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Desde este punto de vista, no podemos pensar en la “identidad” como un todo acabado,
sino más bien como un momento identificatorio, dentro de un trayecto que nunca concluye,
pero con una dirección en tanto lucha por el reconocimiento, la visibilidad y la legitimidad.
En el proceso de construcción de identidades se marca a la identidad como construcción
que va a estar construida con aspectos objetivos y aspectos de la subjetividad. La
extensionalidad hace a los aspectos objetivos y la intencionalidad a los subjetivos. La
primera es todo aquello que se refiere a las condiciones económicas y estructurales. La
segunda constituye la construcción de la dimensión simbólica, cultural y política.
La reflexividad del sí mismo es imperativa en relación con desentrañar las dudas surgidas
de los procesos de cambio que la Modernidad tardía impone. En el momento de
construcción de la identidad aparecen la confianza y el riesgo como dos elementos que en
un equilibrio inestable permiten la construcción de esa identidad.
Las incertezas permanentes, que dominan todos los ámbitos de vida, ponen continuamente
en cuestión las condiciones de verdad. Estas siempre son provisorias, sujetas a la revisión
de los sistemas expertos acumulados que lejos de establecer veredictos, debaten y
muestran divergencias en relación con esas condiciones de verdad (Giddens ,1996).
La confianza es un medio de interacción con los sistemas abstractos que vacían a la vida
cotidiana de su contenido tradicional y establecen influencias globales. Aquí la confianza
genera un “salto hacia la fe” que exige compromisos prácticos” (Giddens), es lo que
sostiene la interacción a partir de lo que sabemos con certeza. La confianza implica el
sentido primario de seguridad ontológica, que se pone en cuestión cuando aparece el
riesgo. Los sistemas abstractos son las representaciones simbólicas construidas por
sistemas de expertos que tratan de reducir riesgos, aunque siempre aparecen nuevos.
En este contexto el concepto de riesgo se presenta central en la organización del mundo
social, que deviene cada vez más reflexiva porque, aunque el riesgo implique de hecho una
naturaleza imperfecta y justamente para acotarlo, se tiende a la precisión y a la
cuantificación. Con esto se logra la reducción de riesgos en algunas áreas y modos de vida,
a través de la previsión de los sistemas abstractos, aunque otros riesgos desconocidos
aparezcan. Dice Giddens (1996) en este sentido: “El mundo moderno tardío - mundo al que
denomino modernidad superior- es apocalíptico porque introduce riesgos que las
generaciones anteriores no han conocido”.
La individuación es el proceso por el cual nos construimos como individues diverses,
distintes de les dé más, pero, a su vez, reflejades en elles. La subjetivación consiste en los
procesos a través de los que nos constituimos como sujetes y manifestamos nuestra
subjetividad. Es todo aquello que problematiza la noción de individualidad y está constituido
sobre las relaciones de poder.
Los mecanismos de desmembración liberan las relaciones sociales de las influencias de los
reemplazamientos locales y las recombinan a través de amplias distancias
espaciotemporales. En esta etapa se da la reorganización del tiempo.
Cuando aparecen las crisis se perturban las relaciones relativamente estabilizadas entre los
elementos que estructuran la identificación (aquellos elementos que nos clasifican como
sujetes de una sociedad). En las crisis de incertidumbre se cuestionan las categorías del
tiempo y espacio. Los referentes que constituyen esas categorías son el trabajo y el género.
Segundo período: a partir de los años 20 nuevos vientos empiezan a soplar en Argentina,
provenientes de una renovación del pensamiento latinoamericano. Entre otros
acontecimientos la Revolución Mexicana y La Reforma Universitaria de 1918 en Córdoba,
pondrán como valores del pensamiento al idealismo y juvenilismo y una revalorización
cultural del continente mestizo.
Cambia la configuración genérica como consecuencia de la modernización social.
Esta etapa, en el movimiento de mujeres, se verá signada por una lucha en ascenso por el
sufragio. También se desarrollaba una tarea solidaria para auxiliar a los refugiados del nazi
fascismo. Las mujeres comenzaron a identificarse con la representación de “mujer
moderna”. Eva Perón se involucra con la lucha feminista.
La militancia política de las socialistas continuó multiplicándose y creando asociaciones ad
hoc, integrando feministas e intelectuales que consiguieron concientizar a sus compañeros
de los fundamentos de sus luchas.
El arquetipo propuesto era una mujer que, aunque participa de la vida política, no se
conformaba con el modelo en que las mujeres seguían teniendo la responsabilidad casi
exclusiva de las tareas, cuidado y reproducción, que el patriarcado le asignaba.
Con el peronismo, mejora la calidad de vida de los sectores populares y la irrupción en la
política de las masas. Desde la secretaría de trabajo, Perón había fomentado los derechos
de la mujer, con la creación de la división del trabajo y asistencia a la mujer, se consagra el
derecho al salario mínimo de las mujeres y se reduce la brecha salarial. Esto explicaría la
participación de muchas mujeres en las elecciones. Una vez sancionado el sufragio
femenino, Eva Perón otorga la libreta cívica a todas las mujeres. Eva pudo negociar con la
rama masculina del partido y la CGT el cupo de mujeres en la candidatura.
Tercer período: los 70 fueron años violentos. El último período del gobierno de Isabel Perón
con el accionar de la triple A orientado sobre los ámbitos culturales e intelectuales y la
Universidad en particular, obliga la diáspora de muchos teóricos y empuja a la
clandestinidad a otros.
Los nuevos estereotipos de mujer asociados a esta modernización, que pronto serían el
foco de crítica del feminismo, aparecen en las revistas, colonizando las lecturas de las
formaciones generales de la época.
Este es el momento de inicio de dos importantes agrupaciones feministas no partidarias: La
Unión Feminista Argentina (UFA) con María Luisa Bemberg a la cabeza y el Movimiento de
Liberación Feminista (MLF) en 1972, después de la intervención de María Elena Oddone en
la revista “claudia”. Lo que tuvo consecuencias: una relación conflictiva con la izquierda, por
un lado, por la convocatoria abierta con la que generaban actividades, y por otro, dentro del
feminismo. La disputa dentro del ámbito de la comunicación masiva del sentido que las
revistas hegemónicas daban a la representación de “mujer moderna” y que colonizaba el
mundo privado de sus lectores, interpelando y formateando sus subjetividades.
Isabel Larguía pone de manifiesto el trabajo invisible acuñado para explicar la invisibilidad
de las actividades económicas de las mujeres en su trabajo doméstico y la reproducción de
la fuerza de trabajo. La división del trabajo le asignó la tarea a la mujer de reponer la mayor
parte de la fuerza de trabajo que mueve la economía. Este tipo de trabajo, aun cuando
consume muchas horas de desgaste, no ha sido considerado como valor. La que lo ejerció
fue marginada por este hecho de la economía, de la sociedad y de la historia, el producto
invisible del ama de casa es la fuerza de trabajo.
UNIDAD 1
SIMMEL - SOCIOLOGÍA.
Según el autor, la sociología formal estudia las formas de las acciones recíprocas, trata de
desarrollar una geometría de las relaciones sociales. Sólo le interesa la forma en que se
desarrolla la sociabilidad. No contiene la Sociología ningún objeto que no esté tratado ya
en las ciencias existentes, sino que es sólo un nuevo camino para todas ellas, un método
científico que no constituye una ciencia por sí. Todo lo que designamos en general
como objeto es un complejo de determinaciones y relaciones, cada una de las cuales, si se
descubre en una pluralidad de objetos, puede convertirse a su vez en objeto de una nueva
ciencia. Toda ciencia se funda en una abstracción, por cuanto considera en uno de sus
aspectos y desde el punto de vista de un concepto, en cada caso, diferente, la totalidad de
una cosa, que no puede ser abarcada por ninguna ciencia.
Aunque “(...) los datos de la Sociología son procesos psíquicos” éstos “(...) son ajenos al fin
de la consideración sociológica”, ya que esta consiste sólo en la objetividad de la
socialización que se sustenta en procesos psíquicos. Su intención no está en los
conocimientos psicológicos, sino en las síntesis formadas por los procesos psíquicos, desde
los puntos de vista de lo trágico, de la forma artística, de los símbolos vitales.
Los fundamentos a priori sociológicos tienen la misma doble significación que aquellos que
hacen perfecta la naturaleza. Por una parte, determinarán los procesos realizados de
socialización, como funciones o energías del acontecer espiritual. Por otra parte, serán los
supuestos ideales lógicos de la sociedad perfecta, aunque quizás nunca realizada con esta
perfección. Presenta varias formas de socialización:
La idea de que una persona se forma de otra a través del contacto personal está
condicionada por ciertas modificaciones que son cambios radicales en la estructura del
objeto real. Toda imagen que un alma se forma de otra está determinada por la semejanza
con ella; y si bien no es ésta la condición única del conocimiento espiritual, un conocimiento
perfecto presupondría una igualdad perfecta. Somos iniciaciones de la individualidad única
de nuestro propio yo, pero la mirada del otro completa ese carácter fragmentario y nos
convierte en lo que no somos nunca pura y enteramente.
