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Literatura I
1
Unidad I. Elementos para armar un viaje literario
Saberes
Conceptuales Procedimentales Actitudinales
--Define el concepto --Explica las --Valora el papel de
de literatura. características de la literatura en el
--Describe las una obra literaria. desarrollo de su
características de un --Redacta un vida personal y
texto en verso o en texto en prosa y profesional.
prosa. otro en verso. --Valora la
--Identifica cuando --Define su importancia de la
se presenta la concepto de literatura en el
función poética en el literatura. desarrollo de la
proceso --Redacta un imaginación y en el
comunicativo. texto en el que se conocimiento.
--Identifica las reflexione sobre --Incorpora la
características de la literatura como
función poética en el parte de sus
proceso actividades
comunicativo. cotidianas.
--Comenta que es el
fondo y la forma en
la obra literaria.
2
Evaluación diagnóstica
3
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6. Existen escritores o artistas en tu comunidad. Si es así, menciona el
nombre de alguna o alguno de ellos.
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Introducción
Luis Rius tenía razón cuando afirmaba: “no se puede vivir como si la belleza no
existiera”.1 Y en efecto, si abrimos los ojos ante muchas cosas que nos ofrece la
naturaleza, o bien, ante el enorme legado cultural que heredamos de generación en
generación, es difícil no estar de acuerdo con las bellas palabras del poeta español.
Por algo Nezahualcóyotl, otro gran poeta, decía con un enorme asombro y una
necesaria angustia: “Por fin lo comprende mi corazón: / escucho un canto, /
contemplo una flor: / ¡Ojalá no se marchiten!”.2
1
Ver artículo de Juan Domingo Argüelles, “Jesús Marín en el mar de Durango” en Suplemento La Jornada
Semanal, 718, Domingo 7 de diciembre de 2008. “No se puede vivir como si la belleza no existiera”, dice
Ricardo Garibay que dijo Luis Rius”.
2
Nezahualcóyotl, “lo comprende mi corazón”, incluido en Literaturas de Anáhuac y del Icario, Miguel León-
Portilla, México, Siglo XXI Editores, 2006, p. 107.
5
nuevas formas de sentir y ver el mundo, nuevas formas de sensibilidad estética que
marcan a generaciones completas.
Por eso, con justa razón, cuando descubrimos una vibrante melodía, cuando
leemos unos versos que nos llegan hasta lo más profundo del alma, o nos envuelve
una maravillosa historia, participan la imaginación, los sentidos, la inteligencia, en
una experiencia única que nos transforma. Es imposible pensar un mundo sin estas
obras. No por una magnificación y un
encumbramiento de ellas por encima de
otras manifestaciones culturales, sino
porque el arte, las diversas formas de
expresarse por medio de sus
manifestaciones, es algo prácticamente
inherente al ser humano. Pero vamos por
partes.
Por ejemplo, hay muchos sistemas de información cultural con los que están
conectados las artes:
6
Lenguaje Política
Religión
Histori
a
Artes
Costumbres Economía
Las relaciones con estos sistemas pueden variar. Hay obras en las que se hace
evidente o explícita la conexión con algunos de estos elementos. Nadie puede negar
la relación con la política que tiene una obra como La sombra del caudillo de Martín
Luis Guzmán. Esta novela mexicana, publicada en 1929, constituye una de las
obras mayores para asomarnos a las luchas por el poder en la política mexicana.
Podemos referirnos, además, a otras obras más lejanas en el tiempo, por ejemplo,
La divina comedia de Dante Alighieri, redactada en los primeras dos décadas del
siglo XIV, muestra los conflictos de los güelfos contra los gibelinos, dos grupos
políticos importantes en su tiempo.
Otras obras, sin embargo, se caracterizan por su opacidad, por hacer poco
explícita la relación con algunos referentes de la realidad. La capacidad del lector,
la del que observa un cuadro, por ejemplo, realizan un ejercicio de mayor destreza
para profundizar, si este es su interés, en algunos conectivos de un referente.
También se suele decir que el arte es un producto que rompe con su tiempo,
con la tradición que hereda, logrando con ello una nueva sensibilidad en los sectores
interesados por el arte. ¿Por qué se suscita esto último? Porque hay una naturaleza
rebelde en el artista que se alimenta de su tiempo. El artista vive experiencias,
propone nuevas formas de configurar una obra, de conjugar esos elementos que
7
usa; es un visionario que muchas veces se adelanta a su época, invitándonos a ver
mundos imaginarios futuros, abriendo fuentes para abrevar y concebir nuevas
formas de admirarnos de lo bello. Un ejemplo de esta postura del artista se puede
encontrar entre las vanguardias del
siglo XX.
8
partir de características y formas particulares de recrear la materia de cada una de
ellas.
9
estudios estéticos, ha sido enorme, en la literatura resulta, por la vigencia y la
riqueza de sus conceptos, un pilar ineludible para el estudio y el proceso de creación
de la poesía, la narrativa y el teatro.
Desde el principio, el filósofo nos dice que su libro intenta explicar: “qué es la
poética en sí misma, cuáles sus especies y cuál es la particular virtud de cada una
de ellas, cómo sean de componer las tramas
y argumentos, si se quiere que la obra poética
resulte bella, cuantas, y cuáles son las partes
de cada especie, y otras cosas, y otras cosas,
a esas parecidas y a la poética misma
concerniente”.3
Vale la pena señalar que la primera de estas preguntas fue el hilo conductor
del grupo de los formalistas rusos, un importante grupo de investigadores que
proponía estudiar las particularidades de la literatura. Su término literaturnost,
3
Aristóteles, Poética, (versión de Juan David García Bacca), México, UNAM, p. 1.
10
traducido como literaturidad, derivado de su visión sobre su objeto de estudio, es un
concepto esencial en los estudios de literatura moderna.
La literatura como parte de una cultura, como parte de las artes, tiene como medio
de transmisión el lenguaje. Por eso es inevitable no sentir que es algo tan cercano
al ser humano. Sin embargo, empezamos aquí a problematizar un hecho
importante, no todo el lenguaje es literatura. De esta manera abrimos una pregunta
fundamental: ¿Qué es literatura? ¿Qué es lo que diferencia un texto literario de los
otros textos? Las fronteras, en ocasiones, no son tan rígidas, sin embargo, la gran
mayoría de los autores que han estudiado este tema –como los formalistas rusos
que mencionábamos líneas atrás--, establecen una serie de particularidades; por
11
eso podemos hablar desde hace un bien tiempo de la existencia de un “lenguaje
literario”.
4
Alfonso Reyes, “Apolo o de la literatura” en La experiencia literaria, México, Fondo de Cultura Económica,
1989, p. 70.
12
Para explicar lo anterior, el
escritor mexicano recurre a una
serie de ejemplos de
proposiciones sumamente
sencillos. En estos ejemplos
establece las particularidades de
cada una de estas disciplinas con
sus respectivos objetos de
Las valiosas ideas del escritor mexicano Alfonso Reyes, con obras
estudio. Una proposición filosófica
como El deslinde (1944) o La experiencia literaria (1942), siguen
es: “El mundo es voluntad y siendo un referente en el estudio de la literatura.
representación”. Una proposición
histórica: “Napoleón murió tal día en Santa”. Se trata, nos explica Reyes, de un
“suceso real y perecedero, fenece al tiempo que acontece y nunca puede repetirse”.
Una proposición científica: “El calor dilata los cuerpos”. Estamos aquí ante un
“suceder real y permanente”. Mientras que una proposición poética es: “Como un
rey oriental el sol expira”. ¿Qué es lo que diferencia esta última proposición de las
otras? ¿Qué diferencia el uso del lenguaje? ¿Cuál es la finalidad de este último
enunciado? Para Reyes “no nos importa la realidad del crepúsculo que presenta el
poeta, sino el hecho de que se le ocurra proponerlo a nuestra atención, y la manera
de aludirlo”.
13
¿De qué
manera nos lo
dice?
Lo propuesto por Reyes nos sirve como punto de partida. Términos como forma y
fondo, están presentes en su obra literaria. Reyes estudió las diversas disciplinas
sociales y humanísticas que se generaron en la modernidad y la relación de la
literatura con éstas, hizo, además, algo que él denominó El deslinde. Prolegómenos
de la teoría literaria, un libro en el que revisa una serie de conceptos esenciales, las
particularidades y las diversas funciones que tiene la literatura.
La definición de literatura, como todo gran concepto, tiene una larga historia.
Con el paso de los años ha cambiado. Terry Eagleton explica al respecto que “no
existe literatura tomada como un conjunto de obras de valor asegurado e
inalterable”.5 Los lectores de cada época leen de diferentes maneras las obras. Pero
aun así es imposible dejar de mencionar sus enormes atributos en todas las épocas,
relacionados con la imaginación, las pasiones humanas, el sentir, las emociones y
los deseos de una enorme diversidad de personajes, la creación de nuevos héroes
e historias, con sus novedosas formas de contarlas o la generación de un leguaje
que ha conmovido a millones de agradecidos lectores a lo largo de mucho tiempo.
Por algo decía el escritor italiano Claudio Magris que la literatura es un arte que
“inventa un lenguaje, contraviene la gramática y la sintaxis, pero creando un nuevo
orden: crea palabras, casi volviendo cada vez al origen de la vida, como Joáo
Guimaráes Rosa en su Gran Sertón. Esta desenfadada libertad es quizás su mayor
don”.6
5
Terru Eagleton, Una introducción a la teoría literaria, México, Fondo de Cultura Económica, 2014, p. 21.
6
Claudio Magris, Utopía y desencanto. Historias, esperanzas e ilusiones de la modernidad, Barcelona,
Anagrama, 1999, p. 31.
14
Despedida
Mata su luz un fuego abandonado.
Sube su canto un pájaro enamorado.
Tantas criaturas ávidas en mi silencio
y esta pequeña lluvia que me acompaña.
Lectura 1
El baldío7
Augusto Roa Bastos
7
Augusto Roa Bastos, “El baldío” en Cuentos completos, Madrid, Alianza, 2010.
15
dulzarrona del baldío hediendo a herrumbre, a excrementos de animales, ese olor
pastoso por la amenaza del mal tiempo que el hombre manoteaba de tanto en
tanto para despegárselo de la cara. Varillitas de vidrio o de metal entrechocaban
entre los yuyos, aunque de seguro ninguno de los dos oiría ese cantito isócrono,
fantasmal. Tampoco el apagado rumor de la ciudad que allí parecía trepidar bajo
tierra. Y el que arrastraba, solo tal vez ese Augusto Roa Bastos. Escritor paraguayo
creador de excepcionales novelas como
ruido blando y sordo del cuerpo al rebotar Hijo de hombre (1960) y Yo, el supremo
sobre el terreno, el siseo de restos de (1974).
papeles o el opaco golpe de los zapatos contra las latas y cascotes. A veces el
hombro del otro se enganchaba en las matas duras o en alguna piedra. Lo
destrababa entonces a tirones mascullando alguna curiosa interjección o
haciendo a cada forcejeo el ha... neumático de los estibadores al reventar la carga
rebelde al hombreo. Era evidente que le resultaba cada vez más pesado. No solo
por esa resistencia pasiva que se le empacaba de vez en cuando en los
obstáculos. Acaso también por el propio miedo, la repugnancia o el apuro que le
iría comiendo las fuerzas, empujándolo a terminar cuanto antes.
Al principio lo arrastró de los brazos. De no estar la noche tan cerrada se hubiera
podido ver los dos pares de manos entrelazadas, negativo de un salvamento al
revés. Cuando el cuerpo volvió a engancharse, agarró las dos piernas y empezó
a remolcarlo dándole la espalda, muy inclinado hacia delante, estribando fuente
en los hoyos. La cabeza del otro fue dando tumbos alegres, al parecer encantada
del cambio. Los faros de un auto en una curva desparramaron de pronto una
claridad amarilla que llegó en oleadas sobre los montículos de basura, sobre los
yuyos, sobre los desniveles del terreno. El que estiraba se tendió junto al otro. Por
un instante, bajo esa pálida pincelada, tuvieron algo de cara, lívida, asustada la
una, llena de tierra la otra, mirando hacer impasible. La oscuridad volvió a
tragarlas enseguida. Se levantó y siguió halándolo otro poco, pero ya habían
llegado a un sitio donde la maleza era más alta. Lo acomodó como pudo, lo arropó
con basura, ramas secas, cascotes. Parecía de improviso querer protegerlo de
ese olor que llenaba el baldío o de la lluvia que no tardaría en caer. Se detuvo, se
pasó el brazo por la frente regada de sudor, escarró y escupió con rabia. Entonces
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escuchó ese vagido que lo sobresaltó. Subía débil y sofocado del yuyal, como si
el otro hubiera comenzado a quejarse con lloro de recién nacido bajo su túmulo
de basura.
Iba a huir, pero se detuvo encandilado por el fogonazo de fotografía de un
relámpago que arrancó también de la oscuridad el bloque metálico del puente,
mostrándole lo poco que había andado. Ladeó la cabeza, vencido. Se arrodilló y
acercó husmeando casi ese vagido tenue, estrangulado, insistente. Cerca del
montón había un bulto blanquecino. El hombre quedó un largo rato sin saber que
hacer. Se levantó para irse, dio unos pasos tambaleando, pero no pudo avanzar.
Ahora el vagido tironeaba de él. Regresó poco a poco, a tientas, jadeante.
Volvió a arrodillarse titubeando todavía. Después tendió la mano. El papel del
envoltorio crujió. Entre las hojas del diario se debatía una formita humana. El
hombre la tomó en sus brazos. Su gesto fue torpe y desmemoriado, el gesto de
alguien que no sabe lo que hace, pero que de todos modos no puede dejar de
hacerlo. Se incorporó lentamente, como asqueado de una repentina ternura
semejante al más extremo desamparo y quitándose el saco arropó con él a la
criatura húmeda y lloriqueante.
Cada vez más rápido, corriendo casi se alejó del yuyal con el vagido y desapareció
en la oscuridad.
17
Actividad de aprendizaje 2. Realiza un breve texto en el que definas y expliques
que es literatura. Lee el texto en clase y discutan las diversas propuestas al
respecto.
En el texto El baldío hay algunos enunciados que pueden servirnos para abordar el
siguiente tema. Leemos en alguna parte: “una claridad amarilla que llegó en
oleadas”, “La oscuridad volvió a tragarlas enseguida”, “No tenían cara, chorreados,
comidos por la oscuridad”. En estos ejemplos, está presente lo que suele llamarse
el carácter connotativo del lenguaje. Éste va más allá del hecho de querer informar
algo y tiene la intención de otorgar nuevas formas de significado al lenguaje. Esta
es una de las características de la literatura. Román Jakobson fue un importante
lingüista que estudió con fervor y profundidad estos temas. Formó parte del grupo
de los formalistas rusos. Su esquema de los Factores de la comunicación y
18
funciones de la lengua, es una aportación sumamente valiosa para el estudio de la
especificidad literaria, de la naturaleza de lo literario.
Contexto Referencial
-------------- -------------------------------------
Contacto Fática
Código Metalingüística
Jakonson explica claramente que “Cada uno de esos seis elementos determina una
función diferente del lenguaje”. De ahí que, “La estructura verbal del mensaje
8
Roman Jakobson, Lingüística y poética, Madrid, Editorial Cátedra, 2002, p. 34.
19
depende, básicamente, de la función predominante”. Por ejemplo, si el proceso de
comunicación está enfocado hacia el emisor, se presenta la función emotiva. “Esto
tiende a producir la impresión de una cierta emoción, ya sea verdadera o fingida”.
Las interjecciones son un ejemplo de esta función. O bien, expresiones como:
“¡Bravo!”, “¡Que alegría verte!”, que están centradas en la emoción del hablante.
9
Ídem., p. 35.
10
ídem., p. 36.
11
Ídem., p. 37.
20
La función referencial es la conativa, la relacionada con el contexto. El
mensaje se reconoce rápidamente en los referentes contextuales. Las palabras
remiten rápidamente a los objetos, a las situaciones describibles de manera puntual.
El mensaje fácilmente se puede verificar, es unívoco, objetivo.
En la novela Moby Dick, Melville se refiere a la cojera del personaje del capital Ahab
como:
Un paso tartamudo
musicalizaron
Pétalos en el aire,
Desvanecida primavera.
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En estos ejemplos, la función poética está presente. El escritor orienta su mensaje
lingüístico hacia la forma, sugiriendo con ello nuevos significados. Esta forma de
generar un lenguaje polisémico por medio del uso y la combinación de los signos
lingüísticos es una característica de la literatura.
Actividad de aprendizaje 3.
a) Lee el poema de Natalia Toledo y comenta en clase su contenido -
-de que nos habla-- y la forma en que está escrito. Para ello
recupera las ideas de Alfonso Reyes. Menciona además los versos
en los que se presente la función poética.
b) Elabora un breve poema, siguiendo el estilo de Natalia Toledo en el
que expreses lo que eres y lo que recuerdas.
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Lectura 2
23
naca’ layú ne guirá lidxi.
Ti bandá’ gudindenecabe,
ti miati’ nalase’ zuguaa chaahui’galaa gui’xhi’ ró.
Ti bacuxu’ sti nisa, sti yaga guie’, cadi sti binni.
Naca’ tini bi’na’ Xabizende.
Naca’ ti bereleele bitixhie’cabe diidxa’ gulené.
Subproducto 2. Poema
24
nuestros conocimientos de la ciencia, la historia, y de muchas disciplinas que ahora
estudias, a partir de novedosas representaciones de la realidad.
12
Diógenes Valdez, El arte de escribir cuentos (Apuntes para una didáctica de la narrativa breve), Santo
Domingo, Editora Manati, 2003, p. 39.
25
literarios para que de manera libre, con tu profesor y tus compañeros, abras un
diálogo.
Lectura 3
Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj*
Julio Cortázar
Piensa en esto: cuando te
regalan un reloj te regalan un
pequeño infierno florido, una
cadena de rosas, un calabozo de
aire. No te dan solamente el reloj,
que los cumplas muy felices y
esperamos que te dure porque es
de buena marca, suizo con
áncora de rubíes; no te regalan
solamente ese menudo
picapedrero que te atarás a la
muñeca y pasearás contigo. Te
regalan —no lo saben, lo terrible
es que no lo saben—, te regalan
un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no
es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito
desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de
darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga
siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en
las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio
telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que
se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de
que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de
26
comparar tu reloj con los demás
relojes. No te regalan un reloj, tú
eres el regalado, a ti te ofrecen
para el cumpleaños del reloj.
*Tomado de Historia de
cronopios y famas, Buenos Aires,
Alfaguara, 2016.
27
*Poemas tomados de la Revista Letraslibres, Palíndromos de Merlina Acevedo, 15 de
agosto de 2019.
Las preguntas, las actividades que pueden surgir a partir de estos textos son
muchas. Objetos como el reloj, que hoy en día se usa menos que en el momento
que escribió su cuento Julio Cortázar, ahora son suplantados por otros objetos que
sí generan, si no los sabemos utilizar, una verdadera esclavitud en el ser humano.
Como se puede ver las
posibilidades de la literatura
permiten explayar nuestra
imaginación, explorando
conductas cotidianas, situaciones
que tienen que ver con la vida y
con la experiencia cotidiana.
Además, permiten elaborar juegos
con el lenguaje, como los poemas
que realiza Melvina Acevedo.
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3) Elabora un comentario sobre el contenido de la exposición
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¿Por qué permanecen y llegan hasta nuestra época una cantidad de autores
representativos de diferentes épocas? Seguramente hay algo de afortunado azar
en esta situación, pero también un conjunto de factores que es sumamente
importante tomar en cuenta. La literatura, como la organización de un conjunto de
obras características de una época, en ocasiones se institucionaliza, se define a
partir de postulados de importantes grupos literarias y de la crítica, de las masas de
lectores, de académicos que seleccionan de manera jerárquica las aportaciones
que han hecho los escritores al arte literario. Su decisión, a veces puede ser
arbitraria, ya que existen grandes escritores que en ocasiones quedan fuera de los
manuales de literatura. Pero lo que sí es un hecho, es que esta organización nos
permite ubicarnos para realizar nuestras lecturas, tener una mirada general sobre
eso que se produjo en una época determinada, para después ampliar, si lo
queremos, nuestro horizonte de lecturas. A este listado de autores representativos
de la literatura universal, lo denominamos “el canon”. La RAE lo reconoce como el
“catálogo de autores u obras de un género de la literatura o el pensamiento tenidos
por modélicos”. El término lo podemos tomar también de El canon occidental, el
polémico libro del crítico norteamericano Harold Bloom. En dicha obra, el autor
29
elabora un “catálogo de libros preceptivos”. Bloom plantea la pregunta necesaria:
“¿Qué debe intentar leer el individuo que todavía desea leer en este momento de la
historia?”, una pregunta necesaria, si tomamos en cuenta que: “el que lee debe
elegir, puesto que literalmente no hay
tiempo suficiente para leerlo todo, aun
cuando uno no hiciera otra cosa en todo el
día”. Bloom coloca en el centro de este
canon a William Shakespeare. De acuerdo
a sus palabras, se trata de “el más grande
escritor que podremos llegar a conocer”.13
Junto al escritor al escritor inglés, Bloom ha
seleccionado para este canon a 25 autores
más, entre los que se incluyen los nombres
de Dante, Cervantes, Tolstói, Wordsworth,
Montaigne, Joyce, Dickens, Neruda, Emily
Dickinson, Walt Whitman, Proust, Borges y
Beckett.
13
Harold Bloom, El canon occidental, Barcelona, Editorial Anagrama, 2006, p. 13.
30
autores que nos emocionaron y que desarrollaron en nosotros una nueva
sensibilidad estética.
Actividad de aprendizaje 5.
De los escritores mencionados en El canon occidental de Harold Bloom
elige una obra o el fragmento de una obra y léela. Realiza un resumen de
la historia de la obra leída. También comenta por escrito tu experiencia de
lectura.
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Subproducto 3. Resumen
No hay un camino único para abordar una obra literaria. Decir que una obra se debe
leer de una sola manera, quizá nos limitaría nuestro camino como lectores. Por
principio está el placer, el gusto de leer esos libros por el interés que propician sus
31
temáticas, o por la convocatoria que abren para descubrir y aprender de ellos
nuevas cosas. Los que estudian el tema de cómo se aborda una obra literaria,
hablan de una serie de enfoques que es importante conocer.
