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Boss and Queen — Parte 2

Emma
La mano de Salamaro queda frente a mis ojos cuando me pide el anillo que tengo
entre los dedos.
—El tema es incierto —me dice—. Es una joya Romanov y si cambia de parecer es
lo primero que me va a pedir.
Asiento devolviendolo, se aparta para que salgamos y el silencio se mantiene
mientras caminamos rumbo a la fortaleza donde nos lleva y a la que cruzo el
umbral subiendo los escalones. En este sitio nunca nadie mueve nada, solo se
preocupan por mantenerlo bien cuidado y ya está.
El moreno nos abre la puerta de una alcoba de huéspedes amoblada que está en
lo más recóndito de la segunda planta.
—La Bratva necesita una respuesta, no somos de tener al enemigo paseando por
nuestro territorio, por ende, mañana esta situación debe quedar esclarecida, no
bajo palabra o con promesas futuras es con cierre y garantía —explica—. Por ello,
adelantaré todo lo que se requiere para el pacto, el cual se llevará a cabo de una
vez si las partes no se arrepienten antes de la hora estipulada.
La habitación cuenta con alfombra y chimenea. La herida que tengo en el
omóplato me duele a causa del frío y la cabeza también. Tantas largas me
inquietan porque sé que hace que esto sea más difícil para ellos.
Lo de Luciana está latente, pero parece que nadie quiere hablar de eso, Amelie me
hace falta y papá apoya la mano en mi espalda mostrándome la cama.
—Estás estropeada, siéntate —me indica.
Coloca el pestillo y mi hermana se va a la ventana donde cierra las cortinas
antes de respirar hondo volviéndose hacia mí. Donde sea que vayamos es fácil
deducir que somos familia, ya que portamos la misma melena negra y los ojos
azules como los de Luciana.
—En los expedientes del ruso se dice que estuvo casado con Sonya Lazareva.
Ahora entro y veo a una persona convertida en no sé qué cosa clamando el mismo
nombre —se masajea la sien—. No lo estoy inventando, Em, todos lo vimos, tengo
las imágenes intactas en mi cabeza y si hubieses estado…
La miro dándole a entender que sé muy bien de qué habla.
—Es poco para lo que se merecen —contesto con simpleza—. Si supieras el
contexto me darías la razón.
—No quiero saberlo —se pasea por la alcoba—. Créeme que no, solo quiero saber
si estás segura de quedarte, Em. Yo puedo buscar otras opciones…
—No, no vamos a buscar nada.
Dice papá mientras se agacha a calibrar el fuego de la chimenea. A Sam supongo
que se la llevaron a la casa del Vor, ya que no me quiere ver.
—Ya he tratado de buscar soluciones, queriendo hallar algo más poderoso que
Christopher Morgan, Antoni Mascherano e Ilenko Romanov —habla papá con la
mano apoyada en la piedra—. Le he dado mil vueltas a esto y, como un veterano
en la milicia, he llegado a una conclusión: no hay alianza más grande que una
entre nosotros mismos.
Rachel se queda quieta cuando se acerca sentándola a mi lado.
—Ellos creen que buscaremos la forma de huir, pero nos vamos a quedar —habla
— y le haremos saber que no somos cobardes, que no tenemos miedo y que,
donde sea que estemos, podemos con ellos y con quien sea. Vamos a demostrar
que nos equivocamos, pero sabemos afrontar los errores y convertir estos en
ventajas.
Guarda un mechón de cabello tras mi oreja.
—Ellos saben aparentar, nosotros también. Son persistentes, nosotros somos
tercos —continúa—. No son más fuertes que nosotros y lo van a notar.
Los ojos se me nublan y apoya los labios en mi frente antes de hacer lo mismo con
mi hermana. Nos levanta para apartar la sábana donde me pide que me acueste
arropándome e internamente doy las gracias porque calor es lo que necesito.
—Lamento lo de Luciana…
Sacude la cabeza para que no hable de ello y prefiero asentir. Me pide que
descanse y me vuelvo un ovillo cerrando los ojos, el sueño no llega de una vez y
capto los pasos cuando se aleja con Rachel.
Los escucho hablar, pese a que mantienen un tono bajo y no pongo atención,
porque tengo decisiones tomadas que no van a cambiar y por ello no tiene caso el
querer recapacitar.
Me volteo buscando una postura cómoda para la herida, los párpados no tardan
en pesarme y me quedo quieta con la conversación de fondo, la cual empieza a
oírse como algo lejano. Mantengo la misma posición y horas después siento la
mano que se pasea por mis brazos cubiertos, siento su incertidumbre y admiro
que, pese a que haya actuado mal, siga preocupada.
—Yo no te veo bien —me dice—. Mantenerse aquí es complicado.
—Seré fuerte y nos apoyaremos como dice papá—contesto sin ánimo—. Solo
necesito tiempo.
—¿Segura?
Muevo la cabeza en señal de asentimiento dejando que el sueño me venza otra
vez y en medio de la pesadez recuerdo la vez que Vlad me explicó que los tiempos
fríos en la mafia son pausas con el contrincante, donde el que ataque a traición es
considerado un cobarde.
Despierto con el llamado de mi hermana que me mueve, son las nueve de la
mañana y siento que no descansé nada, «llevo días sintiéndome
así», extremadamente agotada. Pregunto por papá cuando no lo veo y me indica
que salió.
—Trajeron comida y medicinas —me avisa —. Hay que examinar la herida.
