salvaje y locamente, saboreando
tanto de él como sea posible con mi lengua.
Eso enciende su motor al máximo, mete las manos en mi cabello y me
besa profundamente.
Sus labios son llenos y firmes. Su boca sabe un poco a ginebra, pero
mucho más a él. Su beso me abruma, hay tanto de él, tanto de su olor, su
calor, sus manos cubriendo mi cuerpo.
Le devuelvo el beso como me pidió la otra noche, desordenado, húmedo,
desinhibido, agarro su rostro y lamo mi lengua por su mejilla.
Se siente escandaloso y me dan ganas de reír, pero también es
jodidamente sexy, la forma en que su barba raspa contra mi lengua. Cada
parte de él sabe bien, se siente bien. El olor de su piel me vuelve loca.
Cuando lamo su cuello, es más salado que sus labios.
Estoy moliendo en su regazo, frotándome contra la dureza que tanto
deseo descubrir. Sus manos agarran mi cintura, luego se deslizan por mi
espalda. Trato de poner mi mano en sus pantalones donde está húmedo y
palpitante. Esta vez cuando me detiene gruño y le muerdo el labio.
Me agarra por la garganta y me pone sobre su regazo, su brazo presiona
contra mi pecho inmovilizándome con su peso. Se inclina, mirándome
directamente al rostro.
―Ya basta.
Me desorienta lo fácil que puede moverme. No soy pequeña, pero soy
pequeña en comparación con él. Me hace sentir como si me hubiera
encogido.
El sol se ha puesto por completo, las paredes son una vista brillante de las
luces de la ciudad.
Me siento diferente en este traje, en este lugar. Ramses no es lo que
esperaba, todo lo que imaginaba que sucedería desapareció, estoy vagando
a ciegas.
Acaricia su mano por mi cuerpo, mirándome profundamente a los ojos.
―¿Estás aquí por mí?
Levanto la mirada hacia él, dando el más pequeño de los asentimientos.
―¿Quieres complacerme?
Sí.
―¿Quieres hacerme feliz?
Sí.
―Entonces quiero que te corras por mí tantas veces como puedas.
Él ve mi rostro para ver si entiendo.
Es una orden, un objetivo claro.
Tengo esa emoción que surge cuando sé exactamente qué hacer.
Cierro los ojos, dejando que la presión de su palma sature mi cuerpo,
mientras oleadas de placer me recorren. Mis labios se abren y empiezo a
flotar...
Ramses me da una leve palmada en la mejilla, sacudiéndome del viaje.
―Mírame a mí. Te correrás para mí.
No puedo ocultar mi irritación. No quiero verlo. No quiero ver nada,
quiero cerrar los ojos y concentrarme en el sentimiento.
Ramses solo sonríe, un destello de blanco en toda esa barba negra.
―Eso es, quédate aquí conmigo.
Sus ojos son agua profunda, no hay oleaje. Al principio es difícil sostener
su mirada, pero pronto no puedo apartarla.
Un rubor se extiende desde mi vientre hasta mi cuello.
Sus caricias son lentas y mesuradas, bajando por mis muslos, sobre mis
pechos. Mis pezones están lo suficientemente duros como para doler,
asomándose a través del traje. Su palma se arrastra sobre sus puntas y
arqueo la espalda, gimiendo.
Él toca mis pechos, dejando que sus gruesos dedos circulen suavemente
alrededor de mis pezones como si estuviera dibujando sobre mi piel.
Me retuerzo en su regazo, apretando los muslos.
Me pellizca el pezón, haciéndolo rodar suavemente. Cada tirón envía olas
de placer por mis piernas.
Es difícil concentrarse en la sensación cuando mis ojos están abiertos,
cuando lo veo. Son tantas cosas a la vez, distrayéndome, atrayéndome como
a las aves.
Creo que nunca había mirado a alguien a los ojos durante tanto tiempo.
Se siente como si las reglas cambiaran cuanto más tiempo pasa. Ver hacia
otro lado significa algo. Aguantar significa más.
Su mano se mueve hacia mis muslos, amasando suavemente los músculos
largos de los cuádriceps, los lugares apretados alrededor de mis rodillas. La
presión hace que me relaje. Me mueve como una marioneta, con su pulgar
trabajando en los puntos de tensión. La sangre fluye suave como una presa
desbloqueada, y siento un hormigueo hasta los dedos de los pies.
Mis muslos se abren.
Ramses sabe lo que quiero, deja que su cálida palma pase por mi
montículo, divertido cuando gimo y trato de presionarme contra su mano.
Él pasa los dedos arriba y abajo por la hendidura entre los labios de mi
vagina, sintiendo la humedad empapando el traje.
―Buena gatita… te gusta que te toquen.
Gustar no comienza a cubrirlo. Estoy jodidamente rabiosa por eso. La
tela es delgada, pero bloquea la sensación. Muevo mis caderas contra su
mano, y sus dedos se deslizan a través de mi clítoris, enloquecedoramente
cerca pero incapaz de hacer contacto completo.
Hago sonidos desesperados, jadeando.
Ramses sonríe.
Sus dedos son ligeros y burlones. Las olas de placer crecen y crecen, pero
no alcanzan la cima.
Presiona un dedo contra mi entrada, y la tela cede lo suficiente como para
empujarse una pulgada hacia adentro. Gimo y separo más las piernas,
tratando de empujar su dedo, y el traje se estira un poco más.
Me encorvo contra la palma de su mano, muriéndome de ganas de que se
desate el orgasmo. No puedo creer que esté dejando que me vea así,
mirándolo directamente al rostro mientras lo hago. Así de loca me he vuelto
colgando del límite demasiado tiempo.
Ramses rasga el traje por la entrepierna. No le cuesta ningún esfuerzo,
como si la tela fuera una telaraña. El aire fresco golpea mi piel mojada,
expuesta, abierta como una flor.
Humedece dos dedos en su boca y los presiona contra mi clítoris.
Empiezo a correrme al instante, la intensidad de esos dedos contra mi
botón desnudo es un cable vivo. Nunca me han tocado así hasta este
momento.
Mi coño se derrite contra su mano, y sus dedos se hunden. Frota círculos
lentos mientras el orgasmo se prolonga.
Los sonidos que hago son inhumanos. Mis ojos ruedan hacia atrás y todo
mi cuerpo tiembla. Estoy sobre su regazo como La Pietà.
Él sonríe y frota lentamente hasta que se apaga la última chispa.
―Buena chica. Eso es lo que quiero.
Estoy inerte en su regazo, enrojecida con los químicos, la marea baja, y
todos mis nervios están expuestos.
Pero Ramses no se detiene.
Su mano se queda donde está, frotando círculos profundos y lentos
alrededor de mi clítoris.
Estoy blanda e hinchada como un moretón. Palpitante con una sensación
demasiado buena mezclada con demasiado.
Él me mira, y un oscuro regocijo se extiende por su rostro. No está
mintiendo, está obteniendo una especie de profundo placer al verme
correrme de una manera un poco inquietante, como un científico
observando un experimento.
Soy elProyecto Manhattan. Ramses es el doppelgänger de
Oppenheimer6.
Las olas se están formando de nuevo, surgiendo más rápido de lo que
podría haber imaginado.
Ya siento una especie de pavor enfermizo como si esta no fuera la última
vez o ni siquiera cerca de la última vez.
No puedo recuperar el aliento, no puedo contenerme por un segundo.
Ramses tiene el control de mi coño, está descifrando los códigos de trucos
más rápido de lo que yo puedo procesar, sus dedos prueban, mientras sus
ojos observan mi rostro.
Mi piel es seda y aceite, los pliegues están hinchados y adoloridos.
Ramses hunde un dedo dentro de mí y usa la humedad para jugar con mi
clítoris hasta que se pone rígido y palpitante, hasta que le clavo las uñas en
el brazo y me aferro a él, gimiendo.
Él empuja un dedo grueso dentro y estoy tan sensible en todos los
sentidos que un solo dedo se siente como el mundo entero. Lo mueve hacia
adentro y hacia afuera unos pocos milímetros. Me aprieto a su alrededor,
haciendo un sonido como un sollozo.
Me folla con los dedos, lento y profundo.
Estoy flotando, hundiéndome, flotando de nuevo, atrapada bajo su brazo,
completamente en su poder.
Su voz es hipnótica, hace eco a través de mi cerebro.
―Planeaba hacerte esperar al menos una hora, pero en el momento en
que te vi con ese traje...
Me mira, y su sonrisa ilumina mi piel.
―Nunca había visto algo tan tentador. Tuve que llegar aquí. Jodidamente
corrí.
Pienso en Ramses corriendo hacia la puerta, sonrojado y sudoroso, y me
corro fuerte y rápido, apretando sus dedos.
Él me agarra por la barbilla, obligándome a verlo.
―Quédate aquí conmigo.
Me ahogo en sus ojos mientras el mundo se rompe y desaparece.
Ramses es lo único que se mantiene firme, el agujero negro que se traga
todo lo demás.
Sus dedos se deslizan en partes de mí que nunca han sido tocadas.
Encuentra el lugar que no puedo resistir y presiona como si fuera a hacer
que me corra hasta matarme.
Es una especie de jodida tortura en la que cada vez que trato de alejarme,
trato de disolverme en el sentimiento, Ramses me da una bofetada en la
mejilla y me sacude de nuevo. Me encierra en su mirada mientras me hace
sentir exactamente lo que él quiere que sienta.
― No te atrevas a contenerte conmigo. Quiero que me lo des todo. Todo.
Muéstrame cuánto lo quieres. Muéstrame lo feliz que estás de estar aquí
conmigo.
Mete los dedos profundamente como un gancho y presiona ese botón otra
vez, otra vez, otra vez, mientras lo veo a los ojos, temblando,
retorciéndome, suplicando.
―¿Eso es lo más duro que puedes correrte? Pensé que eras la mejor,
puedes correrte más fuerte que eso. Sí, tú puedes. Dámelo, jodidamente lo
quiero. Muéstrame lo mucho que me deseas. Muéstrame lo que harás para
complacerme. Jodidamente córrete.
Eso da en el blanco.
Mi vientre se contrae en un solo punto, y luego explota. Esto no es un
clímax, es una detonación, explotando a través de mi coño como si hubiera
desgarrado algo. Rebota a través de mi cerebro destruyendo todo a su paso
y todo lo que pienso, todo lo que quiero, todo lo que soy, desaparece.
Lo único que queda son los ojos de Ramses mirándome, observándome
salir de este mundo, y luego arrastrándome de regreso.
Su sonrisa se extiende, traviesa y complacida.
―Buena chica. Ahora estoy satisfecho.
El alivio me recorre.
Tomo un respiro…
Y estalló en llanto.
Estoy tan sorprendida conmigo misma que me tapo el rostro con las
manos, tratando de esconderme como una niña.
No lloro. Nunca.
Especialmente no alrededor de otras personas.
Especialmente no delante de él.
Se pone rígido, pero me atrapa con sus manos, acostándome sobre su
pecho. Acuna la parte de atrás de mi cabeza como si fuera frágil y sus
brazos se envuelven por completo.
Vuelvo mi rostro hacia su pecho, tan jodidamente avergonzada que lloro
más fuerte. No tengo más control sobre esto del que tenía sobre lo que vino
antes. Los sollozos me sacuden al igual que el placer, líquidos y sueltos.
Me acurruco en el hueco de sus brazos, feliz ahora de sentirme pequeña y
encogida porque eso hace que sea más fácil esconderme.
Ramses descansa su palma en medio de mi espalda, y hace movimientos
largos y lentos por mi columna.
―Shhh ―murmura en mi oído―. Lo hiciste muy bien, estoy muy
orgulloso de ti.
6
Ramses
Eso es una orden más que una garantía, pero estoy sonriendo de todos
modos. Le devuelvo:
Yo: ¿Por qué sigues despierto?
Ramses: Ya es mañana.
Ven a hacer eso aquí.
Recojo a Blake a las siete. Ella es tan puntual como siempre, aunque se
ve un poco nerviosa cuando se sube al auto.
―¿Me vas a decir a dónde vamos?
―No te preocupes ―le digo―. Te gustará.
Mientras conducimos dejo que mi brazo descanse sobre el respaldo de su
asiento. Ella se inclina hacia mí, con su cabeza en mi hombro. Su cuerpo se
derrite contra el mío, me gusta que sea sustancial, alta y con curvas.
Algunas de las chicas con las que he salido eran mucho más pequeñas que
yo, parecía que se romperían con un abrazo entusiasta.
Nos detenemos frente al Billionaire Traders Club y Blake se anima
inmediatamente, reconociendo el edificio.
―¿Has estado alguna vez en uno de estos?
Ya sé que no ha estado, tienes que tener mil millones bajo administración
solo para ser considerado.
La reunión ya está en pleno apogeo. Operadores, corredores y ángeles
inversores se arremolinan, comen comidas costosas y beben demasiado.
Pennywise y Briggs están aquí. Pennywise es uno de mis operadores más
exitosos. Lo saqué furtivamente de Oakmont, y ha duplicado su libro desde
entonces.
Él se apresura tan pronto como nos ve, dándole a Blake un curioso arriba
y abajo.
―Pero si es la Dama de la Suerte... ¿Ramses te ha hecho escoger
acciones tan bien como ponis?
―Sí ―dice Blake sin perder el ritmo―. Dice que logre un par de
ganadores más y puedo quedarme con tu oficina.
―No quieres la oficina de Penn ―le digo―. Duerme ahí cuando su
esposa está enojada con él y huele a Takis.
―Desayuno de campeones ―dice Pennywise sin vergüenza. Es casi
imposible avergonzar a Penn porque es tan duro como un rinoceronte y
tiene muy poca moral, dos de mis rasgos favoritos en un operador.
Llevo a Blake por la habitación y la presento a todos los demás. Ella ya
conoció a Briggs, pero él viene de todos modos para joderme el día.
―¡Blake! ¿Tienes alguna amiga atractiva que pueda contratar para la
fiesta de Desmond? Estuve saliendo con una mesera de Staten Island, pero
ha pasado como un mes, así que espera que vaya a su casa de vez en
cuando, e hice un voto solemne de no volver a tomar ese ferry nunca más.
La sonrisa de Blake llega medio segundo tarde.
―Podría, pero vas a tener que decirme qué hiciste para boicotear Staten
Island.
Briggs niega con la cabeza obstinadamente.
―Es solo una regla. Cuando haces un paseo de la vergüenza, no puede
haber transbordadores involucrados.
La risa de Blake suena natural, pero veo cómo se inclina para verme a la
cara y a Briggs.
―¿Cuál es tu tipo?
―Rubia, alta, tetazas, súper sucia, católica.
―Pero no eres católico ―le recuerdo a Briggs.
―Eso es para asegurarme de que no se pierda la parte 'súper sucia'. No
hay nadie más sucia que una chica que fue a la escuela católica.
Blake asiente con la cabeza.
―Toda esa caliente represión religiosa. Lo entiendo.
―La necesito para todo el fin de semana ―dice Briggs―. Esa es la
única forma en que voy a pasar tres días completos con ese hijo de puta
agrio.
Esa pequeña línea aparece entre las cejas de Blake. Es difícil ver debajo
de su flequillo, pero estoy mejorando en captar sus señales. Sus ojos se
posan en los míos y luego vuelven a Briggs.
―Podría conocer a alguien.
Deslizo mi brazo a través del suyo, alejándola de Briggs y resistiendo el
impulso de golpearlo en el camino. No estaba planeando mencionar la fiesta
de Desmond todavía.
Blake no dice nada al respecto, lo que probablemente no sea una buena
señal.
La paso entre la multitud, con mi brazo aún unido al suyo.
En voz baja y tranquila, dice:
―Me sorprende que me hayas traído aquí.
―¿Por qué?
―Porque hay una diferencia entre ser visto en Harry’s y ser vistos juntos
aquí.
―Explícame.
―La gente pensará que en realidad estamos saliendo.
―Seguro que pensarán eso cuando nos vean juntos en la fiesta de
Desmond.
Me suelta el brazo y se gira para verme.
―No voy a ir a eso.
―Podemos hablar sobre eso.
―No necesitamos hacerlo.
Nos interrumpe un conocido mío, luego uno de Blake. Esta es la razón
por la que vinimos, así que no hay manera de mantenerlos alejados.
Blake conoce a algunas personas, pero no a tantas como yo. The
Billionaire Trader’s Club es tan exclusivo como parece. Solo las cuotas
anuales son de 150 mil. Ya pagué la de Blake.
Cuando le digo eso, no está tan eufórica como esperaba. De hecho,
parece un poco molesta.
―¿Por qué hiciste eso?
―Porque es el mejor club de inversión de la ciudad. Harás conexiones y
recogerás una tonelada de información.
Ella solo frunce el ceño más fuerte.
―Es lo que pensaba.
Ahora estoy molesto.
―¿Cuál es el problema?
―El problema ―sisea, alejándome del grupo y acercándome a las
ventanas―, es que no quiero que nadie sepa que estoy invirtiendo, y unirse
a un club de inversores no es exactamente sutil.
―Tal vez es hora de graduarse de eso.
Ella sacude la cabeza, sus mejillas están llenas de color.
―No es tu elección cuando me gradúe de nada, y por cierto, eso es
condescendiente como la mierda.
―Te estoy haciendo un favor…
―Te estás haciendo un favor a ti mismo ―espeta―. Estás tratando de
reemplazar a mis otros clientes con este club.
Cuando puede ver a través de mí, me siento tan barato como el cristal.
Y esto no fue jodidamente barato.
Doy un paso cerca, cerniéndome sobre ella.
―Tuve que pedir un montón de favores para traerte aquí.
Blake cruza los brazos sobre su pecho, con los ojos entrecerrados.
―¿Eres miembro?