14
Ignacio Trejo Fuentes, Faros y sirenas, México, Plaza y Valdés, 1988.
32
enfoque cercano al goce de los libros sin
una mediación conceptual ni teórica.
33
Es necesario no pensar que uno de estos métodos es el más importante. ¿Por qué?
Porque la literatura es mucho más que eso. Sin embargo, recoger elementos de
algunas de estas importantes perspectivas, nos permite interpretar de una manera
más rigurosa una obra literaria. Incluso, no se descarta que, al incorporar estas
formas de concebir la literatura, éstas ayuden de manera más completa a la
realización del trabajo interdisciplinario con otras asignaturas.
Actividad de aprendizaje 6. Lee el texto Nos han dado la tierra de Juan Rulfo y
después realiza las actividades indicadas.
a) Explica de manera general de qué trata el texto que leíste.
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b) Para complementar la lectura de este texto, e interpretarlo de una manera
más completa que actividad de investigación realizarías.
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c) Si te pidieran que interpretaras el texto a partir de alguno de los métodos
anteriores, ¿Cuál elegirías? (Explica por qué)
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Lectura 4
Juan Rulfo
Después de tantas horas de caminar sin encontrar ni una sombra de árbol, ni una
semilla de árbol, ni una raíz de nada, se oye el ladrar de los perros.
Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habría
después; que no se podría encontrar nada al otro lado, al final de esta llanura rajada
de grietas y de arroyos secos. Pero sí, hay algo. Hay un pueblo. Se oye que ladran
los perros y se siente en el aire el olor del humo, y se saborea ese olor de la gente
como si fuera una esperanza.
Pero el pueblo está todavía muy allá. Es el viento el que lo acerca. Hemos venido
caminando desde el amanecer. Ahorita son algo así como las cuatro de la tarde.
Alguien se asoma al cielo, estira los ojos hacia donde está colgado el sol y dice:
-Son como las cuatro de la tarde.
Ese alguien es Melitón. Junto
con él, vamos Faustino, Esteban
y yo. Somos cuatro. Yo los
cuento: dos adelante, otros dos
atrás. Miro más atrás y no veo a
nadie. Entonces me digo:
"Somos cuatro." Hace rato,
como a eso de las once, éramos
veintitantos, pero puñito a puñito se han ido desperdigando hasta quedar nada más
35
que este nudo que somos nosotros. Faustino dice:
-Puede que llueva.
Todos levantamos la cara y miramos una nube negra y pesada que pasa por
encima de nuestras cabezas. Y pensamos: "Puede que sí."
No decimos lo que pensamos. Hace ya tiempo que se nos acabaron las ganas de
hablar. Se nos acabaron con el calor. Uno platicaría muy a gusto en otra parte,
pero aquí cuesta trabajo. Uno platica aquí y las palabras se calientan en la boca
con el calor de afuera, y se le Imágenes de Los confines. Una película realizada por Mitl Valdez,
resecan a uno en la lengua hasta basada en algunos cuentos de Juan Rulfo. Producida en 1987 y
estrenada hasta 1992.
que acaban con el resuello. Aquí
así son las cosas. Por eso a nadie le da por platicar.
Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la tierra y dejando
una plasta como la de un salivazo. Cae sola. Nosotros esperamos a que sigan
cayendo más y las buscamos con los ojos. Pero no hay ninguna más. No llueve.
Ahora si se mira el cielo se ve a la nube aguacera corriéndose muy lejos, a toda
prisa. El viento que viene del pueblo se le arrima empujándola contra las sombras
azules de los cerros. Y a la gota caída por equivocación se la come la tierra y la
desaparece en su sed.
¿Quién diablos haría este llano tan grande? ¿Para qué sirve, eh? Hemos vuelto a
caminar. Nos habíamos detenido para ver llover. No llovió. Ahora volvemos a
caminar. Y a mí se me ocurre que hemos caminado más de lo que llevamos
andado. Se me ocurre eso. De haber llovido quizá se me ocurrieran otras cosas.
Con todo, yo sé que desde que yo era muchacho, no vi llover nunca sobre el llano,
lo que se llama llover.
No, el Llano no es cosa que sirva. No hay ni conejos ni pájaros. No hay nada. A no
ser unos cuantos huizaches trespeleques y una que otra manchita de zacate con
las hojas enroscadas; a no ser eso, no hay nada.
Y por aquí vamos nosotros. Los cuatro a pie. Antes andábamos a caballo y
traíamos terciada una carabina. Ahora no traemos ni siquiera la carabina. Yo
siempre he pensado que en eso de quitarnos la carabina hicieron bien. Por acá
resulta peligroso andar armado. Lo matan a uno sin avisarle, viéndolo a toda hora
36
con "la 30" amarrada a las correas. Pero los caballos son otro asunto. De venir a
caballo ya hubiéramos probado el agua verde del río, y paseado nuestros
estómagos por las calles del pueblo para que se les bajara la comida. Ya lo
hubiéramos hecho de tener todos aquellos caballos que teníamos. Pero también
nos quitaron los caballos junto con la carabina.
Vuelvo hacia todos lados y miro el Llano. Tanta y tamaña tierra para nada. Se le
resbalan a uno los ojos al no encontrar cosa que los detenga. Sólo unas cuantas
lagartijas salen a asomar la cabeza por encima de sus agujeros, y luego que
sienten la tatema del sol, corren a esconderse en la sombrita de una piedra. Pero
nosotros, cuando tengamos que trabajar aquí, ¿qué haremos para enfriarnos del
sol, eh? Porque a nosotros nos dieron esta costra de tapetate para que la
sembráramos.
Nos dijeron:
-Del pueblo para acá es de
ustedes. Nosotros
preguntamos:
-¿El Llano?
-Sí, el Llano. Todo el Llano Grande.
Nosotros paramos la jeta para decir que el Llano no lo queríamos. Que queríamos
lo que estaba junto al río. Del río para allá, por las vegas, donde están esos árboles
llamados casuarinas y las parameras y la tierra buena. No este duro pellejo de vaca
que se llama Llano. Pero no nos dejaron decir nuestras cosas. El delegado no venía
a conversar con nosotros. Nos puso los papeles en la mano y nos dijo:
-No se vayan a asustar por tener tanto terreno para ustedes solos.
-Es que el Llano, señor delegado...
-Son miles y miles de yuntas.
-Pero no hay agua. Ni siquiera para hacer un buche hay agua.
-¿Y el temporal? Nadie les dijo que se les iba a dotar con tierras de riego. En
cuanto allí llueva, se levantará el maíz como si lo estiraran.
-Pero, señor delegado, la tierra está deslavada, dura. No creemos que el arado
se entierre en esa como cantera que es la tierra del Llano. Habría que hacer
37
agujeros con el azadón para sembrar la semilla y ni aun así es positivo que nazca
nada; ni maíz ni nada nacerá.
-Eso manifiéstenlo por escrito. Y ahora váyanse. Es al latifundio al que tienen que
atacar, no al Gobierno que les da la tierra.
-Espérenos usted, señor delegado. Nosotros no hemos dicho nada contra el
Centro. Todo es contra el Llano... No se puede contra lo que no se puede. Eso es
lo que hemos dicho... Espérenos usted para explicarle. Mire, vamos a comenzar
por dónde íbamos...
Pero él no nos quiso oír.
Así nos han dado esta tierra. Y en este comal acalorado quieren que sembremos
semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantará de
aquí. Ni zopilotes. Uno los ve allá cada y cuando, muy arriba, volando a la carrera;
tratando de salir lo más pronto posible de este blanco terregal endurecido, donde
nada se mueve y por donde uno camina como reculando. Melitón dice:
-Esta es la tierra que nos han
dado. Faustino dice:
-¿Qué?
Yo no digo nada. Yo pienso: "Melitón no tiene la cabeza en su lugar. Ha de ser el
calor el que lo hace hablar así. El calor, que le ha traspasado el sombrero y le ha
calentado la cabeza. Y si no, ¿por qué dice lo que dice? ¿Cuál tierra nos han
dado, Melitón? Aquí no hay ni la tantita que necesitaría el viento para jugar a los
remolinos."
Melitón vuelve a decir:
-Servirá de algo. Servirá aunque sea para correr yeguas.
-¿Cuáles yeguas? -le pregunta Esteban.
Yo no me había fijado bien a bien en Esteban. Ahora que habla, me fijo en él.
Lleva puesto un gabán que le llega al ombligo, y debajo del gabán saca la cabeza
algo así como una gallina. Sí, es una gallina colorada la que lleva Esteban debajo
del gabán. Se le ven los ojos dormidos y el pico abierto como si bostezara. Yo le
pregunto:
-Oye, Teban, ¿de dónde pepenaste esa gallina?
38
-Es la mía- dice él.
-No la traías antes. ¿Dónde la mercaste, eh?
-No la merque, es la gallina de mi corral.
-Entonces te la trajiste de bastimento, ¿no?
-No, la traigo para cuidarla. Mi casa se quedó sola y sin nadie para que le diera
de comer; por eso me la traje. Siempre que salgo lejos cargo con ella.
-Allí escondida se te va a ahogar. Mejor sácala al aire. Él se la acomoda debajo
del brazo y le sopla el aire caliente de su boca. Luego dice:
-Estamos llegando al derrumbadero.
Yo ya no oigo lo que sigue diciendo Esteban. Nos hemos puesto en fila para bajar
la barranca y él va mero adelante. Se ve que ha agarrado a la gallina por las patas
y la zangolotea a cada rato, para no golpearle la cabeza contra las piedras.
Conforme bajamos, la tierra se hace buena. Sube polvo desde nosotros como si
fuera un atajo de mulas lo que bajará por allí; pero nos gusta llenarnos de polvo.
Nos gusta. Después de venir durante once horas pisando la dureza del Llano, nos
sentimos muy a gusto envueltos en aquella cosa que brinca sobre nosotros y sabe
a tierra.
Por encima del río, sobre las copas verdes de las casuarinas, vuelan parvadas de
chachalacas verdes. Eso también es lo que nos gusta. Ahora los ladridos de los
perros se oyen aquí, junto a nosotros, y es que el viento que viene del pueblo
retacha en la barranca y la llena de todos sus ruidos.
Esteban ha vuelto a abrazar su gallina cuando nos acercamos a las primeras
casas. Le desata las patas para desentumecerla, y luego él y su gallina
desaparecen detrás de unos tepemezquites.
-¡Por aquí arriendo yo! -nos dice Esteban.
Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo. La tierra que nos han dado
está allá arriba.
39
Seguimos dialogando sobre literatura, ahora en torno a un elemento que es
necesario conocer: el héroe. Se trata de una figura de gran importancia en la
literatura. Al revisar el canon de Bloom, se establece que la presencia de este tipo
de personajes resulta esencial para tener una visión más amplia del desarrollo de
la literatura a lo largo de la historia. La presencia de héroes se ha manifestado en
todas las épocas. Las historias nacionales, por ejemplo, están repletas de estas
figuras. Y la literatura lo incluye también entre los arquetipos representativos de la
narratología, como cierto tipo de protagonista de una obra de ficción. Si bien es
cierto que aún podemos seguir hablando de héroes, es importante señalar que este
tipo de figuras hunde sus raíces en el origen de la historia de la literatura misma.
En la obra sumeria Poema de Gilgamesh, lejana en el tiempo, pero muy cercana
en su ejemplificación de valores humanos universales, la figura del héroe es
esencial. Otra obra fundacional, La Ilíada, está llena de héroes de las más diversas
características. Las páginas de ese inmenso poema épico, nos llevan la mano por
las más asombrosas hazañas de personajes que destacan por su valor, por ser
capaces de realizar acciones arriesgadas. Sus virtudes los convierten en
personajes admirados, necesarios, aunque también detestados por los grupos
antagónicos a ellos. Esto implica que, por su naturaleza, el héroe también corra
riesgos al realizar determinadas acciones. Si bien hay ciertos rasgos y
atrevimientos en él que lo hacen participar en situaciones de riesgo, su
omnipotencia no está del todo garantizada. Recordemos que, en los mitos
antiguos, era un hombre nacido de un dios o una diosa, pero también de un ser
humano. Y a pesar de tener mayores virtudes que un hombre, su fuerza era menor
a la de los dioses. De igual importancia es la presencia de las heroínas. La literatura
griega de la antigüedad clásica está llena de estos magníficos personajes. Ellas
contribuyeron a dar una mayor riqueza y una ejemplar fuerza argumental a las
obras de este periodo, y de las siguientes épocas, originando personajes
40
femeninos imborrables en la
historia de la literatura.
La figura del héroe sigue
teniendo presencia a lo largo de
la historia. Tanto la literatura de
Roma y la misma historia de este
imperio, están repletas de
personajes que se distinguen por
sus grandes hazañas. En
ocasiones, ya no se trata de
personajes derivados de
divinidades, ellos encarnan
La pintura también ha representado grandes héroes de la literatura.
fuerzas más humanas, y su En la imagen Briseida devuelta a Aquiles por Néstor (1630 – 1635) de
tiempo en la tierra, la inevitable Pedro Pablo Rubens.
muerte, la asumen de manera consciente.
Esta expansión de figuras sigue durante el periodo medieval. La novela de
caballería, por ejemplo, comprende una serie de héroes que se convertirán en
ejemplares para la literatura. Personajes como Amadís de Gaula, Orlando el
furioso, Tirand lo Blanch, bien podrían entrar en esta categoría de figuras. En siglos
posteriores, la creación de estos personajes sigue manifestándose todavía. Aún en
la actualidad, la literatura juvenil, ha sido prodigiosa en la creación de este tipo de
personajes, prueba de ello es el inevitable éxito de las novelas y las películas de
Harry Potter, creado por la escritora británica J. K. Rowling.
Las figuras de los héroes son variadas, complejas. Carlyle en su trabajo
sobre los héroes estableció una serie de categorías que es necesario señalar: el
héroe como profeta, poeta, dios, sacerdote, rey o como hombre de letras.
Esta retrospectiva del héroe, permite remontarnos un poco a la historia y
recordar esa Grecia que construyó los grandes pilares de la literatura con los dos
grandes poemas épicos de Homero.
41
equipos.
Después de leer el canto 22, responde las siguientes preguntas:
1. ¿Qué aconseja el anciano Priamo a Héctor?
2. ¿Qué aconseja Hécabe o Hécuba a su hijo Héctor?
3. ¿Qué pensamientos envuelve la mente de Héctor antes del combate?
4. Aquiles no quería que otros hirieran a Héctor, ¿por qué?
5. ¿A quién favorecían los dioses en el conflicto? (explica la postura de ellos)
6. ¿Qué hubieras hecho en el lugar de Héctor? (explica por qué)
7. ¿Has actuado alguna vez como un héroe? (explica tu experiencia)
8. ¿Qué características debe tener un héroe en nuestra época para resolver
las problemáticas de tu entorno?
Subproducto 4. Cuestionario
Lectura 5
Ilíada
Homero
Canto 22 (La muerte de Héctor)
MUERTE DE HÉCTOR
1
Los teucros, refugiados en la ciudad como cervatos, se recostaban en los
hermosos baluartes, refrigeraban el sudor y bebían para apagar la sed; y en
tanto, los aqueos se iban acercando a la muralla, protegiendo sus hombros con
los escudos. El hado funesto sólo detuvo a Héctor para que se quedara fuera de
Ilión, en las puertas Esceas.
7
Y Febo Apolo dijo al Pelida: — ¿Por qué, oh hijo de Peleo, persigues en veloz
carrera, siendo tú mortal, a un dios inmortal? Aún no conociste que soy una
deidad, y no cesa tu deseo de alcanzarme. Ya no te cuidas de pelear con los
42
teucros, a quienes pusiste en fuga; y éstos han entrado en la población, mientras
te extraviabas viniendo aquí. Pero no me matarás, porque el hado no me
condenó a morir.
14
Muy indignado le respondió Aquileo, el de los pies ligeros: — ¡Oh Flechador, el
más funesto de todos los dioses! Me engañaste, trayéndome acá desde la
muralla, cuando todavía hubieran mordido muchos la tierra antes de llegar a Ilión.
Me has privado de alcanzar una gloria no pequeña, y has salvado con facilidad
a los teucros, porque no temías que luego me vengara. Y ciertamente me
vengaría de tí, si mis fuerzas lo permitieran.
21
Dijo, y muy alentado, se encaminó apresuradamente a la ciudad, como el corcel
vencedor en la carrera de carros trota veloz por el campo; tan ligeramente movía
Aquileo pies y rodillas.
25
El anciano Príamo fue el primero que con sus propios ojos le vio venir por la
llanura, tan resplandeciente como el astro que en el otoño se distingue por sus
vivos rayos entre muchas estrellas durante la noche obscura y recibe el nombre
de perro de Orión, el cual, con ser brillantísimo constituye una señal funesta,
porque trae excesivo calor a los míseros mortales; de igual manera centelleaba
el bronce sobre el pecho del héroe, mientras éste corría. Gimió el viejo, golpeóse
la cabeza con las manos levantadas y profirió grandes voces y lamentos
dirigiendo súplicas a su hijo. Héctor continuaba inmóvil ante las puertas y sentía
vehemente deseo de combatir con Aquileo. Y el anciano, tendiéndole los brazos,
le decía en tono lastimero:
38
—¡Héctor, hijo querido! No aguardes, solo y lejos de los amigos, a ese hombre,
para que no mueras presto a manos del Pelida, que es mucho más vigoroso.
¡Cruel! Así fuera tan caro a los dioses como a mí: pronto se lo comerían, tendido
en el suelo, los perros y los buitres, y mi corazón se libraría del terrible pesar. Me
ha privado de muchos y valientes hijos matando a unos y vendiendo a otros en
43
remotas islas. Y ahora que los teucros se han
encerrado en la ciudad, no acierto a ver a mis
dos hijos Licaón y Polidoro, que parió Laótoe,
ilustre entre las mujeres. Si están vivos en el
ejército, los rescataremos con oro y bronce,
que todavía lo hay en el palacio; pues a
Laótoe la dotó espléndidamente su anciano
padre, el ínclito Altes. Pero si han muerto y se
hallan en la morada de Hades, el mayor dolor
será para su madre y para mí, que los
engendramos; porque el del pueblo durará
menos, si no mueres tú, vencido por Aquileo.
Ven adentro del muro, hijo querido, para que
salves a los troyanos y a las troyanas, y no
quieras proporcionar inmensa gloria al Pelida
y perder tú mismo la existencia. Compadécete también de mí, de este infeliz y
desgraciado que aún conserva la razón; pues el padre Cronión me hará perecer
en la senectud y con aciaga suerte, después de presenciar muchas desventuras:
muertos mis hijos, esclavizadas mis hijas, destruidos los tálamos, arrojados los
niños por el suelo en el terrible combate y las nueras arrastradas por las funestas
manos de los aqueos. Y cuando, por fin, alguien me deje sin vida los miembros,
hiriéndome con el agudo bronce o con arma arrojadiza, los voraces perros que
con comida de mi mesa crié en el palacio para que lo guardasen, despedazarán
mi cuerpo en la parte exterior, beberán mi sangre, y saciado el apetito, se
tenderán en el pórtico. Yacer en el suelo, habiendo sido atravesado en la lid por
el agudo bronce, es decoroso para un joven, y cuanto de él pueda verse, todo es
bello, a pesar de la muerte; pero que los perros destrocen la cabeza y la barba
encanecidas y las vergüenzas de un anciano muerto en la guerra, es lo más triste
de cuanto les puede ocurrir a los míseros mortales.
77
Así se expresó el anciano, y con las manos se arrancaba de la cabeza muchas
44
canas, pero no logró persuadir a Héctor. La madre de éste, que en otro sitio se
lamentaba llorosa, desnudó el seno, mostróle el pecho, y derramando lágrimas,
dijo estas aladas palabras:
82
—¡Héctor! ¡Hijo mío! Respeta este seno y apiádate de mí. Si en otro tiempo te
daba el pecho para acallar tu lloro, acuérdate de tu niñez, hijo amado; y
penetrando en la muralla, rechaza desde la misma a ese enemigo y no salgas a
su encuentro. ¡Cruel! Si te mata, no podré llorarte en tu lecho, querido pimpollo
a quien parí y tampoco podrá hacerlo tu rica esposa; porque los veloces perros
te devorarán muy lejos de nosotras, junto a las naves argivas.
90
De esta manera Príamo y Hécabe hablaban a su hijo, llorando y dirigiéndole
muchas súplicas, sin que lograsen persuadirle, pues Héctor seguía aguardando
a Aquileo, que ya se acercaba. Como silvestre dragón que, habiendo comido
hierbas venenosas, espera ante su guarida a un hombre y con feroz cólera echa
terribles miradas y se enrosca en la entrada de la cueva; así Héctor, con
inextinguible valor, permanecía quieto, desde que arrimó el terso escudo a la
torre prominente. Y gimiendo, a su magnánimo espíritu le decía:
99
—¡Ay de mí! Si traspongo las puertas y el muro, el primero en dirigirme reproches
será Polidamante, el cual me aconsejaba que trajera el ejército a la ciudad la
noche en que Aquileo decidió volver a la pelea. Pero yo no me dejé persuadir —
mucho mejor hubiera sido aceptar su consejo—, y ahora que he causado la ruina
del ejército con mi imprudencia, temo a los troyanos y a las troyanas, de
rozagantes peplos, y que alguien menos valiente que yo exclame:
107
Héctor, fiado en su pujanza, perdió las tropas. Así hablarán; y preferible fuera
volver a la población después de matar a Aquileo, o morir gloriosamente ante la
misma. ¿Y si ahora, dejando en el suelo el abollonado escudo y el fuerte casco
y apoyando la pica contra el muro, saliera al encuentro de Aquileo, le dijera que
permitía a los Atridas llevarse a Helena y las riquezas que Alejandro trajo a Ilión
45
en las cóncavas naves, que esto fue lo que originó la guerra, y le ofreciera repartir
a los aqueos la mitad de lo que la ciudad contiene; y más tarde tomara juramento
a los troyanos de que, sin ocultar nada, formarían dos lotes con cuantos bienes
existen dentro de esta hermosa ciudad? ... Mas ¿por qué en tales cosas me hace
pensar el corazón? No, no iré a suplicarle; que, sin tenerme compasión ni
respeto, me mataría inerme, como a una mujer, tan pronto como dejara las
armas. Imposible es conversar con él desde lo alto de una encina o de una roca,
como un mancebo y una doncella: sí, como un mancebo y una doncella suelen
conversar. Mejor será empezar el combate, para que veamos pronto a quién el
Olímpico concede la victoria.
