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Mitologías
hoy
revista de pensamiento, crítica y estudios literarios latinoamericanos
COORDINACIÓN GENERAL (2017-2018)
Fernanda Bustamante Escalona, Universitat Autònoma de Barcelona, España
D OSSIER
M ATERIALIDADES RESIDUALES
AGUSTINA PÉREZ
El uso de lo residual como material estético en el Teatro Proletario de Cámara de Osvaldo
Lamborhini……………………………………………………………………………...33-50
Trash as Aesthetic Material in Osvaldo Lamborghini’s Teatro Proletario de Cámara
ANNATINA AERNE
The Onset of a New Time Through the Re-Cycling of Colombian Pioneros, V
isionarios and Referentes.. ………………………………………………………………….65-83
El comienzo de una nueva era a partir del reciclaje de los pioneros, visionarios y referentes colombianos
V ISIONES DE LO RESIDUAL
ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 3-5
LIDIA GARCÍA GARCÍA
World Wide Shit: basura digital en las prácticas artísticas latinoamericanas…………….151-168
World Wide Shit: Digital Garbage in Latin American Contemporary Art
R ESIDUOS DE LO SOCIAL
DANIELA DORFMAN
Restos globales: basureros y derecho a la ciudad en Brasil a propósito de Ilha das flores de Jorge
Furtado (1989) y Boca de lixo de Eduardo Coutinho (1992) …………………………225-243
Global Residues: Garbage Dumps and the Right to the City in Brazil. Regarding Ilha das Flores by Jorge
Furtado (1989) and Boca de Lixo by Eduardo Coutinho (1992)
MIKE BAL
Narrando comida, haciéndonos urbanos: Glub y la estética de lo cotidiano…………...245-265
Narrating Food, Becoming Urban: Glub and the Esthetics of the Everyday
C REACIÓN
EDUARDO LALO
Decantar el residuo: manuscritos y poemas…………………………………………...269-273
Decant the Residue: Manuscrits and Poems
M ISCELÁNEA
BETINA SANDRA CAMPUZANO
Diálogos entre sombras y huesos: una lectura contrastiva entre el Diálogo entre Atahualpa y
Fernando VII en los Campos Eliseos (1809), de Bernardo de Monteagudo y Monteagudo.
Anatomía de una revolución (2016) de Marcos Rosenzvaig…………………………….277-291
Dialogues Between Shadows and Bones.: a Contrastive Reading of Diálogo entre Atahualpa y Ferando VII
en los Campos Elíseos (1809), by Bernardo de Monteagudo y Monteagudo. Anatomía de una revolución
(2016), by Marcos Resenzvaig
AGUSTINA IBÁÑEZ
Escenar argentinas: barbarie, alegoría y poder en La vida entera (1981)
de Juan Carlos Martini………………………………………………………………..293-309
Scenes from Argentina: Barbarism, Allegory and Power in La vida entera (1981) by Juan Carlos Martini
LUIS BAUTISTA
Lezama: en el umbral del Dios venidero………………………………………………311-326
Lezama: on the Threshold of the Coming God
VIRGINA HOLZER
López-Labourdette, Adriana; Gronemann, Claudia y Sieber, Cornelia (eds.). Cuerpos
extra/ordinarios. Discursos y prácticas somáticas en América Latina y España…………….335-340
GENEVIEVE FABRY
Sepúlveda Eriz, Magda. Ciudad quiltra. Poesía chilena (1973-2013) ………………….351-354
I NTRODUCCIÓN
R ESTOS , EXCEDENTES , BASURA :
GESTIONES LITERARIAS
Y ESTÉTICAS DE LO RESIDUAL
EN A MÉRICA L ATINA
Y EL C ARIBE
Adriana López-Labourdette,
Isabel Quintana, Valeria Wagner
(coords.)
I NTRODUCCIÓN
R ESTOS , EXCEDENTES , BASURA : GESTIONES LITERARIAS
Y ESTÉTICAS DE LO RESIDUAL EN A M ÉRICA L ATINA
Y EL C ARIBE 1
ADRIANA LÓPEZ-LABOURDETTE
UNIVERSIDAD DE BERNA (SUIZA)
adriana.lopez-labourdette@rom.unibe.ch
ISABEL QUINTANA
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (ARGENTINA)
isaaquintana@gmail.com
VALERIA WAGNER
UNIVERSIDAD DE GINEBRA (SUIZA)
valeria.wagner@unige.ch
1
Nuestros sinceros agradecimientos a Fernanda Bustamante, codirectora de Mitologías hoy, por
la cuidadosa coordinación de este dossier.
esta suerte, por ejemplo, si bien los restos aluden a un registro de la resistencia y
a un tiempo fuera del tiempo, el excedente traza una línea de crecimiento y un
horizonte de acumulación de capital, mientras la basura evoca toxicidad, una
temporalidad irrevocable o no reciclable, así como espacios del desborde.
Partiendo de la exterioridad amenazante y a la vez constitutiva de los
residuos, nos preguntamos cuáles son aquellos que la literatura y el arte toman
como material para sus creaciones, de qué modos, y con qué objetivos, los
resemantizan, evalúan o exponen, y cuáles producen, a su vez, los sistemas
artísticos y literarios. Ya la modernidad estética (desde los ready-made hasta el
performance) transformó los imaginarios relacionados al consumo y la
producción a partir de la incorporación, transformación, revaloración de
materiales descartables y cuerpos descartados; indudablemente el arte
contemporáneo se inscribe en esta larga tradición, al mismo tiempo que
resignifica esas “residualidades” en contextos específicos globales (migraciones,
contaminación, precariedad, alternancia entre desmaterialización e
hipermaterialización, crisis económicas, cambios climáticos, etc.).
La literatura y el arte latinoamericano han trabajado con y sobre lo
residual desde sus vanguardias estéticas y literarias (antropofagia literaria,
vanguardia estética, indigenismo, neobarroco, realismo sucio, entre otras),
dando cuenta del carácter heterogéneo de sus producciones estéticas. Ha sido
también el recorrido elegido por la crítica para pensar objetos de intrincada
composición (préstamos, contaminaciones, migraciones, reapropiaciones) y
estados precarios culturales y políticos (ruinas, escombros, desechos). En las
últimas décadas, a partir de diversos procesos de descomposición política y
social (dictaduras de todo signo político, procesos transicionales y de
posconflictos, procesos de reparación/olvido, neoliberalismo, etc.), se ha
intensificado el recurso a lo residual en el marco de reflexiones sobre lo que
queda: cuerpos desechados, utopías fracasadas, ciudades aniquiladas proliferan
en las diversas manifestaciones estéticas.
Centrarnos en la producción literaria y artística latinoamericana para
este dossier se entiende, entonces, en vistas a su historia de focalización en lo
residual. Pero también nos permite evitar dos tendencias hegemónicas a la hora
de pensarlo: la de considerar los restos, excedentes y desperdicios como
problemas esencialmente cuantitativos que se pueden solucionar con medidas
técnicas —nuevas tecnologías de lectura del pasado, en vez de un cambio de
actitud hacia el pasado, nuevas tecnologías de reciclaje y gestión espacial, en vez
de cambios en prácticas de consumo, producción y explotación, etc.— y la de
considerar que ya todo está jugado, que la catástrofe —humana, ecológica,
cultural— ya tuvo lugar. Las perspectivas de los “sures” globales en cambio
ponen en evidencia los diferendos que se juegan en torno a las economías y
culturas de lo residual, y las diferentes construcciones del presente que éstas
implican.
restos que éstos dejan es incluso revindicada como metodología para el estudio
de socialidades urbanas en el ensayo de Mieke Bal, en el que éstas se rastrean a
partir de las semillas de calabaza que diseminan ciertos grupos de migrantes en
los espacios públicos europeos.
En su conjunto, estos ensayos confirmaron nuestra hipótesis de que el
arte y la literatura son un espacio de invención en el que ingresan nuevas
tramas comunitarias a partir de lo que ha quedado fuera del circuito de
consumo y producción. Los artistas reintroducen cuerpos y objetos desechados
inaugurando imaginarios, creando otras economías y figuraciones. Ayudan a
pensar otras formas de organización o agenciamientos. La potencia de lo que
no se puede pensar, lo que se expele y se descarta, de lo que retorna
permanentemente en su carácter de contaminado, desechable o heterogéneo,
desmiente la fantasía del control total y la productividad pura. Como
planteamos, el proceso de “basurización” es refractario a los sistemas de
homogeneización y a las sociedades de consumo. La basura —la materia o los
cuerpos “fuera de lugar”— pone en entredicho nuestro sistema de visibilidad
trastocando los regímenes de cognosciblilidad e inaugurando nuevas formas de
lo sensible.
La cantidad de propuestas excelentes —que no pudimos integrar en su
totalidad— confirmó también el interés contemporáneo por lo residual:
después de todo, lo que atañe a lo residual no sólo ha creado campos de estudio
(la arqueología, la basurología o las ciencias económicas, para seguir la línea de
las categorías propuestas), con sus respectivos especialistas, y provechosas
industrias, sino que atañe directamente a la vida cotidiana de nuestras
sociedades, y la manera en que éstas reconstruyen y proyectan sus pasados y
futuros. ¿Qué hacer con las sobras? ¿Qué hacer con la basura? ¿Qué hacer con
los restos que no son ni sobras ni basura? Éstas son preguntas que nos hacemos
individualmente, colectivamente, y científicamente, y que tienen diferentes
respuestas, diferentes soluciones: hay basurales y vertederos, hay museos y
excavaciones arqueológicas, hay bancos y depósitos. Las respuestas que suscitó
nuestra convocatoria no aportan soluciones concretas a estas inquietudes, por
supuesto, pero contribuyen a entender cómo se configuran topografías de la
crisis, subjetividades expulsadas y diseños biopolíticos. Nos parece que, leídos
en su conjunto, los artículos abren un mapa más extenso de reflexión que nos
llevará a volver sobre las nociones teóricas y conceptuales postuladas. También
nos invitan a redefinir el eje central, el residuo, y reconsiderar su posible
aplicabilidad para no aplanar su específica densidad y caer en la trampa de que
todo puede ser leído como desecho, y que éste sería sinónimo de resto, vestigio,
ruina o excedente. Al mismo tiempo, pensar lo residual en sus temporalidades,
espacialidades y procedimientos diferenciados podría llegar a ocultar las
intersecciones entre estos términos, sus “parecidos familiares”, como decía
Wittgenstein. Pensamos que es importante interrogar estos lazos familiares,
considerarlos en cuanto abarcan un abanico que va desde la carencia a la
sobreabundancia, del rastro (el vestigio) que deja adivinar el pasado, hasta el
voluminoso estorbo detrás del que se oculta en el futuro, de lo singular (objetos
de colección) a los productos de consumo masivos (junk), etc. Entender los
cruces entre estos ejes semánticos —cuantitativos, temporales, identitarios—
Batato Barea: Ragpicker from the "Under" of Buenos Aires in the 80’s
Abstract: in the present work we will focus on the portrait made by the
photographer Julieta Steimberg to Batato Barea —one of the main
protagonists of the Buenos Aires scene— in 1988 at the Body Art Festival
at the Paladium nightclub. This photography became the reading on
which to rethink the ways in which clown-transvestite-literary produced
a vestimentary aesthetic that had the particularity of using urban waste as
the main element for its confection.
Keywords: Under, Dress, Body, Waste
En el año 2014 llegó a la ciudad de Buenos Aires una exposición impulsada por
la Red de Conceptualismos del Sur.1 El relato curatorial con el cual fue pensada
daba cuenta de seiscientas obras (entre ellas fotografías, videos, audios, material
gráfico y documental, así como instalaciones y dibujos) que testimoniaban las
tensiones políticas y la compleja dinámica de la sociedades latinoamericanas en
tiempos de dictadura y represión política, así como de su posterior apertura
democrática. De este modo, se recuperaba y visibiliza microrrelatos y casos de
estudio que reponían de un modo sugerente una dimensión vital pero poco
explorada de aquellas experiencias en esos años. La investigadora Ana Longoni,
quien formó parte del equipo curatorial, en relación al objetivo propuesto
sostuvo que:
como una experiencia sensible que le permitiera al espectador verse afectado por
una constelación de imágenes entramada con temporalidades diversas donde las
analogías convivían con las diferencias (Longoni, 2013). La particularidad del
archivo que se exponía daba cuenta de la dimensión afectiva con la cual los
diversos materiales habían sido guardados desafiando el deterioro de los años,
esperando el momento en el cual ser rescatados. La exposición funcionó como un
espacio catalizador de aquello que se encontraba disperso de manera fragmentaria
en manos de sus protagonistas. La curaduría llevada adelante por los
investigadores no se proponía comprometerse con la promesa de totalidad de un
pasado que buscaba cerrase en sí mismo, sino que su desafío estaba en la
inestabilidad crítica que los archivos podían generar como efecto de su hallazgo y
visibilidad en el tiempo presente.
Una de las zonas de la exposición llevó el nombre de Anarkía; allí se
encontraban expuestas diferentes escenas que desde principios de la década del
80 en adelante se habían desarrollado en espacios marginales denominados
underground en diversas ciudades latinoamericanas. Los mismos contribuyeron
a ampliar la noción de lo político generando nuevos modos de producción
artística, así como una red que los sostenía sobre fuertes lazos afectivos y
colaborativos. Entre la gran cantidad de obras y documentos exhibidos en la
exposición se encontraba un conjunto de doce fotografías que formaban parte
de esa zona y dejaban testimonio visual de lo que fue el Festival del Body Art,
evento que formó parte del circuito llamado “under” de la ciudad de Buenos
Aires en el año 1988.2 Las fotografías pertenecían a Julieta Steimberg quien fue
convocada para aquel evento junto a otros fotógrafos para realizar sus tomas a
quienes participaban del cuarto y último Museo Bailable3 organizado por
Roberto Jacoby, Coco Bedoya y Mercedes Idogaya, que tuvo cita en la
discoteca Paladium (Longoni, 2012; Bevacqua, 2013).
Entre las doce fotografías, una de ellas captó mi atención más que el
resto. Me acerqué a ella como si la proximidad me asegurara la revelación de
una verdad oculta. Me preguntaba cuál era la razón por la cual esa foto y no
otra había despertado mi interés. Esa fotografía puntualmente entre muchas
otras se volvía un signo de lectura que me desafiaba al encuentro nunca cerrado
de su desciframiento.4 Roland Barthes en La cámara lúcida retoma la
2
La propuesta quedaba plasmada en la convocatoria del concurso y muestra: “Con el arte en el
cuerpo ¡La imagen viva de Buenos Aires!”, donde se invitaba a participar a creadores de diversas
disciplinas e incluso quienes no tuvieran disciplina en la cual enmarcarse también eran
alentados a participar sin restricción. Debían abonar una inscripción por “personas-obra” de un
dólar, con la posibilidad de ganar 200 dólares que serían entregados por un jurado que elegiría
entre los 10 más votados por el aplauso del público, para lo cual se contaba con un
apalusómetro. Cada uno podía producir su propia imagen o producir a alguien “como Obra de
Arte, como Imagen Viva, que respira, camina y habla”, según proponía el manifiesto de la
convocatoria, para obtener no sólo el premio sino ser famoso por 15 segundos. El evento fue
filmado y se encuentra disponible en: <http://archivosenuso.org/>.
3
Durante el año 1988 se organizaron cuatro Museos Bailables, artistas de diversas disciplinas
eran convocados para ocupar por una noche el espacio de una discoteca.
4
La fotografía que aquí aparece es la que yo misma tomé el día que asistí a la muestra y motivó
la reflexión que dio origen a este trabajo. Elegí particularmente que sea ésta, ya que se puede ver
reflejada mi imagen en el vidrio cuando hice la toma, y de este modo, poner en diálogo la
superposición de temporalidades cuando nos encontramos con un fragmento documental del
pasado, pero también en ese reflejo aparece un resto que nos recuerda el ensamblaje temporal
desde el “acto de ver” en tiempo presente.
Foto tomada en la muestra “Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años 80 en
América Latina”, MUNTREF, Buenos Aires, 2014. Julieta Steimberg de la serie Body Art, Batato
Barea, Buenos Aires, 1988. Fotografía en blanco y negro, 30 x 40 cm (Archivo Julieta Steimberg).
5
Salvador Walter Barea, más conocido como Batato Barea fue un actor, performer, artista de
varieté, poeta y clown nacido en el año 1961 en la ciudad de Junín, provincia de Buenos Aires,
y fallecido en 1991 a la edad de 30 años víctima del sida. Con una personalidad inclasificable,
se volvió un personaje clave para la generación del “under” porteño en los años 80. Él se
autodefinía como “clown-travesti-literario”. Participó de diversos grupos emblemáticos de la
época como los Peinados Yoly, El Clú del Claun y el trío junto a Alejandro Urdapilleta y
Humberto Tortonose, con quienes hacía sus presentaciones en el mítico Parakultural.
no mira nada, “se hunde en la ausencia del sujeto” (73). Acaso tenemos certezas
que Batato mira a la nada. Su mirada parece dirigirse a la fotógrafa que le
apunta con su cámara, Julieta Steimberg, tal vez o quizás al presagio de un
futuro espectador.
El hecho de enfrentarse de un modo consciente a ser retratado en una
fotografía implica para Barthes que se active una “intención” de lectura futura,
el acto de posar se vuelve el correlato de dicha pretensión frente a lo que se
desea mostrar de sí. La pose transforma al cuerpo de Batato en la superficie
visible de las intenciones de la autoproducción de sí. Su pierna izquierda y sus
manos toman posición ejecutando una pose. Qué imagen desearía ofrecer
Batato, qué decisiones, si es que las hubo, se produjeron segundos previos al
instante decisivo en el cual Steimberg disparó el obturador. Un glosario del
cuerpo (Goffman, 1979) a ser interpretado en la vida cotidiana por los otros se
despliega en cualquier escenificación del yo. En esa torsión, en apariencia
trivial, el cuerpo de Batato teatraliza el estereotipo de la pedagogía cotidiana de
una pose, que podría estar en una revista de moda femenina sugiriendo el
lenguaje en el cual hablan los cuerpos sexuados al inscribirse en un código de
decodificación social, que se actualiza en cada acto performativo del género
(Butler, 1988). Frente a la aparente espontaneidad de los cuerpos, su pose se
inscribe en la premeditación de un gesto femenino, y es el efecto del artificio el
que posee la cualidad de desenmascarar la naturalización que rige el sentido
común en la presentación del yo en la vida cotidiana (Goffman, 1979).
Siguiendo las reflexiones de Alan Pauls en su prólogo a El gran libro del
dandismo (2014), el ensayista nos dirá que el acto de posar es central en el hacer
del dandi. Razón que les valió los ataques por parte de sus contemporáneos
para quienes generaban temor y sospecha, ya que quienes encarnaban la
“verdad” desdeñaban el artificio de la pose con la cual el dandi se volvía un
“descarado de ese autodiseño in progress” (23). La autoproducción de Batato, al
igual que el dandi, desafían el modo en el cual se hacen en el mundo a imagen
y semejanza de sus deseos como potencias de un ready-made permanente en un
cuerpo siempre abierto a revisión. ¿No es acaso la pose una forma de lo virtual,
una apertura a crear lo posible dependiendo de nuevas posibilidades de vida y
de cómo llevarlas a cabo? Batato se dictó a sí mismo sus propias reglas al
travestirse y envestirse con las ropas ajenas para romper el binomio naturalizado
sexo/género construido a partir del dualismo hombre/mujer. De ese modo,
trastocaba la fijeza de tales categorías para dar cuenta que los “hilos culturales se
pueden romper a voluntad” (Entwistle, 2002: 178). Batato miró a la cámara e
hizo de sí una pose donde al mismo tiempo se le escapaba una leve sonrisa en el
rostro. Lo que nos recuerda las palabras de Nancy, para quien la mirada no sólo
sale de los ojos, sino de todo lo que compone un rostro que se pone en juego en
“la capacidad de ser afectado y de dejarse tocar” (Nancy, 2007: 72-73).
“La capacidad de ser afectado y de dejarse tocar” (73) nos recuerda a la
dimensión táctil que Didi-Huberman encuentra en las imágenes. Si hay una
cuestión que se puede volver táctil, es la que lleva al filósofo francés a
preguntarse por el modo en el cual somos tocados por las imágenes (2008). A
partir de una refutación de los postulados de Barthes (1989), para Didi-
Huberman no hay una realidad absoluta en la imagen misma, sino que es su
valor de uso, por medio del cual se establece una relación con la realidad como
cadena de significados. Si para el mismo autor según sus palabras “no hay
imagen sin imaginación” (Didi-Huberman, 2013), es porque no podemos ver
la imagen de modo autónomo como unidad aislada, de manera independiente
sino como un fragmento posible a ser ensamblado no sólo con otras imágenes,
sino con otras palabras, con otros textos (Didi-Huberman, 2014). La “imagen
dialéctica” se pone en marcha ante la posibilidad de un montaje que como
afirma Didi-Huberman se producirá en el “acto de ver” que:
Jorge Gumier Maier, otro artista cartonero exiliado en las islas del Delta,
a quien el río lo exime de revolver containers, fue su couturier en el
concurso de body art de Jacoby. Batato le había llevado a su casa de la
calle Mansilla metros y metros de papel plisado sacado de la basura. Él lo
hizo “ponible”; el diseño era de Batato, que se lo armó encima sin esperar
el caminito de alfileres (se llamó El papelón). (Moreno, 2011: 3)
Benjamin encontrará una analogía entre las tareas del trapero y las prácticas del
poeta, metáfora que también aplica a la figura de Baudelaire. “Trapero o poeta,
a ambos les concierne la escoria; ambos persiguen solitarios su comercio en
6
Fernando Noy nació en Buenos Aires en 1951. Actor, poeta y performer de la contracultura
del “under” porteño. Amigo íntimo de Batato, escribió su biografía oral intitulada: Te lo juro
por Batato (2015), Buenos Aires, Reservoir Books.
7
Fernando Noy, en una entrevista para el diario Página 12 a raíz de la biografía que escribió
sobre Batato, recuerda cuando quiso representar un poema que le había escrito titulado “Las
novias pobres”, que había perdido el vestuario que iban a usar. Noy en ese momento vivía en la
casa del artista plástico Fernando Bedoya en el barrio de Flores, empezó a caminar, y encontró
una caja en la que había 7 u 8 vestidos de novia apolillados: “Los metí en una caja y llamé a
Batato llorando. Vos tenés que acostumbrarte a eso, eso siempre va a pasar conmigo. Si yo pido
algo, de algún modo, aunque sea los cirujas me lo van a traer, me dijo. Por eso se consideraba
un cirujano cultural” (Friera, 2001: 2-3).
horas en que los ciudadanos se abandonan al sueño; incluso el gesto en los dos
es el mismo” (1980: 98). Del mismo modo en que el trapero recoge la escoria
de la ciudad, el poeta hace de los desechos el objeto de su labor artística. Si bien
los traperos no están incluidos en la bohemia de una época, sí todos los que
forman parte de ella pueden ver algo de sí mismos en aquellas figuras parias de
la ciudad. En un juego sutil de resonancias entre otro tiempo y latitud, Noy
dirá de Batato que era un poema encarnado. Recuerda que Olga Orozco le dijo
alguna vez que: “en la vida no se puede dejar de ser poeta y que la poesía es una
puesta en el mundo” (Friera, 2001). Como trapero porteño, Batato era la
metáfora de un poema encarnado que había incluso incorporado el desecho en
su cuerpo cuando tomó la decisión de hacerse las tetas inyectándose aceite
industrial.8 Como recuerda Ana Torrejón:9
Que un hombre pueda vestirse con la identidad por elección, eso no era
compatible. Por eso el testimonio de Batato fue uno de los testimonios
más viscerales y más interesantes, más dolorosos y más revolucionarios.
Porque Batato no era la travesti linda, era el dolor, era la periferia, era un
hombre con batón y uñas pintadas. (Lucena y Laboureau, 2016: 159)
8
El aceite industrial o silicona industrial se usa en maquinarias y generalmente es un lubricante
en forma gelificada, que al colocarlo en el cuerpo comienza a infiltrar los tejidos que no están
inyectados y puede llegar hasta la piel, hacer úlceras y producir muchas complicaciones. Las
travestis con menores posibilidades económicas para pagar una operación estética recurren a
estas intervenciones que se desarrollan normalmente en forma muy precaria y, en algunos casos,
ellas mismas se aplican las inyecciones con fines estéticos. Humerto Tortonese dirá: “Era de
una pureza extraña; flotaba pero a la vez era muy heavy. Su travestismo era el de la villa, del
conventillo, de las tetas con aceite. Eso lo fascinaba. Tenía algo espontáneo, mamarrachesco;
hoy Florencia [de la V], en cambio, es el camino hacia la diva o la señora” (Gorodischer, 2006:
2). Alejandro Urdapilleta recordará que: “Se puso tetas de aceite de avión. O de camión. Se las
puso en una villa. Costaba como si te dijera 120 pesos. Pero para que eso tomara forma tenía
que usar un rato un armazón y él no aguantó mucho, así que se lo sacó y le quedó como una
sola teta, como una tecla. Como un escalón” (Noy, 2006: 129). Laura Ramos: “No tengo la
crónica, pero la recuerdo. Y especialmente recuerdo la noche en que vi a Batato con sus
hermosas tetas nuevas. Fue en el Club Estrella de Maldonado o en el Eros, me parece que era
temprano. El estaba sentado en una silla, tenía el pelo rubio largo y una de esas sonrisas suyas
tan hermosas y angelicales. Me contó que hacía unos días le habían inyectado aceite en las tetas,
una sustancia aceitosa, no siliconas, que el procedimiento había sido dolorosísimo y que había
dormido sentado, pero estaba feliz y sus dos tetas eran preciosas y esa sonrisa valía por todo el
sufrimiento” (Trerotola, 2011: 2). Véase Batato Barea, Alejandro Urdapilleta y Humberto
Tortonese en Parakafé, en “Archivos de La Peli de Batata”, dirigida por Goyo Anchou y Peter
Pank y producida por Mad Crampi. Se puede ver a Batato mostrando las tetas a pedido de sus
compañeros y del público: <https://www.youtube.com/watch?v=qC3bJ3xE10c> (minuto 4
del video).
9
Ana Torrejón en los años 80 formó parte del grupo de performance “Las Inalámbricas” junto a
Cecilia Torrejón, Paula Serrat, Jimena Esteve y Guillermina Rosenkrantz.
10
María José Gabin, actriz y bailarina, en el año 1986 junto a Verónica Llinás, Laura Market y
Alejandra Flechner formó Gambas al Ajillo, un grupo paradigmático de la movida del “under”
porteño.
11
Siguiendo la lectura de Sara Ahmed, la socialidad implica pensar las emociones no como
estados individuales sino como modos en los cuales se introduce una dimensión cultural y
social en un sentido práctico que permite pensar las superficies de contacto de modo relacional
y con un nuevo dinamismo en el cual los otros juegan un papel central.
Ahmed se hace: “¿qué cuerpos temen a qué cuerpos?” (2014: 114). Como sostiene
la autora, en la reproducción de la vida social se ponen en funcionamiento los
ideales que responden a una matriz de dominación, donde ciertos modos son de
antemano reconocibles como formas de civilización, como efectos de la
dominación que se hacen sentir. “Los cuerpos adoptan la forma de las normas que
se repiten con fuerza a lo largo del tiempo” (222) y así moldean las superficies de
los cuerpos en una repetición que se naturaliza. Los cuerpos se amoldan a los
espacios y viceversa, pero hay cuerpos que no serán reconocidos por su efecto de
extrañeza; son cuerpos que aparecen fuera de lugar. Escribe Ahmed: “reconocer a
alguien como extraño es un juicio emocional: un extraño es aquel que parece
sospechoso; aquel que acecha” (318).
La provocación de su gesto transformó al cuerpo de Batato en un
híbrido, en ese sentido un ser monstruoso porque: “¿Qué otra cosa es un
monstruo si no un sujeto raro, desconcertante, nuevo?” (Goldgel, 2013: 105).
El cuerpo de Batato pervirtió su supuesta naturaleza. Tal tergiversación provoca
el mestizaje al reivindicar su propio lugar social cuando violenta las estructuras
corporales de lo “normal” en los cuerpos sexuados. Como afirma Foucault, lo
que en realidad describe a los seres monstruosos es su condición contra-natura:
Su cuerpo fue vanguardia, irradiaba futuro, porque fue trans y queer mucho
antes de que esas dos palabras siquiera circularan en la Argentina como
consignas de rebelión de las dictaduras genéricas, porque su desafío a las
convenciones se anticipaba a todo, se desataba de cualquier mandato, pero
puntualmente estaba ahí antes de que se pudiese nombrar. (2011: 2)
Será Moreno evoca a Batato como un niño, y Gabin como “un niño con tetas”
(Dubatti, 1995: 177). En El pintor de la vida moderna, en referencia a la figura
del niño, Baudelaire escribirá: “El niño todo lo ve como novedad; está siempre
embriagado” (1994: 13). Ese estado de ebriedad en el cual se encuentran los
niños es el que los dota de un valioso atributo, la embriaguez de una mirada
que da cuenta de una sensibilidad que ocupa todo su ser, no sólo ante la
novedad sino incluso ante la monotonía de lo cotidiano. Un estado de ebriedad
que hace del genio: “[…] un hombre-niño, un hombre que posee cada minuto
el genio de la infancia, es decir un genio para el que ningún aspecto de la vida
está embotado” (15). Una visión que de un modo sugerente podría ponerse en
diálogo con la concepción que Moreno tendrá de la generación del ochente al
pensarla como una suerte de pasaje a un cuerpo infantil donde: “El cuerpo de
los ochenta podría ser el de un bebé que juega con sus heces, hace estragos con
un maletín de maquillaje y en vez de hablar hace glosolalia y se tira pedos”
(2003: 5). Recuerda Diana Baxter, quien compartió muchas noches con Batato
en el Café Einstein, que no consumía drogas y que sin embargo siempre estaba
volando, como si el delirio fuera su condición natural. Una percepción infantil
que le permitía quedar fascinado con una piedra por su extraño color o recibir
con algarabía las medias usadas que una vecina le regalaba para los carnavales.
Con el mismo afán por el que los niños se ven atraídos por coleccionar objetos,
juntaba golosinas para hacerse un “vestido-banquete” como él mismo lo llamó.
Batato estaba atravesado por una imaginación creadora que iba más allá de la
cosa en sí. Como la visión que Benjamin tiene sobre los niños que:
entabla el niño con los objetos nos permite pensar una relación de semejanza
con el modo creativo con el cual esta generación de artistas y especialmente
Batato se relacionó con los desechos, con la basura. Aparece un intersticio
doble: el modo en el cual miran pero también se dejan mirar por los objetos,
hecho que es fundamental para producir tal experiencia creativa. Aquello que
ha sido descartado por su falta de utilidad es objeto de contemplación para
quienes son capaces de producir una restitución capaz de conservar algo del
aura que allí se encuentra oculta a los ojos de los transeúntes, pero no para
quienes son capaces de llevar su mirada más allá. Como ha escrito Benjamin:
La experiencia del aura que emerge en esa doble mirada captura de algún modo
una relación que se da con un cierto modo de ver y ser visto, que bajo
determinadas condiciones moviliza un vínculo entre el sujeto y el objeto que
posibilita tal experiencia. La misma no quedará vedada para quienes puedan ver
más que residuos, y se lancen a producir de un modo lúdico una experiencia
estética que les otorga la impronta del bricoleur, que tal como es definido por
Lévi-Strauss, es aquel que trabaja con fragmentos de obras ya elaboradas, con
restos y sobras de la cultura. La generación a la cual perteneció Batato supo
producir un rescate a partir de su peculiar modo de mirar la basura y
conformaron una nueva configuración de objetos que, sacados de allí, eran
redimidos en una segunda existencia afectiva de rescate por parte de quienes en
tiempos de posdictadura se sabían también parte del mismo grupo de
sobrevivientes. Batato se apropió de los desechos para crear de manera
anticipada lo que, como sostiene Tino Tinto,12 en la actualidad sería una
estética del reciclado. Si en palabras de Deleuze “toda obra es un viaje, un
trayecto” (1980: 4), el cuerpo vestido de Batato estaba allí formando parte de
una realidad que inventaba otros futuros por venir.
A modo de cierre
Exultante, Batato creó un híper kitsch periférico bien nac. & pop.
Diseñaba sus joyas con tapas de gaseosas, espejitos, mostacillas, cotillón
almodovariano. En la basura o en locales de ropa usada, seleccionaba su
vestuario antiglamour. Muchas veces, cosía los vestidos con su madre. Lo
suyo era el lujo oropel, como el de Ramona Montiel, que no imita
ninguna moda: delata a simple vista su origen plebeyo. (Oybin, 2015: 3)
cuerpo como el lugar donde “las cosas parecen interactuar con las personas, hasta el
punto de devenir una suerte de prolongación simbólica y material de ellas” (8).
El estilo de Batato desencadenó un modo de vincularse con los objetos
que puso en movimiento un nuevo vínculo. Un modo que, a diferencia de la
moda, se instalaba en una nueva dimensión alejada del fetichismo de la
mercancía, pero no del fetichismo capaz de devolverle la subjetividad de la cual
están imbuidos los objetos como resultado del trabajo humano. La dimensión
táctil mediante la cual las cosas establecen un contacto con el cuerpo permite que
se restituya lo que alguna vez fue escindido. Las cosas comienzan a cargar con
una huella, la que cada uno le imprimirá de manera personal y aleatoria: “Así
como los cuerpos dan vida a las cosas, las cosas moldean los cuerpos” (Espósito,
2014: 121). Las cosas entran en un diálogo, en una afectación mutua. La noche
del Body Art puso en juego modos de crear y experimentar. Se proponía una
bifurcación que escapara de los dictadores de la moda para encontrar zonas de
intensidad en la creación de un cuerpo vestido que acercara arte y moda en un
mismo proyecto de reconstrucción. Como sostiene el Manifiesto que escribieron
quienes organizaron el evento aquella noche:
Quienes decidieron participar del Festival del Body Art fueron desafiados a
volverse extranjeros dentro de ese lenguaje mayor, el de la moda, para producir
un estilo. El acto de vestirse apareció así cargado de una experiencia afectiva
como refugio para el propio cuerpo. Volviéndose extranjeros en la propia lengua,
lograron hacerla tartamudear (Lucena y Laboureau, 2016). Batato afirmaba estar
contento de haber encontrado un lenguaje que le fuera propio y sostenía que no
le importaba el que fuera porque le pertenecía. La fotografía de Batato nos invita
al encuentro visual de su morada corporal arquitectónica hecha de desechos, de
desperdicios que conservan aún hoy la potencia de mirarnos para recuperar la
proximidad de un encuentro presente en un pasado futuro.
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AGUSTINA PÉREZ
UNIVERSIDAD NACIONAL TRES DE FEBRERO (ARGENTINA)
agustina1844@gmail.com
ISSN: 2014-1130
Recibido: 06/03/2018
vol.º 17 | junio 2018 | 33-50
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.519 Aprobado: 21/05/2018
Agustina Pérez
1
“It is always the unreadable that occurs” (s/p), escribió Oscar Wilde (1905). Luis Chitarroni
(2016) diferencia lo ilegible en la clave Wilde, vinculado con la agramaticalidad y la torpeza de
la escritura periodística, del ilegible patográfico de Héctor Libertella: “furcio y fisura de la
cíclica, metódica falta de función ficcional de la letra, un reclamo de sutura inmediato en esa
despoblada desproporción que sigue siendo la página en blanco” (175). Proponemos que la
obra de Lamborghini se monta también al filo de este ilegible patográfico.
2
La circulación estuvo restringida, por motivos opuestos, desde El fiord —que, al estar
disponible sólo en una librería, tras dar cuenta de un santo y seña, fue leído mayormente en
fotocopias— hasta el Teatro Proletario de Cámara —al que un gesto displicente confinó a una
versión onerosa en una tirada escasa. Los comentarios de los colegas repiten este mismo arco: El
Fiord, aún inédito, había sido dilapidado por Leopoldo Marechal quien, categórico, no dudó
en afirmar que se trataba de una perfecta “esfera de mierda” (citado en Aira, 2010: 304); a la
par que la póstuma Tadeys conmocionó a Roberto Bolaño (2012), que la calificó —quizá bien
intencionado, pero lapidariamente— como “una novela insoportable” que uno puede leer sólo
cuando se siente “particularmente valiente” (29).
3
En adelante, TPC. Para las referencias bibliográficas a la obra de Lamborghini se emplearán
sus títulos o bien sus siglas.
Procedimientos
4
El autor escribió la mayor parte de su obra en Barcelona. Allí surgen sus nouvelles más
emblemáticas, como La causa justa, El pibe Barulo y Tadeys. Este desborde de productividad
hace que Ricardo Strafacce (2008), en su monumental e insoslayable biografía, especule que el
TPC “parece haberse ejecutado en momentos de descanso y a modo de recreación tras una
larga jornada de escritura”, caracterizándolo como un “divertimento nocturno” (804). La
distinción del biógrafo se asienta sobre una valoración según la cual la escritura tradicional es el
verdadero trabajo mientras aquella que se acopla con lo visual es apenas un residuo marginal.
Es muy probable que esta lectura haya estado influenciada por la casi nula circulación de la
obra plástica. Según Valentín Roma, curador de la exposición en el MACBA, esta ocupa,
espacialmente, dos valijas, superando con creces toda la producción escrita del autor. Si bien el
criterio cuantitativo no tiene mucha elocuencia, el volumen exige al menos prestar atención a
este material. Por otra parte, la sistematicidad (descentrada) con la cual se trabaja en el TPC,
visible en el armado de versiones y series, y la diversificación de soportes hacia la cual se fue
abriendo el trabajo plástico dan cuenta, más que de un mero divertimento, de una exploración
deliberada de otros materiales y lenguajes.
5
“Yo fui pintor. Expuse con éxito a los ocho años en la MEBA (Mutualidad de Estudiantes de
Bellas Artes). Mamá conserva todavía las críticas aparecidas en esos años en los diarios, con
fotos del niño pintor ‘y todo’” (citado en Strafacce, 2008: 798).
Uno de ellos implica atender a la grafía y al sonido que yacen en el subsuelo del
lenguaje para resaltar la veta física de la lengua mediante procedimientos que
estropean el ‘buen decir’, como la escansión falseada, el errar la letra o lo lelo.
Otro flanco tiene que ver con la imagen desde una doble valencia: por un lado,
desde su configuración técnica, por su cualidad indicial (que el TPC trastoca);
por otro, desde lo que se muestra, por el exceso de equívoca presencia que
exhuman las fotos pornográficas. En cuanto a la intervención de las imágenes,
dos órdenes se tensan como quien, para disparar, tensa el arco: sirviéndose de la
reproductibilidad técnica se la interceptará con un trabajo artesanal que rarifica
los materiales, incrustando en el corazón de lo serial una singularidad,
interponiendo otra temporalidad y reponiendo, descolocada, un aura. A su vez,
la materia de lo literario se trastoca también por el artesanado de la edición. Por
último, ciertas operaciones permiten ensayar un imposible: la inserción del
cuerpo —borrada por el libro impreso— como huella fantasmática del proceso
de escritura en la obra. Restos de la propia obra, materiales porno anacrónicos,
el uso del manuscrito ya exangüe frente al advenimiento de lo digital, los
clichés —literarios y visuales— y la materia de la lengua, de lo visual y del
trabajo físico que implica en la escritura son los residuos que propiciarán la
incrustación de este nuevo real en lo literario.
Materiales
La escritura de frases
En esta escritura, que ha sido definida por Nicolás Rosa (2004) como una
escritura de frases, las expresiones lexicalizadas tienen un rol fundamental.
Lamborghini dará, paradójicamente, con la singularidad —el “íntimo cuchillo
en la garganta” borgiano (Borges, 1974: 868)— al tomar como material del
lenguaje, desde ya el reino de lo general, ciertos lugares comunes (la generalidad
a la enésima potencia) y, en lo que respecta a las imágenes, fotografías porno ya
ligeramente anacrónicas (la resaca de la producción industrial). En lo que
Lo pornográfico
Así se pone a cantar, quebrando lanzas por una gauchesca de la que rescatará el
personaje que se postula como centro único de la historia, una historia
hiperbólicamente menor que se constituye en tanto pasa exclusivamente por uno.
Temas de autor: aquello que se explicita en la carta ya había merodeado por su
primer poema: “soy un desgarrado / la historia pasa por mí / — y no — / por el
viejo cuchillo enmohecido por sus pueriles actos de mala fe / Sí / el enemigo del
pueblo / la historia / la historia no pasa por él: por mí pasa” (2004: 11).
Este primer poema está minado de referencias a la geografía de la obra.
Dos se destacan: el empleo de un útil de trabajo deficiente, una mano
atravesada por una “roturaMarca” (14), vestigio de haber pegado una trompada
contra un vidrio, y el anclaje genérico en la autobiografía. Acaso sea este
aparato defectuoso el que vuelva comunes los errores de imprenta, las
tachaduras, todos aquellos crímenes que se pagan imprimiendo “las palabras al
espiedo/fuego lento/ en su lenta carne equivocada” (14). La mano rota es una
puesta en abismo donde el cuerpo se vuelve tecnología, y es esta falla —como
se diría de una falla geológica— física, este error en el hardware, el culpable de
un producto deficiente, alelado, entontecido. La fascinación autobiográfica
llegará intacta a las costas de la última etapa de su producción. En un poema
fechado en julio de 1983, que gira en torno al “punible comienzo de la
Historia” (391), escoltado por dos audacias, la de Hegel y la del marxismo, se
admite hacia el final: “‘Hegel’ no, tampoco los ‘marxistas’/ y con la ‘Historia’
ocurrió lo mismo:/ nombres que aparecen en estas líneas/ sólo para decir: estoy
CANSADO” (393). De una a otra parte de su obra, atravesándola como un
tajo, grandes y universales —no sólo nombres propios, sino también
discursividades vinculadas a campos disciplinarios enteros como el psicoanálisis,
el marxismo y el posestructuralismo— habrán de comparecer en el estrado para
postrarse de bruces ante el megalómano genial.
Lamborghini no sólo toma de la gauchesca este personaje, sino también
el estremecimiento del fervor por la presencia. Del Martín Fierro [“Pero y dale;
dale con José Hernández: no me lo puedo sacar de la puta cabeza” (Las hijas de
Hegel6 143)] se insiste con dos escenas: una, la que el gaucho instaura,
performance del cantor y del contar —cuestión de entonación en la cual se cifra
el destino de la patria— en lo que tiene de evanescencia e improvisación de lo
oral que remite a un aquí y ahora; y la otra, con un pie fuera de la ficción, es
aquella del Hernández que relata desde un género lateral —el epistolar— ciertas
andanzas biográficas que cristalizan en una frase: “el fastidio de la vida de hotel”.
En Sebregondi retrocede, Lamborghini recoge de la viña gauchesca sus frutos más
ruinosos, “como quien al estilo le sonsaca sus nueces más fraudulentas” (1988:
6
En adelante, HDH.
96). Mientras los biografemas son residuos de vida que carecen, en principio, de
valor literario, la oralidad, residuo plebeyo del cuerpo, es también aquello
maculado, inmediato y bajo que contrasta con los refinamientos de la tecnología
escrita. Como señala Julio Schvartzman (2013), no obstante, nada hay en la
gauchesca de una prístina transcripción oral, sino un “trayecto accidentado, no
lineal, que va de las ficciones de oralidad a las ficciones de escritura” (158). El
TPC da otra vuelta de tuerca a aquel espejismo de la corporalidad que la
gauchesca acostumbraba a bosquejar a partir del uso de la oralidad, tramando
nuevas torsiones que hacen restallar en el suelo de la literatura el fantasma de la
presencia, introduciendo un nuevo real en el espacio literario.
Lo obsoleto de la literatura
La pregunta que atraviesa esta obra es cómo lograr que la institución arte logre
incluir estas excrecencias entre sus filas, cuando sus ojos se abren asombrados
sólo ante los cuentos eficientes. Problemas de autor:
Este taller clandestino se reduce a una cama, donde pasará gran parte de su
tiempo, que irá llenándose prodigiosamente de libros hasta que ya no quede
espacio para nadie; y unas sillas de madera que ofician de escritorio donde se
amontonan lápices de colores, lapiceras, goma de pegar, tijeras. Allí se
concretará el proyecto enunciado en una carta de fines de 1978: “limitar,
constreñir, pararle el carro a la literatura: ella tiene que aceptar mi intimidad,
conformarse con las anotaciones” (citado por Strafacce, 2008: 551).
Lo residual en el TPC
cada uno de los dos continentes que señala Diana Kingler (2011), el
paradigma moderno de las letras (autonomía, trabajo con el lenguaje, relación
historia–literatura) y el paradigma actual (escritura como performance,
mímesis con el lenguaje de las masas, e interrogación no ya por la historia sino
por el presente y el lugar del escritor). La superficie estriada del TPC es el
desgarrón resultante del tironeo de estos paradigmas en pugna.
Haciendo un paralelo con el Martín Fierro, si esta condecora los inicios
de la autonomía literaria argentina, tal vez el TPC sea una de las obras que con
más firmeza la pone en crisis. Paradójicamente, la obsesión de Lamborghini por
inscribir el presente en aquello que escribe se logra tensando los límites de lo
literario, al sacar de sus goznes al libro impreso tradicional volviéndolo un
laboratorio de experimentación artesanal donde la intervención repone el
cuerpo en la intensidad del trazo como resto del momento de la producción.
Otro paralelo con el Martín Fierro: cuando esta obra alcanza un lugar
privilegiado en el canon, de su primera edición rudimentaria pasa a otra lujosa,
con papel distinguido e ilustraciones a color. El TPC, cuya materia prima son
los desperdicios, las excrecencias de la cultura de masas, encuentra una primera
edición lujosísima, en franca oposición al trabajo deliberadamente
rudimentario de los libros artesanales del autor, como si la elegancia de la
publicación pudiera hacer las veces de un dique contenedor que intenta
apaciguar, inútilmente, los materiales pornográficos y menores al rotularlos en
la categoría de “arte”, a la vez que se desdibuja el trabajo con el objeto-libro,
que obliga a replantear los límites y posibilidades en relación y en oposición a la
reproducción técnica y al mercado.
En el contexto en que la sociedad experimenta un cambio general hacia
lo inmaterial y lo insignificante,7 el rescate de la basura como elemento estético
en poéticas de fin de siglo como la de Lamborghini no tiene que ver ni con la
sacralización de lo inútil, ni con la puesta en valor de lo desechable, caminos
7
Como señala Tahl Kaminer (2010), la contemporaneidad es espectadora del paso de un
interés en el objeto concreto a un interés en un objeto abstracto, proceso paralelo al paso del
énfasis industrial en la producción física de mercancías a la fascinación postindustrial por la
información inmaterial como mercancía y, en el caso de la basura, desde la basura real de la
producción industrial hasta el exceso inmaterial de la mercancía: lo insignificante.
que el arte a lo largo del siglo XX ya ha recorrido;8 sino con un vuelco de lleno
hacia lo concreto, que se interesa en el desecho priorizando su vertiente
material en tanto resto. El autor gestiona los residuos, pero se cuida de evadir el
imperativo ecologista-neoliberal de un reciclaje que busca que nada se pierda,
de forma que “la basura se vuelv[a] una fuente de ingresos, y entonces ces[e] de
ser basura” (Kaminer 2010: 97). Lamborghini no quiere aprovechar la chatarra
para generar un máximo rendimiento, sino aprovecharse de ella en esa otra
acepción que linda entre la astucia y el abuso. Si “cuando el olor persiste,
cuando su presencia nos recuerda la materialidad de su referente, la magia del
desagüe se desvanece y nos volvemos incómodamente conscientes del destino
de nuestros desperdicios” (Hawkins, 2003: 40); la apuesta será sostener el
residuo en cuanto tal para explorar sus potencialidades, entre ellas la de poner
la materialidad del referente, fantasmática, sobre la mesa.
El empleo de lo residual coloca esta obra en las coordenadas de la
estetización artística. Boris Groys (2016) se ocupa de analizar y precisar el
sentido y la función política de la estetización. Para ello, distingue entre dos
usos, el que adquiere en el arte y el que adquiere en el diseño, las dos aguas que
parten la práctica estética contemporánea. En la esfera del diseño, la
estetización supone un intento de volver más atractivas, seductoras e
interesantes para el usuario ciertas herramientas o mercancías. La estetización
artística, muy por el contrario, “implica la desfuncionalización de la
herramienta, la anulación violenta de su aplicación práctica y su eficiencia”
(59). Esta estetización descubre el carácter disfuncional, absurdo e inviable de
las cosas —y del presente—, aquello que las vuelve obsoletas. En el caso de
Lamborghini, la insólita voluntad de “apamplinar la obra” (2004: 268) busca
volver disfuncional al lenguaje que opera como consigna, ya sea desorbitando a
la lengua u horadando el régimen dominante de la visualidad.
Fueron dos lugares comunes de la crítica literaria los que oscurecieron
el énfasis materialista, de presencia, de concreto, que Lamborghini imprimía a
sus producciones a partir del uso de lo residual.9 El primero concibe que los
8
Desde principios del siglo pasado, lo desechable y lo inútil comienzan a ser un tema y material
recurrente, especialmente en las artes plásticas. El urinal de Marcel Duchamp, al igual que las
Merz pictures de Kurt Schwitters, son emblemáticos del viraje de la atención hacia lo obsoleto. La
fuente (1917) de Duchamp está lejos del opulento barroquismo de La fontana di Trevi o de la
monumental fuente Hitttorf de París, construida un par de décadas antes que este desconcertante
objeto. Se trata, en cambio, de un mero urinal producido en serie en un material tan poco noble
como la cerámica. La fuente evoca lo residual no sólo por ser, precisamente, el sitio al que van a
parar los residuos, sino porque fue brutalmente arrancada de su funcionalidad esperable al ser
colocada en un museo. Del mismo modo, la palabra Merz no sólo no significa nada, sino que es,
de hecho, el resto de otra palabra, Kommerz, extraída a su vez del Kommerz Bank. Las Merzbilder
configuraron, por su parte, una particular gramática plástica que superponía desechos encontrados
en la basura a la par que pigmentos nobles, haciendo tambalear las nociones de valor. Entre 1950
y 1960, en coincidencia con la segunda revolución industrial en los años de posguerra, cuando el
desarrollo de la industrialización y de la cultura de consumo se acelera, avivando las llamas de una
creciente preocupación por el desperdicio, el interés por lo residual como material de las obras se
reactiva cobrando un nuevo empuje en los trabajos de los neorrealistas en París, Fluxus en Nueva
York y el Arte Povera en Italia.
9
Julio Premat (2008b) los sintetiza al señalar que esta escritura está intrincada con la de
Macedonio Fernández y Jacques Lacan desde ciertas coordenadas, como la posición “de la
juegos del lenguaje deben leerse bajo la égida del giro lingüístico y vinculados a
las lecturas psicoanalíticas (Lacan vía Masotta) del autor. En esta línea, la
experimentación con el lenguaje, fechada incluso a nivel generacional, no sería
sino otra cuenta en el rosario herético de los tantos discursos que, intentando
quitarse el polvillo del sentido de sus charreteras, se volcaron, desde diversas
disciplinas, a endiosar el significante. Por otra parte, pero en sintonía con lo
anterior, la compulsiva autorreferencialidad compulsiva de Lamborghini, según
la fórmula de Strafacce (2008), ha sido leída, en las coordenadas del segundo
lugar común de la crítica, como un eco de otra moda teórica en boga, la muerte
del autor —eco a su vez de las tantas muertes que, desde el siglo XIX, asestaron
reveses que echaron por tierra el ensueño de la razón de un sujeto cartesiano—,
preconizada teóricamente, por un azar, de forma contemporánea a la escritura
de Lamborghini (tanto El Fiord como Qué es un autor de Michel Foucault
vieron la luz en 1969). La insistencia de Lamborghini —inútil, pero no por eso
menos obstinada— por querer meterse en lo que se escribe —magníficamente
sintetizada en el “don de Memeto”10— queda reducida a un mero
procedimiento que, en consonancia con las demandas de la época, jugaba con
la autobiografía como un espejo deformante y burlón.
Es innegable que la presión del clima de época deja marcas —más o
menos superficiales— en las obras. Lamborghini se abocó, en particular, a
torcer y superponer deliberadamente las discursividades más en boga, como el
psicoanálisis lacaniano, el marxismo y el posestructuralismo, entre otras. Era
difícil, si no imposible, que su producción no fuera leída en estas coordenadas.
Aunque muchos de estos presupuestos críticos tienen un indudable grado de
sexualidad en la escritura, íntimamente asociada al lenguaje y a los juegos de significantes” y “la
definición de un vacío del sujeto que enuncia, la visión del sujeto como una instancia
discursiva” (123). Estas aseveraciones son consistentes con la perspectiva teórica de Premat
(2008a), que pone en suspenso cualquier relación entre obra y vida para abocarse, en cambio, a
“estudiar en algunos escritores argentinos las peculiares maneras de construirse una figura,
junto a o dentro de la producción de sus textos” (13). La perspectiva de este trabajo es
diferente, si bien se comparte con Premat el punto de partida: que, tras la muerte del autor de
los 70 los escritores cargan “con la conciencia de la ineluctable combinación de realidad,
representaciones e identidades fantasmáticas que es toda vida humana” (24). Sólo que, mientras
el foco de Premat se sitúa en las figuras que se configuran recurriendo “a una ilusión biográfica
y a los espejismos de la autoficción” (ibídem.), aquí el acento se posa en registrar la pulsión por
lo concreto en tanto rastro de la materia de la lengua o huella de la presencia, indicios
imposibles que relampaguean gracias a la potencia de lo residual.
10
“Escribir breves prosas / es / otra vez / buscar y rebuscar / la cosa / y atentar / contra la rosa: /
el maldicho objeto / el don de Memeto” (TPC: 66). Estas breves líneas condensan al menos
tres cuestiones que me interesa analizar. En principio, la decepción de Stephan Mallarmé que
Lamborghini lee, blanchotianamente, como un atentado contra la rosa, problemática de la falta
de concretitud que es el núcleo irreductible del lenguaje y que se intentará burlar al poner entre
paréntesis su función simbólica y apostar por su vertiente concreta y material. En segundo
lugar, así como poder nombrar una cosa es un signo inequívoco de su posibilidad de
desaparición, otro tanto ocurrirá con el autor al momento de crear su obra, de allí que el poder
meterse, escabullirse en ella, sea considerado un don. Por último, ciertos procedimientos
superpuestos y devaluados, tales como a escansión falseada y los tropiezos ortográficos,
materializados en el “dónde me meto” por “don de Memeto”, son los que, centrándose en la
vertiente no-simbólica de la lengua, logran revitalizarla, haciendo reparar en sus componentes
gráficos y visuales para expandir y confundir la significación.
11
Al respecto, Luis Gusmán (2008) señaló: “estamos tan universitariamente anonadados por la
trasgresión literaria hasta el punto de la mala fe. La institución literaria necesita, para soportar a
un Lamborghini, tranquilizar su mala conciencia con una buena conciencia vanguardista” (49).
12
“Ella me mostró sus tobillos: dos muñones sangrantes. Ella transportaba en la mano derecha
sus pies aserrados. Y me los ofrendaba a mí, a mí, que sólo me atrevía a mirarlos de reojo. Que
no podía aceptarlos ni escupir sobre ellos” (1988: 26).
se calca sobre el cuerpo las rayas de preso o de subrayado, como si fuese todo de
ficción, o un muñeco de letras, para usar la expresión de Libertella. Confinado
en el “cuarto de chusma”, en el horizonte de la obra brilla la certeza de la
proximidad de la muerte: “Lo que brilla en un momento, / En otro, un
momento / Celo sugiere / Y ése es, in-tenso, in-tento, / El bri Yo / que muere”
(TPC, 2008: 36). Ese brillo es el que se busca recuperar a través de un trabajo
manual que escribe lo que se escribe, pero escribiendo, también, el presente.13
En el boudoir de Lamborghini, Osvaldo y los materiales se confunden,
no quedando espacio ya para nada más porque no hay afuera, sino un sólo
continuum, indeclinable hasta el final, entre la vida que hace la obra y la obra
que hace la vida.
No soy inválido.
Digamos, aquejado.
Ha quejado
En esta cama ya no queda espacio.
Se fue llenando de libros,
papeles manuscritos
dibujos
fotografías
Digamos: no queda espacio para otro
No queda (espacio)
para otro. (2004: 444)
B IBLIOGRAFÍA
13
“Lógicamente / si me llamo Lamborghini / y escribí / lo que he escrito — / (Aunque también
escribí el / presente / que alguien lee, / este manuscrito)” (250).
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ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 51-64 Recibido: 24/03/2018
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.553 Aprobado: 02/06/2018
Isabel Josefina Piniella Grillet
1
Véase Chacón, 1970. El autor expone las razones de esta nomenclatura, basándose en las
propuestas de no sólo El Techo de la Ballena sino de diversas agrupaciones que, especialmente
durante el gobierno de Rómulo Betancourt (1959-1963), presentaron programas subversivos
que incluían abiertamente una simpatía con los movimientos de izquierda, el antiimperialismo
y la Revolución Cubana. Esta progresiva radicalización de la militancia intelectual se realiza al
tiempo que se cuestiona la falta de originalidad de las letras y las artes venezolanas.
2
Véase Carrillo, 2007, quien justamente analiza las diversas “propuestas poéticas renovadoras”
de los grupos Sardio, El Techo de la Ballena, Tabla Redonda, Cuarenta Grados a la Sombra y
Trópico Uno, al tiempo que establece vínculos con otras iniciativas de la región
latinoamericana como el “nadaísmo colombiano” o el “tzantzismo ecuatoriano”, entre otros.
La década ballenera
Una simple navegación por el agua botada o los desechos dejados por la
BALLENA, significa, al menos para nosotros, el encuentro con una
certidumbre: la pintura y la poesía en nuestro país no podrán seguir
siendo un manso escalonamiento de honores [...]
Blanco Fombona considera que este último texto revela el declive del grupo con
base en esa necesidad de justificación que el propio título revela: “¿Por qué la
ballena?” (1998: 91-92) Sin embargo, la revista Rayado sobre el Techo fue uno
de los tantos proyectos de la agrupación, de ahí que sea arriesgado aventurar
una hipótesis sobre su declive basándose solamente en el análisis de sus
manifiestos. Cabe entonces hacer un breve recorrido sobre su actividad para
poder abordar la especificidad de nuestro estudio de caso.
Varios testimonios hacen referencia a la fundación del grupo como una
iniciativa de Carlos Contramaestre durante sus años de estudiante de medicina
en Salamanca (Brioso Santos, 2002: 40; Aray, 2014b). El propio
Contramaestre explicaría en 1991 que la ballena era el mar metaforizado que en
1957 lo separaba de Venezuela (Pérez Alencart, 2016). Con el sintagma “el
techo de la ballena” bautizarían también su apartamento de estudiantes en la
ciudad española (Vacas Polo, 2008). En cualquier caso, el grupo como tal inicia
su actividad en Venezuela en 1961, llevando a cabo una actividad intermitente
hasta su disolución, fechada entre 1968 y 1969. No puede decirse que 1964
marque el declive del grupo, aunque sí establece un cambio en la dinámica
interna, por cuanto la labor editorial es menos colectiva. La revista Rayado sobre
el Techo apenas tuvo tres números repartidos en cuatro años y ninguno de ellos
La escena venezolana
En 1958 y 1959, tras la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, se creó en
Caracas un circuito de galerías que se distanció de la modernidad marcada por
el Museo de Bellas Artes y el Salón Oficial Anual. Estos espacios se hallaron en
la zona de Sabana Grande, y al conjunto de espacios expositivos y librerías se
sumaron también bares y cafés que dieron al barrio un carácter bohemio
(Palenzuela, 2005: 22). El Techo de la Ballena operó en este barrio, primero en
la galería-librería Ulises, a partir de 1962 en la calle Villaflor y finalmente a
partir de 1965 en la calle Real. En las tertulias intelectuales se mezclaban las
discusiones estéticas y políticas. Muchos de los que fueron integrantes de El
Techo venían del grupo Sardio, de carácter casi exclusivamente literario y
fundado en los últimos años de la dictadura. Sin embargo, esta agrupación se
disolvió por diferencias políticas relacionadas con el apoyo explícito a la
Revolución Cubana.
Entre las influencias extranjeras que llegaban a Venezuela, la pintura
española informalista jugó un papel importante en el desarrollo plástico del
grupo ballenero. La obra del grupo madrileño El paso representaba la nueva
vanguardia contestataria a través de una pintura tenebrista que se enfrentaba a
la dictadura franquista (Contramaestre, 2014: 304-305). En Venezuela, este
movimiento tuvo su apogeo a finales de los años cincuenta y principios de los
sesenta. . Su contenido, más abstracto que figurativo, fue crítico y generador de
otra conciencia. En 1960 se organizó en Maracaibo y Caracas la exposición
“Espacios vivientes” que, de acuerdo al testimonio de Perán Erminy, su interés
residía en su condición rupturista con la plástica anterior (1960: 571).
4
André Breton pronunció, en 1935, un discurso que finalizó con: “’Transformemos el mundo’,
dijo Marx, ‘cambiemos la vida’, dijo Rimbaud. Para nosotros, estas dos consignas se funden en
una” (Breton, 2009: 459-465).
Por otro lado, el objet trouvé del surrealismo, más interesado en una revolución
espiritual, renuncia a la alegoría en favor del azar. El collage de objetos
aleatorios los desvincula de sus contextos funcionales y da lugar a experiencias
vivenciales totalmente desconectadas de la realidad (Marchán, 2009: 163). Por
último, en la década de los sesenta puede hablarse de una recuperación del
objeto a través del assemblage. Esta tendencia tiene predilección por el uso de
fragmentos de materiales industriales cuyo origen o finalidad no siempre es
identificable. Marchán señala que la fase neodadaísta del pop de la escena
americana desarrolla una estética del desperdicio en su intento por unir arte y
vida cotidiana (2009: 164). Estas muestras subrayan el carácter kitsch de los
objetos que nos rodean cotidianamente. En esta línea de trabajo puede
inscribirse una de las primeras muestras del grupo venezolano de 1961,
“Homenaje a la cursilería”, donde se exponía críticamente la labor de personajes
políticos y culturales del momento a través de frases extraídas de obras literarias,
textos irónicos y dibujos.
Así pues, el carácter alegórico del dadá y la potencialidad creativa del
surrealismo se combinaron en el quehacer estético de la agrupación venezolana,
aludiendo a esa sociedad que se pretendía transformar a través de la
investigación de las basuras para regenerar la cultura. La restitución del magma
con que se anuncia la actividad del grupo en su primer manifiesto revela esa
intención de destruir para crear. El cruce de materiales (orgánicos e
inorgánicos, naturales o industriales) los devuelve a un estado magmático de
posibilidades. Hay, por tanto, una voluntad de restauración que requiere la
descomposición, la putrefacción y la destrucción. Sin duda, la experiencia de El
Techo debe situarse en sus coordenadas históricas. Por un lado, se trataba de
militar políticamente a través del arte y cuestionar la realidad social y política
del país. Y, por otro, de cuestionar la política estética de la escena cultural
venezolana. En una entrevista de 1981, Contramaestre declaraba que la
La experiencia de la Necrofilia
Por otro lado, en la plástica, otro acto del grupo en 1962 con repercusión social
y política, fue la exposición de Contramaestre “Homenaje a la necrofilia”,
inaugurada el 2 de noviembre en la calle Villaflor y clausurada por el Ministerio
5
El exilio de Ovalles es mencionado con frecuencia aunque desconocemos los detalles del
mismo. Antes de que se produjeran las primeras pesquisas policiales, Ovalles abandonó el país y
se refugió en Colombia, donde subsistió con la ayuda económica que le facilitaban sus
compatriotas. El prologuista del poema, Adriano González León, que sí permaneció en
Caracas, fue detenido e interrogado por la policía. Esto se sabe gracias a la correspondencia que
mantuvo el autor con el resto de balleneros y algunos recortes de prensa de la época. Para más
información véanse Calzadilla, 1963; Aray y Contramestre, 1963; Antonio Stempel París
impugnado por los escritores, 1964; Quién metió preso al escritor Adriano González se llama
sub-desarrollo, 1964.
de Sanidad apenas unos días más tarde debido al mal olor y a los gusanos. En
diferentes entrevistas, algunos integrantes del grupo rememoran aspectos de
esta muestra. A propósito de la inauguración, González León afirma que
asistieron mil personas y que, sin embargo, la noticia del escándalo apareció en
los periódicos tres días más tarde. Edmundo Aray recuerda también su
realización en un garaje alquilado para la ocasión. Basándonos en su
testimonio, la inauguración parecería más bien un happening, ya que los
miembros del grupo estaban vestidos de negro de acuerdo al protocolo de un
velorio y un hombre orquesta interpretó música durante la velada hasta altas
horas de la noche (Aray, 2014a: 133). La reacción de la crítica está claramente
documentada a través de los diversos artículos aparecidos en periódicos como
La Esfera, El Mundo o Últimas noticias, donde se acusaba erróneamente a la
Universidad Central de colaborar en una muestra pornográfica basada
solamente en el análisis del catálogo y del hallazgo de restos de su impresión en
esta institución. Sin embargo, tal y como recuerda Aray, se trató de una
impresión clandestina y la aparición de esos desechos de papel fueron utilizados
por la prensa para atacar a la Universidad Central (2014: 134).
El catálogo es un afiche en el que aparecen, por una cara, los créditos,
cuatro reproducciones y un texto de González León; y por la otra, el listado de
obras, un texto de Alfred Jarry y otros breves de humor negro sobre la
necrofilia. Las imágenes que acompañan el anverso del catálogo incluyen la
reproducción del cuadro de El Greco “El entierro del Conde Orgaz”, cuyo
epígrafe aparece satíricamente modificado como “orgaz mo”. Las otras son dos
fotografías de Contramaestre trabajando en las vísceras animales (“el artista en
su trabajo” y “el artista en su taller”) y la reproducción de una de sus obras,
“Flora cadavérica”, donde pueden distinguirse una quijada y otros huesos. En el
reverso puede constatarse el tono de la exposición a través de los títulos de las
obras: “Erección ante un entierro”, “Lamedores de placenta”, “Estudio para
verdugo y perro” o “Gabinete de masaje servido por sobadoras diplomadas” son
algunas de las trece que conformaron la muestra. Por último, el texto de
González León que acompaña el catálogo de la exposición recupera el tema del
arte de la basura:
268). En este mismo sentido, Sean Nesselrode anota los dos niveles de impacto
que tuvo la muestra: la brutalidad de las pinturas establece un diálogo directo
con la situación política del país, dado que representa cuerpos violentados; y
aniquila el objeto artístico, dado que lleva la lógica magmática del informalismo
a su autodestrucción (2014: 3-4). Como ya se ha establecido, El Techo, que
había aplaudido dicha tendencia a finales de los cincuenta, fue a su vez crítico
con sus limitaciones estéticas. En una entrevista en 1980, González León
señalaba que la concepción de la necrofilia también atacaba al informalismo:
Coda
Así pues, en El Techo de la Ballena se unen una estética del material y una
estética del desperdicio en el trabajo del collage y el assemblage que, en el caso de
“Homenaje a la necrofilia” tiene un carácter objetual efímero o, si cabe,
autodestructivo. Tanto como recurso literario o como plástico, la escatología da
lugar a un realismo sucio que opera como forma de protesta: “ya que no un
derecho a decir, sí una posibilidad de maldecir” (González León, 1962).
