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Trastornos

Neurocognitivos
CONCIENCIA DE EXTINCIÓN
Diferencias entre DSM-5 y CIE-10
DSM-5 y CIE-10: ¿qué son?
Antes de pasar a hablar de las diferencias existentes entre el
DSM-5 y la CIE-10, tal vez sería recomendable en primer lugar
hacer una breve mención a qué hacen referencia estas siglas,
conocidas por todos los psicólogos y psiquiatras.
Cuando hablamos de DSM-5 estamos hablando de la quinta
edición del “Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales”, uno de los manuales y sistemas
clasificatorios de los trastornos y alteraciones psíquicas
más conocidos y relevantes. Esta edición fue publicada en
2013 por la American Psychiatric Association (en adelante
APA) mediante el consenso de expertos y la realización de
múltiples investigaciones.
Este sistema clasificatorio, a pesar de que resulta cada vez
más controvertido debido a la patologización de cada vez
más comportamientos y modos de funcionamiento y por las
acusaciones de la existencia de intereses comerciales detrás
de la formulación y sobrediagnosticación de algunos de
dichos trastornos, es uno de los más relevantes ya que ofrece
un marco desde el que poder determinar si los pacientes
manifiestan síntomas y criterios propios de un trastorno
concreto, de tal manera que se facilita diagnóstico y
tratamiento tanto para el profesional que lo atiende como
para futuras interpretaciones por parte de otros
profesionales.
En cuanto a la CIE-10, en este caso las siglas hacen referencia
a la décima edición de la “Clasificación Internacional de las
Enfermedades”. Se trata de otro de los grandes manuales y
sistemas clasificatorios que existen, si bien esta vez no
analiza únicamente los trastornos mentales sino el
conjunto de todas las enfermedades, trastornos y
alteraciones que existen. En ella los trastornos mentales
únicamente ocupan un capítulo, el quinto (o F).
Fue publicada en 1992 por la Organización Mundial de la
Salud. Aunque en 2018 se publicó la siguiente edición, la CIE-
11, lo cierto es que aún a día de hoy sigue siendo más
utilizada y se encuentra más extendida la versión CIE-10 e,
incluso, la anterior a esta (CIE-9).
Principales diferencias entre DSM-5 y CIE-10
Si bien DSM-5 y CIE-10 tienen múltiples semejanzas e incluyen
en su interior problemáticas psíquicas/psiquiátricas muy
parecidas entre sí, lo cierto es que se trata de dos manuales
de referencia distintos y con varias diferencias a tener en
cuenta. A continuación veremos algunas de las diferencias
más claras entre ambos.
1. Nivel de especificidad: trastorno mental o clasificación
general de las enfermedades

Uno de los principales aspectos en los que podemos


encontrar elementos diferenciales entre DSM-5 y CIE-10 se
encuentra en el hecho de que mientras el DSM es un manual
de referencia centrado en los trastornos mentales, la CIE es la
Clasificación Internacional de Enfermedades, incluyendo no
sólo las alteraciones de la psique sino el conjunto de
trastornos y enfermedades médicas que pueden aparecer en
el ser humano.

Así, mientras que en el DSM-5 solo vamos a encontrar


problemáticas y trastornos mentales, estos son solo uno de
los capítulos o apartados de la CIE-10, la cual a pesar de que
incluye en el capítulo V (o F) a los trastornos mentales
también recoge cualquier enfermedad o problemática
médica.
2. Diferentes objetivos

A pesar de que ambos son sistemas clasificatorios de gran


utilidad en el ámbito sanitario y sus contenidos son
altamente parecidos entre sí, se puede encontrar una
diferencia en el objetivo concreto que tiene cada uno de ellos.
Aunque ambos se orientan al diagnóstico, mientras que el
DSM tiene como objetivo una descripción sistemática y
precisa de los criterios diagnósticos y características propias
de un trastorno, la CIE se orienta más a realizar un registro
y análisis de las características presentes del trastorno. En
este sentido, el primero resulta también ligeramente más
preciso en su descripción de los síntomas.
3. Organización que las genera