131
Tales pensamientos revolvía en su mente, sin moverse de aquel sitio, cuando se
le acercó Aquileo, cual si fuese Ares, el impetuoso luchador, con el terrible fresno
del Pelión sobre el hombro derecho y el cuerpo protegido por el bronce, que
brillaba como el resplandor del encendido fuego o del sol naciente. Héctor, al
verle, se echó a temblar y ya no pudo permanecer allí, sino que dejó las puertas
y huyó espantado. Y el Pelida, confiando en sus pies ligeros, corrió en
seguimiento del mismo. Como en el monte el gavilán, que es el ave más ligera,
se lanza con fácil vuelo tras la tímida paloma: ésta huye con tortuosos giros y
aquél la sigue de cerca, dando agudos graznidos y acometiéndola repetidas
veces, porque su ánimo le incita a cogerla: así Aquileo volaba enardecido y
Héctor movía las ligeras rodillas huyendo azorado en torno de la muralla de
Troya. Corrían siempre por la carretera, fuera del muro, dejando a sus espaldas
la atalaya y el lugar ventoso donde estaba el cabrahigo, y llegaron a los dos
cristalinos manantiales, que son las fuentes del Janto voraginoso. El primero
tiene el agua caliente y lo cubre el humo como si hubiera allí un fuego abrasador;
el agua que del segundo brota es en el verano como el granizo, la fría nieve o el
hielo. Cerca de ambos hay unos lavaderos de piedra, grandes y hermosos,
donde las esposas y las bellas hijas de los troyanos solían lavar sus magníficos
vestidos en tiempo de paz, antes que llegaran los aqueos. Por allí pasaron, el
uno huyendo y el otro persiguiéndole: delante, un valiente huía, pero otro más
46
fuerte le perseguía con ligereza; porque la contienda no era sobre una víctima o
una piel de buey, premios que suelen darse a los vencedores en la carrera, sino
sobre la vida de Héctor, domador de caballos. Como los solípedos corceles que
toman parte en los juegos en honor de un difunto, corren velozmente en torno de
la meta donde se ha colocado como premio importante un trípode o una mujer;
de semejante modo, aquéllos dieron tres veces la vuelta a la ciudad de Príamo,
corriendo con ligera planta. Todas las deidades los contemplaban. Y Zeus, padre
de los hombres y de los dioses, comenzó
a decir:
168
—¡Oh dioses! Con mis ojos veo a un
caro varón perseguido en torno del muro.
Mi corazón se compadece de Héctor que
tantos muslos de buey ha quemado en
mi obsequio en las cumbres del Ida, en
valles abundoso, y en la ciudadela de
Troya; y ahora el divino Aquileo le
persigue con sus ligeros pies en derredor
de la ciudad de Príamo. Ea, deliberad, oh
dioses, y decidid si le salvaremos de la
muerte o dejaremos que, a pesar de ser
esforzado, sucumba a manos del Pelida
Aquileo.
177
Respondióle Atenea, la diosa de los brillantes ojos: — ¡Oh padre, que lanzas el
ardiente rayo y amontonas las nubes! ¿Qué dijiste? ¿De nuevo quieres librar de
la muerte horrísona a ese hombre mortal, a quien tiempo ha que el hado condenó
a morir? Hazlo, pero no todos los dioses te lo aprobaremos.
182
Contestó Zeus, que amontona las nubes: —Tranquilízate, Tritogenea, hija
querida. No hablo con ánimo benigno, pero contigo quiero ser complaciente.
47
Obra conforme a tus deseos y no desistas.
186
Con tales voces instigóle a hacer lo que ella misma deseaba, y Atenea bajó en
raudo vuelo de las cumbres del Olimpo.
188
En tanto, el veloz Aquileo perseguía y estrechaba sin cesar a Héctor. Como el
perro va en el monte por valles y cuestas tras el cervatillo que levantó de la cama,
y si éste se esconde, azorado, debajo de los arbustos, corre aquél rastreando
hasta que nuevamente lo descubre; de la misma manera, el Pelida, de pies
ligeros, no perdía de vista a Héctor. Cuantas veces el troyano intentaba
encaminarse a las puertas Dardanias, al pie de las torres bien construidas, por
si desde arriba le socorrían disparando flechas, otras tantas Aquileo,
adelantándosele, le apartaba hacia la llanura, y aquél volaba sin descanso cerca
de la ciudad. Como en sueños ni el que persigue puede alcanzar al perseguido,
ni éste huir de aquél; de igual manera, ni Aquileo con sus pies podía dar alcance
a Héctor, ni Héctor escapar de Aquileo. ¿Y cómo Héctor se hubiera librado
entonces de la muerte que le estaba destinada si Apolo, acercándosele por la
postrera y última vez, no le hubiese dado fuerzas y agilitado sus rodillas?
205
El divino Aquileo hacía con la cabeza señales negativas a los guerreros, no
permitiéndoles disparar amargas flechas contra Héctor: no fuera que alguien
alcanzara la gloria de herir al caudillo y él llegase el segundo. Mas cuando en la
cuarta vuelta llegaron a los manantiales, el padre Zeus tomó la balanza de oro,
puso en la misma dos suertes —la de Aquileo y la de Héctor domador de
caballos— para saber a quién estaba reservada la dolorosa muerte; cogió por el
medio la balanza, la desplegó, y tuvo más peso el día fatal de Héctor que
descendió hasta el Hades. Al instante Febo Apolo desamparó al troyano. Atenea,
la diosa de los brillantes ojos se acercó al Pelida, y le dijo estas aladas palabras:
216
Espero, oh esclarecido Aquileo, caro a Zeus, que nosotros dos
proporcionaremos a los aqueos inmensa gloria, pues al volver a las naves
48
habremos muerto a Héctor, aunque sea infatigable en la batalla. Ya no se nos
puede escapar, por más cosas que haga el flechador Apolo, postrándose a los
pies del padre Zeus, que lleva la égida. Párate y respira; e iré a persuadir a
Héctor para que luche contigo frente a frente.
224
Así habló Atenea. Aquileo obedeció, con el corazón alegre, y se detuvo en
seguida, apoyándose en el arrimo de la pica de asta de fresno y broncínea punta.
La diosa dejóle y fue a encontrar al divino Héctor. Y tomando la figura y la voz
infatigable de Deífobo, llegóse al héroe y pronunció estas aladas palabras:
229
—¡Mi buen hermano! Mucho te
estrecha el veloz Aquileo,
persiguiéndote con ligero pie
alrededor de la ciudad de Príamo.
Ea, detengámonos y rechacemos
su ataque.
232
Respondióle el gran Héctor de
tremolante casco: —¡Deifobo!
Siempre has sido para mí el
hermano predilecto entre cuantos
somos hijos de Hécabe y de
Príamo; pero desde ahora me
propongo tenerte en mayor
aprecio, porque al verme con tus
ojos osaste salir del muro y los
demás han permanecido dentro.
238
Contestó Atenea, la diosa de los brillantes ojos: —¡Mi buen hermano! El padre,
la venerable madre y los amigos abrazábanme las rodillas y me suplicaban que
me quedara con ellos —¡de tal modo tiemblan todos!— pero mi ánimo se sentía
49
atormentado por grave pesar. Ahora peleemos con brío y sin dar reposo a la
pica, para que veamos si Aquileo nos mata y se lleva nuestros sangrientos
despojos a las cóncavas naves o sucumbe vencido por tu lanza.
247
Así diciendo, Atenea, para engañarle, empezó a caminar. Cuando ambos
guerreros se hallaron frente a frente, dijo el primero el gran Héctor, de tremolante
casco:
250
—No huiré más de ti, oh hijo de Peleo, como hasta ahora. Tres veces di la vuelta,
huyendo, en torno de la gran ciudad de Príamo, sin atreverme nunca a esperar
tu acometida. Mas ya mi ánimo me impele a afrontarte ora te mate, ora me mates
tu. Ea pongamos a los dioses por testigos, que serán los mejores y los que más
cuidarán de que se cumplan nuestros pactos: Yo no te insultaré cruelmente, si
Zeus me concede la victoria y logro quitarte la vida; pues tan luego como te haya
despojado de las magníficas armas, oh Aquileo, entregaré el cadáver a los
aqueos. Obra tú conmigo de la misma manera.
260
Mirándole con torva faz, respondió Aquileo, el de los pies ligeros: — ¡Héctor, a
quien no puedo olvidar! No me hables de convenios. Como no es posible que
haya fieles alianzas entre los leones y los hombres, ni que estén de acuerdo los
lobos y los corderos, sino que piensan continuamente en causarse daño unos a
otros; tampoco puede haber entre nosotros ni amistad ni pactos, hasta que caiga
uno de los dos y sacie de sangre a Ares, infatigable combatiente. Revístete de
toda clase de valor, porque ahora te es muy preciso obrar como belicoso y
esforzado campeón. Ya no te puedes escapar. Palas Atenea te hará sucumbir
pronto, herido por mi lanza, y pagarás todos juntos los dolores de mis amigos, a
quienes mataste cuando manejabas furiosamente la pica.
273
En diciendo esto, blandió y arrojó la fornida lanza. El esclarecido Héctor, al verla
venir, se inclinó para evitar el golpe: clavóse aquella en el suelo, y Palas Atenea
la arrancó y devolvió a Aquileo, sin que Héctor, pastor de hombres, lo advirtiese.
50
Y Héctor dijo al eximio Pelida:
279
—¡Erraste el golpe, deiforme Aquileo! Nada te había revelado Zeus acerca de mi
destino como afirmabas: has sido un hábil forjador de engañosas palabras, para
que, temiéndote, me olvidara de mi valor y de mi fuerza. Pero no me clavarás la
pica en la espalda, huyendo de ti: atraviésame el pecho cuando animoso y frente
a frente te acometa, si un dios te lo permite. Y ahora guárdate de mi broncínea
lanza. ¡Ojalá que todo su hierro se escondiera en tu cuerpo! La guerra sería más
liviana para los teucros si tú murieses, porque eres su mayor azote.
289
Así habló; y blandiendo la ingente lanza, despidióla sin errar el tiro; pues dio un
bote en el escudo del Pelida. Pero la lanza fue rechazada por la rodela, y Héctor
se irritó al ver que aquélla había sido
arrojada inútilmente por su brazo;
paróse, bajando la cabeza pues no tenía
otra lanza de fresno y con recia voz
llamó a Deífobo, el de luciente escudo,
y le pidió una larga pica. Deífobo ya no
estaba a su vera. Entonces Héctor
comprendiólo todo, y exclamo:
297
—¡Oh! Ya los dioses me llaman a la
muerte. Creía que el héroe Deífobo se
hallaba conmigo, pero está dentro del
muro, y fue Atenea quien me engañó.
Cercana tengo la perniciosa muerte,
que ni tardará ni puedo evitarla. Así les habrá placido que sea, desde hace
tiempo, a Zeus y a su hijo, el Flechador;
los cuales, benévolos para conmigo, me
salvaban de los peligros. Cumplióse mi destino. Pero no quisiera morir
cobardemente y sin gloria; sino realizando algo grande que llegara a
51
conocimiento de los venideros.
306
Esto dicho, desenvainó la aguda espada, grande y fuerte, que llevaba al costado.
Y encogiéndose, se arrojó como el águila de alto vuelo se lanza a la llanura,
atravesando las pardas nubes, para arrebatar la tierna corderilla o la tímida
liebre; de igual manera arremetió Héctor blandiendo la aguda espada. Aquileo
El cine no ha dejado de realizar versiones de embistióle, a su vez, con el corazón
estas grandiosas historias de la literatura.
rebosante de feroz cólera: defendía su
pecho con el magnífico escudo labrado, y movía el luciente casco de cuatro
abolladuras, haciendo ondear las bellas y abundantes crines de oro que Hefesto
colocara en la cimera. Como el Véspero, que es el lucero más hermoso de
cuantos hay en el cielo, se presenta rodeado de estrellas en la obscuridad de la
noche; de tal modo brillaba la pica de larga punta que en su diestra blandía
Aquileo, mientras pensaba en causar daño al divino Héctor y miraba cuál parte
del hermoso cuerpo del héroe ofrecería menos resistencia. Este lo tenía
protegido por la excelente armadura que quitó a Patroclo después de matarle, y
sólo quedaba descubierto el lugar en que las clavículas separan el cuello de los
hombros, la garganta, que es el sitio por donde más pronto sale el alma: por allí
el divino Aquileo envasóle la pica a Héctor, que ya le atacaba, y la punta,
atravesando el delicado cuello, asomó por la nuca. Pero no le cortó el garguero
con la pica de fresno que el bronce hacia ponderosa, para que pudiera hablar
algo y responderle. Héctor cayó en el polvo, y el divino Aquileo se jactó del
triunfo, diciendo:
331
—¡Héctor! Cuando despojabas el cadáver de Patroclo, sin duda te creíste
salvado y no me temiste a mí porque me hallaba ausente. ¡Necio! Quedaba yo
como vengador, mucho más fuerte que él, en las cóncavas naves, y te he
quebrado las rodillas. A ti los perros y las aves te despedazarán
ignominiosamente, y a Patroclo los aqueos le harán honras fúnebres.
237
Con lánguida voz respondióle Héctor, el de tremolante casco: —Te lo ruego por
52
tu alma, por tus rodillas y por tus padres: ¡No permitas que los perros me
despedacen y devoren junto a las naves aqueas! Acepta el bronce y el oro que
en abundancia te darán mi padre y mi veneranda madre, y entrega a los míos el
cadáver para que lo lleven a mi casa, y los troyanos y sus esposas lo pongan en
la pira.
344
Mirándole con torva faz, le contestó Aquileo, el de los pies ligeros: —No me
supliques, ¡perro!, por mis rodillas ni por mis padres. Ojalá el furor y el coraje me
incitaran a cortar tus carnes y a comérmelas crudas. ¡Tales agravios me has
inferido! Nadie podrá apartar de tu cabeza a los perros, aunque me den diez o
veinte veces el debido rescate y me prometan más, aunque Príamo Dardánida
ordene redimirte a peso de oro; ni aun así, la veneranda madre que te dio a luz
te pondrá en un lecho para llorarte, sino que los perros y las aves de rapiña
destrozarán tu cuerpo.
355
Contestó, ya moribundo, Héctor, el de tremolante casco: — ¡Bien te conozco, y
no era posible que te persuadiese, porque tienes en el pecho un corazón de
hierro. Guárdate de que atraiga sobre ti la cólera de los dioses, el día en que
Paris y Febo Apolo te harán perecer, no obstante tu valor, en las puertas Esceas.
361
Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su manto: el alma voló de los
miembros y descendió al Hades, llorando su suerte, porque dejaba un cuerpo
vigoroso y joven. Y el divino Aquileo le dijo, aunque muerto le viera:
365
—¡Muere! Y yo perderé la vida cuando Zeus y los demás dioses inmortales
dispongan que se cumpla mi destino.
367
Dijo; arrancó del cadáver la broncínea lanza y, dejándola a un lado, quitóle de
los hombros las ensangrentadas armas. Acudieron presurosos los demás
aqueos, admiraron todos el continente y la arrogante figura de Héctor y ninguno
dejó de herirle. Y hubo quien, contemplándole, habló así a su vecino:
53
373
—¡Oh dioses! Héctor es ahora mucho más blando en dejarse palpar que cuando
incendió las naves con el ardiente fuego.
375
Así algunos hablaban, y acercándose le herían. El divino Aquileo, ligero de pies,
tan pronto como hubo despojado el cadáver, se puso en medio de los aqueos y
pronunció estas aladas palabras:
378
—¡Oh amigos, capitanes y príncipes de los argivos! Ya que los dioses nos
concedieron vencer a ese guerrero que causó mucho más daño que todos los
otros juntos, ea, sin dejar las armas cerquemos la ciudad para conocer cuál es
el propósito de los troyanos: si abandonarán la ciudadela por haber sucumbido
Héctor, o se atreverán a quedarse todavía a pesar de que éste ya no existe. Mas
¿por qué en tales cosas me hace pensar el corazón? En las naves yace Patroclo
muerto, insepulto y no llorado; y no le olvidaré, en tanto me halle entre los vivos
y mis rodillas se muevan; y si en el Hades se olvida a los muertos, aun allí me
acordaré del compañero amado. Ahora, ea, volvamos, cantando el peán, a las
cóncavas naves, y llevémonos este cadáver. Hemos ganado una gran victoria:
matamos al divino Héctor, a quien dentro de la ciudad los troyanos dirigían votos
cual si fuese un dios.
395
Dijo; y para tratar ignominiosamente al divino Héctor, le horadó los tendones de
detrás de ambos pies desde el tobillo hasta el talón; introdujo correas de piel de
buey, y le ató al carro, de modo que la cabeza fuese arrastrando; luego,
recogiendo la magnífica armadura, subió y picó a los caballos para que
arrancaran, y éstos volaron gozosos. Gran polvareda levantaba el cadáver
mientras era arrastrado: la negra cabellera se esparcía por el suelo, y la cabeza,
antes tan graciosa, se hundía en el polvo; porque Zeus la entregó entonces a los
enemigos, para que allí, en su misma patria, la ultrajaran.
405
Así la cabeza de Héctor se manchaba de polvo. La madre, al verlo, se arrancaba
54
los cabellos; y arrojando de sí el blanco velo, prorrumpió en tristísimos sollozos.
El padre suspiraba lastimeramente, y alrededor de él y por la ciudad el pueblo
gemía y se lamentaba. No parecía sino que la excelsa Ilión fuese desde su
cumbre devorada por el fuego. Los guerreros apenas podían contener al
anciano, que, excitado por el pesar, quería salir por las puertas Dardanias, y
revolcándose en el lodo, les suplicaba a todos llamándoles por sus respectivos
nombres:
416
—Dejadme, amigos, por más intranquilos que estéis; permitid que, saliendo solo
de la ciudad, vaya a las naves aqueas y ruegue a ese hombre pernicioso y
violento: acaso respete mi edad y se apiade de mi vejez. Tiene un padre como
yo, Peleo, el cual le engendró y crió para que fuese una plaga de los troyanos;
pero es a mí a quien ha causado más pesares. ¡A cuántos hijos míos mató, que
se hallaban en la flor de la juventud! Pero no me lamento tanto por ellos, aunque
su suerte me haya afligido, como por uno cuya pérdida me causa el vivo dolor
que me precipitará al Hades: por Héctor, que hubiera debido morir en mis brazos,
y entonces nos hubiésemos saciado de llorarle y plañirle la infortunada madre
que le dio a luz y yo mismo.
429
Así habló, llorando, y los ciudadanos suspiraron. Y Hécabe comenzó entre las
troyanas el funeral lamento:
431
—¡Oh hijo! ¡Ay de mí, desgraciada! ¿Por qué viviré después de padecer terribles
penas y de haber muerto tú? Día y noche eras en la ciudad motivo de orgullo
para mí y el baluarte de los troyanos y troyanas, que te saludaban como a un
dios. Vivo, constituías una excelsa gloria para ellos, pero ya la muerte y el hado
te alcanzaron.
437
Así dijo llorando. La esposa de Héctor nada sabía, pues ningún mensajero le
llevó la noticia de que su marido se quedara fuera del muro; y en lo más hondo
del alto palacio tejía una tela doble y purpúrea, que adornaba con labores de
55
variado color. Había mandado a las esclavas de hermosas trenzas que pusieran
al fuego un trípode grande para que Héctor se bañase en agua tibia al volver de
la batalla. ¡Insensata! Ignoraba que Atenea, la de brillantes ojos, le había hecho
sucumbir lejos del baño a manos de Aquileo. Pero oyó gemidos y lamentaciones
que venían de la torre, estremeciéronse sus miembros, y la lanzadera le cayó al
suelo. Y al instante dijo a las esclavas de hermosas trenzas:
450
—Venid, seguidme dos, voy a ver qué ocurre. Oí la voz de mi venerable suegra;
el corazón me salta en el pecho hacia la boca y mis rodillas se entumecen: algún
infortunio amenaza a los hijos de Príamo. ¡Ojalá que tal noticia nunca llegue a
mis oídos! Pero mucho temo que el divino Aquileo haya separado de la ciudad a
mi Héctor audaz, le persiga a él solo por la llanura y acabe con el funesto valor
que siempre tuvo; porque jamás en la batalla se quedó entre la turba de los
combatientes sino que se adelantaba mucho y en bravura a nadie cedía.
460
Dicho esto, salió apresuradamente del palacio como una loca, palpitándole el
corazón; y dos esclavas la acompañaron. Mas, cuando llegó a la torre y a la
multitud de gente que allí se encontraba, se detuvo, y desde el muro registró el
campo: en seguida vio que los veloces caballos arrastraban cruelmente el
cadáver de Héctor fuera de la ciudad, hacia las cóncavas naves de los aqueos;
las tinieblas de la noche velaron sus ojos, cayó de espaldas y se le desmayó el
alma. Arrancóse de su cabeza los vistosos lazos, la diadema, la redecilla, la
trenzada cinta y el velo que la dorada Afrodita le había dado el día en que Héctor
se la llevó del palacio de Eetión, constituyéndole una gran dote. A su alrededor
hallábanse muchas cuñadas y concuñadas suyas, las cuales la sostenían
aturdida como si fuera a perecer. Cuando volvió en sí y recobró el aliento,
56
lamentándose con desconsuelo, dijo entre las troyanas:
477
—¡Héctor! ¡Ay de mí, infeliz! Ambos nacimos con la misma suerte, tú en Troya,
en el palacio de Príamo; yo en Tebas, al pie del selvoso Placo, en el alcázar de
Eetión el cual me crió cuando niña para que fuese desventurada como él. ¡Ojalá
no me hubiera engendrado! Ahora tú desciendes a la mansión del Hades, en el
seno de la tierra, y
me dejas en el
palacio viuda y
sumida en triste
duelo. Y el hijo,
aún infante, que
engendramos tú y
yo infortunados...