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(20/03/2018).
AERNE ANNATINA
UNIVERSITY OF SAINT GALLEN (SUIZA)
annatina.aerne@unisg.ch
1
I am very grateful to two anonymous reviewers for their very valuable suggestions. I am also
indebted to Marianne Jäggi Aerne for her critical yet sympathetic reading of this paper and for
the generous feedback by Adriana López-Labourdette.
ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 65-83 Recibido: 28/03/2018
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.532 Aprobado: 09/06/2018
Aerne Annatina
Introduction
Her work is thus seen as a common thread that runs through Colombia’s past.
Beatriz González’ work is situated in a tradition of artists that commemorate
Colombia’s history. Malagón-Kurka distinguishes three periods in the artistic
production representing the Colombian conflict. Beatriz González is part of the
style of nueva indexicalidad (Malagón-Kurka, 2010). This group, rather than
showing the brutal force in detail, avoids giving in to voyeurism and presents
the traces such force inflicts. In Beatriz González’ work, this indexicality takes
the form of using vivid colors painting flat persons and objects that create a
distance to the brutality of the events.
This function to remember is also important to the artist herself, as she
explained in an interview with Dominique Rodríguez (2009): “Wishing to
delete it from the collective memory goes contrary to the human being which
needs the preserve the memory of its deaths.”
2
The quotes have been translated to English for the present article by the author.
Felipe Villada did not allude to a memorizing function, but rather stressed the
importance of the artist as a pioneer. In the catalogue accompanying an earlier
solo show of Beatriz González in Casas Riegner in 2012, the first sentence of
the text printed on the catalogue’s envelope reads (Rodríguez, 2012): “A
conversation between contemporary art figures from various backgrounds from
the Latin-American art context and its pioneers, serves as the catalyst for the
realization of the visionary exhibition Empatía, Beatriz Gonzalez”.
Beatriz González is contextualized as a visionary, surrounded by
pioneers. This discourse already hints at the fact that the term pioneer is
neither restricted to Beatriz González, nor to her gallery Casas Riegner, and
that visionary, and pioneer (and referent, as will be discussed later) are used
interchangeably.
This poses two questions I try to answer in this article: why did the
discourse on these artists change, and to what effect? I conceptualize the change
in discourse as one of recycling. I thereby follow Culler, and Thompson, who
characterize the process of recycling as one of “radical discontinuity”. Recycled
objects pass from transient through a zero category in order to become a
durable good. This zero category clearly separates the present from the past.
This discontinuous time frame is also instituted by the labels under discussion.
The analysis then turns to the origins of this discursive shift. An object
is defined as durable not only based on the object’s inherent characteristics, but
also as a function of whom the object belongs to (Thompson, 2017 [1979];
Culler, 1985). Not only do wealthy select durable objects as their possession,
but what they select also becomes durable. I find that the wealthy that
determine the selection of the durable have changed recently, as Colombian art
has received more international attention.
3
The ubiquitousness of memoria is thus that efforts have been undertaken to categorize
different styles to depict and memorize violence in Colombian art according to the time
period. The exposition Arte y violencia en Colombia desde 1948, curated by Álvaro Medina in
1998 at the Museo de Arte Moderno in Bogotá, suggested a periodization into three time
episodes. This periodization has been adopted by Malagon-Kurka (2010) and by Ortegón
(2013).
4
I found the quote first in Yepes (2010: 31) who criticizes Salcedo’s artistic practice.
The world has changed and they apply to things, and study abroad. They
are more mobile in that sense, while there has been a generation of
pioneers that has maybe gone unnoticed on the international level.
Felipe Villada remarks that this generation of pioneers was not noticed on an
international level. This lack of opportunity was also described by other art
professionals. Jairo Valenzuela from the gallery Valenzuela Klenner, Carlos
Hurtado from the gallery Nueveochenta, and Gustavo Ortiz from the Museo
de Arte Contemporáneo (MAC) equally noted the lack of international interest
for these artists in earlier decades (personal communication, February 10,
2015; personal communication, February 3, 2015; personal communication,
October 7, 2015). Jairo Valenzuela explained that in the 1980s artists were
frustrated as they had no chance to sell their work because there had been no
market at the time (personal communication, February 10, 2015). Instead,
these artists earned their living in academic institutions. Similarly, Carlos
Hurtado described referents as artists that did not have a market (personal
communication, February 3, 2015).
Certain art professionals framed the past a bit different and suggested
that these artists were left out by the market, saying that there were
opportunities also in previous periods, but these artists were not included in
the art circuits. Beatriz López, the director of the Instituto de Visión, explained
that their program, which is titled visionarios, is political in the sense that it
shows artists that have previously been marginalized by the art circuit (personal
communication, February 17, 2015):
[T]he gallery has quite a strong research area, which is called visionarios.
And it has a political sense. One can say so, because it tries to investigate
from the market side the reasons why certain discourses remained outside
of the official discourse. The market was the authority, and, in the
seventies, eighties and nineties, certain propositions did not enter into
the current aesthetic at that moment.
Beatriz López uses the term visionario, which resonates the name of her gallery
Instituto de Visión, in order to designate the artists that have not been
commercially successful in the past, but are now. Although she uses the term
visionary, her definition is quite the same as the one invoked by Felipe Villada
for pioneer.
While the terms pioneer, visionary and referent are used by certain
gallerists, they have spread beyond isolated organizations. In 2014, the art fair in
Bogotá artBo opened a curated section of labelled referentes establishing the labels
outside particular galleries. Every year this section is developed in cooperation
between a curator and the galleries that participate in the fair, as the curator
chooses works from the galleries that are admitted to artBo’s main section.
Alejandra Sarría, responsible for the organization of this section explained the
section referentes as follows (personal communication, October 16, 2015):
The reality is that at least the sections referentes and sitio5 pertain to the
commercial side of the fair, because the artworks with which they work
come from the galleries that participate in the fair. Everything that is
shown in the section referentes comes from the archive of the galleries
that are also present in other parts of the fair. […] These artworks are
part of the galleries’ offer, and often the galleries have kept these works
for years in their storage. For the galleries it has become very interesting
because it allows them showing the serious work they have been doing
for years […].
Alejandra Sarría explains referent in the same way as Felipe Villada and Beatriz
López defined pioneer and visionary, respectively: artists that have been around
for a while without having been commercialized. The interchangeable use of
these terms was furthermore highlighted later in the conversation, when
Alejandra Sarría referred to pioneros when she explained the selection of artists
that are represented in the section referents.
It is tempting to assume that the terms define a certain artistic
movement, or topic and that the artists were excluded based on this
characteristic. The interviews however showed that the labels do not refer to a
specific kind of style or topic, but mainly to artists that have been working for a
while without having been commercialized. Nonetheless, I take a closer look at
the artists in order to assure that I do not misread these labels. Examining the
Colombian artists that have been present at least twice in the section referentes
in artBo from 2014 to 2017 gives a better understanding as to the artists joined
under these labels. While this list does not comprise all of the artists that are
termed pioneers or visionaries or referents by Colombian art professionals, it
comes as close as possible to a consensus as to which artists belong to this
group. Looking at those artists that have been present at least twice ensures that
more than one curator or one gallery have deemed the artists worthy of
entering this selection. In total, 14 Colombian artists and one artist collective
(Taller Rojo) have been exhibited in the section referente at least twice.
5
Sitio is a section featuring artworks that need more or a different space than the commercial
booths occupied by galleries.
The artists share the characteristic that they have been mostly active in the past.
Half of them have already passed away, and the youngest was born in 1954.
These artists differ greatly in their style. In an attempt to categorize them, I
divided these artists into three groups: those whose work is predominantly
figurative, those whose work is mainly geometrical abstraction and those whose
abstractions follow a distinct pattern, in the table referred to as conceptual.
There is one artist, and one collective which do not fit the categorization:
Fernell Franco is a photographer, and the collective Taller 4 Rojo concentrated
on serigraphic works. This categorization highlights rather than hides the
diversity of the artists. I thus establish that referents, visionaries and pioneers
are terms used to designate artists that were not commercially recognized at
their time, but that differ greatly in their style. This leads to the question, what
motivated the galleries to establish these new terms. In order to approach this
question, I conceptualize this discursive turn as one of recycling, drawing on
Thompson and Culler.
In addition, I argue that these artists share with recycled objects Culler’s
“radical discontinuity in time”.6 Recycled goods represent a past that is clearly
separated from the viewers’ time of a continuous presence. Recycled goods have
passed through a period of worthlessness, of zero value before reaching the
durable stage. Dramatically expressed, they were dead before being resuscitated
again. Recycled objects come from a past which is clearly demarcated by the
zero stage and represents a terminated time period. Although we as viewers
share the present time with these recycled objects, we perceive these objects to
come from a time prior to our presence. The chair that has gathered cobwebs
in the attic embodies a time which is prior to our present. Its style and form
make it impossible to equate the chair with our present time. As was shown in
the paragraph before, the artists do not form a homogeneous group that
informs the viewers about a previous time. Their coming from an earlier time is
achieved through the discursive shift. In the following paragraphs I analyze
how the connotations of these terms, visionary, pioneer, and referent, institute
a “radical discontinuity” in time.
The adjective visionary is defined as describing something illusory,
impossible to be realized or achieved, utopian, and existing only in
imagination; unreal. Moreover, it denotes somebody who has visions, and who
is disposed to reverie, or imagining; someone dreamy. It relates to someone
that is characterized by visions or the power of vision, and it describes someone
that has, or is marked by foresight and imagination, a visionary leader, a
visionary invention (Merriam-Webster). Summarizing the entry in the
dictionary, visionary has an element of uncertainty: it denotes something that
may or may not become reality eventually.
The term pioneer refers to a member of a military unit, usually the
construction engineer. Second, it is used to describe a person or group that
opens a new line of thought or activity, or a new method or technical
development, or also the first person to settle in a territory. In a biological
context it can also refer to a plant or animal capable of establishing itself in an
open area and initiating an ecological cycle (Merriam-Webster). According to
the dictionary, pioneer alludes to innovation, or someone that suggests
something new.
Both terms refer to the future, which is surprising given that they are
used to emphasize that the artists and artworks tell an impressive history.
Works that have been created decades ago and artists that have passed away can
hardly see the next tendencies in art, or tread new ground in today’s
perspective. These labels have to be interpreted in the context of the time in
which these works were created: the works were visionary when they were first
made and these artists were pioneers at their time. This also means that we, as
onlookers today, are able to assess the extent to which these visions have
6
While the interest of this article is mainly on the discontinuity in time in recycling, there are
of course different conceptualizations of recycling and time. Recycled objects are seen as
sources of information about a past. Goods from the past are by definition the left-overs of a
specific time and thereby remember past moments. They are seen to be a storage of
information (Moser, 2007; Stam, 1997). Stam holds that such goods are heterochronic insofar
as they concentrate the evolution of time in a defined space. They can also be seen as an
archaeological site, teaching us about the past (Stam, 1997: 283).
become reality, and the extent to which these pioneers were followed by other
artists. The term visionary or pioneer in this context has therefore not the
forward-looking notion of something that might be a success or not. It is a
term that is used to praise artists that have been successful with their vision or
the territory they covered, or at least, a term that claims that the artists have
been successful with their artistic vision. Labelling a work from the past as
visionary or pioneer emphasizes the works’ age, as it suggests that already
enough time has passed to assess the degree of realization of the artworks’
visionary potential, and whether the artist really was a pioneer. It makes clear
that the object has successfully transitioned into the durable category.
While the historicizing nature of the terms visionary and pioneer may
not be so intuitive at first sight, it is quite obvious with the term referent. To
reference is defined as the act of mentioning something in speech, or in
writing; the act of referring to or consulting something or someone. It is also
defined as the act of looking at or in something for information. A reference
can also be consulted as a source to which a reader turns for additional
information, a work containing useful facts. A person, who can be asked for
information about another person’s character and abilities, can serve as a
reference (Merriam-Webster).
A referent accordingly is an artist that tells us about their time. They
are the sources of information today, if we want to understand the past. This
term also creates a time in which we, the present onlookers, are in a different
time period than the artists. We obviously need sources to know what was
important then, as the time of the artwork is distinct from ours. These labels
therefore all have a historicizing effect. They relegate certain artists to the past
and create a divide between the present and the time during which these works
have been created.
Visionaries, pioneers and referents are terms that establish a sense of a
clearly demarcated past in that they emphasize that these works of art have
passed into the durable category. These terms resemble what Caroline Jones
describes as posthumous market effects, undertaken by artists that are still alive,
or by intermediaries and galleries (Jones, 2017: 142). Jones describes the role of
these actors, as they frame, describe and order their work in “an air of self-
authorization but also of lingering retrospect” (140). The discourse that
relegates the pioneers, referents and visionaries to the past seems to aim at
exactly that, to introduce a retrospective angle for these artists.
These terms also institute a different time than the previous discourse,
memoria or remembrance which refers to the state of bearing in mind.
Remembrance also means the ability to remember; the period over which one’s
memory extends (Merriam-Webster). Remembrance thus refers to keeping
something absent or distant in the present and establishes a presence of the
events one remembers. The attribution of a function to remember events to art
therefore establishes continuity between the artist or artwork and the
occurrence.
The shift from the concept of memoria to the terms pioneers,
visionaries and referents implies a shift from keeping the past present to a clear
differentiation between the present and the past. Thus, the terms pioneer,
Culler in his analysis on the passage of goods from transient to zero and finally,
durable categories, also connects the categories of goods to certain socio-
economic classes. Objects placed in the category of durables are more valuable,
and therefore more accessible to groups with wealth and power. It is not only
the case that the higher socio-economic classes collect durables (Culler, 1985:
8). The process also works in the reverse: what the powerful collect, becomes
durable. This points to the fact that a shift in the perception of durables may
also be connected to a reconfiguration of power in the art circuits. It is hence
expected that the Colombian market has seen the arrival of new actors that
generated a demand for the pioneers, visionaries and referents and and
therefore these specific artworks have been rediscovered.7
Describing how the art circuit had changed during the past few years,
interview partners8 responded that many new galleries had been established.
Gallerists described the Colombian market as commercially very interesting.
The director of the cultural part of the Banco de la República, Efraín Riaño
Lesmes, observed the foundation of six new galleries over the course of the
second half year of 2015, a development he found surprising (personal
communication, October 20, 2015). This impression was confirmed by other
art professionals, who had witnessed a number of new galleries being founded
between 2011 and 2015 (Carlos Hurtado, personal communication, February
3, 2015; Mauricio Gómez Jaramillo, personal communication, February 9,
2015; Felipe Villada, personal communication, February 4, 2015; Efraín Riaño
Lesmes, personal communication, October 20, 2015; Nicolás Gómez
Echeverri, personal communication, October 20, 2015, Maria Paula
Maldonado, personal communication, November 18, 2016).
7
Others may disagree and point out that there are different logics of evaluation and that the
market does not necessarily determine what is perceived as valuable in the artistic circuit. A
distinction drawn by Isabella Graw helps to see different logics of evaluation, as she
differentiates the symbolic from the monetary value of art (Graw, 2008: 11). I would argue
that this distinction is inconsistent of what can be observed in the art system today. Graw’s
distinction holds at first sight, as it is usually accepted to express an artwork’s symbolic value in
monetary terms, but the opposite is not accepted openly: to deduce the symbolic value from an
artwork’s price. While the first does not seem to bother us (attributing monetary value to
symbolic value), we are not so comfortable with the second (deducing the symbolic value of an
artwork from its price). However, with the increased commercialization of art and artworks
(Geers, 2014: 8; Werner, 2010: 22), such an equation can hardly be disputed: we notice and
appreciate expensive artworks rather than cheap ones. If the market value increasingly comes to
determine the symbolic value of an artwork, such a distinction between symbolic and
economic value collapses. In the case discussed here, this becomes evident: the labels that lead
to a re-evaluation of artists did originate with the galleries and hence on the commercial side of
the art scene.
8
The quotes and interviews in this article were collected for the authors’ PhD project. The
author conducted 35 semi-structured interviews with Colombian art professionals in three
rounds between February 2015 and November 2016.
The boom was not restricted to galleries. Since 2011, there had also
been a ‹boom› of independent art spaces – spaces that are directed by artists,
rather than gallerists that may or may not sell art (Castellanos, Machicado, and
Peláez, 2015: 8). Laura González, director of the fair Odeón, describes how
many of her artist friends found such new spaces.
Every day there are more artist collectives that choose a space and divide
it into workshops, and then it evolves into some very informal casa
cultural. They organize discussions, they do stuff. You don’t know how
many friends I have and how many people I know that tell me on the
weekend: “Oh, I have a new project!” – “What? Another one?” Another
project is super, but it is crazy. I think in this sense it can be
overwhelming, but it is cool, because there are more spaces every time,
and more creations of a different kind.
Graphic 1
Visual Arts Consumption in and Exports in Visual Arts from Colombia. Source:
Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), 2018
Francisco, and Chicago have started to buy Colombian art (Beatriz González,
personal communication, October 6, 2015).9
Summarizing these observations, I find that the shift in the perception
of pioneers, visionaries and referents from a zero category to a durable good
coincided with an art boom and an increased international demand for
Colombian art. The new terms, pioneers, visionaries and referents responded to
this international demand. However, this only brings us to the next question:
why have international buyers started to collect Colombian art between 2011
and 2015?
A number of factors seems to have played a role in bringing Colombian art into
the focus of international demand. The improved security situation within
Colombia surely helps to attract international visitors. Javier Machicado from
the research corporation Lado B observed the opening of the Colombian
economy after a decade of isolation caused by extreme violence and narco-
trafficking (personal communication, November 25, 2016). In contemporary
arts, sales without the buyer looking at the artwork itself, just taking a
photograph as a reference are rare. If people are reluctant to visit Colombia,
and for the galleries to participate in international art fairs is expensive,
internationalization of Colombian art is difficult. Different interview partners
observed that Colombia started to participate in art fairs and biennales which
facilitates the exchange of information (Carlos Hurtado, personal
communication, February 3, 2015, Felipe Villada, personal communication,
February 4, 2015).
The foundation of artBo in 2004 has been an important step in
providing a platform for contemporary art in Colombia for galleries and artists,
and it also plays a role in the sector’s internationalization. The fair attracts
international galleries, and invites international collectors (Luis Aristizabal,
personal communication, February 5, 2015). Moreover, as participation in the
fair is a sign of quality for any local gallery or artist, international buyers also
rely on artBo’s approval of selected Colombian galleries. The presence of
international galleries also confirms the status of the fair and its participating
local galleries in an international context. The art fair artBo also plays an
important role in supporting galleries in their effort to internationalize
(Mauricio Gómez Jaramillo, personal communication, February 9, 2015). The
contact with both international galleries as well as international collectors
allows Colombian galleries to gain experience with an international public
(Alejandra Sarria, personal communication, October 16, 2015) and also allow
9
While the Colombian art market at least in some segments increasingly serves an international
public, it needs to be noted that the art market remains geographically centralized. The United
States, United Kingdom, and China are the most important markets by a large margin, taking
into account both secondary and primary markets (McAndrew, 2018: 34). In 2017, they
accounted for 83% of the market. Olaf Velthuis observes a similar geographic concentration on
the level of galleries’ representation of artists. 50% of a gallery’s artists are based in the same
country as the gallery itself (Velthuis, 2013: 293).
Colombian galleries to take note of the offers that are in high demand (Javier
Machicado, personal communication, November 25, 2016).
It is also possible that the return of internationally recognized
Colombian art professionals played a role. Jairo Valenzuela mentioned that the
return of José Roca, previously curator at the Tate Modern in London, to
Bogotá has had an important effect on attracting international interest
(personal communication, February 10, 2015). In 2013, José Roca founded an
independent art space in San Felipe, one of the residential areas in Bogotá,
where many new galleries opened over the past couple of years.
Contemporary art is also part of Colombia’s foreign policy, and of
campaigns that promote export and investment. Luis Armando Soto, head of
cultural affairs of the Ministry of External Relations in Colombia explained
that they have focused their cultural activities on the promotion of
contemporary art in the past decade, and especially so during the years between
2011 and 2016 (personal communication, November 18, 2016). Visual art, in
his view, is particularly suited to create positive associations with Colombia: “I
believe that there is a great, let’s say, intellectual force, that the development of
the visual arts in Colombia, […] is one of the more sophisticated artistic
expressions in terms of thought, elaboration and global contact.”
The global art market’s need for new areas and discoveries of emerging
artists promotes the integration of Colombia. From a Colombian perspective,
this is described as shifts in the art market (Jairo Valenzuela, personal
communication, February 10, 2015, Andrea Meridiano, personal
communication, November 6, 2016). After focusing on Cuba in the eighties,
on Brazil in the nineties, Mexico in 2000, it was Colombia’s turn to be
discovered (Jairo Valenzuela, personal communication, February 10, 2015).
Moreover, the prices for art increased globally. If buyers are looking for more
economic offers off the beaten path, peripheral markets may become more
interesting.
Thus, a number of conditions contributed to attract international
demand. Security conditions had improved and artBo provided a suitable
platform that guaranteed the quality of the artistic offers. Internationally
recognized local art professionals had returned to Bogotá recently, and
encouraged former colleagues to visit Colombia. Moreover, the Colombian
foreign policy had used visual art quite deliberately in order to promote
Colombia abroad. Last, but not least, the international art market constantly
seeks novel offers, and Colombia has been one of its more recent discoveries.
Connecting this shift to the rediscovery of pioneers, visionaries and
referents, I can trace the process of recycling to a shift in the configuration of
forces in the Colombian art market. As wealthy collectors from Europe and the
US have started to buy pioneers, visionaries and referents, these artists have
transited from the zero category to a durable category. As suggested by Culler
and Thompson not only do the wealthy collect durable goods, but what is
collected by the wealthy also becomes durable.
10
In Boris Groys’ analysis, this movement towards the same time across the world for the
Soviet Union entails a movement back in time, as modernity has been much more thoroughly
imposed throughout the Soviet Union than what was experienced as modernity in the West
(Groys, 2003: 329).
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ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 85-99 Recibido: 13/03/2018
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.521 Aprobado: 02/06/2018
María José Punte
Introducción
Ante el libro Elegía Joseph Cornell (2013) de María Negroni, como ante cada
una de sus obras, el lector se encuentra un tanto desarticulado. En primer
lugar, porque cuesta aproximarse a ellas desde el pacto que proponen los
géneros literarios. Emerge siempre la pregunta acerca de qué es lo que estamos
leyendo. Pero también, porque son textos a la vez pequeños, hechos “menores”,
configurados a partir de una variedad inconexa y heteróclita. La autora gusta
definirlos como dioramas o gabinetes, es decir, se remite a espacialidades
miniaturizadas. Por otro lado, sabe que el gesto de escritura tiende a ser el del
despliegue: nos abre un universo. Sus volúmenes pequeños hacen pensar un
poco en los libros troquelados. O conducen a la inevitable comparación con el
caleidoscopio, ese juguete óptico que evita la forma fija. En todos los casos, se
apunta a un lector que queda posicionado como espectador. Lo visual es
evocado por los temas que abordan y que abrevan en el arte en sentido muy
amplio. Incluyen reflexiones sobre pintura, cine, arquitectura, fotografía,
literatura, performance, etc. No sólo eso, sino que, a medida que se avanza en su
obra, la textualidad trabaja a partir de ciertos dispositivos que permiten pensar
en las mutuas contaminaciones entre las artes, en los desbordes de los límites y
fronteras entre imagen y escritura.
Elegía Joseph Cornell sólo en una primera lectura se presenta como un
breviario de poesía, trabajado desde la prosa poética y la poesía visual o
caligrama. Como se verá en el siguiente apartado, el recurso textual elegido para
esta obra es el collage. El título mismo nos advierte de dos elementos. El
primero es el homenaje. El texto se centra en este artista neoyorquino, en cierto
modo excéntrico al surrealismo, pero afín a su programa artístico. Adscribe al
subgénero poético de la elegía, con lo cual ya predispone al lector en términos
del tono que tendrá o con respecto a ciertas temáticas (la muerte, lo efímero, lo
ilusorio). El libro ofrece con coherencia una semblanza de Joseph Cornell.
Encierra algo así como una pequeña biografía, como si fuera uno de esos
secretos que Cornell cobijaba bajo los cristales. Como sugiere el epígrafe, hay
algo de partitura musical en el desarrollo del texto. El homenaje se extiende por
fuerza metonímica a la ciudad de Nueva York, lugar donde la autora residió
durante unos diez años. Nueva York ofrece el sustrato de los materiales que
recoge este trapero moderno y urbano para armar sus obras. La ciudad
constituye, como se dice en el prólogo, el “mapa de sus fantasías” y la “patria de
su imaginación” (2013: 8). También podría estar aleteando el deseo de
transcribir la respiración de estas metrópolis tan paradigmáticas del siglo XX,
antes de que cedan el paso a las megalópolis del siglo XXI. El texto exuda algo
de nostalgia. La despedida no apuntaría tanto a la figura de Cornell, sino que
estaría vinculada con la clausura de la Modernidad.
Cortado y pegado
1
En el prólogo de Pequeño Mundo Ilustrado, la autora había vinculado este libro con Museo Negro y
Galería fantástica (2009), con quienes compartía “una acústica nocturna” (2011: 8) y el gesto de la
colección. En ese sentido, es que parecía incluirlo dentro de su trabajo como ensayista. Pero el
Pequeño Mundo no sigue los criterios del género ensayo de manera cabal, sino que genera un modo
particular y que ya parece anticipar sus trabajos inmediatamente posteriores. Por otro lado, su labor
ensayística en sentido más convencional fue agrupada en una reedición bajo la forma de volumen,
en el que se incluyen los mencionados Museo Negro y Galería Fantástica (2009) junto con Film Noir
(2015) bajo el título La noche tiene mil ojos (2015).
2
El texto Cartas extraordinarias ha sido abordado de manera más exhaustiva en otro artículo.
Véase Punte (2017).
La cita resulta obscena, porque lo muestra todo. O porque coloca todo sobre la
mesa. Si nos atenemos a la definición de collage que esta voz da ya bien entrado
el texto (que se extiende a lo largo de unas noventa páginas), dicha técnica
adquiere dimensiones epistemológicas en función de replantear los vínculos
entre arte y vida, programa explícito de las vanguardias históricas (Sarabia,
2003). La incorporación del azar en cuanto que factor indispensable para una
forma de inteligibilidad en donde nada se descarta, reincorporando ese exterior
constitutivo que supone el resto, pone en vilo a la razón para priorizar otra
lógica: la del deseo.
Ahora bien, esta interrupción se nos hace casi doctoral, más allá de que
reconocemos en ella una marca del estilo negroniano en su reflexión sobre la
imaginación poética. La voz produce el efecto de un chirrido que intercepta
una transmisión en la que se veían pasar imágenes en un discurrir un tanto
onírico. Los recursos visuales del libro exploran todas las variantes gráficas y son
numerosos. Hay distintos formatos de texto (de fuente, de párrafo, de diseño),
pequeños dibujos, alguna foto, letras dispersas sobre la página en blanco,
símbolos gráficos, caligramas, letra manuscrita.3 Esta forma de alusión al arte de
vanguardia y a figuras muy caras a la poética de Negroni, como puede ser el
poeta Vicente Huidobro, queda puesta al desnudo en la cita. No la invalida,
pero de algún modo produce un acto de fagocitación consciente.4
Todo esto se pone en circulación y genera una forma de movimiento
que es ecfrástico. Visual, en sentido cinematográfico, imita los filmes de Joseph
Cornell, pero también aquellas películas de los comienzos del cine. El libro se
inscribe con este gesto dentro de la lista de los “juguetes filosóficos” que forman
parte de la genealogía del cinematógrafo, tal y como los describe David
Oubiña.5 Sin irnos hacia el cine, también nos hace pensar en esos libritos de
fotos en los que la ilusión del movimiento es generada por el lector al hacer
pasar las páginas a cierta velocidad. Y en ese sentido, este libro tiene un aire de
3
Varios de estos recursos tipográficos responden a lo que Rosa Sarabia define como
manifestaciones interartísticas y que para las vanguardias hispanoamericanas supone poner en
juego a la palabra y la imagen para hacerlas entrar en “una relación de colisión, absorción y/o
intersección” (2003: 45). En su deseo de explorar la condición representativa y referencial de la
realidad, lo que hacían las vanguardias era cuestionar ciertas epistemologías que minimizaban la
función de la escritura. Los artistas-poetas de la vanguardia, apunta Sarabia, “apostaron por un
trabajo con la ausencia, con el objeto imaginario, con el concepto y con toda realidad
intangible e invisible” (46), como respuesta a una metafísica de la presencia. De ahí ese
desplazamiento de la letra hacia espacios no convencionales.
4
En esa página, que exhibe como título un verso de Walt Whitman, se inscribe la genealogía
de autores que “practicaron” el collage, en la que no aparece citado Huidobro (tal vez, porque
en ella no hay latinoamericanos). Son nombrados, antes de que se lance la mencionada
definición, armando una lista que es en cierto modo heterogénea. Es posible establecer un par
de series, pero, en sí, no conforma una genealogía estricta. Los artistas son: Whitman,
Apollinaire, Schwitters, Picasso, Arp, Duchamp, Ernst, de Chirico, T.S. Eliot y Ezra Pound.
5
Oubiña retoma esta denominación para referirse a los dispositivos desarrollados durante un
par de siglos, pero sobre todo en el XIX, para estudiar a la imagen en relación con el
movimiento, además de los efectos ópticos, y que contribuyeron a la construcción de una
cultura visual. El aparente oxímoron entre la idea de juguete y la noción de lo óptico, que le
genera algo de incomodidad, apunta a este doble aspecto de abstracción y de manipulación
experimental; a la dimensión del pensamiento que se aúna con la del juego (2009: 39).
juguete. Parece retomar la idea que enuncia Susan Stewart cuando afirma que
el texto impreso es cinemático antes de la invención del cine (2013: 29), con lo
que quiere decir que el libro propone al lector un tiempo y un espacio en
donde la velocidad es regulable debido al carácter maleable de lo visual. El libro
produce un distanciamiento en el espacio y, a la vez, una experiencia de la
temporalidad diferente en la que el lector está inmerso.
En lo que concierne a la recepción de las películas experimentales de
Joseph Cornell, Irene Artigas Albarelli se encarga de recordarnos los modos en
que la escritura se vincula con el cine a partir de la noción de marco (2016).
Los dos ejemplos que ella aborda son, justamente, Elegía Joseph Cornell y el
texto del poeta norteamericano Charles Simic dedicado al artista neoyorquino,
que también constituye un intertexto de Negroni. El marco, un término
esencial al lenguaje cinematográfico, supone una noción que remite al
fragmento y, por lo tanto, al resto. Al igual que una ventana, una pantalla o un
cuadro, el marco implica un corte ontológico: encierra, limita, contiene, y
proporciona —al hacerlo— una perspectiva específica. Es un umbral entre
realidades o dimensiones, que a la vez funciona como liberación para las
ataduras temporales. Albarelli lee los textos de Simic y Negroni como marcos
para abordar la obra de Cornell, que sirven para hacer ver sus reverberaciones,
porque “generan marcos dentro de marcos dentro de marcos. Abismos
enroscados que señalan los bordes del ensimismamiento” (186). En la lectura
que hacen los poetas se concreta un doble acto de prestidigitación a partir de la
magia que de por sí materializan las obras de Cornell, mediante la que “los
objetos más comunes adquieren poderes evocativos extraordinarios” (183).
Albarelli concluye con respecto a Negroni que ella repite los métodos de corte,
enmarcado y collage que Cornell usa para sus películas: “Negroni traduce,
describe y escribe, juega, corta y recorta, cita y recita, reenmarca lo
reenmarcado hasta una puesta en abismo” (191).
Por otro lado, campea en el texto otro elemento recurrente en la obra
de Negroni que responde a una poética de la miniaturización. Desde el punto
de vista formal, nos coloca ante un texto en sí pequeño, breviario de atisbos
efímeros, que abre con una voluta que es un caligrama del título.6 Las imágenes
y objetos que remiten a la miniatura son innumerables en este texto y en su
obra general. La ciudad, espacio casi excluyente de la experiencia que recupera
la subjetividad narradora y que certifica su asociación con Cornell, se convierte
en un “gabinete fantástico”. Es el deseo de apropiación mutuo/ajeno, la
supuesta “avidez” del artista, el que convierte a la ciudad en una cartografía de
bolsillo, espacio manejable en donde “ejercer la observación y el saqueo”
(Negroni, 2013: 8). En el caso de Cornell, que algo de doble de Negroni tiene,7
6
Esta imagen de apertura adquiere su sentido unas páginas más atrás, en la página 17, cuando
se hace mención a la poética deseada, una “poética muda”, que implica el cultivo explícito del
vacío y que aspira a un sujeto que sea como “un arabesco de humo con su alto desorden”.
Iniciar con el humo supone pensar en un dispositivo cuyo eje es la traza, la huella, la marca o el
depósito. El humo, uno de los signos indiciarios según la definición de Pierce, mantiene su
relación o su conexión con un referente o causa, en este caso el fuego. Otros signos son la
sombra, el polvo, la cicatriz, el esperma y las ruinas (Dubois, 2008: 56).
