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Harry Schurig
SUMARIO: I. Introducción. II. Las funciones de la Aduana. II.a. La Aduana como fuente generadora
de información. II.b. La Aduana como agente de recaudación. II.c. La Aduana como agente de
control. II.d. La Aduana como agente sancionador. III. Ejercicio estatal de potestades de control.
IV. La reparación de daños causados por la actuación de la Administración aduanera. IV.a. Límites
a la restricción de derechos particulares. IV.b. Fundamentación de los planteos que demandan una
reparación. V. El marco normativo en el cual son adoptadas las medidas de control administrativo
aduaneras. V.a. Estricta regulación o prudente apreciación de situaciones. V.b. Formulación de
denuncias y aplicación de medidas. VI. Indisponibilidad de bienes, afectación de derechos sub-
jetivos y simples intereses. VII. Daños vinculados a la burocracia administrativa. VII.a. Principios
procesales aplicables a la gestión aduanera. VII.b. Aplicación de medidas de control y su mante-
nimiento en el tiempo. VII.b.i. Causa “Pasadena S.A.”. VII.b.ii. Causa “Sudinter S.A.”.
I. Introducción.
El servicio aduanero se encuentra estructurado sobre la base de autoridades centra-
les y periféricas. Las primeras están representadas por un Administrador Federal de
Ingresos Públicos, del cual dependen el Director General de Aduanas y los subdirectores
que al efecto se designen. A su turno, cada jurisdicción aduanera del país (cada “Adua-
na”) se encuentra a cargo de un Administrador de Aduanas1.
Aunque fuera de esa estructura, complementan su actividad innumerables organis-
mos administrativos que intervienen en procesos de certificación y emisión de autoriza-
ciones que acreditan calidades o condiciones de la mercadería o de los sujetos importadores
o exportadores.
*
El presente trabajo se ha desarrollado en el proyecto de investigación “Cuestiones tributarias fundamentales
en la radicación de empresas en la Argentina y el Mercosur”, INSOC-UADE.
1
El texto vigente del Código Aduanero mantiene su redacción original respecto a la denominación asignada
a las autoridades aduaneras, utilizando los términos Administración Nacional de Aduanas (hoy Dirección
General de Aduanas) y Administrador Nacional de Aduanas (hoy Director General de Aduanas).
teger el patrimonio artístico, el medio ambiente, la calidad de vida y los derechos de los
consumidores.
Los controles aduaneros apuntan no solamente a mejorar la recaudación fiscal y
detectar el fraude y el contrabando, sino también a generar un comercio seguro mediante
el uso de formalidades y procedimientos computadorizados y modernos que se concen-
tren en los envíos de alto riesgo y reduzcan el número de inspecciones físicas.
Sobre la base de estas pautas se abandona el criterio de la vigilancia estricta y de la
necesaria verificación física de toda la mercaría, para pasar a ejercer por un control
selectivo y aleatorio.
La respuesta que surge inicialmente es que los daños generados por la aplicación de
una medida de control (preventiva o sancionadora) de la Administración no deben ser
indemnizados porque, justamente, lo que se pretende es infringir un daño al patrimonio o
a algún derecho de los particulares, ya sea con una finalidad punitiva, reparadora, edu-
cadora, de protección de intereses de terceros o cualquier otra que pueda asignársele y
que el ordenamiento jurídico y los principios de derecho recepten como válida.
¿Qué fundamento tendría, entonces, un planteo judicial de reparación en relación a
daños causados por la adopción de este tipo de medidas? No tenemos una respuesta
uniforme y de aplicación general para todos los supuestos, aunque intentaremos esbozar
algunas líneas directrices.
En algunos casos, el mantenimiento de una medida preventiva genera una limitación
patrimonial distinta de la originariamente buscada. Tal es el caso en el que se dispone la
interdicción de mercaderías en depósitos fiscales hasta tanto se resuelva en última ins-
tancia un conflicto aduanero. La restricción que se pretende generar en el derecho de
propiedad del importador se limita a la temporal indisponibilidad de la mercadería, ya que
esta no puede ingresar a plaza ni reembarcarse hacia el exterior (salvo que el supuesto
admita sustituir los bienes interdictados por una garantía).