Cada elemento de un grupo no es sólo una parte de la sociedad, sino algo fuera de ella.
Somos a la vez miembros y productos de la sociedad. Somos seres sociales y en calidad de
estos, estamos formados por relaciones recíprocas con otros, siendo así comparables con
la sustancia corpórea, que para nosotros sólo existe como una suma de varias impresiones
sensoriales, pero no como existencia en sí y por sí. La relación de interioridad y exterioridad
caracterizan la posición unitaria del hombre que vive en sociedad. Ambos constituyen la
unidad de eso que llamamos ser social, la categoría sintética.
La sociedad es un producto de elementos desiguales. Mientras el individuo no realice el a
priori de su existencia social -la plena correlación de su ser individual con los círculos que le
rodean; la necesidad de su vida personal interior para la vida del todo - no podrá decirse
que esté socializado ni será la sociedad ese conjunto continuo de acciones recíprocas, que
enuncia su concepto. Esta relación se muestra particularmente acentuada en la categoría
de la profesión.
Abordar el número o cantidad de miembros en los grupos sociales tiene una doble
importancia; por un lado, la negativa: que ciertas formas necesarias sólo pueden realizarse
más acá o más allá de cierto límite numérico de elementos. Y la positiva: que ciertas formas
resultan directamente de las modificaciones cuantitativas que sufren los grupos.
La sociología formal trabaja con la idea de número, que tiene que ver con la cantidad de
individuos que llevan esas relaciones sociales y con la distancia; cuando en un grupo son
pocos miembros, la distancia también es poca, la libertad personal queda acotada. Cuanto
mayor sea el grupo, mayor será la libertad de sus miembros, lo que no implica que haya una
mayor conexión del individuo con la subjetividad. En los grupos pequeños, las relaciones
están guiadas por el plano emocional, en cambio, en los amplios, son guiadas por el
entendimiento e intelectualidad y hay un alejamiento del “sí mismo”.
El sociólogo consigue abordar esta sociología formal desde un procedimiento intuitivo; que
es una particular disposición de la mirada, gracias a la cual se realiza la escisión entre
forma y contenido (procesos microscópicos y moleculares). En su texto, Simmel hace una
comparación con la medicina: antes sólo se conocían los órganos de mayor tamaño, luego,
con la aparición del microscopio, se descubrió la célula. En la sociología, mientras más se
fue puliendo, más se conocieron las relaciones microscópicas y los procesos moleculares
dentro de la sociedad.
CLASE DE CONSULTA: “La puesta de sol natural y la pintura están ambas ahí como
realidades, pero aquella encuentra su valor sólo en la supervivencia en sujetos psíquicos…”
(¿es así porque puede ser que nadie se detenga a observar la puesta de sol y por eso, si no
es vista por nosotrxs como que no existe, en cambio si alguien la pinta o la fotografía queda
plasmada y tiene la capacidad trascender? El ocaso es sólo un instante y desaparece, en
cambio, ¿¿¿¿¿¿¿¿a través de la pintura es capaz de existir y perdurar ????????)
Dualismo de la vida: al mismo tiempo que se crea, deja de ser.
La cultura significa sólo la síntesis de un desarrollo subjetivo y un valor espiritual objetivo, y
de que la sustentación de uno de estos elementos al extremo de su exclusividad ha de
impugnar el entretejimiento de ambos.
Cultura objetiva: es el mundo de las formas culturales y sus productos (más que vida). Son
elementos objetivados que devienen autónomos, se independizan de los individuos y
adquieren vida propia. (SEMEJANTE A LO QUE HABLA MARX EN “EL FETICHISMO DE
LA MERCANCÍA).
Cultura subjetiva: capacidad del individuo para producir, absorber y controlar los elementos
de la cultura objetiva. Ambas culturas están enemistadas.
En el momento en que la vida se expresa (en el arte o el intelecto), deja de ser vida para
convertirse en forma. La vida se expresa en formas que adquieren un significado autónomo,
alejándose de la vida creadora y precipitándose a la muerte.
LA TRAGEDIA DE LA CULTURA: la hipertrofia de la cultura objetiva lleva a una atrofia de
la cultura subjetiva.
Para el hombre el hogar significa una parte más de la vida en general, mientras que para la
mujer representa su totalidad.
La realización cultural, original y objetiva de las mujeres consistiría en el hecho de que el
alma masculina es en gran parte configurada por ellas. La obra de la mujer es el hombre.
Simmel critica que las mujeres no pretenden crear un mundo nuevo y original para ellas,
sino que desean ser y tener aquello que son y tienen los hombres, intentando así participar
personalmente en bienes culturales que les han sido negados. No van más allá de todo lo
que se considera particular y personal.
Adorno y Horkheimer, coincidiendo de este modo con Marx, Lukács y Simmel, señalaban
que lo "equivalente" gobierna a la sociedad burguesa.
Esa equivalencia consiste precisamente en la reducción de la heterogeneidad para
establecer igualdades abstractas. Y en el mismo procedimiento en que se abstrae se
liquida. En ese imaginario de cálculo e intercambiabilidad -ideal epistemológico matemático,
se podría decir con Simmel—'''lo que no puede ser cuantificado y resuelto en lo "uno", lo
que expresa lo no idéntico, queda excluida.
La industria cultural otorga al público la posibilidad aparente de "elegir". Pero, en realidad,
ofrece indiscriminadamente a todos aquellos que la sociedad va a quitarles. Entonces, la
Escuela de Frankfurt no dirigió su implacable crítica a la industria cultural "porque fuera
democrática, sino precisamente porque no lo era" (M. Jay, 1991: 35.3). En ese marco el
hombre cree poder moverse como un sujeto libre cuando en realidad su comportamiento es
de adaptación a una legalidad y una racionalidad que sirve para someterlo. La racionalidad
técnica como dominio de la naturaleza está también puesta al servicio del control de los
hombres. La apariencia de libertad de elección del sujeto frente a los productos de la
industria cultural pone de relieve su falsedad al promover una libertad donde las opciones a
tomar ya fueron tomadas por el mercado, que es el que verdaderamente elige. Se trata de
una situación paradojal en la que una cultura industrializada (y degradada) es
aparentemente democrática, pero produce la "conformidad" con una sociedad
profundamente injusta.
La unidad del sistema se consolida en el círculo "de manipulación y de necesidad" en un
marco en que la técnica conquista cada vez más poder sobre la sociedad. Lo que Adorno y
Horkheimer denunciaron era lo siguiente: si la técnica cada vez tiene más poder, también
hay que decir —y eso es lo que no se dice— que se trata del poder de los "económicamente
más fuertes" y que la "racionalidad técnica es hoy la racionalidad del dominio mismo". En
este marco sobrevive el más astuto, sea porque es más fuerte o porque "renuncia" y se
adapta.
Aquí reside la astucia de la "industria cultural". Si la "industria cultural" puede asociarse con
las ideas de "estafa", "engaño" y "sumisión", tal cosa no puede sostenerse desde las
interpretaciones simplistas que muchas veces se hicieron de las tesis de Adorno y
Horkheimer a través de una idea demasiado llana de manipulación. Si algo ha caracterizado
a los teóricos de Frankfurt es la capacidad de indagar profundamente en lo específico de los
fenómenos sin dejar por ello de remitirlos a los procesos globales que los determinan.
Precisamente, la industria cultural da cuenta de una "racionalidad" a la que no escapan
siquiera quienes ejercen el dominio, aun cuando su posición no sea idéntica a la de quienes
son sometidos.
La astucia de la "industria cultural" —y el "engaño" o "estafa" que implica- consiste en
realizar en el plano de lo simbólico la promesa de lo que está impedido: "La industria cultural
vuelve a proporcionar como paraíso la vida cotidiana. (...) La distracción promueve la
resignación que quiere olvidarse en la primera.
La articulación entre necesidad y demanda queda resuelta en una suerte de relación circular
que, al mismo tiempo, se torna falsa. Sobre este tópico la posición de Adorno se revelaba
sumamente escéptica ya que en Teoría estética llegaba a afirmar: "Ya no podemos
apoyarnos en la confianza de que las necesidades de los hombres, al multiplicarse las
fuerzas productivas, harán que todo adquiera una configuración superior. Estas
necesidades han quedado integradas en una sociedad falsa y han sido falseadas por ella".
Adorno no negaba que los hombres encontraran satisfacción, pero sería una satisfacción
falsa y engañosa.
La uniformidad de la industria cultural tiene como procedimiento al esquematismo que, a su
vez, permite conservar la apariencia de competitividad y libre elección. La misma
producción de novelas se hace pensando en la posibilidad de convertirlas en filmes,
siguiendo un tipo de procedimiento constructivo acorde al trabajo técnico. La omnipresencia
del autor, que a veces se tiende a buscar, no puede ser tal: los productos de la industria
cultural también están atravesados por la división del trabajo.