7
Negroni no permite la menor dilación y abre su libro diciendo que ella descubre las cajas de
Joseph Cornell cuando se va a vivir a Nueva York a fines de los años ochenta. Queda fascinada
el efecto ejercido por esta mirada sobre la ciudad es el de las cajas chinas: Nueva
York, (en su interior) Manhattan, (en su interior) Times Square. Dicha
espacialidad se caracteriza por poseer una dinámica centrípeta, que la convierte
en una especie de omphalon. Ese “universo que se le ofrece en miniatura” (8)
puede ser pensado a la vez como laberinto y palacio. Pero, como ya se dijo
antes, en tanto que “patria de su imaginación” (8), es un espejo del propio yo
sobre el cual se dibuja ese “mapa de sus fantasías” (8). Y al que nos invita a
deambular el texto de Negroni, como en una Nueva York alucinada. Sin
quererlo estamos adentro, caídos como la Alicia en el País de las Maravillas, a la
que Cornell también tiene en mente.8
Esta ilación de imágenes se conjuga con la actividad central del
proyecto cornelliano, que son sus cajas, mediante las que hace el montaje a
partir de los desechos que encuentra en esas calles (en sus revoltijos, mercados
de pulgas, librerías de viejo). El gesto de coleccionar es inherente a su arte, así
como a la escritura de Negroni. En este diálogo de coleccionistas
empedernidos, la palabra tutelar le corresponde a Walter Benjamin, quien nos
recuerda que lo natural del sujeto obsesionado por la colección no es el deseo
de orden. Por el contrario, aquello que lo moviliza es la necesidad de
desorganizar el mundo, para armarlo de otra manera: “la verdadera pasión del
coleccionista, la que por lo general se ignora, es siempre anárquica, destructiva.
Su dialéctica es combinar con la fidelidad a un objeto único, protegido por él,
la porfiada y subversiva protesta contra lo típico, lo clasificable. La relación de
posesión muestra acentos completamente irracionales” (1989: 122). A esto,
Susan Stewart agrega que colección y arte se vinculan, en la medida en que la
colección es una forma de arte en tanto que juego porque involucra el
reencuadre de objetos en un contexto. La idea es crear un nuevo contexto
basado en una relación metafórica con el mundo de la vida diaria. Pero esta
reagrupación da como resultado un mundo autónomo, uno que ha erradicado
la repetición y que se caracteriza por su integridad (Negroni, 2013: 222-223).
Su objetivo no es el recuerdo. Por el contrario, se subordina al olvido de un
mundo anterior, a la creación a partir de un número finito de elementos de un
“ensueño infinito” (223). En ese movimiento interno al gesto de coleccionar,
en el que estaría involucrado el olvido más que el recuerdo, se juega entonces
una poética que concentra su máxima productividad en los espacios de
contacto.
Fort/da
Kinetoscopio
14
Esta noción tan comentada de Roland Barthes que él elabora en su ensayo Camera Lucida
(1980), le sirve para explicar la extrañeza y la fascinación que le producen determinadas
fotografías. Más allá de su capacidad indexiaria, es decir del hecho de que la foto muestra algo
que existió, algo que puede ser analizado mediante la facultad del Studium, algunas fotos
producen en el observador una reacción más vinculada con el inconsciente. Es el Punctum de la
foto, nos dice Barthes, que sería algo que emerge de ella y que nos hiere, golpea, o pincha (27).
Puede ser un detalle, un objeto parcial, un elemento arbitrario, que funciona de manera
metonímica y posee un poder de expansión más o menos potencial (45). Y no necesariamente
fue colocado por el fotógrafo de manera intencional, sino que supone algo suplementario (47).
15
Didi-Huberman retoma de Benjamin la idea de síntoma para definir un tipo de imagen. La
“imagen-síntoma” es una que interrumpe el curso normal de la representación. Aparece
siempre a destiempo y funciona como inconsciente de la historia. El síntoma es la conjunción
de la diferencia y la repetición (2011: 63).
16
De hecho, como hace notar Albarelli, y está dicho en el texto de Negroni, Cornell desarma
en sus películas la narratividad lineal. Su interés radica en una narrativa azarosa, que haga surgir
lo imprevisible del montaje. Responde como premisa a la idea que tiene Didi-Huberman del
funcionamiento del anacronismo, cuando afirma que “es probable que no haya historia
interesante excepto en el montaje, el juego rítmico, la contradanza de las cronologías y los
anacronismos” (2011: 62; cursivas del original).
Conclusiones
pierde. Todo queda en algún lado. Lo mismo ocurre con la basura o con los
objetos que desechamos por inútiles. La escritura de Negroni se sostiene o,
mejor dicho, levita, en ese vacío que se genera en la dinámica del fort/da. La
noción de pérdida puede ser útil para pensar ese momento de productividad
poético, el que supone dar vuelta a la pérdida como se da vuelta un guante. Lo
productivo no es tanto el objeto que vuelve y al que se puede reacomodar
dentro de una nueva constelación de sentido. Es ese momento de parpadeo
que, como pasa de modo casi inadvertido, no hace otra cosa que incitar el
deseo; una necesidad de seguir viendo o de ver una y otra y otra vez.
B IBLIOGRAFÍA
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Abstract: there are two themes that we can find in all the works of
fiction written by Rodrigo Blanco Calderón: violence and literature.
These problems, and the way they dialogue, are explored in the narrative
of the Venezuelan writer from different perspectives. Hence, we can
speak of a metafictional literature that is constantly reflecting its own
structures. “Uñas asesinas”, the short story that closes his first book (Una
larga fila de hombres (2005)), approaches these themes and links them
with some of the problems that exist in the modern society. Specifically,
with the way that consumer society constantly produces wastes, finding
itself in the complicated need of making them disappear. In this study,
taking Zygmun Bauman’s Wasted lives (2003) as a starting point, we will
analyze Blanco Calderón’s text, trying to precise how this problem relates
with the other that interests the Venezuelan author, literature.
Keywords: Violence, Literature, Metafiction, Human Residues,
Narrative
ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 101-117 Recibido: 30/03/2018
DOI: https://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.538 Aprobado: 11/06/2018
Javier Ignacio Alarcón
1
Además del relato que revisaremos a continuación, y el libro que lo contiene, Rodrigo Blanco
Calderón ha publicado tres volúmenes de relatos: Los Invencibles (2007), Las Rayas (2011) y Los
terneros (2018); y una novela, The Night (2016).
Reducida a los hechos clave que mueven la acción, la trama de “Uñas asesinas”
es relativamente sencilla. Un estudiante de literatura, que vive en la ciudad de
Caracas, capital de Venezuela, comienza a redactar un diario y, tras algunas
reflexiones en torno a la escritura misma del diario, encuentra un nuevo objeto en
el cual centrar su atención: una serie de homicidios cometidos contra indigentes.
Este caso será su nueva obsesión y lo mantendrá en vela, a veces literalmente,
durante mes y medio. Compartirá sus razonamientos, sobre todo, con su tío,
Miguel Ardiles, quien es un psiquiatra forense y, por tanto, está encargado de
2
De forma específica, la tesis central del texto de Vargas Álvarez señala que, en cuatro cuentos
de Blanco Calderón —“Una larga fila de hombres”, “Los invencibles”, “En la hora sin sombra”
y “Los golpes de la vida”— los protagonistas apelan a la ficción, que queda asociada en el
desarrollo del análisis a lo “fantástico”, para dar sentido al absurdo que define a la capital
venezolana. El problema que muestra este análisis se encuentra en el concepto de lo
“fantástico”; definido desde el texto de Todorov y complementado con una lectura de “El
sentimiento de lo fantástico” de Julio Cortázar. En el artículo no se citan formulaciones
posteriores de dicho concepto, como, por ejemplo, la de David Roas (2011). Si bien esto no
anula la propuesta general de Vargas Álvarez, lleva a cierta imprecisión teórica que se ve
reflejada en la lectura de los relatos. Por ejemplo, a pesar de que el texto insiste, desde las
primeras páginas, en vincular las ficciones trabajadas al “sentimiento de lo fantástico”, su
lectura de “Una larga fila de hombres” no toma en consideración esta premisa. Con todo, esto
resulta natural, pues dicho cuento no podría ser clasificado dentro del género fantástico desde
ninguna perspectiva.
evaluar la salud mental de los criminales.3 Tras encontrarse con una víctima,
Emilio, el narrador, cree haber resuelto el caso. El asesino, deduce, es un recolector
de basura. Poco después, “el Pelón”, apodo del autor de los crímenes, es capturado
por la policía. Finalmente, el narrador se olvida del caso, pues consigue una novia,
y abandona la escritura del diario. La retomará meses después, para anotar sus
conclusiones y agregar que ha aparecido otro indigente asesinado.
La cuestión es que la riqueza de este relato no se encuentra
exclusivamente en el caso de los indigentes. En cambio, serán las diferentes
reflexiones realizadas por Emilio mientras narra los asesinatos, sobre la
escritura, su vida y la literatura, el verdadero centro del texto. Asimismo, no
podemos pasar por alto la estructura claramente metaficcional4 que caracteriza a
“Uñas asesinas”.
Para entender estos elementos —la reflexividad del texto y la estructura
metaficticia—, el diario de Emilio es clave. Su adquisición es el motor de la
narración: sin el cuaderno naranja que Ardiles regala al narrador, este no
relataría sus experiencias.5 Más importante, que la diégesis simule ser un diario
determina la estructura del relato. Primero, implica una fragmentación
inevitable: la narración es episódica, leemos las entradas del diario, cada una
con su respectiva fecha: desde el 31 de mayo hasta el 31 de diciembre del año
2004. En esta misma línea, llama la atención que existan partes del diario
omitidas. El “20 de Junio” se revisan fragmentos de lo que Emilio redactó el 5
y el 6 del mismo mes (Blanco Calderón, 2006e: 70-72), ahora bien, estas
entradas no son referidas en ningún otro lugar del texto. Luego, sabemos que el
narrador puede estar ocultando algo. Si bien esto nunca se resuelve por
3
Miguel Ardiles es, también, protagonista del cuento que da título al volumen de relatos que
contiene “Uñas asesinas”, “Una larga fila de hombres” (2006d). Este tipo de vínculo
intertextual (Genette, 1989) entre distintos relatos es un motivo común en la obra de Blanco
Calderón, lo cual construye un universo ficcional que dialoga consigo mismo y que proyecta un
sentido más allá de la individualidad de los textos. Por otro lado, Ardiles es uno de los
habitantes más complejos del cosmos textual del autor venezolano. Posee una doble vida que se
columpia entre la norma y lo que está fuera de ella. Esta bipolaridad queda expresada en su
profesión. Como psiquiatra forense, dialoga con la locura y con la transgresión desde la razón y
la autoridad oficial. Incapaz de manejar sus propias neurosis, termina perdido en laberintos
personales, a veces con consecuencias que rayan en lo criminal. En el cuento que protagoniza,
coquetea con la posibilidad de ser homosexual y decide buscar con quien experimentar. En el
último momento, antes de que se consume el acto sexual, un ataque de pánico y rabia ante la
posibilidad de perder el control lo lleva golpear al hombre seleccionado para el experimento,
casi hasta matarlo (Blanco Claderón, 2006d: 11-26). Ardiles volverá a aparecer en la primera
novela de Blanco Calderón, The Night (2016), en la cual cumple una función similar y hace,
además, de punto neurálgico que conecta las distintas líneas acciónales.
4
Usamos el término según lo define Linda Hutcheon: “‘Metafiction’, as it has now been
named, is fiction about fiction —that is, fiction that includes within itself a commentary on its
own narrative and/or linguistic identity. ‘Narcissistic’ —the figurative adjective chosen here to
designate this textual self-awareness— is not intended as derogatory bit rather as descriptive
and suggestive” (Hutcheon, 2013: 1).
5
La relevancia del diario no se limita a “Uñas asesinas”. Este objeto posee un carácter
transtextual. Por ejemplo, volverá a aparecer en otro relato del autor: “Los golpes de la vida”,
parte de Los Invencibles (2007). En ambos casos, el cuaderno naranja es un objeto especular que
sirve para reflejar la diégesis. En el caso de “Los golpes de la vida”, el protagonista dibuja los
lugares que visita, reproduciendo así la escena en la cual ocurre la acción del relato (2007: 124-
125). Se produce, por tanto, una mise en abyme del enunciado (Dällenbach, 1991).
6
Seguimos el concepto de ironía proporcionado por Linda Hutcheon: “Irony is a relational
strategy in the sense that it operates not only between meanings (said, unsaid) but between
people (ironist, interpreter, targets). Ironic meaning comes into being as the consequence of a
relationship, a dynamic, performative bringing together of different meaning-makers, but also
of different meanings, first, in order to create something new and, then […] to endow it with
the critical edge of judgement” (Hutcheon, 2005: 58).
Deberías escribir algo. ¿Cómo?, le digo, ¿qué dices?, todavía sin entender
muy bien lo que quiere decir. Escribir algo, un cuento, o una crónica, de
repente. ¿Escribir un cuento o una crónica? Le estoy contando que creo
haber descubierto al potencial primer asesino en serie de Venezuela, ¿y
este guevón sólo atina a decirme que escriba algo? ¿Es que no me cree,
acaso, capaz de hacer algo más con un descubrimiento como ése en las
manos? ¿Ni siquiera puede este gran carajo plantearse la remota
posibilidad de que yo pueda atrapar al asesino o por lo menos
denunciarlo? No, no puede. Por eso Mauro es mi mejor amigo, porque
me conoce mejor que nadie. (Blanco Calderón, 2006e: 95)
9
La definición de mise en abyme proporcionada por Dällenbach parte de la pintura y señala
que: “es mise en abyme todo espejo interno en que se refleja el conjunto del relato por
reduplicación simple, repetida o especiosa” (Dällembach, 1991: 49).
10
Ha esto debemos sumar las relaciones intertextuales que “Uñas asesinas” establece con otros
relatos de Una larga fila de hombres. Por un lado, Emilio es el mismo nombre que lleva el
protagonista de “La malla contraria” (2006b). En este relato, podemos ver ciertos “efectos de
vida”, apelando a la expresión de Darrieussecq (2012), que vinculan al personaje con el autor:
encontramos a un joven que fue jugador de futbol en su infancia y que es un lector de las obras
de Bryce Echenique. Esto lo podemos confrontar con lo que afirma Blanco Calderón en la
entrevista publicada en Nuevo País de las Letras, en la cual el escritor comenta su afición por el
futbol y explica que dejó de jugar porque en su “bachillerato no había equipo” (Raffalli, 2016:
126), la misma razón que da el narrador de “La malla contraria” (Blanco Calderón, 2007: 34).
Sobre el autor peruano, Blanco Calderón afirma: “La primera influencia literaria que me marcó
de manera ya muy consciente fue la obra de Alfredo Bryce Echenique” (Raffalli, 2016: 127).
Por otro lado, Julia, el nombre de la novia de Emilio en “Uñas asesinas”, es también el que lleva
la pareja del narrador de “De todas maneras rosas” (2006a). Esta coincidencia es relevante pues,
en la nota preliminar de Una larga fila de hombres, Blanco Calderón afirma sobre este relato
que “casi todo es real” (Blanco Calderón, 2006c: 1).
11
A esto debemos sumar las relaciones intertextuales que “Uñas asesinas” establece con otros
relatos de Una larga fila de hombres. Por un lado, Emilio es el mismo nombre que lleva el
protagonista de “La malla contraria” (2006b). En este relato, podemos ver ciertos “efectos de
vida”, para decirlo con Darrieussecq, que vinculan al personaje con el autor: encontramos a un
joven que fue jugador de futbol en su infancia y que es un lector de las obras de Bryce
Echenique. Esto lo podemos confrontar con lo que afirma Blanco Calderón en la entrevista
publicada en Nuevo País de las Letras, en la cual el escritor comenta su afición por el futbol y
explica que dejó de jugar porque en su “bachillerato no había equipo” (Raffalli, 2016: 126), la
misma razón que da el narrador de “La malla contraria” (Blanco Calderón, 2007: 34). Sobre el
autor peruano, Blanco Calderón afirma: “La primera influencia literaria que me marcó de
manera ya muy consciente fue la obra de Alfredo Bryce Echenique” (Raffalli, 2016: 127). Por
otro lado, Julia, el nombre de la novia de Emilio en “Uñas asesinas”, es también el que lleva la
pareja del narrador de “De todas maneras rosas” (2006a). Esta coincidencia es relevante pues,
en la nota preliminar de Una larga fila de hombres, Blanco Calderón afirma sobre este relato
que “casi todo es real” (Blanco Calderón, 2006c: 1).
Por un lado, vemos que las víctimas de “Uñas asesinas” comparten el campo
semántico al que se refiere Bauman en este pasaje: basura, desperdicios,
desecho, personas rechazadas. Por otro, esto ayuda a entender la razón por la
cual la gente de la ciudad, incluido Emilio, olvida los asesinatos sin
remordimientos: porque “no necesitan” a estos seres superfluos.
Si bien la “Nota preliminar” sugiere que el caso referido en el relato es
verídico, al menos en algún grado, es claro que la elección de los indigentes como
víctimas, dentro de la ficción, no es casual. La reflexión sobre la tragedia aristotélica
que revisamos arriba señala indirectamente a cómo el mundo en el cual vive el
narrador —un país del llamado tercer mundo o en vías de desarrollo, dicho de otro
modo, una sociedad de una modernidad no perfeccionada— imposibilita la catarsis
clásica. Ahora podemos agregar que dicha incapacidad es producto de una apatía
Más adelante, tras escuchar esto, Emilio explica que comprende por qué su tío
no le da importancia a los asesinatos. Para Ardiles, concluye el narrador, el
asesino es “un criminal más” (Blanco Calderón, 2016e: 112). De tal forma
refleja el matiz mecánico que ha adquirido este proceso de invisibilización para
el psiquiatra.
Irónicamente, “el Pelón” y Ardiles cumplen funciones similares:
silenciar a los marginados, a quienes rompen el esquema diseñado para el
mundo moderno. El primero explícita la labor del segundo y, al hacerlo, revela
el rostro despiadado del sistema, una fachada que la sociedad, en general,
prefiere mantener oculta.
Casi a diario, y al menos una vez por semana, la CIA y el FBI advierten a
los estadounidenses de inminentes atentados contra su seguridad,
arrojándolos a un estado de permanente alerta de seguridad y
manteniéndolos en dicho estado, poniendo firmemente la seguridad
individual en el centro de las tensiones más variadas y difusas. (119-120)
podemos perder de vista que Emilio dedica páginas y páginas a indagar sobre el
caso. De forma irónica, el diario, cuya escritura se supone personal e íntima,
está centrado en un “otro” ajeno, en individuos que son completos
desconocidos para quien escribe. Esto no significa, lo dijimos al iniciar, que el
cuaderno naranja no contenga fragmentos de la intimidad del narrador. Por el
contrario, a medida que avanza la lectura, el texto revela las preocupaciones
personales de Emilio, sus dudas y cuestionamientos existenciales. Aparecen
como una suerte de daño colateral. La analogía con respecto a la producción de
residuos humanos, que son, también, productos accidentales de la sociedad,
empieza a traslucir.
Este funcionamiento del artefacto textual está descrito en el relato. En
la entrada del “1 de julio”, el narrador explica una tarea universitaria:
Más allá del análisis de la obra de Conrad —y de lo acertado que pueda ser—,
este fragmento describe a la perfección el funcionamiento del diario de Emilio.
Es un comentario autorreferencial, aunque la autoconsciencia está encubierta:
no señala explícitamente al cuaderno naranja.
La especularidad de este pasaje va más lejos y abarca no sólo el diario,
sino el relato de Blanco Calderón en su totalidad. La idea de que el foco real del
texto no es el objeto buscado sino el individuo que lo busca, quien termina
expresando su verdad “a pesar de él” (Blanco Calderón, 2006e: 89; cursivas del
original), resume el funcionamiento de “Uñas asesinas” con precisión. Emilio,
al intentar resolver los asesinatos, revela su personalidad. Son sus sentimientos y
frustraciones, junto con su búsqueda infructuosa de sentido y su final
enamoramiento, los verdaderos ejes del relato. Los indigentes, como Kurtz en la
novela de Conrad, son un “juego de opuestos”.
Esta estructura narrativa reproduce el funcionamiento de la sociedad
moderna según la describe Bauman, el tema de “Uñas asesinas”. De la misma
manera que los humanos residuales son daños colaterales del consumismo, el
verdadero objeto del diario, y del relato, aparece colateralmente. La intimidad
de Emilio, su vida, es un excedente que se filtra en las páginas del cuaderno
naranja a su pesar, casi inconscientemente. Así, el proceso de narración refleja,
no sólo el sistema moderno, también la situación de alienación del
habría que leer los relatos como metáforas de las relaciones entre los procesos
de escritura y lectura de ficción en un espacio marcado por lo excepcional, y
como el fracaso del intento letrado por rearticular lo fragmentado y mutable
en un discurso coherente. (2012: 76)
12
Él mismo reconoce que su obsesión raya en la paranoia: “Mis hallazgos no pasan de ser cosas
nimias, detalles en los que sólo una persona paranoica o simplemente aburrida puede fijarse y
darles sentido. El mapa es invisible, solo yo puedo verlo” (Blanco Calderon, 2006e: 103).
Los artistas, que una vez identificaron el valor de su obra con la curación
eterna y que, en consecuencia, lucharon por una perfección que pondría fin
al cambio y, por tanto, garantizaría la eternidad, destacan ahora por
instalaciones que serán desmanteladas cuando cierre la exposición, por
happenings que terminarán en el momento en que los actores decidan dar
media vuelta, por recubrir puentes hasta que se restablezca la circulación, y
edificios inacabados hasta que se reanuden las obras, y por ‘esculturas
espaciales’, que invitan a la naturaleza a hacer estragos y ofrecen otra prueba,
si es que era precisa otra prueba, de la grotesca brevedad de todas las obras
humanas y del efímero carácter de sus rastros. (2005: 152)
Conclusión
B IBLIOGRAFÍA
“Two Men Playing Like Dogs”: How a Vision Was Transformed Into
Trash, Then Noveled, Glossed and Recycle
Abstract: starting from the persecution that the New Spain bureaucracy
launched against a group of Sodomites in the City of Mexico (1657-
1658), a series of problems are approached: the “garbaging” treatment
that the viceregal bureaucracy gave to these men, the concept of a
“novelistic bureaucracy” and the reuse of the facts recorded by the
bureaucratic act in later works. Some examples of thematic reuse of the
above mentioned case are discussed in works of an academic and literary
nature. In more detail, the poetic work entitled Sodomía en la Nueva
España (2010) by the Mexican author Luis Felipe Fabre is commented.
Keywords: Sodomy, New Spain, Bureaucracy, Luis Felipe Fabre
ISSN: 2014-1130
Recibido: 24/03/2018
vol.º 17 | junio 2018 | 119-134
Aprobado: 02/06/2018
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.529
Octavio Paéz Granados
La basura virreinal
Ahora bien, como suele ser dicho, la justicia no es igual para todos y según
indican las fuentes, los burócratas coloniales se dedicaron solamente a capturar,
interrogar y dejar registros pormenorizados de los individuos que pertenecían a
las clases trabajadoras. Para los representantes de las élites sociales —clero y
aristocracia— la discreción se impuso. No obstante, y gracias al testimonio del
7
AGI, México 38, Exp.57B, 35r.
8
AGI, México 38, Exp.57B, 31r.
9
AGI, México 38, Exp.57B, 32r.
La burocracia novelada
Tengamos en cuenta este círculo vicioso y pensemos que todos los mecanismos
y el despliegue de trámites que el acto burocrático detona, generan una serie de
“amontonamientos” de información que, si bien algunas veces resultan
pertinentes, muchas otras son acumulaciones superfluas, innecesarias y hasta
estorbosas. La cuestión no es —al menos en estas páginas— definir cuáles serían
los “criterios de selección” para el correcto etiquetado de un determinado
conjunto de informaciones burocráticas. Antes, la cuestión es como el lenguaje
burocrático (supuestamente estático, aséptico y objetivo), nos llega a presentar
un constante juego de “estira y afloja” entre informaciones o interpretaciones
reales, imaginadas, deducidas, dramatizadas, fantaseadas, objetivadas y
subjetivadas. Es decir, nos topamos con la idea de que allende del mero acto
burocrático en sí, la retórica propia de este acto puede no sólo generar
informaciones residuales por “defecto”, sino que también las puede “crear”
premeditadamente. Opté por tomar como caso de estudio, un evento sucedido
en la época imperial hispánica no sólo por razones que irán tomando sentido a
lo largo de estas páginas. Independientemente de este caso concreto, intento
[...] y entre los referidos de que se hizo justicia, se halló un indio ladino
de buena razón, el cual era casado. Un día que se halló con su mujer
habiendo tenido con ella contacto carnal, de rabia que no hubiese sido
con quien comunicaba nefandamente, cogió una vela y pegó fuego a un
santo niño Jesús que tenía en un altar junto a su cama. Le quemó la cara
y las espaldas y se le hincharon los brazos y se le llenó el cuerpo de
cardenales. El fuego hizo en él, los mismos efectos que si hubiera sido en
carne humana. Como parece que remito a VM, porque cuando Jesucristo
nuestro señor nació, murieron todos los sométicos como refieren algunos
santos. He tenido por feliz pronóstico que cuando nace el príncipe
nuestro señor, que Dios guarde muchos años, haber cogido esta
complicidad y comenzando a atacar este cáncer que tan cundido y
extendido estaba en estas provincias [...]. (Carta del Alcalde Sotomayor al
Rey Felipe IV, del 19 de noviembre de 1658. AGI, México 38, Exp.57)
Esta primera nota “periodística”, fue el punto de partida para que algunos
investigadores fueran detrás de los documentos que corroborasen tan
“espectacular” acontecimiento. Pasaré a mencionar dos trabajos académicos,
frutos de estas investigaciones, que a mi entender son los más completos sobre
el asunto. El primero de ellos es el artículo de Serge Gruzinsky “Las cenizas del
deseo. Homosexuales novohispanos a mediados del siglo XVII” (Ortega, 1985:
255-281) y el segundo se trata de una parte del capítulo cuarto —“Cotita y las
antípodas”— del pertinente estudio de Federico Garza Carvajal Quemando
mariposas. Sodomía e imperio en Andalucía y México, siglos XVI-XVII (2002: pp.
189- 192 y 239-248). Gruzinsky, hace una colecta de fuentes y nos presenta
cifras; además de llamar la atención sobre la existencia de un “submundo”
ignorado, poco estudiado y notablemente marginado, aun entre los
marginados. La aportación de Garza Carvajal —más osada y extensa— toma el
ejemplo como un caso paradigmático de análisis, para exponer las relaciones
entre masculinidad disidente, imperio, sodomía, dominio colonial y resistencia
o aceptación, dentro del marco histórico novohispano.
Allende del interés per se de estos trabajos académicos, resulta pertinente
tenerlos en consideración ya que ambos —al igual que la noticia del Diario de
Guijo— son la argamasa con la que el poeta mexicano Luis Felipe Fabre
(Ciudad de México, 1974) construye su suntuoso y bien logrado retablo
poético de sodomitas novohispanos. Fabre, nos presenta en su compendio La
sodomía en la Nueva España (2010), un embriagador y neobarroco tríptico de
El escribano lee en voz alta un papel que dice: sale, de la nada y hacia la
nada, la Nada envuelta en uno de sus disfraces de carne: una carne
llamada Juan de la Vega. Es Juan de la Vega el que sale, rodeado de
guardias pero sale, encadenado, pero sale a escena Juan de la Vega: el
principal actor. (23)
escribano contra la Nada, contra la nada todo latín es vano” (41). Así,
propongo como imagen final de este recorrido, la silueta del Escribano,
encarnación de la “burocracia novelada”, sosteniendo entre sus manos pliegos
de papel entre los que podemos leer: “De aqueste teatro, que es un libro” y “de
aqueste libro, que también es acta” (20).
La rabia del indio Miguel de Urbina, una cólera expresada a través de un acto
sacrílego traducido de manera espectacular y aculturada, es el fuego que
encienden los “villancicos del Santo Niño de que las quemaduras”. El choque
entre la conducta sexual lícita y el amor tan intenso como prohibido, provocan
una ruptura sexual y moral equiparable a la herejía. El Santo Niño, “mitad
estatuilla, mitad secreto; mitad bulto y mitad tiniebla; mitad nacido y mitad
naciendo” (Fabre, 2010: 55), es el lienzo en donde Miguel de Urbina pinta su
destino con un pincel de llamas:
Dios Céfiro (el viento del oeste, enamorado del joven Jacinto) sopló con furia y
provocó el impacto del disco en la cabeza del desafortunado joven. De la sangre
derramada, incentivada por los gritos de dolor del Dios-amante, nacieron las
flores que hoy conocemos como jacintos. La imagen que el poeta nos propone,
refuta elocuentemente el discurso oficial —teológico y burocrático— fosilizado.
El amor entre iguales no es estéril ni torpe, es fértil y además, renace:
La reinterpretación poética del mito de Apolo y Jacinto que Luis Felipe Fabre
aplica al “cuento de verdad” de Gerónimo Calbo, va perfectamente al
encuentro de lo que podría ser la conclusión de estas páginas: de las cenizas, de
los restos de la basura incinerada, pueden surgir nuevas vidas. Las historias de
vida de este grupo de hombres, convertidos en polvo y cuya única culpa fue
vivir en concordancia con su particularidad, han sido el abono que ha
alimentado nuevas historias. La historia, o las historias, de la persecución a los
sodomitas novohispanos de 1657 a 1658, son el ejemplo de que “todo lo
perdido regresa travestido de otra cosa” (Fabre, 2010: 75). Ejemplos de que
“todo regresa, pero traducido en otra lengua” (75).
En estas páginas, más que presentar hipótesis directas, me he propuesto
observar y señalar diferentes tipos de mecanismos para así presentar lecturas
alternativas sobre los mismos. Tomo pues como punto de partida un caso de
archivo histórico que me parece pertinente como caso de estudio y que a mi
entender, ilustra claramente mecanismos que son dignos de comentario. De
esta manera y en primera instancia, la lectura que hago de estos documentos es
literaria, antes que histórica o legal.
Así, presento una descripción y contextualización de los hechos con
base en lo anotado en las fuentes, para posteriormente proponer dos lecturas
posibles. En primer lugar, la manera como la burocracia virreinal, en cuanto
que maquinaria de al menos dos tipos de sistemas (uno colonial y otro
heterocentrista) construye y activa discursos que permiten justificar la
eliminación de grupos entendidos como residuales. Es decir, aquello que no le
sirve al sistema y que por ende pasa a ser un elemento incómodo o amenazante
para el equilibrio del mismo. En este sentido, el concepto de “basurización” que
propongo, puede ser entendido de manera literal (según rezan las fuentes), pero
también en sentido figurado.
En segundo lugar, y en relación con el punto anterior, propongo el
concepto de “burocracia novelada”. A través de este concepto, intento poner en
evidencia las retóricas propias —no objetivas y de tipo interpretativo—
observables en algunos discursos burocráticos y que se muestran como una
visión parcial de los hechos, como interpretaciones y glosas del que anota, o
llanamente como anotaciones tendenciosas. Con base en esos discursos o
anotaciones —de tipo superfluo, sobrante o inclusive, innecesario— los hechos
concretos pasan a tener otra dimensión que los vuelve susceptibles de ser
novelizados o poetizados.
Así, y una vez expuesto todo lo anterior, comento la manera como
gracias a esas informaciones superfluas y subjetivas que aparecen en el acta
burocrática, pueden surgir procesos de reciclaje y reutilización temática y
conceptual que permiten expandir hechos, imágenes y significados. Es pues en
esta coyuntura, que abordo y comento brevemente algunos trabajos académicos
y, con un poco más de detalle, la obra poética de Luis Felipe Fabre, que viene a
ser el resultado de una reutilización del material dado por este caso de
“burocracia novelada”. Finalmente, estas páginas —que también reutilizan y
reinterpretan restos— pretenden ser no sólo una aportación más sobre el
asunto, también se pretende que sean un gesto de memoria contra el silencio:
palabras en memoria de aquellos que, parafraseando a Fabre, no tienen más
tumba que el viento de la Ciudad de México.
B IBLIOGRAFÍA
ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 135-149 Recibido: 31/03/2018
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.544 Aprobado: 02/06/2018
Alina Peña Iguarán
1
Si bien en 2006 no se inaugura el conflicto entre diferentes facciones de grupos organizados y
el ejército, sí es en este momento cuando se convierte en una política abiertamente declarada en
la tesitura de “guerra contra el terrorismo”.
2
Esta reflexión es parte de un proyecto de investigación mayor que está en proceso y que no
puede ser desarrollado por razones de espacio.
Sontag (2003) escribe que una imagen, mientras sea índice de una
referencia lejana y exótica, entonces puede ser vista de manera más frontal. Y con
esto se refiere a los lugares y cuerpos que pueden ser enmarcados a partir de
diversos discursos en el horror y la espectacularidad. Estos regímenes de lo visible y
lo decible corresponden a una distribución del dolor social y también a un modo
de relacionarnos con ello. Esto lleva a la compleja pregunta: ¿para qué hablar del
dolor?, ¿frente a quiénes? Y, ¿desde dónde hablar de ello? Vivimos en un consumo
vertiginoso de textos (ya sean o no imágenes) que significan constantemente el
horror. Y tal vez el punto no es desactivarlo, sino al contrario activarlo de otros
modos, interrumpiendo el continuum de la catástrofe y los discursos que lo
perpetúan: el estigma, la nota banal, la re-victimización, las enunciaciones de odio,
los procesos de inmunización social, etc. En la literatura mexicana contemporánea
Fernanda Melchor con Temporada de huracanes (2017) también acude a esta
misma urgencia vital que convoca a Monge. Ambos intentan3 interrumpir los
registros naturalizados de la violencia en México.