El mantenimiento “prolongado” (concepto ambiguo y de casuística determinación)
de esta medida (sin necesidad de que llegue a constituirse en una defectuosa prestación del
servicio) puede implicar que la mercadería se deteriore o aun, sin operar un cambio físico
en ella, pierda su valor al transformarse en obsoleta o depreciada –entre otros posibles
supuestos–. La responsabilidad del Estado surge, entonces, como consecuencia de que
la lesión generada en el particular excede la originaria restricción en los derechos para
lo cual la medida fue regulada por el legislador.
En otros casos, la interdicción de mercadería puede generar responsabilidad del Estado
incluso cuando su duración no es excesiva, cuando –por ejemplo– no solo limitó la dis-
ponibilidad de la mercadería sino que, a la vez, habría compelido al particular a incumplir
un contrato con un tercero (por lo cual deberá hacerse cargo de los daños y perjuicios),
perdido una ganancia acordada o visto frustrado su derecho a trabajar y ejercer una
industria lícita.
No se trata aquí de supuestos de “exceso de sanción”, los cuales implican que el
agente disponga una medida desproporcionada (irrazonable) o exceda el límite de sus
competencias. Por el contrario, lo que se encuentra en análisis son supuestos en los cuales
la orden genera en la práctica efectos perjudiciales, más allá de lo previsto y querido tanto
por el legislador que reguló la norma como por el agente administrativo que la aplica.
En estos casos resulta extremadamente dificultoso lograr una reparación patrimonial
debido a dos factores: el primero consiste en que las potestades de control por parte de
la Administración (particularmente, la Aduana) contienen elementos, etapas y facultades
discrecionales, conceptos jurídicos indeterminados y dependen en su desarrollo de la pru-
dente apreciación y adecuada capacitación del personal administrativo interviniente, lo
que complejiza el aspecto probatorio; el segundo lo constituye el tiempo que transcurre
antes de obtener una resolución que ponga fin al litigio y permita el levantamiento de una
medida de control.
13
Meseguer Yebra, Joaquín, La tipicidad de las infracciones en el procedimiento administrativo sancionador,
Barcelona, Ed. Bosch, 2001, p. 27.
14
Art. 1087 del CAd.
Actualmente, el sistema de declaración aduanera, mediante el cual se describen con precisión las mercaderías
15
objeto de importación o exportación, se realiza mediante códigos regulados por normas internacionales,
denominado Nomenclatura Arancelaria.
16
CSJN, “Cadesa S.A. c/ Estado Nacional (ANA) s/ daños y perjuicios”, 21-3-1989, Fallos: 312:343.
17
Consid. 7.
18
Consid. 9 del voto de los Dres. Petracchi y Bacqué.
En resumen, la Corte reconoció que los daños generados por la actuación aduanera
tanto legítima como ilegítima deben ser reparados, lo cual otorga una cobertura más
adecuada a los derechos de los particulares, sobre todo teniendo en cuenta situaciones
que se vinculan con el ejercicio de potestades discrecionales de la Administración, en las
cuales es muy difícil acreditar un actuar ilícito.
Lo destacable de este fallo es que, por los fundamentos esgrimidos, la solución de-
bería haber sido otra si la detención de la mercadería hubiese generado –por ejemplo–
el incumplimiento de un contrato acordado con un tercero, dada la afectación que habría
de un derecho subjetivo incorporado al patrimonio de la actora.
19
CSJN in re “Tecnobeton S.A. c/ Estado Nacional (ANA y Ministerio de Economía) s/ cobro de pesos”, sent.
del 12-11-1996, T. 101.XXIV. En el caso, la empresa reclamó daños y perjuicios derivados de la retención por
parte del organismo aduanero, de impresoras para computación importadas por aquella sociedad, como con-
secuencia de la interpretación que el organismo efectuara de la Resolución Nº 4.106/1984, que fuera posterior-
mente modificada. Los rubros reclamados abarcaban gastos improductivos, activo fijo inmovilizado, lucro cesante,
daño financiero derivado del costo del dinero que debió obtener en la plaza bancaria, desvalorización de créditos,
gastos de publicidad y deterioro de la imagen de la empresa a consecuencia de los once meses que las casi 700
impresoras estuvieron en poder de la Aduana. La Corte, sin embargo, excluyó la responsabilidad del Estado, sobre
la base de la teoría de la “exclusividad de la relación causal”, en virtud de la cual el daño alegado debe ser consecuencia
exclusiva del obrar administrativo, sin intervención culposa del particular.