Una diferencia también bastante relevante entre ambos


sistemas se encuentra en la organización que las ha
generado, así como el reconocimiento que poseen.
El DSM-5 ha sido elaborado por la American Psychiatric
Association, una de las organizaciones americanas más
relevantes del mundo en lo que respecta al estudio de los
problemas de salud mental. Por otro lado la CIE-10 ha sido
elaborada por la Organización Mundial de la Salud, la cual
repercusión de nivel mundial.
4. Nivel de reconocimiento
Aunque probablemente el DSM-5 sea el sistema clasificatorio
más conocido y es sin duda el más utilizado en América, una
gran mayoría de los psiquiatras del mundo y
especialmente de Europa emplean la CIE-10.
5. Número de grandes categorías

Ya dentro de lo que sería propiamente el contenido o la


clasificación realizada entre los diferentes trastornos
mentales, una de las diferencias que podemos encontrar es
el número de grandes secciones o categorías.
Mientras que la CIE-10 incorpora un total de 10 secciones
diferenciadas en el capítulo dedicado a los trastornos
psíquicos, de las cuales tres se dedican a trastornos infantiles,
en el DSM podemos encontrar un total de 21 grandes
categorías diagnósticas. Hay que tener en cuenta que
hablamos de grandes grupos de trastornos, existiendo
diversos trastornos en la mayoría de cada uno de los grupos.
6. Diferentes trastornos o presencia de un mismo
trastorno con diferentes denominaciones

Tal vez la diferencia que resulta más notoria se encuentra en


el hecho de que tanto DSM-5 como CIE-10 clasifican los
trastornos psiquiátricos con diferentes nombres, incluyen
criterios que pueden ser divergentes entre sí (por ejemplo
pueden tener en cuenta períodos temporales en los que se
debe presentar el síntoma distintos entre sí). Incluso existen
algunos que directamente no existen o no son considerados
como entidades diagnósticas en uno de los sistemas
clasificatorios, como ocurre con el trastorno mixto ansioso-
depresivo.

La mayoría de estas diferencias son poco relevantes y hacen


referencia a las mismas realidades, siendo altamente
arbitrarias.
• 7. Transculturalidad

• Otro elemento diferencial entre ambas clasificaciones, y esto


es algo que resulta aún más evidente entre el DSM-5 y la reciente
CIE-11 es que a pesar de que ambos sistemas clasificatorios
tienen pese a las críticas que suscitan gran utilidad, el DSM-5
está basada en una perspectiva y un entendimiento de la psique
basado en la mentalidad y cultura occidental, mientras que en el
caso del CIE-10 se tienen más en cuenta la existencia de
diferentes problemáticas más propias de otras culturas.

• Así, mientras que en el DSM es posible que algunas


problemáticas no se acaben de ajustar a los criterios diagnósticos
debido a elementos culturales divergentes con respecto a los
occidentales la CIE resulta más transcultural y permite mayor
aplicabilidad en otras regiones del mundo con diferentes
circunstancias y maneras de entender la realidad.
8. Un sistema... ¿multiaxial?
A lo largo de su historia tanto el sistema clasificatorio del DSM
como el de la CIE han empleado un sistema multiaxial, con
diferentes ejes que permiten la anotación de diferentes tipos
de problemáticas de tal forma que se facilita el diagnóstico y
clasificación de las diversas problemáticas. Sin embargo, con
la llegada del DSM-5 esta característica ha pasado de ser algo
común a ser un elemento diferencial.
Y es que la quinta edición del Manual Diagnóstico y
Estadístico de los Trastornos Mentales ha prescindido de la
multiaxialidad que caracterizaba a su versión
anterior (DSM-IVR poseía un total de cinco ejes), mientras
que en la CIE-10 se mantienen tres ejes principales:
(diagnóstico clínico, discapacidades y elementos
contextuales).
Trastornos neurocognitivos: qué son, tipos,
características y causas

Mario Arrimada
18 octubre, 2021
El conjunto de entidades diagnósticas, conocidas como
“trastornos neurocognitivos”, aparecen clasificadas en los
manuales diagnósticos de trastornos mentales más usados, y
se caracterizan principalmente porque las personas que
padecen cualquiera de ellos presentan una afección
cognitiva.
Esta afección cognitiva está caracterizada por un deterioro en
diversos procesos psicológicos básicos como la percepción, la
atención, la memoria y en otras habilidades cognitivas. Este
declive, cuando es pronunciado, causa malestar y dificultades
para llevar a cabo las tareas cotidianas.
• ¿Qué son los trastornos neurocognitivos?

