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Por su propia condescendencia, Dios ha dado a conocer a los hombres su vida íntima, a
través de la Revelación.
1. Definición
La palabra revelación viene del latín revelatio que significa en su sentido más inmediato le-
vantar el velo, es por tanto la manifestación de algo oculto. El vocablo griego a)pokalu/ptw
(de ahí viene Apocalipsis), utilizado en la versión griega conocida como de los Setenta (LXX)
tiene el mismo sentido semántico.
2. Forma de la Revelación
La Revelación divina se realiza «mediante acciones y palabras», íntimamente
ligadas entre sí y que se esclarecen mutuamente. Este designio comporta una
“pedagogía divina” particular: Dios se comunica gradualmente al hombre,
lo prepara por etapas para acoger la Revelación sobrenatural que hace de
sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado,
Jesucristo.
La progresividad de la Revelación es un aspecto peculiar de la historia
de la salvación. Dios ha desplegado su mensaje a través de la historia de
un pueblo que tiene su cultura, su modo de expresión, su lenguaje, su
psicología. Es el instrumento humano, sin duda valioso, del
que se sirve Dios para revelarse.
3. El Depósito de la fe
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La Revelación de Dios
La Tradición es la Palabra de Dios no escrita, que se trans-
mite en la vida de la Iglesia, de tal manera que la Tradición se
refleja en la misma Escritura, en la fe confesada, en el culto y en
la experiencia de Dios que tienen los fieles (Vida de los Santos).
Es el “acontecimiento Cristo” enseñado por los Apóstoles, como
encontramos en las cartas de San Pablo: “Yo he recibido una tra-
dición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido…”
(1Co 11,23).
La Tradición es anterior a la Escritura. La Biblia se formó tras largo proceso de gestación,
paralelo a la experiencia religiosa de Israel. Durante siglos, los hebreos custodiaron sus tradiciones
sagradas por medio de la transmisión oral. Luego, algunas acciones salvíficas fueron fijadas en los
poemas épicos muy antiguos, referidos a las grandes experiencias salvíficas del pueblo elegido,
desde el Éxodo hasta su asentamiento en Canaán. Sólo en el primer milenio antes de Cristo nacen
las grandes tradiciones escritas que más tarde se incorporaron a la Biblia.
El Nuevo Testamento nace de la tradición oral trans-
mitida por los apóstoles y fue escrito entre los años 57 y
100 de la era cristiana, por tanto, en toda la fase inicial de
la Iglesia, no estaban escritos los Evangelios, ni las cartas
apostólicas. Sobre Cristo y sus enseñanzas existía exclusi-
vamente la Tradición y la vida de la Iglesia. La Dei Verbum
(9) explica que «la Sagrada Tradición y la Sagrada Escri-
tura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque
surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en
cierto modo y tienden a un mismo fin».
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La Revelación de Dios
5. Diferencia entre Revelación e inspiración
Hay muchas discusiones de cómo se da esta inspiración en los autores sagrados, pasando
históricamente por diversas teorías, que van desde el dictado divino, hasta la participación hu-
mana inspirada por Dios.
La Constitución Dogmática Dei Verbum (11), así define la inspiración en las Sagradas
Escrituras:
Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe
tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros
de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que
Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación».