Está en la página 1de 24

INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA.

“Es preciso destruir el muy difundido prejuicio


de que la filosofía es algo sumamente difícil (…)
(…) todos los hombres son filósofos”

Antonio Gramsci. Filósofo italiano.

☑ ¿Qué es la filosofía?

Como bien sabemos, etimológicamente podemos definir a la filosofía como “amor a la sabiduría” (del
griego, philos AMOR y sophia SABIDURÍA). Ahora bien, ¿qué significa esto? La palabra fue inventada
por los griegos para diferenciar al sabio, que ya poseía la sabiduría, de aquel que buscaba serlo o se
contentaba con amar esa búsqueda. Nadie busca algo que ya tiene. Por eso el “amante de la
sabiduría” es aquel que busca, pregunta, interpela, se repregunta constantemente. Este proceso
puede originarse a partir de la duda, la incertidumbre, el asombro o las situaciones límite que nos
impulsan a reflexionar.

Pensar, saber, buscar, reflexionar y volver a pensar son los verbos que permiten la acción de filosofar.
La palabra saber tiene el mismo origen, la misma raíz, que la palabra sabor. Ambas provienen del
vocablo latino sapere. Si analizamos esta idea y la profundizamos, poniéndola en relación con el
significado etimológico de filosofía, podemos afirmar que el amor a la sabiduría es encontrarle el
gusto al saber. Filosofar es saborear todo lo que nos rodea a través de la formulación de preguntas,
de intentar respuestas, de analizarnos a nosotros mismos y a las personas y cosas que nos rodean.
Filosofar es como volver a descubrir el mundo con los ojos de un niño.

Esta capacidad de hacerse preguntas, de cuestionar lo que aparece como natural es lo que se
denomina problematización. Aprender a problematizar la realidad para interpretarla y conocerla más
profundamente podría ser uno de los objetivos de la filosofía. La problematización de la realidad es
en sí misma un problema, dado que no hay nada que escape de las posibilidades de la reflexión y las
preguntas que podemos hacer son infinitas. Por eso, podemos intentar una categorización de estas
problemáticas filosóficas ordenando las preguntas por tema.

De ahí que en filosofía se habla de diferentes disciplinas filosóficas que se ocupan de profundizar en
distintas problemáticas girando en torno a algunas preguntas centrales. El problema de la verdad, de
los seres humanos, del arte, del conocimiento, del bien y el mal, de la política y la vida en sociedad,
entre tantos otros se categorizan y estudian a fin de dar respuesta a los grandes interrogantes de la
humanidad.
Algunas de las disciplinas filosóficas son las siguientes:

Disciplina Problema que


Posibles preguntas
filosófica estudia

¿Qué es la realidad? ¿Hay algo que no exista? ¿Existe una estructura profunda de la
realidad? ¿Hay leyes que regulen el desarrollo de lo real? ¿Qué es el ser? ¿Qué es la
Metafísica – La realidad y su
nada? ¿Cuál es el origen de todo lo existente?
Ontología ser.

¿Quiénes somos? ¿Para qué vivimos? ¿Existe una naturaleza humana común para
todas las personas? ¿Por qué todos los seres humanos somos diferentes? ¿Qué tan
Antropología diferentes somos los seres humanos? ¿Qué relación existe entre la humanidad y la
El ser humano.
filosófica naturaleza?

¿El ser humano puede conocer la realidad? ¿Cómo se puede conocer? ¿Tiene un
límite el conocimiento? ¿Cuál es el origen del conocimiento? ¿Cómo conocemos?
¿Qué tipos de conocimiento existe? ¿Todos los conocimientos son válidos? ¿Cómo
Gnoseología El conocimiento
sabemos si nuestro conocimiento es cierto?

¿Cómo pensamos? ¿Cuándo un razonamiento es válido? ¿Puede un razonamiento


Lógica El razonamiento válido no ser verdad? ¿Existe una sola forma de pensar lógicamente?

¿Qué es la ciencia? ¿Cómo determinar si un conocimiento tiene validez científica?


¿Todas las ciencias utilizan los mismos métodos? ¿Existen reglas metodológicas que
El conocimiento
Epistemología no fallen?
científico

¿Qué el bien? ¿Qué es la felicidad? ¿Cómo se determina lo correcto? ¿Qué relación


La moral, el bien, existe entre lo ético y lo político? ¿Existe el mal? ¿Cuál es el origen de la maldad?
Ética
las costumbres.

La vida en ¿Cuál es la mejor forma de organización social? ¿Qué relación hay entre ética y
sociedad, el política? ¿Es posible lograr el ideal social? ¿Qué es la justicia? ¿Y la igualdad? ¿Y la
Filosofía Política poder, la libertad?
organización
social.

¿Qué es el arte? ¿Qué es la belleza? ¿Existe la fealdad? ¿Quién y cómo se determina


Estética El arte, la belleza
la belleza? ¿Todo arte es bello? ¿Qué es el gusto?
☑ Períodos de la historia de la filosofía.

Estos problemas filosóficos fueron pensados a lo largo de la historia de diferentes maneras, por
diferentes autores y en relación con el contexto social, político, económico y cultural que les dio
origen. Cada uno de los períodos de la historia de la filosofía está marcado por un Espíritu de la Época,
que le da sentido. Pero la grandeza de los grandes pensadores de la humanidad radica en que sus
planteos han trascendido sus propios tiempos y espacios y nos permiten pensar hoy nuestra realidad,
nuestras relaciones y nuestro mundo.

Podemos, a grandes rasgos, dividir la historia de la filosofía del siguiente modo:

Período Tiempo histórico Filósofos destacados Filósofas destacadas

Tales, Pitágoras, Heráclito, Parménides, Teano de Crotona, Fintis, Perictione,


560 a. C. – 350 d. Demócrito, Protágoras, Sócrates, Platón, Aspasia, Diotima, Hipatia de Alejandría,
Filosofía Antigua
C. Aristóteles, Diógenes, Epicuro, entre entre otras.
otros.

San Agustín, Averroes, Al-farabi, Al-kindi, Hildegarda de Bingen, Margarita Porete,


Filosofía Avicena, Maimónides, San Anselmo, Catalina de Siena, Christine de Pizan,
350 - 1400
Medieval Santo Tomás, Guillermo de Occam, entre entre otras.
otros.

Maquiavelo, Descartes, Spinoza, Leibniz, Teresa de Ávila, Margaret Cavendish,


Filosofía Rousseau, Hume, Locke, Berkeley, Kant, Anne Finch Conway, Mary Astell, Juana
1400 - 1830
Moderna Hegel, entre otros. Inés de la Cruz, Olimpia de Gouges, Mary
Wollstonecraft, entre otras.

Marx, Schopenhauer, Kierkegaard, Concepción Arenal, Rosa Luxemburgo,


Nietzsche, Heidegger, Sartre, Foucault, Edith Stein, Simone Weill, Agnes Heller,
Filosofía
1830 – actualidad Derrida, Deleuze, Bergson, Gramsci, Hannah Arendt, Simone de Beauvoir,
Contemporánea
Althusser, Arendt, entre otros. María Zambrano, Martha Nussbaum,
entre otras.

Como podemos apreciar, la lista de filósofos es extensa y podría extenderse aún más. Cada uno de
esos pensadores ha ido desarrollando profundas ideas sobre las problemáticas filosóficas antes
mencionadas. De manera que el estudio exhaustivo del pensar filosófico es una tarea prácticamente
imposible, aun cuando alguien se dedique con exclusividad al estudio sistemático de la filosofía.