Los ejercicios del arte de narrar4 se enfrentan a las diversas
complejidades de la violencia y más aún en los últimos años. Para precisar un
poco el contexto, es necesario hacer un muy breve recuento crítico del pasado
reciente que sirva como marco histórico. Hace 12 años el entonces presidente
Felipe Calderón (2006-2012) reactivó e intensificó la militarización de México,
como uno de los puntos más importantes en su agenda de gobierno, con el
propósito de atacar el dominio de los cárteles de las drogas en el país. A esta
estrategia se le llamó “guerra contra el narcotráfico”. En 2008, tomó lugar el
acuerdo para el programa “Iniciativa Mérida”,5 un proyecto de cooperación y
seguridad internacional entre México, Estados Unidos, los países
centroamericanos, República Dominicana y Haití. El objetivo de los
mandatarios Calderón y W.G. Bush era terminar con el narcotráfico y el
crimen organizado. Años más tarde, el Programa Integral Frontera Sur (verano
de 2014), fue otra estrategia de iniciativa internacional entre Estados Unidos
(Barack Obama) y México (Enrique Peña Nieto) para frenar la violencia
relacionada al trasiego de personas migrantes de Centroamérica y México que
buscan llegar a Estados Unidos. Recientemente, en diciembre de 2017, se
aprobó la Ley de Seguridad del Interior que de acuerdo al historiador Froylan
Enciso: “Mientras no se consideren vías alternas a la militarización, el aumento
3
Lolita Bosch en 2009 publicaba en su columna de El País un reconocimiento/antología a
todos los escritores y periodistas que se estaban dando la tarea de “contar” la guerra, pero ya no
desde la contabilización numérica sino desde el relato que restituye pertenencia y
reconocimiento político. Consultado en:
<https://elpais.com/diario/2009/08/08/babelia/1249688352_850215.html> (15/06/2018).
4
Sólo por mencionar algunos textos: 2666 (2004) de Roberto Bolaño; Señales que precederán el
fin del mundo (2010) y Los trabajos del reino (2004) de Yuri Herrera; Porque parece mentira la
verdad nunca se sabe (1999) de Daniel Sada; La fila india (2013) de Antonio Ortuño y
Temporada de huracanes (2017) de Fernanda Melchor.
5
En un inicio, la “Iniciativa Mérida” contemplaba una ayuda de 2.3 mil millones de dólares
asignados por el Congreso de Estados Unidos presupuesto distribuido en: equipo, estructura y
capacitación. Consultado en <https://mx.usembassy.gov/es/nuestra-relacion/temas-
bilaterales/iniciativa-merida/> (28/03/2018).
7
“La forma que la guerra civil ha adoptado en la actualidad y en la historia mundial es el
terrorismo. Si la diagnosis foucaultiana de la política moderna como biopolítica es correcta, y si
también lo es la genealogía que la remite a un paradigma teológico-oikonómico, entonces el
terrorismo mundial es la forma que la guerra civil asume cuando la vida como tal se vuelve la
apuesta en juego de la política. Precisamente cuando la pólis se presenta en la figura
tranquilizadora de un oîko, —la ‘casa Europa’, o el mundo como espacio absoluto de la gestión
económica global—, entonces la stásis, que ya no puede situarse en el umbral entre el oîkos y la
pólis, se vuelve el paradigma de todo conflicto y entra en la figura del terror. El terrorismo es la
“guerra civil mundial” que ataca una u otra zona del espacio planetario. No es resultado del azar
que el “terror” haya coincidido con el momento en el cual la vida como tal —la nación, es decir,
el nacimiento— se convertía en el principio de la soberanía. La única forma en la que la vida
como tal puede ser politizada es la incondicionada exposición a la muerte, es decir, la vida
desnuda” (Agamben, 2017: 33).
8
En 2010, el blog “Nuestra Aparente Rendición” convocó a un grupo de activistas, artistas,
estudiantes, académicos y periodistas que se dieron a la tarea de escribir sobre la violencia en
México y a contar los homicidios dolosos como un acto de resistencia frente a la oquedad del
número y, en aquel entonces, también frente a la ausencia de este. Lolita Bosch una de las
voces más activas del proyecto planteaba en 2009 la emergencia de valientes voces que
empezaban a contar la violencia desde la literatura y la escritura periodística. Consultado en
<https://elpais.com/diario/2009/08/08/babelia/1249688352_850215.html> (11/06/2018) y
en <http://nuestraaparenterendicion.com/index.php/estamos-haciendo/menos-dias-aqui>
(12/06/2018).
9
Sayak Valencia en Capitalismo Gore (2016) desarrolla la parte expresiva (simbólica) y
performativa de este capitalismo vinculado específicamente a los gestos y subjetividades que la
narcoviolencia en su clave neoliberal genera; en este sentido acuña la figura del “sujeto endriago”
como una construcción cultural (100-103). Sin embargo, para nuestro abordaje interesa explorar
las operaciones materiales de la gubernamentalidad del despojo en relación a la administración de
los cuerpos.
10
Se usa aquí la composición “necro-máquina” en relación al concepto propuesto por Rossana
Reguillo (2012) respecto al poder de la “narco-máquina”, que hace uso de dos formas de
violencia expresiva: la disciplinante y la difusa, propias del entramado del crimen organizado:
someter y controlar. Y en donde la violencia expresiva actúa como el índice del poder: “La
violencia expresiva, es sin duda, precedida de un complejo sistema de persecución de
‘ganancia’, pero ésta permanece oculta, cifrada, escondida como elemento residual en el
‘mensaje’ que se entrega a través de los miles y miles de cuerpos rotos que se acumulan en la
llamada ‘guerra contra el narco’”. Consultado en <http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/e-
misferica-82/reguillo> (05/01/2012).
Al final los niños ya no pudieron salir de casa nunca: algo acechaba sin
que Epitafio entendiera qué era. Epitafio: este hombre que quiere ir a
11
La red “Periodistas de a Pie”, en su sección “En el camino” ha dado cuenta, mediante
reportajes de fondo, de las condiciones migratorias que se generan en el sur del país gracias al
vínculo de las autoridades oficiales y las redes de crimen organizado.
descansar ahora a la casa que un día fuera matadero y que por eso apura a
Mausoleo sobre las piedras color sangre. (Monge, 2015: 75)
los que yacen aferrados a sus fierros se pasean y se hincan sobre los seres
que han perdido sus anhelos y uno por uno los catean y manosean.
(Monge, 2015: 26-27)
De igual manera como el padre Nicho ha hecho con todos ellos, Epitafio
escoge a un migrante, uno grandote y fuerte, para reclutarlo, y en ese preciso
momento aquél que había tenido un nombre, aquél que había cruzado la
frontera persiguiendo un deseo es rebautizado, des-subjetivado en función del
dispositivo del poder soberano aquí en clave de empresa funeraria. Y así
Epitafio inscribe en su cuerpo las reglas del juego:
El testimonio es, de alguna manera, el relato que queda, mejor dicho, que
sobrevive después de la violencia. De alguna forma es el resto del horror y a la
vez aquello que lo excede. Se enfrenta con el reto, a veces imposible, de la
traducción de la experiencia, pues no logra explicar en su totalidad los hechos.
12
Emiliano Monge en una conversación que sostuvimos en noviembre de 2017 en el marco de
los “Conversatorios sobre arte y política” en ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara,
comentó que estos testimonios son parte de entrevistas que realizó en albergues y de
documentos de distintas ONG.
B IBLIOGRAFÍA
ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 151-168 Recibido: 30/01/2018
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.537 Aprobado: 03/06/2018
Lidia García García
“The Internet is shit. It is vitally important that we all realize this and move
on” (“Internet is Shit”, s.f.). Éste es el vehemente comienzo de un manifiesto
alojado en la página “Internetisshit.org” que, paradójicamente desde la propia
condición online y anónima del medio, denuncia las miserias de la Red. Frente
a la imagen idealizada de Internet como un espacio democrático cuyo potencial
de difusión del conocimiento posibilita la emancipación de los parámetros
elitistas de la cultura y las relaciones sociopolíticas tradicionales, el mensaje
crítico de esta web constituye tan sólo un ejemplo del extendido discurso que
señala los aspectos más negativos de Internet, desde la propagación vírica de
falsedades hasta el posteo masivo de contenidos superficiales u ofensivos.1
Afrontemos lo que parece revelarse como una verdad evidente en tanto
que Internet no es sino un reflejo del mundo: gran parte de la Red es basura. La
prolífica relación entre desechos e Internet cubre todo un amplio espectro que
va desde la materialidad amenazante de la chatarra tecnológica, hasta la
constitución de una estética trash específica de la cultura vernacular de la web,
pasando por la ingente cantidad de despojos ideológicos (odio, racismo,
machismo, trolleo en general) que encuentra en el anonimato de la Red un
vertedero propicio.
Si ya el arte contemporáneo venía reflejando el creciente interés de la
sociedad postindustrial por la basura en general (fruto de la insostenibilidad
generada por los altos niveles de consumo de un sistema capitalista tardío
donde el volumen de residuos crece más deprisa que la capacidad de
gestionarlos), así también en el arte específicamente interesado en la
tematización de Internet como gran fenómeno sociocultural de nuestra era,
encontramos gran variedad de discursos artísticos que, de alguna manera,
ahondan en la especificidad de la relación basura-Red en toda su amplitud. En
este artículo nos proponemos precisamente trazar un recorrido, necesariamente
parcial, por algunas miradas a la encrucijada conceptual desechos/Internet
desde las prácticas artísticas latinoamericanas contemporáneas.
***
1
La concepción polar de la Red ha acompañado a la misma casi desde sus comienzos: mientras que
de un lado los llamados ciberutópicos defienden Internet como una herramienta intrínsecamente
emancipatoria (en tanto que favorece la comunicación interpersonal, la movilización social, la
liberación de contenidos, etc.) las posturas más críticas han venido denunciando su papel en la
trivialización de las relaciones humanas, la censura masiva o el auge de los nuevos poderes del
capitalismo digital (Morozov, 2011).
De las deformaciones y torturas que sufren estos niños para ser imbunchados,
la que llama la atención de Rivas, y la que con más persistencia parece repetirse
en las distintas versiones del mito (Areco, 2011), es precisamente la clausura de
los orificios corporales. Esta especificidad en la malformación del imbunche
conlleva la imposibilidad de generar desechos de manera que, la monstruosidad
de estos seres, viene dada precisamente por la ausencia de lo residual. Dicha
inviabilidad de generar lo que con tanto ahínco ha sido escondido, catalogado
como indeseable y relegado en definitiva al territorio de la abyección y la
otredad, no hace sino revelar la condición del desecho como algo propiamente
humano cuya falta deviene, de hecho, monstruosa. El residuo aparece pues
***
***
que así haga parte de nuestra base de datos. El objetivo de este trabajo es
crear una galería de la historia de la red, todo lo que está abandonado o
es inútil hace parte de un pasado y este sitio se dedica a recolectarlo.
(1998; mayúsculas del original)
3
La rápida obsolescencia del medio que da soporte al Arte de Internet, tanto hardware como
software, es uno de los principales problemas de la conservación de este tipo de obras, cuestión que es
abordada en la Carta de la UNESCO sobre preservación del patrimonio digital de 2003, hasta la fecha
el documento oficial más destacado sobre el tema.
***
of sexist discourse? Most obviously, it diverts attention away from systemic sexism, racism,
homophobia, and so on to instead dismiss gendered abuse as the practice of a few, socially marginal
individuals” (Shepherd et. al. 2015: 3).
5
Si la Greater Internet Fuckward Theory (GIFT) es un extendido postulado que circula por
Internet que afirma que las personas “normales” pueden exhibir comportamientos psicopáticos
o antisociales cuando se les brinda el anonimato propio de la Red, el estudio de Suler (2004)
considera que la interacción online se torna más desinhibida por seis factores: anonimato
disociativo, invisibilidad, asincronismo, introyección solipsista, imaginación disociativa y
minimización de la autoridad.
de materiales previos de baja calidad (técnica, estética o en tanto que las leyes
generales de “buen gusto”) que circulan por Internet (Fontanela, 2011: 5). En
efecto, el concepto de trash en general se ha venido vinculando a “artefactos de
la industria cultural que no cumplen con los estándares morales y/o normas de
calidad técnica y artística dominantes” (Castellano, 2011: 154) así como
manifestaciones rechazadas y en cualquier caso vinculadas a la inmundicia,
basura y desecho. En este sentido, el trash también se ha relacionado con lo
grotesco en tanto que apreciación de los aspectos bajos de la existencia que en
oposición al idealismo presenta al hombre subcutáneo y sus excrecencias al
tiempo que dirige su atención a los fenómenos impuros y degradantes de la
vida humana. La descomposición, lo malsano, todo lo que la hipocresía social
trata de esconder, devienen temas centrales en el trash (Alzuru, 2011: 9).
Los fenómenos más impuros y degradantes de la experiencia humana
encuentran en la estética trash un terreno propicio para desplegar su
potencialidad subversiva, tempranamente apuntada en el estudio de Bajtín
(2005) sobre el grotesco medieval, al que atribuía la condición de ejercicio
colectivo liberador y catártico en tanto que transgresión de los valores
hegemónicos. La fuerza transgresora del trash, como sucedía con la basura, se
basa en su capacidad de desmitificar las mentiras, convenciones e imposturas:
desvelar lo que aparece velado en nuestra sociedad. Así mismo la basura de la
cultura popular de Internet, como nivel más bajo de la producción cultural
digital, se convierte en un lugar estratégico a partir de donde es posible
construir posicionamientos culturales de guerrilla que pueden ser críticos con
las jerarquías culturales. En este sentido es posible visualizar un doble potencial
en las parodias del trash digital dado que permiten lidiar tanto con el exceso de
la basura digital como con el legado del repertorio canónico de la alta cultura y
de la cultura de masas. De esta manera, en el trash digital la lógica de
apropiación de contenidos exógenos convive con la citación de material
residual de la propia cibercultura en lo que constituye un metalenguaje estético
caracterizado formalmente por la factura precaria y conceptualmente por el
contenido paródico.
Esta naturaleza del trash digital como gestor de residuos culturales, en
palabras de Erick Felinto, el trash digital actúa “oferecendo um ‘espaço’ de
armazenagem virtualmente inesgotável e custos de manutenção relativamente
acessíveis, a Internet tem se convertido no abrigo por excelência dos detritos
culturais, dos restos, do inútil, do trivial” (2008: 2), genera una tensión con las
jerarquías estéticas hegemónicas que tienden a verlo como exceso y basura
dentro de las perspectivas de las industrias culturales tradicionales. Es en este
sentido, en el que el trash digital entronca con la categoría estética clásica de
kitsch (así como con su relectura intelectualizada, el camp) en tanto que ésta es,
precisamente, la más estudiada configuración de la “basura cultural” en la
historia del pensamiento occidental. Además de la persistente vinculación de
los críticos culturales de posición (en términos de Eco) “apocalíptica” con
respecto a la cultura de masas del kitsch con las ideas de “mal gusto” y despojo
cultural (Adorno, Greenberg…) la propia etimología del término parece
relacionarlo a la gestión de desechos: Dorfles cita su origen en “kitsche”, cuyo
significado sería “recoger las inmundicias de la calle”, de donde derivaría el
Conclusiones
B IBLIOGRAFÍA
ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 169-180 Recibido: 01/04/2018
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.556 Aprobado: 19/06/2018
Liliana Beatriz López
Las prácticas del arte in situ, el desplazamiento del cine en las formas
especializadas de la instalación museística, las formas contemporáneas de
espacialización de la música o las prácticas actuales del teatro y de la
danza van en el mismo sentido: el de una desespecificación de los
instrumentos, materiales o dispositivos propios de las diferentes artes, de
la convergencia en una misma idea o práctica del arte como manera de
ocupar un lugar donde se distribuyen las relaciones entre los cuerpos, las
imágenes, los espacios y los tiempos. (2011: 31)
El teatro es una de las prácticas que alberga tal complejidad desde su misma
constitución al contener, entre otros rasgos, matrices de ritualidad. A través de
los siglos, la tecnología fue aportando elementos que, en el presente, llegan
hasta sustituir a los actores por medios cibernéticos. Las distintas artes que lo
componen conllevan diferentes grados de autonomía que, en algunos casos,
como en la música, son absolutos.
El carácter literario del texto dramático es otro punto que genera
controversias en el ámbito de los estudios teatrales, en los que también se
discute su autonomía o dependencia respecto de la representación. Al hacerse
presente en la puesta en escena, el texto dramático se transfiere a otra
materialidad. Justamente, se suele aludir al texto dramático como un “resto”
literario, en los casos en que se lo valore como tal. En el otro extremo de su
consideración, se lo degrada a la categoría de guión, cuya única función sería la
de acompañar las acciones físicas de los comediantes. Como toda
generalización, ambas posturas resultan poco aptas para dar cuenta de la
singularidad de cada texto dramático o de su escenificación.
Intentaremos proceder de una manera acorde con el mismo objeto. Nos
resulta convocante la figura del historiador —del arte, nos permitimos
incluir— como un trapero, que Didi-Huberman (2011) rescata de Walter
Benjamin:
1
Sobre algunas consideraciones y modelos para la reconstrucción de la puesta en escena teatral,
véanse Marco de Marinis (1982), Patrice Pavis (2000), Osvaldo Pellettieri (2005) y Liliana
López (2007).
[…] Comencé a leer. A los seis meses de lectura descubrí que las evocaciones
de mi infancia habían sido robadas de “La gallina degollada y otros cuentos”
de Horacio Quiroga, y los relatos sobare la memoria de mi abuelo de “Funes
el memorioso” de Jorge Luis Borges... Durante diecisiete años la literatura
fue mi único alimento, leí Shakespeare, Góngora, Discépolo, Beckett,
Ortega y Gasset, Neruda, Sarmiento, Voltaire, Canaro, Mecánica Popular,
Chichita Derquiaga, diarios, revistas... Ocho años y nueve meses leyendo,
descubriendo... ¡No podía más! … (Se come los papeles de diario que sacó antes
del roperito y se dirige a la mesa). (Bartís, 2003: 48; cursivas del original)
2
En relación a estos debates, pueden verse las distintas posiciones en La puesta en escena en el
teatro argentino del Bicentenario (2010), que contiene textos de Mauricio Kartun, Ricardo
Bartis, Adriana Scheinin, Rafael Spregelburd, entre otros.
3
Véanse al respecto de Postales argentinas los trabajos de Ana Giustachini (1990), Osvaldo
Pellettieri (1990) y Julia Elena Sagaseta (1997).
OBJETO DE CONCIENCIA
El Autor se come las hojas del texto.
AUTOR
Soy Ulises. Número 571. YO QUE FUI
TANTOS HOMBRES NO PUDE SER EL
UNICO QUE SOSTUVIERA A TIEMPO
TU CAIDA. Soy la hiena que versifica
entre las tumbas. Llevo una coraza de
indiferencia / una mortaja. Incapaz de
actuar. Mis palabras están escritas en
tinta negra. Vengo a teñir el mundo.
¿Para qué lo quiero / el placer de gol-
pearme la frente?
[…] ¿Cómo ser en medio de esto no-una-sombra? Nadie
puede hacer este papel de Autor y frotarse las manos de placer y suciedad.
¿Qué? ¿Narrar otra vez? ¿Pero cómo?
¿Por el arte? ¿Una comedia de entre los
muertos? ¡La comedia de las magníficas
ruinas! ¿Y qué decir? (Cano, 2001: 9-10; mayúsculas del original)
El fragmento citado resulta representativo de la crisis del autor dramático, del poeta
o del narrador. También de la agonía del relato, el cual se apegaba a la dramaturgia
más tradicional. El contexto, el “en medio de esto”, —véase la historia reciente, los
desaparecidos, la crisis de las instituciones— impone un camino distinto al
transitado. La imposibilidad de narrar por medio del relato clásico o de la
dramaturgia de representación deja lugar al poema, al fragmento, al resto.
El oximoron “magníficas ruinas” resulta doblemente indicial, al
condensar retóricamente la escena y la extraescena, el teatro y el orden de lo
real. Apta a la contradicción del artista al traducir la catástrofe de la historia por
medios simbólicos, una tarea necesaria pero acechada por el espanto.
Durante los años que siguieron al fin de la dictadura, el arte apeló por medios
diversos a la representación de la ausencia de los cuerpos de los desaparecidos.
En las artes visuales, “El siluetazo” fue quizás la operación simbólica y política
de mayor impacto social, en la medida en que se realizaba en el espacio público,
tal como puede verse en los testimonios recopilados por Ana Longoni y
Gustavo Bruzzone (2008).
Una de las imágenes recurrentes en la escena argentina fueron los zapatos
apilados, íconos presentes que remitían, como huellas, a los cuerpos que no
estaban. En la siguiente fase antes señalada, los zapatos fueron reemplazados
por la ropa.
En 2009, Lola Arias estrenó en Buenos Aires Mi vida después. Fue el
comienzo de una extensa gira de la puesta —a la que se clasifica como
“biodrama”— por muchas ciudades del mundo. Arias convocó a seis actores
que hubieran nacido en la década del 70, con el fin de reconstruir la identidad
de sus padres. De un modo u otro, éstos estaban ligados a experiencias trágicas,
desde la desaparición, la tortura, el exilio, ya sea por su militancia o por la
represión de ésta. Según señala la autora y directora en el libro/programa, la
ropa permitía la conexión con un pasado de difícil reconstrucción:
Supongo que muchas personas tienen una foto con las ropas de su padre
o su madre entre su álbum de infancia. Para mí, esa voluntad infantil de
representar al padre trajo la idea de hacer una obra en que los hijos se
ponían la ropa de los padres para reconstruir la vida de ellos, como si
fueran dobles de riesgo dispuestos a revivir las escenas más difíciles de sus
vidas. Y pensé que los actores de esa obra tenían que ser de mi
generación. Una generación nacida durante la dictadura militar, que
creció entre relatos fragmentarios, borrosos o inventados sobre lo que
pasaba en esa época. (2009: s/p)
Mi vida después lo señala desde su mismo título: cada sujeto, cada actor y cada
actriz que exhibe restos de su infancia y de la juventud de sus padres, lejos de
estar guiado por un espíritu memorialista o arqueologizante, se pregunta cómo
seguir, proyecta su futuro y predice su propia muerte.
En Pueden dejar lo que quieran (2013), un espectáculo de Fernando
Rubio, la acción se iniciaba con una breve estancia en la que los espectadores
eran recibidos por los actores, mientras una voz en off hacía una mínima
presentación. Nada parecía ligarlos entre sí, salvo el azar. A continuación, se
habilitaba el ingreso a un espacio/instalación, donde innumerables prendas de
vestir se superponían hasta cubrir por completo el piso y las paredes. A su vez,
las ropas formaban “cortinas” que modificaban el espacio mediante la precisa
manipulación de los actores, creando zonas cada vez más pequeñas en las que la
relación con los espectadores devenía íntima. Todo lo que seguía constituía una
experiencia diferente para cada receptor. Los discursos de los actores mantenían
su autonomía, aunque se percibían ecos sutiles; las transformaciones espaciales
mediante los desplazamientos de las “paredes” configuraban una instalación
dinámica, y por encima de todas las cosas, teatral. Si bien la fragmentación
disolvía la posibilidad de un relato único, la puesta poco a poco iba adquiriendo
una configuración narrativa. El proceso iba armando una suerte de
rompecabezas hasta para los mismos participantes, los "elegidos" por una
voluntad de memoria. La ropa se erigía como túmulo para señalar la ausencia
de los cuerpos, un resto o una parte de los que ya no estaban. Consistía en una
operación metonímica en la que el acto de colgar unas notas en las prendas
resultaba un simulacro de comunicación de incierto resultado.
La huella del artista francés Christian Boltanski se convertía en una
marca a través de la cita de su instalación “Reserve” (1990, Centro Pompidou
de París) y de la más cercana muestra realizada a fines de 2012 en el museo de
la Universidad Nacional de Tres de Febrero. La utilización de la ropa
superpuesta para conformar una instalación sugería el deseo de estimular la
memoria desde un ángulo íntimo y cotidiano, como lo afirmaba uno de los
“mensajes” entregados por los actores/performers a los espectadores, también por
elección azarosa. A modo de ejemplo, citamos el siguiente:
Quizá la ropa no signifique nada. / Esta ropa. / Esto que llevamos puesto.
/ Lo que dejamos. Lo que podemos usar todos. / Lo que tiramos. / Lo
que nos viste. / Lo que nos dice. / Lo que nos permite. / Lo que nos
impide. / Lo que miran. / Lo que veo. Lo que escondo. / Lo que tengo.
Lo que olvido. / Lo que sobra. Lo que pierdo. / Lo que regalo, lo que me
prestan. / Lo que robo. Lo que siento. / Lo que cargará otro o se perderá
en el tiempo. Boltanski. (Tarjeta entregada durante el espectáculo)
Y como una nota al pie, en la misma tarjeta se leía: “Con lo poco que queda,
encontré un sentido. Gracias. Estén atentos a no estar solos” (Tarjeta entregada
durante el espectáculo). Finalmente, el dispositivo esbozaba sutilmente una
alusión al sentido que adquiría la articulación de la ropa con el cuerpo ausente,
pero sin clausurar la significancia que producía en múltiples direcciones.
En una línea más política, la instalación teatral Museo Ezeiza del director
teatral Pompeyo Audivert se realiza con intermitencias desde hace varios años
en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (ex ESMA). La
presentación, a modo de comunicado, la anuncia así:
Consumo y excedentes
Por último, se hará referencia al uso del resto como crítica al consumo en
Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo del argentino
Rodrigo García, radicado en España. En 2012 fue dirigida e interpretada por
Emilio García Wehbi.
El texto presenta una lejana relación de intertextualidad con la primera
parte de la Orestíada de Esquilo, titulada Agamenón. Allí, el atrida volvía de la
guerra de Troya como triunfador, con un botín entre el que se encontraba
Casandra como esclava y cometía hybris al pisar la alfombra púrpura. Ambos
hechos desencadenaban la tragedia, cuya consecuencia será el asesinato del
protagonista a manos de su esposa Clitemnestra y su amante, Egisto.
La huella de la tragedia en la pieza de Rodrigo García resulta paródica. El
protagonista descarga su furia sobre su esposa y su hijo, tras haber hecho
4
“Su mediocridad estética o su calidad de cliché y de estereotipo las deja apartadas de la ‘gran’
historia del estilo. Esa insignificancia forma una pantalla, genera rechazo a observarlas. Aunque
más que de insignificancia, de debería hablar de malestar y de puesta en crisis: malestar frente a la
vulgaridad orgánica de las imágenes votivas; puesta en crisis del modelo estético del arte,
fomentado por las academias, la crítica normativa y el modelo positivista de la historia como
cadena narrativa continua y novela familiar de ‘influencias’” (2013: 11-12; cursivas del original).
Las montañas de basura entre las que se desplazaban los actores vestidos a
imitación del payaso Ronald McDonald desnudaban el acto mismo de la
compra y el agotamiento del consumo. Baudrillard dice respecto de la compra:
Herencia de las vanguardias, “[...] el arte que recurre a la basura suele exhibir los
desechos en medio de las tensiones y contradicciones de la sociedad que los
produjo” (Kosak, 2015: 21). El exceso del resto del consumo opera por contraste
en una comunidad que se topa con la escasez a la salida del espectáculo.
A modo de cierre, aunque no sea una conclusión definitiva, señalamos
que en este uso del resto es donde puede percibirse mejor el trabajo del tiempo.
Nuestra hipótesis consiste en que el uso estético del resto potencia doblemente
esa percepción, la refuerza en su exhibición a la comunidad de espectadores.
En los ejemplos anteriores había un uso afectivo del resto, un gesto de
recuperación de la memoria a través de los objetos, las ruinas o los fragmentos.
Aquí, únicamente se expone la impotencia y el vacío que motoriza nuevamente
el deseo de adquisición que dará lugar a nuevos restos, en una espiral sin salida.
En todo caso, cada una de estas posibilidades abre nuevos campos
semánticos a la función interpretativa del arte contemporáneo.
B IBLIOGRAFÍA
5
Extraído de la página web de Emilio García Wehbi <http://emiliogarciawehbi.com.ar/>
(12/04/2018).
1
Este artículo forma parte del Fondo Jorge Millas de investigación de la Universidad Andrés
Bello: “Retóricas residuales. Archivo y residuo en novelas chilenas, peruanas y colombianas”.
ISSN: 2014-1130
Recibido: 01/04/2018
vol.º 17 | junio 2018 | 181-197
Aprobado: 28/05/2018
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.557
Luis Valenzuela Prado
Introducción
Sin embargo, esa ciudad, sostiene Jean Franco, como “proyecto seglar y
republicano de nacionalidad, nacido de la Ilustración y expresado en
monumentos por todas las ciudades de América Latina, estaba acabado en la
década del sesenta y setenta en América Latina. En la lectura de Ángel Rama de
la ciudad letrada, se privilegia la ciudad ordenada “por sobre un territorio
bárbaro” (Sánchez, 2013: 49), esto es, una ciudad del orden donde lo residual
escapa al centro de ese poder.
La crisis de la ciudad letrada, en su engranaje entre ciudad y gramática
(Sánchez, 2013: 49), manifiesta una fractura previa, intermedia y posterior. La
previa se funda en relación con la oralidad. La letra española es la letra que
tensiona el lugar de la cultura oral indígena. La intermedia encuentra eco en los
conflictos entre la letra y la letra decimonónica, en rigor, “la letra y la escritura
polemizan al interior de una comunidad de seres parlantes” (89), por ejemplo,
a partir del Facundo (1845) de Domingo Faustino Sarmiento. La posterior
encuentra eco en el siglo XX, una disputa con la cultura de la imagen y la
cultura performática. Esto último lo sostiene Diana Taylor, para quien el
concepto de performance, “como práctica corporalizada y episteme”, redefiniría
los “Estudios Latinoamericanos, al descentrar el papel histórico de la escritura
introducido por la conquista” (2015: 52). Ahora, la espacialidad encuentra una
fuerte base en el orden, en la forma de fijar territorios. Para Graciela Montaldo,
el “orden, las fronteras y la finitud definieron tempranamente no solo la
religión y la ciencia, [también] la idea de espacio territorial” (2004: 13), desde ahí,
siglo XVII, en estos centros se dibujan “mapas y cartas que representan un
mundo conclusivo y centrado, que dan cuenta de esos lugares que
progresivamente comienzan a ser espacios” (14). En ese sentido, “Encontrar un
lugar en el espacio supone tanto un ejercicio de verificación y estudio como la
imaginación” (15); gesto en el cual la escritura imagina el territorio “al referir,
describir, junto con los mapas y cartas, la continuidad del territorio” adaptando
lo nuevo a lo conocido y ficcionalizando “vínculos terrestres [...]” o proyectando
en “zonas desconocidas la grandeza futura de un país o una región” (17).
Este proyecto, imbricado entre la ciudad letrada y la imaginación, deja,
en general, una estela invisible: el residuo como materia. La residualidad, de
este modo, es lo que queda afuera de la memoria, de la comunidad y, en su
emergencia, cuestiona esa exclusión. Lo residual se inscribe en una política de
lo desechado, lo expulsado. Ahora, lo residual también se conecta
tangencialmente con lo histórico y hace surgir una categoría desarrollada por
Raymond Williams, la cual leo desde una materialidad concreta que aflora en
forma de basura u otras materialidades similares. Para Williams, la
“complejidad de una cultura” no se halla sólo en sus tradiciones, instituciones y
formaciones, sino que se halla igualmente “en interrelaciones dinámicas”
El cuerpo como residuo lascivo que se posa “al fin del mundo”, en un “rincón
del mapa” y que ahora flota en el cauce fluvial que arrastra los residuos de la
ciudad, atravesando con ésta el centro de la misma. Nacer maldita es un
“sentido de predestinación” que da cuenta de una “lógica del melodrama”
(Areco, 2015: 201). Ahora bien, no sólo la Rucia es elemento sobrante, ya que
ella también carga con una “maleta y las cenizas” de su madre “en un ánfora
pequeña” (14), en un presente que trasunta la liminidad de la vida y la muerte.
“Nací cagada”, enfatiza, y su “muerte de mierda es el broche de oro”
(Fernández, 2010: 17), cuya crudeza subraya su presente.
La configuración del mapa resulta relevante —nombrado cinco veces—
para la novela, en tanto escritura de una imagen y de una espacialidad. Posada
en el “mapa”, como “escupitajo”, su tránsito elabora cierta territorialidad que
da cuenta de una espacialidad visualizada. Desde una cocinería frente al
Mapocho, la Rucia intenta “identificar en el mapa de la guía telefónica”
(Fernández, 2010: 19) un “mapa grasiento de la guía telefónica” (26),
buscando un lugar de la infancia. Mapocho exacerba los recursos para situar un
territorio, un espacio urbano, a contrapelo de la “ciudad letrada” de Rama, en
consonancia con la “decadencia” de la de Franco. Así, la ciudad se erige como
cuerpo, muestra sus “costras” (19), en consonancia con Sennet,
confundiéndose con la hediondez de los cuerpos y la materialidad geográfica
del cerro. Se manifiesta como un excremento, merodeado por una “mosca de
patas peludas” (19). Uno de los correlatos ideológicos que lee Areco es el de la
representación del espacio y el tiempo, que va desde el paradisiaco lugar del
exilio, “especie de edén natural” opuesto al “infierno desconocido”, la
centralidad del río Mapocho, las descripciones de Santiago, el Barrio, “hasta la
alegoría del país como casa” (2015: 214).
