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50 Para una exposición «más seria» de cómo justificar la relevancia de una investiga-
ción, ver Hernández Sampieri (op. cit., p. 51-52) y Sautu et al. (op. cit., pp. 67-68).
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iii. Que el problema no está investigado… así. En otras ocasiones,
la relevancia puede argumentarse a partir de un giro en la meto-
dología. Éste es el caso cuando un problema ha sido abordado,
por ejemplo, sólo en hombres, sólo mediante modelos cuanti-
tativos, sólo en contextos urbanos, etc. En casos así, investigar
mujeres, mediante modelos cualitativos, en contextos rurales puede
entenderse como un aporte… y como un buen argumento para
la relevancia del proyecto: «Este problema ha sido investigado,
incluso en nuestro país, pero, lamentablemente (!), los modelos
metodológicos empleados han sido mayormente cuantitativos.
En esta investigación utilizaremos un enfoque cualitativo, etc.»
Similares argumentos pueden esgrimirse si uno «se escapa» de
la irrelevancia cambiando las características de la muestra, el
contexto, el tipo de institución, etc. En definitiva, se trata de
un giro metodológico
iv. Que el problema tiene relevancia social. Puede que estudiar los
efectos traumáticos producidos a hombres de negocios por
repentinos chorros de agua fría provenientes de jacuzzis de los
hoteles cinco estrellas en que se hospedan… no sea un problema
socialmente relevante. Al contrario, puede que la inmigración, la
prostitución, las cuestiones de género, las minorías sexuales, el
embarazo adolescente, el desempleo, los pueblos originarios,
la pobreza y otros fenómenos sociales de ese tipo sí. De lo que
se trata es de encontrar fenómenos que representan problemas
importantes y amplios para una sociedad y cuyo tratamiento
y avance podría suponer un beneficio importante para las
personas implicadas. El otro lado de la moneda es que ciertos
problemas, debido a su exposición mediática (el bullying es un
buen ejemplo), acaban «sobreinvestigados», de manera que
puede argumentarse su relevancia social, pero difícilmente su
originalidad/novedad. Este argumento remite a algo mucho
más valioso que «el edificio de la ciencia»: remite a la idea de
que la ciencia está para abordar problemas relevantes, algo
que a menudo se nos pasa por alto. En este línea, la Escuela
de Chicago y los enfoques latinoamericanos que mencioné en
el punto vi del apartado dedicado a la disputa cuali/cuanti
intentaron responder a esta preocupación… y nosotros/as,
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aquí podría entrar un ejemplo que he utilizado antes: aquél del
tesista que proponía un uso sistémico-narrativo para los sueños.
Eso, por ejemplo, era una laguna: a diferencia del psicoanálisis
y la corriente humanista, la orientación sistémica ha ignorado
en buena medida los sueños. Así, se podía argumentar —y así
lo hizo el tesista— una relevancia teórica para el proyecto
vii. Que el proyecto hará aportes metodológicos. En este caso, el argumento
consiste en decir que un recurso metodológico nuevo surgirá
tras la realización de la tesis: un nuevo cuestionario, un nuevo
método de selección de personal, un test, una validación de
un instrumento diseñado en otro contexto… Todo eso puede
considerarse un aporte a la ciencia y ser un argumento. El punto
flojo de esta línea de argumentación es que tiende a dar por
supuesto que, por ejemplo, la sola novedad de un método o el
solo hecho de validar un cuestionario operan automáticamente
como argumentos: «Este método es nuevo», «Este cuestionario
no estaba validado aquí.» Yo creo que hay que ir más allá y hacer
un análisis más profundo. Un nuevo método de detección de
mentiras en una entrevista laboral, ¿es bueno… para quién? Un
nuevo cuestionario que «mide» la autoestima, ¿es útil… para
quién? En tanto los métodos/técnicas no pueden, simplemente,
considerarse herramientas, sino dispositivos que portan una historia
y generan unos efectos, es necesario, entiendo, debatir dicha
historia y dichos efectos: ¿de dónde proviene la necesidad de
ese instrumento?, ¿para qué va a usarse?, ¿a qué intereses sirve?,
¿de qué intereses proviene? A pesar del valor de esta reflexión
(que es la que para mí cuenta), uno puede poner simplemente
«relevancia metodológica» y casi seguro pasa, aun cuando el
instrumento en cuestión no tenga la menor relevancia social o,
lisa y llanamente, opere a favor de los/as malvados/as de este
mundo
viii. Que el proyecto contribuirá a mejorar las vidas de las personas implicadas
en la investigación. Un argumento que no he leído jamás, lo cual,
con todo lo vergonzoso que es para la investigación social, no deja
de ser muy revelador. Este punto, evidentemente, se relaciona
con mi objeción a la distinción cuali/cuanti: no se dice que se
pretende eso… porque raramente se pretende eso. De todas