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Ensayo Nro.

Gina Heredia

Globalización y Desigualdades Sociales

Economía política global, guerra contra el narcotráfico y su impacto en la vida de


pequeñas expendedoras: La historia de Silvia.

La política antidrogas dirigida por Estados Unidos y en la que participa Ecuador


al igual que otros países de Latinoamérica es una muestra de la transnacionalización de
un conflicto que inicia como un problema social de salud con altos índices de consumo
en Estados Unidos y con el tiempo tras declararlo de interés nacional, se transforma en
un problema de seguridad interna al que hay que combatir.

Considerando los compromisos adquiridos por Ecuador en la denominada


“Guerra contra el narcotráfico” y que desde la década de 1980 se la ha vinculado con la
subversión y el terrorismo y ha tenido como consecuencia el aumento de detenciones de
hombres y mujeres por delitos de drogas a partir de la misma época, la pregunta que
guía a este ensayo es ¿Cómo impacta la política transnacional antidrogas en la vida de
las pequeñas expendedoras? Partiendo de un estudio de caso: Silvia, una mujer que fue
detenida en el año 2008 por tenencia ilegal de estupefacientes.

Para desarrollar el ensayo se han considerado los trabajos de: Immanuel


Wallerstein (1995). “Estructura interestatal del sistema-mundo moderno”, de quien
tomo su perspectiva sobre el sistema mundo moderno para explicar el papel de Ecuador
en la economía política mundial. Los trabajos “Una sociología de la globalización”
(2007) y “Expulsiones” (2015) de Saskia Sassen, de quien tomo el concepto de
localización de lo global para dar cuenta de la presencia de la globalización en
territorios nacionales donde los Estados ya no tienen “autoridad exclusiva sobre sus
territorios” y tomo su perspectiva del encarcelamiento como una forma de expulsión.
También el trabajo “Daños colaterales. Desigualdades sociales en la era global”
(2011) de Zygmunt Bauman para explicar a partir del concepto clase marginal cómo las
políticas económicas dejan fuera del contrato social a una cantidad cada vez más grande
de personas (como los pequeños microtraficantes) y “Global Political Economy and
Social Reproduction” (2003) de Isabella Bakker y Stephen Gill, cuyos conceptos de

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gobernanza global de los Estados y seguridad humana, explican la forma en que las
relaciones de producción contemporánea generan crisis de reproducción. Todos estos
conceptos los articulo a la experiencia de Silvia.

El ensayo se encuentra dividido en tres apartados: En el primero analizo la


posición de Ecuador en el negocio de la droga y en la política antidrogas impulsada por
Estados Unidos. En un segundo momento reflexiono sobre la experiencia de Silvia
como microtraficante de drogas (marihuana) y el impacto que tiene en su vida la
legislación sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas. En un tercer momento
analizo la forma en que la historia de vida de Silvia se articula con el desplazamiento de
la función del Estado de proveer bienestar social a la protección de los mercados.

1. Ecuador en el negocio y en la política transnacional de drogas.

A nivel mundial, las drogas de mayor consumo son la cocaína y el cannabis, su


producción, consumo y distribución, forman parte del negocio ilegal de drogas,
catalogado como delincuencia organizada transnacional, que, según la Oficina de
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, suma ganancias anuales de más de US$2
billones1 a nivel mundial, donde el mayor productor de coca de acuerdo a los informes
de Naciones Unidas, es Colombia.

Las políticas para combatir la distribución y consumo de drogas son también de


carácter transnacional, una clara muestra de lo que Sassen (2007) denomina localización
de lo global, dado que los instrumentos jurídicos para combatir este tipo de delitos,
trascienden el marco de estado – nación e involucran a varios países que configuran sus
políticas en base a la normativa internacional y a sus intereses económicos.