La industria cultural se caracteriza por la repetición de lo ya aceptado y en ese sentido "el
arte de masas excluye la historia mediante sus 'congelados' modelos".
Otro aspecto en torno al control de las acciones humanas tiene que ver con las formas en
que se organizan las relaciones entre trabajo y tiempo libre. Trabajo y ocio, que en
apariencia constituyen instancias opuestas están inscriptos en la misma racionalidad: el
descanso se asemeja al trabajo.
El verdadero arte se diferencia de la industria en que la obra de arte "pretende romper la
eterna alternancia entre necesidad y satisfacción, pero no corromperse ofreciendo
satisfacciones trucadas a necesidades que realmente quedan sin satisfacer". La
caracterización que Adorno hace del arte tiene como rasgo clave la "negatividad", aunque
no de modo opuesto sin más complejidad a su momento afirmativo.
La promesa que contiene la obra no es ofrecida como un consuelo, sino como crítica de la
praxis. Salva aquello que para Adorno era una suerte de obsesión: la no identidad. En su
aparente tensión hacia la identidad, el arte socorre a "lo no idéntico", a "lo oprimido en la
realidad por nuestra presión identificatoria". La industria cultural, en cambio, es el dispositivo
del entretenimiento y la diversión.
Aun cuando se ha pretendido reducir ciertas posiciones de Adorno a las de un aristócrata
resentido frente al "arte de masas", señala en la relación arte/industria cultural dos procesos
vinculados que relativizan tal caracterización: por un lado, la espiritualización de las obras
despertó el rencor de los excluidos y abrió camino al "arte para consumistas"; por otro, la
repulsión de los artistas a este último promovió una "espiritualización cada vez más
desconsiderada".
UNIDAD 2
UNIDAD 3
Norbert Elías (Alemania 1897-1990) fue filósofo y médico. Tras el ascenso del nazismo se
exilia en Inglaterra. Se propuso hablar de una teoría que superara los dualismos:
micro/macro cualitativa/cuantitativa, orden/conflicto. La sociología procesual es una
sociología histórica; toda sociología debe ver cómo evoluciona la sociedad con una
perspectiva a largo plazo.
CONFIGURACIÓN/ FIGURACIÓN: sistema de relaciones entre individuos organizados en
torno a una dinámica de poder. Lo que cambia a lo largo de la historia es el equilibrio de
poder entre las partes. balanza de poder; base de la figuración. Proceso a largo plazo no
intencional pero con dirección hacia una mayor pacificación, compuesto por dos procesos:
sociogénesis (posibilidad de control de las conexiones interhumanas, función de control de
la violencia, desarrollo de las ciencias sociales) y psicogénesis (posibilidad de autocontrol
del individuo mismo. El control de las pulsiones, emociones, pudor, idea moderna de
intimidad. Construcción social de las costumbres)
ELIAS - ENSAYO TEÓRICO SOBRE LAS RELACIONES ENTRE ESTABLECIDOS Y
MARGINADOS.
La comunidad de Winston Parva se caracteriza por una aguda división entre dos grupos de
residentes: uno establecido allí hace bastante tiempo, el otro es de conformación más
reciente y sus miembros eran tratados por el grupo de los establecidos como marginados.
Estos tropezaban contra las filas cerradas de aquellos y eran estigmatizados como
personas de valor humano inferior. Eran presentados como carentes de la virtud humana
superior, es decir, del carisma distintivo de grupo, que el grupo dominante se atribuía a sí
mismo. Los miembros de grupos que son más poderosos que otros, creen de sí mismos
que son humanamente mejores.
Se encontró en esta pequeña comunidad algo que parece ser una regularidad universal de
toda figuración del tipo establecidos-marginados: el grupo establecido atribuía a sus
miembros características humanas superiores; excluía a todos los miembros del otro grupo
del trato social con su propio círculo fuera del trabajo. El tabú sobre contactos entre ambos
grupos era mantenido vivo gracias a medios de control social como el chisme.
La utilización de una unidad social pequeña como foco de investigación sobre problemas
que se pueden encontrar en una gran variedad de unidades sociales mayores y más
diferenciadas posibilita la exploración de estos problemas con considerable detalle, como
bajo un microscopio. Este modelo de figuración de establecidos y marginados puede servir
como una especie de paradigma empírico. Al aplicarlo como un medidor a otras
figuraciones más complejas de este tipo, se pueden entender mejor las características
estructurales que tienen en común y las razones por las cuales, bajo condiciones diversas,
ellas funcionan y se desarrollan de diferentes modos.
Entre ambos grupos no había diferencias de nacionalidad, de etnia, tampoco de trabajo; su
clase social era la misma, ambos grupos pertenecían a la clase obrera. Sino que el poder
superior del grupo establecido se basaba en el alto grado de cohesión entre familias que se
conocían desde hace varias generaciones. Gracias a su mayor potencial de cohesión y la
actividad del mismo a través del control social, los residentes más antiguos lograron
reservar cargos en instituciones locales, excluyendo a lxs del otro grupo. Así, la exclusión y
estigmatización resultaron ser armas poderosas en contra de los marginados, empleadas
por los establecidos para mantener su identidad, reafirmar su superioridad y conservar su
sitio. Por ende, la antigüedad de un grupo generó cohesión, identificación colectiva y
mancomunidad de normas, ligado con la euforia gratificante unida a la conciencia de
pertenecer a un grupo superior.
Grupos de establecidos tienden a atribuirle al grupo marginado en su conjunto las “malas”
características” de lo “peor” de sus partes, es decir, las de su minoría anómica. La
autoimagen del grupo establecido se rige por la minoría de sus “mejores” miembros.
El estigma de “un valor humano inferior” es un arma que grupos superiores emplean contra
otros grupos en una lucha de poder, como medio de conservación de superioridad social. El
grupo más poderoso se ve a sí mismo como mejor, como poseedor de valores superiores,
que hacen sentir a la gente menos poderosa como faltos de valores. En tal situación el
estigma lanzado por el grupo más poderoso, sobre otro de poder inferior, normalmente entra
a formar la autoimagen de este último, y por esa vía se lo suele debilitar y desarmar aún
más. El poder de estigmatizar a otros disminuye cuando un grupo pierde la capacidad de
conservar su monopolio sobre los principales recursos de poder disponibles en una
sociedad. Pero, mientras el grupo poderoso conserve su identidad y cohesión contribuye al
grupo a reservar diferentes posiciones sociales de alto poder, como iglesia o clubes, lo que
refuerza la cohesión grupal y la posibilidad de excluir al grupo marginado.
En esta comunidad, los marginados son percibidos como anómicos. Los establecidos les
atribuyen a los marginados las malas características de la peor de sus partes, es decir de su
minoría anómica. La autoimagen de los establecidos, en cambio, es tomada como nómica y
se rige por la minoría de sus mejores miembros. A pesar de su igualdad en casi todas las
condiciones, se ve la capacidad de un grupo de aplicarle a otro una marca de inferioridad. El
prejuicio social puede encontrarse siempre teniendo en cuenta la figuración formada por los
grupos interdependientes. La pieza central es una balanza de poder desigual. Cuando el
desnivel en la balanza de poder se reducen los grupos anteriormente marginados recurren a
la contra estigmatización.
La principal diferencia entre ambos grupos era que uno estaba estrechamente integrado y
cohesionado y el otro no. El antiguo grupo había generado en el interior un modo de vida y
de normas comunes, de los cuales se llenaban de orgullo. Para lograr preservar esto, fue
que cerraron filas. El carisma del propio grupo y la deshonra de otro forma un principal
aspecto. Formar parte del grupo establecido y de su carisma y superioridad es el premio por
respetar las normas, es un sacrificio personal.
El contacto estrecho con los marginados suscita sensaciones desagradables. Pone en
peligro la defensa elevada dentro del grupo establecido contra infracciones de normas y
tabúes comunes, de cuya observación depende la posición de cada miembro entre sus
compañeros de grupo. La exclusividad de los establecidos tiene la función de preservar la
exclusividad del grupo. Al mismo tiempo, el rechazo de todo contacto social algo familiar
con los miembros del grupo marginal presenta todas las características emocionales que en
otro contexto suelen denominarse “miedo a la contaminación”. Dado que los marginados
son vistos como anómicos, para un miembro de un grupo establecido el contacto estrecho
con ellos encierra el peligro de la “infección anómica”: él o ella pueden resultar sospechosos
de infringir aquellas normas simplemente por tener alguna relación con miembros del grupo
marginado, y de esa forma perder su status de superior.
La estigmatización puede ayudar a perpetuar por un tiempo la superioridad de estatus de un
grupo cuya superioridad de poder ha disminuido o incluso desaparecido. El estigma puede
debilitar a los grupos inferiores
Para que el mecanismo de estigmatización se logre, es necesario el chisme.
Donde el diferencial de poder es muy grande, los grupos en posiciones marginadas se
suelen medir con la medida de sus opresores. Constatan que no cumplen las normas de
aquellos y se sienten ellos mismos inferiores, experimentan su limitado poder
emocionalmente como signo de su escaso valor. En caso de diferenciales de poder grandes
y de la opresión, grupos marginales suelen ser relacionados con la suciedad y la infección.