• Los trastornos neurocognitivos se componen de un conjunto de condiciones fundamentadas en un déficit pronunciado en


diversos procesos cognitivos, que además son de índole neurobiológica. En caso de que fuera un ligero declive en estos procesos
cognitivos, podría considerarse que es una consecuencia evolutiva del envejecimiento.
En cambio, si se dieran dificultades para un desarrollo
cognitivo normal por trastornos como el delirium o síndrome
confusional, la demencia o el síndrome amnésico, podríamos
hablar de un trastorno neurocognitivo, el cual suele provocar
desazón en la persona que lo padece e interferir en sus
actividades de la vida diaria.
• Las señales de alerta más comunes que suelen
darse son las siguientes:

• Problemas de memoria notables (p. ej., no


recuerda el lugar en el que deja las cosas).
• Cambios en el humor y en la manera de
comportarse (p. ej., se muestra más
enfadado de lo normal).
• Entorpecimiento notable a la hora de
realizar las tareas básicas de la vida diaria (p.
ej., hacer la compra, cocinar, vestirse, etc.).
• Dificultad para expresarse (p. ej., está
contando una historia y de repente bloquea
y se le olvida).
Por tanto, si se diagnosticara algún tipo de trastorno
neurocognitivo, sería idóneo que los allegados a la persona
afectada estuvieran alerta de las señales de alarma y
buscaran ayuda profesional de inmediato, con el fin de que
un profesional pueda hacer un diagnóstico adecuado y así
poder realizar un tratamiento acorde con sus necesidades
para retrasar el declive lo máximo posible y, de esta manera,
se mantenga lo más independiente que pueda y durante más
tiempo.
• En el campo de la psicología y la psiquiatría clínicas, con respecto a los trastornos
neurocognitivos o las demencias, hay una denominación conocida como “senilidad o vejez
patológica”, diferenciada de la vejez normal, conocida como “senescencia”. Aunque, bien
es cierto, que estas denominaciones llevadas a la práctica clínica no resultan tan fáciles de
distinguir porque no hay unos criterios normativos que puedan ayudar a diferenciarlas.
Esta dificultad para distinguir un trastorno neurocognitivo de
una senescencia o vejez normal se debe a que las aptitudes
que se encuentran en declive (como la memoria, la atención o
el grado de independencia) no son dicotómicas (tenerlas o
no), sino que se encuentran desarrolladas a lo largo continuo
en el que resulta muy difícil trazar una línea que separe la
senilidad de un declive cognitivo normal asociado a la edad.
• Por ello, no es fácil diferenciar los casos con leves
dificultades cognitivas de otros con unas aptitudes cognitivas
funcionando a un rendimiento usual, así como tampoco es fácil
distinguirlos de un caso de demencia que está empezando a
manifestarse.

• Es importante destacar que el deterioro cognitivo y, sobre


todo los trastornos neurocognitivos, no son sinónimo de estar
envejeciendo debido a que no todas las personas experimentan
un declive notable de sus facultades físicas ni tampoco mentales;
además, por medio de los últimos avances médicos, se han
podido detectar casos en personas más jóvenes, lo que facilita un
mejor pronóstico en su tratamiento.
Tipos de trastornos neurocognitivos
El término más coloquial que se suele emplear para
denominar los trastornos neurocognitivos es el de
“demencia”, y es definida como “declive de forma progresiva
de las distintas aptitudes mentales y funcionales causando
alteraciones en el comportamiento y limitando la autonomía
de la persona que lo padece”.
1. Delirium

Es también conocido como “síndrome


confusional” y se caracteriza
fundamentalmente por un desorden en el
estado de conciencia, que afecta a la
atención y su sintomatología fluctúa a lo largo
del día. Este trastorno suele aparecer de
forma brusca y su duración es breve.