Ni tú serás su
amparo, oh
Héctor, pues has Andrómaca llorando sobre el cadáver de Héctor (1762), del pintor
fallecido; ni él el escocés Gavin Hamilton (1722-1798).
tuyo. Si escapa con vida de la luctuosa guerra de los aqueos tendrá siempre
fatigas y pesares; y los demás se apoderarán de sus campos, cambiando de sitio
los mojones. El mismo día en que un niño queda huérfano, pierde todos los
amigos; y en adelante va cabizbajo y con las mejillas bañadas en lágrimas.
Obligado por la necesidad, dirígese a los amigos de su padre, tirándoles ya del
manto ya de la túnica; y alguno, compadecido, le alarga un vaso pequeño con el
cual mojará los labios, pero no llegará a humedecer la garganta. El niño que tiene
los padres vivos le echa del festín, dándole puñadas e increpándolo con
injuriosas voces:
498
—¡Vete enhoramala! —le dice—, que tu padre no come a escote con nosotros.
57
Y volverá a su madre viuda, llorando, el huérfano Astianacte, que en otro tiempo,
sentado en las rodillas de su padre, sólo comía médula y grasa pingüe de ovejas,
y cuando se cansaba de jugar y se entregaba al sueño! dormía en blanda cama,
en brazos de la nodriza, con el corazón lleno de gozo; mas ahora que ha muerto
su padre, mucho tendrá que padecer Astianacte, a quien los troyanos llamaban
así porque sólo tú, oh Héctor, defendías las puertas y los altos muros. Y a ti,
cuando los perros te hayan despedazado, los movedizos gusanos te comerán
desnudo, junto a las corvas naves; habiendo en el palacio vestiduras finas y
hermosas, que las esclavas hicieron con sus manos. Arrojaré todas estas
vestiduras al ardiente fuego; y ya que no te aprovechen, pues no yacerás en
ellas, constituirán para ti un motivo de gloria a los ojos de los troyanos y de las
troyanas.
515
Tal dijo, llorando, y las mujeres gimieron.
58
_______________________________________________________________
¿Menciona el nombre de obras hayas leído y establece a qué género
pertenecen?
_______________________________________________________________
_______________________________________________________________
_______________________________________________________________
_______________________________________________________________
_______________________________________________________________
15
Helena Beristaín, México, México, Porrúa, p. 236.
59
la que se desarrolla, y por la cantidad de personajes, claramente podemos
entender que se trata de una novela. El ejemplo de Borges, también lo podemos
colocar en la categoría de los textos narrativos, sin embargo, por las características
de extensión, podemos entender que se trata de un cuento, por cierto, un cuento
no muy breve que digamos.
En el caso de la obra de Oscar Liera, en ella se distingue el uso de los
diálogos y acotaciones; su carácter de texto para ser representado de manera
teatral lo coloca de manera inevitable como una obra dramática. La obra de Esopo,
se caracteriza por tener otro tratamiento en cuanto a la estructura y la forma de
abordar una temática. Recurre a personajes de la fauna que caracterizan
conductas humanas, La presencia de la narradora Fernanda Melchor, creadora de novelas como
Falsa Libre (2013), Temporada de huracanes (2017) y Páradais (2021),
nos cuenta una pequeña
resulta esencial para construir el mapa de la literatura mexicana del siglo
historia que esconde XXI.
una enseñanza. Esta
obra la ubicamos dentro
de un subgénero de gran
tradición denominado
fábula. Mientras que el
breve texto de Los
adioses, escrito en
verso, expresa una Rosario Castellanos (1925-1974) es una de las mayores escritoras de la literatura
emoción desde el nacional. Su obra es prolífica e incluye casi todos los géneros literarios: El cuento,
la novela, poesía, teatro y el ensayo.
interior del yo poético,
forma parte del género lírico, es un poema que muestra en toda la intensidad lo
que es la separación amorosa de esta manera:
60
Para aprender a irnos, caminamos.
Fuimos dejando atrás las colinas, los valles,
los verdeantes prados.
miramos su hermosura
pero no nos quedamos.
16
Ibid., p. 236.
61
la literatura de todos los tiempos y todas las culturas. Con esto podemos decir que
“cada nueva obra se inscribe por su parcial pertenencia a un género y su parcial
transgresión al mismo género, en relación con su grado de originalidad y fuerza
inventiva”.17
Debemos
recordar que
Aristóteles
establecía ya
una importante
división en las
obras literaria.
Su principio
articulador era
Hoy en día nadie puede negar que la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo es
una de las grandes obras de la literatura universal. el concepto de
mimesis,
imitación. Pero no se trataba de una calca de la realidad, sino una representación
de ella. Todas las artes eran una forma de representación, diferenciadas por tres
cosas, “por imitar con medios genéricamente diversos, 2. o por imitar objetos
diversos, 3. o por imitar objetos, no de igual manera, sino de diversa de lo que
son”.18 Estos puntos eran importantes en la conformación de los géneros. En su
Poética nos hablaba de la poesía heroica, en la que se elogiaba a los héroes, de
la poesía satírica, en la que se criticaba los vicios, de la tragedia, la comedia, o la
epopeya.
Las ideas de Aristóteles fueron importantes. Con el paso del tiempo se
reorganizarían elaborando un esquema de clasificación que todavía es sumamente
útil. Aunque en unidades posteriores los desarrollaremos, Podemos hablar de tres
principales géneros:
En el género lírico nos encontramos con una forma literaria que manifiesta
17
Ibid., p. 236.
18
Aristóteles, Poética, México, UNAM,
62
los sentimientos y emociones más profundas del escritor. Este género se presenta
en formas liricas como el soneto, la oda, la elegía, la canción, baladas, romances,
prosa poética, verso libre, etc.
El género épico nos remite en su origen a textos de las grandes hazañas.
Sin embargo, también incluye manifestaciones narrativas que representan las más
variadas situaciones que pueden vivir los personajes al interior de una historia. Sus
ejemplos textuales los podemos ver en las epopeyas, en el poema épico, el mito,
el relato, la novela, el cuento, la fábula, etc.
El género dramático se representa algún conflicto relacionado con la vida de
los personajes, un episodio generalmente marcado por la tensión, desarrollado por
medio de diálogos. Por eso las relacionamos con este género, a esas obras que
han sido escritas para ser representadas en un teatro por medio de actores. Quizá
por eso el origen etimológico de la palabra remite al yo y a la acción, a la actuación,
como lo creían los griegos. En este género vamos a encontrar ejemplos como
aquello de los que nos habla Aristóteles: la comedia y la tragedia, pero además
otros subgéneros sumamente importantes como el drama, la farsa, la pieza, el
monólogo, la tragicomedia.
Hay aspectos relacionados con los géneros literarios que hoy en día los
podemos situar de cierta manera. Por ejemplo, la relación que establecemos del
género lírico con la poesía elaborada por medio de versos; el género épico y su
relación con la narrativa y su forma de expresión por medio de la prosa, el género
dramático relacionado con el dialogo y la representación teatral. Sin embargo, hubo
épocas en las que el verso y ciertas modalidades poéticas fueron las formas
usuales de todos los géneros. Hay ocasiones en que podemos escribir un poema
lírico en prosa, de igual forma que hay narradores que manejan una prosa de una
intensidad casi cercana a la poesía, hay poetas que escriben en un tono coloquial
o conversacional, que pareciera que estamos leyendo obras escritas con palabras
de lo más común. Por lo tanto, debemos decir que los géneros, a pesar de tener
ciertas características, no son incompartibles. Gracias a esa apertura, la literatura
se ha enriquecido, generando nuevas manifestaciones del lenguaje que siguen
63
entusiasmando a sus
agradecidos lectores.
Actividad de aprendizaje 9.
Lee los textos de textos de Samanta Schwblin, Elena Garro, Petrarca.
Posteriormente realiza lo que se te indica.
64
11. A partir de lo leído en el fragmento de la obra El árbol, describe
brevemente las características de los personajes de Manuela y Úrsula.
12. ¿Qué crees que va a suceder en esta obra?
13. ¿Cuántos versos tiene el poema de Petrarca?
14. ¿Qué es lo que nos dice Petrarca en el poema? (explica con tus palabras)
Subproducto 4. Cuestionario.
Lectura 6
Pájaros en la boca
Samanta Schweblin
65
la puerta y me trata como hace cuatro años atrás, sigo siendo un imbécil.
–No va a gustarte. Es… es fuerte –miró su reloj–. Es sobre Sara.
–Siempre es sobre Sara –dije.
–Vas a decir que exagero, que soy una loca, todo ese asunto. Pero hoy no hay
tiempo. Te venís a casa ahora mismo, esto tenés que verlo con tus propios ojos.
–¿Qué pasa?
–Además, le dije a Sara que irías así que te espera.
Nos quedamos en silencio un momento. Pensé en cuál sería el próximo paso,
hasta que ella frunció el ceño, se levantó y fue hasta la puerta. Tomé mi abrigo
y salí tras ella.
Por fuera la casa se veía como siempre, con el césped recién cortado y las
azaleas de Silvia colgando del balcón matrimonial. Cada uno bajó de su auto y
entramos sin hablar. Sara estaba sentada en el sillón. Aunque ya había
terminado las clases por ese año, llevaba puesto el jumper de la secundaria, que
le quedaba como a esas colegialas porno de las revistas. Estaba erguida, con
las rodillas juntas y las manos sobre las rodillas, concentrada en algún punto de
la ventana o del jardín, como si estuviera haciendo uno de esos ejercicios de
yoga de la madre. Me di cuenta de que aunque siempre había sido más bien
pálida y flaca, se le veía rebosante de salud. Sus piernas y sus brazos parecían
más fuertes, como si hubiera estado haciendo ejercicio durante unos cuantos
meses. El pelo le brillaba y tenía un leve rosado en los cachetes, como pintado
pero real. Cuando me vio entrar sonrió y dijo:
–Hola, papá.
Mi nena era realmente una dulzura, pero dos palabras alcanzaban para entender
que algo estaba mal en esa chica, algo seguramente relacionado con la madre.
A veces pienso que quizá debí habérmela llevado conmigo, pero casi siempre
pienso que no. A unos metros del televisor, junto a la ventana, había una jaula.
Era una jaula para pájaros –de unos setenta, ochenta centímetros –; colgaba del
techo, vacía.
66
–¿Qué es eso?
–Una jaula –dijo Sara, y sonrió.
Silvia me hizo una seña para que la
siguiera a la cocina. Fuimos hasta el
ventanal y ella se volvió para verificar
que Sara no nos escuchara. Seguía
erguida en el sillón, mirando hacia la
calle, como si nunca hubiéramos
llegado. Silvia me habló en voz baja.
–Martín. Mirá, vas a tener que tomarte
esto con calma.
–Ya, Silvia, dejate de joder, ¿Qué
pasa?
–La tengo sin comer desde ayer.
–¿Me estás cargando?
–Para que lo veas con tus propios
ojos.
–Ajá… ¿estás loca?
Me hizo una seña para que volviéramos al living y me señaló el sillón. Me senté
frente a Sara. Silvia salió de la casa y la vimos cruzar el ventanal y entrar al
garaje.
–¿Qué le pasa a tu madre? Sara levantó los hombros, dando a entender que no
lo sabía. Tenía el pelo negro y lacio, atado en una cola de caballo, y un flequillo
prolijo que le llegaba casi hasta los ojos.
Silvia volvió con una caja de zapatos. La traía derecha, con ambas manos, como
si se tratara de algo delicado. Fue hasta la jaula, la abrió, sacó de la caja un
gorrión muy pequeño, del tamaño de una pelota de golf, lo metió dentro de la
jaula y la cerró. Tiró la caja al piso y la hizo a un lado de una patada, junto a otras
nueve o diez cajas similares que se iban sumando bajo el escritorio. Entonces
Sara se levantó, su cola de caballo brilló a un lado y otro de su nuca, y fue hasta
la jaula dando un brinco, paso de por medio, como hacen las chicas que tienen
67
cinco años menos que ella. De espaldas a nosotros, poniéndose en puntas de
pie, abrió la jaula y sacó el pájaro. No pude ver qué hizo. El pájaro chilló y ella
forcejeó un momento, quizá porque el pájaro intentó escaparse. Silvia se tapó la
boca con la mano. Cuando Sara se volvió hacia nosotros el pájaro ya no estaba.
Tenía la boca, la nariz, el mentón y las dos manos manchadas de sangre. Sonrió
avergonzada, su boca gigante se arqueó y se abrió, y sus dientes rojos me
obligaron a levantarme de un salto. Corrí hasta el baño, me encerré y vomité en
el inodoro. Pensé que Silvia me seguiría y se pondría a echar culpas y directivas
desde el otro lado de la puerta, pero no lo hizo. Me lavé la boca y la cara, y me
quedé escuchando frente al espejo. Bajaron algo pesado del piso de arriba.
Abrieron y cerraron la puerta de entrada algunas veces. Sara preguntó si podía
llevar con ella la foto de la repisa. Cuando Silvia contestó que sí su voz ya estaba
lejos. Abrí la puerta cuidando de no hacer ruido, y me asomé al pasillo. La puerta
principal estaba abierta de par en par y Silvia cargaba la jaula en el asiento
trasero de mi coche. Di unos pasos, con la intención de salir de la casa
gritándoles unas cuantas cosas, pero Sara salió de la cocina hacia la calle y me
detuve en seco para que no me viera. Se dieron un abrazo. Silvia la besó y la
metió en el asiento del acompañante. Esperé a que volviera y cerrara la puerta.
–¿Qué mierda…?
–Te la llevás –fue hasta el escritorio y empezó a aplastar y doblar las cajas
vacías.
–¡Dios Santo, Silvia, tu hija come pájaros!
–No puedo más.
–¡Come pájaros! ¿La hiciste ver? ¿Qué mierda hace con los huesos? Silvia se
quedó mirándome, desconcertada.
–Supongo que los traga también. No sé si los pájaros… –dijo y se quedó
pensando.
–No puedo llevármela.
–Si se queda me mato. Me mato yo y antes la mato a ella.
–¡Pero come pájaros!
Fue hasta el baño y se encerró. Miré hacia afuera, a través del ventanal. Sara
68
me saludó alegremente desde el auto. Traté de serenarme. Pensé en cosas que
me ayudaran a dar algunos pasos torpes hacia la puerta, rezando porque ese
tiempo alcanzara para volver a ser un ser humano común y corriente, un tipo
pulcro y organizado capaz de quedarse diez minutos de pie en el supermercado,
frente a la góndola de enlatados, corroborando que las arvejas que se está
llevando son las más adecuadas. Pensé en cosas como que si se sabe de
personas que comen personas entonces comer pájaros vivos no estaba tan mal.
También que desde un punto de vista naturista es más sano que la droga, y
desde el social, más fácil de ocultar que un embarazo a los trece. Pero creo que
hasta la manija del coche seguí repitiendo come pájaros, come pájaros, come
pájaros, y así.
Llevé a Sara a casa. No dijo nada en el viaje y cuando llegamos bajó sola sus
cosas. Su jaula, su valija –que habían guardado en el baúl–, y cuatro cajas de
zapatos como la que Silvia había traído del garaje. No pude ayudarla con nada.
Abrí la puerta y ahí esperé a que ella fuera y viniera con todo. Cuando entramos
le señalé el cuarto de arriba.
Después de que se instaló la
hice bajar y sentarse frente a mí,
en la mesa del comedor.
Preparé dos cafés pero Sara
hizo a un lado su taza y dijo que
no tomaba infusiones.
–Comés pájaros, Sara –dije.
–Sí, papá.
Se mordió los labios,
avergonzada, y dijo:
–Vos también.
–Comés pájaros vivos, Sara.
–Sí, papá.
Pensé en qué se sentiría tragar
algo caliente y en movimiento, algo lleno de plumas y patas en la boca, y me
69
tapé con la mano, como hacía Imágenes de la película Los pájaros (1963) de Alfred
Silvia. Hitchcock.
*
Pasaron tres días. Sara estaba casi todo el día en el living, erguida en el sillón
con las rodillas juntas y las manos sobre las rodillas. Yo salía temprano al trabajo
y me la pasaba todo el día consultando en internet infinitas combinaciones de las
palabras «pájaro», «crudo», «cura», «adopción», sabiendo que ella seguía
sentada ahí, mirando hacia el jardín durante horas. Cuando entraba a la casa,
alrededor de las siete, y la veía tal cual la había imaginado durante todo el día,
se me erizaban los pelos de la nuca y me daban ganas de salir y dejarla
encerrada dentro con llave, herméticamente encerrada, como esos insectos que
se cazan de chico y se guardan en frascos de vidrio hasta que el aire se acaba.
¿Podía hacerlo? Cuando era chico vi en el circo a una mujer barbuda que se
llevaba ratones a la boca. Los sostenía así un rato, con la cola moviéndosele
entre los labios cerrados, mientras caminaba frente al público con los ojos bien
abiertos. Ahora pensaba en esa mujer casi todas las noches, revolcándome en
la cama sin poder dormir, considerando la posibilidad de internar a Sara en un
centro psiquiátrico. Quizá podría visitarla una o dos veces por semana.
Podríamos turnarnos con Silvia. Pensé en esos casos en que los médicos
sugieren cierto aislamiento del paciente, alejarlo de la familia por unos meses.
Quizá era una buena opción para todos, pero no estaba seguro de que Sara
pudiera sobrevivir en un lugar así. O sí. En cualquier caso, su madre no lo
permitiría. O sí. No podía decidirme.
Al cuarto día Silvia vino a vernos. Trajo cinco cajas de zapatos que dejó junto a
la puerta de entrada, del lado de adentro. Ninguno de los dos dijo nada al
respecto. Preguntó por Sara y le señalé el cuarto de arriba. Cuando bajó le ofrecí
café. Lo tomamos en el living, en silencio. Estaba pálida y las manos le
temblaban tanto que hacía tintinear la vajilla cada vez que volvía a apoyar la taza
sobre el plato. Los dos sabíamos qué pensaba el otro. Yo podía decir «esto es
culpa tuya, esto es lo que lograste», y ella podía decir algo absurdo como «esto
pasa porque nunca le prestaste atención». Pero la verdad es que ya estábamos
70
muy cansados.
–Yo me encargo de esto –dijo Silvia antes de salir, señalando las cajas de
zapatos. No dije nada, pero se lo agradecí profundamente.
*
En el supermercado la gente cargaba sus changos de cereales, dulces, verduras
y lácteos. Yo me limitaba a mis enlatados y hacía la cola en silencio. Iba al
supermercado dos o tres veces por semana. A veces, aunque no tuviera nada
que comprar, pasaba por él antes de volver a casa. Tomaba un chango y recorría
las góndolas pensando en qué es lo que podía estar olvidándome. A la noche
mirábamos juntos la televisión. Sara erguida, sentada en su esquina del sillón,
yo en la otra punta, espiándola cada tanto para ver si seguía la programación o
ya estaba otra vez con los ojos clavados en el jardín. Yo preparaba comida para
dos y la llevaba al living en dos bandejas. Dejaba la de Sara frente a ella, y ahí
quedaba. Ella esperaba a que yo empezara y entonces decía:
–Permiso, papá.
Se levantaba, subía a su cuarto y cerraba la puerta con delicadeza. La primera
vez bajé el volumen del televisor y esperé en silencio. Se escuchó un chillido
agudo y corto. Unos segundos después las canillas del baño, y el agua corriendo.
A veces bajaba unos minutos después, perfectamente peinada y serena. Otras
veces se duchaba y bajaba directamente en pijama.
Sara no quería salir. Estudiando su comportamiento pensé que quizá sufría algún
principio de agorafobia. A veces sacaba una silla al jardín e intentaba
convencerla de salir un rato. Pero era inútil. Conservaba sin embargo una piel
radiante de energía y se le veía cada vez más hermosa, como si se pasara el día
ejercitando bajo el sol. Cada tanto, haciendo mis cosas, encontraba una pluma.
En el piso junto a la puerta, detrás de la lata de café, entre los cubiertos, todavía
húmeda en la pileta de la cocina. Las recogía, cuidando de que ella no me viera
haciéndolo, y las tiraba por el inodoro. A veces me quedaba mirando cómo se
iban con el agua. A veces el inodoro volvía a llenarse, el agua se aquietaba,
como un espejo otra vez, y yo todavía seguía ahí mirando, pensando en si sería
necesario volver al supermercado, en si realmente se justificaba llenar los
71
changos de tanta basura, pensando en Sara, en qué es lo que habría en el jardín.
Una tarde Silvia llamó para avisar que estaba en cama, con una gripe feroz. Dijo
que no podía visitarnos. Me preguntó si me arreglaría sin ella y entonces entendí
que no poder visitarnos significaba que no podría traer más cajas. Le pregunté
si tenía fiebre, si estaba comiendo bien, si la había visto un médico, y cuando la
tuve lo suficientemente ocupada en sus respuestas dije que tenía que cortar y
corté. El teléfono volvió a sonar, pero no atendí. Miramos televisión. Cuando traje
mi comida Sara no se levantó para ir a
su cuarto. Miró el jardín hasta que
terminé de comer, y sólo entonces
volvió a la programación.
Al día siguiente, antes de volver a casa,
pasé por el supermercado. Puse
algunas cosas en mi chango, lo de
siempre. Paseé entre las góndolas
como si hiciera un reconocimiento del
súper por primera vez. Me detuve en la
sección de mascotas, donde había
comida para perros, gatos, conejos,
pájaros y peces. Levanté algunos
alimentos para ver de qué eran. Leí con
qué estaban hechos, las calorías que
aportaban y las medidas que se recomendaban para cada raza, peso y edad.
Después fui a la sección de jardinería, donde sólo había plantas con o sin flor,
macetas y tierra, así que volví otra vez a la sección mascotas y me quedé ahí
pensando en qué haría a continuación. La gente llenaba sus changos y se movía
esquivándome. Anunciaron en los altoparlantes la promoción de lácteos por el
día de la madre y pasaron un tema melódico sobre un tipo que estaba lleno de
mujeres pero extrañaba a su primer amor, hasta que finalmente empujé el
chango y volví a la sección de enlatados.
Esa noche Sara tardó en dormirse. Mi cuarto estaba bajo el suyo, y la escuché
72
en el techo caminar nerviosa, acostarse, volver a levantarse. Me pregunté en qué
condiciones estaría el cuarto, no había subido desde que ella había llegado,
quizá el sitio era un verdadero desastre, un corral lleno de mugre y plumas.
La tercera noche después del llamado de Silvia, antes de volver a casa, me
detuve a ver las jaulas de pájaros que colgaban de los toldos de una veterinaria.