Busco el baño donde me echo agua en la cara antes de lavarme la boca con
cuidado, la crema dental incómoda y escupo antes de enjuagar. El mismo médico
que me curó días atrás está en la alcoba cuando salgo y me revisa mientras realiza
una que otra pregunta, «Tengo anemia».
La herida va bien, las de la boca se están cerrando y las quemaduras de los pies
van mejorando. Me deja los medicamentos y el doctor da las últimas instrucciones
antes de marcharse.
—¿Se arrepintió alguien? —vuelve papá y Rachel sacude la cabeza— Bien,
comamos. El Boss no aparece desde anoche, según oí. Si no aparece diremos que
lo intentamos.
Pasamos a la mesa donde Rick me corre la silla y Rachel se sienta a mi derecha.
—Hay 33 habitaciones, por lo que vi, ¿Quieres alguna en especial cariño? Puedo
pedirte una bonita como pauta en el acuerdo —me pregunta.
—Me parece mejor que viva conmigo —sugiere mi hermana— Y estuve pensando
en una orden alejamiento para el ruso.
—Estoy de acuerdo, yo diría que unos 100 metros está bien.
—Es el Boss de la mafia rusa, no va a acatar una orden de alejamiento —me quejo
—. Eso es perder el tiempo.
—Entonces di qué alcoba quieres —insiste papá— ¿O prefieres vivir en Phoenix?
—No quiero vivir en Phoenix.
—¿Por qué no? Allá es más fácil conseguir el pase de conducción, el sujeto que
los emite es mi amigo y te puedo acompañar, ya que a los menores le piden que
los acompañen un adulto.
—Tengo pase de conducción y no soy una menor, tengo 21 años…
—Diré que quieres la habitación del sur —sigue, «no supera que crecí»—. Se ve el
bosque, la puerta hace ruido y pediré hombres que la custodien...Es que me dan
ganas de pedir que si se repite esa única vez se rompen los acuerdos.
—¿Una única vez? —le pregunta mi hermana.
—Fue una sola vez —se empina el café como si no estuviera caliente y no sé de
dónde sacó eso—. Tiene un montón de sumisas, Emma se dejó llevar por las
hormonas de la adolescencia y de ahí salió mi nieta. Sobre los errores hablamos
ayer, no es un tema que quiera volver a repetir.
Se levanta impaciente y prefiero dejarlo así, suficiente tiene con lo de Luciana.
Rachel mira el reloj recostandose en el espaldar en la silla, no tengo mucha
hambre y medio picoteo la fruta. Vienen a recoger los platos y entramos de nuevo
a los silencios incómodos donde mi padre a cada nada se mira con mi hermana
como si se aseguraran de que ninguno va a flaquear.
El mediodía llega y me entra cierta inquietud con la puerta, ya que en cualquier
momento puede abrirse, trayendo el arrepentimiento por parte de ellos, cosa que
de nuevo desatarán las peleas, la cacería y la persecución, lo cual es muy
probable teniendo en cuenta que aquí solo le agradamos a Amelie.
Rick escribe sus condiciones en una hoja blanca, lo único que se oyen son los
ruidos de afuera y a cada nada trago grueso pasando el sabor salado que me
avasalla la garganta, tratando de verme tan fuerte como ellos. Me asomo por la
ventana y hay esclavos trabajando, entrando mesas dentro de la carpa gigante
que instalaron en el parque. La misma es blanca, cerrada y, en vez de paredes,
tiene ventanales de vidrios repartidos, dando la ilusión de que son verdaderos.
Tres horas más se suman al reloj, nadie viene y papá mira a Rachel dejando el
bolígrafo de lado.
—¿Estás segura de esto, Emma? —me pregunta por enésima vez— El momento de
arrepentirse es ahora.
—Si, estoy segura —le confirmo y respira hondo, papá asiente y ella se encamina
a la salida.
La impaciencia se mantiene y me tomo un tiempo a solas adentrándome en el
baño cuando el helaje en los huesos hace que los dientes me
castañeen. «Necesito algo caliente», así que lleno la bañera con agua tibia, me
quito la ropa y me adentro en esta dejando la cabeza apoyada en el borde.
—¿Todo está bien, cariño? —me pregunta papá.
—Si, solo estoy tomando un baño caliente.
Concentro la vista en el techo no sé por cuánto tiempo, pero mis dedos se arrugan
y no sé porque a mi cabeza se viene la imagen de Luciana. Creo que ha de ser
porque, pese a que mató lo que sentía por ella, era mi madre y… Las lágrimas se
me deslizan por el rostro mientras trato de contener el temblor en los labios, por
más que quiero contenerlo, no puedo evitar pensar en Sam, en papá, en Rachel,
en que a ellos también les está pesando, porque se supone que éramos una
familia.
El agua tibia me abraza y no paro de preguntarme cuándo dejaré de sentirme
como un pedazo de mierda. Cierta vez le dije a Vladimir que no era de cargar
olores feos y heme aquí, oliendo a basura, viéndome como un cúmulo de cenizas
el cual no logra encontrarse a sí misma.
Cierro los ojos manteniéndome en el mismo sitio, los sollozos no los dejo salir para
que papá no me escuche y dejo que las horas sigan pasando. Me acomodo de
medio lado y me vuelvo un ovillo, el cual empieza a hacerse preguntas pendejas
con respuestas incoherentes, como el sopesar que revelarse a la Bratva es por
algo más que Amelie y es obvio que no es así.