Elías da cuenta de que es posible establecer otro tipo de discriminaciones similares en torno
a la raza, la etnia y la religión. Por ejemplo, desde el punto de vista étnico, la minoría de los
Burakumin tiene la misma procedencia que la mayoría de los japoneses. Según parece, son
descendientes de grupos profesionales de poco prestigio social como los relacionados con
la muerte, el nacimiento, con el sacrificio de animales y con los productos derivados de
éstos. Con la creciente sensibilidad de los establishments dominantes de guerreros y
sacerdotes que se dio en el Japón al igual que en otras partes como un aspecto del proceso
civilizatorio y que allá se manifestó en el desarrollo de la doctrina shintoista y budista, estos
grupos bajos resultaron proscritos; probablemente se vieron sometidos a una especie de
segregación hereditaria que fue aplicada rigurosamente desde inicios del siglo XVI. El
contacto con ellos era sentido como algo que ensucia. Algunos de ellos tengan que portar
un pedazo de cuero sobre la manga de su kimono. Los matrimonios con la mayoría
japonesa estaban estrictamente prohibidos.
El anterior ejemplo deja en evidencia que crecer en un grupo marginado estigmatizado
puede llevar a determinadas deficiencias intelectuales y emocionales. Las relaciones
raciales son en el fondo relaciones de establecidos y marginales. Etnia o religión parecen
ser una defensa ideológica.
Mientras más se reducen los diferenciales de poder, más se ven los aspectos no
económicos del conflicto, entonces, pasa a ser una lucha por la satisfacción de otras
necesidades. La estigmatización puede encontrarse relacionada con fantasías colectivas
desarrolladas por grupos de establecidos. El estigma social arrojado sobre otros se
convierte en un estigma material.
Las tensiones entre establecidos y marginados siempre giran en torno a la balanza de
poder. Los marginales siempre empujan hacia una reducción de los diferenciales, y los
establecidos a la inversa. La autoimagen y autoestima de los miembros de un grupo están
condicionadas por lo que otros miembros del mismo grupo piensen de ellos. La relativa
autonomía de los individuos está funcionalmente relacionada con la opinión interna de los
grupos.
El estudio del grupo establecido de Winston Parva demuestra en pequeña escala cómo el
autocontrol individual y la opinión grupal están engranados recíprocamente. La aprobación
grupal está condicionada por el cumplimiento de normas, cualquier desviación significa la
disminución de status de la persona. La opinión del grupo sirve de conciencia personal, ya
que el sentimiento de status y de carisma del grupo es compartido por los mismos. Ambas
funciones reguladoras (sociales y psicológicas) se relacionan.
La desigualdad vista en el equilibrio de poder entre los sexos muestra que esa desigualdad
se convirtió en hábito gracias a la sociedad, la coerción ejercida por la costumbre social se
convirtió en una segunda naturaleza y en auto coerción. Los hombres adquirieron cuotas de
poder mayores que la de las mujeres, las cuales se encontraron subordinadas e inferiores.
Elías va a utilizar el término de andrarquico para referirse al dominio de los hombres y
ginárquico para referirse al dominio de las mujeres, realizando de esta forma una crítica a
matriarcado y patriarcado que haría referencia a gobiernos de padres y madres.
El concepto de equilibrio de poder permite la conceptualización de los diferentes grados de
poder entre grupos, y los cambios que se producen. Se ven tendencias a la atenuación de
desigualdades sociales entre los géneros y principalmente dentro de un estrato social único.
Desde la República Romana hasta su ampliación se adquirió un mayor grado de civilización,
aunque las mujeres continuaban siendo objetos del marido que no podían servir para
gobernar ni para ser guerreras. Hasta que el Estado Romano no adquirió un monopolio de
la fuerza física las mujeres dependían totalmente de la protección de sus parientes varones.
Lo mismo ocurrió con el divorcio.
Ahora, la mujer se encuentra en una posición mas fuerte que en la del hombre; el cambio de
equilibrio de poder entre los sexos dio lugar a nuevas formas de lucha entre ellos.
En la vida europea la separación de esferas sociales entre hombres y mujeres donde
ambos se excluían mutuamente fue acompañado con una desigualdad entre los sexos en la
vida marital (DIFERENCIACIÓN). Los posteriores cambios de costumbre fueron
acompañados por cambios en las estructuras, en este caso del Estado Romano. Una de las
condiciones para hacer menos rígida la desigualdad entre hombres y mujeres fue el
crecimiento de una organización estatal, principalmente por las instituciones legales y de
vigilancia legal que podían impedir que los hombres usaran su influencia en contra de las
mujeres. Algo que inclinó la balanza hacia una mayor igualdad entre sexos fue un impulso
civilizador generado por la literatura, lo que permitió un refinamiento en las costumbres y el
amor.
En resumen, los dos aspectos que fueron precondiciones para la igualdad en el matrimonio
fueron la independencia de las esposas y esposos respecto a su propiedad y el carácter
voluntario de la asociación marital. Esto dejó sus huellas para la posterioridad.
Los cambios en el equilibrio de poder entre los sexos nunca se pueden realizar sin
considerar el desarrollo global de la sociedad. La sensibilidad de los hombres hacia la
condición de las mujeres y viceversa, un impulso civilizador, fue una de las condiciones para
el surgimiento y mantenimiento de formas igualitarias de relaciones entre los sexos. Ese
impulso civilizador genera auto restricciones desde ambos sexos, porque parte de la
economía psíquica propia del proceso de civilización, que creó luego las condiciones para el
surgimiento y mantenimiento de formas más igualitarias entre los sexos. Ese impulso es un
proceso no planeado, que se va dando en el entramado social; es una necesidad de bajar la
violencia que también se aplica a la figuración de las diferencias entre sexos.
La figuración es la interdependencia que lleva al diferencial de poder, por ende, la relación
entre los sexos aparece como una figuración a largo plazo. La tendencia generalizada que
muestra el cambiante equilibrio de poder permite ver una tendencia hacia la atenuación de
las desigualdades.
El concepto de figuración.
En la investigación sobre los hombres hay que lanzar toda la luz de nuestro foco ya sobre
personas individuales o sobre las figuraciones compuestas por muchas personas
individuales.
Los conceptos individuo y sociedad no son dos objetos que existen separados, sino dos
planos distintos, pero inseparables, del universo humano.
El concepto de figuración permite sustraerse a la presión social de una polarización sobre la
imagen del hombre que nos mueve a poner una junto a otra una imagen del hombre como
individuo y como sociedad. Figuración hace referencia, por ejemplo, a cuando cuatro
personas se sientan en una mesa a jugar a las cartas. Sus acciones se vuelven
INTERDEPENDIENTES. La figuración la constituyen los jugadores es tan concreta como
ellos mismos; figuración es el modelo cambiante que constituyen los jugadores como
totalidad, con su intelecto y su persona, con todo su hacer en sus relaciones mutuas. Esta
figuración constituye un tejido de tensiones. La interdependencia que permite una figuración
específica es interdependencia y también como adversarios. En una figuración como juego
pueden existir varias relaciones entre yo y el o nosotros y ellos; para comprenderla hay que
seguir las cambiaste posiciones de los jugadores en su dependencia mutua, es decir, la
figuración fluida que constituyen las dos partes en su interrelación.
En la figuración hay un equilibrio fluctuante en la tensión, las cambiantes en las
figuraciones, que se inclina a veces más a un lado y otras a otro.
El concepto figuración se puede aplicar tanto a pequeños grupos como a sociedades con
muchos individuos interdependientes. El estudio de las figuraciones deja margen para las
investigaciones estadísticas.
Figuración hace referencia a un sistema de relaciones entre individuos que se organizan en
torno a una dinámica de poder. Es de interdependencia, no es sólo interacción, es aún más
fuerte, lo que lleva a que la acción de los otros influya en las mías, esto da lugar a un
entramado de relaciones que tiene que ver con una configuración de poder.
El proceso de la civilización.
Trata de dejar de lado los dualismos, ya que en la vida social hay elementos que se
superponen, estas son la realidad de la vida social (elementos estructurales que constriñen
la vida social) y las propiedades de las colectividades (dinámica dentro de los grupos), esto
lleva a que los procedimientos de la acción cambien constantemente.
Elías utiliza una sociología procesual, esto es a lo que él denomina una sociología histórica,
que tiene en cuenta cómo evolucionan las sociedades a largo plazo. Los procesos no
planeados a largo plazo influyen sobre cualquier planeación. Es evolución n en el sentido
Durkhemiano, de primitivo a moderno, sino como proceso de desarrollo, que no tiene
intencionalidad y que implica una mirada relacional, porque esa mirada son acciones
interdependientes en espacios estructurados. La evolución a largo plazo se asienta sobre
acciones interdependientes de los sujetos sociales y esa interdependencia está pensada en
el sentido de juego sociales (como juego de cartas) donde aparecen distintos modelos de
entramado social. El potencial explicativo de esta sociología complementada con la historia
es dado por la perspectiva a largo plazo.