En el mercado de las drogas, Ecuador no ocupa un lugar central dado que nunca
ha sido un importante país productor de las mismas, a diferencia de Perú, Bolivia y
Colombia. Esto se debe a que “en la división internacional del trabajo, resultante del
proceso colonial” a Ecuador se lo especializó “tanto para la producción agraria, como
de tejidos para el mercado andino” (Bonilla 1991 13) mientras que Bolivia y Perú eran
productores de metales como el oro y la plata, y como importantes enclaves mineros
requerían cantidades altas de trabajadores indígenas, situación que habría dado paso
para que la hoja de coca circulara entre los productos de consumo cultural de esas
regiones porque está asociada a la reproducción de la fuerza de trabajo. En Ecuador en
1
BBC Mundo 31 de marzo del 2016

2
cambio el consumo de coca se habría extinguido poco a poco, tanto por dar
cumplimiento a la ordenanza de Felipe II que en 1596 prohíbe su cultivo y consumo,
como por la estructura económica colonial.

Puesto que históricamente, Ecuador no es productor de drogas y el consumo de


las mismas no ha afectado significativamente a su población, este problema no
encabezaba su agenda nacional. Por otro lado, Estados Unidos sí tiene como uno de sus
principales problemas de salud desde 1906 al consumo de drogas, especialmente opio y
cocaína y por esta razón empieza a regular y controlar su uso con leyes como la Pure
Food and Drug Act y en 1914 la ley Harrison Narcotic Act (Bonilla 1991 19) que
prohíbe el consumo de cocaína totalmente. Sin embargo, la demanda de estas sustancias
para consumo con fines recreativos y la adicción de sus consumidores va
incrementándose a la par que aumenta el contrabando asiático (opio) y mexicano
(cocaína) de estas sustancias.

Para regular el mercado global de droga y bajo el discurso de proteger a los


ciudadanos de este mal, Estados Unidos hace uso del impacto que tiene como
hegemonía mundial, y combina los mecanismos de “fuerza, soborno y persuasión
ideológica” (Wallerstein 1995 159) para intervenir en la política internacional y situar a
este problema como una prioridad internacional, para ello promueve varias iniciativas
como la Conferencia de Shangai en 1909 y el Convenio de la Haya contra el opio en
1912 en las que participan países de diferentes regiones.

La producción industrial de cocaína dirigida desde Latino América hacia el país


del norte adquiere índices significativos a partir de los años 70, cuando Colombia ganó
control sobre el mercado (Bonilla 1991 22) y en esta industria Ecuador participa como
un país de tránsito por estar ubicado geográficamente entre los mayores productores de
coca de Latinoamérica (Colombia, Perú). A pesar de su rol en este negocio como país
de tránsito, esto no había sido percibido como una amenaza significativa a la seguridad
nacional, pero desde que se involucra en las políticas internacionales antidrogas sus
objetivos e intereses nacionales se van configurando.

El primer tratado que firma Ecuador respecto a las políticas antidrogas


impulsadas en foros internacionales es el tratado de Ginebra, firmado en 1925, que tuvo
como objetivo, regular la producción, exportación y consumo del opio, aunque el
control se hace extensivo a otras sustancias psicotrópicas. El país se adscribe a varios

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acuerdos manteniéndose como un actor periférico y subordinado, en concordancia a la
posición que ocupa en las relaciones productivas transnacionales del sistema mundo
moderno. (Wallerstein 1995).

El tratamiento que se daba al problema de drogas hasta finales de los 70 era de


carácter sanitario y la prioridad estaba puesta en la prevención y tratamiento de la salud
de los ciudadanos que consumían estas sustancias por adicción. Sin embargo, desde la
década de los 80 deja de ser un problema de salud pública y pasa a convertirse en un
problema que amenaza a la seguridad nacional al seguir los lineamientos
prohibicionistas de organismos como la ONU y la OEA.

Desde 1982 en el contexto de la denominada “Guerra contra las drogas”


impulsada por Ronald Reagan y continuada por George Bush, Ecuador se va vinculando
política, comercial y moralmente con Estados Unidos. En 1985 durante la presidencia
de León Febres Cordero el gobierno firma un acuerdo bilateral de cooperación
denominado “represión del tráfico ilícito de estupefacientes” (Bonilla 1991 25) que
comprendía la asistencia económica de Estados Unidos en equipos de “seguridad” y
capacitación a las fuerzas del orden. a cambio de su cooperación estratégica.