La figura de la virgen juega un rol importante en la configuración del
relato, como “figuración potente de disciplina y control del cuerpo de las
mujeres” (Castillo, 2015: 25). El cerro San Cristóbal levanta la figura-imagen
omnipresente y referencia de ésta en la novela y en el espacio urbano de
Santiago: “El poto de la Virgen. Cada vez que te pierdas, Rucia, recuerda que
vivimos mirando el poto de la Virgen” (27). Es “la imagen corporativa, la
pinturita de la urbe, la primera dama dedicada a dar la cara y a saludar desde el
balcón, mientras otras vírgenes se hacen cargo de cosas más serias” (Fernández,
2010: 30). Su figura no implica un respeto sagrado, por cierto, pues el
acercamiento es dual, disciplina y control, pero también “luz, resplandor y,
sobre todo, adorno” (Castillo, 2015: 25). La Rucia y el Indio le bailan en la
playa a “la imagen desteñida” (32) y deslavada, que guarda resabios de su
sacralidad y la esperanza, dando cuenta de la fragilidad de ambos. Su imagen
histórica tampoco ofrece una percepción positiva. La Virgen habla español y no
lengua mapuche: “escuchó las plegarias de sus hijos y movió sus hilos para
cambiar el rumbo de las cosas” (Fernández, 2010: 49).
La visualidad cobra relevancia a través de la mirada. La Rucia observa
desde el techo de su casa: “el cerro emerge oscuro como un elefante nocturno.
El río corre hediondo, abraza al Barrio, lo acuna con su olor a mierda. A unas
cuadras, la cruz alta del Cementerio delimita la entrada al territorio de los
muertos. Todo luce negro y desenfocado por la neblina” (Fernández, 2010: 54).
Surge también un juego constante de claroscuro que enfatiza el rol de la imagen,
pero también del espacio muerto del cementerio, en un barrio que también está
muerto (53). Por su parte, la ausencia del padre deriva en la imaginación
dibujada de éste, la Rucia y el indio dibujan, cada uno, un “retrato del padre”
(35). Tal manera de construir la imagen desde el dibujo vuelve cuando unos
estudiantes retratan la Estación Mapocho, “una especie de fotografía hecha a
mano” (110). Luego es el Indio quien asume esa retórica: “Yo solo vine por un
buen retrato, Rucia. Una imagen real que me ayudará a aclarar la película, que
descubriera mi propio pasado” (202). La única imagen material, fotográfica, la
tiene Fausto, una foto de sus hijos cuando eran niños (185).
Esa retórica de la imagen encuentra eco en la forma de articular el relato
histórico: La ciudad letrada y ordenada de Ángel Rama es imaginada por Pedro
de Valdivia: “Luego de escuchar la divina voz, la cabeza de don Pedro ideó una
ciudad a imagen y semejanza de su lejana Extremadura natal. Inventó una Plaza
Mayor y la bautizó como Plaza de Armas. En ella habría una iglesia amplia y
llena de cruces y santos” (Fernández, 2010: 40). La ciudad colonial como
reflejo de otra: “Una copia, un armado hecho con los trozos sueltos que la
memoria del conquistador guardaba. Un remedo extraño donde indios visten
ropas de seda y rezan a vírgenes blancas. Una fotocopia desteñida, hecha con
un papel de calco importado, una imitación inventada por la cabeza de
Valdivia” (41). La novela enfatiza el rol de simulacro como copia, remedo,
fotocopia, siempre impreciso, en tanto no logra ser el referente, una forma de
crisis de la ciudad letrada, ya en la línea de Jean Franco, ahora como una
imagen y copia imperfecta.
Por su parte, Fausto, el padre e historiador, “piensa que la Historia es
literatura” (Fernández, 2010: 37). Escribe su propia historia de Chile, además de
tener guardada una novela escrita por él; una reescritura desbordada y delirante
de 10 volúmenes, de donde emergen las cabezas cortadas de Lautaro y Pedro de
Valdivia, que cargan con el simbolismo residual histórico de la violencia. La
Historia, la “muy putona”, no se detiene: “La Historia no acaba” (152). En ese
sentido, el tiempo también es residual: “El pasado tiene la clave. Es un libro
abierto con todas las respuestas. Basta mirarlo, revisar sus páginas y abrir los ojos
con cuidado para caer en cuenta. El pasado es un lastre que no hay cómo librarse.
Es mejor adoptarlo, darle un nombre, aguacharlo bien [...]” (173).
En tanto, la imaginería onírica, que también es imagen, encuentra eco
en la memoria. La Rucia, acostada en el colchón de su casa vieja, “desentierra
recuerdos de su cabeza”, la “memoria nutre a la cabeza en el momento de
dormir, la alimenta con imágenes conocidas y el resultado es una mezcla rara de
cosas ya vistas [...] Los lugares también salen de la tumba. Sitios sepultados por
el olvido emergen nítidos, llenos de olor y ruido (Fernández, 2010: 77). Mezcla
los recuerdos con el sueño, al despertar, “mojada de sudor y con el sexo
babeando humedad”: su residualidad corporal. Al mismo tiempo, visualiza su
pieza “llena de muros dibujados”, donde las “cenizas de su madre la miran
molestas desde la ánfora, pero no dicen nada, ya no pueden hacerlo” (79). La
Conclusiones residuales
B IBLIOGRAFÍA
R ESIDUOS Y RECICLAJE EN LA NARRATIVA
DE P EDRO J UAN G UTIÉRREZ
ISSN: 2014-1130
Recibido: 30/03/2018
vol.º 17 | junio 2018 | 199-209
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.540 Aprobado: 27/05/2018
Alejandro Del Vecchio
Todo sistema creado por el hombre genera residuos, elementos que, excluidos
de su lógica interna de funcionamiento, exigen una gestión particular. “Secreto
oscuro y bochornoso de toda producción”, como dice Zygmunt Bauman, lo
residual dibuja límites imaginarios entre categorías como normalidad y
patología, salud y enfermedad, lo deseable y lo repulsivo, lo aceptado y lo
rechazado. En síntesis, entre el adentro y el afuera del universo humano
(Bauman, 2005: 43). Desde esta línea de pensamiento, Walter Moser señala
que cada sistema cultural tiene que lidiar con la categoría y la realidad de los
residuos dentro de su propia lógica. La basura es definida e identificada de
diferentes modos por diferentes sistemas. Así, bajo ciertas condiciones
sistémicas un mismo objeto puede considerarse artefacto cultural útil y
funcional, o descartarse como residuo. Cada sistema decide dónde traza la
frontera para delimitar lo que está fuera del orden, lo que se considera impuro,
lo que debe rechazarse, y lo que es parte de su normal funcionamiento. Dicho
de otro modo, cada sistema define pertenencia y exclusión.
Como nota Moser, en las últimas décadas, la basura, considerada
durante mucho tiempo como impureza que debía excluirse de la producción
artística, ha efectuado una entrada progresiva en los sistemas culturales de muy
variadas formas. Se trata de un concepto cuyo espesor opera en la encrucijada
de discursos diversos y, por ende, contiene muchas dimensiones semánticas. A
grandes rasgos, como tópico literario, la tematización de los residuos se
remonta a las farsas y sátiras de la antigüedad, sobre todo vinculada a la
representación carnavalesca de los fluidos corporales. Más tarde, la basura
invade los textos literarios como síntoma de la emergencia de las metrópolis
modernas y las sociedades industrializadas. Y desde mediados del siglo XX, el
tópico gana en variedad e intensidad debido, entre otros factores, a la
globalización y la preocupación por el medioambiente (2007).
En este sentido, el concepto de residuo —a partir de dos de sus
dimensiones fundamentales: la estética y la biopolítica— y el de “reciclaje
cultural”, donde además del evidente correlato semántico el prefijo re–contiene
el significado de repetición, son operativos como herramientas para pensar
algunas modulaciones de la literatura cubana de las últimas décadas (con
frecuencia denominada “poscomunista”, “postsoviética” o “posrevolucionaria”);
entre las que destaca la poética de Pedro Juan Gutiérrez.1 Me propongo en este
artículo, por lo tanto, iluminar algunos núcleos de sentido en la narrativa del
escritor cubano desde la consideración de los conceptos mencionados como
contraseñas de lectura.
1
Pedro Juan Gutiérrez (1950) nació en Pinar del Río (Cuba). Es periodista y escritor. Entre sus
relatos se distinguen: Trilogía sucia de La Habana (1998), El Rey de La Habana (1999), Animal
tropical (2000), El insaciable hombre araña (2002), Carne de perro (2003), Nuestro GG en La
Habana (2004), El nido de la serpiente (2006) y Fabián y el caos (2015). Ha escrito varios
volúmenes de poesía, entre ellos: La realidad rugiendo (1987), Espléndidos peces plateados
(1996), Fuego contra los herejes (1998), Lulú la perdida (2008), Morir en París (2008),
Arrastrando hojas secas hacia la oscuridad (2012), El último misterio de John Snake (2013) y la
compilación La línea oscura, poesía seleccionada, 1994-2014 (2015). En 1991 ganó el Premio
Nacional de Periodismo con sus Crónicas de México; en el año 2000 obtuvo el Premio Alfonso
García-Ramos de Novela por Animal tropical; y en 2003 el Premio Narrativa Sur del Mundo
por Carne de perro. Su blog es <https://pedrojuangutierrez.blogspot.com.ar.>.
Mitologías hoy | vol.º 17 | junio 2018 | 199-209 200
Residuos y reciclaje en la narrativa de Pedro Juan Gutiérrez
Residuos
2
La primera, promulgada en 1992 por George Bush, castigaba con sanciones económicas a
filiales de empresas estadounidenses establecidas en otros países que negociaran con Cuba y
prohibía a los barcos tocar puertos cubanos con fines comerciales. La segunda, aprobada por el
congreso norteamericano en marzo de 1996, amenazaba con represalias legales a empresas
extranjeras que mantuvieran relaciones comerciales con la isla y disponía la atribución de
prohibir la entrada de sus accionistas o directores a los Estados Unidos.
3
La categoría “realismo sucio” (más comercial que teórica) deriva del Dirty Realism
norteamericano, representado por escritores como Henry Miller, Raymond Carver y Charles
Bukowski. A grandes rasgos, remite a narrativas centradas en el discurso de los marginados y
caracterizadas por situaciones de excesiva violencia física, sexual y lingüística. En Cuba, los
textos relacionados con esta tendencia escenifican tensiones dicotómicas como
individuo/sociedad, ley/transgresión, utopía/contrautopía.
4
En El Rey de La Habana, suerte de picaresca habanera, se narra la vida de Reynaldo. Tras
fugarse de un correccional, Rey enfrenta el hambre y su condición de homeless mientras el sexo
y la ilegalidad surgen como únicos medios para evadir transitoriamente la crisis.
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Alejandro Del Vecchio
5
La figura de la ruina puede pensarse también como palimpsesto, en el sentido en que Rosalba
Campra habla de “adensamiento del tiempo”, es decir, un signo dual —la ruina es y no es al
mismo tiempo— donde se superponen capas de significación vinculadas con la dimensión
temporal (1994: 23).
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Residuos y reciclaje en la narrativa de Pedro Juan Gutiérrez
Una persona normal se olvida de todas las mierdas de su vida. De las que le
hicieron y de las que hizo. Deja que toda esa mierda sedimente y se seque y
ya no apesta más. Pero un artista convierte esa mierda en materia prima.
Material de construcción. Hace esculturas, cuadros, canciones, novelas,
poemas, cuentos. Todo apestando a mierda fresca. (2006a: 138)
6
Animal tropical, primera novela autoficcional de Gutiérrez, hilvana un contrapunto entre una
Estocolmo lenta, monótona y gris, y una ruinosa, caliente y “rocambolesca” Habana, ciudades
representadas respectivamente por las figuras de las amantes de “Pedro Juan”: Agneta y Gloria.
7
Gramuglio señala además que en torno de esas construcciones puede leerse un conjunto
variado de cuestiones: “cómo el escritor representa, en la dimensión imaginaria, la constitución
de su subjetividad en tanto escritor, y también, más allá de lo estrictamente subjetivo, cuál es el
lugar que piensa para sí en la literatura y la sociedad” (1988: 4), lo que supone además
“imaginar una relación con instancias regidas por otras lógicas: con los sectores sociales
dominantes o dominados, con los aparatos institucionales y con los dispositivos de poder” (7).
8
José Amícola define la autofiguración como “aquella forma de autorrepresentación que
aparece en los escritos autobiográficos de un autor, complementando, afianzando o
recomponiendo la imagen propia que ese individuo ha llegado a labrarse dentro del ámbito en
que su texto viene a insertarse” (2007: 14).
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Alejandro Del Vecchio
Biopolítica
9
En un discurso pronunciado el 13 de marzo de 1963, en las escalinatas de la Universidad de
La Habana para la clausura del acto que conmemoraba el sexto aniversario del Asalto al Palacio
Presidencial, Castro exhortó a los jóvenes revolucionarios a desplegar una suerte de profilaxis
social para eliminar los “focos infecciosos de delincuencia y de vagancia”. Allí sostuvo: “no
podemos dejar de tomar medidas drásticas, porque de otra manera quedaría la sociedad
expuesta al libre albedrío de estos elementos antisociales. Y hay que combatirlo como se
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Residuos y reciclaje en la narrativa de Pedro Juan Gutiérrez
combate una enfermedad, como se combate una plaga, como se combate una epidemia”
(Castro Ruz, 1963).
10
El nido de la serpiente se presentó como “prólogo imprescindible” al Ciclo de Centro Habana,
debido a que recupera la vida juvenil, en Matanzas, del personaje de “Pedro Juan”.
11
En Fabián y el caos, última novela de Gutiérrez hasta el momento, el cubano experimenta con
la temporalidad paralela para contar desde una mirada estereoscópica las vidas del apolíneo
Fabián y el dionisíaco “Pedro Juan” durante los primeros años de la Revolución.
12
En una entrevista otorgada en agosto de 2010 a la periodista Carmen Lira Saade, del diario
mexicano La jornada, Fidel Castro reconoce públicamente su responsabilidad en la persecución
a homosexuales a mediados de los sesenta y la califica como “una gran injusticia” (Saade,
2010). La existencia de las UMAP ha generado un conjunto de obras narrativas y
cinematográficas de gran interés, entre las que destacan la novela Un ciervo herido (2002), de
Félix Viera, y el documental Conducta impropia (1984), dirigido por Néstor Almendros y
Orlando Jiménez Leal.
13
El eufemismo, como puede percibirse, ha constituido un tropo privilegiado en el discurso
revolucionario. Según crónicas de los noventa, el doctor Héctor Terry Molinet, viceministro de
Higiene y Epidemiología, fue despedido de su cargo por haberse atrevido a mencionar delante
de Fidel (prescindiendo de toda floritura retórica) la palabra “hambre”. Así, la anemia
provocada por deficiencias alimentarias, en boca del gobierno parecía devenir anomia: un
“trastorno del lenguaje que impide llamar a las cosas por su nombre” (RAE).
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Alejandro Del Vecchio
Reciclaje
14
“Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada”: palabras célebres del discurso
de Fidel Castro Ruz a los intelectuales en 1961.
15
Me refiero a “Vida en las azoteas”.
B IBLIOGRAFÍA
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conmemorar el VI aniversario del asalto al palacio presidencial”.
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los intelectuales cubanos”. Consultado en
<http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1961/esp/f300661e.html>
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ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 211-224 Recibido: 13/03/2018
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.522 Aprobado: 18/06/2018
Silvina Díaz Orbán
Introducción
Así, al modificar los marcos, las escalas o los ritmos, al construir nuevas relaciones
entre la apariencia y la realidad, entre lo visible y su significación, la experiencia
estética cambia los modos de presentación sensible y las formas de enunciación (67).
1
La denominación de “teatro independiente o alternativo” al modelo oficial atiende
especialmente a la modalidad de producción, basada en la autogestión, y a su desarrollo por
fuera del circuito del teatro oficial.
2
“La Fábrica”, una de las primeras empresas nacionales recuperadas por los trabajadores, luego
del vaciamiento de los años 90, se organiza en forma de cooperativa. A partir del despido de
140 trabajadores y de su quiebre en 1997, los obreros la ocupan en mayo de 1998, nombrando
una nueva comisión directiva y recuperando de este modo las fuentes de trabajo. En su sede
funciona además un centro cultural, un bachillerato popular para jóvenes y adultos, cuatro
profesorados (de Lengua, Matemática, Historia y Biología), una radio, un canal de televisión y
el Museo IMPA dedicado en la actualidad a la investigación y exposición de la historia de la
fábrica y de la industria en la Argentina desde el punto de vista del trabajador. En 2001 fue
declarada Bien de Interés Cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
francés recurre, en este mismo sentido, a las palabras vertidas por Craig Owens3
cuando sostiene que son las “ruinas descompuestas de la historia” las que
aparecen en las obras de carácter posmoderno.4
A partir de la anécdota de un hijo que busca a su padre desaparecido,
Los Murmullos, de Luis Cano —que tomamos como paradigma de una serie de
obras que abordan la historia reciente desde discursividades no lineales y
paradigmas estéticos diversos— propone una relectura de los últimos años de la
historia argentina para reflexionar, al mismo tiempo, sobre el momento de su
producción, en 2002, en plena crisis política, social e institucional. Y ello por
medio de un lenguaje deliberadamente hermético que no pretende develar
“verdades” sociales o existenciales sino instaurar una determinada metáfora
epistemológica (Eco) que articula miradas/lecturas posibles, singulares y
parciales, pero indefectiblemente imbuidas por las variables sociohistóricas.
Acordamos con Rancière (2010) cuando señala, en este sentido, que la potencia
política del teatro no concierne a la validez moral o política del mensaje
transmitido por el dispositivo representativo, sino al dispositivo mismo y que la
eficacia estética se afirma en “la discontinuidad entre las formas sensibles de la
producción artística y las formas sensibles a través de las cuales ésta se ve
apropiada por espectadores, lectores u oyentes” (58).
Acorde a la concepción de “obra inorgánica”, Los murmullos se basa en
una estructura fragmentaria. Su principio constructivo más destacado es
justamente la cita paródica de una multiplicidad de discursos (históricos,
políticos, artísticos), imágenes y referentes sociales dispuestos en un entramado
en el que pierden su contexto original de enunciación. Es inevitable recordar,
en este punto, la caracterización que realiza Zygmunt Bauman de la “cultura
líquida”, en la que los materiales de la historia —y, por lo mismo, de la historia
del arte—, separados de los valores ideológicos y de los contextos específicos en
los que surgieron, aparecen en su condición de signos, desvitalizados, vacíos,
reutilizables. La trama alterna entre escenas de un realismo estremecedor e
imágenes poéticas que se deslizan del horror al patetismo, articuladas y
organizadas por medio de un montaje evidenciado como tal, que no confluye
en la recomposición de la totalidad. Un verdadero collage de restos del pasado
que se mueven entre el archivo y la subjetividad de la memoria.
El uso deconstructivo de la lengua, la cita y la desacralización paródica
responden también a la voluntad de desarticular los discursos históricos
oficiales, al tiempo que conforman una intertextualidad abierta que refuerza la
idea de acumulación, saturación y desmesura en todos los niveles del
espectáculo.
3
Rancière alude al texto de Craig Owens (1998), “The allegorical impulse: Toward a Theory
of Postmodernism”, en The Art of Art History: A Critical Anthology. Nueva York, Oxford Press,
pp. 315-328.
4
En el caso del teatro, el concepto de posmodernidad no implica la existencia de un movimiento
homogéneo que responda a una serie de criterios estilísticos o temáticos, sino más bien una nueva
concepción del texto y la comunicación a partir del rechazo de un modelo específicamente
dramático: un texto escrito especialmente para la escena y la noción de obra bien articulada con
personajes e intriga claras. Lejos de proponer una visión concreta de la historia o de la realidad
social, cada obra busca instaurar una pluralidad de lecturas que ofrecen al espectador la
posibilidad de construir un sistema de sentidos (Pavis, 1990: 59; cursivas del original).
Precisamente con esa finalidad se creó “Teatro por la identidad” en el año 2000
por iniciativa de un grupo de dramaturgos, actores, directores, escenógrafos y
músicos, remedando en muchos aspectos al movimiento de “Teatro Abierto”.
Pero si éste último se constituyó, a partir de 1981, en un verdadero emblema
de resistencia frente a la violencia y a las prácticas represivas del terrorismo de
Estado, el ciclo “Teatro por la identidad” —que se viene realizando
ininterrumpidamente hasta la actualidad— tiene otro propósito: colaborar con
las Abuelas de Plaza de Mayo en la búsqueda de los hijos de los desaparecidos,
apropiados ilegalmente durante la dictadura. Así, al compromiso de la denuncia
ANA: Un jardín, el olor de las flores, el sol, el sol ilumina una parte del
jardín pero el patio queda en la sombra porque está el pino. Se siente una
frescura que viene del patio. La pecera. Unas baldosas enormes con
pintitas. De pronto en el patio, sobre las baldosas enormes con pintitas,
zapatos muy grandes, que no son zapatos, tienen cordones muy largos.
Muchos pares de esos zapatos que no son zapatos, se juntan, se separan,
caminan sobre el piso de pintitas. Cada par de zapatos es también un par
de pantalones marrón claro, sólo puedo ver los pantalones hasta la
cintura. El eco de un llanto ahogado, una súplica, el llanto de un bebé,
un llanto que no se interrumpe. (Levy- Daniel, 2009: 30)
Reflexiones finales
B IBLIOGRAFÍA
Global Residues: Garbage Dumps and the Right to the City in Brazil.
Regarding Ilha das Flores by Jorge Furtado (1989) and Boca de Lixo
by Eduardo Coutinho (1992)
DANIELA DORFMAN
UBA/CONICET, UNIVERSIDAD TORCUATO DI TELLA (ARGENTINA)
dorfman1@bu.edu
ISSN: 2014-1130
Recibido: 31/03/2018
vol.º 17 | junio 2018 | 225-243
DOI: https://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.549 Aprobado: 02/06/2018
Daniela Dorfman
En tanto que los espacios son siempre un lugar de disputa material y simbólica
y el uso artístico que se hace de ellos constituye una acción política, quisiera
pensar dos documentales que entre 1989 y 1992 se adentran en basureros de la
periferia brasileña: Ilha das flores de Jorge Furtado (Isla de las flores, 1989) y
Boca de lixo de Eduardo Coutinho (Boca de basura, 1992). Mi propuesta es que
desde estéticas y posiciones muy diferentes, tras un acercamiento a un espacio
donde familias enteras viven de la basura, estos films reflejan divisiones
socioeconómicas tan profundas que sacuden las estructuras sostenidas por la
fantasía totalizadora de la existencia de “un” mundo, se constituyen en un
dispositivo que altera los regímenes de visibilidad de esos espacios, y
testimonian la urgencia de lo que Bruno Latour llama “políticas de
ensamblaje”, es decir, que permitan construir “un mundo común” —a common
world (Latour, 2005: 27).
Para pensar esos problemas, considerando que el uso y la distribución
de los espacios puede definir una cultura, y como parte de mi investigación más
general sobre “cultura legal” y nociones de justicia en el Cono Sur y Brasil,
analizo desde una perspectiva de “spatial justice” (Soja, 2009) políticas recientes
que por un lado buscan garantizar el Derecho a la ciudad (Lefebvre; Harvey) y,
por otro, aplican nuevos mecanismos de exclusión, invisibilización y
criminalización de la pobreza (Wacquant; Sassen) en Brasil. La discordancia de
estas políticas pone en evidencia el problema representado por la gestión de
estos excedentes que el capitalismo y la globalización, a la vez, producen y
descartan, además de reflejar la doble naturaleza de los restos que, producidos
por el sistema, lo constituyen y lo amenazan.
La necesidad de una perspectiva espacial en el pensamiento
contemporáneo fue señalada por Michel Foucault ya en 1967, cuando un
grupo de arquitectos lo invita a hacer un “estudio del espacio”. En esa ocasión
Foucault sostiene que mientras la gran obsesión del siglo XIX era con la
historia, con la acumulación del pasado, y con el desarrollo, las ansiedades
contemporáneas en cambio tienen que ver con el espacio más que con el
tiempo. Afirma entonces que el presente es una era del espacio, de la
simultaneidad y de la yuxtaposición, y propone interpretar las “geografías
humanas” (1984: s/p) de esta nueva época que define como “la época de lo
próximo y lo lejano, de lo uno al lado de lo otro, de lo disperso. Estamos en un
momento en que el mundo se experimenta, creo, menos como una gran vida
que se desarrolla a través del tiempo que como una red que une puntos y se
entreteje” (s/p).
Foucault adelanta, entonces, algo que Bruno Latour va a retomar
cuarenta años después cuando proponga que “tal vez se pueda decir que
algunos de los conflictos ideológicos que animan las polémicas actuales se
desarrollan entre los piadosos descendientes del tiempo y los habitantes
encarnizados del espacio” (Foucault, 1984: s/p). Hacia el final del artículo voy
a retomar esto, pero me interesa tenerlo presente ahora para pensar las películas
porque, en mi opinión, este desacuerdo entre los “devotos del tiempo” y los
“devotos del espacio” todavía define posiciones y políticas a la hora de enfrentar
la existencia de un otro.
3
“Doña Anete es un bípedo, mamífero católico apostólico romano”.
4
“El señor Suzuki es un japonés, y por lo tanto un ser humano”.
Para lograr eso, uno de los principios constructivos a los que Coutinho recurre
en las últimas dos décadas es la filmación dentro de espacios demarcados: una
En Breves viajes al país del pueblo (1991) Jacques Rancière analiza obras
literarias, películas y documentos de autores que en diferentes lugares del
mundo y en distintos momentos históricos realizaron el traslado “fuera de la
ciudad y de los libros […] para recoger la realidad viva” (1991: 8): artistas,
intelectuales, historiadores, que se encuentran en la realidad con el pueblo del
que han leído, al que han estudiado, incluso escrito o representado en alguna
forma. Rancière llama “viajes” a ese traslado aunque no se trate, dice, “de islas
lejanas o paisajes exóticos” sino de viajes “al final de la línea de transportes
urbanos” porque “ofrecen al visitante la imagen de otro mundo”, el mundo de
la clase trabajadora, del pueblo (1991: 7). Diez años después, en
“Arithmétiques du people (Rohmer, Godard, Straub)” (2002), donde analiza
películas de estos tres cineastas, Rancière define no al pueblo mismo sino una
“visión” del pueblo como algo que se multiplica sin razón y desborda ahí donde
nada tiene que hacer. Con este pueblo así visto, definido por su falta de
función, por su carácter de excedente y, en tanto tal, por estar siempre fuera de
5
“Gracias a éste pequeño monstruo de vidrio y acero, ya nadie es el mismo”.
lugar, cada sociedad arma sus relatos y cada artista su “viaje al país del pueblo”
en busca, dice él, de un “espectáculo imprevisto de otra humanidad, descenso a
los infiernos, llegada a la tierra prometida” (1991: 7).
Coutinho busca diferenciarse del ideal —alimentado por buena parte de la
intelectualidad de izquierda entre los años 1950 y 1960 y por el Cinema Novo del
que fue contemporáneo— del intelectual que expresa al pueblo sin voz. En una
nota sobre la mirada en el documental y en la TV él, que se hizo documentalista
después de trabajar durante la década de los setenta en el Globo Repórter, critica que
“el pueblo es visto en la TV como una especie rara de orquídea que conviene mirar
con distanciada consideración, o por el contrario, desde muy cerca, como un
ingenuo repositorio de folclore y de ‘sabiduría’” (Coutinho, 2013: 17); y es para
evitar eso que él muestra la negociación del acercamiento.
Primero, cuando llega con sus cámaras al basurero, los recolectores se
esconden, rehúyen las cámaras, se tapan las caras, le dan la espalda.
Jurema, uno de los pocos personajes que le habla en esa instancia, le explica que
“As pessoas têm vergonha de passar na televisão. Eu tenho vergonha”6, que
“não precisa a televisão ficar falando pra Deus e o mundo assim como ela fala”.7
6
“Las personas tienen vergüenza de salir en televisión, yo tengo vergüenza”.
7
“No es necesario que la televisión le hable a dios y al mundo de la forma en la que le habla”.
— Que que vocês ganham com isso? Pra ficá botando esse negócio na
nossa cara?”
—Para mostrar como é a vida real de vocês...
—Sabe pra quem o senhor devia mostrar? Devia mostrar pro Collor.8
8
—¿Qué ganan ustedes con eso? ¿Para tirarnos ese asunto en la cara?
—Para mostrar como es la vida de ustedes
-—¿Usted sabe a quién se lo debería mostrar? Se lo debería mostrar a Collor.
Creo que esa posibilidad le da a la persona poder para decir que la basura es
buena o mala, que ella come o no come allí… ofrecer al interlocutor la
sensación de que no será penalizado por ser pasivo o activo, consciente o
inconsciente, católico o umbandista, o lo que fuera. (2013: 25)
Al principio vimos que Foucault planteaba una preocupación por las formas de
almacenamiento, identificación, y clasificación de “elementos humanos” que
produciría la nueva era de emplazamientos y de relaciones de proximidad. En
marzo de 2001, en su charla sobre el surgimiento de nuevas formas de pobreza,
Wacquant dice que hoy en día:
11
Ante la falta de una forma sustantiva para “vivir juntos” en español conservo el término
inglés cohabitation, porque pienso que es el que mejor mantiene el significado político de un
cohabitar fuera del ámbito doméstico, de habitar el mismo barrio, la misma ciudad, país, o
mundo con nuestras pasiones, demandas, e intereses contradictorios.
12
El concepto de Aglomerado Subnormal surge en 1987, y en 2006 el Instituto Brasileiro de
Geografia e Estatística (IBGE) inicia un trabajo para ampliar su conocimiento de las
características de esos sectores. En la actualidad se considera aglomerado subnormal al conjunto
constituido por cincuenta y una o más unidades habitacionales caracterizadas por la ausencia de
título de propiedad y por irregularidad en las vías de circulación y de tamaño y forma de los
lotes, y/o carencia de servicios públicos esenciales como recolección de basura, red de cloacas,
agua, alumbrado público, etc. Estos aglomerados surgen como resultado de la especulación
inmobiliaria y agraria y del esparcimiento del tejido urbano y de la periferización de la
población principalmente por la migración del campo a la ciudad. Para más información, véase:
<http://geocrimes.com.br/aglomerados-subnormais-conceito-e-contextualizacao/>
Este cambio radical en la visión del mundo exige, entonces, que modifiquemos
nuestra idea de política:
The question is no longer: “Are you going to disappear soon? Are you
the tell tale of something new coming to replace everything else? [...] An
entirely new set of questions has now emerged: “Can we cohabitate with
15
“¿Cómo deshacerse de eso?”.
16
“Los filósofos definen el tiempo como una ‘serie de sucesiones’ y el espacio como una ‘serie
de simultaneidades’ […] nosotros hemos cambiado tanto de época que hemos pasado de la era
del tiempo a la era de la Simultaneidad. Ya nada, parece, acepta simplemente vivir en el pasado,
y nadie se siente intimidado por los adjetivos ‘irracional’, ‘atrasado’, o ‘arcaico’ […] Todo
devino contemporáneo […] La era de la Revolución, la gran Simplificadora, ha sido
reemplazada por una era de cohabitation, la gran Complicadora. En otras palabras, el espacio ha
reemplazado al tiempo como gran principio ordenador”.
17
“Imaginá que tenés la responsabilidad de ensamblar un grupo de voces alborotadas, intereses
contradictorios y demandas virulentas. Ahora imagináte que se te ofrece una oportunidad
milagrosa […] de deshacerte de la mayoría de ellas. ¿No aceptarías semejante solución como un
regalo del cielo? Eso es exactamente lo que pasaba […] La marcha purificadora del progreso
iba a volverlas demodé. Se podía olvidar sin riesgos dos tercios de esas voces, y así la tarea de
ensamblarlas se simplificaba en la misma medida”.
you? Is there a way for all of us to survive together while none of our
contradictory claims, interests, and passions can be eliminated?”. (Latour,
2005: 30)18
En ese sentido dije al comienzo que el desacuerdo entre los “devotos del
tiempo” y los “devotos del espacio” todavía define posiciones y políticas a la
hora de enfrentar la existencia de un otro. En esta época de contemporaneidad
y de proximidad, en que la pregunta política pasa a ser cómo vivir juntos, cómo
podemos sobrevivir y convivir con nuestras pasiones, demandas, e intereses
contradictorios, la tarea —dice Latour— es construir un mundo común,
componer un ensamblaje de diferencias ‘que no buscan ser conciliadas’ sino
que deben encontrar cómo convivir en el disenso.
Los mecanismos de exclusión espontánea y programada, la
invisibilización de la pobreza, su criminalización, y su desconexión socio-
económica y espacial, tienen como telón de fondo este cambio de la “era del
tiempo” a la “era del espacio”, una era que trae consigo problemas de co-
existencia, de lo que Latour llama “cohabitation”, y que exige no una ley o un
estatuto sino un cambio radical en la política. En tanto, como ya dije, el uso
artístico que se hace de los espacios constituye una acción política, Ilha das
flores y Boca de lixo, a pesar de sus maneras diferentes de comprender y
representar la otredad y la pobreza y sus maneras incluso opuestas de acercarse a
esta realidad, señalan los restos que el capitalismo y la globalización descartan y
reflejan divisiones socioeconómicas tan profundas que refutan la fantasía
totalizadora de la existencia de “un” mundo y, así, evidencian la necesidad y la
urgencia de una política de cohabitation. En definitiva, se constituyen en un
dispositivo capaz de alterar los regímenes de visibilidad de esos espacios y de
promover esa política de ensamblaje propuesta por Latour que haga posible,
finalmente, vivir juntos.
B IBLIOGRAFÍA
18
“La pregunta ya no es: ‘¿Vas a desaparecer pronto? ¿Sos el indicio de algo nuevo que viene a
reemplazar todo lo demás?’ […] Un conjunto de preguntas completamente nuevo ha surgido:
‘¿Podemos vivir juntos? ¿Hay alguna manera de que sobrevivamos todos pese a que ninguna de
nuestras demandas, intereses y pasiones contradictorias puede ser eliminada?’”.