Los síntomas prodrómicos o precedentes del


delirium son: apatía, inestabilidad en el
estado de humor, cambios bruscos en la
atención, sensibilidad a la luz y a los ruidos,
y dificultades para dormir.
En este síndrome confusional suele haber una alteración
cognitiva caracterizada por varios de los siguientes síntomas:
•Desorientación espacio-temporal.
•Dificultad para distinguir la realidad vivida de un sueño.
•Ilusiones o alucinaciones, principalmente visuales.
•Dificultades en el lenguaje.
•Síntomas de ansiedad, depresión, irritabilidad, entre
otros.
•Taquicardias y sudoración.
•Agitación, inquietud, etc.
•Problemas de insomnio.
Puede haber estado de hipoactividad, siendo más común
en personas de la tercera edad; aunque es más frecuente que
en el delirium se den síntomas hiperactivos, como
consecuencia de los efectos secundarios de determinadas
drogas o algunos medicamentos.
2. Trastorno neurocognitivo menor (DSM-5)

Los trastornos neurocognitivos son trastornos mentales que


tienen un origen orgánico a nivel cerebral (como una pérdida
gradual de neuronas) y están desarrollados por diversas
causas que veremos más adelante.

Estos trastornos se componen de varios síntomas que se citan


a continuación, por lo que influirá notablemente en la vida de
la persona que los padece.
A. Un trastorno neurocognitivo se caracteriza principalmente
por un declive cognitivo de manera leve con respecto a uno o
a los dos siguientes dominios cognitivos:
•Preocupación por un deterioro de sus aptitudes
cognitivas (p. ej., nota que pierde su capacidad de
memoria).
•Deterioro cognitivo detectado en un test de evaluación
neuropsicológica.

B. Además este declive interfiere significativamente en el


normal desempeño de la persona de las actividades de la vida
diaria, que antes solía realizar sin ninguna dificultad.

C. Este declive no ocurre en el transcurso de un delirium.

D. Este declive cognitivo no está causado por otro trastorno


mental como, por ejemplo, la depresión mayor o la
esquizofrenia.
3. Trastorno neurocognitivo mayor (DSM-5) o Demencia
(DSM-IV-TR, CIE-10 y CIE-11)

Los síntomas del trastorno neurocognitivo mayor son los


mismos que los del trastorno neurocognitivo menor, pero con
la diferencia de que en el mayor se presentan con un mayor
grado de deterioro cognitivo que interfiere aún más en la
independencia de la persona, por lo que necesita mayor
ayuda.
•Los síntomas cognitivos más comunes de los trastornos
neurocognitivos son:
•Declive de la memoria, siendo normalmente de los primeros
síntomas en estos casos.
•Problemas para orientarse en el tiempo y en el lugar en el
que está.
•Incapacidad para reconocer a sus familiares.
•Dificultades a la hora de comunicarse y de utilizar las
palabras (ej., dificultad para recordar nombres de objetos).
•También dificultad para reconocer objetos que antes eran
familiares (ej., una silla)
•Problemas para realizar tareas simples.
•Dificultades para caminar, por lo que pueden sufrir caídas.
•Cambios fluctuantes de humor.
•Problemas a la hora de planificar la ejecución de una tarea.
•Puede sufrir cambios en los rasgos de la personalidad.
• Causas del desarrollo del
trastorno neurocognitivo mayor o
demencia

• Los trastornos neurocognitivos


tienen diversas causas etiológicas
para su posterior desarrollo. A
continuación se enumeran de
forma clasificada, en función de los
factores comunes por los que
fueron originados.
1. Enfermedades que son neurodegenerativas (causas
más comunes)

En este grupo se encuentran las


siguientes: Alzheimer, enfermedad de Parkinson,
enfermedad por cuerpos de Lewy, demencia frontotemporal,
esclerosis múltiple, esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad
priónica familiar, parálisis supranuclear progresiva, demencia
mixta Alzheimer-cuerpos de Lewy, atrofia olivo-ponto-
cerebelosa y enfermedad de Huntington. Se trata
de patologías en las que hay una destrucción progresiva
del tejido nervioso.
• 2. Enfermedades que no son neurodegenerativas

• Dentro de este grupo se encuentra la demencia


vascular (multi-infarto, enfermedad de Binswanger).