Dejo que el sueño me apague y vuelvo a retomar el conocimiento con la mano fría
que toca mi hombro.
—Ya es hora —me dice Rachel— ¿Estás bien? Emma, en verdad…
—Si, lo estoy.
—Te espero afuera…
Tiene nieve en la chaqueta, creo que llevo más de tres horas aquí y ni cuenta me
di. Me enjuago el cabello antes de alcanzar la bata de baño, los medicamentos han
ayudado a llevar el dolor y alcanzo la toalla con la que me seco el cabello antes de
volver a la alcoba. Mi hermana está desempacando un vestido y papá toma las
piezas que le da la mujer del hacker que al parecer estaba con mi hermana, ya que
tiene nieve, pero en el cabello.
—Ven —me invita de nuevo al baño—, los James no son de entradas miserables.
Rachel saca el maquillaje que deja sobre el mármol y Alexandra, con cuidado, trata
de desenredarme el cabello, mientras papá se baña en la alcoba de al lado. Con mi
hermana me alacia el cabello antes de armar la trenza francesa que me queda casi
a la mitad de la espalda, el corrector y la base cubren los moretones causados por
Thomas y mi atención sigue en la puerta, ya que aún hay tiempo de arrepentirse.
El rimel alarga mis pestañas, el labial rosa le da color a mi boca y no me veo tan
pálida con el rubor e iluminador puesto. La noche empieza a caer y entro en el
vestido de color champage, es de mangas largas con escote queen ann, de tela
ajustada, la cual estiliza mi figura. Es largo y la apertura que trae queda cuatro
dedos arriba de mi rodilla.
Los zapatos no son muy altos, sin embargo, son bonitos y son del mismo color del
vestido. Rachel se baña y se cambia mientras Alexa me ayuda con los aretes y en
pocos minutos mi hermana está vestida con un enterizo azul oscuro con corte
asimétrico, se maquilla y se recoge el cabello.
Papá aparece con un traje cobalto y pinta de derrotados no creo que tengamos.
Me rocían perfume y Rick me repara antes de fijarse en los minutos que quedan,
mientras Rachel guarda su arma al igual que Rick. La esposa del hacker me
entrega un cofre negro, el cual contiene la argolla matrimonial.
—Suerte —me dice.
—Bien, hay que ir —me ofrece el brazo que tomo mientras mi hermana hace lo
mismo con el otro.
Una esclava está esperando afuera y avanzamos hacia los escalones que se suben
hasta llegar a la quinta planta donde aparece el amplio pasillo con puertas dobles
al final. La mano de papá queda sobre la mía y mi hermana aparta la cara tomando
aire.
—Te amo mucho —me dice papá besando el dorso de mi mano mientras
caminamos—. Siempre lo haré, pase lo que pase.
Se detiene a limpiarse la cara cuando las lágrimas lo pueden y el beso ahora es en
mi frente.
—Eres la persona más valiente que conozco y no lo digo porque seas mi hija —
confiesa—. Si este plan no funciona, solo con avisarnos vendremos y buscaremos
otro y si ese tampoco sirve, hallaremos otro y otro, porque nunca nos dejamos
vencer por las adversidades.
Asiento dejando que me llene la cara de besos con el rostro empapado, mi
hermana me abraza con fuerza y me limpia los ojos.
—Las respaldo —nos dice papá.
—Andando, que alguien escuche que para grandes contiendas —Rachel toma mi
mano—, peligrosas alianzas.
Mis dedos se entrelazan con los suyos y mueve la cabeza pidiéndole a los
Boyevikis que custodian que abran la puerta. Ambos apoyan las manos en el
centro empujando la madera que nos da paso al enorme salón donde Viktoria,
Akin, Aleska y el Boss se vuelven hacia nosotros.
El Vor está arrojando una colilla de cigarro por una de las ventanas, un juez espera
frente a la mesa que yace al fondo, Salamaro, que está en la mitad del salón, nos
indica que avancemos y ambas familias lo hacen, quedando a ambos lados. A la
derecha los James con el coronel y a la izquierda los Romanov.
El Boss no me determina manteniendo la postura dominante, la cual emana
poderío con la camisa y blazer negro, al igual que el pantalón ceñido y el cabello
recogido.
—Estamos aquí para darle fin a la contienda Romanov/James. Para ambas familias
está claro el porqué de la disputa, la cual se pretende dar por terminada el día de
hoy, haciendo uso del pacto matrimonial entre Emma James e Ilenko Romanov —
explica.
Salamaro me pide que dé un paso al frente y lo hago al igual que su jefe. La loción
masculina me avasalla y su sombra me cubre, tengo los pies destrozados, pero sí
me hubiese gustado un par de tacones más altos para no verme tan diminuta.
—Se deja consignado que una vez firmados los acuerdos entre los representantes
de ambas familias, en este caso Emma James e Ilenko Romanov, se renuncia a
cualquier tipo de contienda o cuenta pendiente del pasado —avisa—. Si alguien no
está de acuerdo con esto, que lo manifieste ahora o no podrá hacerlo más
adelante, ya que se le dará paso al pacto, el cual se hará bajo las condiciones
entregadas al consejero.
Mantengo la mirada en la mesa y solo se captan las bocanadas de aire por ambos
lados, el silencio se toma como un sí para continuar y se procede con la típica
palabrería previa donde se recuerdan las leyes de la Bratva, los deberes de ambas
partes y me siento tan estúpida con el cofre entre las manos, «lo hubiese traído
suelto y ya».