Esa imposibilidad de saberlo todo en filosofía, ese fracaso desde el origen, funciona como un
aliciente, como una motivación para que se despierte nuestra curiosidad por esta disciplina de
pensamiento que ha cautivado a personajes muy destacados de la humanidad. Alguien dijo alguna
vez que estudiar filosofía es dialogar con las reflexiones de las mentes más brillantes de la historia
para intentar comprender nuestro propio tiempo. Avancemos, entonces, en ese diálogo.
FILOSOFÍA ANTIGUA: del origen de la filosofía a la sistematización de las ideas.

““La filosofía es un afán de saber libre y desinteresado”.”

Pitágoras. Filósofo y matemático griego.

☑ La explicación mítica y la explicación racional: del MYTHO al LOGOS.

Desde que el hombre tomó conciencia de su existencia sobre la tierra, ha buscado comprender y
conocer el significado y el origen de sí mismo y de todo cuanto lo rodea. Esta búsqueda es inherente
al ser humano y se ve reflejada en las representaciones que el hombre se ha hecho de sí mismo y de
lo que lo rodea. Todas las expresiones culturales dan cuenta de esa búsqueda. La pintura, la escultura,
la arquitectura, la literatura, la religión, la ciencia, la filosofía misma pueden ser pensadas como
expresiones del ser humano en pos de dar respuesta a sus grandes interrogantes.

De todas esas representaciones, quizás la filosofía y la ciencia sean los tipos de pensamiento
racionalmente más rigurosos. Esta forma de pensar es relativamente nueva y surgió en las colonias
griegas del Asia Menor, alrededor del Siglo VI a.C.

Hasta ese entonces, habían sido las distintas religiones, mitologías y creencias las que habían dado
respuestas a todas las preguntas que el hombre se hacía. Los mitos, relatos fabulosos de un pasado
remoto e impreciso lleno de héroes y dioses, son fruto de las explicaciones que intentan dar los seres
humanos a sus preguntas más profundas. Por todo el mundo y prácticamente en todas las culturas
han florecido explicaciones míticas de la realidad, del hombre y de la naturaleza. La sucesión de las
estaciones, la maldad y bondad de los hombres, las artes, el fuego, o un simple trueno, todo era
explicado a través de historias fabulosas.

Fue en Mileto, en Jonia, ciudad portuaria y comercial, donde por primera vez aparece la idea de que
lo que sucedía en la naturaleza se podía explicar sin remitirse a los mitos y buscando evidencias en la
realidad. Hay muy pocas cosas en las que la gran mayoría de los filósofos coinciden, y una es ésta: el
inicio de la filosofía se da en las colonias griegas del Asia Menor, en el siglo VI a.C. Las causas son
múltiples y responden cuestiones políticas, sociales, culturales, económicas, religiosas y hasta
lingüísticas. La ciudad de Mileto, al tener una intensa actividad comercial, recibía en sus puertos a
personas provenientes de diferentes culturas. Y la diversidad de culturas trajo consigo la multiplicidad
de mitos y relatos que, en muchos casos, se oponían entre sí. Esta multiplicidad hizo que se pusiera
en cuestión la tradición y se pudiera pensar de otra manera el origen y naturaleza de la realidad.
☑ Los primeros filósofos.

Los milesios.

Tales, famoso por sus teoremas, fue el pionero del pensamiento filosófico. La pregunta que intentó
responder no era nueva: ¿Cuál es el origen (arjé, en griego) de todo lo que existe? Lo novedoso fue,
en todo caso, el tipo de respuesta que intentó dar.

Para los griegos el concepto de creación no tiene lugar, porque nada puede surgir de la nada. Siempre
tiene que haber algo, un elemento primerísimo a partir del cual surja todo lo demás. Todo lo que
existe contiene en sí a este elemento, que le da unidad a todas las cosas. Para Tales, dicho elemento
es el agua. Las razones son múltiples: es el elemento vital para el desarrollo, cobra tres estados
diferentes (líquido, sólido y gaseoso), los alimentos tienen humedad, aporta los sedimentos
necesarios a la tierra para que en ésta se pueda desarrollar el cultivo, entre tantas otras virtudes.
Tales fue el primero en ser llamado sabio, era un gran viajero y un aficionado a la geometría y la
astronomía. Supo prever el eclipse de Sol del año 585 a.C. y calcular la altura de una pirámide de
Egipto a partir de su propia sombra (para ello, utilizó el teorema que él mismo elaboró).

Tales no fue el único que intentó responder esta pregunta. Entre sus coterráneos aparecen dos
filósofos que, según se cuenta, eran sus discípulos: Anaximandro y Anaxímenes.

El primero de ellos, Anaxímenes, sostuvo que era el aire (y no el agua) el principio de todas las cosas.
El aire es aquello que envuelve al mundo, en el exterior, y el que sostiene el alma, en nuestro interior.
Discrepó con Tales respecto de cuál era el ARJÉ, pero coincidió en que ese principio tenía que existir
y que era regulador (es decir, daba unidad) de la naturaleza. Lo importante en este caso es que le
atribuye al aire una existencia material, algo que hasta el momento no era concebido.

Anaximandro, por su parte, planteó que él no estaba en condiciones de precisar cuál era el arjé,
debido a que el elemento primerísimo debía ser algo infinito y diferente a los demás y no algo
material. Sin embargo, reconocía que había un principio primordial y una ley natural que operaban
en el mundo, manteniendo el equilibrio entre los diversos elementos. Lo llamó apeiron (a- SIN; peiras-
LÍMITES, PERÍMETRO), es decir, lo ilimitado, lo indefinido. De este modo, se dio un primer paso en el
proceso de abstracción desde la realidad física al orden conceptual. Anaximandro, además de realizar
especulaciones filosóficas, fue un hombre práctico: elaboró un mapa para los mercaderes de Mileto,
calculó el tiempo de duración de las estaciones y del año utilizando la sombra de una vara, dijo que
la tierra era uno de los muchos mundos que existían y que se sostenía a sí misma en el espacio.
Planteó que los hombres éramos una especie deriva de otros seres más sencillos y que los primeros
animales habían surgido en el barro.

Los pitagóricos.
Otro filósofo que nació en la región jónica, en la isla de Samos, frente a Mileto, fue Pitágoras, uno de
los pensadores y sabios más grandes de la historia de la humanidad. A causa de las invasiones persas
al Asia Menor emigró, después de una serie de viajes, hacia la Magna Grecia, en Crotona (actual sur
de Italia, en la zona de Calabria). En esta región, Pitágoras fundó una escuela de iniciación mítico-
religiosa, que tenía intenciones políticas aristocráticas. La escuela pitagórica era una especie de
hermandad: tenían reglas muy claras sobre alimentación y conducta moral, no podían divulgar los
conocimientos alcanzados, tenían en gran estima a las mujeres (que incluso llegaron a dirigir la
escuela a la muerte de Pitágoras, como es el caso de Teano). Además, se cree que Pitágoras y sus
discípulos vivieron en una cueva durante un tiempo.

Para los pitagóricos, el alma tiene un origen divino y, por lo tanto, es necesario purificarse para
obtener la liberación. Su visión de la realidad era profundamente espiritual. En su interpretación de
la naturaleza, propuso un método distinto al de la experimentación. Pitágoras sostenía que la
naturaleza se puede percibir a través del puro pensamiento, pues ella es un todo ordenado,
proporcionado y armónico. De ahí la palabra cosmos. El orden del cosmos se puede percibir a través
de la relación entre las cosas y los números, que es una relación armónica. Dicha relación se puede
ver en los planetas, las notas musicales, las extensiones geométricas, entre otros. Pitágoras fue el
primero en plantear que la Tierra debía ser esférica, pues la esfera es algo perfecto, y su trayectoria
debía ser circular y con una velocidad constante.