La impulsión de oficio no debe ser entendida, entonces, solo como la ausencia de caducidad
del procedimiento ante la inacción del particular, dejando en cabeza de la Administración el
peso de cumplir con las etapas procesales tendientes a la terminación del proceso, sino que
se encuentra también íntimamente enlazada con la celeridad y eficacia del trámite.
En cuanto a los plazos administrativos debe recordarse que son obligatorios tanto
para los interesados como para la Administración20, por lo que su incumplimiento para esta
última configura una violación del plexo normativo al inobservar un deber específicamen-
te estatuido.
La jurisprudencia ha reconocido que “el derecho de petición no se agota con el hecho
de que el ciudadano pueda pedir, sino que exige una respuesta. Frente al derecho de petición
se encuentra la obligación de responder. Ello, sin embargo, no significa que la Adminis-
tración deba pronunciarse en un sentido o en otro, sino tan solo que debe resolver”21.
Desde el punto de vista formal, el operador de comercio internacional cuenta con un
abanico de medios recursivos, diferentes instancias y revisiones; mas en la práctica,
difícilmente pueda lograr en tiempo útil una resolución por un tribunal independiente, que
ponga fin al litigio y fije con fuerza de verdad legal cuáles son –para el caso puntual– sus
derechos y obligaciones frente al Fisco.
Teniendo en cuenta que un reclamo administrativo aduanero puede (y suele en muchos
casos) requerir años de tramitación, sumado al tiempo que conlleva su revisión posterior y
al monto involucrado, más allá de ser imprevisible, es altamente riesgoso para el particular.
20
Art. 1º, inc. e) de la LPA.
21
Conf. CNACAF in re “Linares, Gumersindo José María c/ CONET s/ amparo por mora”, Sala IV, del
2-6-1992, puede verse en http://www.vlex.com/vid/34868262.
22
En este sentido, se ha dicho que “[...] cierto es que en los términos del Art. 1112 CC –prestación irregular
de los servicios estatales– es difícil establecer la distinción entre las acciones y omisiones. Por ejemplo, cuando
el Estado expide un informe erróneo causando un daño, ¿es acción u omisión de sus deberes? Es decir, ¿el Estado
actuó irregularmente haciendo aquello que no debió hacer o –en su caso– omitió hacer aquello que debió hacer?”.
Balbín, Carlos, Curso de Derecho Administrativo, T. II, Buenos Aires, La Ley, 2008, 1ª ed., p. 351, § A.
23
CSJN, “Pasadena S.A. c/ Administración Nacional de Aduanas s/ Aduana. R.O.”, del 5-10-1999, P.226.XXXIV.
La figura del “silencio” constituye una ficción mediante la cual puede llegar a con-
siderarse la existencia de una voluntad permisiva (silencio positivo) o denegatoria de lo
solicitado (silencio negativo), con la finalidad de facilitar al interesado que inició un pro-
cedimiento el acceso a una impugnación ulterior.
Corresponde diferenciar entre la inactividad material, considerada como un “no hacer
de la Administración dentro de sus competencias ordinarias”, de la inactividad formal, la
cual puede verse como “la pasividad de la Administración dentro de un procedimiento”.
Mediante la figura del “silencio administrativo, se concreta la inactividad material de la
Administración en una inactividad formal provocada”24. De allí que, para constituir en
mora al organismo a los fines de un reclamo por daños y perjuicios, no sea necesario que
se configure necesariamente el silencio.
La Administración debe desarrollar su actividad respetando los plazos que para cada
caso se establecen, incurriendo en mora ante su vencimiento, siendo responsable de los
daños y perjuicios derivados de ese actuar omisivo, con independencia de la conducta que
el interesado adopte con posterioridad, quien puede optar entre dos resoluciones admi-
nistrativas: configurar el silencio administrativo o la queja (Art. 71, RLNPA), o una judi-
cial: el amparo por mora (Art. 28, LPA)25.