No puedo estar con otro hombre u mujer a menos que él lo autorice. Si la unión se
mantiene por doce meses y no hay ningún tipo de traición por parte mía, él está en
el deber de proporcionarme todo lo que necesito siempre y cuando no esté con
otro.
Como Boss de la Bratva, puede dar el matrimonio por terminado cuando quiera y
contraer otro si le apetece. Los zapatos me cansan y el viejo continúa con un
montón de cosas más. Aleska firma como testigo de los Romanov y mi hermana
como testigo de los James.
—Estando todo claro procedemos a la unión —explica y esta vez es diferente a
como fue con Vladimir—. Emma James, ¿Te comprometes a serle fiel, honrar,
respetar y enaltecer a Ilenko Romanov, Boss de la mafia rusa?
—Si —respondo despacio.
—Boss, ¿Acepta a Emma James como esposa a la cual debe cuidar, proteger y
garantizar una vida digna, ya que al recibirla pasa a ser un miembro más de esta
organización?
Medio mueve la cabeza en señal de asentimiento y eso basta como respuesta para
que pongan el papel donde se firma.
—Anillos —pide y coloca el diamante rojo sobre el documento a la vez que yo abro
mi cofre sacando la argolla que pongo.
Le dan la navaja que toma y con la que se corta la palma antes de pasármela, hago
el mismo corte y la sangre de ambos cae sobre el papel y los anillos que el juez
toma con un pañuelo blanco antes ofrecerlo.
Los dedos me sudan y se me resbala la argolla que rueda a los pies de
Viktoria, «lo que faltaba». El ruso se mueve incómodo y voy por el anillo, pero
Salamaro se me adelanta recogiendolo.
—Gracias —musito.
Vuelvo a mi puesto y busco la mano que el ruso me deja tomar mientras se
mantiene serio, soplo la pelusa que quedó en el anillo y la deslizo en el dedo
anular. Él sujeta la mía haciéndome pasar saliva con el toque que me desespera,
mientras desliza el diamante rojo en mi pequeño dedo, «es precioso». Alzo la vista
y los ojos avellanas se encuentran con los míos comprimiendome el estómago, el
pecho me galopa y…
Le estrello la mano suelta en la cara y el bofetón suena consiguiendo que Viktoria
dé un paso al frente al igual que mi hermana. Salamaro las frena y…
—Perdón, yo… —«Me siento rara», sin embargo, no lo digo.
La marca de los dedos le quedan estampados en la piel, se pasa la mano por el
sitio y me vuelvo de nuevo hacia el juez que procede a terminar, mientras juego
ansiosa con mis manos.
—En la Bratva hay entrada, más no salida. Las decisiones tomadas no tienen
marcha atrás. Las alianzas se dan una sola vez y, una vez rotas, el castigo es la
muerte. Teniendo todo claro, hago uso del poder que me concede la ley y la
confianza de mis hermanos —concluye—, declarando que el día dieciséis del
presente mes, siendo las ocho menos cuarto, se da por terminada la contienda
Romanov James, declarando a Emma James como Koroleva, esposa, mujer y
compañera del Boss de la mafia rusa.
Aleska se acerca de nuevo sin emitir ningún tipo de gesto, simplemente sostiene
el abrigo blanco que, con solo verlo, puedo deducir que está hecho con piel de
animal. Es como el que le he visto lucir a ella en más de una ocasión, como el que
tenía Viktoria ayer y como el que Domi usaba la última vez que la vi.
Meto los brazos en este dejando que lo suba, me queda justo, a la medida, y luce
bien con el atuendo que traigo. La rubia se aleja y el juez asiente.
—Emma Romanova, su esposa, mi Boss —me presenta y ha de saber que no nos
vamos a besar, ni nada de eso, ya que da un paso al costado dejando que
Salamaro tome el pacto firmado, el cual le muestra a ambas familias.
—Se ha invitado a la Bratva para dar la noticia y se dé por hecho la unión —hace
saber el consejero—. Este tema se cierra hoy, así que procedo a informar.
El consejero se adelanta y el Boss es el primero en moverse dejando que su familia
lo siga, mientras que yo me uno a la mía. Es que todo no puede ser más incómodo,
odio es lo que se respira y si soy sincera, creo que lo único bueno es estar
respirando y la carga que acaba de quitarse mi familia.
Me autoconsuelo con Amelie y no me sorprende la rapidez con la que se mueven
los esclavos trayendo cosas. Por una de las ventanas alcanzo a ver el montón de
autos que hay afuera, salimos por la puerta principal y nos movemos a la carpa
donde ya tiene que estar Salamaro, y como que el chisme corre rápido, porque los
Boyevikis nos reparan a los otros, ya que la atención solo recae en él y en mí.
Acomodo el abrigo que me acaban de colocar. Con solo acercarme al umbral ya
siento la tensión y el ruso medio me mira dando a entender que me apure.
Salamaro está en la tarima que colocaron, donde nos espera dos sillas,
envolviendo el pergamino que se acaba de firmar. Sumisas, Kryshas, Boyeviki y
Vory v Zakone se vuelven hacia nosotros cuando nos abrimos paso en el sitio.
Todo está acondicionado, trajeron mesas, sillas y manteles como si se fuera a dar
algún festín. Los murmullos son bajos, pero se alcanzan a captar.