El arjé, en tanto origen de todo lo que existe, no era para los pitagóricos algo material sino algo
abstracto: los números. Los números no como meros signos, sino como ideas que dan forma a la
realidad. De ahí su fascinación por los números, que los llevó a él o a sus discípulos a elaborar el
famoso teorema, que ya era conocido en Egipto. Lo relevante del teorema es que lo demostró de
forma general a partir de un proceso deductivo y luego lo aplicó en ejemplos.

Las nociones de razón matemática y proporción de las esferas lo llevaron a teorizar sobre la
concordancia musical y a intuir que el universo suena, que hay una música en el universo como
resultado de las frecuencias que producen los astros al moverse.

Más allá de las diferencias entre estos pensadores, se puede afirmar que coincidían en algo: la
naturaleza es un todo ordenado y se puede conocer si se descubren las leyes que rigen su
funcionamiento. Este descubrimiento se puede realizar a partir de experimentos y de la observación,
o bien a partir del uso deductivo de la razón.

El problema del cambio y la permanencia: Heráclito y Parménides. Las aporías de Zenón.

Otro de los grandes pensadores de la historia, que también vivió en el siglo VI a. C. fue Heráclito,
proveniente de Éfeso, una importante ciudad del Asia Menor. El orden del universo y de la naturaleza
también llamó la atención de Heráclito, y pensó que el rasgo básico de este orden era el constante
cambio. Por eso afirmó que todo fluye, y para hacerlo utilizó una metáfora interesante: nadie se baña
dos veces en el mismo río, porque nada permanece igual, ni el río ni las personas que allí se bañan.
Pero este cambio no es algo azaroso, sino que tiene un orden interno, que denominó logos, es decir
una LEY que rige el movimiento. Dicho movimiento es dialéctico, ya que se da como un
enfrentamiento constante entre opuestos. Esto quiere decir que la significación del orden de la
naturaleza es captada por la razón como una unidad de contrarios que se da en la variación y el
cambio, en el fluir del tiempo. Para Heráclito valoramos, por ejemplo, la primavera porque sabemos
lo que es el invierno; o disfrutamos de estar sanos, porque conocemos lo que es estar enfermos… La
“guerra” entre los contrarios es lo que permite el movimiento. Para graficar esto, utilizó el ejemplo
del fuego, que se enciende y se apaga constantemente. El fuego es el símbolo de la energía que
representa el constante cambio.

Durante el siglo V a. C. el pensamiento filosófico había logrado insertarse en la Magna Grecia, en el


actual sur de Italia. Allí un hombre proveniente de una familia rica y noble se dedicó a la especulación
filosófica a partir del puro razonamiento. Parece ser que lo hizo por motivos políticos, en virtud de
apaciguar los constantes enfrentamientos que había al interior de su ciudad. Se afirma que logró
asumir el gobierno de la ciudad. Para graficar su pensamiento, recurrió a escribir un poema en
hexámetros, utilizando la metáfora de una diosa que le ofrece la Verdad. Su preocupación filosófica
fue la demostración de la unidad de todo lo que existe. A diferencia de Heráclito, Parménides centró
su interés en afirmar que el movimiento de lo que existe es algo aparente, porque nada puede ser
algo primero y después dejar de serlo; o bien pasar de no ser algo a ser. Para dar fundamento a su
idea afirmó que “lo que es, es y lo que no es, ni siquiera puede ser pensado”. Esto quiere decir que
para pensar en algo es necesario que ese algo exista. Entonces identifica el SER con el PENSAR. Puede
que parezca una idea absurda o ingenua, pero en realidad no es así. Con esta idea, Parménides
inaugura la deducción lógica como un principio del razonamiento. Al afirmar que el SER es, propone
que lo único existente es el SER, ya que todo existe y no hay nada que no exista. Este SER, por lo
tanto, tiene varias características: es único, eterno, absoluto, inmutable, intemporal; aunque en
APARIENCIA cambia constantemente.

El hijo adoptivo, discípulo y sucesor en el gobierno de Parménides se llamaba Zenón. Éste fue un
continuador de las ideas de su padre/maestro y trató de fundamentarlas a partir de una serie de
relatos llamados aporías. El objetivo de las aporías es negar la posibilidad de captar racionalmente el
movimiento utilizando la deducción lógica y la reducción al absurdo. Una de las metáforas más
conocidas es la de Aquiles y la tortuga. Imaginemos, dice Zenón, una carrera entre Aquiles, el más
rápido de los hombres, y una tortuga, uno de los animales más lentos. Si al empezar la carrera, Aquiles
le permite una ventaja a la tortuga, jamás logrará alcanzarla. ¿Por qué? Porque cuando Aquiles llegue
al punto en el que estaba la tortuga cuando él empezó a correr, ésta ya estará en otro punto, y cuando
él llegue a ese nuevo punto, la tortuga habrá avanzado, por poco que sea, un poco más, estando en
otro punto diferente… y así hasta el infinito. Otra aporía famosa es la de la flecha. Zenón afirma que
una flecha no puede volar. Pero, ¿cómo lo hace? Pensando el movimiento como una sucesión
constante de “fotogramas” o instantes. Así, la si yo analizo el movimiento de la flecha en cualquier
instante, ésta siempre va a estar quieta, inmóvil. Y de una suma de inmovilidades, no puede surgir el
movimiento. Seguramente, estas aporías sorprenderán a quien la lea por primera vez. Pues bien,
Zenón no dice que Aquiles nunca va a alcanzar a la tortuga, sino que no se puede explicar
racionalmente cómo lo hace. Y si la razón no lo puede captar, entonces es irreal, porque al igual que
Parménides, Zenón sostiene que sólo LO QUE ES, PUEDE SER PENSADO.

A pesar de que Heráclito y Parménides no se conocieron, podemos afirmar que sus pensamientos se
oponen radicalmente, pues para el primero la naturaleza se manifiesta en su movimiento y devenir,
mientras que, para el segundo, lo único existente es el SER, que permanece inmutable. Para Heráclito
la realidad ESTÁ SIENDO, mientras que para Parménides la realidad ES.

Lindo enredo, ¿no? Es que en realidad el desarrollo del pensamiento racional implica la aparición de
posturas antagónicas, que parecen no tener solución. Con lo que hemos visto hasta aquí, podemos
afirmar que la filosofía no permite que “lo obvio” o “lo natural” se acepten así porque sí, sino que
busca pensar sobre cada cosa, penetrando en su significado.

Los pluralistas y atomistas.

Para continuar con los planteos anteriores podemos decir que los pensadores antes mencionados no
fueron los únicos que analizaron la cuestión del principio originario, la manifestación de la naturaleza
y sus cambios. Muchos otros después de ellos se detuvieron a reflexionar sobre estas cosas. Veamos
algunos más.

Muy cerca de la ciudad de Parménides, en la actual Sicilia, vivió Empédocles. Empédocles fue
considerado médico, poeta, retórico y hasta un mago o un dios. Es que fue una persona muy
particular. Hay quienes cuentan que Empédocles se suicidó arrojándose al volcán Etna. Entre otras
cosas, aseguró que las plantas tenían sexo y creía que la luz se desplaza a gran velocidad pero no a
una velocidad infinita. Enseñó que en otras épocas había habido una variedad mucho mayor de seres
vivientes en la Tierra, pero que muchas razas de seres debieron haber sido incapaces de generar y
continuar su especie. Afirmó que el aire, a pesar de que era invisible, podía ejercer presión. Para
demostrarlo, experimentó con una clepsidra o ladrón de agua. Empédocles afirmó que la diferencia
entre el planteo de Heráclito y Parménides se debía simplemente a que cada uno de ellos atribuía el
principio originario de todo a un solo elemento. Buscó solucionar la dicotomía del cambio y la
permanencia planteando que existen cuatro raíces: aire, agua, tierra y fuego (más tarde llamados
elementos). Éstas son raíces de todas las cosas, y lo que vemos es generado a partir de la combinación
entre las diferentes raíces. La combinación se da a partir de una fuerza que las une (el eros, o amor)
y otra fuerza que las separa (el neikos, u odio). Esta idea sugiere que no es la fuerza interna de los
elementos la que los lleva a unirse o separarse sino la acción de fuerzas externas. Con este planteo,
Empédocles no niega la existencia de algo inmutable y tampoco descree de la posibilidad del cambio.

