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Universidad Católica Inmaculada Concepción

de la Arquidiócesis de Managua.

Resumen y comentario de la DEI VERBUM

Revelación y fe
Facultad de Teología

Catedrático: Pbro. José Ramón Alemán.

Alumno: Kenny José Sánchez González

30 de junio del 2020.


Constitución Dei Verbum

Resumen de la constitución
Proemio
1. Acogiendo religiosamente la palabra de Dios, el concilio, siguiendo las
huellas del tridentino y del vaticano I, quiere proponer la doctrina sobre
la revelación y su trasmisión.
Capítulo I: La revelación en sí misma.
2. Plugo a Dios revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su
voluntad hablando a los hombres como amigo. Esta revelación se realizó
con hechos y palabras íntimamente enlazados, y resplandece en Cristo,
mediador y plenitud de la revelación.
3. Dios, además de ofrecer a los hombres en las cosas creadas un
testimonio perenne de sí mismo, se manifestó a los primeros padres,
después a los patriarcas, a los hebreos que prepararon la vista del
Salvador.
4. Dios envió a su hijo, el verbo hecho carne…. Con su muerte y
resurrección y con el envió del Espíritu Santo completa la revelación. La
Nueva Alianza no pasara y nos hay que esperar otra revelación publica
antes del retorno de Cristo.
5. A Dios que revelo, se debe toda la obediencia de la fe, para la cual son
necesarias la gracia de Dios y las ayudas del Espíritu Santo.
6. El concilio, mientras afirma la posibilidad de conocer a Dios con la luz
natural de la razón afirma que debemos a la Revelación el que ese
conocimiento pueda ser alcanzado por todos expeditamente y sin error.
Capitulo II: La trasmisión de la Revelación divina.
7. Los apóstoles trasmitieron cuanto habían recibido con las palabras, los
ejemplos y la enseñanza. Los apóstoles confiaron después a los
obispos, sus sucesores, el propio puesto de maestros. Esta Tradición y
la Sagrada Escritura son como un espejo en que la Iglesia contempla a
Dios.
8. La Tradición progresa en la Iglesia, con asistencia del Espíritu Santo,
hacia una mayor comprensión de las palabras y de las cosas
trasmitidas, gracias a la reflexión, al estudio y la predicación. Los padres
atestiguan esta tradición, a la cual debemos el conocimiento del canon
de los Libros Sagrados y su más profunda inteligencia.
9. Tradición y escritura están unidas y se comunican entre sí, por nacer de
la misma fuente, forman una sola cosa y tienden a un mismo fin.
10. Tradición y Escritura constituyen un único depósito sagrado de la
palabra de Dios, confiada a la Iglesia y adhiriéndose a ese depósito, el
pueblo de Dios persevera en la enseñanza de los apóstoles. El oficio de
la interpretación, está confiada al magisterio de la Iglesia, el cual no es
superior a la Palabra de Dios. Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio
están así unidas de tal forma que juntas contribuyen a la salvación de
las almas.