Ninguno se parecía al gorrión que había visto en la casa de Silvia. Eran de
colores, y en general un poco más grandes. Estuve ahí un rato, hasta que un
vendedor se acercó a preguntarme si estaba interesado en algún pájaro. Dije
que no, que de ninguna manera, que sólo estaba mirando. Se quedó cerca,
moviendo cajas, mirando hacia la calle, después entendió que realmente no
compraría nada, y regresó al mostrador.
En casa Sara esperaba en el sillón, erguida en su ejercicio de yoga. Nos
saludamos.
–Hola, Sara.
–Hola, papá.
Estaba perdiendo sus cachetes rosados y ya no se le veía tan bien como en los
días anteriores. Sara dijo:
–Papi...
Tragué lo que estaba masticando y bajé el volumen del televisor, dudando de
que realmente me hubiera hablado, pero ahí estaba, con las rodillas juntas y las
manos sobre las rodillas, mirándome.
–¿Qué? –dije.
–¿Me querés?
Hice un gesto con la mano, acompañado de un asentimiento. Todo en su
conjunto significaba que sí, que por supuesto. Era mi hija, ¿no? Y aún así, por
las dudas, pensando sobre todo en lo que mi ex mujer habría considerado «lo
correcto», dije:
-Sí, mi amor. Claro.
Y entonces Sara sonrió, una vez más, y miró el jardín durante el resto de la
programación.
Volvimos a dormir mal, ella paseando de un lado al otro de la habitación, yo
73
dando vueltas en mi cama hasta que me quedé dormido. Al día siguiente llamé
a Silvia. Era sábado, pero no atendía el teléfono. Llamé más tarde, y cerca del
mediodía también. Dejé un mensaje, pero no contestó. Sara estuvo toda la
mañana sentada en el sillón, mirando hacia el jardín. Tenía el pelo un poco
desarreglado y ya no se sentaba tan erguida, parecía muy cansada. Le pregunté
si estaba bien y dijo:
-Sí, papá.
-¿Por qué no salís un poco al jardín?
-No, papá.
Pensando en la conversación de la noche anterior se me ocurrió que podría
preguntarle si me quería, pero enseguida me pareció una estupidez. Volví a
llamar a Silvia. Dejé otro mensaje. En voz baja, cuidando que Sara no me
escuchara, dije en el contestador:
–Es urgente, por favor.
Esperamos sentados cada uno en su sillón, con el televisor encendido. Unas
horas más tarde Sara dijo:
–Permiso, papá.
Se encerró en su cuarto. Apagué el televisor y fui hasta el teléfono. Levanté el
tubo una vez más, escuché el tono y corté. Fui con el auto hasta la veterinaria,
busqué al vendedor y le dije que necesitaba un pájaro chico, el más chico que
tuviera. El vendedor abrió un catálogo de fotografías y dijo que los precios y la
alimentación variaban de una especie a la otra. Golpeé la mesada con la palma
de la mano. Algunas cosas saltaron sobre el mostrador y el vendedor se quedó
en silencio, mirándome. Señalé un pájaro chico, oscuro, que se movía nervioso
de un lado a otro de su jaula. Me cobraron ciento veinte pesos y me lo entregaron
en una caja cuadrada de cartón verde, con pequeños orificios calados alrededor,
una bolsa gratis de alpiste que no acepté y un folleto del criadero con la foto del
pájaro en el frente.
Cuando volví Sara seguía encerrada. Por primera vez desde que ella estaba en
casa, subí y entré al cuarto. Estaba sentada en la cama frente a la ventana
abierta. Me miró, pero ninguno de los dos dijo nada. Se le veía tan pálida que
74
parecía enferma. El cuarto estaba limpio y ordenado, la puerta del baño
entornada. Había unas treinta cajas de zapatos sobre el escritorio, pero
desarmadas de modo que no ocuparan tanto espacio, y apiladas prolijamente
unas sobre otras. La jaula colgaba vacía cerca de la ventana. En la mesita de
luz, junto al velador, el portarretrato que se había llevado de la casa de su madre.
El pájaro se movió y sus patas se escucharon sobre el cartón, pero Sara
permaneció inmóvil. Dejé la caja sobre el escritorio, salí del cuarto y cerré la
puerta. Entonces me di cuenta de que no me sentía bien. Me apoyé en la pared
para descansar un momento. Miré el folleto del criadero, que todavía llevaba en
la mano. En el reverso había información acerca del cuidado del pájaro y sus
ciclos de procreación. Resaltaban la necesidad de la especie de estar en pareja
en los períodos cálidos y las cosas que podían hacerse para que los años de
cautiverio fueran lo más amenos posible. Escuché un chillido breve, y después
la canilla de la pileta del baño. Cuando el agua empezó a correr me sentí un poco
mejor y supe que, de alguna forma, me las ingeniaría para bajar las escaleras.
Lectura 6
75
El árbol*
Elena Garro
PERSONAJES
MANUELA(40 años)
ÚRSULA(12 años)
VOZ DE MUJER
JAVIER(20 años)
CUATRO
ENMASCARADOS La talentosa escritora mexicana Elena Garro (1916-1998),
Interior de una choza en creadora de la novela Los recuerdos del porvenir (1963), así
como de inolvidables cuentos y obras de teatro.
un pueblo de México. En
primer plano, extendido sobre la cama de otates, un traje rosa de jovencita, unos
zapatos negros y unas medias negras. A la izquierda, un fuego encendido y
sobre él un bote de petróleo en el que se cuecen elotes. Al fondo de la habitación,
otro fuego sobre el comal. Manuela arrodillada junto al comal, echa tortillas de
espaldas al público. Cavadas en el lodo de las paredes de la choza, dos puertas,
la primera a la izquierda y la otra al fondo. El piso del cuarto es de lodo seco.
76
Entra Úrsula a la escena. Viene descalza, desmechada. Viste una falda vieja
color lila y una blusa del mismo color. Se acomoda junto al bote de petróleo y
triste menea los elotes con un palo.
Pausa.
77
Tú, mi única hija, quieres quedarte en ellos, dándoles vuelta, como la mosca en
la llaga del perro. ÚRSULA: Prefiero la llaga del perro ... ¡quédese conmigo!
MANUELA: No quiero oír palabras viejas en boca nueva. Ni quiero que los días
pasados ahoguen a los días nuevos. Hija, plancha tu vestido. Hace años que me
pides uno de ese color y ahora que lo tienes lo desprecias.
Lectura 7
Petrarca
78
la llama ajena aflige y no conforta.
79
Competencias a desarrollar
Genéricas
1. Se conoce y valora a sí mismo y aborda problemas y retos teniendo en cuenta
los objetivos que persigue.
2. Es sensible al arte y participa en la apreciación e interpretación de sus
expresiones en distintos géneros.
4. Escucha, interpreta y emite mensajes pertinentes en distintos contextos
mediante la utilización de medios, códigos y herramientas apropiados.
6. Sustenta una postura sobre temas de interés y relevancia general,
considerando otros puntos de vista de manera crítica y reflexiva.
8. Participa y colabora de manera efectiva en equipos diversos.
Atributos
2.1. Valora y experimenta el arte, concebido como producto de la creatividad
humana, manifestación de la belleza y expresión de ideas, sensaciones y
emociones, ubicadas en un contexto cultural e histórico-social determinado.
2.3 Aprecia la creatividad e imaginación desplegadas en las obras de arte.
4.2. Aplica diversas estrategias comunicativas según quienes sean sus
interlocutores, el contexto en el que se encuentra, y los objetivos que persigue.
6.4. Estructura ideas y argumentos de manera clara, coherente y sintética
8.2. Aporta puntos de vista con apertura y considera los de otras personas de
manera reflexiva.
Disciplinares de Humanidades
H10. Asume una posición personal (crítica, respetuosa y digna) y objetiva, basada
en la razón (lógica y epistemológica), en la ética y en los valores, frente a las
diversas manifestaciones del arte.
Criterios de aprendizaje genéricas
-Analiza diversas manifestaciones artísticas, relacionando las características de la
obra con el contexto y época donde se originan.
80
-Aplica y aprecia la creatividad e imaginación mediante expresiones artísticas que
reflejan sus emociones, sentimientos y/o entendimiento de la sociedad y la cultura
de su contexto.
-Aplica diversas estrategias comunicativas de manera pertinente de acuerdo a las
características de sus interlocutores y al contexto en que se encuentra.
-Estructura ideas y argumentos de manera clara, coherente y sintética, integrando
saberes de distintas disciplinas del conocimiento.
-Contrasta sus puntos de vista con los de sus compañeros, identificando los
elementos que considera valiosos para modificar su propia opinión.
Criterios de aprendizaje disciplinares
Asume una postura crítica personal, defendiendo sus puntos de vista con
argumentos sólidos al leer obras literarias de diversos temas y géneros literarios.
81
Unidad II: Los grandes temas de la literatura
Saberes
Conceptuales Procedimentales Actitudinales
--Define el concepto --Explica el --Valora el papel de
de tema en una obra tratamiento de la literatura en la
literaria. una temática en representación de
--Describe las un poema. los grandes temas
características de --Interpreta el a lo largo de la
una época según el tratamiento de historia.
tratamiento de un una temática en --Asume una
tema. una novela. postura personal
--Identifica los --Interpreta un ante tratamiento de
rasgos temáticos y poema y un un tema en una
formales de un cuento de corte obra literaria.
cuento y de una amoroso. --Valora las
novela. --Escenifica una posibilidades de la
--Identifica los obra de teatro a poesía de tema
elementos temáticos partir de un tema amoroso como una
y formales de un específico. importante forma
poema. --Lee e interpreta de expresión de las
--Define los temas poemas en voz emociones, los
presentes de una alta. sentimientos y las
tragedia y una ideas.
comedia.
82
Evaluación diagnóstica
¿Qué es un tema en una obra literaria?
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__________________________________________________________________
__________________________________________________________________
__________________________________________________________________
¿Consideras que las temáticas cambian a través del tiempo? (Explica a partir
de experiencias personales)
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__________________________________________________________________
__________________________________________________________________
__________________________________________________________________
__________________________________________________________________
__________________________________________________________________
83
Introducción
La literatura se aborda desde muchas perspectivas. Es tan abundante y variado el
legado literario, que no se puede restringir sólo a una forma de lectura. La
subjetividad de cada lector se adapta a los métodos –si es su interés—de su
preferencia. Las funciones de la literatura, que abarcan desde lo lúdico hasta lo
social, evidencian las variadas respuestas a la lectura de obras.
84
qué decir de la manera que abordar la guerra una obra tan lejana en el tiempo como
la Ilíada de Homero y Guerra y paz de León Tolstoi, publicada en 1867.
En el mismo título de esta monumental obra,
Los temas no se cierran. Las obras, León Tolstoi hace alusión a uno de los grandes
aunque en ocasiones estén centradas en un temas de la literatura.
tema principal, pueden tocar otras temáticas de manera secundaria. O bien se
puede dar el caso de que una misma obra desarrolle varias temáticas principales.
Por ejemplo, la epopeya del
Gilgamesh, es un libro en el que
está presente el tema del amor, la
amistad, la muerte, la política, lo
sagrado. Hay que recordar que es
una obra fundacional en la cultura
sumeria y que, a lo largo de sus
páginas, su historia parece querer
abarcarlo todo. Lo mismo se puede
decir de muchas otras obras
literarias, como la Ilíada.
19
Cesare Segre, Principios de análisis del texto literarios, Barcelona, Editorial Crítica, 1985, pp. 349-353.
85
Por lo mismo, en esta segunda unidad vamos a abordar la literatura desde
esta perspectiva. Tienes libertad de elegir la literatura sobre el tema que más te
guste, lo importante es disfrutar de ese universo literario que nos presentan estas
escritoras y escritores en cada una de sus obras.
86
2.1. El amor en la literatura
Entre las historias sobre el origen del amor, ninguna tan fascinante como la que
cuenta Platón en El banquete, uno de sus diálogos. Para dicha explicación, el gran
filósofo griego echa mano del mito del Andrógino. Recuerda que esos antiguos
seres, caracterizados por tener sexo femenino y masculino a la vez, poblaban la faz
de la tierra. Su capacidad de autosuficiencia, les permite sobrevivir fácilmente. El
problema es que esa capacidad los lleva a una
conducta que sería imperdonable en la
jerarquía de los antiguos mitos de occidente:
desdeñan al Dios Zeus. Este omnipotente ser,
indignado por ese menosprecio, responde de
manera contundente: divide en dos a los
andróginos y los echa a andar en esa nueva
condición por el mundo, arrastrando con ellos,
ese desconcierto de tener un cuerpo mutilado.
Desde entonces, nos dice Platón, el amor es
una búsqueda constante del otro, es ese
impulso que sienten todos los seres humanos
por recuperar esa mitad perdida.
20
Denis de Rougemont, Amor y occidente, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1993, p. 63.
87
podemos leer versos enmarcados en esta forma de vivir la intensidad del deseo
Este libro, publicado en 1939, es uno de
amoroso: “¡Bésame con los besos de tu boca! /
los más fascinantes libros sobre el tema
¡Porque más embriagantes que el vino / son tus del amor y la literatura.
amores!”. Y Safo experimenta en perfectos
versos lo que es el amor: “Eros me sacudió el alma / como un viento que en la
montaña sacude los árboles”.
Por lo que podemos ver, cada época trae consigo diversas maneras de concebir el
amor. Por ejemplo, términos que han llegado hasta nuestros días, como la cortesía,
tienen que ver con una gran tradición que se deprende de la época medieval.
Estamos hablando de un amplio periodo que comprende casi un milenio, que se
extendió del siglo V al siglo XIV de nuestra era. Es en una parte de ese largo tramo
de nuestra historia, alrededor de la centuria XII y XIII, cuando surgen importantes
88
cambios en las conductas, en la relación del hombre y la mujer, que derivan en la
construcción de un nuevo discurso amoroso.
Esta dinámica de vida todo lo llena. La corte, entre las clases cultas, es el
centro de convivencia social y cultural. La poesía, los torneos, los trovadores, las
damas, los caballeros, el cortejo, comparten este espacio en el que el amor es un
21
Aurelio González, Comentario al libro Amor e Historia. https://www.youtube.com/watch?v=qzo-Y_HNCwY
89
elemento sustancial de esta nueva forma de vida. Esto lo veremos en las grandes
obras de la época, en las novelas de caballería, en la poesía trovadoresca, en todas
esas manifestaciones amorosas en las que se representa esta nueva forma de vida.
90
roca que firme aguarda su vaivén
¡tenías que romperte o que arrancarme!…
¡No pudo ser!
En la obra Ana Karenina (1878), publicada hace casi ciento cincuenta años,
podemos ver el desarrollo de una trama orientada por el amor prohibido. En estas
obras hay nuevas formas de representar los deseos, el tedio de las fórmulas
convencionales del matrimonio, las reacciones ante el aburrimiento de la relación, y
ante la mediocridad de personajes masculinos, como bien lo cuenta la novela
Madame Bovary (1956).
91
que nos han hecho gozar, comprender la riqueza y la fascinante diversidad del
mundo en el que vivimos.
92
visión que tuvieron estos hombres influyó después, con la llegada de la modernidad,
en la visión de los hombres de ciencia.
Por eso, obras como la Biblia, además de tener un carácter religioso son
grandes obras literarias. En ese sentido, el Génesis, libro sobre la creación incluido
en esta magna obra, es una muestra de belleza que no puede ser excluida de la
historia de la literatura.
93
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Lectura 2
La metamorfosis*
Ovidio
Me lleva el ánimo a decir las mutadas formas
a nuevos cuerpos: dioses, estas empresas mías -pues vosotros los mutasteis--
aspirad, y, desde el primer origen del cosmos
hasta mis tiempos, perpetuo desarrollad mi poema.
94
pues del cielo las tierras, y de las tierras escindió las ondas,
y el fluente cielo segregó del aire espeso.
Estas cosas, después de que las separó y eximió de su ciega acumulación,
disociadas por lugares, con una concorde paz las ligó.
La fuerza ígnea y sin peso del convexo cielo
rieló y un lugar se hizo en el supremo recinto.
Próximo está el aire a ella en levedad y en lugar.
Más densa que ellos, la tierra, los elementos grandes arrastró
y presa fue de la gravedad suya; el circunfluente humor
lo último poseyó y contuvo al sólido orbe.
Así cuando dispuesta estuvo, quien quiera que fuera aquel, de los dioses,
esta acumulación sajó, y sajada en miembros la rehizo.
En el principio a la tierra, para que no desigual por ninguna
parte fuera, en forma la aglomeró de gran orbe;
entonces a los estrechos difundirse, y que por arrebatadores vientos se
entumecieran
ordenó y que de la rodeada tierra circundaran los litorales.
Añadió también fontanas y pantanos inmensos y lagos,
y las corrientes declinantes ciñó de oblicuas riberas,
las cuales, diversas por sus lugares, en parte son sorbidas por ella,
al mar arriban en parte, y en tal llano recibidas
de más libre agua, en vez de riberas, sus litorales baten.
Ordenó también que se extendieran los llanos, que se sumieran los valles,
que de fronda se cubrieran las espesuras, lapídeos que se elevaran los montes.
Y, como dos por la derecha y otras tantas por su siniestra
parte, el cielo cortan unas fajas -la quinta es más ardiente que aquéllas-,
igualmente la carga en él incluida la distinguió con el número
mismo el cuidado del dios, y otras tantas llagas en la tierra se marcan.
De las cuales la que en medio está no es habitable por el calor.
Nieve cubre, alta, a dos; otras tantas entre ambas colocó
y templanza les dio, mezclada con el frío la llama.
95
*Ovidio, Metamorfosis, Barcelona, Crítica, 1983.
Teogonía*
Hesíodo
96
Y parió también a Cíclopes de corazón violento, Brontes, Steropes y el valeroso
Arges, que entregaron a Zeus el trueno y forjaron el rayo. Y eran en todo
semejantes a los demás dioses, pero tenían un ojo único en medio de la frente. Y
se les llamaba Cíclopes, porque en su frente se abría un ojo único y circular. Y en
sus trabajos rebosaban fuerza, vigor y poder.
Popol Vuh*
Anónimo
97
Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la
obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues,
consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras
y su pensamiento.
Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban. que cuando amaneciera
debía aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los
árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. En las
tinieblas y en la noche [se dispuso así] por el Corazón del Cielo, que se llama
Huracán.
El primero se llama Caculbá Huracán. El segundo es ChipiCaculbá. El tercero es
Raxa-Caculbá. Y estos tres son el
Corazón del Cielo.
- ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío!
¡Que esta agua se retire y desocupe
[el espacio], que surja la tierra y que
se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare,
que amanezca en el cielo y en la
tierra! No habrá gloria ni grandeza en
nuestra creación y formación hasta
que exista la criatura humana, el
hombre formado.
Así dijeron cuando la tierra fue creada
por ellos. Así fue en verdad como se
hizo la creación de la tierra: - ¡Tierra!,
dije ron, y al instante fue hecha.
Como la neblina, como la nube y
como una polvareda fue 'a creación, cuando surgieron del agua las montañas; y
al instante crecieron las montañas.
Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó la formación de las
montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los cipresales y pinares en la
superficie.
98
Y así se llenó de alegría Gucumatz, diciendo: -¡Buena ha sido tu venida, Corazón
del Cielo; tú, Huracán, y tú, ChipiCakulbá, Raxa-Caculbá !
-Nuestra obra, nuestra creación está terminada, contestaron.
Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las
corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y
las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas.
Así fue la. creación de la tierra, cuando fue formada por el Corazón del Cielo, el
Corazón de la Tierra, que así son llamados los que primero la fecundaron, cuando
el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua.
Así fue como se perfeccionó la obra, cuando la ejecutaron después de pensar y
meditar sobre su feliz terminación.
*Anónimo, Popol Vuh, México, FCE, 1993.
Génesis*
Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra no tenía forma; las tinieblas
cubrían el abismo. Y el soplo de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.
Dijo Dios:
–Que exista la luz. Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena; y Dios separó la
luz de las tinieblas; llamó Dios a la luz: día, y a las tinieblas: noche. Pasó una
tarde, pasó una mañana: éste fue el día primero.
Y dijo Dios:
–Que exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas.
E hizo Dios el firmamento para separar las aguas de debajo del firmamento, de
las aguas de encima del firmamento. Y así fue. 8 Y Dios llamó al firmamento: cielo.
Pasó una tarde, pasó una mañana: éste fue el día segundo.
Y dijo Dios:
–Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los
continentes.
Y así fue. Y Dios llamó a los continentes: tierra, y a la masa de las aguas la llamó:
mar. Y vio Dios que era bueno.
99
Y dijo Dios: –Produzca la tierra pasto y hierbas que den semilla, y árboles frutales
que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.
Y así fue. La tierra produjo hierba verde que engendraba semilla según su
especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie. Y vio Dios
que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: éste fue el día tercero.
Y dijo Dios:
–Que existan astros en el
firmamento del cielo para
separar el día de la noche,
para señalar las fiestas,
los días y los años; y
sirvan como lámparas del
cielo para alumbrar a la
tierra.
Y así fue. E hizo Dios los
dos grandes astros: el
astro mayor para regir el día, el astro menor para regir la noche, y las estrellas. Y
los puso Dios en el firmamento del cielo para dar luz sobre la tierra; para regir el
día y la noche, para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Pasó
una tarde, pasó una mañana: éste fue el día cuarto.
Y dijo Dios:
–Llénense las aguas de multitud de vivientes, y vuelen pájaros sobre la tierra
frente al firmamento del cielo.
Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que llenan las aguas
según sus especies, y las aves aladas según sus especies. Y vio Dios que era
bueno.
Y Dios los bendijo, diciendo:
–Crezcan, multiplíquense y llenen las aguas del mar; y que las aves se
multipliquen en la tierra.
Pasó una tarde, pasó una mañana: éste fue el día quinto.
Y dijo Dios:
100
–Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y
fieras según sus especies.
Y así fue. E hizo Dios las fieras de la tierra según sus especies, los animales
domésticos según sus especies y los reptiles del suelo según sus especies. Y vio
Dios que era bueno.
Y dijo Dios:
–Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces
del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles.
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los
creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:
–Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces
del mar, a las aves del cielo y a todos los animales que se mueven sobre la tierra.