A partir de entonces la guerra contra las drogas encabeza los objetivos


nacionales, Ecuador se adscribe a tratados comerciales con Estados Unidos como el
ATPDEA, y recibe preferencias arancelarias “solo a cambio de cumplir con el
compromiso adquirido de combate al narcotráfico” (Coba 2015 103). Acceder a los
“beneficios” comerciales significó para Ecuador y otros países de la región, ceder a las
presiones del país nordestino que exigió la quema de pequeños campos con cultivos de
coca y el asentamiento de bases militares con fines de entrenamiento policial en sus
territorios.

El apoyo de Ecuador como aliado estratégico de las políticas impulsadas por


Estados Unidos se cristaliza en la aprobación del congreso ecuatoriano en 1987 a la
denominada “Ley de Control y Fiscalización del Tráfico de Estupefacientes” que
declara a las drogas el enemigo a combatir y otorga el carácter de delito a la tenencia de
las mismas, disponiendo condenas no menores a ocho años para quienes participaran en
la producción o tráfico de una lista específica de sustancias enumeradas en la ley.

El país adopta mayor rigidez legal con sanciones excesivamente altas a partir de
1991 cuando “Estados Unidos logra influir en la elaboración de la Ley de Sustancias

4
Estupefacientes y Psicotrópicas del Ecuador” conocida también como ley 108 “al
vincular la juridicidad transnacional a la declaratoria de interés nacional del Estado”
(Coba 2015 38) que por basarse en la visión de organismos externos como la ONU,
entraba en contradicción con la constitución ecuatoriana y con el código de justicia
penal, por lo que se requirió de la creación del Consejo Nacional para el Control de
Drogas Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas (CONSEP), un cuerpo aparte para la
administración de estos delitos.

De acuerdo a Backer y Gill (2003 103) la redefinición de los marcos internos e


internacionales de seguridad del Estado afectan negativamente a la reproducción social
y seguridad humana de la mayoría de las personas en el planeta, y pueden desencadenar
conflicto social generalizado. Precisamente eso es lo que sucede cuando la legislación
antidrogas toma un giro punitivo y mediante la ley 108 no distingue entre grandes o
pequeñas cantidades de sustancias sujetas a fiscalización, ni entre productores,
consumidores, pequeños o grandes traficantes, y sanciona con penas de hasta 16 años a
cualquier persona vinculada con el narcotráfico.

Al priorizar la ejecución de la ley en lugar de la salud pública en la problemática


de drogas, se instaura un nuevo orden social, político y moral que despoja a los
consumidores de su derecho a ser provistos de atención médica, el status de
delincuentes que adquieren es una muestra de la arbitrariedad de la ley que convierte en
enemigo interno a quienes el Estado debería proteger.

En concordancia con el nuevo enfoque en el tratamiento de la ley antidrogas, la


población penitenciaria experimenta un rápido incremento y pasa de 3705 personas
recluidas en 1972 a 9645 hasta 19952, puesto que la consigna que parecen tener las
fuerzas del orden, es detener al mayor número de personas.

Actualmente la población encarcelada es de 38.6933. La cantidad de personas


recluidas no obedece, sin embargo, a que las tendencias de consumo o tráfico de drogas
en Ecuador hayan aumentado, sino a los compromisos internacionales adquiridos en
distintas épocas por los gobiernos, que exigen resultados en donde el mayor indicador es
la cifra de personas encerradas en las prisiones.

2. Silvia y el impacto de la legislación antidrogas

2
Defensoría del Pueblo, informe anual 2014
3
SNAI 2021

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Desde los años 80 la aplicación de políticas neoliberales en la región se ha ido
profundizando, las funciones del Estado en la protección social han disminuido y la
seguridad social se ha ido dejando paulatinamente bajo la responsabilidad individual y
del mercado. Uno de los síntomas de estas políticas de ajuste estructural y de
liberalización de los mercados es la cantidad cada vez mayor de individuos
desempleados que van componiendo lo que Bauman (2011 12) denomina “clase
marginal”, “personas despojadas de los derechos que poseen los miembros reconocidos
y reputados de la sociedad” y que como tal “no se cuenta entre las partes indispensables
del organismo social”.