Otro de los pensadores que buscó tender un puente entre Heráclito y Parménides fue Anaxágoras.
Éste era natural de Clazomene, una ciudad que quedaba cerca de Éfeso, Samos y Mileto, en la actual
Turquía. Sin embargo, desarrolló toda su filosofía en Atenas donde formó un círculo de intelectuales
apadrinados por Pericles, el famoso gobernador de la ciudad. Luego, a causa de sus ideas, tuvo que
exiliarse de la ciudad. Es que Anaxágoras afirmó que el sol no era un dios, sino una piedra encendida
fuego más grande que la península del Peloponeso y que se veía pequeña, a causa de la distancia que
la separaba de la Tierra. Además, dijo que la Luna no brillaba con luz propia, sino reflejada y que tenía
montañas. Era un apasionado de la astronomía, pero tuvo que reservar sus descubrimientos a un
pequeño grupo de personas. Cuando el único libro que escribió fue publicado, tuvo que exiliarse a
causa del alboroto que generó. En cuanto a su filosofía, discrepó con Empédocles y su teoría de las
raíces. Él tampoco se conformaba con pensar en un solo elemento como principio de todo, y coincidía
también en admitir una fuerza externa que permitía la “mezcla” de los elementos. Sin embargo no
aceptaba que TODO partiera de la mezcla entre tierra, fuego, agua y aire. Para contradecir esto,
formuló la hipótesis de que todos los seres se pueden dividir en partículas más pequeñas y que éstas
son los elementos constituyentes de la realidad. Estas partículas se combinan a partir de una fuerza
que él denominó NOUS (razón o intelecto) y que es el principio regulador de la armonía de la
naturaleza. Esta fuerza domina el todo, que se puede entender en relación a lo infinitamente
pequeño (las partículas) o lo infinitamente grande (el producto de la combinación de esas partículas).
Lo infinitamente pequeño contiene en sí las posibilidades de lo infinitamente grande, así como lo
infinitamente grande contiene en sí, las partículas infinitamente pequeñas. En todo hay algo del
TODO.

Esta idea fue llevada un poco más lejos por Demócrito, discípulo de Leucipo. Para él tanto el ser como
el no-ser, tienen una existencia material. El ser son todas las pequeñísimas partículas y el no ser, el
vacío en el que se mueven esas partículas. Esas partículas diminutas fueron son los átomos, que en
griego significa algo que no se puede dividir. Los átomos se mueven en el vacío, chocándose y
asociándose entre sí, formando todos los cuerpos vivientes y materiales. La “mezcla” no es producto
del azar sino de las inquebrantables leyes de la naturaleza. La percepción que hacemos de los
elementos estaría dada, según su teoría, por un proceso físico y mecanicista, captados por el ojo
humano a través de impresiones. Demócrito provenía de una ciudad llamada Abdera, que en la época
era objeto de múltiples burlas. Esto provocó que sus ideas no recibieran demasiado crédito en otros
lugares, aunque en su ciudad se lo reconocía como un ciudadano ilustre. Su idea sería retomada
recién en siglo XIX (¡!). Demócrito creía que había que disfrutar y comprender todo lo de la vida;
comprender y disfrutar era una misma cosa. Dijo que una vida sin regocijo es un largo camino sin una
posada.

☑ Algunas consideraciones sobre los primeros filósofos.


Antes de continuar con la historia de la filosofía es preciso realizar algunas consideraciones. No todos
los autores coinciden en llamar a este grupo de pensadores filósofos. Algunos plantean que muchos
de ellos fueron los iniciadores sólo del pensamiento científico, otros le atribuyen el papel de sabios y
muchos creen que son filósofos pre-socráticos. Estas divisiones son arbitrarias. La ciencia y la filosofía
no eran consideradas por separado en ese momento. De hecho hemos visto que el pensamiento y la
acción de estos hombres están emparentados con ambas tradiciones.
Es imposible entender el pensamiento de estos filósofos (y de cualquier filósofo) sin apreciar el
momento histórico, social y político en el que se desenvolvieron. Por eso no es casual que en la zona
del Asia Menor, la filosofía tuviera una inclinación más experimentalista y material, mientras que en
la península itálica se desarrollará a partir con conceptos más abstractos y especulativos.
La filosofía se traslada a Atenas: Sócrates y los sofistas.
Si bien la filosofía surge en las costas jónicas de Asia Menor, colonizadas por los griegos, vivirá su
esplendor en la ciudad de Atenas. Los primeros filósofos se caracterizaron por ofrecer modelos
explicativos de la realidad. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo V a.C. la filosofía se
asienta en Atenas con un cambio rotundo de interés. La reflexión de los nuevos movimientos
filosóficos comienza a girar en torno al hombre y su vida en sociedad. Veamos las causas de este giro
antropológico de la filosofía.

El siglo V a. C. es considerado la edad de oro de la ciudad ateniense. Con Pericles como gobernador,
la ciudad creció enormemente en todos los sentidos. La victoria griega contra los persas en las
Guerras Médicas, provocó varios cambios políticos; entre ellos, la irrupción en la vida pública de
nuevos sectores sociales. Las asambleas, los debates en las plazas públicas, en los tribunales y en el
ágora eran moneda corriente en la ciudad.

Estas reformas políticas llevaron a un sector de la población a buscar mayor protagonismo en la vida
pública y en los debates. Esto requiere de un saber práctico en el manejo del discurso y la elocuencia,
a fin de lograr convencer a otros de que las opiniones propias son las correctas. Los hijos de la clase
social beneficiada con los cambios políticos comenzaron a tomar clases para poder hablar cada vez
mejor en las asambleas públicas.

Así es que surge un grupo de maestros llamados sofistas (proviene de la palabra sophia=sabiduría)
Estos “maestros del saber” no constituyeron una escuela filosófica sino más bien un movimiento
integrado por numerosos sabios que comparten algunas características en común:

☑ Exigían un pago por sus servicios (y cobraban bastante caro)

☑ Tenían una gran confianza en la educación, en la retórica y el arte del diálogo.

☑ Eran escépticos frente a la posibilidad de un conocimiento cierto.

☑ Por lo tanto, su posición ante la idea de VERDAD era relativista.

☑ Tuvieron una actitud crítica frente a las instituciones tradicionales de la ciudad.

A pesar de no haber constituido un grupo homogéneo, se los suele agrupar en dos grupos, en función
del momento en que prestaron sus servicios: la primera sofística y la segunda sofística.

☑ La primera sofística

En un primer momento estos “maestros del saber” comenzaron a cuestionar las costumbres y las
leyes que eran consideradas universales, planteando que en realidad toda ley era fruto de las
convenciones sociales. Podríamos afirmar que esta primera etapa sofística tiene un fuerte peso
crítico respecto de la sociedad ateniense.

Uno de los máximos representantes de esta etapa sofista es Protágoras, (algunos autores lo
reconocen como discípulo de Demócrito). Esta idea del convencionalismo de las leyes y el relativismo
cultural se puede apreciar en su famosa frase “el hombre es la medida de todas las cosas”. Esta frase
se puede interpretar, por lo menos, de dos modos. Una de ellas es la idea de que todo es relativo a
cada individuo, que tiene “su verdad”. Otra interpretación posible es pensar en el relativismo cultural:
cada pueblo posee costumbres y leyes diversas y considera que las propias son las mejores.