Las transformaciones de larga duración de las estructuras sociales, así como de las
estructuras de la personalidad, desaparecieron de las actuales investigaciones de la
sociología tradicional. Este estudio sí trata de procesos de larga duración. La construcción
del Estado es un ejemplo de un cambio estructural de larga duración y sirve como modelo
de la dinámica largo plazo de las sociedades en dirección a la evolución social.
La evolución social general, una ola progresiva de integración, un proceso de construcción
del Estado, con el proceso complementario de una diferenciación progresiva, es un cambio
de posición que en su ir y venir mantiene una única dirección a lo largo de generaciones.
Las estructuras de la personalidad (las psicológicas individuales) y las estructuras sociales
(muchos individuos interdependientes) no son considerados dos estructuras inmutables,
sino mutables, como aspectos interdependientes de un mismo desarrollo a largo plazo. No
se hace abstracción de las relaciones entre el cambio de ambas estructuras, del proceso de
sus evoluciones como si fueran algo ajeno a la estructura. Entre ambas estructuras existe
una relación inseparable.
Hablaremos de estructura cuando sea un grupo amplio compuesto por individuos
interdependientes, como una sociedad, pero el análisis integra tanto a los sujetos de la
estructura vista desde el lugar de la persona y no como sociedades, es decir,
FIGURACIONES, éstas como individuos, como entramado social.
Para comprender los cambios estructurales sociales e individuales a largo plazo hay que
seguir la línea de evolución de los individuos como sociedades y de los individuos como
estructura de la personalidad. Civilización significa el cambio en las estructuras individuales
en el curso del proceso civilizatorio.
Los seres humanos no aparecen aquí como una imagen de personalidad cerrada, sino
como una personalidad abierta que, en sus relaciones con otros, posee una autonomía
relativa, pero nunca una autonomía absoluta y que, desde el principio hasta el fin de su
vida, se orienta a otros seres humanos y depende de ellos. Los seres humanos se
manifiestan como pluralidades, de composiciones. Una sociedad es el mismo entramado de
interdependencias constituido por los individuos. El autor va a tratar de mostrar cómo
cambian las estructuras de la personalidad de los seres humanos en el curso de la
transformación de las composiciones.
La relación está entre el orden social y acciones humanas como interrelaciones de
interdependencia, no existe un orden social con individuos aislados. Los individuos
interdependientes como totalidad actúan de determinada manera por una balanza de poder.
En toda figuración entre individuos interdependientes se juegan relaciones de poder; al
mirar esa figuración a largo plazo podemos ver que no tiene un planeamiento, pero sí tiene
una dirección hacia la cual va evolucionando. Los cambios en la balanza de poder a largo
plazo en las figuraciones muestran que la influencia que causan en las acciones de los
demás van cambiando en la historia.
Bosquejo de una teoría de la civilización.
Es un proceso a largo plazo que comienza con la conformación de los Estados nación en
Europa, que van a detentar el monopolio fiscal y el monopolio de la violencia. Tiende hacia
una pacificación, es decir, menos tolerancia hacia la violencia. Este proceso de civilización
tiene dos subprocesos: sociogénesis (posibilidad de control de las conexiones interhumanas
que comienza a tener reglamentación, es decir, se logró controlar la violencia. Logró el
desarrollo de las ciencias, la industrialización, deportivización, etc), el cual se complementa
con la psicogénesis (posibilidad de autocontrol del individuo, aprender a controlar las
emociones; la economía psíquica busca evitar conflictos). Es un proceso a largo plazo
donde aparece la coacción externa, propia de la sociogénesis, que se articula con la
coacción interna causada por la psicogénesis. Ambos procesos se dan en conjunto.
El Estado tiene que ver con la civilización debido a la organización, la monopolización y
centralización de los ingresos y de la violencia física dentro de grandes territorios.
El proceso civilizatorio supone una transformación del comportamiento y de la sensibilidad
humanos en una dirección determinada. En ningún momento esta transformación fue
buscada ni racional, no es el resultado de una planificación que prevea largo término. Esta
transformación se produce sin plan previo, pero sigue un cierto orden. La interrelación entre
los planes y las acciones de los hombres pueden ocasionar cambios y configuraciones que
no fueron planeadas; de la interdependencia deriva un orden más concreto, fuerte y
coactivo que la voluntad y la razón de los individuos aislados. El orden de interdependencia
determina la marcha del cambio histórico, se encuentra en el fundamento del proceso
civilizatorio.
Toda reorganización de las relaciones produce influencia en el cambio de costumbres lo que
da lugar a la forma civilizada de comportamiento. Cuantas más funciones haya, mayor será
la dependencia de los individuos unos de otros; es necesario ajustar el comportamiento
para que la acción individual llegue a cumplir su función social. El individuo se ve obligado a
organizar su comportamiento de modo más regular y estable. La regulación externa se
dirige a conseguir que todos adecúen su comportamiento en correspondencia a las
necesidades del entramado de relaciones.
Con la diferenciación del entramado social también se hace más diferenciado, generalizado
y estable el aparato socio genético de autocontrol psíquico. La estabilidad del aparato de
coacción psíquica se encuentra en relación con la constitución de institutos de monopolio de
la violencia física y la estabilidad de los órganos sociales centrales. Sólo con tal creación se
forma el aparato formativo que sirve para inculcar al individuo la costumbre permanente de
dominarse, constituyendo un aparato de autocontrol estable.
Gracias a este monopolio, la amenaza física del individuo se hace cada vez más impersonal
y no depende de los impulsos y afectos, sino que se somete a normas y leyes que acaban
suavizándolo dentro de ciertos límites. La manifestación de los afectos se canaliza por una
línea de estabilidad, una vez cambiada la estructura de relaciones y constituidas las
organizaciones monopolizadoras de la violencia física, se mantiene el control del individuo
por medio de coacciones de funciones pacíficas orientadas por el dinero y el prestigio
social. La violencia queda reducida a los que ejercen la vigilancia del control del
comportamiento del individuo. En la vida del individuo ya no hay inseguridad permanente,
sino una forma de seguridad.
La coacción real es una coacción que ejerce el individuo sobre sí mismo gracias a las
consecuencias que traería alguna acción. Esta organización monopolista obliga a aceptar
una forma de autodominio. El aparato de control y vigilancia de la sociedad se corresponde
con el aparato de control individual; ambos tratan de someter a una regulación estricta la
totalidad del comportamiento y las pasiones. En la misma dirección operan las coacciones
económicas, que someten al individuo a ámbitos pacificados.
Toda esta regulación se convierte en costumbre desde corta edad por lo que se constituye
en él una estación de las pautas sociales, de auto vigilancia automática de los instintos en el
sentido de esquemas y modelos aceptables en cada sociedad.
El hombre ya no es prisionero de sus pasiones, pero ahora, debido a la dependencia
funcional con más personas, está mas limitado que antes. Hay menos peligros, pero menos
alegrías. Lo que antes sucedía en el campo de batalla se traslada al interior, donde hay que
resolver dentro de cada uno las tensiones y pasiones; y a veces, no suelen encontrarse
soluciones al combate para consigo mismo.
La red de relaciones que se establece en la infancia y la adolescencia, constituyen una
estructura individual, el aparato psíquico de cada individuo como relación entre su superyó y
su centro instintivo. Esta estructura individual se consolida y luego se manifiesta en todas
las demás relaciones con los otros individuos.
Lo determinante del tipo y grado de los avances civilizatorio sigue siendo la amplitud de
interdependencias, el grado de división de las funciones y la estructura de esas funciones.
Fue en occidente la primera vez que el proceso civilizatorio avanzó. Los occidentales
trabajan en un sentido que conduce a la disminución de las diferencias en la fuerza social,
así como en el comportamiento de colonizadores y colonizados. En nuestra época es
perceptible la reducción de contrastes. Los contrastes de comportamiento entre los grupos
superiores e inferiores disminuyen a medida que se expande la civilización, al mismo tiempo
que aumentan las variaciones de comportamiento civilizado. La coacción que ejerce el
entramado creciente de funciones, una autodisciplina más estricta y una constitución más
sólida del super yo, se hace visible primero en centros pequeños funcionales, luego dentro
de Occidente, y finalmente en los países no europeos.
Se psicologiza el individuo, es decir, la imagen que el individuo tiene del individuo se hace
más matizada, más libre de emociones momentáneas; de esta forma, cambian el
comportamiento, el sistema emotivo del individuo y la consideración recíproca de las
personas. Al igual que el comportamiento en su conjunto, la observación de las cosas y de
las personas se van haciendo más neutrales en el curso de la civilización desde el punto de
vista afectivo.
La dominación se hace tanto más intensa y completa cuanto más amplia es la división de
funciones aso como la cantidad de individuos de los que depende la acción de cada
persona concreta. Las diferencias individuales dentro de los grupos, por ejemplo orientales
y occidentales, son distinciones en el marco de formas de modelación históricas
determinadas, diferencias a las que la sociedad, el entramado humano dentro del cual crece
el individuo, da mayor o menor espacio según sea su estructura.