“De seguro la va a matar mientras duerme”, “Sí hubo alianza”, “Hasta que L´vitsa
le patee el culo”, “Esposa de papel”... Hay dos sillas en la pequeña tarima y
Salamaro le señala una mesa a mi familia junto con los Romanov, mientras subo
con él.
—¿Qué pasa que no oigo la fiesta? —pide el ruso y Salamaro pone en marcha
todo, me siento y uno de los esclavos se acerca al Boss ofreciendole la bebida que
recibe.
Desde mi punto reconozco a Zoe Lewis entre los que asisten, está junto a
la “esposa de Uriel”. Papá se mantiene serio al igual que Rachel y se empieza a
repartir licor en grandes cantidades mientras la música suena.
Los pelirrojos, parecidos a Yura, son los primeros que aparecen portando el
tatuaje de Vory en el cuello.
—Se están reanudando las actividades, San Petersburgo estará lista mañana —le
avisan, medio asiente y los pelirrojos fijan la vista en mí —. Los sacrificios, en
ocasiones, son necesarios, pero no hay de qué preocuparse, ya que hembras son
las que sobran en la Bratva, mi Boss.
—Lo sé —le contesta sacando el arma a la que le desliza la corredera—. Nací, me
crié y crecí aquí, he visto muchas hembras y al lado tengo a una también, lo sé
porque parió a otra hembra la cual es mi hija.
—Claro mi Boss —pasan saliva—. Con permiso, los dejamos.
Alzan el trago en señal de brindis. Los que siguen tardan un poco más hablándole
sobre negocios, pedidos pendientes, y si antes mantenían cierta distancia a la
hora de hablarle, ahora más con la cabeza más baja.
Mantengo mi posición mientras siguen pasando, las sumisas rondan atrás
trayendo el licor que bebe y con el pasar de los minutos van tomando intensidad,
ya que las putas se hacen presentes exhibiéndose en medio de toqueteos que no
son raros en este tipo de fiesta.
—Atención todos que ha llegado la mulata y sus gatas —Minina se abre paso
vestida como teibolera avivando a los hombres cuando se detienen en el centro
ofreciendo un show de baile con sriptease y bastones con fuego.
Son profesionales, dignas de los espectáculos de Sodom o de Las Vegas y las
orejas me arden cuando la morena se acerca a bailarle al ruso. Las tetas le bailan y
el culo le vibra moviéndose con botas de cuero hasta la rodilla, un antifaz de
leopardo y una tanga del mismo material.
Se tira al piso manejando los bastones mientras que con la boca aviva el fuego
antes de volver arriba. Las orejas se me sobrecalientan cuando se voltea
mostrando el culo y sigue con la coreografía que la deja junto a las que trajo.
—Sus sumisas fieles que nunca han dudado en apoyarlo, mi amo, y quienes
estarán listas y disponibles —le dicen—. No somos celosas...Oh bueno, yo un
poco… Pero eso no impide que te demos la bienvenida, Em. Estamos para lo que
necesites.
Me la imagino con la cabeza metida en la trituradora y aparto el pensamiento
fingiendo que no me importa. Una se apresura por la bandeja de fruta que pone a
disposición y que el ruso degusta.
—Los payasos —pide. Las puertas se abren y le dan paso a Inna, Lev y…
Me muevo en la silla cuando veo a Thomas Morgan desnudo y encadenado con las
manos atrás.
—¿Por qué no se aplaude al supuesto nuevo Boss? —se levanta Viktoria con un
tono de burla.
Todos chocan las palmas y lo empujan de aquí para allá como si fuera un muñeco.
Tiene puesta una mordaza de hierro, la cual le impide cerrar la boca,
manteniéndola bien abierta. La espalda la tiene vuelta mierda y sé que no debería
de sentirme bien con la oleada de satisfacción que me avasalla el pecho.
—No lo veo degustando lo que tanto le gusta tener en la boca —espeta el ruso y
uno de los Byki desenfunda el miembro que empieza a estimular soltando a reír
cuando empujan a Thomas a sus pies.
—Que privilegio el que me la chupe el futuro Boss — exclama a la vez que le
enreda los dedos en el cabello.
Todos sueltan a reír cuando se la mete a la boca y lo hace vomitar, pero eso no
impide que se la meta de vuelta mientras sujeta con fuerza el cabello cuando le
eyacula en la boca. Sale y deja que continúe el otro ruso que se acerca, el cual le
mete la verga también, mientras que el Byki lo toma por detrás, separa sus glúteos
y lo penetra violentamente. Los otros se acercan a Inna y a Lev haciendo lo mismo.
Quedan tendidos en el suelo cuando acaban y los Boyebiki le lanzan latigazos al
marido de Agatha, haciendo que se revuelque en su propio vómito. Las ganas de
llorar quieren tomarme cuando la rabia vuelve, devolviéndome a la jaula, y es que
hay cosas que no recuerdo, pero aparecen como si mi cerebro las reviviera cuando
las trae al presente y me veo tendida en el piso, con la saliva escapando de mi
boca a causa de los corrientazos eléctricos.
Inna y Lev están casi en el mismo estado y no es una burla el traerlos aquí o por
entretenimiento, Ilenko Romanov todo lo hace con doble intención y aquí
demuestra cómo se terminará si se atreven a desafiarlo.
—Que no quede rastro de la bazofia —pide Viktoria y entran a asear la sangre y lo
que dejan cuando los arrastran afuera luego de haberlos orinado.