THE POLIS BLOG (seudónimo) (s/f), “Implementing the Right to the City in
Brazil?”, Smart Cities Dive Blog. Consultado en
<https://www.smartcitiesdive.com/ex/sustainablecitiescollective/impleme
nting-right-city-brazil/30417/> (07/03/2018).
WACQUANT, Loïc (2006), “Castigar a los parias urbanos”, en Antípoda, n.º 2,
pp. 59-66.
MIEKE BAL
UNIVERSIDAD DE ÁMSTERDAM (PAÍSES BAJOS)
mieke.g.bal@gmail.com
Abstract: this essay reflects upon the esthetic appearance of today’s city,
built on waste, and even garbage. It takes up and elaborates a previous
approach to this subject in 2004, through a documentary on urban
landscape, specifically, Berlin’s, under the influence of migration. The
author focuses on the texture of the city based not so much on the
technological innovations that continue to spend fossil energies, as on
the remainders, the “filth” linked to the customs migrants carry from
their homes. Mieke Bal is interested, in particular, in the custom of
eating seeds in public spaces, from which she develops a look on urban
culture “from below”, making visible other social textures.
Keywords: Glub (Hearts), City, Social Texture, Narrative Seeds, Urban
(Intercultural) Waste, Migrations
1
Traducido por Delia Boyano; editado y complementado por Adriana López-Labourdette.
ISSN: 2014-1130
Recibido: 10/03/2018
vol.º 17 | junio 2018 | 245-265
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.570 Aprobado: 30/04/2018
Mieke Bal
2
Sobre la cultura de la pantalla en el paisaje urbano, véase los trabajos de Nanna Verhoeff. Un
ejemplo es el artículo “Interfaces of Media Architecture”, en Alexander Wiethoff and Heinrich
Hussmann (eds.), Media Architecture: Using Information and Media as Construction Material
(Grundfragen der Informationsgesellschaft). Berlín, De Gruyter Mouton, pp. 43-58.
3
Para la película, véase <http://www.miekebal.org/artworks/films/glub-hearts/>; y las
instalaciones en <http://www.miekebal.org/artworks/installations/glub-hearts/>. Ambas han
sido realizadas en colaboración con Shahram Entekhabi.
Los musulmanes al igual que los alemanes están… cómo decirlo… entre
dos culturas. Ellos pusieron al descubierto cómo nos entendemos,
disfrutando, sentándonos juntos, hablando, y comiendo semillas. Ellos
captaron la esencia de ese acto, ese sentimiento… y de este modo
compran 200-300 gramos de semillas y se sientan, comiéndolas, toda la
noche en frente de la tele. (Transeúnte anónimo en Berlín)
Sólo en una concepción precisa y específica de la estética puede este espacio ser
de ayuda para acercarnos a la cotidianeidad urbana post- y (no necesariamente)
neo-colonial. En el clima político actual, una visión responsable de lo que la
estética puede significar y puede (hacernos) llevar a cabo parece
indudablemente urgente. Necesitamos una estética en tanto actitud o “ética”,
que sea políticamente productiva. De hecho, necesitamos una estética
igualmente decisiva, cuando ejercemos una actitud de reconocimiento y al
mismo tiempo de diferencia, tal y como lo articula Kaja Silverman bajo la
noción de “mirada productiva” (1996 [2009]). Según mi interpretación del
punto de vista de Alexander Gottlieb Baumgarten, filósofo de mediados del
siglo XVIII, la estética se vincula a los sentidos en el espacio público.5 Esto
invita a encuentros que a su vez propician la escucha de historias contadas. La
presencia de las poblaciones recién llegadas plantea la problemática de la
5
Alexander Gottlieb Baumgarten publicó en Aesthetica (1750) un ensayo en forma de tratado
que aún no ha sido traducido al inglés. He usado la edición alemana del 2007. Para una
informativa reseña, véase Tomáš Hlobil (2009), “Review of Baumgarten 2007”. Estetika: The
Central European Journal of Aesthetics, n.º XLVI/I, pp. 105-110. La noción de “devenir”
propuesta por Gilles Deleuze proviene en buena medida de los aportes de Baumgarten. Véanse,
por ejemplo, sus ensayos recogidos en Essays critical and clinical. Minneapolis, University of
Minnesota Press, 1997; y Deleuze, Gilles y Félix Guattari (1986), Kafka: Toward a Minor
Literature, Dana Polan (trad.), Minneapolis, University of Minnesota Press. Para una
interpretación en esta línea, remito a João Biehl y Peter Locke (2010), “Deleuze and the
Anthropology of Becoming”, Current Anthropology, vol. 51, n.º 3, pp. 317-351.
visibilidad. Cuanto más visibles sean estas en tanto grupo, sin embargo, más
fácil resultará para la cultura anfitriona percibirlos en términos de diferencia, en
una visión siempre en peligro de caer en el racismo o en sus formas mitigadas
de exotismo y condescendencia. Las semillas en el espacio público, en el suelo,
crean una diferencia que para algunos llega a ser envidiable.
La bella metáfora de las memorias luchando para conseguir una forma, por lo
tanto, una visibilidad, alude al psicoanalista Christopher Bollas, quien aplica la
metáfora al pensamiento, a ideas, no a memorias:
A menudo encuentro que aunque estoy trabajando en una idea sin saber
exactamente qué es, pienso, estoy comprometido en pensar una idea que
se esfuerza en tenerme pensando en ella. (1987: 10)
Los barrios de inmigrantes tienen más cáscaras en el suelo que los barrios más
cerrados en sí mismos, burgueses. Como resultado, aquellos atraen más pájaros,
en particular palomas. Alimentar palomas es una actividad de turistas.
Entonces, las semillas conectan desplazamientos a largo plazo a través de la
migración con las excursiones a corto plazo del turismo. Los ‘pájaros’
transportan semillas, y ahora las ‘personas’ lo hacen transportando un hábito
cultural desde otro lugar hasta Europa Occidental. Mientras el mundo del arte
parcialmente se movía desde los barrios occidentales, Kreuzberg, en el Este, se
había convertido en el área más notablemente animada por inmigrantes y sus
restaurantes, y este, de hecho, se puso de moda, “candente”, durante la
filmación de la película.
Como el Berlín del Este después de la caída del muro, las semillas
contienen el potencial de crecer, de florecer, de evolucionar, cambiar y
reproducirse. Tanto en la postura del cuerpo que impone la ingesta de estas
semillas, como en las connotaciones adjuntas a ellas, se inscribe en esta
costumbre un sutil elemento de género. Es obvio que las semillas recuerdan a
todos su propio potencial para crecer y multiplicarse.
Las semillas también son alimento. Ingeridas entre las comidas, casi
permanentemente, ellas constituyen una forma de no-comida. Esta función de
la semilla como comida extraoficial conecta a la semilla con la invisibilidad y lo
amorfo, pero su consumo constante, que provoca los sonidos al quebrarlas, los
olores, y el desecho que cambia tanto el aspecto de la calle como el sonido del
andar, la hace al mismo tiempo ser híper-visible. Las semillas se relacionan
menos con la religión como una connotación de la idea de migrar, que con el
desempleo en las tierras natales, las cuales, otorgando poco dinero y mucho
tiempo, a la vez explica y justifica la migración como un derecho humano.
Sabes que nuestra gente tiene poco trabajo, así que tienen mucho tiempo
libre y compran glub, lo comen, para pasar el tiempo… se convierte en
algo así como una tradición, la gente lo come con la familia para pasar la
tarde, con toda la familia algunas veces; es muy bonito lo que he
escuchado de que se está extendiendo ahora fuera, hacia otros países
europeos de modo que ellos compran GLUB, lo comen, para pasar el
tiempo… se convierte en algo así como una tradición. (Tarek Mehdi,
entrevistado en Berlín por Mieke Bal sobre Glub/hearts, 2003/2004)
Reconociendo que esta forma del comer es una “tradición inventada”, Tarek
Mehdi llama la atención sobre la situación de desempleo y aburrimiento. No
hay necesidad de idealizar la situación que este hombre describe, o negar que la
situación tiene sus raíces en el colonialismo tras la poscolonialidad, para seguir
viendo la resiliencia cultural expresada en estas pocas palabras. Sumándose al
evidente disfrute de la ingesta de glub, el entrevistado evalúa también el vínculo
social resultante.6
El cruce de comer semillas y arte, dos ámbitos hasta ahora
desconectados, abren un gran número de inesperadas conexiones. Lo amorfo de
la gran cantidad de semillas sobre el suelo, por ejemplo, produce a veces formas
bellas, y a veces la necesidad de centrarse en las caras y las bocas de las personas
que las comen o, en este sentido, de hablar sobre este hábito de alimentación.
Al tiempo que la película avanza, también nos volvemos conscientes de la
relación próxima tanto entre la invisibilidad o la híper-visibilidad de las
6
Tarek Mehdi fue el personaje principal y la principal fuente de inspiración de mi primera
película, 1001 jours (2002). Después ha participado en varios otros proyectos. Véase
<http://www.miekebal.org/artworks/films/mille-et-un-jours/>.
Como he sugerido antes, una parte esencial del fenómeno analizado —y otra
herramienta para el análisis que complementa el trabajo intelectual— es la
exuberante narración que tuvo lugar durante la grabación. El no-tema, la no-
sustancia, y el no-concepto de las semillas impulsaron claramente a las personas
con quienes hablamos —desde gente en la calle, compradores y comerciantes,
hasta artistas, comisarios, o programadores de ordenadores— a irrumpir
prácticamente en una narración, tan pronto como deducían que el consumo de
semillas era el tema de la película. Esta generosidad lingüística sugirió una
instalación extendida de vídeo.
Para esto enlazamos aquellas historias que eran demasiado largas o, por
otras razones, no adecuadas para la película (de tan sólo 30 minutos), y las
pusimos en una de las dos bandas sonoras. La otra pista registra el sonido de
romper y comer las semillas, y escupir las cáscaras. En monitores frente a las
pantallas en las que la película se estaba proyectando, mostramos los torsos de
un gran número de individuos comiendo semillas, mirando a cámara, frente a
un fondo blanco. El sonido de comer, producido por los individuos haciendo
contacto visual con el espectador de la instalación, refuerza, refleja y responde
B IBLIOGRAFÍA
CREACIÓN
D ECANTAR EL RESIDUO .
MANUSCRITOS Y POEMAS
EDUARDO LALO
Sus sures
trazan
palabras de tierra
(a César Salgado)
ISSN: 2014-1130
vol. 17 | junio 2018 | 269-273
DOI: https://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.571
Decantar el residuo
CREACIÓN
D IÁLOGOS ENTRE SOM BRAS Y HUESOS : UNA LECTURA
CONTRASTIVA ENTRE EL D IÁLOGO ENTRE A TAHUALPA
Y F ERNANDO VII EN LOS C AM POS E LÍSEOS (1809), DE
B ERNARDO DE M ONTEAGUDO Y M ONTEAGUDO . A NATOM ÍA
DE UNA REVOLUCIÓN (2016), DE M ARCOS R OSENZVAIG
ISSN: 2014-1130
Recibido: 06/11/2017
vol.º 17 | junio 2018 | 277-291
Aprobado: 17/01/2018
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.497
Betina Campuzano
1
A propósito de un corpus textual que incluye novelas brasileñas recientes, Luz Horne entiende
que esta vuelta al realismo se halla lejos de las escrituras sólidas decimonónicas, de la
verosimilitud clásica y de los narradores omniscientes. El realismo contemporáneo construye un
“efecto de lo real”, a partir de procedimientos narrativos más cercanos a una estética
vanguardista.
2
En adelante, NNH.
[…] una novela histórica es aquel artefacto narrativo que permite al autor
y al lector visitar una época pasada, no importa cuál lejana o cercana sea,
con los personajes que existieron o pudieron existir, con los espacios y
tiempos que se convierten todos en fenómenos literarios que ayudan a los
hombres de hoy a conocerse mejor. (2009: XIII)
3
Recordemos que Pablo Montoya es reconocido tanto por su producción literaria, cuyo
exponente más galardonado ha sido Tríptico de la infamia (2014), que recibió el Premio
Rómulo Gallegos, como por su sistematización crítica de la novela histórica colombiana en
Novela Histórica en Colombia 1988-2008. Entre la pompa y el fracaso (2009).
4
La contraportada dice: “Desde la pura invención, Marcos Rosenzvaig crea un vínculo entre el
médico y los huesos de Monteagudo, que son la voz del revolucionario. La novela se construye
a partir del diario íntimo del forense, en cuyo relato se filtran las palabras del patriota”. En
reseñas y entrevistas aparecidas en el diario Clarín y en La Gaceta Tucumán no hay
clasificaciones genéricas de la novela, aunque sí se insiste en las fuentes consultadas por el autor.
5
Dice Nicolás Munilla en una reseña publicada en un medio digital a propósito de la
publicación reciente del libro: “A pesar de que no efectúa una reconstrucción fidedigna de la
historia, Rosenzvaig toma muchos elementos históricos reales, tanto de Monteagudo como de
la autopsia que se le practicó casi un siglo después, y crea una narración que, además de
visibilizar la vida y obra del revolucionario, se introduce en hondas reflexiones sobre la muerte,
el amor, los prejuicios, ideales y las guerras de independencia hispanoamericanas, entre otras”
(2016: en línea).
6
Cabe mencionar que, además de la novela que nos compete, en 2010 se publicó La venganza
de los patriotas, de Miguel Bonasso, que entre la épica y el policial, y a partir del asesinato de
Monteagudo y el accionar de San Martín y de Bolívar, reconstruye la gesta decimonónica.
7
“Con estas salvedades debe entenderse el contenido de la casi totalidad del pensamiento
escrito de los hombres de la Emancipación. Expresó un conjunto de modelos preconcebidos
para una realidad que se supuso inalterable, pero que empezó a transformarse en el mismo
instante en que ese pensamiento fue formulado. Eran modelos que tenían un pasado claro y
conocido, pero que tuvieron un futuro incierto y confuso” (Romero, 1977: 11).
8
Así lo enuncia Rosenzvaig en una entrevista para Télam: “—¿Por qué le interesó? ¿Qué le
llamó más la atención de su ideario revolucionario? —Por tucumano, por no provenir de una
familia patricia, por ser el único hijo vivo entre diez hermanos muertos y, por, sobre todo,
porque la historia no le dio el lugar que merecía” (Cordeu, 2016). También así lo sugiere Elena
Altuna cuando afirma: “La importancia de esta polémica figura aparece, sin embargo, algo
opacada frente a la de otros actores del momento, cuyo estatuto de ‘héroes’ seguramente incide
en la consideración de este difusor de la independencia” (2004: 341).
que permitiría organizarla sin los vicios europeos está casi al alcance de la mano
de los revolucionarios de mayo […] Las tensiones utópicas se manifiestan en
encendidos programas que la realidad no siempre cumple” (2009: 130).
Resulta novedoso el aporte crítico de Elena Altuna, quien considera que
el diálogo de sombras puede ser una de las caletas de las literaturas heterogéneas9
en la coyuntura independentista, pues reúne aportes del neoclacisimo y del
incaísmo; a lo que podríamos agregar, recordando la propuesta de Miguel Rojas
Mix y José Luis Romero, los evidentes aportes del pensamiento de la
Ilustración y el conocimiento sobre los eventos ocurridos en Estados Unidos en
1776 y en Francia en 1789, que también están funcionando en el escrito
emancipatorio. Entonces, por un lado, hallamos elementos propios del
neoclasicismo (la elección del género “diálogo”), imágenes grecolatinas (el
escenario de los Campos Elíseos o la remisión a la figura de Eneas que, al
descender a los infiernos, conversa con familiares) o el registro político. Así,
puede verse desde el inicio mismo del diálogo:
En cosa de trescientos años que las delicias disfruto de estos Campos Elíseos,
nunca deja la memoria de mis trágicos sucesos de atormentarme algún tanto.
Mas hacia mí se encamina un hombre que según signos parece ser español, y
quiero, por si llega recién, llamarlo a preguntarle lo que en mi tierra pasa
[…]
I: —¿No es cierto, di, Ferdinando, que siendo la base y único firme
sustentáculo de una legión y bien fundada soberanía, la libre, espontánea y
deliberada voluntad de los pueblos en la cesión de sus derechos, el que,
atropellado este sagrado principio, consiguiese subyugar una nación y
ascender al trono sin haber subido por este sagrado escalón, será en vez de
Rey un tirano a quien las naciones le darán el nombre de usurpador? (1977:
64-65)
Por otro lado, incorpora elementos propios del incaísmo como la visión
idealizada y pacífica del Imperio Incario que nos remite sin duda a los
Comentarios reales (1609), del Inca Garcilaso de la Vega: “Saben, en fin, que
9
Se refiere al concepto acuñado por Antonio Cornejo Polar para referirse a aquellas literaturas
en las que uno de los elementos de la situación comunicativa corresponde a un universo
sociodiscursivo diferente. Si bien el crítico peruano está pensando inicialmente en el caso
indigenista cuando formula este concepto, cabe señalar que dedica varios trabajos al siglo XIX.
Entre ellos, podemos mencionar la relevancia de la producción de Mariano Melgar como poeta
de la emancipación, como también novelas posteriores enmarcadas dentro de los proyectos
fundacionales.
estos monarcas descienden igualmente que tú, de infinitos reyes, y que bajo de
su dominio disfrutan perfectamente sus vasallos de una paz inalterable” (1977:
66). En este sentido, recordemos que la producción garcilasiana en el escenario
colonial ha sido leída por la crítica en términos de “protonacionalidad”: el Inca
enaltece la figura del Incario y reconfigura por medio de la filología su autoridad
como traductor y conocedor de la cultura andina, a fin de reposicionar a las élites
cusqueñas dentro del nuevo orden colonial. Así construye un discurso que exalta
la armonía y el mestizaje, base de los proyectos fundacionales de las naciones que
se desarrollarán en el siglo XIX.10 Además, esta misma exaltación de la figura del
Inca subyace en la propuesta de una monarquía incaica en el pensamiento tanto
de Monteagudo como de San Martín.
Vemos cómo el incaísmo se imprime en la figura enaltecida de un
Atahualpa que gana la partida argumentativa frente a un ausente y derrotado
Fernando VII quien, a lo largo del diálogo, va quedándose sin justificaciones.
De este modo, Atahualpa demuestra la usurpación y los crímenes cometidos
por la codicia de los españoles en el suelo americano a partir de una hábil
analogía con la usurpación francesa de Napoleón Bonaparte, legitimando así los
propósitos libertarios de las colonias. Además, hay en la progresión de este
argumento, con el que se construye el conocido “silogismo de Chuquisaca”,
una clara remisión al discurso lascasiano: denuncia los vejámenes de la
conquista esbozando la crueldad y ambición de los españoles, que no actúan
cristianamente, frente a la bondad y mansedumbre de los indios, quienes sí
tendrían condiciones para ser buenos cristianos:
10
Para estas cuestiones, remitirse a los ineludibles referentes de los estudios andinos: Escribir en
el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad sociocultural en las literaturas andinas (1994), de Antonio
Cornejo Polar; y La literatura peruana en el periodo de estabilización colonial (2000), de Carlos
García Bedoya.
11
“Así, la primera impresión de Las Casas, que es acertada, se ve neutralizada porque está
convencido de la universalidad del espíritu cristiano: si esa gente es indiferente a la riqueza, es
porque tiene una moral cristiana” (Todorov: 2003: 201).
12
Remitirse a “La Universidad de San Francisco Xavier en los sucesos de 1809 en el Alto Perú”,
de Javier Mendoza Pizarro, citado en bibliografía.
13
La cursiva corresponde al texto original y marca la voz del forense.
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AGUSTINA IBAÑEZ
UNIVERSIDAD NACIONAL DE MAR DEL PLATA-CELEHIS (ARGENTINA)
agustinaibanez@hotmail.com
Abstract: the next article addresses how allegory, fragment, and ruin
works in the novel La vida entera (1981) of the argentine writer Juan
Carlos Martini. These resources serve as operations that allow: 1) the entry
of the political-historical reference in the text and its configuration as a
map of the power struggles and political violence unleashed during the 60s
and 70s in Argentina; 2) critically question the future and the History;
and, 3) affirm the idea of a cyclical time (Nietzsche, 2002) from which the
spaces, the bodies, the characters and the writing itself become a mark and
a symbol of barbarism (Sarmiento, 1979).
Keywords: Juan Carlos Martini, Barbarism, Allegory, Power, Violence
ISSN: 2014-1130
Recibido: 07/01/2018
vol.º 17 | junio 2018 | 293-309
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.507 Aprobado: 18/05/2018
Agustina Ibañez
Escena preliminar
La vida entera, novela del escritor argentino Juan Carlos Martini (1944),
aparece publicada por primera vez en el año 1981, en Barcelona. Los primeros
capítulos del texto fueron escritos en 1973 en Rosario, Argentina. En el año
1977, son retomados y continuados desde España, lugar de exilio que tras la
muerte de Francisco Franco (1892-1975), el autor elige debido a las
persecuciones y a las amenazas sufridas durante 1974 y 1975 por la
denominada Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) en su país natal
(Martini, 2011b).1 Estos últimos hechos dan cuenta de la creciente violencia
política que encuadra el contexto propiciatorio del terrorismo de Estado
forjado durante el tercer gobierno de Juan Domingo Perón (1973-1974); al
tiempo que, y más allá de enmarcar el campo político de gran parte de la
producción de Martini, resultan trascendentales para el análisis de la novela
mencionada. En este sentido, y si tenemos en cuenta la totalidad de la obra
martiniana, es factible afirmar que su praxis escritural se encuentra atravesada
por un insistente y constante sondeo de la Historia argentina nutrido por la
(re)lectura y la (re)escritura del peronismo, los golpes de Estado, las
persecuciones, la violencia y las traiciones políticas. Basta mencionar, a
propósito de lo anterior, su texto El cerco (1977), cuyo título redirige a la
conocida “teoría” ideada por los dirigentes del ala izquierda del peronismo a
partir de la cual trataban de explicarse y justificar el comportamiento
antirrevolucionario de su líder; pero, también, sus novelas El agua en los
pulmones (1973), Composición de lugar (1984), La máquina de escribir (1996) y
la trilogía Cine (2009; 2010; 2011a). No obstante, y más allá de su vasta
producción, es insoslayable hacer referencia al lugar relegado y la atención
pendular que sus escritos han suscitado en la crítica. En efecto, y sin olvidar los
lúcidos aportes que Carmen Perilli (1994), José Luis de Diego (1996; 2003;
2007) y Liliana Tozzi (2011; 2012; 2013) han realizado sobre esta obra
martiniana, aún siguen siendo insuficientes las propuestas académicas dedicadas
a su abordaje.2 Tal vez, esto radique en el posicionamiento político que el autor
1
En una entrevista realizada en el año 2003, Leandro Araujo le pregunta a Juan Carlos Martini
por el proyecto de escritura de La vida entera. El autor señala: “La vida entera es una novela que
comienzo a escribir en Rosario en 1973, después de El agua en los pulmones, y que va sufriendo
sucesivas postergaciones. Cuando en 1977, cuatro años después de haber escrito los primeros
capítulos, intento retomarla, siento la necesidad de reformular todo el proyecto. Esta necesidad
tiene que ver por un lado con la obra ya escrita, y por otro lado con el viaje. En algún
momento comprendo que voy a escribir por primera vez un libro fuera de Rosario, fuera de
Buenos Aires, fuera de la Argentina. Es decir que entre el lugar concreto que estoy escribiendo
y el lugar donde van a transcurrir los hechos de esta novela, hay unos once mil kilómetros de
distancia geográfica, más la distancia temporal con esos hechos que consiste en una suerte de
distancia espiritual, anímica, psicológica, sentimental, ideológica, política” (2003: 33).
2
El análisis de la bibliografía crítica dedicada al estudio de La vida entera permite sintetizar las
siguientes líneas de abordaje que, a lo largo de los años, suscitó el texto. En Las ratas en la torre
parte de la Historia. ¿Cómo decir, entonces, cómo contar pero también, volver
a decir, desde allá, lo que sucede y está sucediendo en Argentina? ¿Cómo
(re)armar el relato colectivo? Esta dificultad trasciende el exilio de la figura
autoral hasta atravesar a los personajes de la novela quienes, en innumerables
momentos, cuestionan las bases y el modo de organización de los hechos a
partir de la interpelación: “¿Qué historia es ésta?” (Martini, 1981). Tal
interrogante, al situarse en la construcción del relato, provoca la distancia y el
extrañamiento de la realidad referida pero, sobre todo, construye una atmósfera
de desentendimiento o conocimiento parcial de los sujetos frente a los sucesos
que va tejiendo la trama. Así, y como un claro rasgo que surca la narrativa
argentina de los años sesenta y setenta (Piña, 1993: 122), La vida entera
problematiza las posibilidades y los modos de narrar (Tozzi, 2012: 34); la
construcción de la vida y la identidad de un pueblo pero, sobre todo, cuestiona
las formas miméticas de representación. A partir de aquí, y retomando el
epígrafe que abre este apartado, podemos sostener que la novela indaga en la
construcción de la memoria colectiva (Halbwachs, 2004) hasta agujerear sus
propias bases en la medida que insiste en preguntarse, una y otra vez, qué
pasará cuando el recuerdo ya no alcance para contar la realidad.5 Podríamos
profundizar la indagación y preguntar ¿por qué la memoria no será suficiente
para (re)construir el pasado? De ahí, tal vez, la necesidad de escribirlo, de
perpetuarlo pues, cuando la evocación quede borroneada; la palabra escrita se
levantará como huella mnémica.
Dicho esto, y teniendo en cuenta la elección del procedimiento
pictórico fresco que Martini utiliza para definir su obra, podríamos sostener
que esta técnica funciona como la operación capaz de transpolar los
mecanismos ejecutador por el recuerdo al papel. De ahí, la afirmación del
fragmento como modo de construcción de los hechos, la composición
segmentada y yuxtapuesta, la coordinación interna de los episodios/cuadros
narrados. La novela se levanta como el aglomerado de múltiples microhistorias
en las que diversos personajes sin nombre se mueven por la pugna de poder de
un territorio entre urbano y rural que emerge sin mucha precisión geográfico-
temporal. A partir de esta indefinición, todo en ella trascurre en una atmósfera
difusa que va de lo onírico (Cortázar, 1981: 9) a lo infernal, a lo pesadillesco, a
lo fantasmagórico dentro de límites cronológicos borrosos que agrietan los
márgenes que dividen vida/muerte, sueño/ficción/realidad. No obstante, y más
allá de la fragmentación textual, las historias (o la Historia) narradas brotan
como las múltiples caras de un poliedro en el que, cual prismáticos, se
proyectan y reflejan diversas escenas del campo político argentino de los años
sesenta y setenta marcando, por consiguiente, mojones de continuidad que
problematizan el devenir histórico. Lejos de presentar una linealidad, los
sucesos son exhibidos de manera espiralada y especular irguiéndose como una
muestra del caos y la violencia de aquellos años pero, sobre todo, trazan una
cartografía en la que los espacios, la naturaleza, los cuerpos, los personajes y la
5
La memoria colectiva, tal como señala Maurice Halbwachs, “se distingue de la historia al
menos en dos aspectos. Es una corriente de pensamiento continuo, de una continuidad que no
tiene nada de artificial, ya que del pasado sólo retiene lo que aún queda vivo de él o es capaz de
vivir en la conciencia del grupo que la mantiene” (2004: 81).
6
Tal como lo sostiene Angus Fletcher: “una alegoría dice una cosa y significa otra. Destruye la
expectativa normal que tenemos sobre el lenguaje, que nuestras palabras ‘significan lo que dicen’.
Cuando predicamos la cualidad X de la persona Y, Y realmente es lo que nuestra predicación dice
que es (o así lo asumimos); pero la alegoría transformará a Y en algo distinto (allos) a lo que la
afirmación abierta y directa le dice al lector” (2002: 11-2; cursivas del original).
7
Para profundizar el análisis sobre el uso de la alegoría en la obra de Juan Carlos Martini, véase
el estudio titulado ¿Quién de nosotros escribirá el Facundo? (2003) de José Luis de Diego.
Sarmiento (1979)
Martini (1981)
8
Julia Kristeva afirma que “El ideologema es esa función intertextual que se puede leer
‘materializada’ en los diferentes niveles de la estructura de cada texto, y que se extiende a todo
lo largo de su trayecto dándole sus coordenadas históricas y sociales. […] La acepción de un
texto como un ideologema determina la actividad misma de una semiótica que, estudiando el
texto como una intertextualidad lo piensa así en (el texto de) la sociedad y la historia” (2001:
148; cursivas del original).
9
En ella, Elisa Calabrese incluye: El matadero de Esteban Echeverría; “La fiesta del monstruo”
de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares; “Esa mujer” de Rodolfo Walsh; La lengua del
malón de Guillermo Saccomanno; entre otros (2005).
10
Véase el siguiente fragmento: “La calle principal va de norte a sur. Frente al lado oeste de la
plaza […] se encuentran los dos edificios donde funcionan los establecimientos del Alacrán: su
prostíbulo y su garito. En la esquina de la manzana siguiente, […] se halla la casa de préstamos,
que también le pertenece […]. En una misma línea de ubicación privilegiada […] los locales
del Alacrán dominan Encarnación. […] sólo la timba del Silencio, en la manzana que está
junto al albergue, y el prostíbulo de su primera mujer, en el lado sur, pueden aspirar a
compartir con él la hegemonía que ejerce. […] hacia las zonas sur y oeste, Encarnación
continúa creciendo: viven allí, en pequeñas casas que alquilan en su mayoría al Alacrán y en
segundo término al Silencio, los empleados de los garitos y los prostíbulos, las putas, los
matones, un médico y pululan en esas calles incontables y pequeños quilombos, timbas y bares,
pensiones y almacenes” (Martini, 1981: 206-7)
11
Vale recordar que la visión de la llanura como elemento incontrolable y poderoso que avanza
sobre las poblaciones y conglomerados urbanos recorre la literatura argentina desde Esteban
Echeverría (1805-1851) hasta Jorge Luis Borges (1899-1986).
12
“El desierto la rodea por todas partes, y se le insinúa en las entrañas, la soledad, el despoblado
sin una habitación humana, son, por lo general, los límites incuestionables entre unas y otras
provincias. Allí, la inmensidad por todas partes: inmensa la llanura, inmensos los bosques, […]
el horizonte siempre incierto, siempre confundiéndose con la tierra, […]. Al sur y al norte,
acéchanla los salvajes, que aguardan las noches de luna para caer, cual enjambre de hienas,
sobre los ganados […] y sobre las indefensas poblaciones” (Sarmiento, 1979: 21).
empezado a trabajar para él, les pidió un poco de plata y les entregó a su
mujer […]. De esta manera puso él su quilombo. […] hubo días en que
hasta cuarenta peones se acostaron con ella. (Martini, 1981: 166-167)
tras el castigo impuesto, funda este nuevo asentamiento. Allí se irán instalando
todos aquellos que, a causa de haber desafiado los designios de su dueño, fueron
expulsados de Encarnación. “La Villa” se presenta como el lugar de refugio para
todos los que han quebrado voluntaria o involuntariamente la ley del caudillo
que rige la zona urbana. La configuración de este lugar en las afueras de la ciudad
refuerza la dicotomía sarmientina que hemos trazado. En efecto, materializa el
enfrentamiento entre: ciudad/margen, civilización/barbarie, adentro/afuera,
nosotros/ellos. Otro de los espacios que emerge y que duplica la exclusión
geográfica es “El Basural”, sitio que se levanta como la zona de destierro de los
desterrados pues allí van a parar aquellos que no han cumplido con las exigencias
de la Villa y los pedidos de su líder. Este tercer lugar, tal como su nombre lo
indica, será el sitio del desecho, del desperdicio; un fuera del centro, el territorio
de los reiteradamente sublevados: traidores de la ley impartida por el Alacrán y de
las normas del Rosario.
Sin embargo, y más allá de problematizar y permeabilizar la antinomia
sarmientina civilización-barbarie, la Villa y Encarnación exhiben rasgos que
recuerdan la atmósfera política argentina de los años sesenta y las luchas dentro
del peronismo durante el exilio y el regreso de su líder al país en la década del
setenta. Esta yuxtaposición de sentidos llevará a leer una continuidad entre la
figura de Rosas, el caudillismo, Perón y la represión de las Fuerzas Armadas. En
efecto, los espacios construidos en La vida entera se levantan como una clara
metáfora del movimiento peronista dando cuenta de las contradicciones, la
ambivalencia y el doble discurso de Juan Domingo Perón (1895-1974) pero,
fundamentalmente, de la violencia como instrumento, medio o táctica
implementada para sostener su poder, autoridad y posicionamiento medular
tanto dentro de su partido como en el campo político argentino. Dicho esto, y
teniendo en cuenta la construcción discursiva y espacial de ambos puntos
geográficos, se observa en cada uno de ellos la figuración de esos dos
interlocutores a los cuales Perón dirigía su discurso desde el destierro: el
peronismo tradicional, por un lado, y la juventud militante de izquierda, por
otro. De este modo, y como una materialización de la amplitud de tendencias
ideológicas que el propio mandatario promovió desde su exilio, Encarnación
simbolizaría al sindicalismo ortodoxo, de derecha; mientras que, la Villa,
encarnaría el ala izquierda del movimiento, el socialismo nacional. Otro dato,
que no es menor, es que los caudillos que dirigen cada uno de estos espacios se
encuentran en su ocaso debido a dudosas enfermedades que están terminando
con sus vidas. Dicha situación redirige a pensar en la ausencia física de Perón
en Argentina en el lapso de su exilio pero también, en la vejez y enfermedad
que atravesó durante su tercera presidencia. Por consiguiente, la posible
desaparición del Alacrán y del Rosario, personajes-símbolos de la ambivalencia
de líder peronista, desata en Encarnación y en la Villa una atmósfera de
incertidumbre y miedo ante el futuro pero, sobre todo, un clima de caos e
incesante lucha por el poder ante la futura acefalía. Para ver esto, es necesario
abordar la configuración de dichos polos espaciales.