Hago una pausa de medio segundo.
―No, pero...
Ella se burla y se aleja de mí. Agarro su brazo y la jalo hacia atrás.
―¿Y qué si no lo soy? Podrías aprender mucho aquí.
―Podría, pero no tú ―dice con desdén.
―Los operadores darían un brazo por entrar aquí.
―Sí ―Blake gotea sarcasmo―. Pennywise, Briggs, el resto de tus
títeres... pero no tú, y nadie más en tu nivel. ¿Crees que pertenezco aquí? Yo
creo que pertenezco a donde tú vas.
La miro fijamente, sin palabras.
Blake... tiene un punto.
No pierdo mi tiempo en clubes. Ni siquiera en este.
Pero Blake no soy yo y todavía tiene mucho que aprender, incluso, no le
escupas a la cara a alguien cuando te ofrezca un regalo.
Con frialdad, le digo:
―No estás a mi nivel, ni siquiera cerca. Tengo diez años de experiencia
sobre ti y no sabes todo lo que crees que sabes.
―Bien. ―Blake dice aún más fría―. Aceptaré la membresía, pero no
dejaré a mis otros clientes.
―Cliente ―le digo―. Solo tienes a Lukas.
―De hecho, volví a tres.
El resto de la habitación parece quemarse hasta que todo lo que veo es el
rostro testarudo de Blake. Me gustaría ponerla sobre mis rodillas y azotarla.
―¿Quién?
―No es asunto tuyo. ―Ella se libera de mi agarre.
Está mintiendo.
¿Está mintiendo?
¿A quién diablos aceptó?
Estoy escaneando su rostro, pero no puedo leerla. Todo lo que veo son
esos ojos verdes ardiendo en mí, esa piel ahumada, esa boca apretada.
Cuando no lleva su máscara encantadora, está molesta por dentro.
Lo cual puedo entender.
Yo estoy enojado, también.
Agarro su mano, entrelazando mis dedos con los suyos.
―¿A dónde vamos? ―pregunta mientras la saco de la habitación.
Pulso el botón del ascensor.
―Fuera de aquí.
―No puedes actuar así ―dice, todavía con esa calma constante―. Te lo
dije desde el principio…
―¡Lo sé! ―ladro.
Las puertas del ascensor se abren.
En el momento en que estamos adentro, estoy sobre ella. Manos en su
rostro, sus pechos, bajando su vestido. La levanto y la estrello contra la
pared de metal, con sus piernas alrededor de mi cintura. El ascensor se
balancea sobre su cable.
―Toma todos los clientes que quieras ―le gruño―. Eres mía esta noche,
y esto es lo que yo quiero hacer.
Jalo su falda, la tela se desgarra y Blake la rasga hasta el muslo para que
podamos jalarla hasta arriba. El ascensor se hunde como un submarino.
Me desabrocha los pantalones y jalo su ropa interior hacia un lado, y
estoy dentro de ella antes de que hayamos bajado cuatro pisos.
Ella grita al primer empujón, y me la follo con cada piso que pasamos:
29, 28, 27, 26, 25, 24…
Muerde un lado de mi cuello, lamiendo y chupando con fuerza. Sus
dientes muerden debajo del cuello de mi camisa, mientras sus tacones de
aguja arañan la parte posterior de mis muslos.
Su olor me abruma cuando estoy enterrado en su cabello, con mi nariz
contra su cuero cabelludo. Nada huele como ella, lo noté en el momento en
que me paré en esa puerta buscándola.
Ahora estoy bañado en Blake, en esta cajita de metal que se hunde. Su
cabello y su aliento, el calor de su piel, la humedad de su coño alrededor de
mi polla... ese es el perfume que me da vida, que me carga como un
estimulante. La respiro una y otra vez mientras me empujo profundamente
dentro de ella, acariciando y olfateando contra su cuello.
Sus gritos resuenan en la caja mientras caemos. Ella siempre es ruidosa,
no puede contenerse. Recuerdo la burla de Desmond, Preguntémosles a mis
vecinos cuánto disfrutaste nuestro tiempo juntos, lo escucharon todo... y sé
que debe haber algo de verdad en eso. Mis celos se encienden y la follo
más, más y más duro contra la pared, balanceando el elevador sobre su
cable, tratando de borrar cualquier recuerdo físico de alguien que no sea yo.
Tratando de probar que nadie la ha hecho sentir así.
15, 14, 13, 12…
Sus dedos se clavan en mi espalda, y mi camisa de vestir se hace trizas
como papel debajo de esas uñas. Los cortes arden como la sal en el
profundo y el placer carnal que siento al follarla tan fuerte como puedo.
Su coño se cierra alrededor de mi polla y sé que esto es todo. El ascensor
se desacelera, los últimos números avanzan poco a poco: 4, 3... 2...
El sudor rueda por mi espalda, ardiendo en los cortes. Mis piernas son
pistones, penetrándola profundamente. Me la follo rabioso, furioso,
queriendo tomar cada parte suya y no dejar nada para nadie más.
Ella grita y hago un sonido que definitivamente nunca había hecho antes.
Llámalo grito de guerra, porque sé lo que quiero y haré lo que sea necesario
para conseguirlo. El placer cálido y húmedo lo confirma. He probado esto
ahora, y no lo voy a compartir.
Dejo a Blake en el piso, apoyándola mientras guardo mi polla y me
abotono los pantalones.
Las puertas del ascensor se abren, dejando escapar una ráfaga de aire
cálido y el aroma del sexo directamente en el rostro de Halston Reeves.
Tengo muchos enemigos en esta ciudad, pero solo odio a una persona.
No puedo estar solo en una habitación con Reeves porque lo mataré.
Él observa el vestido desgarrado de Blake, nuestro cabello salvaje y la
humedad, y su duro rostro se retuerce.
―Realmente eres solo un animal, ¿no, Ramses?
Por primera vez, la rabia no llega. Me río, agarrando la mano de Blake y
jalándola más allá de él.
―Tienes razón, hijo de puta.