Para quienes son empujados a los márgenes de la sociedad el negocio de las


drogas constituye una de las “nuevas estrategias de supervivencia en el mundo en
desarrollo” (Bekker y Gill 2003 11) pues, les permite resolver problemas de la vida
cotidiana que no pueden enfrentarse sin sustento económico, pero a pesar de ser una
fuente atractiva de generación rápida de ingresos, los delitos de drogas constituyen
también los de mayor causa de criminalización, persecución y represión policial y su
rigurosidad se aplica precisamente sobre la población más pobre, por la escasa
importancia que representan en la política económica global.

Ese es el caso de Silvia, una mujer que a sus 27 años pasó a constituir una cifra
más en las estadísticas de desempleo en el año 2010 después de que el casino en el que
trabajaba cerrara su atención al público al verse afectado por una serie de medidas
locales en el gobierno de Rafael Correa, quien declaró que “los juegos de azar y el
consumo de bebidas disminuyen el nivel de vida en una sociedad"4 y restringió la venta
de bebidas alcohólicas, cerró las salas de juego, y posteriormente - tras la consulta
popular de 2011 y la aprobación y ejecución del decreto ejecutivo 873, - logró el cierre
de todos los casinos en el país.

Silvia cursaba sus estudios superiores en la universidad pública y tenía un hijo


de cinco años, Víctor, a quien cuidaba su abuela materna cuando Silvia se ausentaba por
actividades relacionadas a sus estudios o trabajo. La ayuda de su madre y el horario
nocturno del casino le permitían a Silvia conciliar sus roles doméstico – maternales con
los académicos. Con los ingresos que obtenía en el casino, Silvia procuraba cuidados al
menor y sostenía una calidad de vida satisfactoria, pero al quedar desempleada sus
preocupaciones giran en torno a las inseguridades de su vida cotidiana (Bekkeer y Gill
4
Diario el Comercio 10 de junio 2010

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2003) ya que no encuentra un trabajo que se ajuste a sus necesidades, razón por la que
acepta la propuesta de un viejo contacto - que tiempo atrás le había provisto marihuana
para su consumo personal – para vender pequeñas cantidades de esta sustancia, y se
involucra de esta manera en el microtráfico de sustancias sujetas a fiscalización.

Silvia vende la mercancía durante pocas semanas, según indica, se trataba de


pequeños paquetitos económicos que distribuía en la calle Mariscal Foch. Esta actividad
le permitió organizar su vida sin mayores dificultades porque aun cuando las ganancias
no eran significativas tenía la ventaja de no estar sujeta a horarios, sin embargo, es
detenida en delito flagrante en julio del 2010. Según su narración, aquella noche no
estaba vendiendo sus paquetes, pero se había ofrecido a cumplir una encomienda que
Luis, un amigo cercano, no había podido realizar por problemas de salud.

Lo que Silvia desconocía, era que Luis estaba bajo investigación policial y que
ese día los agentes se disponían seguir su vehículo. De esta forma los dos kilógramos de
marihuana que encontraron en el interior del vehículo compusieron la evidencia
suficiente para que el juez ordenara una pena de 8 años de prisión, sin contemplar
ningún otro aspecto de su vida cotidiana. La rápida sentencia que dictamina el juez no
sorprende, dado que las acciones policiales y judiciales se dirigen a quienes tienen una
participación subordinada en la compleja estructura de este negocio, mientras que los
grandes contrabandistas por su poder económico, comúnmente escapan de la sanción
penal.

3. El enemigo interno y la seguridad ciudadana.

De acuerdo a Bauman (2011), los Estados fundan su legitimidad en el poder de


proteger a los ciudadanos de la inseguridad existencial (amenazas al sustento y al
bienestar) que se origina de la lógica de los mercados, sin embargo, al ver disminuidas
sus capacidades para cumplir con esta función, el discurso oficial sobre seguridad se ha
ido modelando y ha generado miedos nuevos relacionados con lo que Bauman (2011
78) llama “seguridad personal” “(integridad del cuerpo, las posesiones personales, la
casa y el vecindario)”. Esta seguridad personal a su vez, ha remplazado a la seguridad
existencial y se ha convertido en “la nueva razón gubernamental de los Estados”
Bauman (2011 78).

Bajo esta nueva razón gubernamental, Silvia pasa de ser un sujeto de derechos a
un riesgo potencial, el enemigo interno del que hay que proteger al cuerpo social.

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Equiparada a terrorista por los medios de comunicación social, su detención constituye
la victoria de los órganos estatales, prueba fehaciente del buen trabajo del gobierno,
para quienes su compromiso contra la delincuencia en general y contra las drogas en
particular, se traduce en cifras estadísticas de encarcelamiento.

Para Sassen (2015) sin embargo, el rápido aumento del encarcelamiento actual
constituye uno de los mecanismos de expulsión del capitalismo avanzado y lo común de
quienes componen la población carcelaria es que representan “cada vez más, la versión
actual del excedente de población trabajadora que era común en los brutales comienzos
del capitalismo moderno”. (Sassen 2015 78) puesto que son precisamente, personas que
encuentran dificultad para insertarse en el mercado laboral, quienes son encerrados.

Silvia representa el ejemplo claro de lo que a nivel local provoca lo que Bekker
y Gill (2003) denominan “la gobernanza global de los Estados” y que consiste en que
estos se orientan cada vez más a promover la circulación de los capitales, desplazando
sus fines como proveedores de seguridad humana - base material para la seguridad,
supervivencia y sostenibilidad de la vida - hacia la seguridad del capital, o seguridad
personal en palabras de Bauman (2011).

Este giro en las funciones sociales del Estado, de acuerdo a Bekker y Gill (2003)
genera crisis de reproducción social que, siguiendo su argumento, constituyen la
contradicción en la que se asienta la lógica de acumulación del capitalismo y afecta cada
vez a más mujeres como Silvia en su experiencia vital, mujeres cuya subjetividad
femenina, está construida en torno a los cuidados de otros y a pesar de ser despojadas
del bienestar social que deberían gozar como ciudadanas deben proveer este bienestar a
otros en base a un rol materno que demanda tal responsabilidad.

A pesar de permanecer encarcelada y ser expulsada de su proyecto de vida,


Silvia organizó la asistencia de cuidados de su hijo, se inscribió en el taller de costura de
la cárcel del Inca y entregó el poco dinero que obtenía de su producción, a su madre y
su hermana durante las visitas, con esto las ayudaba en la protección de Víctor, que ellas
asumieron tanto por sus lazos de afecto y parentesco, como por lo que Bourdieu (1999)
denomina “el habitus femenino de cuidado”, producto de la cultura patriarcal que se
asienta en las desigualdades de género y supone que “las mujeres poseemos en
exclusiva instinto maternal” y este nos dispone “desde la infancia hasta la vejez a la
crianza universal” (Lagarde 1996 7) mientras que paralelamente acepta el carácter

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opcional de la paternidad y que las funciones sociales del Estado recaigan en el espacio
privado que compone la familia.

Silvia no cumple la sentencia completa a la que es condenada porque su caso


entra en revisión tras la reforma del Código Orgánico Integral Penal en el año 2014 -
durante la presidencia de Rafael Correa – y bajo el principio de proporcionalidad y en
conformidad con el artículo 364 de la Constitución del 2008 que prioriza la prevención
a la represión, estableció tablas de porte para la aplicación de las penas. Se distingue
entonces a los pequeños traficantes y consumidores de los grandes eslabones de la
cadena del narcotráfico.

La reforma dio paso a la rebaja de penas en consonancia a un discurso


progresista del gobierno que promovía un proceso de descarcelización en el que Silvia
fue favorecida, sin embargo, los cuatro años y tres meses que permaneció en la cárcel
generaron una fractura en sus vínculos afectivos y sociales a la vez que tuvieron como
consecuencia la estigmatización de su identidad social, pues al poseer un pasado judicial
sus posibilidades de encontrar un empleo son limitadas.