El proceso de civilización, como el de racionalización, son al mismo tiempo un fenómeno
psíquico y social. La transformación civilizatoria general se produce en correspondencia
permanente con enfrentamientos entre diversas clases y asociaciones. Las tensiones y las
luchas constituyen un elemento integral de la estructura de la sociedad y son de una
importancia decisiva para la orientación de sus transformaciones.
El proceso civilizatorio requiere una investigación socio-genética, una investigación de la
estructura general tanto de un ámbito social concreto como del orden histórico en el que
aquel se transforma. Es necesario considerar la totalidad de un ámbito social diferenciado y
rico en tensiones; esto implica descubrir las estructuras fundamentales que señalan la
orientación y la configuración a todos los procesos individualizados dentro de dicho ámbito.
La racionalización se trata de una manifestación civilizatoria entre otras.
Comienza una nueva fase del proceso civilizatorio: división entre una esfera profesional y
una privada, es decir, el ascenso de las clases burguesas. La línea principal del movimiento
civilizatorio se manifiesta en esta etapa de lucha de la burguesía contra los privilegios de la
nobleza, en primer lugar, en el hecho de que los monopolios fiscales y políticos se hacen
públicos, se estatizan.
UNIDAD 4
Pierre Bourdieu parte de la base de que las sociedades son desiguales y conflictivas. Basa
su análisis en las tramas de sentido, las relaciones simbólicas de la dominación de clase,
cómo se mantiene y se reproduce la desigualdad.
La dominación simbólica consiste en una serie de estructuras inadvertidas, ya que han sido
presentadas a lo largo de la historia como “naturales” y, justamente por esa inadvertencia es
que terminamos aceptándolas, sin percibir que provienen de sectores dominantes. Son
ejercidas por el Estado.
Sostiene que el agente social ocupa un lugar concreto en el espacio físico y social, se sitúa
en una posición relativa y relacional respecto a otros agentes y sus propiedades. El agente
es el que comprende, es algo concreto, de un ser humano con un cuerpo que ocupa un
lugar concreto.
Las estructuras objetivas se conservan o transforman por luchas simbólicas cotidianas
(individuales o colectivas), que tienen como fundamento las representaciones subjetivas,
que operan como construcciones estructurales sobre la interacción. Se construyen cada vez
que yo como sujeto social comprendo al mundo, lo internalizo, al hacer esto hago mis
representaciones subjetivas, lo que internalizo son las estructuras objetivas.
En las estructuras objetivas los agentes sociales están distribuidos entre clases sociales
que conforman el espacio social (conjunto de relaciones sociales que tienen entre sí los
agentes sociales. Es pluridimensional). Aquí se dan conflictos, ya que en el espacio social
se producen efectos en todos los dominios en la práctica, en el ejercicio de la dominación
de clase
Bourdieu trabaja conceptos que ponen la vista en estructuras que pasan inadvertidas por
los agentes mismos, indagando las relaciones, su permanencia, su evolución y/o repetición
en dominios inesperados, siempre nuevos, que tienen consecuencias prácticas y simbólicas
determinadas.
Existe un espacio de relaciones tan real como un campo geográfico. Hablar de un espacio
social significa que no se puede juntar a cualquiera con cualquiera ignorando las diferencias
fundamentales (principalmente económicas y culturales), pero no significa excluir la
posibilidad de organizar a los agentes según otros principios de división (étnicos,
nacionales) respecto de los que conviene destacar que suelen estar ligados a los principios
fundamentales: los propios conjuntos étnicos jerarquizados en el espacio social en EE. UU
por ejemplo. Sostiene que el agente social ocupa un lugar concreto en el espacio físico y
social, se sitúa en una posición relativa y relacional respecto a otros agentes y sus
propiedades.
El mundo social es producto de una doble estructuración social: por la parte objetiva está
estructurada porque las propiedades relacionadas con los agentes e instituciones no se
ofrecen a la percepción de manera independiente, sino en combinaciones de probabilidades
desiguales. Por la parte subjetiva está estructurada porque los esquemas de percepción y
apreciación susceptibles de funcionar en un momento dado son el producto de luchas
simbólicas anteriores y expresan el estado de las relaciones de fuerzas simbólicas. Los
objetos del mundo social, en tanto objetos históricos, están sometidos a variaciones de
orden
temporal y a que su propia significación es relativamente indeterminada.
Esta parte del juego, de incertidumbre, es la que fundamenta la pluralidad de visiones del
mundo y de puntos de vista, con todas las luchas simbólicas por la producción e imposición
de la visión del mundo legítima.
La percepción del mundo social no alcanza la representación explícita ni de expresión
verbal. El sentido de la posición ocupada en el espacio social es el dominio práctico de la
estructura social en su conjunto, que se ofrece mediante el sentido de la posición ocupada
en esa estructura. Las categorías de percepción del mundo social son el producto de la
incorporación de las estructuras objetivas del espacio social.
El conocimiento del mundo social y de las categorías que lo posibilitan es lo que está en
juego en la lucha política, una lucha inseparablemente teórica y práctica por el poder de
transformar y conservar el mundo social conservando o transformando las categorías de
percepción del mundo. La lucha política es el lugar donde el capital simbólico se pone en
juego.
La capacidad de dar existencia explícita, de objetivar, visible o hacer oficial algo representa
un poder social, el poder de hacer los grupos haciendo el sentido común, el consenso
explícito. El Estado pone el punto de vista oficial y esa capacidad de nominación oficial
cumple tres funciones: dice lo que las personas son, produce un discurso administrativo,
dice lo que las personas han hecho. El Estado detenta el monopolio de la violencia
simbólica legítima; monopoliza el punto de vista legítimo. Los mandatarios del estado
ejercen la violencia o el poder simbólico. Tienen la capacidad legítima de crear grupos.
Aceptamos la nominación oficial del Estado porque lo tomamos como natural.
Donde mejor se ve la lógica de nominación oficial es en el caso de algún titulo (nobiliario,
escolar, profesional) que es un capital simbólico garantizado social y jurídicamente.
El espacio social y las diferencias que en él se trazan “espontáneamente” tienden a
funcionar simbólicamente como espacio de los estilos de vida o como grupos caracterizados
por estilos de vida diferentes. Algunos agentes al ser capaces de reconocer esas
distinciones de estilos de vida son capaces también de acrecentarlas intencionalmente.
El capital simbólico, los rangos, las órdenes o cualquier jerarquía simbólica son el producto
de la aplicación de esquemas de construcción que son el producto de la incorporación de
las estructuras a las que se aplican. En la lucha por la imposición de la visión legítima del
mundo social, los agentes poseen un poder proporcional a su capital simbólico, es decir, al
reconocimiento que reciben de un grupo.
El poder simbólico de los agentes como poder hacer ver y hacer creer, de producir e
imponer la clarificación legitima depende, de la posición ocupada en el espacio; pero
objetivar la objetivación es objetivar el campo de producción de las representaciones
objetivadas del mundo social y de el campo de la producción cultural e ideológica, juego en
el que el propio científico está incluido.
Los poderes sociales fundamentales son el poder económico, el capital cultural y el capital
simbólico, forma que revisten las diferentes especies de capital cuando son percibidas y
reconocidas como legítimas. Así los agentes son distribuidos en el espacio social global, en
la primera dimensión según el volumen global del capital que poseen bajo diferentes
especies, y, en la segunda dimensión, según la estructura de su capital, es decir, según el
peso relativo de las diferentes formas de capital, económico y cultural, en el volumen total
de su capital.
La sociología debe incluir una sociología de la percepción del mundo social, es decir, una
sociología de la construcción de las visiones del mundo que contribuyen también a la
construcción de ese mundo. Pero, estos puntos de vista son vistas a partir de una
disposición determinada del espacio social, y habrá puntos de vista antagónicos, puesto que
los puntos dependen de donde son tomados, puesto que la visión de cada agente depende
de su posición en el espacio.
Las disposiciones de los agentes, sus habitus, es decir, las estructuras mentales a través de
las cuales aprehenden el mundo social son el producto de la interiorización de las
estructuras del mundo social. Los agentes, aún los más desventajados tienden a percibir el
mundo como evidente y a aceptarlo, especialmente cuando se mira con el ojo social de un
dominante la situación de los dominados.
Esta construcción está sometida a coacciones estructurales. Las estructuras estructurantes,
cognitivas, son ellas mismas socialmente estructuradas, porque tienen una génesis social.
Además, la construcción de la realidad social no es sólo de una empresa individual, sino
que puede volverse una empresa colectiva.
Por lo tanto, las representaciones de los agentes varían según su posición y los intereses
asociados, y según su habitus, como sistemas de esquemas de percepción y apreciación.
