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Introducción a la Teología I

Hno. Dr. Alexandre José Rocha de Hollanda Cavalcanti

Tema 04: La Revelación de Dios

La Carta a los Hebreos afirma:

«Dios ha hablado a los hombres».

Por su propia condescendencia, Dios ha dado a conocer a los hombres su vida íntima, a
través de la Revelación.
1. Definición

La Revelación es la auto comunicación que Dios ha hecho de Sí


mismo a los hombres y de aquellas otras verdades necesarias o conve-
nientes para la salvación eterna.

Al revelarse Dios a Sí mismo quiere hacer a los hom-


bres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más
allá de lo que ellos serían por sus propias fuerzas.

La palabra revelación viene del latín revelatio que significa en su sentido más inmediato le-
vantar el velo, es por tanto la manifestación de algo oculto. El vocablo griego a)pokalu/ptw
(de ahí viene Apocalipsis), utilizado en la versión griega conocida como de los Setenta (LXX)
tiene el mismo sentido semántico.
2. Forma de la Revelación
La Revelación divina se realiza «mediante acciones y palabras», íntimamente
ligadas entre sí y que se esclarecen mutuamente. Este designio comporta una
“pedagogía divina” particular: Dios se comunica gradualmente al hombre,
lo prepara por etapas para acoger la Revelación sobrenatural que hace de
sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado,
Jesucristo.
La progresividad de la Revelación es un aspecto peculiar de la historia
de la salvación. Dios ha desplegado su mensaje a través de la historia de
un pueblo que tiene su cultura, su modo de expresión, su lenguaje, su
psicología. Es el instrumento humano, sin duda valioso, del
que se sirve Dios para revelarse.

3. El Depósito de la fe

La Revelación divina no se restringe a lo que está en las Escrituras, sino que


alcanza también la transmisión de las acciones y palabras de Jesucristo a través de
la tradición oral. El conjunto de las Sagradas Escrituras y la Tradición se deno-
mina el Depósito de la Fe, que se clausura con la muerte del último Apóstol y fue
confiado por Cristo a la Iglesia.

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La Revelación de Dios
La Tradición es la Palabra de Dios no escrita, que se trans-
mite en la vida de la Iglesia, de tal manera que la Tradición se
refleja en la misma Escritura, en la fe confesada, en el culto y en
la experiencia de Dios que tienen los fieles (Vida de los Santos).
Es el “acontecimiento Cristo” enseñado por los Apóstoles, como
encontramos en las cartas de San Pablo: “Yo he recibido una tra-
dición, que procede del Señor y que a mi vez les he transmitido…”
(1Co 11,23).
La Tradición es anterior a la Escritura. La Biblia se formó tras largo proceso de gestación,
paralelo a la experiencia religiosa de Israel. Durante siglos, los hebreos custodiaron sus tradiciones
sagradas por medio de la transmisión oral. Luego, algunas acciones salvíficas fueron fijadas en los
poemas épicos muy antiguos, referidos a las grandes experiencias salvíficas del pueblo elegido,
desde el Éxodo hasta su asentamiento en Canaán. Sólo en el primer milenio antes de Cristo nacen
las grandes tradiciones escritas que más tarde se incorporaron a la Biblia.
El Nuevo Testamento nace de la tradición oral trans-
mitida por los apóstoles y fue escrito entre los años 57 y
100 de la era cristiana, por tanto, en toda la fase inicial de
la Iglesia, no estaban escritos los Evangelios, ni las cartas
apostólicas. Sobre Cristo y sus enseñanzas existía exclusi-
vamente la Tradición y la vida de la Iglesia. La Dei Verbum
(9) explica que «la Sagrada Tradición y la Sagrada Escri-
tura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque
surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en
cierto modo y tienden a un mismo fin».

4. Revelación pública y revelaciones privadas


El Depósito de la Fe fue confiado al Magisterio de la Iglesia que no retira ni añade nada a
su contenido, sino que lo explica y lo interpreta, estando al servicio de la Revelación
de Dios.

La Revelación fue un hecho histórico y no puede crecer el número de


verdades reveladas contenidas en el depósito de la Revelación que es la
Sagrada Escritura y la Tradición. Ninguna verdad puede añadirse a la fe
católica que no esté contenida, explícita o implícitamente, en este De-
pósito revelado. Lo único que cabe es una mayor explicación y compren-
sión de las verdades de fe. Al definir un dogma, el Magisterio no crea
nuevas verdades, sino descubre lo que ya se encontraba en el Depósito
recibido de los Apóstoles. Es función del Magisterio definir y custodiar
los contenidos de la Revelación.

Las revelaciones particulares no pueden añadir o retirar nada del Depósito


de la Fe, sino que, cuando son confiables, pueden ayudar a conocer, interpretar y
aplicar a la situación real de determinada época histórica, las enseñanzas contenidas
en el Depósito de la Fe. Al Magisterio de la Iglesia, a quien Cristo ha confiado
este Depósito, cabe aprobar, o no, las revelaciones particulares, verificando su
compatibilidad con el Depósito de la Fe.

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La Revelación de Dios
5. Diferencia entre Revelación e inspiración

En la Revelación actúa la inspiración de Dios, utilizando elementos humanos para trans-


mitir, con sus recursos propios, la palabra revelada. La inspiración es la que mueve a los hom-
bres que actúan como instrumentos divinos en la historia de la salvación. En la última etapa,
los hagiógrafos o escritores sagrados, que representan una tradición viviente, bajo la inspiración
“escrituraria”, fijan en sus escritos esta actuación divina. En el texto inspirado encontramos la
revelación y la palabra de Dios.

La inspiración de la Biblia encuentra sentido completo cuando se cierra su lectura y cuando


todas sus partes se iluminan por su proyección cristológica.

Hay muchas discusiones de cómo se da esta inspiración en los autores sagrados, pasando
históricamente por diversas teorías, que van desde el dictado divino, hasta la participación hu-
mana inspirada por Dios.

La Constitución Dogmática Dei Verbum (11), así define la inspiración en las Sagradas
Escrituras:

«Las verdades reveladas por Dios, que se contienen


y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron
por inspiración del Espíritu Santo. La santa Madre
Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y
canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo
Testamento con todas sus partes, porque, escritos
bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios
como autor y como tales se le han entregado a la
misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros
sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó usando
de sus propias facultades y medios, de forma que
obrando Él en ellos y por ellos, escribieron, como
verdaderos autores, todo y sólo lo que Él quería.

Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe
tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros
de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que
Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación».

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