Al concentrarnos en la Villa, notamos que la inminente desaparición
del Rosario provoca el nacimiento de un nuevo líder: el Potro, militar que, al
igual que el primer líder del lugar, se configura como una alusión a Perón.
deberán saber quién tiene todavía la sartén por el mango en esta tierra y
quién la tendrá cuando yo me muera, porque si es necesario mataré a todos
los traidores, […] pero lo primero es el orden y el orden será restablecido, y
luego la justicia y la justicia de Encarnación caerá sobre los soliviantados, los
ambiciosos, sobre todos los que hoy sueñan con mi muerte y mientras tanto
van tejiendo confusas madejas. (Martini, 1981: 230)
dónde iremos a parar, me pregunto, dónde cree que vive toda esta gente
de mierda, quiénes carajo se creen que son, qué delirantes derechos
pretenden tener: las putas están acá para coger y los fulleros para
trampear, y no para expresar ninguna clase de desacuerdos con nada,
vamos a ver, quién permite que piense así de pronto esta gente, […]
protestas en la villa, protestas en Encarnación, […] qué tanto protestas ni
ocho cuartos, gente muerta de hambre que viven gracias a mí. (Martini,
1981: 233)
Colofón
B IBLIOGRAFÍA
LUIS BAUTISTA
YALE UNIVERSITY (ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA)
luis.bautistaboned@yale.edu
ISSN: 2014-1130
Recibido: 16/02/2018
vol.º 17 | junio 2018 | 311-326
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.516 Aprobado: 07/05/2018
Luis Bautista
Sed omnia praeclara tam difficilia quam rara sint (1999: 595) [Pero todo lo
excelso es tan difícil como raro (2011: 463)]. Así concluye Spinoza su Ética
(1677) y Lezama responde como un eco al inicio de La expresión americana:
“Sólo lo difícil es estimulante” (1993: 49). Cada fin es un nuevo comienzo. En
Paradiso (1966), el final de Oppiano Licario se ha interpretado frecuentemente
como el principio de José Cemí. No es éste el único eco de Spinoza que
encontramos en los textos de Lezama, y, desde luego, cualquiera de estos ecos es
siempre una compañía imaginada que enriquece tanto como dificulta su
poética. Porque es difícil leer a Lezama, es difícil leer Paradiso (1966), aunque a
veces recorramos con delicia y asombro cada palabra, cada letra de un
fragmento, conjunto resonante en el que parece espesarse en el aire la fisicidad
de los sonidos de la que nos habla Abrams en “The fourth dimension of the
poem”. La interpretación es más difícil que la lectura, y uno se pregunta si es
preciso aplicar la hermenéutica a una obra como Paradiso.
Propongo leer a Lezama desde la literatura y la filosofía alemanas del
entresiglo XVIII-XIX. La mayoría de los autores, “clásicos” o “románticos”,
incluidos en ese espectro temporal trataron de acceder a la comprensión
trascendental del mundo, que imaginaban como realidad externa al sujeto.
Todos ellos estaban cautivos en la concepción kantiana-fichteana del yo, pese a
que la poesía se dibuja entonces como intento de sobrepasar la teoría del Yo
Absoluto (das absolute ich) de Fichte, cuyo dictado es: todo lo que existe está en
la conciencia. Lezama tampoco consiguió hurtarse a este salto epistemológico.
En este breve ensayo, me centraré en analizar las analogías entre los
mecanismos de fuga de lo puramente racional ensayados por uno, Lezama, y
otros, los clásicos y románticos alemanes:
a) La supuesta “ingenuidad” del “señor barroco” es tal vez el principal,
porque está relacionada con la base epistemológica de la que tratan de
escapar muchos de los autores del Goethezeit. Lo presentaré desde las
teorizaciones de Schiller: Sobre poesía moderna y sentimental (1795) y
Friedrich Schlegel: Sobre el estudio de la poesía griega (1795), pero
pasadas por el filtro de Nietzsche. Ligada al “señor barroco” está la
teoría de las “eras imaginarias”, que trata de romper las relaciones
espaciotemporales y causales, ligadas a la razón y al concepto de la
cultura entendido evolutivamente; y ensayar un acercamiento
alternativo a la historia. Aluden a figuraciones concretas, síntesis
formadas por diversos momentos para crear la imagen de mayor
esplendor de una cultura determinada, hurtada al progreso temporal y
la decadencia.
b) La segunda clave es la importancia de lo mistérico. De nuevo
encontramos en el entresiglo XVIII-XIX como pauta interpretativa la
Nueva Mitología alemana, que Frank (1982 y 1988) expuso de manera
exhaustiva. Emerge una figura divina compleja y siempre por venir,
identificada con Cristo y con Dionisos. Sólo en ocasiones desvela en un
vislumbre su misterio, que es el misterio de la realidad, su
desciframiento. Sugiero que José Cemí, protagonista de Paradiso, es la
figuración cubana de la idea del dios venidero de la Nueva Mitología.
1
Dios es “ens absolutum infinitum, hoc est substantiam constantem infinitis attributis” (1999: 4-
5). Si la sustancia es autocreada, no parece que exista diferencia entre ella y Dios. De ahí que el
pensamiento de Spinoza fuera considerado panteísta y ateo. Ironiza Deleuze al explicar que antes
incluso de desarrollar sus ideas, Spinoza sufrió un intento de asesinato. Conservó durante toda su
vida la capa atravesada por el cuchillo como recordatorio de lo peligroso que resulta pensar.
2
Aunque es necesario apuntar la diversidad denotativa del concepto “Romántico” ya en
Schlegel. H. Eichner (editor, junto a E. Behler y J.-J. Anstett, de los Kritische Ausgabe del autor)
inventarió hasta ocho acepciones esenciales en su obra: (1) “Romántico” es idéntico a “de
origen románico”. (2) La identificación entre “romántico” y “literatura de lengua románica”:
“cuando hablamos de la poesía romántica desde un punto de vista histórico, nos referimos a las
poesías de las naciones que poseen una lengua que proviene del latín” (K. A. XI, 111). (3)
“Romántico” se refiere a la poesía de la Edad Media, de expresión románica o diferente. (4)
“Romántico” se opone a “antiguo”, dicho de otra forma es idéntico a “post-antiguo”. (5)
“Romántico” se opone a “antiguo” y a “moderno” y se refiere a la Edad Media, y de ahí su
parentesco con (3). (6) El término es sinónimo de “increíble”, “fantástico”, “irreal”, “exótico”.
Aquí Schlegel no innova, ya que esta es una de las acepciones del término en el XVIII. Sin
embargo, mientras que el siglo XVIII atribuía en general una valorización negativa a este
significado, Schlegel verá características positivas. (7) “Romántico” se relaciona con la
“nostalgia” y el “amor”. (8) “Romántico” es idéntico a “roman” (novela), es decir, a la Novela y
accesoriamente a las novelas. Schaeffer (1983) glosa y ordena la lista de Eichner, porque su
diversidad responde en realidad a la escisión entre las épocas de Jena y post-Jena. El desarrollo
de las acepciones (1), (2), (3) y parcialmente (6), pertenece en realidad a la fase post-Jena. La
(8) es fundamental a nivel teórico y la (7), que relaciona “romántico” y nostalgia, es tal vez la
que más me interesa en este momento, porque podría relacionarse con lo sentimental y con el
sentimiento de lo ingenuo, al incluir el término en la dicotomía con la época antigua.
y plutonismo (“fuego originario que rompe los fragmentos y los unifica” [80]),
ligados al intento de lograr la epifanía.
Resulta interesante la figura del “señor barroco”, contraconquistador de
la cultura europea, de la que se apropia sin verse forzado por sus tradiciones:
toma los elementos en su plenitud, “eras imaginarias” desligadas de la
caducidad temporal. Este curioso personaje siembra las dudas sobre el proceder
barroco americano. No sabemos si es sentimental / romántico, o sencillamente
ingenuo / antiguo. Lezama quiere presentarlo ante nosotros como ingenuo.
Capta la realidad directamente al no estar ligado a ninguna tradición concreta y
al disponer, al mismo tiempo, de todas ellas en plenitud. La tradición atrapa al
europeo (idea que repite T.S. Eliot en 1921: “Tradition and the Individual
Talent”); el americano, en su ejercicio de apropiación selectiva, puede jugar con
los referentes. Los “fragmentos” diversos, eras imaginarias, pertenecientes a
distintas tradiciones, son dispuestos por el americano para propiciar un
acercamiento distinto a la realidad.
Todavía podríamos añadir dos vueltas de tuerca. Novalis reclamaba
vida y experiencia directa de la realidad frente a la razón (algo imposible para el
europeo, atrapado en largas y complejas tradiciones culturales y en la
epistemología moderna). Pese a ser un acercamiento peligroso, pues puede ser
equiparado al par civilización y barbarie, no parece arriesgado pensar que el “señor
barroco” juega con este proceder. Podríamos reforzar esta idea aludiendo a otro
texto de Paul De Man (1983: 145-151) sobre una obra primeriza de Nietzsche:
Sobre la utilidad y la inutilidad de la historia para la vida (1874). Nietzsche opone
“historia” y “vida” (que De Man asocia a sentimental e ingenuo, respectivamente)
en un complejo (e insostenible) razonamiento. Afirma que la historia debe ser
anulada para que la vida sea plena, actual; es el paradójico signo de la Modernidad,
basada en el progreso, en el avance, y al mismo tiempo anclada al pasado, a la
historia. Ahora bien, tanto Novalis como Nietzsche apuntan en la misma línea y
refuerzan la idea lezamiana de un “señor barroco” americano desligado de la
tradición entendida como historia y la racionalidad europea, y por lo tanto con
más posibilidades de tener contacto directo, ingenuo, con la naturaleza, o al menos
de ensayar configuraciones que provoquen una visión distinta. La suya parece ser
vida plena y reflejada en el arte de manera ingenua. Un camino similar al que
intentará seguir el propio Lezama, como “señor neobarroco”, desligado de
tradiciones fijas, lo que le permitirá jugar con todas ellas para desvelar lo
incondicionado en lo condicionado.
Toda la construcción teórica de Lezama se basa, no obstante en la
nostalgia, el sentimiento de lo ingenuo (por seguir con la teorización de
Schiller). La Modernidad, europea o americana, está presa en la red
epistemológica de raíz cartesiana. Es en última instancia la conciencia el único
fundamento fiable del conocimiento y ella juega un papel determinante en la
escisión entre lo incondicionado y lo condicionado. El “señor barroco”, que se
pretende ingenuo, representa en realidad un proceder cargado de plutonismo y
tensión, lo que indica que tanto él como el “señor (neo)barroco”, Lezama,
sufren la escisión epistemológica: el sentimiento de la ingenuidad. Ese es el
lugar desde el que piensa y escribe Lezama, a su pesar. Según su lectura, el
fuego plutónico surge sólo en ocasiones para trascender la esfera de lo
Me atrevo a enlazar esta última idea con la Nueva Mitología (Neue Mythologie),
que nos presenta sintetizadas a las dos divinidades de la muerte violenta y la
resurrección (Dionisos y Cristo, a los que habría que añadir a Orfeo). Es ese
dios doble el que trae desde la sombra el reino de la luz, el asentamiento
definitivo de lo incondicionado en lo condicionado, que el poeta sólo puede
vislumbrar como posibilidad infinita. Se impone un acercamiento mistérico,
religioso, una lectura escatológica del mundo, en definitiva, también
superadora de la racionalidad.
Anunciaba la Nueva Mitología al dios venidero, que no termina de
identificarse con Cristo ni con Dionisos. De hecho, sus símbolos remiten a
ambas divinidades. Hölderlin dedica una de sus grandes elegías al pan y al vino,
en 1800-1801. Cristo, por la carne y la sangre transubstanciadas en la última
cena, parece el referente inmediato de este dios venidero que llega del este. La
última cena, el sacrificio y la resurrección4. Es fácil para los poetas relacionar
4
González Echevarría (2011) aludió a una ida similar relacionada con el banquete en Lezama.
En concretó el que se celebra en el capítulo siete de Paradiso y terminará con la muerte
sacrificial posterior de Albero Olaya en aras del equilibrio universal y del “carácter trágico de la
esta figura divina con la de Orfeo, capaz de entrar y salir del infierno, aunque
no lograra rescatar a Eurídice. La relación de Orfeo con Dionisos también fue
temprana (Guthrie [1993] y Bowie [2003]). Orfeo era en realidad un sacerdote
de Apolo y por ello fue sacrificado por las vacantes dionisíacas. Dionisos es el
verdadero dios del vino, explica Kerenyi (1976), de las vides salvajes de Creta,
donde su culto era todavía misterio, no mito. Dionisos era, además, la Raíz de
la vida indestructible (1976). Se relaciona con la zoé, vida no asociada a ninguna
bios concreta (ni a su Thanatós particular) en el mito-misterio minoico centrado
en el dios. Indestructible dios del vino.
Pero este era sólo uno de los estadios de Dionisos, que no es una
divinidad sencilla. Zagreo, otra de sus figuraciones, fue emboscado y cazado
por los Curetes, o tal vez por los Titanes. Zeus había repartido su totalidad,
matar y “ser muerto”, respectivamente entre Apolo y Dionisos. Ahora bien,
ninguna de las dos cualidades era unívoca, así que los dos fueron en última
instancia depositarios de ambas. Cuando los Titanes (o los Curetes) le dieron
caza, Zagreo trató de escapar tomando varias formas, entre ellas la de Zeus
joven; no hubo manera de huir: lo descuartizaron, lo asaron y devoraron su
cuerpo bajo la atenta mirada de Palas Atenea, que los había guiado hasta él y
que, terminado el brutal banquete, reparó en una víscera sobrante, roja y
todavía latiendo: el corazón de Zagreo. Esa pulsación dio nombre culpable a la
diosa, Palas: Pállein, pulsar. Arrepentida, llevó el corazón de Zagreo a Zeus, que
lo introdujo en una estatua erigida en honor del hijo muerto. En el interior, el
corazón siguió latiendo (Calasso [1988: 341 y ss.]). Desde entonces, la presa se
convierte en cazador, en Gran Cazador, como Zeus, como Hades, y cada una
de sus cacerías actualiza su propio martirio. La tercera figuración es Yaco. Los
misterios de Eleusis no celebraban, en realidad, el regreso de Perséfone, sino el
de Dionisos (Kerenyi [1962]). Es la vida que nunca se acaba, la luz eterna, lo
que esperan la madre, Démeter, y la hija, Core. Ahí entra e segundo símbolo del
poema de Hölderlin: el pan, asociado a Démeter, la madre que espera el
retorno de Dionisos, el vino.
Como explica Frank (1982), los tres Dionisos: Zagreo, Baco y Yaco,
representan (para Schelling y Creuzer) tres momentos.5 En Zagreo se adora al
dios real (Yavéh, Cronos, Moloch), la unidad; en Baco, a la pluralidad de
dioses; en Yaco, al dios resurrecto, el regreso de Dionisos después de sufrir un
sinfín de padecimientos (el Gran Cazador/Cazado), desmembrado y
despedazado en una pluralidad en el inicio del proceso (Zagreo). Dionisos en
origen es la unidad; su desmembramiento significa la pluralidad; su
renacimiento, la restauración de la unidad, de la luz eterna. De ahí su
importancia en todo el ciclo cultural del Goethezeit.
Vida, muerte y banquete se repiten, con conjugaciones diversas, en
Cristo y Dionisos, e incluso en Orfeo. Los tres incluyen la idea del retorno a la
luz desde lo oscuro, desde el infierno, desde lo invisible (orfne, de donde podría
derivarse Orfeo, significa precisamente oscuro). Pasión, muerte y resurrección
cultura cubana y humana –universal” (60). El ciclo podemos entenderlo ligado igualmente a
los avatares de la Nueva Mitología, centrada en la muerte sacrificial y el retorno del dios
complejo y múltiple, como veremos con más detalle en las páginas que siguen.
5
Lección 9, pp.: 245-285.
6
Presente en varios pasajes de la novela. En el capítulo noveno, por ejemplo, encontramos a
José Cemí inmerso en una reveladora conversación con Fronesis y Foción sobre el descenso a
los infiernos de Odiseo (1996: 266). Esta exposición es invadida por las palabras previas de la
madre del héroe aqueo, quien deseaba que su hijo volviera inmediatamente a la luz: palabras
que son aplicables a Cemí.
fuerza. El cemí se ajusta a un ciclo y recorre, como las divinidades a las que aludía
más arriba: Orfeo y Dionisos, y el propio Cristo, el camino de las tinieblas a la luz
para traer el alimento principal de los taínos. El proceso respiratorio de José Cemí,
en busca del aire, podría ser relacionado por analogía con este periplo que conduce,
a muchos niveles, desde la oscuridad a la luz.
González Echevarría (1983) leyó la novela cruzándola con el
Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940) de Fernando Ortiz: “Lezama
busca formular una poética a través de Paradiso que a la vez sea definición de lo
cubano […] La búsqueda de esa confluencia entre lo cubano y lo poético se
hace más fácil en Paradiso, porque en su novela Lezama ha dejado un vasto
panorama de la historia de Cuba, a la vez que la biografía de José Cemí” (1983:
72). Los dos rasgos definitorios de Cuba se oponen, literalmente, como el día y
la noche. El tabaco se asocia con los demonios y el azúcar, con los dioses. José
Eugenio Cemí representaba esos dos componentes básicos de la isla, el azúcar
por parte de la familia paterna, el tabaco, por parte de la materna. Rialta será la
encargada de preservarlos cuando muera el Coronel. José Cemí recibe esta
herencia doblada de misterio. Él anda por el camino de los vivos; su padre, por
el de los muertos. En su concepción hiperexistencial de la realidad esos dos
caminos paralelos son permeables. Cemí representa, pues, la síntesis de Cuba,
su historia, y a la vez está en contacto misterioso con ella.
El camino progresivo de liberación del ensimismamiento que veíamos
en el juego de los yaquis (y que podíamos extraer de la interpretación dantesca
de Mazzotta), unido a la lectura de González Echevarría, nos permite llegar al final
de la novela e interpretarla en clave mítica: “ritmo hesicástico: podemos empezar”
(459). Hesychía significaba en griego tranquilidad o silencio, y el verbo hesykhazein,
estar en paz. En el mundo cristiano oriental hesicasmo, designa una experiencia
monástica de éxtasis contemplativo originada en la continua repetición de una
oración a Jesús. Curiosamente, el ritmo implica el olvido del lenguaje denotativo;
sirve únicamente para acomodar a la respiración (Parry [2007] y De la Brosse
[1996]). De nuevo, abstracción, ritmo exterior, esta vez interiorizado, adaptado a la
respiración, como paso previo para el éxtasis.
Cemí de noche (la noche de la muerte de Oppiano Licario), en
duermevela, otra vez ligeramente abandonado de sí mismo. Insomne, imagina
tigres y llamas: otro espacio y una temporalidad imaginaria. El silencio y la
pasividad propician el misterio. Sale de ese estado de somnolencia para
acercarse a una cafetería. El golpe de una cucharilla, manejada por “un negro
uniformado de blanco” (459), un ritmo exterior que se apodera de Cemí,
corporiza a Oppiano Licario, que desliza en su oído esas palabras, “ritmo
hesicástico: podemos empezar” (459). Las palabras se oyen con más claridad,
son más evidentes, más lentas.
González Echevarría (1983: 88-89) ve en este pasaje la síntesis de lo
poético y lo cubano. Están presentes el tabaco, en la ceniza que se desprende
del cigarro sobre la corbata; y el azúcar, en el café con leche que remueve el
negro vestido de blanco. Justo en ese momento Cemí parece encontrar el ritmo
de la respiración. Yo añadiría la clave mítica. Si el viaje lo es de las tinieblas a la
luz, de la multiplicidad a la unidad, este último pasaje refleja además la unidad
de lo cubano y lo universal en Cemí. El regreso casi definitivo (no llega al
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Isabel Exner
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ISSN: 2014-1130
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vol.º 17 | junio 2018 | 329-333
DOI: https://dx.doi.org/10.5565/rev/mitologias.568 Aprobado: 30/04/2018
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ISSN: 2014-1130
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DOI: http://doi.org/10.5565/rev/mitologias.566 Aprobado: 17/04/2018
Virginia Holzer
Con este ejemplo, quisiera comentar alguna de las interrogantes con las
que parte el volumen de Cuerpos extra/ordinarios, fruto del trabajo colaborativo
entre autores y editoras que participaron en la sección “Cuerpos
extra/ordinarios como interfaz de fuerzas materiales y simbólicas” de la edición
18 del Hispanistentag en Passau, Alemania. La motivación que guía este trabajo,
y como lo explican las compiladoras, no tiene tanto que ver con indagar en lo
específico de lo extra/ordinario, algo que dada su naturaleza inclasificable
tampoco es posible de definir, sino preguntarse “qué características de lo
normal generan el fenómeno de lo extraordinario como límite, como umbral,
frente al cual lo normal —la norma— se organiza y se unifica” (18). El
recorrido historiográfico que abre el libro resume que desde la filosofía de
Platón, pasando por Descartes, hasta los postulados de Foucault y Butler, entro
otros autores, el cuerpo ha sido pensado y repensado como sujeto y objeto de
conocimiento. Es en ese intersticio de su condición doble que ya no puede ser
entendido como algo fijo, sino en proceso, como efecto de discursos de poder
que pretenden regularlo. En otras palabras, es allí cuando emerge lo
extra/ordinario, porque estos intentos de normali(tivi)zación pueden ser
escamoteados por cuerpos que al tiempo que transgreden la norma, la citan.
Así, lo (a)normal se yergue frente a un orden que para ser legitimado debe crear
sus propios desvíos, y viceversa. Lo fuera de común, al infringir la norma, la
hace presente dándole con esto sustento a su quebrantamiento.
El volumen se inscribe en una tradición y conjunto de textos que versan
sobre el tema de los cuerpos y sus desvíos, como Cuerpos ilegales (2017) de
Nanne Timmer; Cuerpos plegables (2016) de Víctor Pueyo; Al otro lado del
cuerpo (2014) de Hilderman Cardona Rodas y Zandra Pedraza Gómez; El
cuerpo disuelto (2010) de José Luis Barrios; y Políticas y estéticas del cuerpo en
América latina (2007) de Pedraza Gómez, entre otros. En este marco, Cuerpos
extra/ordinarios arroja luz sobre la relación intrínseca entre figuras anómalas y
su medio, con la particularidad de ofrecer una mirada transversal que parte de
“lo corpóreo como artefacto idóneo para leer las culturas que lo producen” (31-
32). Se atraviesan diferentes medios, contextos y regiones. La ardua tarea de
compilación de los 17 ensayos que forman parte de la edición se traduce en una
herramienta necesaria en los estudios del cuerpo en América Latina, el Caribe y
España. Como lo he sugerido, la obra sobresale por su valor interdisciplinario,
pues integra el análisis literario y el fílmico, donde se incluye la performance (el
grabado, la pintura y la fotografía). Efectivamente, creo que ello permite
ampliar la mirada sobre esos cuerpos difusos hacia sus modos de articulación y
estrategias de control. En su conjunto, la multiplicidad de las perspectivas que
componen el volumen de Cuerpos extra/ordinarios enriquece el campo de
estudios en torno al cuerpo y a los discursos que lo producen, dada la variedad
del corpus seleccionado y el rigor analítico de sus autoras. Sin embargo, y a los
fines de ampliar esta vasta cartografía de cuerpos extra/ordinarios, quisiera
llamar la atención sobre la falta de textos académicos que exploren en la poesía
contemporánea a uno y otro lado del Atlántico. Justamente como la poesía —a
diferencia de otros géneros literarios— se produce a partir de registros
corporales, creo que puede propiciar otras formas de acercamiento al tema. Un
ejemplo en el que el cuerpo es presentado como transgresión es la antología del
poeta argentino Josué Marcos Belmonte, Ioshua Todas las obras acabadas
(2015), entre otros. Asimismo, subrayo la ausencia de viñeta humorística,
cómic y novela gráfica, géneros que por el valor de la imagen que conllevan
pueden resultar reveladores en el estudio de cuerpos determinados por un
régimen de visualidad particular. Dos sugerentes ejemplos son Doctor, doctor
(2013) del ilustrador español Molg H, en el que la mercantilización de la
medicina y la mirada clínica intervienen sobre cuerpos nada ordinarios; y Niños
de la basura (2007-2012) del artista argentino Darío Fantacci, donde cuerpos
infantiles mutan y se agrupan en un escenario posapocalíptico donde la imagen
cobra densidad.
La estructura de Cuerpos extra/ordinarios consta de cuatro partes, que en
ningún momento abandonan el encuadre panorámico de la puesta en escena de
estos cuerpos en las culturas latinoamericanas e ibéricas, y que, por lo tanto,
pueden ser leídas de manera entrecruzada. En la primera entrada, “Morfologías
de género”, Anne Brüske, Carina González, Ana Figueroa y Annina Clerici
ofrecen diferentes aproximaciones a la representación del cuerpo femenino en
la literatura de República Dominica, Puerto Rico, México y Argentina. Desde
una perspectiva de género y con foco en la narración misma de las obras
analizadas, particularmente en relación al Bildungsroman, se establecen vínculos
con fenómenos tan acuciantes como la migración, la identidad, y la violencia
de género. La segunda parte, “Políticas somáticas”, profundiza en la
dominación de los cuerpos mediante prácticas de diferenciación y control.
Cornelia Sieber y Valeria Sanhuenza rastrean en cartas y relatos de viaje de
expedicionarios europeos al Brasil y la Patagonia en el siglo XVI y XIX
respectivamente, los procesos de configuración de las corporalidades de los
pobladores originarios en América. Por su parte, Cornelia Ruhe y Fabiola
Zambrano Alvarado, mediante el análisis de dos novelas contemporáneas
latinoamericanas, dan cuenta de la violencia política ejercida contra cuerpos
disidentes (como la expulsión de judíos y moros en España, y la posdictadura
en Chile), así como de las formas de incorporación del cuerpo extra/ordinario
en estos textos. “Mediaciones y mediatizaciones del cuerpo extra/ordinario”,
según lo anticipa el título de esta tercera entrada, expone tres ejemplos de
(contra/re)construcciones de cuerpos tradicionalmente estereotipados en el cine
y la literatura, como el del homosexual caracterizado como perverso e
inhumano en un género de cine mexicano estudiado por Kristine Hempel; el
del colonizador en cuanto arquetipo de cuerpo hegemónico e inmutable en el
ensayo de Claudia Gronemann; y el de personas afectadas por enanismo óseo
exaltados en la gracia de su anomalía física en el siglo XIX y XX, período
analizado por Yvette Sánchez. La cuarta y última parte, “Poéticas encarnadas”,
culmina con seis ensayos, entre los que contemplo el colofón del libro por
atender a las relaciones entre textualización de cuerpos extra/ordinarios,
discursos sociales circulantes y figura autorial que guían esta última parte. Los
enfoques se desplazan por las figuraciones literarias del cuerpo católico en la
novela naturalista española, que en las escrituras de López Bago es desafiado
por uno laico y desacralizado, autor estudiado por Hendrik Schlieper; y los
cruces entre autobiografía y personajes monstruosos en la vasta obra del escritor
español Enrique Vila-Matas, analizados por Júlia González de Canales
ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 341-344 Recibido: 02/04/2018
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.566 Aprobado: 08/03/2018
Míryam Vílchez Ruiz
violencia de la guerra y las calamidades es la misma recogida por las voces que
retoman ese discurso moralista cristiano para analizar su contenido a tenor de
los sucesos coetáneos. Acontecimientos que Eva Valero Juan focaliza mediante
esa voz conductora que retrotrae al presente las incoherencias de ese discurso.
Pese a los embistes e intentos contrarios, la reivindicación se mantiene
en pie a través del estudio concatenado de los artículos analizados por la autora
en la segunda parte de la obra. Ercilla suscitó una gran reflexión en distintos
escritos y textos críticos durante los siglos XIX y XX en poesía, ensayo,
narrativa y teatro. Textos que muestran que en el mito épico de Chile
inaugurado con La Araucana pervive un dolor de antaño que anega muchas de
las reflexiones presentes hasta la actualidad. Desde esa perspectiva, en 1841
Andrés Bello, en su artículo “Lección de moral”, ensalza la forma en que Ercilla
aclamó el amor a la humanidad, el culto a la justicia, el patriotismo y el
denuedo de los vencidos. Bello enaltece la naturalidad y la iniciativa tanto de
Ercilla como de su epopeya al mostrar, de este modo, el lado más amable de la
obra. Por el contrario, sabido es que Gabriela Mistral había sido muy crítica
con Alonso de Ercilla y con su obra. En 1932 Mistral ataca a La Araucana
tildándola de aburrida y sorda. La considera una obra muerta al igual que su
autor y, además, critica duramente la disposición ingenua de ese “mal imitador
de Homero”. Sin embargo, en la conferencia que en 1934 realizara en Málaga,
la autora mostró una visión más conciliadora de los dos mundos encontrados,
español y americano, siempre ensalzando la dignidad y la dura resistencia de la
“raza” chilena. Tono que de nuevo se encontraría en el prólogo, inédito hasta
1992, de la traducción inglesa de La Araucana que Gabriela Mistral realizó en
1969. En ese prólogo, titulado “El bueno de Ercilla”, y que se ofrece en el
presente volumen, Mistral hace gala de su fina ironía al focalizar en la pesadez
de la obra y en el carácter humano del poeta español, a quien considera “el más
rival de los enemigos”, por la ética que mostró el poeta al retratar a su enemigo
como a su igual. En esa reconstrucción de la historia de Chile, en 1971 y en
1977 Pablo Neruda propone una relectura en la que alaba al poeta cantor del
origen de Chile por darle esa esencia épica a la nación sin olvidar, por ello, las
duras críticas a los torturadores de los mapuches chilenos. En “El mensajero” y
en “Nosotros, los indios”, Neruda construye un proceso mitificador de la figura
del poeta y del poema épico. En cierto modo, desarrolla una deificación del
poeta ‘inventor y libertador’ de Chile, que tiene una clara coordinación con la
imagen que el propio Neruda crea en su Canto general del indígena originario
del país. Neruda celebra a Ercilla y a su obra como poema y como vía, o
camino, para denunciar los abusos, los atropellos y la crítica a la abrumadora
denigración hacia los mapuches. En la valoración de Pablo Neruda se encuentra
un doble empeño, pues no sólo canta a la “Araucanía” de Ercilla mostrando
una conexión con su reelaboración poética del canto épico desarrollado en su
Canto general, sino que además toma partido en la política coetánea a su época
denunciando la voluntad estatal por blanquear las raíces chilenas. Neruda
reclama la Araucanía de su tierra, la esencia india de Chile, tomando como
camino el modelo que Alonso de Ercilla perfilara en La Araucana. Más
adelante, en el año 2000, Raúl Zurita en un fragmento de “Poesía y Nuevo
Mundo”, incluido en Sobre el amor, el sufrimiento y el nuevo milenio, pone de
RESEÑA
ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 345-349
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.526 Recibido: 03/04/2018
Aprobado: 22/04/2018
Ronald Sáenz Leandro
En este sentido, Zeledón y Aragón representan las dos caras de una misma
moneda. Mientras que el primero prefiere huir, olvidar y pasar desapercibido
en lo que parece ser su nueva vida de “fugitivo por vocación”, Aragón es un
personaje anclado al pasado. Una muestra de ello es la investigación que se
encuentra desarrollando, una pesquisa que, en sus palabras, “ya no le importa a
nadie”. En Aragón, entonces, se resume el “dolor por la patria”. Su sueño de
retorno es remembrado en un episodio de carácter autobiográfico de la novela
en el que, de manera paralela a la vida de Castellanos Moya, se cuestiona su
inútil intento de volver a El Salvador luego de la firma de los Acuerdos de Paz
Chapultepec —con los que se puso fin a doce años de guerra civil en ese país—
para fundar una revista de pensamiento crítico que encauzara de una manera
democrática los avatares de la transición desde el gobierno autoritario y la lucha
armada. En suma, a ambos los une el desarraigo. Son personajes solitarios, poco
vinculados con su país de origen, del cual les queda solo el trastornado y
traumático recuerdo de su pasado reciente.
A pesar de lo anterior, en Aragón también está sembrada la semilla de la
persecución. Si bien, como se cuenta en El sueño del retorno, este personaje sólo
llegó a cumplir un papel de apoyo logístico e intelectual desde México para el
ejército insurgente durante la época de la guerrilla, en la segunda parte
observamos los resquicios de alguien que se sabe —o se piensa— en todo
momento observado. Esto es llevado hasta el límite en el que —durante su
estancia en Washington dedicado a desarrollar la fase de archivo de su
investigación— aun instalado en la habitación de su Airbnb, se siente inseguro.
Sus rutinas diarias, como tomar una ducha o incluso masturbarse, devienen
alteradas e implican una situación de constante estrés para el personaje:
B IBLIOGRAFÍA
RESEÑA
L O “ QUILTRO ”, REFRACTARIO A LA
HOM OGENEIZACIÓN URBANA :
C IUDAD QUILTRA . P OESÍA CHILENA
(1973-2013)
ISSN: 2014-1130
vol.º 17 | junio 2018 | 351-354 Recibido: 27/10/2017
DOI: https://doi.org/10.5565/rev/mitologias.562 Aprobado: 04/04/2018
Genevieve Fabry