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El concepto de los títulos de crédito, a pesar de ser una materia tan trajinada en la práctica,
sin embargo, a estas alturas de la evolución de la ciencia jurídica, nos encontramos que aún
existe un número considerable de legislaciones, entre ellas la nuestra, que tratan parcialmente
el problema, y sólo consideran y disciplinan los diferentes tipos de títulos de crédito, pero no
recogen un estudio especial de sus principios fundamentales. Esto indudablemente representa
un vacío en nuestra legislación, ciertamente en la actualidad se requiere de un cuerpo
normativo que ordene y discipline esta materia, como medio para obtener así una mejor
concepción integral de la misma. Difícil ha sido encuadrar, en pocas palabras, el significado
de ese documento; pues como concepto doctrinario al fin y al cabo, no es fijo, ni tampoco
inmutable, ya que en cierta manera, responde a las distintas corrientes y tendencias que se
manifiestan en las doctrinas de cada país. Sin embargo, como carácter esencial, común a
todos los títulos de crédito, podemos destacar que se trata, en primer término, de un enlace
permanente de una relación jurídica subyacente con un documento, lo cual viene calificado
de incorporación del derecho en el documento, que elaborado de acuerdo a los requisitos
legales que la ley exige para cada clase de documento en especial, adquiere así su
condición jurídica de título valor (Ely Saúl Barboza Parra. Títulos Valores. Principios Básicos. 1ra
Edición. Pág. 27).
Incorporación
Es la conexión permanente e inseparable entre documento y derecho. De tal manera que, al
considerar al documento como una res, se le entiende como una res particular, a la cual no se
le ha dado el valor de la materia prima de que está compuesta (papel especial) o de la
escritura allí estampada, sino la de la función jurídica a la cual el papel está destinado; esto es
el de ser el vehículo del derecho que se le ha incorporado, es decir, el derecho que su
creador ha documentado. El título así, no sólo acierta el derecho, sino que también lo lleva
consigo, lo que quiere decir, que donde está el título está el derecho. Quien se encuentra en
una determinada posición real con el documento, se encuentra en una correspondiente
relación con el derecho documentado. En esto podemos sintetizar el principio de la
incorporación del derecho al documento y por tanto, el acto mediante el cual se transcribe el
derecho cuantificado en dinero, nacido de un específico negocio jurídico a un papel, que
luego va a cumplir con la función que le es propia.
Con la voluntad de incorporar el derecho al documento, no se pretende de ninguna manera,
variar las relaciones existentes antes de la creación del título, sino solamente, cumplir con la
prestación a favor del portador del mismo o sea ante el acreedor, quien luego se viene a
constituir en poseedor legítimo del documento, cuando se le haga su correspondiente emisión.
De esto deriva que, “la posesión del documento legitima su tenencia y por lo tanto adquiere el
derecho para transmitir el título a otro sujeto, de acuerdo a la ley de circulación del título. De
allí que la trasmisión del título habilita al ejercicio del derecho que le ha sido incorporado. Al
trasmitir el título su titular originario no puede ejercer el derecho que le ha sido incorporado,
por no tener la posesión del mismo; de allí que el titular del derecho que no tenga la posesión
del documento no puede ejercer el derecho mencionado en el título; de lo que se desprende
que, siendo el Título Valor un título circulante, sólo el poseedor del documento está habilitado
para atribuir a otros con el documento, la potestad del ejercicio de dicho derecho.
Legitimación
En el título valor al igual que en todo documento crediticio, tenemos que existen claramente
dos situaciones, o mejor dicho, dos posiciones: la del acreedor y la del deudor. Mirando el
problema sobre la idoneidad para el ejercicio del derecho, tenemos al acreedor investido del
derecho para requerir el cumplimiento de la obligación, y al deudor, con la posición jurídica
de poder cumplir con la obligación ante quien aparezca legitimado a recibir dicho pago.
Mediante estas dos situaciones, podemos distinguir entonces, la legitimación activa en el
primer caso, y la legitimación pasiva en el segundo caso. Considerando la relación jurídica
Literalidad
La literalidad es una manifestación de formulismo y de certeza del comercio jurídico en cuanto
rinde una decisiva diferencia del título de crédito, de la declaración hecha con simple
finalidad probatoria, y caracteriza así la exclusividad de la fuente del derecho subjetivo, en el
sentido que éste nace solamente del documento, fijando decididamente contenido
cualitativo y cuantitativo de la obligación, atendiendo al ejercicio y a la transferencia del
derecho como efecto de la incorporación.
El fundamento de la literalidad está en que la creación del título valor conlleva
necesariamente a la fijación en un documento que ha sido creado con fines de circulación, la
obligación que configura un derecho para su titular, el cual siempre va a prevalecer en las
sucesivas trasmisiones de que puede ser objeto un título; haciendo por su puesto esa fijación y
trasmisión de acuerdo a los principios de la ley en que se denota la vinculación jurídica del
derecho al documento. La literalidad está por tanto, conexa al carácter constitutivo del
documento, y se fundamenta en las formas necesarias que se deben cumplir para su eficacia,
las cuales además deben reunir los requisitos de fondo que son necesarios para su existencia.
La literalidad se constituye de esa manera en el centro mismo de la expresión de un derecho
que consagrado formalmente, es un documento.
Autonomía
La autonomía se refiere al derecho cartular en el momento en que el documento cumple su
función circulatoria y propiamente se constituye en un vehículo de negocios obligatorios por
parte de sus poseedores de buena fe. Quien adquiere el documento, entra por primera vez en
la titularidad del crédito, determinando así la autonomía en el crédito adquirido, y por tanto, la
adquisición a ese derecho la hace a título originario y no derivado, destacándose al mismo
tiempo de la continuidad de los sucesivos portadores del documento; lo cual hace que esté
dicha adquisición originaria en antítesis con el de la sucesión o derivada en el sentido técnico
propiamente dicho. De allí, entonces, es que se puede apreciar que la autonomía se presenta
(Ely Saúl Barboza Parra. Títulos Valores. Principios básicos. 1994. Mérida – Venezuela. Págs. 42,
81, 90, 97 y 98).
Gráficamente la Incorporación:
Gráficamente la Literalidad: