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Libro Queen, capítulo CAPITULO 20 — LION, página 3 leer en línea

—Ветеринар —exige.

—¡Mami! —me llama la princesa llorando— ¡Chispas se cayó!

Voy por ella queriendo aprovechar el momento para llevármela, pero la imagen de Koldum quieto me resta velocidad mientras que ella
forcejea entre mis brazos queriendo que la baje y el Boss intenta auxiliarlo preocupado.

—¡Mami, Chispas! —los Boyevikis de la puerta se plantan dejando claro que no me van a dejar salir y ella termina soltándose volviendo
al sitio del animal.

—Mi Lord, tranquilo —le dice—. Ya se va a levantar, ¿Cierto Chispas?

Empieza a tocarle la melena, quiero acercarme, era un cachorro cuando lo cargué por primera vez y cuando no estaba con el Boss,
estaba conmigo haciéndome compañía todo el tiempo. El ruso se aparta a hablar por teléfono demandando con más rabia, Amelie no
se le quita de encima y aprovecho para revisarlo.

Está salivando en exceso, quejándose mientras se esfuerza por respirar, se volvió un gigante en tres años el cual ahora parece que se
ahoga.

—¿Qué pasa grandote? —acaricio su hocico, «Fue mi consuelo después de lo de Bendi».

—Mami, solo está cansando, ¿Verdad? —insiste Amelie— Es que hemos jugado mucho…

—Se va a poner bien, tranquila.

Tomo una de sus garras y ella pega la oreja en el estomago como si tuviera el corazón en la panza mientras el Boss vuelve haciendo
que me mueva. Los boyevikis entran por el león e intento tomar a Amelie, pero dos me arrastran arriba dejándome en el último piso de
la lujosa oficina donde suben al animal que ubican sobre la alfombra mientras la princesa viene más atrás.

La serie de hombres armados tapan cualquier tipo de salida, Amelie no se quiere quitar de encima y el veterinario no tarda en llegar
con un equipo médico. No la apartan y debo esperar a un lado mientras se encargan, ya que el mismo fastidioso de abajo no me deja
en paz.

Ya era para que estuviera a kilómetros de aquí, pero no, en vez de eso estamos encerradas con un león y un mafioso. Las asistentes
necesitan espacio y me veo obligada a tomar a la princesa aunque no quiera.

—Se va a poner bien, pero tienes que darle espacio —le pido llevándola al sofá donde me siento con ella viendo lo que hacen.

Me preocupa el león, la situación, Amelie… No la dejo irse por más que me llora mientras que no pierdo de vista al veterinario que
transforma la cara del Boss cuando en ruso le dicen que Koldun está “Intoxicado”, cosa que me hace apretar a la princesa contra mi
pecho con la barbilla temblorosa. “Intoxicado”, eso es algo casi imposible teniendo en cuenta los cuidados que tiene la mascota quien
desde cachorro recibía un trato especial.

Lo siguen atendiendo, otro veterinario llega encargándose y suministrando medicamentos que lo hacen vomitar. Son rápidos
atendiendolo, como si cualquier error les fuera a costar la vida. Entran y salen mientras que Amelie se cansa de batallar en mis brazos
quedándose dormida.

El Boyeviki de la puerta deja ver el arma cuando miro la salida, el calor que trae el sol del mediodía me marea y no tengo otra opción
que no sea quedarme quieta en medio del caos atenta a Amelie y a Koldun que empieza a estabilizarse y hace el primer amago de
levantarse.

«En verdad estoy agotada», llevo más de dos días sin dormir, sin comer, sin tener un minuto de calma. La gente paseándose de aquí
para allá sofoca y tanta pensadera me desgasta más, «Intoxicado». El Boss no quiere que le pongan ningún sedante y los demás se
esmeran porque se quede quieto mientras que el dolor que toma mi cuello termina restándome energía con las miles de cosas que
pasan por mi cabeza sopesando lo que pasará si se descubre la magnitud de lo que tengo entre mis brazos.

«No va a pasar». «Ella es solo mía y no hay nada de malo en eso». Recuesto la nuca en el cuero del sofá en busca de estabilidad, pero
mi cabeza clama un descanso lanzando pálpitos que me ciegan; estar quieta en un mismo sitio me roba la capacidad de mantenerme
atenta y cabeceo varias veces hasta que no doy para más y termino sumergiéndome en el limbo buscando las posibilidades que no
tengo.

Solo pienso y pienso quedándome dormida o desmayada… No sé, pero las soluciones no aparecen, sigo divagando y de la nada todo
se queda en silencio mientras que mi cerebro asume que estoy en Polonia, en una tarde de domingo durmiendo una siesta con mi hija.

La abrazo aferrándome a lo que éramos antes, feliz con las imágenes que ofrece mi cabeza. No sé cuanto tiempo tardo así, creo que
horas, porque mi cuerpo pierde pesadez hasta que…

El frío me toma e intento abrazarla con más fuerza buscando calor, pero no la siento y reacciono de inmediato incorporándome en el
sofá donde pasé de estar sentada a estar acostada de medio lado.

«Koldun». El sitio se desocupó, no hay Boyeviki, no hay veterinarios y aturdida me levanto a tomar a la princesa que está al lado del
león peinándole la melena con los dedos mientras se mantiene sentado.

—Цветок, дающий блики С твоим верным сиянием —le canta en ruso — Перенести время назад Возвращаясь к тому, что было.

«Flor que da fulgor, con tu brillo fiel, mueve el tiempo atrás volviendo a lo que fue».
Mi cabeza traduce lo que dice y los jugos estomacales me queman por dentro con la presencia del mafioso ruso que está tres pasos
atrás detallando lo que hace, observándola como un león acechando a su cachorro.

Nuestras miradas chocan y paso saliva como si me pusieran un reflector de interrogatorio encima.

—Lo están esperando en la cena, señor —avisan y la sala vuelve a llenarse de sujetos que no conozco mientras que Amelie se levanta
volviendo al lado del Boss.

Hablan en su idioma natal caminando a la puerta y ya no sé qué diablos hacer para salir de aquí.

—¡Vamos Queen! —me llama la princesa apresurandose a la salida.

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