☑ La segunda sofística.

La segunda etapa coincide con la derrota de los atenienses en manos de los espartanos en la Guerra
del Peloponeso. En esta etapa se profundizan los rasgos escépticos y relativistas del pensamiento de
los sofistas. Uno de los principales representantes del movimiento sofista en su segunda etapa es
Trasímaco. Éste profundiza la idea del convencionalismo de las leyes planteando que “la justicia no
es otra cosa sino la ventaja del más fuerte”. Así profundiza la idea de Protágoras planteando que
alguien que tiene mucho poder puede violar las leyes, que son producto de la convención social, sin
ser castigado.

En este momento, la tendencia de la enseñanza sofista es más individualista y relativista: el saber y


la oratoria están al servicio del individuo y de la utilidad que puedan darle. No hay, por lo tanto, una
verdad universal.

La sabiduría es, para los sofistas, la capacidad para tener las mejores opiniones y que éstas tengan
las consecuencias más útiles.

A estos sabios, se les opuso uno de los personajes más enigmáticos de toda la historia de filosofía:

☑ Sócrates.

Nació en Atenas, en una familia que no era de las más distinguidas de la ciudad. Su padre era escultor
y su madre, partera. En su juventud fue “hoplita”, es decir, soldado de la infantería. Según se cuenta,
demostró gran coraje y fuerza en la guerra. Ha sido descripto como una persona muy poco agraciada
y de baja estatura.

Como Sócrates no escribió nada, todos los datos que tenemos sobre la vida de Sócrates son producto
de los relatos de Platón (discípulo suyo), Aristófanes (que lo caricaturizó en una de sus comedias) y
Jenofonte (historiador).

Aunque Sócrates y los sofistas tienen muchas cosas en común, ni sus doctrinas ni sus métodos son
los mismos. Entre otras cosas, tanto el uno como los otros comparten los temas de interés y se
paseaban por la ciudad enseñando y dialogando. Pero, mientras los sofistas cobraban por sus
enseñanzas, Sócrates hacía alarde de su pobreza como señal de que no cobraba por conversar.
Además, los sofistas ofrecían sabiduría mientras que Sócrates decía buscarla.

A lo largo de su vida, Sócrates centró su interés en las cuestiones éticas. Sostenía que, tal como decía
la máxima del Oráculo de Delfos, el hombre debía conocerse a sí mismo. Por lo tanto, toda
investigación que se desviara de esa máxima, era considerada por Sócrates como una pérdida de
tiempo. Lo que más le interesa al hombre es saber qué debe hacer para ser feliz.

En cierta ocasión, alguien le preguntó al Oráculo quién era la persona más sabia de la época. El
Oráculo respondió que era Sócrates el más sabio. Sin embargo, cuando le comentaron a Sócrates lo
que aquél había dicho, respondió que la única razón por la que podía ser considerado un sabio, era
el hecho de que él asumía su ignorancia, sin tener ninguna pretensión de conocimiento alguno. De
ahí la frase “sólo sé que no se nada”.

Sócrates afirmó la necesidad de recuperar el diálogo, valorando la palabra como una expresión del
pensamiento, frente al avance de los sofistas que centraron su actividad en la disputa por mantener
la propia opinión. Ese diálogo tiene que servir para encontrar una definición de las cosas que nos
lleve a “decir lo que las cosas son”. Esto es así, debido a que Sócrates estaba convencido de la
existencia de una verdad de valor universal que no puede estar sujeta a la opinión de cada uno. Para
descubrir esa verdad, es necesario penetrar en la esencia de cada cosa, partiendo del análisis de las
situaciones ordinarias y cotidianas (es un tipo de pensamiento inductivo).

Conocer “lo que las cosas son”, pensaba Sócrates, es fundamental para poder obrar bien. Para él,
existe en los hombres un deseo ferviente de ser felices. Y para ser felices es necesario hacer el bien,
porque de este modo se consigue llevar a cabo una vida virtuosa. Nadie quiere ser infeliz, por lo que
nadie hará el mal sabiendo lo que hace. Si se obra mal es por ignorancia, y no por maldad. Esta teoría
se llama intelectualismo moral y fue uno de los polares de la enseñanza socrática.

Ahora bien, para conocer la esencia de las cosas es necesario penetrar en su significado. Ésta es,
precisamente, la tarea que Sócrates asume como filósofo. Para él, la verdad está dentro de cada uno
y simplemente hay que des-cubrirla. A Sócrates le gustaba afirmar que había heredado de su madre
“el oficio de ayudar a dar a luz”. De ahí que su método de enseñanza se llame la “mayéutica”.

Este método consta de dos momentos bien puntuales:

1. Demoledor: para Sócrates el peor mal es la ignorancia. Para salir de ella se requiere, en primer
lugar, ser consciente de la propia ignorancia. Para lograr esto, Sócrates ironizaba sobre lo que
el interlocutor creía saber. Comenzaba el diálogo con la pretensión de ser enseñado, haciendo
alarde de su propia ignorancia, para luego hacer tambalear a sus interlocutores a partir de lo
que ellos mismos decía.

2. Constructivo: en esta parte del diálogo se pretendía llegar a una definición universal,
partiendo de aquellas cosas en las que todos los interlocutores coinciden, para luego afirmar
que esas coincidencias son fruto del haber descubierto en cada uno el conocimiento de la
esencia de las cosas. Buscaba superar así, el relativismo de los sofistas.

Por sus tareas de indagación filosófica y su búsqueda permanente de las esencias, se consideró a sí
mismo un moscardón que mantenía alerta al caballo apático que era la ciudad de Atenas. Sus
preguntas irritaban, exasperaban y confundían a los interlocutores. Pero no hacía esto por el placer
de ofuscar a los demás, sino porque él mismo decía que tenía un llamado de los dioses para que
hiciera que los hombres descubran la verdad, y esto le impedía callar. Se opuso fervientemente a
muchos políticos, cuestionando sus desempeños, ya sea por demagogia o por totalitarismo. Estos
hechos le valieron muchos discípulos, así como también muchos enemigos.

Finalmente, Sócrates fue condenado por un tribunal por “corromper a los jóvenes e introducir nuevos
dioses”. Su condena consistía en elegir el exilio de la ciudad o beber la cicuta. Como lo primero era
considerado por los griegos algo peor que la muerte, Sócrates decidió beber la cicuta a pesar de no
acordar con la decisión del tribunal. Sócrates afirmó, antes de cumplir su condena, que si el no hacía
esto iba a contradecir toda su enseñanza y, por lo tanto, iba a ir en contra de sí mismo.
La sistematización de las ideas filosóficas de Grecia: Platón y Aristóteles.
“Un filósofo es alguien que constantemente
vive, ve, oye, sospecha, espera y sueña cosas extraordinarias”

Friedrich Nietzche. Filósofo alemán

☑ Platón.

Tal como estudiamos anteriormente, Sócrates tuvo numerosos discípulos. El más destacado de ellos
se llamaba Aristocles, pero a causa de sus anchos hombros le decían Platón.

Platón provenía de una familia aristocrática de Atenas. Como muchos de los jóvenes de la ciudad,
tenía un fuerte interés por la política y había pensado en dedicarse de lleno a esta actividad. Sin
embargo, la condena a muerte de su maestro lo hizo cambiar de planes. En el año 399 a. C. (después
de la muerte de Sócrates), Platón se alejó de Atenas y comenzó una serie de viajes que influirían en
su pensamiento filosófico. Después de doce años, regresó a Atenas para fundar su propia escuela
filosófica, la Academia, donde se estudia filosofía, matemática, astronomía y física.

