Thorndike, en 1920, usó el concepto sabiduría social para explicar la capacidad de
entender y motivar a otras personas.3 En 1940, David Wechsler explicó la predominación
de componentes no intelectivos sobre la conducta inteligente y sostuvo, además, que los examen de sabiduría no podrían ser enteros hasta que no se tengan la posibilidad de explicar correctamente dichos componentes.4 En 1983, Howard Gardner, en su libro Inteligencias diversas: la teoría en la práctica,5 metió la iniciativa de que los indicadores de sabiduría, como el cociente intelectual, no argumentan plenamente la capacidad cognitiva, ya que no poseen presente ni la “inteligencia interpersonal” —la capacidad para entender las intenciones, motivaciones y anhelos de otras personas— ni la “inteligencia intrapersonal” —la capacidad para comprenderse uno mismo, valorar las emociones, temores y motivaciones propios—.6 El primer uso del término sabiduría emocional se atribuye principalmente a Wayne Payne, quien lo cita en su tesis doctoral Un análisis de los sentimientos: el desarrollo de la sabiduría emocional (1985).7 No obstante, esta expresión ya había aparecido anteriormente en textos de Beldoch (1964),8 y Leuner (1966).9 Stanley Greenspan además planteó un modelo de sabiduría emocional en 1989, al igual que Peter Salovey y John D. El interés por las implicaciones de los sentimientos en entornos como las interacciones en el trabajo impulsó la indagación sobre el asunto, empero la popularización del término se debería a la obra de Daniel Goleman, Sabiduría emocional, publicada en 1995.11 De la obra tuvo gran consecuencia, a modo de artículos en periódicos y revistas, tiras cómicas,12 programas educativos, cursos de formación para organizaciones, juguetes,13 o resúmenes divulgativos de los propios libros de Goleman. Importancia de la Inteligencia Emocional La inteligencia emocional es importante a la hora de establecer relaciones, ya que permite a las personas conocerse a sí mismas y, desde ese punto, poder empatizar para saber cómo van a afectar sus acciones en los demás Elementos de la Inteligencia Emocional Autoconciencia Emocional Este primer componente también es nombrado como autoconocimiento emocional, es decir, tener la habilidad de reconocer y entender las emociones propias y el estado de ánimo. Es un proceso intelectual y gracias a él, podemos establecer una relación entre lo que sentimos, cómo lo expresamos y cómo lo viven los demás. Ponemos el foco en nuestro interior para entendernos un poco mejor Autorregulación Emocional También conocida como autocontrol emocional, implica la capacidad de controlar los impulsos y las emociones de una forma asertiva y correcta para evitar vivir a merced de los instintos más primarios. Una baja autorregulación emocional puede llevar a muchos conflictos, broncas y altercados con aquellos que nos rodean. Esto, a la larga, puede producir una imagen personal muy negativa y alejarnos de nuestras amistades y relaciones más cercanas. Motivación La motivación es el tercer componente de la Inteligencia Emocional. Esta es un proceso psicológico que comprende la habilidad de dirigir nuestros estados emocionales hacia una meta u objetivo determinado, siempre con un foco positivo y con mucha energía. Gracias a la motivación, también nos podemos recuperar más fácilmente de contratiempos de la vida, encontrar soluciones rápidamente y volver a encaminarnos hacia nuestras metas, siendo más persistentes y enfáticos. Empatía El cuarto elemento de la Inteligencia Emocional es la empatía. Cuando hablamos de empatía, nos referimos a la famosa capacidad de ponernos en el lugar del otro, de reconocer las emociones y los sentimientos ajenos. En algunos casos extremos, incluso de vivir esas emociones. Habilidades Sociales Entendemos las habilidades sociales como el conjunto de capacidades que nos permiten dar respuestas adecuadas al entorno y relacionarnos mejor con las personas que nos rodean. Son la clave para un buen desarrollo personal y profesional. Gracias a ellas, podemos comunicarnos de manera más asertiva, dando a conocer nuestras necesidades para que quienes nos rodean entiendan mejor cómo nos sentimos.