12
Blake
Blake entra como una tromba en mi oficina a las 10:22, una hora después
de que la esperaba.
―¡Qué demonios, Ramses! ―es como me saluda.
Lleva pantalones de seda, mocasines y una camisa abotonada no muy
metida. Su cabello está recogido en un moño desordenado y sus mejillas
son de un rojo llameante. Su aspecto frenético y a medio vestir me excita
casi tanto como la forma en que entra a mi oficina y da un portazo.
―Dormiste hasta tarde, debes haber estado despierta toda la noche.
―Pequeña perra celosa ―dice, acechando hasta mi escritorio y
mirándome con el ceño fruncido.
Me levanto. Blake se mantiene firme, aunque ya no parece tan segura. Se
agarra al borde del escritorio y observa cómo cierro el espacio entre
nosotros.
Espero hasta que estoy justo en frente de ella, mirándola al rostro.
―Nunca reveles tu posición. Ni siquiera a mí.
―¡Oh, vete a la mierda! ―me grita―. ¡Esto no es una lección!
Golpeaste mi capital porque estás enojado porque conseguí otro cliente.
¡Aunque te lo dije desde el principio, este es el trato!
―Tienes toda la razón, lo hice.
Su boca se afloja con sorpresa porque realmente lo admita.
―Y esa es la lección ―gruño, apoyándola en el escritorio―. Estás
jugando con personas que pueden aplastarte como un insecto. Podría borrar
todo tu capital en una semana si realmente me haces enojar.
Su barbilla tiembla de rabia.
―¿Me estás amenazando?
―Te estoy haciendo una nueva oferta. Te ayudaré a alcanzar tu número,
incluso te enseñaré cómo hacerlo más rápido, pero te quiero toda para mí.
No quiero ningún otro cliente.
Su rostro se oscurece y se aleja de mí, viendo por los ventanales. Tengo
todas las persianas abiertas con la vista en exhibición. Quería que la viera
en el momento en que entrara.
Envuelve sus brazos alrededor de sí misma con los hombros rígidos,
viendo hacia abajo.
Espero, sin decir nada. Contando sus respiraciones.
Finalmente, dice:
―Me desharé de Sean, pero me quedaré con Lukas.
Me encanta una buena contraoferta.
―Bien, pero vienes a los Hamptons conmigo.
A Blake parece que le gustaría gritar en una almohada, y no de la manera
sexy.
―Bien ―murmura.
―Pobre Sean ―dejo escapar mi sonrisa―. Después de todo lo que ha
pasado...
―¿Lo conoces? ―Se olvida de enojarse cuando tiene curiosidad.
―Conozco a todos.
―Empiezo a pensar que eso es cierto.
Se está derritiendo como la escarcha al sol, ya regresando de la ventana,
apoyándose en mi escritorio, mirándome por debajo de su flequillo.
Rozo mis dedos contra los suyos.
―¿Sabes? Algunas personas piensan que él asesinó a su esposa.
―¡No, no lo hacen!
―Lo harán si sigo difundiendo ese rumor.
Blake se ríe con esa deliciosa y malvada risa suya, entrelazando sus
dedos con los míos.
―Será mejor que te tomes en serio estas lecciones... quiero que me
devuelvas mis seis millones.
―Harás mucho más que eso si me escuchas.
Las dos horas que paso en el sofá de Ramses viendo sus libros son
literalmente un sueño hecho realidad. La realidad es incluso mejor de lo que
imaginaba, lo cual es raro. Llego profundo con mis fantasías.
Ramses va más profundo. Me enseña cómo funciona su mente, cómo
toma decisiones. Sus historias son lecciones con suficientes pistas para que
yo misma encuentre el mensaje.
Tenía razón: sabe cosas que yo no sé, y habría pagado un alto precio por
lo que me ofrece libremente.
A cambio, le cuento todo lo que he averiguado sobre las empresas que
seguimos. La emoción que siento cuando escribe algo, e incluso cambia
algunas de sus obras, no se parece a nada que haya conocido.
No, borra eso. El mejor momento de toda la noche es cuando Ramses me
ve a los ojos y me dice que me admira.
Maldito infierno. Si alguna vez quiso hacer que me corriera, esa es la
manera de hacerlo. Escuchar esas palabras de un hombre como él, quiero
frotar mi coño solo de pensarlo.
Todo es un sueño hasta que me levanto del sofá y se convierte en una
pesadilla. Mientras hablábamos, estaba sangrando en sus cojines. El parche
que dejé parece la escena de un crimen.
―Estoy tan jodidamente avergonzada.
Mis manos están sobre mi boca, debo estar tan roja como esa sangre.
¿Tengo catorce? No he cometido un error como ese en mucho tiempo. El
baño debe haberlo traído temprano...
Si Ramses parece disgustado, moriré.
Apenas ve la sangre antes de levantarme y decir:
―De vuelta al baño.
Me retuerzo contra él, diciendo:
―¡Déjame limpiarlo! Mierda, lo siento, te estás manchando los brazos...
Me abraza fuerte, obligándome a quedarme quieta. Con la frente cerca de
la mía, dice:
―No me importa. Mírame. ¿Parezco preocupado? Saldrá, o no lo hará.
Ni siquiera me gusta mucho ese sofá; me hiciste un favor.
¿Cómo me hace reír cuando me siento tan mal?
Hace un momento estaba empapada de vergüenza.
Sus brazos me llenan de su profunda y constante calma. Su voz vibra
desde su pecho hacia el mío.
―¿Crees que la sangre me apaga? Piénsalo otra vez, me gusta todo lo
que sale de ti.
Me lleva a su dormitorio, pero en lugar del baño, me tira sobre la cama.
―Las sábanas…
Él pone su mano sobre mi boca.
―Lo único que quiero escuchar de ti es si esto se siente bien.
Desliza un dedo dentro de mí.
―¿Duele? ¿Estás adolorida?
Estoy sensible, pero de una manera que solo amplifica la sensación. Su
dedo es suave y su lengua lame mi clítoris.
―¿Qué tal esto? ¿Esto se siente bien?
―Más que bien ―jadeo.