Toda su obra está compuesta por diálogos, y en la mayoría de ellos Sócrates es la figura principal. La
mayoría de los especialistas coinciden en clasificar sus diálogos de la siguiente manera:

● Diálogos de juventud, que supuestamente expresan los temas y el estilo real de enseñanza de
Sócrates. Una de las obras más famosas de esta etapa es Apología de Sócrates.

● Diálogos de madurez, en los que aparecen los grandes temas del platonismo: la teoría de las
ideas, la inmortalidad del alma, la organización del estado ideal. Una de las obras más famosas
de esta etapa es La república.

● Diálogos de vejez, que revisan las teorías elaboradas en su etapa de madurez. Uno de los más
famosos de esta etapa es el Teeteto.

Todos sus planteos teóricos surgen como una reacción al relativismo y al convencionalismo de los
sofistas, corrientes de pensamiento que Platón considera incapaces de ofrecer un sustrato firme a la
organización política de la sociedad y que no pueden regir como base segura para el conocimiento.
Esta lucha contra el relativismo sofista lo llevó a investigar cuál es la verdadera naturaleza de las
cosas, su esencia (problema que, de otra manera, habían abordado los filósofos de la naturaleza).
Este preguntarse por el SER de las cosas forma parte del problema metafísico. La metafísica que
elabora Platón fue la base de sus desarrollos en los demás problemas filosóficos que abordó.
La teoría de las ideas: el mundo sensible y el mundo inteligible.

Para poder hacer frente al relativismo y escepticismo sofista, Platón afirma que la posibilidad de un
conocimiento verdadero apoyado en verdades absolutas hace necesaria la existencia de realidades
inmutables. Para él, lo cambiante no puede ser objeto de verdadero conocimiento. En esto vemos
que Platón está influenciado por Heráclito, ya que ve este mundo como un lugar del que no se puede
aprender porque cambia y se corrompe. Sin embargo, también toma parte del legado de Parménides
y, por ello, afirma que sólo se puede conocer aquello que permanece inmutable, es decir, libre de
cambio.

Es así que Platón va a esforzarse por encontrar una realidad absoluta e inmutable. Ésa tiene que ser
la base para el conocimiento seguro. Dicha realidad, Platón la denomina mundo de las ideas o mundo
inteligible. El mundo de las ideas, entonces, se opone al mundo de los sentidos. De ahí que podamos
afirmar que para Platón existen dos mundos: uno sensible y otro inteligible. El mundo sensible es
aquel que percibimos con los sentidos, y que no pueden asegurar un conocimiento cierto. El mundo
sensible es cambiante, imperfecto, corrompible, contingente. A diferencia del mundo de las ideas
que es eterno, inmutable, necesario y perfecto y que se percibe sólo a través de la razón. En efecto,
las cosas sensibles que existen en el mundo de los sentidos son, para Platón, una mera copia de las
ideas suprasensibles que habitan en el mundo inteligible.

La teoría de las ideas nunca aparece desarrollada como tal de forma explícita. No obstante, se infiere
como algo fundante de su filosofía, a partir de la lectura de muchos de los diálogos.

El concepto de idea en Platón en bien distinto del actual. Es decir, no se refiere a representaciones
mentales, sino a algo parecido a un molde, o una forma, o una figura. Podríamos definir a la idea
como la forma única de algo múltiple.

La teoría del conocimiento y la teoría antropológica.

Es fácil deducir la teoría del conocimiento de Platón a partir de la teoría de los dos mundos. Para él
podemos distinguir dos tipos de conocimiento: uno sensible y otro racional. El sensible es
considerado como una mera opinión (DOXA), lejos del conocimiento racional y científico (EPISTEME)
que Platón considera el más elevado.

La ciencia y el verdadero conocimiento sólo se alcanzan cuando el hombre es capaz de captar


racionalmente la “idea” que sustenta las cosas sensibles, es decir, su esencia. Esto es el verdadero
conocimiento.

Ahora bien, ese conocimiento es, para Platón, innato. Esta es una clara influencia de su maestro:
Sócrates. Cabe preguntarnos entonces, ¿cómo es posible conocer las “ideas” de forma innata? Esto
se explica a través del concepto de hombre que maneja Platón. Él concibe al hombre como un ser
dual, compuesto por alma y el cuerpo. El alma es inmortal, mientras que el cuerpo no lo es. El alma,
por lo tanto, es anterior al cuerpo. La unión entre el alma y el cuerpo se da de forma accidental, clara
influencia de la religión órfica (Recomiendo la lectura del mito del carro alado, es exquisita; pero a
los fines de ser breves he decido no incluirla).

El alma, al ser anterior al cuerpo, es donde reside el conocimiento racional. Según Platón, el alma,
antes de quedar presa en el cuerpo, estuvo en el mundo de las ideas, contemplándolas. Para Platón
“conocer es recordar” porque este alma pasó por el “río del olvido” antes de caer en la prisión del
cuerpo. Esta teoría se llama “teoría de la reminiscencia”, es decir: del recuerdo.

Sin embargo, el conocimiento no es tomado por Platón sólo como el recuerdo de lo que se contempla
en el mundo de las ideas. Para Platón el conocimiento también es el bien supremo. Para explicar esta
noción, nuevamente se remite a otro mito: la alegoría de las cavernas. En esta alegoría se puede
resumir toda la teoría filosófica platónica.

La alegoría de la caverna.

El relato tiene tal belleza que decidí citarlo. Está en el capítulo VII del libro La República:

I - Y a continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con respecto a la educación
o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza.

Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada, abierta
a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que están en ella desde
niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que estarse quietos y mirar
únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden volver la cabeza; detrás de ellos, la
luz de un fuego que arde algo lejos y en plano superior, y entre el fuego y los encadenados,
un camino situado en alto, a lo largo del cual suponte que ha sido construido un tabiquillo
parecido a las mamparas que se alzan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales
exhiben aquellos sus maravillas.

- Ya lo veo-dijo.

- Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda clase de objetos,
cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o animales hechas de piedra y de
madera y de toda clase de materias; entre estos portadores habrá, como es natural, unos que
vayan hablando y otros que estén callados.

- ¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!

- Iguales que nosotros-dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han visto otra cosa de
sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la
caverna que está frente a ellos?

- ¿Cómo--dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?
- ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?

- ¿Qué otra cosa van a ver?

- Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar refiriéndose a aquellas
sombras que veían pasar ante ellos?

- Forzosamente.

- ¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada vez que hablara
alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra cosa sino la sombra que
veían pasar?

- No, ¡por Zeus!- dijo.

- Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa más que las
sombras de los objetos fabricados.

- Es enteramente forzoso-dijo.

- Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si,
conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y
obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar a la luz, y cuando,
al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos
objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera d alguien que antes
no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y
vuelto de cara a objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole
los objetos que pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de
ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más
verdadero que lo que entonces se le mostraba?

- Mucho más-dijo.

II. -Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía,
volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría qué éstos, son
realmente más claros que los que le muestra .?

- Así es -dijo.

- Y si se lo llevaran de allí a la fuerza--dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le


dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría a mal
el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no
sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?

- No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.


- Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más
fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos
reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil
el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las
estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.

- ¿Cómo no?

- Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en otro lugar ajeno
a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en
condiciones de mirar y contemplar.

- Necesariamente -dijo.

- Y después de esto, deduciría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y
gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas
que ellos veían.

- Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.

- ¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos


compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les
compadecería a ellos?

- Efectivamente.

- Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a
aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse
mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras,
fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que
sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes
entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente
"trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino
antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?

- Eso es lo que creo yo -dijo -: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.

- Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que
se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?

- Ciertamente -dijo.

- Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados,
opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve
con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría
que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y
que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían; si
encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?

- Claro que sí -dijo.

III. -Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!, a lo que se ha dicho
antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la vivienda-prisión, y la
luz del fuego que hay en ella, con el poder del. sol. En cuanto a la subida al mundo de arriba
y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas con la ascensión del alma hasta la
región inteligible no errarás con respecto a mi vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y
que sólo la divinidad sabe si por acaso está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece:
en el mundo inteligible lo último que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una
vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas
las cosas; que, mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el
inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por fuerza
que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.

- También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo.

Antes de continuar, pido disculpas por la extensa cita. Pero no se puede negar que su lectura grafica
muy bien la situación. Ahora bien, concretemos nuestra propia interpretación a través de preguntas.

¿Cuál de los dos mundos antes descriptos es representado a través de la caverna? ¿Y el mundo
exterior a cuál de los dos mundos alude? ¿Qué significado tienen las sombras de la pared? ¿ y las
cadenas? ¿quién es el que logra salir? ¿qué representa el sol? ¿por qué se da el encandilamiento?
¿qué quiere decir que el camino del ascenso es escarpado? ¿qué desea hacer quien logró subir? ¿por
qué lo matan a quien logró subir? Las preguntas no agotan el significado de la alegoría, ni intenta
hacerlo. Simplemente nos invita a pensar en la riqueza del relato.

La teoría político-ética.

Como señalamos al inicio del resumen, Platón tenía un fuerte interés en la política. Lo prodigioso de
su pensamiento es que articula coherentemente varios problemas filosóficos. Su concepción
metafísica, gnoseológica y antropológica se articulan perfectamente en sus apreciaciones ético-
políticas. Estos postulados aparecen mayormente en La República.

Allí, Platón se propone demostrar cuál es la organización social y política ideal. Parte de dos tesis
fundamentales: por un lado, el gobierno debe estar basado en un conocimiento verdadero; por el
otro, tiene en cuenta la división social del trabajo planteando la mutua satisfacción de necesidades
entre los distintos miembros de la sociedad que complementan sus capacidades. Las capacidades de
cada uno de los integrantes de la sociedad, dependen del alma que tengan. Si el alma es
concupiscible, entonces deben pertenecer a la clase productora (artesanos y agricultores) cuya virtud
es la templanza. Si el alma es irascible, entonces ese cuerpo debe pertenecer a la clase guerrera, cuya
virtud es la valentía. Y si, como dijimos, el gobierno debe estar basado en el verdadero conocimiento,
los gobernadores deben ser los filósofos, porque su alma es racional y su virtud es la prudencia.

La sociedad debe estar basada en la justicia, que para Platón es “dar a cada uno lo suyo”. Como el
lugar en la sociedad está determinado por el tipo de alma que cada persona tenga, la sociedad es una
estructura cerrada. Esta organización social planteada por Platón como ideal, tiene una clara
inclinación aristocrática, elitista y totalitaria. Sin embargo, para el filósofo ateniense, las mujeres son
iguales a los hombres y tienen las mismas capacidades (pensamiento muy poco común en la época).
Además, Platón le asigna muchísima importancia a la educación de gobernantes y guardianes. Es por
eso que fundó La Academia, institución que duró más de 900 años.

Estas concepciones políticas de Platón son, a la vez, concepciones éticas. ¿Por qué? Porque cada
ciudadano debe cuidarse de ocupar el lugar social que le corresponde. De este modo, Platón amplia
la ética sócratica, que estaba centrada en el individual, para hablar de una ética social.

Cabe recordar que esta teoría política fue elaborada por Platón durante el siglo IV a. C. después de
que los espartanos ganaran a los atenienses la Guerra del Peloponeso. Esta victoria espartana hizo
que decayera el esplendor que había vivido Atenas en los años de Sócrates.

Para redondear:

Platón es considerado uno de los filósofos más influyentes de la historia. Sus planteos teóricos han
sido retomados a lo largo de los siglos y marcaron a fuego la mentalidad del mundo occidental.

La prolífera obra de Platón y la multiplicidad de intereses filosóficos que éste tenía lo erigen como el
primer filósofo en elaborar un sistema filosófico completo y coherente. Tal multiplicidad de intereses
se desglosa en problemas filosóficos (metafísica, conocimiento, antropología filosófica, ética,
política) para facilitar su estudio, pero se articulan coherentemente dentro del mismo sistema. Dicho
sistema, ha sido dado a conocer por Platón a través de numerosos mitos y relatos metafóricos. Sin
embargo, los mitos y alegorías de Platón no deben ser entendidos como una forma de pensamiento
mítico, sino todo lo contrario, ya que todo su sistema filosófico está centrado en la noción de
conocimiento verdadero (episteme).

☑ Aristóteles.

Aristóteles nació en Macedonia en 384 a. C. Era hijo del médico de la corte del rey y, tal como era
costumbre entre los hijos de los nobles y personas distinguidas, fue enviado a estudiar a Atenas.
Estudió en La Academia de Platón y fue su mejor alumno. Permaneció allí 20 años y, tras la muerte
de su maestro se alejó de Atenas, iniciando un período de viajes. Regresó a Macedonia, convocado
por el rey Filipo II para educar a su hijo, Alejandro Magno, quien en ese momento tenía trece años.
Después de realizar esta tarea, regresó a Atenas. Una vez allí, fundó su propia escuela, llamada El
Liceo, con una orientación marcadamente opositora a La Academia. 11 años después de la fundación
de El Liceo, y a causa del enfrentamiento que los griegos tuvieron con Macedonia, Aristóteles fue
acusado de impiedad (el mismo castigo con el que se había condenado a Sócrates), por lo que huyó
de la ciudad, para “impedir que los atenienses atentaran dos veces contra la filosofía” (según se
cuenta que dijo). Murió en Calcis, al año siguiente.

Su personalidad detallista y su carácter investigativo lo llevaron a abordar los más variados temas. Se
cree que las obras que escribió son casi 170, aunque sólo se conservan 47, la mayoría de las cuales
son apuntes de clase que no escribió con la intención de publicar. Estos apuntes son tratados sobre
la naturaleza, la biología, la lógica, la política, la ética, la psicología, la poética y la metafísica. Además
fue el primero en recopilar y comentar la obra de todos los filósofos anteriores, empezando por Tales.

Como todo buen alumno, Aristóteles polemizó con los planteos filosóficos de su maestro. Como hijo
de médico, Aristóteles consideraba que es un error despreciar el estudio de las cosas sensibles y de
la naturaleza. Aristóteles no está de acuerdo con la separación platónica de dos mundos, de los cuales
el de las ideas es el más importante, porque “duplica innecesariamente las cosas”. La explicación del
maestro es metafórica, pero no se corresponde con la realidad y crea confusiones conceptuales.
Además, desprecia el uso de los sentidos aludiendo que sólo se puede conocer a partir del recuerdo.
Aristóteles se opone a esto y plantea que “no hay nada en la razón que no haya pasado antes por los
sentido”. Esta teoría del conocimiento realza la importancia de los sentidos y le otorga a la razón el
poder ordenador de lo que éstos captan.

Para poder comprender y explicar la realidad, Aristóteles “baja” la idea de Platón, a la realidad
concreta utilizando nuevos conceptos. Es que, para él, la realidad es este mundo de cosas concretas
en que vivimos y cada ser particular que la compone. Define que la tarea de la filosofía es
precisamente ésa, ocuparse de todo lo que “es”.