El pronto despacho representa una suerte de intimación al órgano competente para
que se expida sobre la pretensión del particular, bajo apercibimiento de interpretar, facul-
tativamente, si se omite dictar el acto, que ha sido denegado26. Si bien puede ser asimilable
a una “intimación fehaciente” a los fines de constituir en mora a la Administración, no debe
considerarse la única modalidad de hacerlo27.
Si el cómputo de la prescripción liberatoria comienza a correr desde la fecha del título
de la obligación (Art. 3956, CC), es decir, desde que la Administración generó un daño
al particular a causa de una omisión de actuar en término, no podría exigirse al acreedor
que espere el cumplimiento de los plazos del Artículo 10 de la LPA (o cualquier otro plazo
procesal) para considerar que recién entonces la Administración se encuentra en mora.
Esta es una realidad y un requisito previo a la aplicación del Artículo 10 mencionado.
24
Hutchinson, Tomás, Régimen de Procedimientos Administrativos. Ley Nº 19.549, Buenos Aires, Ed. Astrea,
2003, 7ª ed., p. 100, § 7.
25
Recordemos, por otra parte, que el amparo por mora aduanero previsto en el Art. 1160 del Código Aduanero
(similar al amparo por mora previsto en el Art. 28 de la LPA) tiene como finalidad que un órgano superior
ponga fin a esa inactividad administrativa, emplazando al Administrador de la Aduana respectiva a resolver
la cuestión en plazos perentorios o, incluso, liberando al particular de la realización del trámite en cuestión.
Es presupuesto de la acción, la existencia de una “demora excesiva” por parte de la Aduana, en resolver un
trámite o diligencia a su cargo, sin establecer parámetro alguno que permita dimensionar el plazo que en cada
caso genera una “demora excesiva”. Por otra parte, la sentencia que resuelve esta vía procesal del amparo por
mora aduanero no tiene efectos “constitutivos” sino meramente “declarativos” de una situación de mora
preexistente.
26
Gordillo, Agustín (Dir.), Procedimiento Administrativo, Buenos Aires, LexisNexis - Depalma, 2003, 1ª ed.,
p. 140, § VI.
27
Parte de la doctrina considera que, por aplicación del principio de informalismo en favor del administrado,
cualquier presentación del particular puede considerarse un pedido de pronto despacho, tal como ocurriría
si se presenta un escrito solicitando la prosecución del trámite. Conf. Gordillo, Agustín, op.cit.
28
CSJN, “Sudinter S.A. c/ Administración Nacional de Aduanas s/ demandas contra ANA. R.O.”, 26-10-1999,
S.508.XXXIII.
29
En cuanto a sus orígenes, cabe recordar que el Decreto Nº 8.803/1949 creó la Dirección Nacional de Puertos,
la que en el año 1955 se estructuró como empresa del Estado (Ley Nº 13.653) y luego fue sustituida por la
Administración General de Puertos (AGP), con igual naturaleza (Decreto Ley Nº 4.263/1956).
En 1989, con el dictado de la Ley Nº 23.696 de Reforma del Estado y Emergencia Administrativa, la actividad
de transporte marítimo y fluvial y los servicios prestados dentro de los puertos fueron sometidos a priva-
tización y concesión. En ese marco, el Decreto Nº 817/1992 dispuso la disolución de la AGP, la que se
efectivizaría una vez que todos los puertos sometidos a su jurisdicción se encontraran privatizados, trans-
formados o transferidos, y mientras tanto, quedaría a cargo de un interventor.
Dado que el Puerto de Buenos Aires se mantuvo bajo la jurisdicción del Estado Nacional, y a pesar de su carácter
temporal, la AGP continuó funcionando hasta nuestros días, y asumió posteriormente nuevas funciones (no
solo liquidatorias), tales como el control de la gestión portuaria y de las tareas de los concesionarios y, también,
el dragado de vías. Por ello, en el año 2003 fue eliminada de su denominación el agregado “en liquidación” y
se reconoció que como sociedad del Estado se encuentra capacitada para realizar todos los actos societarios
autorizados por sus estatutos y la normativa vigente (Decreto Nº 19/2003).