• Causas adquiridas

• Entre estas causas están las enfermedades


metabólicas (tiroideas, hepáticas, altos niveles de calcio),
intoxicación por algunos tipos de medicamentos,
alcoholismo, déficits nutricionales (vitamina B12),
vasculitis, tumores, hidrocefalia, traumatismo craneal
grave y síndrome Wernicke-Korsafoff, producido por
alcoholismo crónico junto a un déficit de tiamina
(vitamina B1).
3. Causas infecciosas

Las enfermedades que se encuentran dentro de este grupo


son la enfermedad priónica esporádica, la neuosífilis, el
síndrome de la inmunodeficiencia adquirida (SIDA) y la
meningitis.

Como se puede comprobar, hay una gran diversidad de


causas de los trastornos neurocognitivos o demencias, que a
su vez se pueden clasificar de la siguiente forma:
•Demencias primarias: su causa es desconocida.
•Demencias secundarias: son desarrolladas como
consecuencia de otra patología.
• La anterior clasificación se puede
subdividir entre:
• Demencias reversibles: suelen ser
las que han sido causadas por una
enfermedad endocrina o
metabólica.
• Demencias irreversibles: son las
enfermedades
neurodegenerativas (p. ej.,
Alzheimer)
En dicho tratamiento se combinará la prescripción de
medicamentos por parte del médico junto con la
intervención psicosocial que realizará el psicólogo, cuyo
objetivo principal es mantener y, a ser posible, mejorar el
desenvolvimiento de manera autónoma del paciente,
entrenando las aptitudes del paciente que se encuentren en
declive.
• Causas de los trastornos
neurocognitivos

• Comprender los orígenes posibles de


los trastornos neurocognitivos puede
resultar de gran interés a fin de encontrar
métodos eficaces para abordar estas
problemáticas. En los siguientes párrafos,
desarrollaremos las causas de los
trastornos neurocognitivos más
relevantes:
•Factores genéticos: la alteración de ciertos genes presentes en
personas que padecen trastornos neurocognitivos posee una
implicancia directa con respecto al desarrollo de las
enfermedades. De igual modo, la herencia genética representa
un hecho trascendental, dado que si un familiar ha presentado
algún trastorno neurocognitivo, es posible que la persona
también lo padezca.
• Comorbilidades: la existencia de una
enfermedad orgánica de base puede
condicionar el desarrollo de un trastorno
neurocognitivo. Es importante hacer
hincapié en el historial clínico de cada
paciente a fin de situar el origen de la
patología.
Síntomas de los trastornos neurocognitivos
Resulta crucial conocer las manifestaciones, tanto físicas como
emociones y conductuales, que se desprenden de los
trastornos neurocognitivos. A continuación, explicaremos
los síntomas más importantes:
•Alteraciones conductuales.
•Dificultades en las relaciones interpersonales.
•Pérdida de memoria, atención y concentración.
•Confusión.
•Ansiedad.
•Apatía.
•Alteraciones en la percepción.
•Problemas en el sueño.
•Dificultades en el lenguaje.
• Cabe mencionar que la presencia
de alguna de estas particularidades
no implica necesariamente un
trastorno neurocognitivo. Es
imprescindible que el diagnóstico
sea establecido por un
profesional de la salud en el área, a
fin de evaluar las condiciones
clínicas de cada paciente.v
Tratamiento de los trastornos neurocognitivos
A pesar de las dificultades que acarrean estas patologías, en la
actualidad, existen una serie de tratamientos disponibles para
hacer frente a la sintomatología de los distintos trastornos
neurocognitivos. A continuación, ubicaremos los tratamientos
más eficaces:
• Tratamiento farmacológico: este tipo de
abordaje consiste en ingerir medicamentos que
actúen sobre las conexiones neuronales de la
corteza cerebral. De este modo, se producen
mejorías en la calidad de vida del paciente.
•Fisioterapia: este tratamiento consiste en el desarrollo de la
movilidad corporal, el equilibrio y la fuerza del paciente. Dicho
procedimiento resulta eficaz frente a las patologías que
implican dificultades en la coordinación.
• Psicoterapia: la terapia puede ayudar a mejorar
el área comunicacional del paciente a través de
diversas estrategias que apuntan a que se
construyan recursos frente a determinadas
situaciones.
Tratamiento