El habitus produce prácticas y representaciones que están disponibles para la clasificación,
que están objetivamente diferenciadas, pero no son percibidas como tales más que por los
agentes que poseen el código. A través del habitus tenemos un mundo de sentido común,
un mundo social que parece evidente. A pesar de la pluralidad de potencial de
estructuraciones posibles, resulta que el mundo social se presenta como una realidad
estructurada.
El espacio social tiende a funcionar como un espacio simbólico, un espacio de estilos de
vida y de grupos de status. Así, la percepción del mundo social es el producto de una doble
estructuración: por el lado objetivo, porque las propiedades atribuidas a los agentes tienen
probabilidades desiguales, y por el lado subjetivo, está estructurada porque los esquemas
de percepción y apreciación expresan el estado de las relaciones de poder simbólico.
Las luchas simbólicas pueden tomar dos formas diferentes, en el aspecto objetivo se puede
actuar por acciones de representaciones destinadas a hacer ver y valer ciertas realidades y
destinadas a manipular la imagen de su posición en el espacio social; en el aspecto
subjetivo se puede actuar tratando de cambiar las categorías de percepción y apreciación
del mundo social.
Hay siempre en una sociedad conflictos entre los poderes simbólicos que tienden a imponer
la visión de las divisiones legítimas, es decir, a construir grupos.
Para cambiar el mundo, es necesario cambiar las maneras de hacerlo, la visión de él y las
operaciones por los cuales los grupos son producidos. El poder simbólico, cuya forma por
excelencia es formar grupos, está fundado en dos condiciones, primero, debe estar
fundando sobre la posesión de un capital simbólico, debe imponer una visión. El capital
simbólico es un crédito, es el poder impartido a aquellos que obtuvieron reconocimiento
para estar en condiciones de imponer el reconocimiento: así, el poder de constitución puede
ser obtenido por un largo proceso de institucionalización.
La eficacia simbólica depende del grado en el que la visión propuesta está fundada en la
realidad, tiene tantas más posibilidades de éxito al estar más fundada en la realidad. El
poder simbólico es un poder de hacer cosas con palabras.
La lucha de las clasificaciones es una dimensión fundamental de la lucha de clases. El
poder de una visión de las divisiones es el poder político por excelencia: el poder de hacer
grupos, de manipular la estructura objetiva de la sociedad.
La clase existe si existen personas que pueden decir que ellas son la clase, por el sólo
hecho de hablar públicamente, en su lugar, y de ser reconocidos para hacerlo por personas
que se consideren miembros de esa clase.
MEDITACIONES PASCALINAS.
CAP 4:Bourdieu trata de evitar el debate objetivismo/subjetivismo. Se para desde una
fórmula pascalina y sostiene que: por el espacio, el universo me comprende y me absorbe
como un punto; por el pensamiento, yo lo comprendo. El mundo me comprende, me incluye
como una cosa entre las cosas, pero, yo comprendo ese mundo; y ello porque me abarca y
me comprende: en efecto, mediante esta inclusión material y lo que trae como corolario,
esto es, la incorporación de estructuras sociales en forma de estructuras de disposición, de
posibilidades objetivas en forma de expectativas y anticipaciones, adquiero un conocimiento
y un dominio prácticos del espacio circundante. Formo parte del mundo porque lo
comprendo y viceversa.
En el espacio encontramos el espacio físico y el social (sede de la coexistencia de
posiciones sociales. De puntos exclusivos que originan puntos de vista). El yo que
comprende en la práctica el espacio físico y el espacio social está comprendido, englobado,
en este espacio: ocupa en él una posición, de la que sabemos que está asociada a ciertas
tomas de posición acerca del mundo físico y social. El lugar que yo ocupo no puede ser
ocupado por otros, en ambos espacios, desde el lugar concreto que ocupo es desde donde
comprendo la realidad.
El lugar, topos, puede definirse como el espacio donde una cosa o agente tiene lugar,
existe, como localización o, relacionalmente, topológicamente, como una posición, un rango
dentro de un orden.
Un hombre es un agente, en tanto que habitus, con su historia, sus propiedades
incorporadas, un principio de colectivización.
Mientras que el espacio físico se define por la exterioridad recíproca de las posiciones, el
espacio social se define por la exclusión mutua o la distinción de las disposiciones que lo
construyen, es decir como estructura de yuxtaposición de posiciones sociales. Los agentes
sociales, y las cosas en la medida que son apropiadas por los agentes, y se transforman en
propiedad, están situados en un lugar del espacio social, un lugar donde cada uno tiene su
posición respecto a otros lugares y por la distancia que los separa.
El espacio social tiende a reproducirse en el espacio físico, en forma determinada de
combinación de agentes y propiedades. Todas las divisiones y distinciones del espacio
social se expresan real y simbólicamente en el espacio físico apropiado como espacio social
codificado.
La illusio es una manera de estar en el mundo, de estar ocupado por el mundo, que hace
que el agente pueda estar afectado por una cosa muy alejada, o incluso ausente, pero que
forma parte del juego en el que está implicado. La illusio que constituye el campo como
espacio de juego es lo que hace que los pensamientos y acciones puedan resultar
afectados y modificados al margen de cualquier interacción simbólica. El mundo es
comprensible porque el cuerpo tiene la capacidad de estar presente fuera de sí, en el
mundo, y tiene la capacidad de ser impresionado y modificado de modo duradero por él, ha
estado un largo tiempo expuesto a sus regularidades. Al haber adquirido por ello un sistema
de disposiciones (a partir de los principios de visión y percepción vamos actualizando
nuestra disposición, es decir, maneras de ver el mundo), tiende a anticiparlas (con las
disposiciones aprendidas respondemos naturalmente) y está capacitado para ello de modo
práctico. El sentido práctico entonces se da por tres ejes: disposición, anticipación y habitus.
El agente tiene una comprensión inmediata del modo familiar porque las estructuras
cognitivas son producto de la incorporación de la estructura del mundo, porque los
instrumentos de elaboración que emplea son elaborados por el mundo. Es decir, el sentido
práctico no es natural, es producto de la dominación simbólica.
Los agentes sociales están dotados de habitus, incorporados a los cuerpos a través de las
experiencias acumuladas: esquemas de percepción, apreciación y acción, permiten llevar a
cabo actos de conocimiento práctico, esto es, identificación y reconocimiento de los
estímulos que vienen y no tenemos pensando cómo reaccionar, sino que actuamos
automáticamente. Cada agente tiene un habitus. Se da gracias a que tenemos esquemas
internalizados, y esto crea su forma de ver el mundo.
El conjunto de esquemas parece tan íntimo que uno puede tener el riesgo de pensar que es
espontáneo, natural de cada uno, pero no es así, sino que son construcciones históricas
aprehendidos por el proceso de socialización, y depende del lugar social que ocupamos y
que desde allí internalizamos. Sin embargo, está la posibilidad de ruptura, y se da la
posibilidad de lucha simbólica que implica la acción, que puede ir hacia la transformación.
Esto es permitido por el sentido práctico.
Podríamos decir que la disposición es exposición, y ello es así porque el cuerpo está
expuesto, puesto en juego, en peligro en el mundo, y por lo tanto obligado a tomar en serio
al mundo. Por ello está en condiciones de adquirir disposiciones que también son apertura
al mundo, es decir a las estructuras mismas del mundo social que son la forma incorporada.
El habitus, manera particular de entablar relación con el mundo, que implica un
conocimiento que permite anticipar el curso del mundo, se hace presente al mundo y al
porvenir que se anuncia en él. Se siente como en casa en el mundo porque el mundo está
dentro de él en la forma de habitus. La acción del sentido práctico es una especie de
coincidencia necesaria entre un habitus y un campo.
El habitus no es un sujeto aislado y egoísta, sino que es sede de las solidaridades
duraderas, de fidelidades del espíritu del cuerpo, de un cuerpo socializado al cuerpo social
que lo ha formado y que con él forma un cuerpo.
Sólo hay acción, e historia, y conservación o transformación de las estructuras, porque hay
agentes que no se reducen a lo que el sentido común introduce en la noción de individuos y
que, en tanto cuerpos socializados, están dotados de un conjunto de disposiciones que
implican aptitud para entrar en el juego y jugar a él.
El habitus entendido como individuo o cuerpo biológico socializado, o como ente social
biológicamente individuado a través de la encarnación en un cuerpo, es colectivo, y por lo
tanto, es posible elaborar clases de habitus caracterizables estadísticamente.
De clase: Las relaciones sociales se juegan en un campo más que en una clase. El habitus
es siempre de clase, porque allí se incorpora el orden de las cosas, es decir, el orden social,
que se incorpora el lugar que ocupo. El campo está ordenado por dos leyes: leyes
generales (comunes a todos los campos) y leyes específicas de cada campo. Se da una
lucha entre los recién llegados y el que ya estaba en el campo. Lo que se pone en juego es
el illusio en cada campo, es una forma de estar en el mundo. Se pone en juego con el
habitus (condicionado materialmente). Intento obtener propiedades de cierto campo para
lograr mayor lugar en el status social. Para eso es nuestra lucha simbólica.