Y dijo Dios:
–Miren, les entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la tierra; y
todos los árboles frutales que engendran semilla les servirán de alimento; y a
todos los animales de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de
la tierra –a todo ser que respira–, la hierba verde les servirá de alimento.
Y así fue. 31Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno. Pasó una tarde,
pasó una mañana: éste fue el día sexto.
101
En la historia de la literatura es prácticamente
imposible evadirse del tema de la guerra. Como
bien lo dijimos, anteriormente, nuestra literatura en
muchos de sus orígenes tiene como capítulo
fundacional ese tema. La Guerra de Troya es
prácticamente el centro de una gran narrativa de
historias que están representadas en la Ilíada y la
Odisea. Lo mismo lo podemos ver en las tragedias
griegas. Basta con recordar obras como Antígona
de Sófocles, o bien Lisístrata de Aristófanes, para
observar la manera en que un conflicto trasforma
de manera rotunda las relaciones de los
personajes, los grupos de poder y los grupos
humanos en general.
Quizá por eso, guerra, política, poder, son conceptos que tienen una relación muy
estrecha en las motivaciones de estos conflictos. Tan es así que el viejo Zun Tzu no
dudó en afirmar en su reconocido tratado: “la guerra es de vital importancia para el
Estado; es el dominio de la vida o de la muerte, el camino hacia la supervivencia o
la pérdida del Imperio: es forzoso manejarla bien”. Sin embargo, los grupos
humanos, los hombres, las mujeres, los niños, son los que sufren los atropellos del
desencadenamiento imparable de las desavenencias entre imperios o naciones. En
un bello poema Wislawa Szymborska nos dice lo siguiente:
102
Vietnam
103
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B) ¿Cuál es el mensaje del forastero? (explica).
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C) En el texto “Si esto es el hombre”, ¿De qué quiere hablar el narrador a los
otros personajes?
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D) ¿Muestran interés en lo que dice el narrador? ¿Por qué?
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E) ¿Para qué sirve lo que llevan en el bolsillo los personajes del relato de
Tim O’ Brien?
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F) ¿Existe el amor en el relato? ¿Cómo se manifiesta?
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G) ¿Qué llevarías en el bolsillo en una situación similar?
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F) ¿Con que acción o acciones colaborarías para evitar un conflicto
bélico?__________________________________________________________
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104
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Lectura 3
“Julio de 1914”
Anna Ajmátova
105
entre sí de otras cosas, como si yo no estuviese allí...Tengo el sueño
delante, caliente todavía, y yo, aunque despierto, estoy lleno de su angustia;
y entonces me doy cuenta de que no es un sueño cualquiera, sino que
desde que estoy aquí lo he soñado muchas veces...Me acuerdo de que ya
se lo he contado a Alberto, y de que él me ha confiado para mi asombro que
también lo sueña él, y que es el sueño de otros muchos, quizás de
todos...¿Por qué el dolor de cada día se traduce en nuestros sueños en la
escena repetida de la narración que nadie escucha? "
106
La trayectoria que comprenden estos ejemplos es amplia; abarca desde la
época de los presocráticos hasta nuestros días, con obras de reciente publicación
como Un verdor terrible (2020) de Benjamín Labatut. El escritor mexicano Miguel
Tapia, habla de algunas importantes categorías y momentos. Explica que una de
las cosas que resalta en estas obras es “la imagen social de la ciencia”, de igual
forma la imagen de los personajes científicos a los que han dado vida una buena
cantidad de escritores. Esta generación de imágenes relacionadas con la ciencia, la
reacción que generan en diferentes grupos humanos es recuperada por la literatura.
22
107
alemán, se entrelazan aspectos importantes que tiene que ver con la sed de
conocimiento y la sed de poder. En Fausto se marca una nueva época, en la cual,
la inventiva otorga ciertos beneficios a los hombres, pero también se deja ver lo que
los hombres, al lograr dichos objetivos, sacrifican algo de su hábitat natural.
Este despliegue lo veremos con una mayor fuerza en el siglo XX. Sin
embargo, acontecimientos como el de las dos guerras mundiales, los malos usos
de la ciencia y la tecnología, la enorme crisis de los ecosistemas, la amenaza de
una guerra nuclear, hablan de un siglo del desencanto que ha representado con
enorme riqueza la literatura. Por lo mismo, hay la necesidad de recobrar el
humanismo y la solidaridad, para buscar nuevos canales de convivencia humana.
108
de vivir de hombres y
mujeres en un tiempo
determinado. En los
últimos años, los
avances tecnológicos
y científicos han sido
vertiginosas. Escenas
que crearon
escritores de ciencia
ficción del pasado, Úrsula K. Le Guin (1929) es una de las grandes escritoras de nuestro tiempo.
Relatos como Los que se alejan de Omelas (1973) y Los desposeídos (1974), son
tocan a la puerta de imprescindibles en la literatura del siglo XX.
nuestra vida
cotidiana. La idea de espacio, tiempo y comunicación se ha modificado. Un joven
de los tiempos actuales puede sorprenderse por la manera que se vivió hace apenas
unas tres décadas, cuando aún no estábamos conectados a internet, cuando no se
había extendido el uso de la computadora ni del celular. Quizá para las nuevas
generaciones, el mundo que se vivó en el pasado, es un mundo lejano, una ciencia
ficción arcaica a la que ellos no se adaptarían tan fácilmente.
109
perfección absoluta en el dominio social conduce, tarde o temprano, al horror
absoluto”. La literatura ha representado esta enorme desilusión de las utopías, el
vacío que encarna este mundo de perfección que buscan los hombres. Una de las
obras maestras de este tipo de literatura es, sin lugar a dudas, Un mundo feliz de
Aldous Huxley. “La novela de Huxley fue la primera, en 1931, en echar ese balde
de agua fría a la bella ilusión romántica de que el paraíso terrenal pudiera, alguna
vez, trasladarse de las fábulas religiosas o las quimeras literarias a la vida
concreta”.23 La utopía que soñó Tomas Moro se transformó en una distopía. Las
sociedades deseadas se convierten en sociedades no deseadas, como se muestra
en 1884 de George Orwell, otro gran ejemplo de estos mundos distópicos.
23
Mario Vargas Llosa, La verdad de las mentiras, Madrid, Alfaguara, 2012, p. 37.
110
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2. Interpreta lo que escribe Shinichi Mochizuki en su blog al final del texto.
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3. ¿Cómo imaginas que fueron los años posteriores del matemático?
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4. ¿Cuál es la idea principal del texto H. P. Baby de Juan José Arreola?
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5. ¿Consideras que hay un mensaje, una burla o una crítica del autor hacia
algo en particular? (Explica)
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6. ¿Realiza una sinopsis del relato La pradera?
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7. ¿Existe relación entre lo que cuenta en el relato y las conductas que tienen
algunas personas en el mundo actual? (Explica)
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8. ¿Consideras que hay un mensaje, una burla o una crítica del autor hacia
algo en particular? (Explica)
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Benjamin Labatut
112
Durante la madrugada del 31 de agosto de 2012, el matemático japonés Shinichi
Mochizuki publicó cuatro artículos en su blog. Sus más de quinientas páginas
contienen la prueba de una de las conjeturas más importantes de la teoría de
números, conocida como a + b = c.
Hasta hoy nadie ha sido capaz de comprenderla.
Mochizuki había trabajado en aislamiento durante años, desarrollando una teoría
matemática que no se parecía a nada que se
hubiera conocido antes.
Luego de subirla a su blog, no le hizo ninguna
publicidad. No la envió a publicaciones
especializadas ni la presentó en congresos.
Uno de los primeros en enterarse de su
existencia fue Akio Tamagawa, su colega del
Instituto de Investigación de Ciencias
Matemáticas de la Universidad de Kioto,
quien mandó los artículos a Ivan Fesenko,
teórico de números en la Universidad de
Nottingham, adjuntos en un correo que solo
contenía una pregunta:
«¿Mochizuki resolvió a + b = c?»
Esta es una de las grandes obras de la
Fesenko apenas pudo contener su ansiedad
literatura contemporánea. Un verdor
mientras bajaba los cuatro pesados archivos terrible muestra un conjunto de vidas
a su computador. Pasó diez minutos mirando complejas, extraordinarias y
conmovedoras; los pasos por el mundo
el avance de la barra de descargas, y luego de científicos, que abrazaron con una
se encerró durante dos semanas a estudiar la enorme pasión su trabajo.
113
para estudiar la prueba. El entusiasmo reinó durante los primeros días del
seminario. Los razonamientos del japonés comenzaban a volverse comprensibles
y en la noche del tercer día el rumor de que un avance gigantesco estaba a punto
de ocurrir comenzó a correr por la web, en foros y comunidades especializadas.
Al cuarto día todo se vino abajo. A partir de cierto punto nadie era capaz de seguir
los argumentos del japonés. Las mejores mentes matemáticas del planeta
estaban perplejas y no había quien pudiera ayudarles. Mochizuki se había negado
a participar del encuentro.
La nueva rama de las matemáticas que el japonés había creado para probar la
conjetura era tan bizarra, abstracta y adelantada a su tiempo que un teórico de la
Universidad de Wisconsin-Madison dijo que al estudiarla se sentía leyendo un
paper que venía del futuro: «Todos los que se han acercado a esta cosa son
personas razonables, pero, una vez que comienzan a analizarla, se vuelven
incapaces de hablar de ella.»
Los pocos que han podido seguir el nuevo sistema de Mochizuki lo suficiente para
entender aunque sea una parte dicen que se trata de una serie de relaciones que
subyacen a los números, escondidas a simple vista. «Para comprender mi trabajo
es necesario que desactiven los patrones de pensamiento que han instalado en
sus cerebros y que han dado por sentados durante tantos años», escribió
Mochizuki en su blog.
Baby H. P.*
Señora ama de casa: convierta usted en fuerza motriz la vitalidad de sus niños.
Ya tenemos a la venta el maravilloso Baby H.P., un aparato que está llamado a
revolucionar la economía hogareña.
114
El Baby H.P. es una estructura de metal muy resistente y ligera que se adapta
con perfección al delicado cuerpo infantil, mediante cómodos cinturones,
pulseras, anillos y broches. Las ramificaciones de este esqueleto suplementario
recogen cada uno de los movimientos del niño, haciéndolos converger en una
botellita de Leyden que puede colocarse en la espalda o en el pecho, según
necesidad. Una aguja indicadora señala el momento en que la botella está llena.
Entonces usted, señora, debe desprenderla y enchufarla en un depósito especial,
para que se descargue automáticamente. Este depósito puede colocarse en
cualquier rincón de la casa, y representa una preciosa alcancía de electricidad
disponible en todo momento para fines de alumbrado y calefacción, así como para
impulsar alguno de los innumerables artefactos que invaden ahora los hogares.
De hoy en adelante usted verá con otros ojos el agobiante ajetreo de sus hijos. Y
ni siquiera perderá la paciencia ante una rabieta convulsiva, pensando en que es
una fuente generosa de energía. El pataleo de un niño de pecho durante las
veinticuatro horas del día se transforma, gracias al Baby H.P., en unos inútiles
segundos de tromba licuadora, o en quince minutos de música radiofónica.
Las familias numerosas pueden satisfacer todas sus demandas de electricidad
instalando un Baby H.P. en cada uno de sus vástagos, y hasta realizar un
pequeño y lucrativo negocio, trasmitiendo a los vecinos un poco de la energía
sobrante. En los grandes edificios de departamentos pueden suplirse
satisfactoriamente las fallas del servicio público, enlazando todos los depósitos
familiares.
El Baby H.P. no causa ningún trastorno físico ni psíquico en los niños, porque no
cohíbe ni trastorna sus movimientos. Por el contrario, algunos médicos opinan
que contribuye al desarrollo armonioso de su cuerpo. Y por lo que toca a su
espíritu, puede despertarse la ambición individual de las criaturas, otorgándoles
pequeñas recompensas cuando sobrepasen sus récords habituales. Para este fin
se recomiendan las golosinas azucaradas, que devuelven con creces su valor.
Mientras más calorías se añadan a la dieta del niño, más kilovatios se economizan
en el contador eléctrico.
Los niños deben tener puesto día y noche su lucrativo H.P. Es importante que lo
lleven siempre a la escuela, para que no se pierdan las horas preciosas del recreo,
de las que ellos vuelven con el acumulador rebosante de energía.
Los rumores acerca de que algunos niños mueren electrocutados por la corriente
que ellos mismos generan son completamente irresponsables. Lo mismo debe
decirse sobre el temor supersticioso de que las criaturas provistas de un Baby
H.P. atraen rayos y centellas. Ningún accidente de esta naturaleza puede ocurrir,
sobre todo si se siguen al pie de la letra las indicaciones contenidas en los folletos
explicativos que se obsequian en cada aparato.
El Baby H.P. está disponible en las buenas tiendas en distintos tamaños, modelos
y precios. Es un aparato moderno, durable y digno de confianza, y todas sus
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coyunturas son extensibles. Lleva la garantía de fabricación de la casa J. P.
Mansfield & Sons, de Atlanta, Ill.
La pradera*
Ray Bradbury
—¿Qué le pasa?
—No lo sé.
116
niños parpadeó cuando llegaron a tres metros de ella. Simultáneamente, en el
vestíbulo, las luces se apagaron con un automatismo suave.
Se detuvieron en el suelo acolchado del cuarto de jugar de los niños. Tenía doce
metros de ancho por diez de largo; además había costado tanto como la mitad
del resto de la casa. «Pero nada es demasiado bueno para nuestros hijos», había
dicho George.
—Vamos a quitarnos del sol —dijo—. Resulta demasiado real. Pero no veo que
pase nada extraño.
—Los buitres.
—¿Ves?, allí están los leones, a lo lejos, en aquella dirección. Ahora se dirigen a
la charca. Han estado comiendo —dijo Lydia—. No sé el qué.
—Algún animal —George Hadley alzó la mano para defender sus entrecerrados
ojos de la luz ardiente—. Una cebra o una cría de jirafa, a lo mejor.
117
—No, ya es un poco tarde para estar seguro —dijo él, divertido—. Allí lo único
que puedo distinguir son unos huesos descarnados, y a los buitres dispuestos a
caer sobre lo que queda.
—No.
—¡Hace un momento!
Lydia se dio la vuelta y echó a correr. George se lanzó tras ella. Fuera, en el
vestíbulo, después de cerrar de un portazo, él se reía y ella lloraba y los dos se
detuvieron horrorizados ante la reacción del otro.
—¡George!
118
—¡Lydia! ¡Oh, mi querida, mi dulce, mi pobre Lydia!
—Tienes que decirles a Wendy y Peter que no lean nada más sobre África.
—Claro que sí… Claro que sí —le dio unos golpecitos con la mano.
—¿Lo prometes?
—Desde luego.
—Y mantén cerrada con llave esa habitación durante unos días hasta que consiga
que se me calmen los nervios.
—Ya sabes lo difícil que resulta Peter con eso. Cuando le castigué hace un mes
a tener unas horas cerrada con llave esa habitación…, ¡menuda rabieta cogió! Y
Wendy lo mismo. Viven para esa habitación.
—Hay que cerrarla con llave, eso es todo lo que hay que hacer.
—Muy bien —de mala gana, George Hadley cerró con llave la enorme puerta—.
Has estado trabajando intensamente. Necesitas un descanso.
119
—Sí —un frenético asentimiento, y unos ojos que se humedecían.
—Pero yo creía que por eso habíamos comprado esta casa, para que no
tuviéramos que hacer ninguna de esas cosas.
—Tienes aspecto de que tampoco tú sabes qué hacer contigo mismo en esta
casa. Fumas un poco más por la mañana y bebes un poco más por la tarde y
necesitas unos cuantos sedantes más por la noche. También estás empezando
a sentirte innecesario.
—¿Y no lo soy? —hizo una pausa y trató de notar lo que de verdad sentía
interiormente.
—¡Oh, George! —Lydia lanzó una mirada más allá de él, a la puerta del cuarto de
jugar de los niños—. Esos leones no pueden salir de ahí, ¿verdad que no pueden?
Él miró la puerta y vio que temblaba como si algo hubiera saltado contra ella por
el otro lado.
—Lo siento —dijo una vocecita del interior de la mesa, y apareció el ketchup.
En cuanto a la habitación, pensó George Hadley, a sus hijos no les haría ningún
daño que estuviera cerrada con llave durante un tiempo. Un exceso de algo a
nadie le sienta nunca bien. Y quedaba claro que los chicos habían pasado un
120
tiempo excesivo en África. Aquel sol. Todavía lo notaba en el cuello como una
garra caliente. Y los leones. Y el olor a sangre. Era notable el modo en que aquella
habitación captaba las emanaciones telepáticas de las mentes de los niños y
creaba una vida que colmaba todos sus deseos. Los niños pensaban en leones,
y aparecían leones. Los niños pensaban en cebras, y aparecían cebras. Sol… sol.
Jirafas… jirafas. Muerte y muerte.
Aquello no se iba. Masticó sin saborearla la carne que les había preparado la
mesa. La idea de la muerte. Eran terriblemente jóvenes, Wendy y Peter, para
tener ideas sobre la muerte. No, la verdad, nunca se era demasiado joven. Uno
le deseaba la muerte a otros seres mucho
antes de saber lo que era la muerte.
Cuando tenías dos años y andabas
disparando a la gente con pistolas de
juguete.
—¿Adónde vas?
No respondió a Lydia. Preocupado, dejó Los cuentos y las novelas de Isaac Asimov
que las luces se fueran encendiendo son una de los pilares de la Ciencia ficción.
delante de él y apagando a sus espaldas
según caminaba hasta la puerta del cuarto de jugar de los niños. Pegó la oreja y
escuchó. A lo lejos rugió un león.
Hizo girar la llave y abrió la puerta. Justo antes de entrar, oyó un chillido lejano. Y
luego otro rugido de los leones, que se apagó rápidamente.
Entró en África. Cuántas veces había abierto aquella puerta durante el último año
encontrándose en el País de las Maravillas, con Alicia y la Tortuga Artificial, o con
Aladino y su lámpara maravillosa, o con Jack Cabeza de Calabaza del País de
Oz, o el doctor Doolittle, o con la vaca saltando una luna de aspecto muy real —
todas las deliciosas manifestaciones de un mundo simulado—. Había visto muy a
menudo a Pegasos volando por el cielo del techo, o cataratas de fuegos artificiales
auténticos, u oído voces de ángeles cantar. Pero ahora, aquella ardiente África,
aquel horno con la muerte en su calor.
121
rugidos de leones y sentido su fuerte olor, que llegaba incluso hasta la puerta de
su estudio. Pero, al estar ocupado, no había prestado atención.
George Hadley se mantenía quieto y solo en el mar de hierba africano. Los leones
alzaron la vista de su alimento, observándole. El único defecto de la ilusión era la
puerta abierta por la que podía ver a su mujer, al fondo, pasado el vestíbulo, a
oscuras, como cuadro enmarcado, cenando distraídamente.
—¡Aladino!
Volvió al comedor.
—O…
—¿O qué?
—O no puede funcionar —dijo Lydia—, porque los niños han pensado en África y
leones y muerte tantos días que la habitación es víctima de la rutina.
—Podría ser.
—¿Conectado?
—Es un chico listo para sus diez años. Su coeficiente de inteligencia es…
122
—A pesar de eso…
Los niños habían vuelto. Wendy y Peter entraron por la puerta principal, con las
mejillas como caramelos de menta y los ojos como brillantes piedras de ágata
azul. Sus monos de salto despedían un olor a ozono después de su viaje en
helicóptero.
—Sí, vamos a hablar de vuestro cuarto de jugar —dijo George Hadley. Ambos
hermanos parpadearon y luego se miraron uno al otro.
—De lo de África y de todo lo demás —dijo el padre con una falsa jovialidad.
—Vuestra madre y yo hemos estado viajando por África; Tomás Swift y su león
eléctrico —explicó George Hadley.
—No.
La niña obedeció.
—Wendy, ¡vuelve aquí! —dijo George Hadley, pero la niña ya se había ido. Las
luces de la casa la siguieron como una bandada de luciérnagas. Demasiado tarde,
George Hadley se dio cuenta de que había olvidado cerrar con llave la puerta
después de su última inspección.
123
—Ella no me tiene que contar nada. Yo mismo lo he visto.
Salieron a la toma de aire, donde un viento los empujó como a hojas secas hasta
sus dormitorios.
124
George Hadley anduvo por el sonoro claro y agarró algo que yacía en un rincón
cerca de donde habían estado los leones. Volvió caminando lentamente hasta su
mujer.
—¿Crees que Wendy la habrá cambiado? —preguntó ella, por fin, en la habitación
a oscuras.
—Naturalmente.
—Sí.
—¿Por qué?
—No lo sé. Pero seguirá cerrada con llave hasta que lo averigüe.
—Yo no sé nada —dijo él—, a no ser que estoy empezando a lamentar que
hayamos comprado esa habitación para los niños. Si los niños son neuróticos,
una habitación como ésa…
—Se suponía que les iba a ayudar a librarse de sus neurosis de un modo sano.
—Les hemos dado a los niños todo lo que quieren. Y ésta es nuestra
recompensa… ¡Secretos, desobediencia!
—¿Quién fue el que dijo que los niños son como alfombras a las que hay que
sacudir de vez en cuando? Nunca les levantamos la mano. Son insoportables…,
125
admitámoslo. Van y vienen según les apetece; nos tratan como si los hijos
fuéramos nosotros. Están echados a perder y nosotros estamos echados a perder
también.
—Llevan comportándose de un modo raro desde que hace unos meses les
prohibiste ir a Nueva York en cohete.
—Da igual. Me he fijado que desde entonces se han mostrado claramente fríos
con nosotros.
—Creo que deberíamos hacer que mañana viniera David McClean para que le
echara un ojo a África.
Dos gritos. Dos personas que gritaban en el piso de abajo. Y luego, rugidos de
leones.
—¿De verdad?
—Sí, muchísimo.
—¿Qué?
—Eso depende.
126
—¿De qué? —soltó Peter.
—De ti y de tu hermana. De que mezcléis África con otras cosas… Con Suecia,
tal vez, o Dinamarca o China…
—Vaya, de modo que ahora admites que has estado haciendo que aparezca
África, ¿es así?
—No quiero que el cuarto de jugar esté cerrado con llave —dijo fríamente Peter—
. Nunca.