―Avísame si te duele algo o si quieres que disminuya la velocidad.
Me recuesto y dejo que me lama suavemente mientras su cálida mano
descansa sobre mi vientre como una almohadilla térmica. Se siente tan
relajante que podría llorar, si alguna vez me permitiera llorar frente a
Ramses de nuevo.
Tal vez se escape un poco de humedad por las esquinas de mis ojos, pero
eso solo sucede cuando te acuestas a veces. No significa nada.
Pienso en cómo me miraba mientras me enseñaba en el sofá. Pienso en
cómo sus ojos se arrugaron cuando le di la respuesta correcta o dije algo
ingenioso.
Te admiro…
Empiezo a correrme, suave y lento.
No se detiene; me folla con cuidado con los dedos hasta que su mano se
empapa de rojo.
Cierro los ojos y todo lo que veo es rojo. Todo lo que siento es placer.
―Eres un animal ―digo cuando puedo hablar de nuevo.
Ramses solo sonríe.
Todos somos animales, nos gusta pensar porque tenemos pulgares y
podemos hablar estamos por encima de ellos, pero no lo estamos. Tenemos
impulsos y deseos, y a diferencia de los animales, podemos pretender
controlarlos. A veces.
Pero esos impulsos son PODEROSOS. Cuando los reprimimos, es
cuando menos control tenemos porque se liberarán.
Ramses me folla como un animal en su cama, y no pienso ni una vez en
las sábanas o en mis malditos cólicos.
Estoy perdida en el placer y el frenesí.
Paso todo el día siguiente preparándome para lo que espero sea la noche
perfecta con Blake. Cuando la retomo, estoy impecablemente arreglado,
fresco como una selva tropical, con un enorme ramo de orquídeas en la
mano. Lo sostengo frente a la lente de ojo de pez para que cuando Blake se
asome, no vea nada más que un mar de color púrpura.
Ella se ríe, barriendo las flores en sus brazos y enterrando su rostro en las
flores.
―Me estás echando a perder.
Acerca su boca a la mía, me besa, luego se mueve como si fuera a llevar
las flores a la cocina y ponerlas en agua.
―No te atrevas a besarme solo una vez ―gruño, jalándola hacia atrás de
nuevo.
Me besa más y más profundamente, con su cuerpo pegado
obedientemente al mío.
―¿Eso está mejor?
―Sí ―digo, dándole un pequeño golpe en el trasero mientras se lleva las
flores.
―Oh, Dios ―grita, echando agua en un jarrón―. ¿Briggs te dio la
noticia?
―Espero que estén planeando nombrar al bebé como nosotros.
Blake sonríe.
―Es apropiado.
―Podrían llamarlo Bramses.
―¡O Rake! ―Se está riendo, pero veo esa pequeña línea de
preocupación entre sus cejas―. Briggs cuidará de Sadie, ¿no?
―No hay nadie más leal que Briggs.
―Bien ―me dice―. Entonces no tengo que matarlo por dejarla
embarazada.
―No sé si puedes culpar a Briggs. Por lo que escuché, él fue la
víctima…
Blake se ríe, arreglando las orquídeas en el jarrón.
―Dios, desearía haber sabido lo que estaba pasando cuando cojeaba por
la playa como si hubiera robado el pastel de su abuela de la ventana.
―Tu hermana es una sádica, y ella parece tan dulce...
―Es como una pequeña ardilla asesina, ¿no? ―Blake sonríe con cariño y
luego suspira―. Sadie está encantada; ella siempre quiso tener hijos.
―Vas a ser tía.
Blake parece sorprendida y luego complacida.
―Sí, es verdad. Tendré una hermana y un sobrino, y un novio.
Nuestros ojos se encuentran con calor repentino.
―Quería hablar contigo sobre eso, de hecho…
Tenía todo planeado: una cena, un paseo en helicóptero sobre la ciudad,
pero no quiero esperar ni un minuto más.
Tomo las manos de Blake entre las mías y la acerco al sofá. Ella se sienta
a mi lado, girando expectante, con los ojos brillantes y curiosos, y su
hoyuelo coqueteando en el borde de su boca.
Le digo:
―Cuando te llamé novia delante de mi mamá, y de nuevo con Desmond,
no me detuviste. De todas las cosas que te he empujado a hacer, esa me
emocionó más porque es lo que más quiero. Eres tan buena haciendo
realidad mis fantasías... pero la parte en la que haces que mi vida cante es
cuando es real. Quiero que sea real.
Las mejillas de Blake están llenas de color, sus labios tiemblan. Está
agarrando mi mano con tanta fuerza como yo estoy sosteniendo la suya.
―Abre tu teléfono ―digo.
Ella parpadea, confundida.
―Okey…
―Accede a tu cuenta.
Observo su rostro, pensando que estoy a punto de ver una oleada de
alegría y emoción.
En vez de eso, la oscuridad cae como un velo. Se queda quieta, y su
respiración se desvanece.
―¿Por qué hiciste esto?
No es la respuesta que esperaba. El estado de ánimo ha cambiado, hay
nubes sobre el sol, frío en el aire.
Acabo de depositar 37 millones en su cuenta, pero ella está viendo la
pantalla de su teléfono con los labios pálidos y los nudillos blancos. Casi
como si estuviera furiosa.
―Pensé que estarías feliz.
Su cabeza se levanta, con ácido en sus ojos.
―¿Pensaste que estaría feliz de que marcaras mi número por mí?
Levanto mis manos.
―Mira, yo estaba jodido y tú me ayudaste. Me hizo darme cuenta de que
quiero que comencemos un nuevo capítulo juntos...
Blake grita:
―¿Se trata de Lukas?
―¿Qué? No yo...
―¡Porque lo solté hace un mes! ―Blake salta del sofá, y su teléfono cae
al suelo―. Pensé que lo sabías.
No lo sabía, pero tampoco lo había pensado. Ya no me importa una
mierda un viejo cliente.