Aprovechan para organizar las mesas, la más predominante es la que se ubica en
la cabeza del sitio, las demás quedan en forma de U, pero separadas de la
principal y proceden a servir el banquete con pavo, cerdo, perdiz, fruta y más licor.
—Señora, puede seguir —me pide una de las que sirve y el Boss se levanta
primero.
Lo sigo e intento tomar asiento a su lado, pero… papá toma una de las sillas
acomodándose entre los dos, consiguiendo que me corra con todo y asiento al
lado de mi hermana.
—Oh cariño, creo que aquí estaré más cómodo —me dice y el Vor frunce el ceño,
mientras que los demás se mantienen serios.
—Estamos aparentando, no nos agrada, así que no te lo tomes tan a pecho — dice
Viktoria.
—Bueno, yo aparento como quiero y me apetece aparentar sentándome aquí — Mi
padre se defiende—. Así se acostumbran a verme a mí y no lo que no tienen que
ver.
—No te estreses papá, él solo tiene ojos y tiempo para sus prostitutas —aviva las
cosas mi hermana— ¿Todas están porque quieren o también te empecinas con sus
hermanas?
—Solo fue calentura de momento, dejen exagerar —se molesta Viktoria.
—Si, de momento —repite el Vor empinándose el trago y lo miro mal.
—Buenas noches —agradezco que llegue el hacker con la esposa—. Felici…
Emma, Tyler te manda a decir que los contactes cuando puedas, están
preocupados.
—Lo hará —contesta papá—. Dile a Ty que gracias, es un hombre muy
considerado, el cual lleva años esperando por Emma y creo que siempre será así,
es buen muchacho.
La azúcar se me baja y toco la rodilla de papá para que no siga, ya que no estoy
para líos, pero no se calla. El ruso se termina molestando y es el hacker el que
termina regañado, ya que no le ha dicho el porqué de acercarse.
Terminan de servir la comida y las cosas no cambian, empeoran, ya que las malas
miradas pueden sentirse. Minina llega a llenar la copa de los hombres preguntando
si están cómodos y aprovecha para presentarse ante los que no la conocen.
—Soy la sumisa Alpha —dice como si a alguien le interesara—. Em, estábamos
hablando y puedes pasarte por los bares cuando quieras, las demás chicas
quieren que te integres.
Me cae mal, no la soporto, sin embargo, vuelvo a contener el enojo. Primeramente
porque es ridículo cuando está intentando ser amable o lo que sea que pretenda.
Mi hermana no se opone al trago que le sirven mientras habla con Alexandra y
terminada la cena, la fiesta toma intensidad, ya que el volumen de la música sube,
los espectáculos siguen y volvemos al puesto anterior.
Acondicionaron telares en el techo donde los contorsionistas se mueven semi
desnudos, las luces se ajustan al ambiente y la comida sobra, demostrando la
riqueza en medio de apuestas, pagos y billetes. Cada miembro tiene, mínino, dos
mujeres alrededor y el ruso se va a fumar con el Vor, Uriel y los Vory mientras sigo
en el mismo sitio.
Papá se mantiene en una mesa con el hacker, ha empezado a recibir licor en las
últimas horas y viene a preguntarme a cada rato si todo está bien.
—Si necesitas algo, me avisas —lo siento ebrio—. Pedí que te tuvieran la
habitación lista y me gustaría quedarme unos días, pero debo ir a ver a Sam que…
—Lo entiendo, no te preocupes —lo calmo—. Creo que estaré encerrada viendo
tele.
—Bien.
Rachel sigue con la esposa de Patrick, el ruso vuelve con la misma seriedad, trato
de quedarme lo más que pueda, pero pasadas las horas, el frío me abruma al igual
que el agotamiento físico y emocional que me hace sentir como si no hubiese
dormido en años.
Minina está con unos de sus espectáculos en una de las mesas del fondo y los
ojos del Boss se mueven a su sitio.
—¿Puedo irme a mi alcoba? —le pregunto al ruso que no contesta— Estoy
cansada.
Medio mueve la mano llamando a los dos Boyeviki que vienen de inmediato.
En su lengua materna da la demanda de escoltarme sin desviarme a ningún lado y
bajo el escalón seguida de ambos. No veo a papá y busco a Rachel que se está
empinando un vaso de whisky.
—Ya me voy, avísale a papá, por favor…
—¿Quieres que vaya contigo? —Trata de ubicar su cartera.
—No es necesario —la dejo—. Voy a dormir y ya habíamos quedado en algo.
Asiente antes de besar mi frente y me retiro seguida de los hombres que me
acompañan. Es de madrugada, el helaje es bastante intenso, ya que está cayendo
nieve y los ojos se me vuelven a empañar, pasa cada vez que estoy sola, es algo
que sucede como si las lágrimas supieran cuál es el momento exacto para salir.
Camino a la fortaleza donde me abren la puerta, el frío merma y subo los
escalones rumbo a la alcoba donde los Boyeviki se quedan dentro a la espera de
no sé qué.
—Pueden retirarse —manifiesto y obedecen.
Me quito los zapatos, el abrigo y el vestido que doblo. Entre las cosas que me trajo
Rachel hay dos mudas de cambio, tenis y ropa de dormir que consiste en
pantalones largos de seda, camisón, blusa sencilla y albornoz del mismo material.
Es un pijama casi de cinco piezas y solo me coloco la blusa, el albornoz y las
bragas.