Cabe destacar que el COIP fue reformado nuevamente en el año 2015 y tras
establecer nuevos umbrales que distinguen los tipos de tráfico, se ha regresado a una
política de criminalización. Además, pese a que desde el año 2009 Ecuador rompió los
acuerdos bilaterales de cooperación en la guerra contra las drogas, durante el gobierno
de Lenin Moreno, en el año 2018 se restableció la cooperación militar con los EEUU
dentro del territorio nacional, lo que ha influido en la dirección punitiva que ha
retomado la política legislativa del país.

Conclusiones

Ecuador no es un importante centro de producción de drogas, pero sí un país de


tránsito y esto, sumado a su posición subordinada en la economía internacional, ha
concedido a Estados Unidos el poder de intervenir en su política legislativa y en su
territorio, afectando a la población de diversas formas, principalmente por el carácter
prohibitivo y represivo de las políticas antidrogas transnacionales que desde los años 80
se caracterizaron por ser altamente punitivas, priorizando en palabras de Bekker y Gill

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(2003) “la seguridad del capital por encima de la seguridad humana” y otorgando la
etiqueta de enemigo interno a quienes se involucran en el negocio del narcotráfico.

Debido a que la propia lógica del capitalismo global avanzado genera crisis de
reproducción social (Bekker y Gill 2003) muchos individuos, principalmente mujeres,
se ven orillados a convertirse en actores subordinados del negocio ilícito de drogas
donde participan como pequeños microtraficantes como una estrategia de supervivencia,
sin embargo, el financiamiento que ha recibido Ecuador en los acuerdos bilaterales de
cooperación con Estados Unidos históricamente, lo comprometen comercial, política y
moralmente con el país del norte y para cumplir con sus compromisos y en conformidad
a la normativa internacional, criminaliza a quienes se encuentren vinculados en las redes
del narcotráfico y sanciona principalmente a los últimos eslabones de la cadena de
producción y tráfico de estupefacientes como lo fue el caso de Silvia, presentado en este
trabajo.

Entre las consecuencias que conlleva su participación en la política transnacional


antidrogas se puede mencionar el acelerado incremento de la población penitenciaria y
el consecuente hacinamiento de las cárceles, hechos articulados a la lógica de
acumulación del capitalismo global que precariza las condiciones de vida de la
población en general y de ciudadanos como Silvia en particular que ante la falta de
provisión de seguridad humana se encuentran en constante riesgo de ser expulsados del
contrato social y constituir una porción más de la clase marginal.

Referencias Bibliográficas

Bauman, Zygmunt. (2011) “Daños colaterales. Desigualdades sociales en la era


global”. México: Fondo de Cultura Económica.

Bakker, Isabella y Gill, Stephen. (2003). “Global Political Economy and Social
Reproduction, en Power, Production and Social Reproduction”. New York: Palgrave
Macmillan. Cap. 1,2 pp. 1-46.

Sassen, Saskia. (2007). “Una sociología de la globalización”, Buenos Aires: Ed.


Katz, Cap 4.

Sassen, Saskia. (2015) “Expulsiones: Brutalidad y complejidad en la economía


global”, Buenos Aires: Katz.
10
Wallerstein, Immanuel. (1995). “Estructura interestatal del sistema-mundo
moderno” en la revista Secuencia, 32, mayo 1995, pp. 143-166.

Otra Bibliografía

Bonilla, Adrián. (1995) “Ecuador: actor internacional en la guerra de las drogas”


en “La economía política del narcotráfico: El Caso Ecuatoriano” pp. 9-45. FLACSO –
Ecuador.

Bourdieu Pierre. 1998. Una imagen aumentada. La dominación masculina,


aspectos sociales y culturales. Ed. Anagrama Barcelona. Pp. 17-71

Coba Lisseth (2015) “Sitiadas: La criminalización de las pobres en Ecuador


durante el neoliberalismo” FLACSO – Ecuador

Lagarde, Marcela. (1996). “Identidad de género y derechos humanos. La


construcción de las humanas”. En Estudios Básicos de Derechos Humanos IV. IIDH.
San José, Costa Rica.

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