Me pongo de pie con la intención de calmarla. En el segundo en que me
elevo sobre ella, me doy cuenta de que eso también está mal: ella se encoge
en mi sombra, su respiración es rápida, tiene el rostro rojo y los ojos
demasiado brillantes.
Cuidadosamente, le digo:
―Llegar a cien millones era tu antigua meta, quiero que hagamos nuevas
metas juntos.
Ella niega con la cabeza, con el cabello volando.
―Qué benevolente de tu parte decidir eso por los dos, Ramses, pero no
es así como comienzas una sociedad con alguien. Todavía estás tratando de
comprarme.
―Solo quería ayudarte.
―Sí. Es lo que tú querías, lo que yo quería era ganármelo como tu
maldito reloj, y me lo quitaste.
Las lágrimas se derraman por sus mejillas.
En voz baja, dice:
―Nunca me verás como un igual.
Eso me pone jodidamente enojado. Nadie nunca ha cuidado mejor a
Blake, nadie la ha atesorado como yo.
Furioso, le digo:
―¿Cuándo te he tratado como menos? Te he respetado desde el momento
en que abriste la boca, incluso antes de eso, desde el momento en que te vi
trabajar en una habitación. Por el amor de Dios, Blake, te dije lo mucho que
te valoraba la primera vez que hablamos. ¡Tres millones por una puta cita!
―Sí, tres millones ―dice ella―. Es mucho, me sentí halagada, pero
déjame preguntarte algo, Ramses... ¿yo podría comprarte por tres millones?
―Eso no es...
―Vamos ―espeta―. ¿Cuánto necesitaría para comprarte? ¿Qué valor te
das a ti mismo?
Cuando no respondo inmediatamente, ella lo dice por mí:
―Miles de millones. Bueno, adivina qué, yo también. Soy tan inteligente
como tú, soy igual de capaz.
―¡Yo lo sé! ¡Te abrí mis libros! ―No quiero gritar, pero es jodidamente
escandaloso que ella no entienda esto―. Nunca he compartido con nadie
como lo he hecho contigo.
Blake tiembla, el color se sonroja a través de su rostro antes de quedarse
apagada y quieta.
―Me encantó ese día ―susurra―. Me sentí como una socia ese día. No
me siento como una socia hoy. Siento que me robaste mi logro y estás a
punto de decirme cuál es el nuevo. Déjame preguntarte algo: ¿cuándo fue la
última vez que Briggs decidió la dirección de Obelisk? Ramses, no tienes
socios. Quieres el mundo para ti y solo compartes partes de él.
Eso me da una bofetada de mierda.
Mi control se desliza, y la muerdo de regreso.
―Cada día desde que te conocí, he compartido más y más de mí mismo.
Eres tú la que se aleja, asustada. ¿Me estás diciendo que necesito tratarte
como a un igual? Blake, no somos iguales. La razón por la que yo soy
multimillonario es porque tomo todas las decisiones, y cada vez que quieras
actuar como si supieras más que yo, ¿por qué no revisas el marcador?
El rostro de Blake se queda en blanco, así es como sé que la lastimé
porque ni siquiera puede fingir.
―Rojo ―dice ella.
Luego camina hacia la puerta principal y la abre, esperando a que me
vaya.
―Blake…
Ella gira hacia mí, furiosa como nunca la he visto.
―¿Dices que no soy tu igual hoy? Bueno, maldita sea, lo seré mañana,
pero nunca seré tu igual en nuestra relación si no me tratas como tal.
―Blake…
―Sal.
Cuando estoy de pie en el pasillo, ella dice:
―No quieres una pareja, quieres una mascota.
Y me cierra la puerta en la cara.
26
Blake
Es el día de la mudanza.
Me mudaré a la casa de Ramses porque es mucho más grande que la mía
y Bastet lo prefiere a él, la pequeña traidora.
De hecho, no me he quedado en mi apartamento ni en el de Ramses
porque hemos estado en Sydney viendo la carrera de Sadie en el Everest. Es
la carrera sobre césped más rica del mundo, con una bolsa de 15 millones
de dólares. Ramses pagó para estacar a Sadie, lo que hizo que tanto Briggs
como yo quisiéramos asesinarlo.
Sadie no ha empezado a competir y, al parecer, que vomitara cinco
minutos antes de subirse a su caballo tampoco le afectó porque aun así
quedó segunda. Briggs saltó las barreras y la alcanzó antes que los oficiales.
Creo que se sentía aliviado, pero nunca he visto a Sadie tan feliz como
cuando saltó de Flightline a los brazos de Briggs.
Ella ha estado tratando de convencer a Ramses de que finalmente debería
apretar el gatillo para comprar un caballo propio, pero Ramses le dice que
lo hará si yo le presto el dinero.
Ese es su chiste favorito ahora. No paga cuando salimos a comer y me
hace pasar mi tarjeta negra, que en realidad es nuestra tarjeta negra,
vinculada a nuestra cuenta compartida. Nunca en mis sueños más locos
pensé que tendría una cuenta bancaria compartida con alguien.
Esto es mucho más íntimo que el matrimonio. Esta es una asociación real
y completa. Ya no hay mis tratos y sus tratos, solo en lo que estamos
trabajando juntos.
El día que Ramses se sentó a mi lado y me abrió sus libros fue el mejor
día de mi vida. Ahora todos los días son así. Es conexión, es desafiarse el
uno al otro, es toda la estimulación y el escape que solía obtener de mi
trabajo infinitamente aumentado porque lo estoy compartiendo con alguien
más.
Eso es lo que me estaba perdiendo, aunque nunca lo supe en ese
momento.
Ramses era igual. Pensó que estaba apuntando exactamente a dónde
quería ir... hasta que creamos Minx juntos.
El juego era liberar nuestros deseos más profundos, la parte
subconsciente de mi mente tratando de decirme lo que necesitaba para ser
feliz. Esa parte enterrada de mí estaba gritando, mostrándome el placer, la
paz que podía sentir si solo cambiaba lo que estaba persiguiendo.
Sabía lo que necesitaba antes de saber lo que necesitaba.
Ramses también.