Capitulo III: la inspiración divina de la Sagrada Escritura y su


interpretación
11. La Iglesia considera inspirados por Dios todos los libros canónicos, que,
aun estando escritos por hombres, enseñan con certeza y sin error las
verdades que Dios quiso revelarnos para nuestra salvación.
12. Como Dios se sirvió de los hombres, es necesario investigar
auténticamente lo que estos quisieron significar y Dios quiso
comunicarnos.
13. En la escritura, por consiguiente, se manifiesta la condescendencia
divina, que ha tomado las palabras del hombre como el verbo asumió la
naturaleza humana.
Capitulo IV: El Antiguo Testamento.
14. Dios, al buscar y preparar la salvación humana, se revelo por medio de
los profetas, al pueblo hebreo, que se había escogido, y por esto las
palabras contenidas en el Antiguo Testamento tienen valor perenne
15. La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada sobre todo a
preparar y a anunciar la venida del Mesías. Demuestran la pedagogía de
Dios y deben ser recibidos con veneración.
16. Dios, autor de ambos testamentos, ha dispuesto que el nuevo estuviese
escondido en el Antiguo y el Antiguo fuese esclarecido por el nuevo.
Capítulo V: El Nuevo Testamento.
17. La Palabra de Dios se manifiesta de modo eminente en el Nuevo
Testamento, en el cual Cristo manifestó a su padre y así mismo a los
apóstoles, para que predicasen el evangelio.
18. Los cuatro Evangelios, que sobre salen en el conjunto total de la
Sagrada Escritura, son de origen apostólico.
19. Los Evangelios, refieren fielmente la vida, obras y doctrinas de Cristo.
Los evangelistas escribieron, escogiendo algunas de las cosas
trasmitidas de viva voz o por escrito, con la intención de hacernos
conocer la verdad de las cosas sobre las que hemos sido instruidos.
20. El canon del Nuevo Testamento, contienen también las cartas de San
Pablo otros escritos apostólicos, en los cuales se explican ulteriormente
la doctrina de Cristo y se refieren a los comienzos de la Iglesia, su
difusión y se anuncia su gloriosa consumación.
Capítulo VI: la sagrada escritura en la vida de la Iglesia.
21. La Iglesia ha venerado siempre la Sagrada Escritura, nutriendo se de
ella sobre todo en la liturgia, y considerándola juntamente con la
Tradición, regla suprema de la fe. Es necesario que la predicación, como
la religión cristiana, este regida por la Sagrada Escritura, en la que está
depositada una gran eficacia y poder ser apoyo y vigor de la Iglesia y
hontanar puro de la vida espiritual.
22. Es necesario que los fieles tengan acceso pleno a la Escritura. La
Iglesia, de la misma manera, que ha adoptado y honrado las varias
traducciones de la antigüedad, alienta traducciones en las diversas
lenguas, hechas referentemente sobre textos originales. Si, más tarde,
con su consentimiento, se preparan traducciones juntamente con los
hermanos separados, estás podrán ser usadas por todos los cristianos.
23. La Iglesia se preocupa por alcanzar una inteligencia cada vez más
plena. Por esto favorece también el estudio de los padres orientales y de
occidente y a las sagradas liturgias.
24. La teología tiene su fundamento en las escrituras y en la Tradición. El
estudio de la Escritura debe ser como el alma de la teología y de todo el
ministerio de la palabra.
25. Es necesario, por consiguiente, que todos los que atienden el ministerio
de la palabra mantengan un estrecho contacto con la escritura. El
Concilio exhorta vivamente también a todos los fieles a la lectura y al
estudio dela Palabra Divina, recordando asi mismo que toca a todos los
obispos enseñar a los fieles el recto uso de los libros divinos mediante
traducciones dotadas de oportunas notas. Preparándose, además,
ediciones de la Escritura incluso para uso de los no cristianos,
adaptadas a la situación de estos.
26. Así, la Palabra divina, más conocida y venerada, juntamente con la
Eucaristía, dará la esperanza cierta de nuevo impulso para la vida
Espiritual de la Iglesia.
Comentario
La introducción del documento, además de indicar su génesis, presenta este
objetivo hace eco de una llamada más amplia y fundamental.
El examen rápido de la introducción del documento ofrece así al lector sus
primeras claves de lectura. El encuentro con la Palabra, que ha sido motivado
en la Iglesia desde León XIII y llegó a un punto culminante con la Constitución
dogmática Dei Verbum, necesita en este momento de un Palabra, y responder
al Pentecostés que se vive en la Iglesia.
Capítulo I: naturaleza de la Revelación.
La formulación de la revelación en Dei Verbum. n. 2 es trinitaria; ella incluye la
auto manifestación de Dios por medio del Verbo encarnado en el Espíritu tener
acceso al Padre. El Concilio subraya que la revelación de la verdad de Dios
sucede por la mediación de Cristo. Cristo es, al mismo tiempo, “mediador y
plenitud de toda la revelación”.
Esta noción de revelación es comprensible, porque incluye todas las formas y
medios que Dios ha elegido para auto-comunicarse. Esta comprensión de la
revelación le permitió a la Dei Verbum ampliar el horizonte de comprensión.
Primero, Dios se revela como historia y no solamente en la historia; segundo, la
verdad revelada no se reduce a ciertas afirmaciones (de la Escritura), sino que
abarca el complejo de acontecimientos históricos. O, dicho de otro modo, la
verdad revelada también incluye otros aspectos de la experiencia religiosa.
La formulación compresiva de la revelación constituye uno de los grandes
aportes de la Constitución dogmática a la teología de la revelación. Porque
entendió la revelación dentro del marco amplio de la economía de la salvación:
Dios se manifiesta a sí mismo a los seres humanos.
Capitulo II: trasmisión de la Revelación
Desarrolla la noción de revelación y muestra el carácter cristológico de su
transmisión. En este capítulo se introduce, además, el tema de la inspiración de
autores y libros sagrados.
El uso del concepto “transmisión de la revelación divina” se restringe a la
predicación apostólica y a la consecuente sucesión apostólica. Este tipo de
transmisión es eminentemente cristocéntrica. Si bien la categoría de “los
profetas y apóstoles” ofrece una secuencia temporal, la centralidad de Cristo en
la revelación presenta un esquema de mediación.
La primera mención de la inspiración bíblica aparece referida a la tradición
apostólica. O, dicho de otro modo, la Constitución dogmática comienza su
teología de la inspiración con el Nuevo Testamento, todas las escrituras se
derivan del Cristo. Esta concepción cristocéntrica concede valor al AT en tanto
profecía, es decir, en cuanto preanuncia de modo profético y tipológico la
venida de Cristo como Señor.
El capítulo II de la Dei Verbum entendió la inspiración dentro del marco amplio
de la tradición. Procediendo de esta manera no sólo evitó el conflicto potencial
entre Sagrada Tradición y Sagrada Escritura, sino que ofreció una clave de
interpretación para entender la unidad y compenetración entre estas dos
instancias.
Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente
unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente,
se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada
Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la
inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a
los sucesores de los Apóstoles la palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo
Señor y por Espíritu Santo para que con la luz del Espíritu de la verdad la
guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación; de donde se
sigue que la Iglesia no reciba solamente de las Sagrada Escritura su certeza
acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar
ambas con un mismo espíritu de piedad. (Dei Verbum, 9).
La Dei Verbum “resolvió” la cuestión de la relación entre Tradición, Escritura y
Magisterio porque incluyó estas tres instancias dentro de una mayor; el
equilibrio entre las tres se “resuelve” a favor de la Iglesia apostólica entendida
como realidad histórica.
Este procedimiento permitió a la Dei Verbum superar, al menos por ahora, la
dicotomía entre Escritura y Tradición. Tanto los textos sagrados como el
testimonio apostólico forman parte un mismo esquema de revelación
comprensiva (de una misma economía de salvación) que abarca tanto hechos
como palabras. Se trata de una revelación histórica que es historia y que tiene
lugar en la Iglesia apostólica.
Capitulo III: inspiración e interpretación de la Sagrada Escritura.
La inspiración y la interpretación de la Sagrada Escritura son el objeto
específico del capítulo tercero de Dei Verbum. El capítulo consta, como se
sabe, de tres números: el n. 11 versa sobre «El hecho de la inspiración y de la
verdad de la Sagrada Escritura», el n. 12 trata de «Cómo hay que interpretar la
Sagrada Escritura», y, finalmente, el n. 13, mucho más breve, expone la