—En realidad estamos pensando en pasar un mes fuera de casa. Libres de esta
especie de existencia despreocupada.
—¡Eso sería espantoso! ¿Tendría que atarme los cordones de los zapatos yo en
lugar de dejar que me los ate el atador? ¿Y lavarme los dientes y peinarme y
bañarme?
—Yo no quiero hacer nada excepto mirar y oír y oler. ¿Qué otra cosa se puede
hacer?
127
—¿Llego a tiempo? —dijo David McClean.
—Eso espero.
—Bien, pues entonces échale una mirada al cuarto de jugar de nuestros hijos. Ya
lo viste hace un año cuando viniste por aquí. ¿Entonces no notaste nada especial
en esa habitación?
—No podría decir que lo notara: la violencia habitual, cierta tendencia hacia una
ligera paranoia acá y allá, lo normal en niños que se sienten perseguidos
constantemente por sus padres; pero, bueno, de hecho, nada.
Cruzaron el vestíbulo.
—Cerré la habitación con llave —explicó el padre—, y los niños entraron en ella
por la noche. Dejé que estuvieran dentro para que pudieran formar los modelos y
así tú los pudieras ver.
Con los niños fuera, los dos hombres se quedaron quietos examinando a los
leones agrupados a lo lejos que comían con deleite lo que habían cazado.
—Me gustaría saber de qué se trata —dijo George Hadley—. A veces casi lo
consigo ver. ¿Crees que si trajese unos prismáticos potentes y…?
—Difícilmente —se volvió para examinar las cuatro paredes—. ¿Cuánto hace que
pasa esto?
128
—La verdad es que no me causa ninguna buena impresión.
—Me temo que sí. Uno de los usos originales de estas habitaciones era que
pudiéramos estudiar los modelos que dejaba la mente del niño en las paredes, y
de ese modo estudiarlos con toda comodidad y ayudar al niño. En este caso, sin
embargo, la habitación se ha convertido en un canal hacia… ideas destructivas,
en lugar de una liberación de ellas.
—Lo único que he notado es que has echado a perder a tus hijos más que la
mayoría. Y ahora los has degradado de algún modo. ¿De qué modo?
—He quitado algunos de los aparatos de la casa y les amenacé, hace un mes,
con cerrar el cuarto de jugar como no hicieran los deberes del colegio. Lo tuve
cerrado unos cuantos días para que aprendieran.
—Vaya, vaya.
—Todo. Donde antes tenían a un Papá Noel, ahora tienen a un ogro. Los niños
prefieren a Papá Noel. Dejaste que esta casa os reemplazara a ti y a tu mujer en
el afecto de vuestros hijos. Esta habitación es su madre y su padre, y es mucho
más importante en sus vidas que sus padres auténticos. Y ahora vas y la quieres
cerrar. No me extraña que aquí haya odio. Se nota que brota del cielo. Se nota en
ese sol. George, tienes que cambiar de vida. Lo mismo que otros muchos, la has
construido en torno a las comodidades. Mañana te morirías de hambre si en la
cocina funcionara algo mal. Deberías saber cascar un huevo. Sin embargo,
129
desconéctalo todo. Empieza de nuevo. Llevará tiempo. Pero conseguiremos
obtener unos niños buenos a partir de los malos dentro de un año, espera y verás.
—Pero ¿no será un choque excesivo para los niños cerrar la habitación
bruscamente, para siempre?
—Lo que yo no quiero es que profundicen más en esto, eso es todo. Los leones
estaban terminando su festín rojo.
Los leones se mantenían al borde del claro observando a los dos hombres.
—Los leones no son reales, ¿verdad? —dijo George Hadley—. Supongo que no
habrá ningún modo de…
—¿De qué?
—No.
Se dirigieron a la puerta.
—La paranoia abunda por aquí hoy —dijo David McClean—. Puedes utilizar esto
como pista. Mira —se agachó y recogió un pañuelo de cuello ensangrentado—.
¿Es tuyo?
130
—¡No le puedes hacer eso al cuarto de jugar, no puedes!
—No.
—¡No les dejes hacerlo! —gritó Peter al techo, como si hablara con la casa, con
el cuarto de jugar—. No dejes que mi padre lo mate todo —se volvió hacia su
padre—. ¡Te odio!
—Ya lo estamos, desde hace mucho. Ahora vamos a empezar a vivir de verdad.
En lugar de que nos manejen y nos den masajes, vamos a vivir.
131
—Muy bien… muy bien, siempre que se callen. Un minuto, tenedlo en cuenta, y
luego desconectada para siempre.
—Papá, papá, papá —dijeron alegres los chicos, sonriendo con la cara llena de
lágrimas.
Y los tres se pusieron a parlotear mientras él dejaba que el tubo de aire le aspirara
al piso de arriba y empezaba a vestirse por sí mismo. Un minuto después,
apareció Lydia.
—Bueno, dentro de cinco minutos o así estaremos camino de Iowa. Señor, ¿cómo
se nos ocurrió tener esta casa? ¿Qué nos impulsó a comprar una pesadilla?
—Creo que será mejor que baje antes de que esos chicos vuelvan a
entusiasmarse con esas malditas fieras.
Bajaron al otro piso por el tubo de aire y atravesaron corriendo el vestíbulo. Los
niños no estaban a la vista.
—¿Wendy? ¡Peter!
—¿Peter, Wendy?
132
—¡Wendy, Peter!
—¡Abrid esta puerta! —gritó George Hadley, tratando de hacer girar el picaporte—
. ¡Han cerrado por fuera! ¡Peter! —golpeó la puerta—. ¡Abrid!
Los leones los rodeaban por tres lados. Avanzaban por la hierba amarilla de la
sabana, olisqueando y rugiendo.
Los leones.
George Hadley miró a su mujer y los dos se dieron la vuelta y volvieron a mirar a
las fieras que avanzaban lentamente, encogiéndose, con el rabo tieso.
Y de repente se dieron cuenta del motivo por el que aquellos gritos anteriores les
habían sonado tan conocidos.
—Muy bien, aquí estoy —dijo David McClean a la puerta del cuarto de jugar—.
Oh, hola —miró fijamente a los niños, que estaban sentados en el centro del claro
merendando. Más allá de ellos estaban la charca y la sabana amarilla; por encima
había un sol abrasador. Empezó a sudar—. ¿Dónde están vuestros padres?
—Bien, porque nos tenemos que ir —a lo lejos, McClean distinguió a los leones
peleándose. Luego vio cómo se tranquilizaban y se ponían a comer en silencio, a
la sombra de los árboles.
133
Ahora los leones habían terminado de comer. Se acercaron a la charca para
beber.
24
Katia Hueso, Somos naturaleza. Un viaje a nuestra esencia, Barcelona, plataforma Editorial, 2017.
134
Rousseau, por ejemplo, en el Discurso sobre la desigualdad entre los hombres,
manifiesta la necesidad de regresar a la naturaleza.
135
Actividad de aprendizaje 5. Lee los poemas de Miguel Hernández y de Pablo
Neruda y comenta las diferencias. Lee, además, un relato con el tema de la
naturaleza, señalando la idea principal de la obra y como se focaliza el tema de
la naturaleza en dicha obra, como la describe el escritor, como la viven los
personajes, como influye en la conducta de sus acciones.
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Lectura 5
La tierra*
Pablo Neruda
136
Veo los monumentos
de antigua piedra rota,
pero si toco
la cicatriz de piedra
tu cuerpo me responde,
mis dedos reconocen
de pronto, estremecidos,
tu caliente dulzura.
El niño yuntero*
Miguel Hernández
Me da su arado en el pecho,
Y su vida en la garganta
Y sufro viendo el barbecho
Tan grande bajo su planta.
139
Sus ramas secas crepitaron en el fondo
del fuego circular de las fogatas
que otros niños antes de nosotros encendieron
para espantar el miedo a las lechuzas,
brujas mentidas,
ululando en la penumbra espeluznante.
Los dedos nudosos de sus raíces sujetan
los tesoros que mis mayores ocultaron
de la tropa revolucionaria y que en la oscuridad
reclaman ser desenterrados
con unos gritos azules de lumbre.
Al verlo mi abuela soñó con construir
una casa para los hijos de sus hijos sobre el reino
de secos maizales y serpientes
que en torno de su tronco se extendía.
Los desastres naturales, los ecocidios, forman parte de las temáticas representadas
en la literatura. La falta de cuidado del entorno, el exceso y mal uso de la tecnología,
un sistema de mercado que se impone a nivel global, el consumismo imparable de
140
los seres humanos, los accidentes contra la naturaleza propiciados por las grandes
industrias, el uso excesivo del automóvil, han causado daños en nuestro planeta,
que, si no ponemos un freno inmediato, serán irreversibles.
Llegamos a un momento en el que el progreso iniciado hace más de dos siglos con
la llegada de la revolución industrial ha llegado a su terminado. La idea de progreso
tiene sus límites, debe observar al ser humano, al entorno, a la necesaria
preservación de la vida humana y de la naturaleza; ya no podemos producir más
desechos de manera indiscriminada. El hecho de crecer y crecer siempre a ciegas,
como si la tierra y la naturaleza pudieran resistir eternamente la acumulación de
estos desechos, nos ha llevado a un límite. Por eso es necesario tomar conciencia
y ayudar a preservar la vida humana desde ahora.
Actividad de aprendizaje 6.
Lee los poemas de Pablo Neruda y la letra de la canción Lamento al mar de Joan
Manuel Serrat. Coméntalos en clase y relaciónalos con problemáticas de tu
entorno. Posteriormente enumera en clase que realizarías para revertir y
solucionar estos problemas. (Se recomienda trabajar en equipos).
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Poemas*
José Emilio pacheco
141
Séptimo sello
Madre asfalto
142
de quienes conquistaron este mundo
destruyendo con su ganado y con su ganancia
la misma selva condenada a morir
que hizo posibles las orquídeas.
Lamento al mar
Joan Manuel Serrat
Ha sido el mar
Ha estat el mar
Miradlo hecho un husillo
Mireu-lo fet una claveguera
Que en su vientre
Que en el seu ventre
Se hiciera la vida
Es fes la vida
Sin rubor
Sense rubor Dolorosas imágenes de nuestro tiempo.
Miradlo hecho un husillo
Mireu-lo fet una claveguera
143
Herido de muerte
Ferit de mort
De la forma
De la manera
Que le desvalicen
Que el desvalisen
Y lo envenenan
I l'enverinen
Y los poderosos
I els poderosos
Que se llaman
Que s'anomenen
¿Conservadores?
Conservadors?
Miradlo hecho un husillo
Mireu-lo fet una claveguera
Herido de muerte
Ferit de mort
Cuánta abundancia
Quanta abundancia
Cuánta belleza
Quante bellesa
144
Cuánta energía
Quanta energia
Estropeada
Feta malbé
Por ignorancia, por imprudencia
Per ignorancia, per imprudencia
Que me enterraran
Que m'enterressin
Entre la playa
Entre la platja
Y el firmamento
I el firmament
Y seremos nosotros
I serem nosaltres
Quienes te enterramos
Els qui t'enterrem
145
2.7. La peste en la literatura
Sobre el año 2020 todos tenemos muchas cosas que contar. De manera
inesperada, el arribo de una pandemia modificó nuestra vida cotidiana. Sentimos
nuestra vulnerabilidad, lo frágiles que somos ante las inesperadas reacciones de la
naturaleza. A lo largo de la historia, han ocurrido una gran cantidad de
acontecimientos como el que aún estamos viviendo. La literatura no ha dejado de
testimoniar este amplio anecdotario de situaciones trágicas e inesperadas. ¿Cómo
reaccionan los individuos de una sociedad ante una situación de ese tipo? ¿Cómo
se modifica su sociabilidad? ¿Cómo cambia la relación con el otro? ¿Cómo empieza
a correr la información sobre la nueva enfermedad? ¿Cómo viven el encierro las
personas? Son tan solo algunas de las preguntas que giran alrededor de algunas
narraciones abordan este tema. El libro El Decamerón de Giovanni Bocaccio surge
en el contexto de la peste negra en Florencia, ocurrida en 1348. A raíz de ese
acontecimiento, siete mujeres y tres hombres jóvenes, que huyen de la peste que
golpea la ciudad, toman como refugio una villa en los márgenes de Florencia en
donde se empiezan a contar historias. Daniel Defoe, el conocido creador de
Robinson Crusoe, escribió también un libro emblemático sobre el tema: Diario del
año de la peste (1722). Alessandro Manzoni, en su novela Los novios (1867), una
de las obras italianas más leídas y estudiadas, no deja de tener como contexto una
pandemia. Otro escritor que escribió sobre el tema fue el argelino Albert Camus,
ganador del Premio Nobel de literatura. Su novela La peste, puede considerarse
una de las obras más emblemáticas sobre este tema. Hay escritores que han
introducido acontecimientos de este tipo en sus novelas. El escritor Gabriel García
Márquez, en su novela El amor en los tiempos del cólera, que mencionamos páginas
146
atrás, aparte de hablar sobre el amor, introduce el tema del cólera en algunos
capítulos medulares de la obra.
El motivo de la inspiración puede llegar hasta los blogs. Es así como un poema
escrito por Kitty O’Meara, se extiende en las redes y se vuelve viral. De esta manera
sus versos llegan a miles de lectores:
Poema de la pandemia
147
Y la gente sanó.
Y, en ausencia de personas
que viven en la ignorancia y el peligro,
sin sentido y sin corazón,
la Tierra comenzó a sanar.
Por lo que podemos ver, estamos ante un tema que no se agota. Tan es así que en
la novela El tercer paraíso (2022) de Cristian Alarcón Casanova, ganadora del
Premio Alfaguara 2022, el tema de la reciente pandemia se hace presente. Y el
consagrado escritor turco Orhan Pamuk, ganador del premio Nobel de Literatura,
nos lleva al pasado en su reciente novela Las noches de la peste (2022).
Actividad de aprendizaje 7. Lee los fragmentos de los libros Diario del año de la
peste de Daniel Defoe y La peste de Albert Camus. Posteriormente desarrolla
los siguientes incisos.
A) Explica las diferencias entre la manera en la que se presenta la
enfermedad de la peste en el texto de Daniel Defoe y la manera que
se presenta en el mundo actual. Considera la forma en la que se
empieza dar la información, la manera que reaccionan las personas,
148
la forma en que se confinan. De igual manera explica cómo se
empieza a expandir la enfermedad.
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B) Explica a qué se refiere Albert Camus cuando dice: “El modo más
cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella,
cómo se ama y cómo se muere”.
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C) ¿Qué imaginas que va a suceden en la ciudad de Oran, de acuerdo al
fragmento que leíste de La peste?
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D) Basándote en las lecturas de anteriores elabora una crónica sobre tu
experiencia en la pandemia.
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Lecturas 7
Daniel Defoe
Fue en los comienzos de septiembre de 1664 cuando, mezclado entre los demás
vecinos, escuché durante una charla habitual que la peste había vuelto a Holanda;
pues había sido muy violenta allí, particularmente en Ámsterdam y Róterdam, en
el año 1663, sitio al que había sido llevada, según unos desde Italia, según otros
desde el Levante, entre algunos géneros traídos por su flota; otros dicen que fue
traída de Candía, otros que provenía de Chipre. No se dio importancia a la
procedencia; mas todos concordaron en que había vuelto a Holanda.
En aquellos días no teníamos nada que se pareciese a los periódicos impresos
para diseminar rumores e informes sobre las cosas y para mejorarlos con la
inventiva de los hombres, cosa que he visto hacer desde entonces. Pero las
noticias como ésta se recogían a través de las cartas de los mercaderes y de otras
personas que mantenían correspondencia con el extranjero, y se hacían llegar
verbalmente a todas partes; así, las noticias no se divulgaban instantáneamente
150
por toda la nación, como sucede hoy día. Pero al parecer el Gobierno tenía un
informe veraz sobre el asunto, habiéndose celebrado varios consejos para discutir
los medios de evitar que el mal llegase hasta nosotros; mas todo ello se mantuvo
muy en secreto. De ahí que este rumor se extinguiese nuevamente, y que las
gentes comenzasen a olvidarlo como si fuese una cosa que realmente no les
concerniese y de la que esperaban que no fuese cierta; hasta el final de
noviembre o los primeros días de diciembre de 1664, cuando dos hombres, que
se suponía franceses, murieron de peste en Long Acre; o mejor dicho, en el
extremo superior de Drury Lane. La familia con la que vivían se esforzó todo lo
posible por ocultarlo, pero tan pronto como las conversaciones del vecindario
ventilaron la cuestión, ésta llegó a conocimiento de los secretarios de Estado;
ciento cinco que, sintiéndose preocupados, ordenaron a dos médicos y a un
cirujano que fuesen a inspeccionar la casa, a fin de estar seguros de la verdad.
Así lo hicieron éstos, y habiendo encontrado señales evidentes de la enfermedad
sobre ambos cadáveres, dieron públicamente sus opiniones de que habían
muerto a causa de la peste. Después de lo cual se notificó al escribano de la
parroquia, quien también dio parte al Consistorio; y el hecho fue impreso en la
lista de mortalidad en la forma acostumbrada, o sea:
151
creo que fue alrededor del 12 de febrero, hubo otro que murió en otra casa, pero
en la misma parroquia y de la misma suerte.
Esto hizo que los ojos de la gente se volviesen hacia ese extremo de la ciudad; y
como las listas semanales mostraban en la parroquia de St. Giles un incremento
desacostumbrado de
las inhumaciones, se
comenzó a
sospechar que la
peste habitaba entre
las gentes de ese
extremo de la ciudad;
y que muchos habían
muerto por su causa,
a pesar de que habían tomado todas las precauciones para evitar que ello llegase
al conocimiento del público. Esto arraigó grandemente en el espíritu del pueblo, y
eran muy pocos los que se aventuraban a través de Drury Lane, a menos que
tuviesen un asunto extraordinario que les obligase a hacerlo.
Este aumento de las listas fue como sigue: el número de inhumaciones semanales
en las parroquias en de St. Giles-inthe-Fields y de St. Andrew, Holborn, era de
unos doce a diecisiete o diecinueve, en cada una; mas desde el momento en que
la peste apareció por primera vez en la parroquia de St. Giles, se observó que el
número de inhumaciones corrientes aumentaba considerablemente. Por ejemplo:
152
St. Giles 21 St. Andrews 23
Desde el 7 de febrero hasta el 14 de febrero
St. Giles 24
En la parroquia de St. Bride, que limita por uno de los lados con la parroquia de
Holborn, así como en la parroquia de St. James, Clerkenwell, que limita con
Holborn por su parte opuesta, se observó un aumento similar en las listas; en las
dos parroquias citadas, el número de personas que normalmente moría cada
semana era de seis a ocho, mientras que durante ese tiempo aumentó como
sigue:
Además de esto, la gente veía con gran desasosiego que todas las listas
semanales crecían mucho durante estas semanas, pese a que era una época del
año en la que, por regla general, las listas son muy moderadas.
La cantidad usual de inhumaciones según las listas de mortalidad era de unas
doscientas cuarenta o así, hasta trescientas en una semana. Se tenía por
bastante alta esta última cifra; pero luego vemos que las listas sucesivas
aumentaron como sigue:
Inhumación Incremento
153
Del 20 al 27 de diciembre 291 …
Del 27 de diciembre al 3 de enero 349 58
Del 3 al 10 de enero 394 45
Del 10 al 17 de enero 415 21
Del 17 al 24 de enero 474 59
154
Long Acre, cerca de las casas infectadas, se mudó por miedo a la enfermedad,
sin saber que ya estaba contagiado.
Esto sucedió en los primeros días de mayo, aunque el tiempo era benigno,
variable y bastante frío; y las gentes aún abrigaban ciertas esperanzas. Lo que
les daba confianza, era que la ciudad estaba saludable: las noventa y siete
parroquias juntas tuvieron sólo cincuenta y cuatro entierros; y comenzamos a
creer que el mal no avanzaría más lejos, puesto que aparecía principalmente
entre la gente de ese extremo de la ciudad.
Tanto más cuanto que la semana
siguiente, que fue entre el 9 de mayo y el
16, sólo murieron tres, ninguno de ellos
dentro de la ciudad; y St. Andrew inhumó
solamente quince, lo que era muy poco.
Cierto es que St. Giles enterró a treinta y
dos, pero incluso así, como sólo había uno
de peste, la gente empezó a sentirse más
tranquila. La lista total también era muy
reducida, ya que la semana anterior fue de
sólo 347; y sólo 343 en la semana arriba
mencionada. Mantuvimos estas
esperanzas durante algunos días, pero
sólo fueron para unos pocos, puesto que al pueblo ya no se le podía engañar de
tal manera; registraron las casas y encontraron que la peste estaba efectivamente
extendida por todas partes, y que muchos morían de ella cada día. Así, fallaron
todos nuestros atenuantes; y ya no hubo nada más que ocultar; más aún, pronto
se vio que la epidemia había desbordado toda esperanza de mitigación; que en
la parroquia de St. Giles había entrado en diversas calles y que varias familias
completas yacían enfermas; consecuentemente, la situación comenzó a dejarse
ver en la lista de la semana siguiente. Ciertamente, sólo hubo catorce anotados
con peste, pero esto era una bellaquería y una confabulación, puesto que en la
parroquia de St. Giles inhumaron cuarenta en total, de los que se estaba seguro
155
que la mayor parte había muerto de la peste, aunque estuviesen registrados con
otras enfermedades; y si bien todos los entierros no pasaban de treinta y dos, y
la lista total mostraba sólo 385, había catorce de tabardillo pintado, así como
catorce de peste; y dimos por seguro que esa semana habían muerto cincuenta
a causa de la peste.
La lista siguiente fue del 23 al 30 de mayo, en la que el número de muertos de
peste era diecisiete. Mas las inhumaciones en St. Giles fueron cincuenta y tres —
cantidad terrorífica— entre las que solamente se registraron nueve casos de
peste: pero un examen más estricto de los jueces de paz, a demanda del
corregidor, demostró que había otros veinte que habían muerto a causa de la
peste en dicha parroquia, pero que habían sido anotados con tabardillo u otras
enfermedades, sin contar a otros que fueron ocultados.