Pensó que Minx se trataba de control, de conectarme con él. Lo que en
realidad necesitaba era a alguien a quien cuidar, y yo necesitaba a alguien
que me obligara a aceptar ese cuidado. Ninguno esperaba la catarsis y la
curación que siguió.
El sexo no es solo sexo. Es donde se disuelven todas las barreras. Es
fantasía y lo más real real. Es donde somos más humanos y más animales.
Estoy esperando en el ascensor con unas cien plantas. Tengo todo mi
muro de la jungla más algunos extras que pensé que le gustarían a Ramses.
Estoy drogada con oxígeno y la emoción de saber que voy a dormir aquí
esta noche, en nuestro apartamento...
Las puertas se abren. Ramses salta dentro, haciéndome chillar y reír
mientras me levanta en sus brazos.
―¡Te extrañé! ―dice, besándome una y otra vez.
Han pasado unas tres horas desde que nos vimos. Anoche dormimos en
mi casa, quedándonos profundamente dormidos después de nuestro vuelo a
casa. El jet lag sigue existiendo, incluso cuando vuelas en avión privado.
Pero eso es el amor: es cuán emocionados estamos de vernos, cada vez.
Porque todo es mejor cuando lo comparto con él.
Despertar aquí será mejor. Hacer el desayuno juntos será mejor. Trabajar
juntos será mejor.
Y algunos días, él realmente podría hacerme enojar, pero también lo
resolveremos. Ramses no es perfecto... pero me llena de felicidad. Él hace
que mi mundo crezca y florezca.
Sobre todo, me hace querer cambiar lo que sea que tenga que cambiar
para ser una buena compañera para él, y eso es lo más difícil de encontrar:
alguien que valga la pena el doloroso y difícil trabajo de tratar de ser mejor.
―Tengo una sorpresa para ti ―me dice.
―Genial, porque tu porcentaje de sorpresa es de… casi un ochenta por
ciento positivo.
Ramses sonríe.
―Me lo merezco, pero esta vez, tengo más confianza…
Se hace a un lado para que pueda ver dentro de su casa. Dentro de
nuestra casa, quiero decir.
Sigo el rastro del polvo de yeso hasta lo que solía ser la oficina de
Ramses.
Dos sillas comparten un escritorio enorme con computadoras gemelas y
nuestras propias terminales Bloomberg. Ramses ha eliminado los titulares
del Wall Street Journal.
―Pensé que podríamos poner algunas de tus huellas... definitivamente la
Bocca Baciata.
Me duele tanto el pecho que tengo que besarlo hasta que ese sentimiento
estalla en calidez y fluye hasta los dedos de mis pies.
Tal vez estoy llorando, no lo sé. Me permito llorar ahora.
Ramses sabe que lo hizo bien. Está irradiando satisfacción, lo que hace
que incluso sus bordes más duros se vean cálidos y acogedores. Quiero
tocar esa mandíbula, quiero envolverme sobre su pecho... Quiero vivir
encima de él y convertirlo en mi hogar.
Ramses es mi castillo. Nunca me he sentido más segura que cuando
duermo en sus brazos, y lo mejor de todo es que puedo llevarlo a donde
quiera que vaya.
No puedo dejar de besarlo, y no lo voy a intentar.
―¿Pero qué hay de tu edificio?
―Todavía voy a ir ahí a veces. Cuando quieras venir conmigo, despejé la
oficina contigua a la mía. No la de Penn, no te preocupes, esta huele genial.
―Acaricia su nariz contra mi cuello―. Olerá mejor una vez que hayas
estado ahí...
Muerdo el borde de su oreja.
―¿Por qué eres tan increíble?
Se encoge de hombros y finge ser modesto.
―No sé. Me viene naturalmente.
Agarra mi mano, y me jala hacia él.
―Eso no es lo único…
―¿Qué otra cosa?
Me siento un poco aturdida. Demasiadas cosas buenas a la vez me ponen
nerviosa.
Me lleva a lo que solía ser una habitación libre, en la que me cambié de
ropa la primera vez que me puse el traje de Minx.
Ha arrancado todo lo que estaba aquí antes y ha llenado el espacio con
estanterías. Todos los estantes están vacíos excepto uno.
Levanto una hermosa copia encuadernada en cuero de Cómo ganar
amigos e influir en las personas.
―Una semilla para tu biblioteca ―me dice―. Si crece lo suficiente,
podemos derribar otra pared.
El hecho de que él no haya llenado los estantes significa todo para mí.
Aprieto el libro contra mi pecho y ahora definitivamente estoy llorando.
La felicidad da miedo, pero no voy a dejar que me asuste.
―Gracias ―le digo, y dejo caer las lágrimas.
Sus ojos también brillan.
―Te amo, y estoy jodidamente feliz de que estés aquí.
Fin.
Notas
[←1]
Es una carrera de caballos que se disputa desde 1867 en el área metropolitana de Nueva
York.
[←2]
Comisión de Bolsa y Valores.
[←3]
Se refiere a que acercarse a lo que se quiere no es igual o suficiente.
[←4]
Es una expresión idiomá ca que describe la necesidad de que una persona adopte un
comportamiento arriesgado para recibir una recompensa.
[←5]
Una niña o mujer joven descarada , astuta o audazmente coqueta, que sabe cómo controlar a
otras personas para su beneficio.
[←6]
una de las personas a menudo nombradas como padre de la bomba atómica debido a su
destacada par cipación en el Proyecto Manha an, el proyecto que consiguió desarrollar las
primeras armas nucleares de la historia, durante la Segunda Guerra Mundial.
[←7]
es una expresión francesa que significa textualmente Listo para llevar. Se refiere a las prendas
de moda producidas en serie con patrones que se repiten en función de la demanda; es por
tanto la moda que se ve en la calle a diario.
[←8]
Disfunción eréc l.
[←9]
Se les dice así a los clientes de las pros tutas.
[←10]
En inglés motherfucker significa hijo de puta, pero la palabra literalmente significaría follador
de mamá.
[←11]
Un duende travieso imaginario considerado responsable de un problema o falla inexplicable.