Me lavo la boca y me coloco las pantuflas, no soy de dormir con pantalones
largos, me incomodan y por ello prefiero añadir un par de cobijas extras cuando
hace mucho frío. Desbarato la trenza y me preparo para irme a la cama, pero…
Tocan a la puerta cuando muevo la primera almohada.
—Adelante —no sé porque retrocedo a la defensiva.
—El Boss quiere verla, señora —me avisan—. La espera en su alcoba.
Bien podría informarme a través de los Boyeviki lo que sea que quiere decirme,
pero como se cree Dios, me hace soltar la almohada y ajustar las tiras del albornoz
antes de salir. Tan cerca no estamos y los hombres de negro me siguen
encontrándose con los que custodian su habitacion.
Giran la perilla y me hacen seguir al sitio que vuelven a cerrar. Koldum está en su
puesto y él se está desencajando la camisa al pie de la cama, repara mis piernas
desnudas recorriéndome con los ojos mientras suelta el cinturón del pantalón. Hay
una makarov negra en la cama y desapunta los botones de la camisa dejándola
abierta.
Está en su papel favorito y es en el de mafioso hijo de perra.
—Tengo que dar por consumado el matrimonio —habla.
—¿Qué? —río sin ganas— ¿Para comprobar si no estoy desflorada?
Se mantiene serio y noto que no es broma lo que dijo cuando se acerca con el
tinte sombrío que me unta la cara interna de mis muslos con el goteo que emerge
en mi entrepierna.
—¿Cuál es el problema? ¿Es que te vas a conservar para otros? —me reclama—
¿Para el que espera por ti toda la vida?
—Ay, no empieces…
—¿No empiezo con qué? —me rodea antes de hacerme retroceder a la cama
soltando las tiras del albornoz— ¿Quién me asegura que no te lo tiraste a ese o a
otro en las horas que estuviste sola en la cabaña?
—Déjate de cosas que a mí no me gusta Tyler —me defiendo—. Ni tus hombres
tampoco…
—Eso decías de Cédric y mira todo lo que pasó —Levanta mi mentón con fiereza.
«Maldito defecto».
—No tienes porqué gustarte nadie, ni antes, ni ahora, porque desde hace tres
años me perteneces —desliza las manos por mi garganta—. Ahora con una
cadena más grande, ya que soy tu marido.
Nuestros ojos se encuentran y mi cuerpo responde a lo que desencadena, no soy
tan tonta como para no saber que el título me lo recuerda para que no me
equivoque, ya que, aunque no sienta nada por mí, tengo prohibido ver a otro,
aunque creo que ese otro no seria el problema; el problema es que…
Los dedos de los pies se me encogen y una oleada de pánico me avasalla cuando
reparo sus facciones. Da un paso al frente obligándome a retroceder, a la vez que
mis ojos se mantienen en su rostro y los suyos en los míos. Mis pies tocan el borde
de la cama, el agarre de su mano toma fuerza apretando y...
El miedo que me invade viéndome en la carnicería me tambalea cuando veo la
imagen de Thomas acercándose con el puño cerrado, mis reflejos responden y lo
empujo yendo por el arma que yace en la cama.
Mis dedos se cierran sobre ella y en nanosegundos lo tengo sobre mí cuando
intento enterrarle una bala antes queriendo protegerme no sé de qué, pero busco
la manera de apuntar y…
—¡Esto me pasa por meterme con una niñata! —su grito me despierta cuando me
arrebata el arma alejándose— ¡Desaparecete de aquí!
Estrella la pistola en la cajonera y no soy capaz de moverme, las lágrimas vuelven
a emerger otra vez y me paso las manos por la cara.
—Es que yo no me siento bien —confieso mientras se mantiene de espaldas—.
Tengo un vacío que no se va, un frío que no me deja y creo que la muerte otra vez
está haciendo de todo para llevarme, queriendo que me sienta como un saco de
basura…
Prefiero callar cuando no voltea a verme y por ello, trago grueso en busca de la
puerta a la que camino e intento abrir, pero me devuelven sujetando mi muñeca.
Un tirón me deja contra su pecho, sus manos se pierden en mi melena y su calor
es tan envolvente que no me niego a los labios que me avasallan, mientras que
medio se inclina en busca de las piernas que lo envuelven cuando me alza como
siempre, como si no pesara más de una libra, llevándome a la cama donde me deja
y donde suelta la bata antes de sacar la blusa, dejando mis pequeños pechos
expuestos ante él.
Las ganas de estar bajo sus brazos son tantas que no espero que se termine de
vestir, ya que me voy contra él en busca de la piel que cubre los músculos de su
pecho y a la que me aferro chupeteando y lamiendo mientras se termina de quitar
la camisa.
—Espera —me dice, pero me niego frotando mi nariz en los pectorales que beso
mientras se desprende del pantalón y el boxer que lo dejan desnudo—. Emma…
Insiste, pero no quiero alejarme y traslado las manos a los glúteos que acaricio sin
dejar de lamerle el pecho.
—Si sigues no te podré chupar esa pequeña vagina.
—¿Chuparla? —me detengo manteniendo las manos a ambos lados de su cintura.
La enorme erección ya está y se acaricia los testículos mirando la cama donde me
acuesto sin perder el contacto visual, «su tronco es tan grueso». Las manos las
muevo con las ganas de pasearlas nuevamente por el abdomen esculpido que le
adorna el cuerpo, la calefacción es la adecuada y la chimenea también ayuda con
el helaje que sentía hace unos minutos.