La dominación, incluso cuando se basa en la fuerza más cruda como armas o dinero, tiene
siempre una dimensión simbólica, y los actos de sumisión son actos de conocimiento que,
como tales, recurren a estructuras cognitivas susceptibles de ser aplicadas a todas las
cosas del mundo y a las estructuras sociales. Estas estructuras estructurantes son formas
constituidas históricamente, cuya génesis social puede reconstruirse.
La creencia política primordial es un punto de vista particular, el de los dominantes, que se
presenta y se impone como punto de vista universal. Es el punto de quienes dominan
directa o indirectamente el Estado, y por medio de él, han construido su punto de vista como
universal.
Para comprender la sumisión al orden estatal hay que aceptar que las estructuras cognitivas
no son formas de conciencia, sino disposiciones del cuerpo. La sumisión al orden
establecido es fruto del acuerdo entre las estructuras cognitivas que la historia colectiva y la
individual han inscrito en los cuerpos y las estructuras objetivas del mundo que se aplica.
PRIMER CASÓ PRÁCTICO: la doble verdad del obsequio: la doble verdad y las
condiciones que posibilitan lo que podría llamarse autoengaño, individual y colectivo. El
autoengaño individual sólo es posible porque se sostiene en un autoengaño colectivo. Se
basa en una inversión permanente en unas instituciones que, como el intercambio de
obsequios, producen y reproducen la confianza, la confianza en el hecho de que la
confianza, es decir, la generosidad, la virtud, será recompensada.
Que los agentes puedan dar la impresión de engañar y ser engañados a la vez, que pueda
parecer que engañan y se engañan a sí mismos acerca de sus generosas intenciones, se
debe a que su engaño está seguro de contar con la complicidad de destinatarios directos de
su acto, así como los terceros que lo observan. El intercambio de obsequios está instituido
en forma de una economía de los bienes simbólicos, lo cual es posible gracias al mercado.
El mercado de los bienes simbólicos se presenta en forma de un sistema de probabilidades
objetivas de beneficio o un conjunto de expectativas colectivas con las que se puede contar
y hay que contar. La generosidad es posesiva.
Lo que se recuerda mediante el intercambio de obsequios, hipocresía colectiva con la cual
la sociedad rinde homenaje a un sueño de virtud y desinterés, es el hecho de que la virtud
es algo político, que no está ni puede estar abandonada. La exaltación del éxito individual,
económico, que ha ido de la mano con la expansión del neoliberalismo ha hecho olvidar la
necesidad de invertir colectivamente en las instituciones que hacen que las virtudes cívicas
de desinterés sean estimuladas y compensadas.
SEGUNDO CASO PRÁCTICO: la doble verdad del trabajo: al igual que el obsequio, el
trabajo puede comprenderse en su doble verdad, objetivamente doble. Cuanto más nos
alejamos de dicha coerción externa, menos trabajamos por dinero y más aumenta el interés
del trabajo. La libertad de juego que se garantizan los agentes puede significar la condición
de su contribución a su propia explotación.
La construcción de la sexualidad como tal hunde sus raíces en una topología sexual del
cuerpo socializado (la cual se da cuando se socializa la biologización al entrar en la división
del trabajo), de sus movimientos y desplazamientos afectados por una significación social;
el movimiento hacia arriba está asociado, por ejemplo, a lo masculino, por la posición
superior en el acto sexual. Las poses se transforman en posiciones, en formas de
dominación.
La división entre los sexos parece estar en el orden de las cosas, como algo natural. Se
presenta a un tiempo, en su estado objetivo, tanto en las cosas como en el mundo social, y
en estado incorporado, en los cuerpos y hábitos de sus agentes, que funcionan como
sistemas de esquemas de percepciones, de pensamiento y de acción. La división
socialmente construida entre los sexos, como naturales, contiene una afirmación de
legitimidad.
La imposición de la dominación masculina queda justificada, el sistema se auto legitima a sí
mismo, se impone una visión androcéntrica como neutra, prescinde a cualquier justificación.
El sistema social funciona como una maquina simbólica que ratifica la dominación en la que
se apoya. El mundo social construye el cuerpo como realidad sexuada y como depositario
de principios de visión y de división sexuantes. El programa social de percepción
incorporado se aplica a todas las cosas del mundo y en primer lugar al cuerpo en sí, en su
realidad biológica: al nacer te otorgan un rol y se construye la diferencia entre los sexos
biológicos arraigados en la dominación biológica masculina, la cual va de acuerdo con la
visión mítica del mundo arraigada en la relación arbitraria de dominación de los hombres
sobre las mujeres, inscrita a su vez junto con la división del trabajo, en el orden social. De
esta forma, a través de las generalidades, de la diferencia biológica entre sexos y órganos
sexuales, se justifica la diferencia socialmente construida entre los sexos, especialmente en
la división sexual del trabajo, entrando así, en la SOCIALIZACIÓN DE LO BIOLÓGICO.
De esta forma se establece una relación de causalidad circular que encierra el pensamiento
de las relaciones de dominación, inscritas en la objetividad, bajo la forma de esquemas
cognitivos que, organizados con sus divisiones, organizan la percepción de sus divisiones
objetivas. Hombre y mujer vistos como dos variantes: superior e inferior.
Cuando los pensamientos y percepciones de los dominados están estructurados de acuerdo
con las propias estructuras de dominación que se les impuso, sus actos de conocimiento
son de reconocimiento, es decir, de sumisión. Pero, siempre queda lugar para una lucha
cognitiva a propósito del sentido de las cosas del mundo y de las realidades sexuales. La
indeterminación parcial de algunos objetos permite unas interpretaciones opuestas que
ofrecen a los dominados una posibilidad de resistencia contra la imposición simbólica.
Las diferencias visibles entre los órganos sexuales femeninos y masculinos son una
construcción social que tiene su génesis en los principios de la división de la razón
androcéntrica, fundada a su vez en la división de los estatutos sociales atribuidos al hombre
y a la mujer.
De esta forma, la dominación masculina tiene todas las condiciones para su pleno ejercicio.
La preeminencia reconocida a los hombres se afirma en la objetividad de las estructuras
sociales y de las actividades productivas y reproductivas, y se basa en una división sexual
del trabajo de producción y reproducción biológico y social que confiere al hombre la mejor
parte. Los esquemas se imponen a cualquier agente como trascendentes, al ser
históricamente trascendentales y universalmente compartidas. La propia mujer termina
creando actos de conocimiento y reconocimiento práctico, creando la violencia simbólica
que ella misma sufre.
Las estructuras de dominación son el producto de un trabajo continuado, histórico, por
tanto, de reproducción al que contribuyen unos agentes singulares (entre los que están los
hombres, con armas como violencia física y simbólica) y algunas instituciones: familia,
iglesia, escuela, Estado.
La violencia simbólica se instituye a través de la adhesión que el dominado se siente
obligado a conceder al dominador cuando no dispone, para imaginar la relación que tiene
con él, de otro instrumento de conocimiento que aquel comparte con el dominador y que, al
no ser la forma asimilada de relación de dominación, hacen que esa relación parezca
natural; cuando los esquemas que pone en práctica para percibirse y apreciarse, o para
percibir y apreciar a los dominados son el producto de la asimilación de las clasificaciones,
naturalizadas, de las que su ser social es producto.
El efecto de la violencia simbólica no se produce en la lógica pura de las conciencias
conocedoras sino a través de los esquemas de percepción, de acción y de apreciación que
constituyen los hábitos y que sustentan una relación de conocimiento oscura para ella
misma. Así, la lógica paradójica de la dominación masculina es que es espontánea e
impetuosa y sólo se entiende si se verifican los efectos verdaderos que el orden social
ejerce sobre las mujeres, unas inclinaciones espontáneamente adaptadas al orden que ella
les impone.
Las inclinaciones, los habitus, son inseparables de las estructuras que las producen y
reproducen, tanto en el caso de los hombres como de las mujeres, y en especial con toda la
estructura de las actividades técnico-rituales, que encuentra su fundamento último en la
estructura de mercado de los bienes simbólicos.
Existe una asimetría radical entre el hombre, sujeto, y la mujer, objeto de intercambio; entre
el hombre responsable y dueño de la producción y de la reproducción, y la mujer, producto
transformado de ese trabajo.
El peso determinante de la economía de los bienes simbólicos que, a través del principio de
división fundamental, organiza toda la percepción del mundo social, se impone a todo el
universo social, es decir, no sólo a la economía de la producción económica, sino también la
economía de la reproducción biológica.
La inversión primordial en los juegos sociales (illusio, disputa de lo que está en juego, lucha
simbólica) que hace el hombre que es hombre de verdad: virilidad, sentido del honor, es el
principio indiscutido de todo lo ordenado, es decir, que debe realizarse para seguir siendo
digno. Así, esa forma de sentido de juego que se adquiere mediante la sumisión a la norma
y a la regla de la economía de los bienes simbólicos es el principio del sistema de estrategia
de reproducción que los hombres, tienden a asegurar la conservación o aumentar el capital
simbólico.