A las cosas individuales concretas, Aristóteles las llamó sustancia. Pero este concepto no lo explica
todo, porque hay algunas cosas que no existen por sí mismas, sino en otra cosa. A estas “cosas”
Aristóteles las llamó accidente, que es todo aquello que existe en la sustancia. En efecto, no es lo
mismo decir: "esto es una silla", que decir: "esta silla es blanca", o bien: "la silla es de un metro de
alto". En los tres casos nos referimos algo que existe -la silla "es", y "es" el blanco, y también "es" la
altura-; pero está claro que en cada caso el "es" tiene sentido diferente, y por ello dice Aristóteles
que EL SER se dice de muchas maneras. Los accidentes son las cualidades de la sustancia porque no
pueden existir separados de ella. Siguiendo el ejemplo anterior podemos decir que existen cosas
blancas, pero no el blanco por sí mismo. A pesar de esta diferencia, Aristóteles aclara que sustancia
y accidente siempre se nos presentan como una sola cosa. La separación es con un objetivo
meramente teorético y explicativo.

Estos planteos llevaron a Aristóteles a refinar cuidadosamente el uso del lenguaje y la estructura del
mismo en función de una serie de postulados lógicos para la formación de proposiciones. Nacía así la
Lógica y la Filosofía del Lenguaje.
Otra diferencia que lo aleja de las explicaciones de su maestro es el análisis que cada uno hace del
cambio. Platón explicó que sólo lo eterno es digno de ser estudiado y pensado, y no las cosas que
cambian, porque éstas pertenecen al mundo sensible, mientras que las ideas son perennes y nos
llevan al conocimiento del bien. Aristóteles no se conformó con esto, sino que buscó explicar el
cambio y las causas que lo producen. Para lograrlo explicó que la sustancia es un compuesto, y está
constituida por materia y forma. La forma es el modo en que la sustancia se presenta a nuestros
sentidos, independientemente de la materia con la cual esté hecho. Por ejemplo, lo que hace que un
anillo sea un anillo, no es ni el oro ni la plata ni cualquier otro material, sino la forma de anillo. Pero
esta forma no está determinada por una idea externa, como pasa en la teoría platónica, sino que es
propia de la naturaleza del anillo, por lo tanto, es inmanente. Entonces, si la naturaleza del anillo se
explica por la forma, ¿para qué agrega el concepto de materia? Sencillo, la materia es la que explica
los posibles cambios de la sustancia, porque contiene las posibilidades de transformación de la forma.
Seguimos con el ejemplo: el anillo es anillo por su forma, pero se puede fundir su materia para que
deje de ser anillo y pase a ser, por ejemplo, una pulsera.

Para explicar mejor las posibilidades del cambio, Aristóteles recurre a dos nuevos conceptos: el de
SER EN ACTO y SER EN POTENCIA. ¿Se acuerdan que Parménides había dicho que nada puede SER
primero y NO-SER después? Bien, esta idea daba vueltas por la cabeza de Aristóteles. Entonces, lo
resuelve de la siguiente manera. Toda sustancia es SER EN ACTO y SER EN POTENCIA. ES EN ACTO lo
que AHORA vemos que es (su forma). Por ejemplo, un árbol. Y ES EN POTENCIA, porque contiene en
sí (en su materia) las posibilidades de ser otra cosa. Por ejemplo: ese árbol es árbol en ACTO, pero es
leña, mesa, silla, ropero, adorno, viga y muchas cosas más en POTENCIA. La sustancia árbol está
compuesta por la materia madera en forma de árbol. La materia contiene en sí muchas posibilidades
(SER EN POTENCIA), pero en este momento es un árbol, porque tiene forma de árbol (SER EN ACTO).

Si hacemos abstracción de estos ejemplos, podemos afirmar que para Aristóteles el cambio es algo
real y se define como el paso del SER EN POTENCIA al SER EN ACTO. Es decir, el árbol deja de ser mesa
en potencia y pasa a ser mesa en acto. Pero este pasaje no se produce por casualidad, sino por
causalidad, es decir, a causa de algo. Aristóteles afirmó que las causas de cualquier cambio son
cuatro: una causa materia (las posibilidades contenidas en la materia), una causa formal (la
posibilidad de adquirir una nueva forma), una causa eficiente (aquello que efectúa el paso de ser en
potencia a ser en acto) y una causa final (el fin u objetivo con el que se produce ese cambio).
Siguiendo el ejemplo: la causa material del cambio de árbol a mesa es la madera, la causa formal es
el diseño que tendrá la mesa, la causa eficiente es el trabajo del carpintero, y la causa final es el fin
que cumple la mesa, es decir, que sirve para apoyar cosas.

Si comparamos la concepción de causa en Aristóteles, con nuestra concepción actual de causa,


encontramos que en el filósofo griego esa concepción es mucho más amplia. En la actualidad sólo
llamamos causa a lo que Aristóteles llamaba causa eficiente.

El concepto de causa final responde a una concepción bien aristotélica: todo en la naturaleza tiende
a un fin determinado. Ese fin es para Aristóteles la autorrealización del ser. Esta idea que parece tan
complicada se explica fácilmente… todos los seres tienden a cumplir las posibilidades contenidas en
la materia. Esto es válido, según él, para TODOS los seres singulares de la naturaleza, incluyendo el
hombre.

En este sentido es que Aristóteles desarrolla su teoría ética y política. Si el hombre tiende a su
autorrealización, cabe preguntarse cuál es ese fin. Muy puntual: ese fin es la felicidad. ¿Y cómo se
logra la felicidad? Sencillo, a través de la virtud. ¿Y qué es la virtud? La virtud es todo hábito moral
bueno que se caracteriza por ser el justo medio entre un exceso y defecto. Es virtuoso ser valiente
pues no es ni ser temerario ni ser cobarde (La idea de equilibrio es muy propia de los griegos). Más
allá de la moral virtuosa de la persona individual, Aristóteles sitúa el comportamiento social. Esto es
así porque el hombre sólo puede autorrealizarse en sociedad, más precisamente viviendo en la polis.
De ahí el famoso postulado aristotélico zoon politikon (“el hombre es un animal político). Como
hombre práctico que era, Aristóteles hizo un minucioso estudio de 148 constituciones de ciudades
griegas para analizar cuál era el mejor sistema de gobierno. Concluyó, siguiendo su teoría ética, que
el mejor gobierno es el que impide la pobreza extrema y la extrema concentración de riqueza.
Aristóteles decía que las mujeres no eran personas aptas para el desempeño de estas tareas y
también justificaba la esclavitud.

Por lo tanto, vemos en su teoría la realización de un verdadero sistema filosófico de pensamiento


con un claro hilo conductor. Aristóteles no sólo trató de explicar lo que pasa en la naturaleza (hecho
que le otorga el privilegio de ser el primer gran biólogo de Europa) sino que explica la realidad del
SER (es decir, lo que existe, todos los seres singulares) y el comportamiento humano. Su sistema de
pensamiento abarca, por lo tanto, un amplísimo espectro de disciplinas que él mismo se encargó de
separar y señalar sus características propias. Su concepción metafísica de la realidad (que él llamó
física primera y que habla de la sustancia) atraviesa todo su pensamiento y es aplicado en su estudio
de la física, la ética, la política, la antropología, la sociología y hasta la poética.

En esta última, y ya para concluir, Aristóteles señala otra diferencia que tenía con su maestro. Para
Platón, los poetas eran unos mentirosos porque sólo se dedicaban a opinar sobre lo que veían en el
mundo sensible, confundiendo a los ciudadanos en el uso de la razón. En cambio, Aristóteles sostenía
que la poesía se ocupaba de un conocimiento universal y las obras poéticas (los casos que él analiza
son el de la tragedia y la comedia del teatro griego) sirven para hacer catarsis, es decir, para lograr la
purificación emocional.

También podría gustarte