La locion masculina se mantiene mezclándose con el olor a licor que capto cuando
se acerca separandome las rodillas, una mano la apoya a centimetros de cara
antes de rozar su mejilla con la mía, apoya los labios en ella y mi cuello se tuerce
ofreciendoselo, dejando que lo lama antes de bajar por mi clavícula, poniendome
de medio lado antes de bajar, dejando una de mis piernas sobre su hombro, yendo
por el sexo al cual le separa los labios antes de chupetearlo como tanto le gusta,
como la vez que se lo comió estando untada de chocolate.
No es la primera vez que lo hace, no es la primera vez que siento su lengua sobre
mi zona sensible y deduzco que es más por asegurarse de lo que ya sabe que por
otra cosa, ya que no tarda. Los muslos me los cierra atacando los glúteos que
llena de mordiscos pequeños subiendo otra vez, pero esta vez por la espalda que
me besa hasta quedar de nuevo a mi altura. Su brazo queda bajo mi cabeza y me
empuja contra su pecho emanando dominio, ya que su mano queda sobre mi
vagina, la cual soba haciendo que me contonee cuando dos de sus dedos forman
una V que la separa.
Los pasa cerrandolos sobre el clítoris que toca, palpa y mueve frotando como
quiere, estimulandome con los fluidos que le mojan las yemas. Su boca alcanza la
mía y no me importa que duela, solo quiero besarlo porque en sus brazos no
siento el vacío, ni el frío, ni la soledad y sé que es de momento, que no me quiere y
nunca lo hará. Nunca he querido engañarme con eso, sin embargo, es tan bueno
mintiendo que ahora parece que si hay algo, besándome como lo hace mientras
sus dedos me siguen estimulando y por ello me sumerjo en la deliciosa mentira.
—¿Soy tu mujer? —separa nuestros labios y asiente penetrandome, sacando los
hilos de humedad que emergen de mi interior.
Nos volvemos a besar y siento que no lo tengo lo suficientemente cerca, mientras
que él actúa como si no me tuviera de un todo controlada y por ello nos unimos.
La mano que tenía dentro de mí la lleva a mi cara y meto mi muslo entre sus
piernas sujetando el miembro duro que acaricio sin soltarle la boca. Quiero más y
él también, por eso me sube sobre él acariciándome la espalda, mientras beso la
línea de su mandíbula y mueve mis caderas dejándolas sobre la erección dura,
donde me refriega moviéndome de arriba abajo sin penetrarme, mientras paseo la
nariz por el pecho que beso una y otra vez, al igual que el cuello.
—Necesito penetrarte —me dice y me acomodo dejando que la ubique en mi
entrada. La invasión sería suficiente para correrme y mi canal la absorbe despacio,
a la vez que siento como se tensa con la pequeña vagina que lo absorbe.
No quiero dejar de besarlo, pero lo que siento abajo me supera las ganas de
moverme que me levantan, mis piernas yacen abiertas sobre él e ignoro el dolor en
mi espalda, ya que lo único que quiero es balancearme y así lo hago iniciando los
movimientos circulares que me hacen jadear como puta, la cual deja una mano
sobre su hombro sin dejar contonearse. El que esté arriba no le quita el control, ya
que toma mis caderas moviéndolas a su antojo, mientras que mis paredes se
cierran alrededor de la verga rusa que monto paseando las manos por sus
pectorales.
—Si quieren matarte a ti, primero tienen que matar el hambre que te tengo —
aprieta la carne de mis muslos—. Extinguir lo que me provoca esta pequeña
vagina.
Se viene contra mí hundiendo las manos en mi cabello antes de besarme mientras
no dejo de moverme. Nuestras lenguas se tocan y tira de mi cabello buscando el
cuello que besa y tal cosa es mucho mejor que en mi imaginación. Caigo de nuevo
con él a la cama, mis pezones erectos quedan contra la piel de su torso y sus
palmas chocan contras los glúteos que separa taladrandome con el miembro que
entra y sale con movimientos veloces de mi canal.
Mi epicentro arde en medio del éxtasis y recuesto la cabeza sobre su pecho
recibiendolo, apretando las sábanas con la boca entreabierta, ya que el ataque
pone a temblar mis paredes con el choque de su pelvis contra la mía. La pose, el
calor, él y mi estado hacen que me pegue más abrazándolo con fuerza cuando
presiento lo que se viene, ya que mi cuerpo me lo dice, me lo advierte en medio de
los incontrolables gemidos de súplica donde le hago saber que me arde, que me
quema y que no puedo, porque sé que será demasiado delicioso y temo que mi
corazón se detenga, ya que el frenesí lo dispara de una manera
extraordinariamente placentera.
—Si puedes.
Mantiene mis glúteos separados y sacudo la cabeza mientras que mis nudillos se
tornan blancos con la fuerza que ejerzo en la sábana la cual amortigua el éxtasis
que…
La ola de jugos baja de golpe en medio del húmedo orgasmo que lo empapa y me
avergüenza ya que me vuelvo un desastre por la cantidad que libero, el olor de su
eyaculación llega a mi nariz y detiene los movimientos, sin embargo no me bajo,
no quiero hacerlo, quiero quedarme un rato más, fingiendo lo que no somos,
sumergida en lo que se siente estar con el hombre de tus sueños y el villano de
tus pesadillas. 

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