Pero estas cosas fueron insignificantes comparadas con lo que siguió
inmediatamente después; porque entonces llegó el tiempo caluroso; y desde la
primera semana de junio el contagio se diseminó de manera terrorífica, y las listas
se elevaron; los que eran víctimas de la fiebre o del tabardillo comenzaron a
hincharse; hicieron todo cuanto pudiera ocultar su enfermedad, para evitar que
los vecinos los rehuyesen y se negasen a conversar con ellos; y también para
evitar que las autoridades cerrasen sus casas, cosa que, aunque no se practicaba
todavía, ya había habido amenazas; y el pueblo estaba muy aterrado al pensar
en ello.
Albert Camus
156
Los curiosos acontecimientos que
constituyen el tema de esta crónica
se produjeron en el año 194... en
Oran. Para la generalidad resultaron
enteramente fuera de lugar y un
poco aparte de lo cotidiano. A
primera vista Oran es, en efecto, una
ciudad como cualquier otra, una
prefectura francesa en la costa
argelina y nada más.
La ciudad, en sí misma, hay que
confesarlo, es fea. Su aspecto es
tranquilo y se necesita cierto tiempo
para percibir lo que la hace diferente
de las otras ciudades comerciales
de cualquier latitud. ¿Cómo sugerir,
por ejemplo, una ciudad sin
Albert Camus (1913-1960)
palomas, sin árboles y sin jardines,
donde no puede haber aleteos ni susurros de hojas, un lugar neutro, en una
palabra? El cambio de las estaciones sólo se puede notar en el cielo. La primavera
se anuncia únicamente por la calidad del aire o por los cestos de flores que traen
a vender los muchachos de los alrededores; una primavera que venden en los
mercados. Durante el verano el sol abrasa las casas resecas y cubre los muros
con una ceniza gris; se llega a no poder vivir más que a la sombra de las persianas
cerradas. En otoño, en cambio, un diluvio de barro. Los días buenos sólo llegan
en el invierno.
El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en
ella, cómo se ama y cómo se muere. En nuestra ciudad, por efecto del clima, todo
ello se hace igual, con el mismo aire frenético y ausente. Es decir, que se aburre
uno y se dedica a adquirir hábitos. Nuestros conciudadanos trabajan mucho, pero
siempre para enriquecerse. Se interesan sobre todo por el comercio, y se ocupan
157
principalmente, según propia expresión, de hacer negocios. Naturalmente,
también les gustan las expansiones simples: las mujeres, el cine y los baños de
mar. Pero, muy sensatamente, reservan los placeres para el sábado después de
mediodía y el domingo, procurando los otros días de la semana hacer mucho
dinero. Por las tardes, cuando dejan sus despachos, se reúnen a una hora fija en
los cafés, se pasean por un determinado bulevar o se asoman al balcón. Los
deseos de la gente joven son violentos y breves, mientras que los vicios de los
mayores no exceden de las francachelas, los banquetes de camaradería y los
círculos donde se juega fuerte al azar de las cartas.
Se dirá, sin duda, que nada de esto es particular de nuestra ciudad y que, en
suma, todos nuestros contemporáneos son así. Sin duda, nada es más natural
hoy día que ver a las gentes trabajar de la mañana a la noche y en seguida elegir,
entre el café, el juego y la charla, el modo de perder el tiempo que les queda por
vivir. Pero hay ciudades y países donde las gentes tienen, de cuando en cuando,
la sospecha de que existe otra cosa. En general, esto no hace cambiar sus vidas,
pero al menos han tenido la sospecha y eso es su ganancia. Oran, por el contrario,
es en apariencia una ciudad sin ninguna sospecha, es decir, una ciudad
enteramente moderna. Por lo tanto, no es necesario especificar la manera de
amar que se estila. Los hombres y mujeres o bien se devoran rápidamente en eso
que se llama el acto del amor, o bien se crean el compromiso de una larga
costumbre a dúo. Entre estos dos extremos no hay término medio. Eso tampoco
es original. En Oran, como en otras partes, por falta de tiempo y de reflexión, se
ve uno obligado a amar sin darse cuenta.
Lo más original en nuestra ciudad es la dificultad que puede uno encontrar para
morir. Dificultad, por otra parte, no es la palabra justa, sería mejor decir,
incomodidad. Nunca es agradable estar enfermo, pero hay ciudades y países que
nos sostienen en la enfermedad, países en los que, en cierto modo, puede uno
confiarse. Un enfermo necesita alrededor blandura, necesita apoyarse en algo;
eso es natural. Pero en Oran los extremos del clima, la importancia de los
negocios, la insignificancia de lo circundante, la brevedad del crepúsculo y la
calidad de los placeres, todo exige buena salud. Un enfermo necesita soledad.
158
Imagínese entonces al que está en trance de morir como cogido en una trampa,
rodeado por cientos de paredes crepitantes de calor, en el mismo momento en
que toda una población, al teléfono o en los cafés, habla de letras de cambio, de
conocimientos, de descuentos. Se comprenderá fácilmente lo que puede haber
de incómodo en la muerte, hasta en la muerte moderna, cuando sobreviene así
en un lugar seco.
Estas pocas indicaciones dan
probablemente una idea suficiente
de nuestra ciudad. Por lo demás, no
hay por qué exagerar. Lo que es
preciso subrayar es el aspecto
frívolo de la población y de la vida.
Pero se pasan los días fácilmente en
cuanto se adquieren hábitos, y
puesto que nuestra ciudad favorece
justamente los hábitos, puede
decirse que todo va bien. Desde este
punto de vista, la vida, en verdad, no
es muy apasionante. Pero, al menos
aquí no se conoce el desorden. Y
nuestra población, franca, simpática
y activa, ha provocado siempre en el viajero una razonable estimación. Esta
ciudad, sin nada pintoresco, sin vegetación y sin alma acaba por servir de reposo
y al fin se adormece uno en ella. Pero es justo añadir que ha sido injertada en un
paisaje sin igual, en medio de una meseta desnuda, rodeada de colinas
luminosas, ante una bahía de trazo perfecto. Se puede lamentar únicamente que
haya sido construida de espaldas a esta bahía y que al salir sea imposible divisar
el mar sin ir expresamente a buscarlo.
Siendo así las cosas, se admitirá fácilmente que no hubiese nada que hiciera
esperar a nuestros conciudadanos los acontecimientos que se produjeron a
principios de aquel año, y que fueron, después lo comprendimos, como los
159
primeros síntomas de la serie de acontecimientos graves que nos hemos
propuesto señalar en esta crónica. Estos hechos parecerán a muchos naturales
y a otros, por el contrario, inverosímiles. Pero, después de todo, un cronista no
puede tener en cuenta esas contradicciones. Su misión es únicamente decir:
"Esto pasó", cuando sabe que pasó en efecto, que interesó la vida de todo un
pueblo y que por lo tanto hay miles de testigos que en el fondo de su corazón
sabrán estimar la verdad de lo que dice.
Por lo demás, el narrador, que será conocido a su tiempo, no tendría ningún título
que arrogarse en semejante empresa si la muerte no le hubiera llevado a ser
depositario de numerosas confidencias y si la fuerza de las cosas no le hubiera
mezclado con todo lo que intenta relatar. Esto es lo que le autoriza a hacer trabajo
de historiador. Por supuesto, un historiador, aunque sea un mero aficionado,
siempre tiene documentos. El narrador de esta historia tiene los suyos: ante todo,
su testimonio, después el de los otros puesto que por el papel que desempeñó
tuvo que recoger las confidencias de todos los personajes de esta crónica, e
incluso los textos que le cayeron en las manos. El narrador se propone usar de
todo ello cuando le parezca bien y cuando le plazca. Además, se propone... Pero
ya es tiempo, quizás, de dejar los comentarios y las precauciones de lenguaje
para llegar a la narración misma. El relato de los primeros días exige cierta
minuciosidad.
La mañana del 16 de abril, el doctor Bernard Rieux, al salir de su habitación,
tropezó con una rata muerta en medio del rellano de la escalera. En el primer
momento no hizo más que apartar hacia un lado el animal y bajar sin preocuparse.
Pero cuando llegó a la calle, se le ocurrió la idea de que aquella rata no debía
quedar allí y volvió sobre sus pasos para advertir al portero. Ante la reacción del
viejo Michel, vio más claro lo que su hallazgo tenía de insólito. La presencia de
aquella rata muerta le había parecido únicamente extraña, mientras que para el
portero constituía un verdadero escándalo. La posición del portero era categórica:
en la casa no había ratas. El doctor tuvo que afirmarle que había una en el
descansillo del primer piso, aparentemente muerta: la convicción de Michel quedó
160
intacta. En la casa no había ratas; por lo tanto, alguien tenía que haberla traído
de afuera. Así, pues, se trataba de una broma.
Aquella misma tarde Bernard Rieux estaba en el pasillo del inmueble, buscando
sus llaves antes de subir a su piso, cuando vio surgir del fondo oscuro del corredor
una rata de gran tamaño con el pelaje mojado, que andaba torpemente. El animal
se detuvo, pareció buscar el equilibrio, echó a correr hacia el doctor, se detuvo
otra vez, dio una vuelta sobre sí mismo lanzando un pequeño grito y cayó al fin,
echando sangre por el hocico entreabierto. El doctor lo contempló un momento y
subió a su casa.
No era en la rata en lo que pensaba. Aquella sangre arrojada le llevaba de nuevo
a su preocupación. Su mujer, enferma desde hacía un año, iba a partir al día
siguiente para un lugar de montaña. La encontró acostada en su cuarto, como le
tenía mandado. Así se preparaba para el esfuerzo del viaje. Le sonrió.
Los temas no se agotan. Tampoco tienen fronteras. Una temática relacionada con
la naturaleza, puede hablar del desastre que está sufriendo el medio ambiente a
causa de la abominable conducta de los habitantes de nuestra tierra. Puede ser
también el contexto de una problemática social, como lo muestra claramente la
novela de Las uvas de la ira de John Steinbeck. Por ejemplo, el escritor Jorge
Humberto Chavez, en su libro Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar pero debes
saber que ya no hay río ni llanto, introduce el tema la sequía de un río, unida a la
horrible situación de violencia que sufre el país.
Desapariciones, asesinatos, feminicidios, desigualdad social, abusos de
poder, corrupción, son tan sólo algunas de las grandes problemáticas sociales de
nuestro tiempo que la literatura está representando en algunas novelas, cuentos,
ensayos y poemas. Tenemos que ser conscientes que vivimos en un contexto que
161
hay que modificar por medio de una educación humanística. Debemos colaborar
por medio propuestas activas en nuestra comunidad para revertir los horrores que
estamos viviendo. Sólo la fuerza de una sociedad civil organizada, la participación
razonada de todos, permitirá ganar de nueva cuenta los espacios que ha arrebatado
la delincuencia. Por eso, leer sobre estos temas, es un paso necesario en nuestra
formación.
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B) De acuerdo a la lectura, explica que nos quiere decir Víctor Hugo con la
siguiente frase: “Hay en nuestra civilización momentos terribles, y son
precisamente aquellos en que la ley penal pronuncia una condena”.
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C) En la actualidad suceden situaciones similares como lo que sucedió al
personaje de Jean Valjean. (Explica)
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D) ¿Por qué consideras que tiene ese título el texto de Edmundo Valadés?
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E) ¿Por qué actuaron los campesinos de esa manera? ¿Estaba justificado
su actuar? (explica)
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F) ¿Por qué ocultaron los campesinos lo que realizaron desde un principio?
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G) ¿Por qué crees que tituló de esa manera Jorge Humberto Chávez a su
poema?
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Lecturas 8
Los miserables*
Víctor Hugo
Jean Valjean pertenecía a una humilde familia de Brie. No había aprendido a leer
en su infancia; y cuando fue
hombre, tomó el oficio de su
padre, podador en Faverolles.
Su padre se llamaba igualmente
Jean Valjean o Vlajean, una
contracción probablemente de
"voilà Jean": ahí está Jean.
164
de los siete hijos tenía ocho años y el menor uno. Jean Valjean acababa de
cumplir veinticinco. Reemplazó al padre, y mantuvo a su hermana y los niños. Lo
hizo sencillamente, como un deber, y aun con cierta rudeza.
Víctor Hugo (1802-1885), una figura central de la
literatura de todos los tiempos.
Su juventud se desperdiciaba,
pues, en un trabajo duro y mal pagado. Nunca se le conoció novia; no había tenido
tiempo para enamorarse.
Por la noche volvía cansado a la casa y comía su sopa sin decir una palabra.
Mientras comía, su hermana a menudo le sacaba de su plato lo mejor de la
comida, el pedazo de carne, la lonja de tocino, el cogollo de la col, para dárselo a
alguno de sus hijos. El, sin dejar de comer, inclinado sobre la mesa, con la cabeza
casi metida en la sopa, con sus largos cabellos esparcidos alrededor del plato,
parecía que nada observaba; y la dejaba hacer.
Aquella familia era un triste grupo que la miseria fue oprimiendo poco a poco.
Llegó un invierno muy crudo; Jean no tuvo trabajo. La familia careció de pan. ¡Ni
un bocado de pan y siete niños!
Esto ocurrió en 1795. Jean Valjean fue acusado ante los tribunales de aquel
tiempo como autor de un robo con fractura, de noche, y en casa habitada. Tenía
en su casa un fusil y era un eximio tirador y aficionado a la caza furtiva, y esto lo
perjudicó.
165
Fue declarado culpable. Las palabras del código eran terminantes. Hay en nuestra
civilización momentos terribles, y son precisamente aquellos en que la ley penal
pronuncia una condena. ¡Instante fúnebre aquel en que la sociedad se aleja y
consuma el irreparable abandono de un ser pensante! Jean Valjean fue
condenado a cinco años de presidio.
166
el número 24.601. ¿Qué fue de su hermana? ¿Qué fue de los siete niños? Pero,
¿a quién le importa?
La historia es siempre la misma. Esos pobres seres, esas criaturas de Dios, sin
apoyo alguno, sin guía, sin asilo, Los miserables (1862) de Víctor Hugo, forma
quedaron a merced de la casualidad. parte de las historias clásicas de la literatura.
novela en que se representan las grandes
¿Qué más se ha de saber? Se fueron
injusticias sociales que sufren los personajes.
cada uno por su lado, y se
sumergieron poco a poco en esa fría bruma en que se sepultan los destinos
solitarios. Apenas, durante todo el tiempo que pasó en Tolón, oyó hablar una sola
vez de su hermana. Al fin del cuarto año de prisión, recibió noticias por no sé qué
conducto. Alguien que los había conocido en su pueblo había visto a su hermana:
estaba en París. Vivía en un miserable callejón, cerca de San Sulpicio, y tenía
consigo sólo al menor de los niños. Esto fue lo que le dijeron a Jean Valjean. Nada
supo después.
A fines de ese mismo cuarto año, le llegó su turno para la evasión. Sus camaradas
lo ayudaron como suele hacerse en aquella triste mansión, y se evadió. Anduvo
errante dos días en libertad por el campo, si es ser libre estar perseguido, volver
la cabeza a cada instante y al menor ruido, tener miedo de todo, del sendero, de
los árboles, del sueño. En la noche del segundo día fue apresado. No había
comido ni dormido hacía treinta seis horas. El tribunal lo condenó por este delito
a un recargo de tres años. Al sexto año le tocó también el turno para la evasión;
por la noche la ronda le encontró oculto bajo la quilla de un buque en construcción;
hizo resistencia a los guardias que lo cogieron: evasión y rebelión. Este hecho,
previsto por el código especial, fue castigado con un recargo de cinco años, dos
de ellos de doble cadena. Al décimo le llegó otra vez su turno, y lo aprovechó;
pero no salió mejor librado. Tres años más por esta nueva tentativa. En fin, el año
decimotercero, intentó de nuevo su evasión, y fue cogido a las cuatro horas. Tres
años más por estas cuatro horas: total diecinueve años. En octubre de 1815 salió
167
en libertad: había entrado al presidio en 1796 por haber roto un vidrio y haber
tomado un pan.
Edmundo Valadés
168
-Sí, debemos redimirlos. Hay que incorporarlos a nuestra civilización,
limpiándolos por fuera y
El escritor sonorense Edmundo Valadés (1915-
enseñándolos a ser sucios por 1994). Creador de grandes cuentos, además de
dentro. ser un gran divulgador de este género por medio
de la Revista El Cuento, dirigida por él.
-Es usted un escéptico, ingeniero. Además pone usted en tela de juicio nuestros
esfuerzos, los de la revolución.
-¡Bah! Todo es inútil. Estos jijos son irredimibles. Están podridos en alcohol, en
ignorancia. De nada ha de servirles repartirles tierras.
El presidente, mientras se atusa los enhiestos bigotes, acariciada asta por la que
iza sus dedos con fruición, observa tras sus gafas, inmune al floreteo de los
ingenieros. Cuando el olor animal, terrestre, picante de quien se acomoda en las
bancas, cosquillea su olfato, saca un paliacate y se suena las narices
ruidosamente. Él también fue hombre de campo. Pero hace mucho tiempo. Ahora
de aquello, la ciudad y su posición sólo le han dejado el pañuelo y la rugosidad
de sus manos.
Otros de pie, recargados en los muros laterales, con los brazos cruzados sobre el
pecho, hacen una tranquila guardia.
169
incrementar la producción, de mejorar los cultivos. Prometen ayudar a los
ejidatarios, los estimulan a plantear sus necesidades.
Ahora es el turno de los de abajo. El presidente los invita a exponer sus asuntos.
Una mano se alza tímida. Otras la siguen. Van hablando de sus cosas: el agua,
el cacique, el crédito, la escuela. Unos son directos, precisos, otros se enredan,
no atinan a expresarse. Se rascan la cabeza y vuelven el rostro a buscar lo que
iban a decir, como si la idea se les hubiera escondido en algún rincón, en los ojos
de un compañero o arriba donde cuelga un candil.
Allí en un grupo, hay cuchicheos. Son todos del mismo pueblo. Les preocupa algo
grave. Se consultan unos a otros; consideran quién es el que debe tomar la
palabra.
Sacramento espera.
-Órale, párate.
170
ningún lado. Sacramento se queda con él en las manos. En la mesa hay señales
de impaciencia. La voz del presidente salta, autoritaria, conminativa:
Sacramento habla sin que se alteren sus facciones. Pudiera creerse que reza una
vieja oración, de la que sabe muy bien el principio y el fin.
-Pos nada, que como nos vio con rencor, nos acusó quesque por revoltosos. Que
parecía que nosotros le habíamos quitado sus tierras. Se nos vino entonces con
eso de las cuentas; lo de los préstamos, siñor, que dizque andábamos atrasados.
Y el agente era de su mal parecer, que teníamos que pagar hartos intereses.
Crescencio, el que vive por la loma, por ahi donde está el aguaje y que le intelige
a eso de los números, pos hizo las cuentas y no era verdá: nos querían cobrar de
más. Pero el Presidente Municipal trajo a unos señores de México, que con
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muchos poderes y que si no pagábamos, nos quitaban las tierras. Pos como quien
dice, nos cobró a la fuerza lo que no debíamos…
-Luego, lo del agua. Como hay poca, porque hubo malas lluvias, el Presidente
Municipal cerró el canal. Y como se iban a secar las milpas y la congregación iba
a pasar mal año, fuimos a buscarlo; que nos diera tantita agua, siñor, para
nuestras siembras. Y nos atendió con malas razones, que por nada se amuina
con nosotros. No se bajó de su mula, pa perjudicarnos.
Una mano jala el brazo de Sacramento. Uno de sus compañeros le indica algo
.La voz de Sacramento es lo único que resuena en el recinto.
-Si todo esto fuera poco, que lo del agua, gracias a la Virgencita, hubo más lluvias
y medio salvamos las cosechas, está lo del sábado. Salió el Presidente Municipal
con los suyos, que son gente mala y nos robaron dos muchachas: a Lupita, la que
se iba a casar con Herminio, y a la hija de Crescencio. Como nos tomaron
desprevenidos, que andábamos en la faena, no pudimos evitarlo. Se las llevaron
a fuerza al monte y ai las dejaron tiradas. Cuando regresaron las muchachas, en
muy malas condiciones, porque hasta de golpes les dieron, ni siquiera tuvimos
que preguntar nada. Y se alborotó la gente de a deveras, que ya nos cansamos
de estar a merced de tan mala autoridad.
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Por primera vez, la voz de Sacramento vibró. En ella latió una amenaza, un odio,
una decisión ominosa.
-Y como nadie nos hace caso, que a todas las autoridades hemos visto y posno
sabemos dónde andará la justicia, queremos tomar aquí providencias. A ustedes
-y Sacramento recorrió a cada ingeniero con la mirada y la detuvo ante quien
presidía-, que nos prometen ayudarnos, les pedimos su gracia para castigar al
Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas. Solicitamos su venia para
hacernos justicia por nuestra propia mano…
Todos los ojos auscultan a los que están en el estrado. El presidente y los
ingenieros, mudos, se miran entre sí. Discuten al fin.
-¿Y qué peores actos fuera de ley que los que ellos denuncian? Si a nosotros nos
hubieran ofendido como los han ofendido a ellos; si a nosotros nos hubieran
causado menos daños que los que les han hecho padecer, ya hubiéramos
matado, ya hubiéramos olvidado una justicia que no interviene. Yo exijo que se
someta a votación la propuesta
-Pero estos tipos son unos ladinos, habría que averiguar la verdad. Además no
tenemos autoridad para conceder una petición como ésta.
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Ahora interviene el presidente. Surge en él el hombre de campo. Su voz es
inapelable.
-Será la asamblea la que decida. Yo asumo la responsabilidad.
Se dirige al auditorio. Su voz es una voz campesina, la misma voz que debe de
haber hablado allá en el monte, confundida en la tierra, con los suyos.
Todos los brazos se tienden a lo alto. También los de los ingenieros. No hay una
sola mano que no esté arriba, categóricamente aprobando. Cada dedo señala la
muerte inmediata, directa.
-La asamblea da permiso a los de San Juan de las Manzanas para lo que solicitan.
-Pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde
ayer el Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas está difunto.
2006*
Jorge Humberto Chávez
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con el demonio muy adentro
86 kilos en febrero 69 en julio
*Jorge Humberto Chávez, Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar pero debes
saber que ya no hay río ni llanto, México, Fondo de Cultura Económica, 2013.
Producto integrador
Elabora un ensayo breve sobre uno de los temas vistos en esta unidad. Puede
realizarse de manera grupal.
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