Dadas las dificultades a la hora de elaborar un


diagnóstico, es preciso que para ello se necesite la
evaluación de profesionales de diferentes disciplinas, al
igual que ocurre a la hora de llevar a cabo un tratamiento
adecuado.
La primera revisión suele ser realizada por el
médico de cabecera, que realiza una primera
exploración y, en caso de detectar síntomas
compatibles con una demencia, derivará al
paciente para que lo examine el neurólogo o
el psiquiatra con el fin de realizar un
diagnóstico especializado y, en caso de
detectar demencia, estos especialistas
comenzarán las sesiones de tratamiento,
junto con la ayuda de psicólogos, con el fin de
que, se consiga retrasar el declive cognitivo
que se está desarrollando; siendo posible que
haya variaciones en el proceso de tratamiento
según el modelo de intervención que
considere más oportuno cada clínica u
hospital.
ENTIDADES ESPECÍFICAS
Trastorno depresivo mayor (TDM). Se considera que
hasta un 2% de la población adulta mayor puede
experimentar TDM, las mujeres representan más de la
mitad de esta cifra. Los criterios diagnósticos más
aceptados en esta categoría diagnóstica, cuando aplicada
a adultos mayores, incluyen persistentes sentimientos de
tristeza, vacío emocional, desesperanza, anhedonia,
apatía, insomnia o hipersomnia, retardo psicomotor,
aislamiento social y disminución de funciones cognitivas.
En ancianos así afectados, la fragilidad física se hace
más evidente, por lo que es importante atribuir
correctamente a TDM síntomas físicos tales como dolores
difusos, fatiga y constipación. Muchos ancianos con TDM
permanecen en cama largas horas del día y pueden
exhibir dependencia y negativismo que, en casos, alcanza
niveles psicóticos. El deterioro funcional puede ser similar
al que se observa en enfermedades médicas graves.
Anomalías estructurales en el giro cingulado subgenual y
el fascículo uncinado perpetúan estados de apatía al
interferir con la estimulación cortical prefrontal de la
actividad límbica
Trastorno depresivo persistente
(distimia). Tambiénllamada "depresión crónica" o
"depresión menor", la diferencia fundamental con
TDM es el menor grado de severidad, aun cuando
el impacto en la vida del paciente puede ser
igualmente importante. Los síntomas pueden
estar presentes por meses y hasta años y su
distinción con otros cuadros psiquiátricos o, más
aun, con entidades médicas tales como
hipotiroidismo, es fundamental. La distimia puede
también sobrevenir acompañada por distrés
ansioso, rasgos melancólicos o los llamados
rasgos atípicos tales como disturbios alimentarios
y sueño irregular. Los ancianos son también más
propensos a cuadros de duelo prolongado cuya
ocurrencia "en ondas" y una duración mayor de 7-
10 meses, con sentimientos de culpa, desaliento,
ideas de muerte o suicidio, pueden anunciar una
transición definida hacia el TDM.
Conducta suicida en ancianos. Mujeres de 60 años, o
más, presentan un índice más alto de intentos suicidas
que su contraparte masculina, pero la prevalencia de
suicidios consumados es más alta entre los varones,
llegando a ser hasta dos veces mayor que la de la
población general. Aparte de sexo masculino, los factores
específicos de riesgo incluyen presencia de
comorbilidades médicas, contacto interpersonal pobre,
duelo prolongado, muerte reciente de un ser querido,
intento suicida previo o problemas financieros. La
modalidad escogida puede ser fundamentalmente
sobredosis medicamentosa, salto a abismos o
autoagresión con armas punzocortantes en poblaciones
latinoamericanas y uso de armas de fuego en
Norteamérica o Europa. En muchos de estos pacientes
no ha habido un diagnóstico formal previo de depresión,
pero sí se registran visitas médicas más o menos
frecuentes en semanas previas al intento suicida.
Depresión geriátrica y comorbilidades
médicas. La alta mortalidad en pacientes
geriátricos con depresión concomitante es un
fenómeno reconocido. En muchos casos,
médicos de atención primaria son los primeros
expuestos al contacto con estos pacientes, de
modo tal que la coexistencia de depresión con
diagnósticos tales como accidentes
cerebrovasculares, cáncer, enfermedades
respiratorias, diabetes y artritis, genera
significativas interacciones clínicas. El infarto
miocárdico y/o enfermedad isquémica son casi
inmediatamente seguidas por depresión
marcada y muerte. Trastornos neurológicos
tales como enfermedad de Parkinson y
esclerosis múltiple, enfermedades endocrinas
(vgr. hipotiroidismo), déficits vitamínicos (B12,
D y K), nefropatías, enfermedad cardiaca
congestiva y cáncer de páncreas pueden
debutar con síntomas depresivos, demandando
por ello especial atención y alerta continua por
parte de los médicos y geriatras tratantes.
Depresión y déficits cognitivos. Una depresiónsevera