«Condescendencia de Dios» por la que las palabras de Dios expresadas con
lenguas humanas se han hecho semejantes al habla humana, como en otro
tiempo el Verbo del Padre Eterno, tomando la carne de la debilidad humana, se
hizo semejante a los hombres.
La precisión del n.13 es importante para la comprensión de la Escritura, pues
no hay que olvidar que los párrafos anteriores han señalado, de una u otra
manera, que Dios se ha valido de instrumentos humanos para revelarse. Al
invocar la analogía de la encarnación, la colaboración de Dios con los autores,
que hasta ahora se había expresado por la vía de la concurrencia, se completa
con el modelo del lenguaje de la misma revelación: la Sagrada Escritura es el
resultado de la comunión y encuentro de Dios con los hombres cuyo tipo
acabado es Jesucristo, el Verbo encarnado.
Capitulo IV y V: el Antiguo y el Nuevo testamento
Del Antiguo Testamento trata el capítulo IV de la Constitución. Dice el n. 14 que
«Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el
género humano, con providencial favor se eligió un pueblo».
Después explica cómo Dios se reveló a su pueblo, Israel, con hechos y
palabras, y cómo el pueblo experimentó la revelación a él dirigida. Dicho de
otra forma, lo que se describe aquí es la parte de la economía de la salvación
que se expone en los libros del Antiguo Testamento. Y, a continuación, sigue
diciendo el n. 14: «La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y
explicada por los autores sagrados, se conserva (exstat) como verdadera
palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual, estos libros,
inspirados por Dios, conservan un valor perenne».
Lo que hacen los autores inspirados es «preanunciar, narrar y explicar la
economía de la salvación». Y, si esto es lo que buscan los autores sagrados,
esto es también lo que quiere Dios. Por tanto, aquí viene descrita una primera
función de la inspiración. La inspiración se dirige a que el hagiógrafo
preanuncie, narre y explique la economía de la salvación.
La labor de los autores del Nuevo Testamento es pues poner por escrito el
mensaje de la salvación, o la predicación apostólica. También aquí se puede
percibir la inspiración del Espíritu Santo dirigida a dos funciones: por una parte,
la puesta por escrito del mensaje de la salvación, de la predicación apostólica;
por otra, la de ser palabra de Dios en la Iglesia. Es evidente que los textos
citados no recogen esta segunda función, aunque parece claro que viene
incluida en la primera: si el mensaje apostólico es palabra de Dios, lo es tanto
el oral como el que se pone por escrito. Lo distintivo frente a los textos del
Antiguo Testamento, es que, como ahora estamos ya ante un mensaje
completo —la resurrección de Cristo es la que consuma el mensaje—, los
escritos del Nuevo Testamento, al ser recibidos, lo son ya como palabra de
Dios.
Capítulo VI: la sagrada Escritura en la vida de la Iglesia
Los números 21 al 25 nos describen cómo la vida de la Iglesia siempre ha sido
iluminada, guiada por las Sagradas Escrituras, de forma particular y especial en
la Sagrada Liturgia, no deja nunca de tomar del altar y distribuir a los fieles el
pan de la vida.
Es de vital importancia que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada
Escritura. Por ello, la Iglesia  desde sus principios, tomó la antiquísima versión
griega del Antiguo Testamento, llamada de los Setenta, y conserva siempre
con honor otras traducciones orientales y latinas, sobre todo la que llaman
Vulgata.
Los exegetas católicos, y demás teólogos deben trabajar, aunando
diligentemente sus fuerzas, para investigar y proponer las Letras divinas, bajo
la vigilancia del Sagrado Magisterio, con los instrumentos oportunos.
Se recomienda la lectura y el estudio diligente de los Libros Sagrados a todos
los bautizados, de manera especial a los clérigos, diáconos, sacerdotes y
catequistas que se dedican legítimamente al ministerio de la palabra, a fin de
que “la Palabra de Dios se difunda y resplandezca” y el tesoro de la revelación,
confiado a la Iglesia, llene más y más los corazones de los hombres.
Epílogo
EL número 26 es el epílogo del documento, los Padres sinodales exhortan a
todos los fieles a dar un impulso a su vida espiritual a través de la lectura y
estudio de la Sagrada Escritura que es la Palabra de Dios a través de la cual
permanece presente para siempre entre nosotros.

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