puede afectar seriamente la función cognitiva de
pacientes ancianos y acompañar incluso a trastornos
neurocognitivos mayor (demencia) o menor.
Ocasionalmente, se utiliza el término "pseudodemencia"
para caracterizar estos casos. Apatía, síntoma común de
demencia, puede, sin embargo, no ser parte del cuadro
de fondo y constituirse, por lo tanto, en entidad
manejable. La llamada "depresión de inicio tardío" puede
ser un indicador temprano de enfermedad de Alzheimer,
aunque también ha sido vinculada a cuadros
cerebrovasculares en el contexto de la llamada hipótesis
de "depresión vascular"
Trastorno bipolar (TB) y relacionados. De ocurrencia predominante en poblaciones jóvenes y
con edad de inicio más frecuente en la segunda o tercera década de la vida, el TB presenta, sin
embargo, otro desafío clínico en su versión geriátrica. Se reconoce hoy una tendencia creciente de
prevalencia (hasta el 10% en algunos estudios), una lista mayor de trastornos médicos
(neurológicos, endocrinos, farmacológicos y cognitivos, en particular) como precipitantes o
comórbidos (más del 70%) y la compleja gama de entidades y características relacionadas al
llamado espectro bipolar (variedades de bipolaridad, cicladores rápidos, presencia de catatonía,
patrón estacional, rasgos atípicos o mixtos, etc.). Predominan episodios depresivos con rasgos
melancólicos y pacientes mujeres parecen mostrar incidencia más alta de ciclaje rápido y disforia
durante episodios maniacos. Los episodios pueden ser más frecuentes y de duración más corta,
configurando numerosas recurrencias.
TRATAMIENTO Y PRONÓSTICO
Existe acuerdo en que el mejor enfoque terapéutico es la
adecuada combinación de estrategias
psicofarmacológicas y psicosociales. Este tipo de manejo
reduce niveles de morbilidad y mortalidad, así como
exigencias o derrotismo por parte de familiares, agencias
de salud y servicios sociales.
Afrontepsicofarmacológico. La efectividad del manejo
farmacológico de la depresión (60-80%) no es
sustancialmente afectada por el factor edad. En adultos
mayores, por lo tanto, pasos específicos tales como
diagnóstico certero, elección adecuada de la medicación,
administración gradual del fármaco y seguimiento y
duración apropiada del tratamiento, mejorarán el
desenlace clínico. Sin embargo, solo la mitad de los
pacientes responde al primer intento, la respuesta toma
tiempo más largo que las habituales tres o cuatro
semanas, y es preferible una actitud conservadora más
que agresiva en el uso de combinaciones
medicamentosas. La adherencia al tratamiento es, a
veces, problemática. Se recomienda el uso de inhibidores
selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS)
iniciando el tratamiento con la mitad de la dosis habitual.
Las benzodiacepinas y tranquilizantes mayores pueden
ser útiles en casos con ansiedad concomitante, pero su
uso debe ser limitado en dosis y tiempo de administración
ya que hipersomnia y fatiga pueden ser efectos
secundarios importantes. En casos de manía o
hipomanía, el litio continúa siendo el medicamento más
efectivo cuando es usado con precaución y tino.
Afronte psicosocioterapéutico. Terapia cognitivo-
conductual, psicoterapia interpersonal, terapia
reminiscente y terapia de adaptación a problemas son las
modalidades más frecuentemente utilizadas. La
participación de familiares y otras personas cercanas es
crucial. Otros enfoques tales como terapia musical y
actividad física regulada son complementos útiles.
Otros tratamientos. La terapia
electroconvulsiva (ECT) continúa
siendo un instrumento útil en el
manejo de depresión geriátrica
severa, en la llamada depresión
refractaria, en cuadros bipolares con
síntomas catatónicos y/o psicóticos,
agitación psicomotriz, anorexia o
ideación suicida prominente. En
casos conocidos puede ser necesario
administrar la ECT antes que otro
ensayo farmacológico, pero el
número de aplicaciones no debe ser
mayor de 12. La Terapia de
mantenimiento (semanal primero,
mensual después) viene ganando
aceptación. Los efectos cognitivos
(amnesia retrógrada y anterógrada)
son factores determinantes en el
número y frecuencia de
administración de la ECT
Finalmente, otras técnicas de tratamiento somático tales
como estimulación magnética transcraneal (TMS),
estimulación con corriente directa transcraneal (tDCS) y
estimulación cerebral profunda (DBS) están aún en fases
estimativas en poblaciones geriátricas
TRATAMIENTO
El tratamiento de los trastornos neurocognitivos se
encuentra conformado por un conjunto de
procedimientos y técnicas para alcanzar el máximo
rendimiento cognitivo y funcional posible, es decir,
mejorar y/o compensar a través de nuevos
aprendizajes de habilidades los déficits
disminuyendo al mínimo el impacto negativo en las
actividades cotidianas de la vida diaria.

El enfoque del tratamiento se encontrará


determinado por las características de la persona,
diagnóstico, fase del proceso, etc. Actualmente se
reconocen dos posibles abordajes: Restauración de
la función alterada y Compensación de la función
afectada.
Restauración de la función alterada: implica el supuesto
de que la red neural que participa en la ejecución de la
tarea programada está siendo entrenada, facilitando,
acelerando y dirigiendo la recuperación neuronal y los
mecanismos de recuperación, promoviendo la plasticidad
neuronal. La estimulación desde ésta modalidad de
abordaje suele iniciarse con tareas sencillas de
complejidad creciente a partir de los progresos sesión a
sesión.
Compensación de la función
afectada: asume que el
tratamiento induce la sustitución
de la función por medio de una
reorganización funcional, por
ello, se intenta potenciar el
empleo de diferentes
mecanismos alternativos o
habilidades preservadas. En
otros términos, se ponen en
marcha nuevos procesos
cognitivos distintos de los
afectados para compensar su
déficit.
Abordajes compensatorios más frecuentes:
–Entrenamiento en habilidades específicas: Diferentes
estudios han puesto de manifiesto que la práctica de una
determinada tarea mejora el desempeño de forma
progresiva, con la excepción de que no siempre estos
aprendizajes son generalizables a otras habilidades.
–Entrenamiento en estrategias metacognitivas: conjunto de
herramientas cognitivas y conductuales cuyo objetivo es
que la persona incorpore una serie de estrategias útiles
para controlar y supervisar su desempeño. Este tipo de
intervenciones tiene algunas limitaciones, ya que el
aprendizaje de estrategias requiere la capacidad de la
persona para reconocer e iniciar su utilización en el
entorno.
-Uso de ayudas externas: Implica el uso de dispositivos o
herramientas que ayudan a la persona a estructurar la
información y a iniciar actividades previamente planeadas,
como calendarios, agendas, listas, relojes, etc.
–Modificación del entorno y
acomodación/ajuste de las actividades: la
adaptación de la tarea o el entorno tiene
como objetivo facilitar la realización de
las actividades a la persona, eliminando
barreras y posibles distractores,
aportando claves para realizar la tarea y
guías para el proceso de la actividad. El
uso de estas estrategias implica la
evaluación de la persona y su entorno y
el impacto del mismo en la
cotidianeidad.
El inicio del tratamiento de manera precoz permitirá
minimizar los efectos negativos producidos por el
trastorno neurocognitivo, favoreciendo el incremento
de la independencia y autonomía en las actividades de
la vida diaria.
CONCLUSIONES…

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