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Lectura 1 módulo 1

Perspectiva o enfoque de género


Conceptualización y surgimiento

Compilación: Sandra López - GAMMA


Enero, 2021
Revisión-actualización: enero 2023

Para introducir el tema sobre la perspectiva y conceptualización del enfoque de género,


es necesario hacer referencia al movimiento que la originó: el feminismo; así mismo
cuando se habla de perspectiva o enfoque de género, se alude directamente a los derechos
de las mujeres y a la brecha que existe, con respecto a los hombres, en todos los ámbitos
del quehacer humano; en esta línea de análisis, un siguiente elemento necesario es el
conocimiento o aproximación a la normativa internacional de sustento de las políticas
públicas y de las acciones de incidencia frente a los Estados para exigir su cumplimiento
y operativización. Un elemento final a considerar es la línea del tiempo; como todo
movimiento, el feminismo o los feminismos han tenido sus énfasis y reivindicaciones
específicas en la historia, este hecho guía de paso, el desarrollo y enriquecimiento de la
teoría de género con sus herramientas, hasta los días actuales.

El inicio
Para entender los conceptos centrales que fundamentan el enfoque de género como teoría
de análisis social, es necesario recordar que su surgimiento es el resultado de la reflexión
y construcción académica del movimiento feminista desde hace varias décadas.
Desde las sociedades prehistóricas existió lo que después se conocería como la división
sexual del trabajo (Engels y Marx, 1846), Margarita Sánchez Romero (2007) en sus
investigaciones plantea que en la prehistoria se observa el importante papel de las mujeres
en las actividades que ella llama de mantenimiento; y las relaciones con la salud, la
higiene, el cuidado del fuego, el cuidado del resto de los miembros del grupo y la
socialización de los individuos infantiles. El problema, plantea, es que estas actividades
“domésticas” se han estigmatizado tradicionalmente como fáciles y por lo tanto que no
requieren demasiado esfuerzo pues la tecnología para realizarlas es básica y no requiere
mayor experiencia (Sánchez, 2007). Este sería el inicio de la desvalorización de este tipo
de trabajo.
En estas sociedades las mujeres realizaban labores fundamentales para el mantenimiento
de sus grupos sociales; junto con los hombres participaban de todas sus actividades desde
las religiosas hasta la provisión de alimentos; las mujeres cazaban, pescaban, cultivaban
el campo, recolectaban alimentos, atendían a los niños y a todas las personas que hiciera
falta (Sánchez, 2007). Sin embargo de esto, la presencia de la mujer en la mayor parte de
textos e imágenes de exposiciones divulgativas es prácticamente nula; por lo general se
presenta al hombre prehistórico, el neutro masculino como protagonista (Soler, 2006).
Existe una disciplina conocida como la arqueología de género que surgió en los años
setenta del siglo XX y que busca justamente resaltar hallazgos que dan cuenta de la
importancia que tuvo la mujer en todos los ámbitos de la vida de esas primeras sociedades.
Cuando cambia el tipo de relación con la naturaleza y los seres humanos se convierten en
sedentarios, surge la agricultura y con ella la construcción de la sociedad patriarcal. A
partir de allí, las familias comienzan a acumular bienes y se dividen las actividades de la
vida cotidiana imponiéndose normas para los hombres al frente de las actividades
productivas y las mujeres como principales responsables de las actividades domésticas
(Duarte Cruz, y García-Horta, 2016). Por supuesto, la división sexual del trabajo con el
advenimiento de la agricultura, y luego de varios siglos, con la revolución industrial, trajo
consigo la presión para la acumulación y con ello la necesidad de crecimiento de las
familias.
La división de roles, atributos y espacios, conceptos claves para entender la categoría
género comenzó en aquellas sociedades en donde se cimentó la idea de la dominación
física, sexual y social hacia las mujeres como certificación del control por parte de los
hombres. Descripciones relacionadas con las características relativas a la debilidad física
e intrínseca de las mujeres con el correspondiente papel protector y proveedor de los
hombres, debido a su “natural” fuerza, poder y agresividad (Pintos, 2007) se impusieron
como un principio dogmático que luego, con el pasar de los años, comenzaría a ser
cuestionado.
El hecho de que se considere a las mujeres como seres inferiores, dependientes y
subordinadas que necesitaban tutela y vigilancia, hizo que en lo formal y en la realidad
pasen a ser ciudadanas de segunda categoría, y su función quedaba centrada en la
reproducción y el cuidado de la familia; mientras que, los hombres fueron centralizando
funciones de dirección, cargos de liderazgo y de toma de decisiones en el ámbito público,
lo que hizo que se levanten como ciudadanos con todos los derechos.
Históricamente se registran momentos y acontecimientos que dan cuenta de
planteamientos desde las mujeres reclamando igualdad de condiciones y oportunidades,
desde finales del siglo XIX y con mucha más fuerza en el siglo XX surgen en diversos
países y años lo que hoy conocemos como corrientes del pensamiento feminista, a estos
movimientos se deben reflexiones, investigaciones y análisis que han posibilitado la
construcción y enriquecimiento de la teoría social conocida como enfoque de género;
entre las corrientes más importantes se pueden mencionar: movimiento sufragista (finales
del siglo XIX), feminismo socialista, finales del siglo XIX y principios del XX; y ya en
el siglo XX, surgen el feminismo liberal, feminismo radical, feminismo de la diferencia
(también denominado cultural), feminismo de la igualdad, ecofeminismo, feminismo
institucional, feminismo de la diversidad, ciberfeminismo.

A partir de mediados del siglo XX

Es a la corriente conocida como feminismo radical1 a quien se le debe el salto en la teoría


política de género por su planteamiento sobre cómo las relaciones de poder que
estructuran la familia, la sexualidad y la sociedad, serían las que dan origen a la
discriminación y la desigualdad. La frase que sintetiza su pensamiento es: “lo personal es
político”. A partir de esta observación, surge la conciencia de que la desigual distribución

1 Tomado de Curso Autoadministrado de Género. ONU Mujeres (2013)


del poder entre mujeres y hombres es uno de los pilares del patriarcado y que se necesita
construir estructuras horizontales igualitarias; para hacerlo es necesario reflexionar sobre
las causas para esta construcción social y analizar cómo la misma influye en la posibilidad
de ejercicio pleno de los derechos humanos en el caso de las mujeres. La corriente a la
que se conoce como el feminismo de la diferencia, a su vez, sostiene que el cuerpo de las
mujeres es menos valorado en las sociedades patriarcales y que, de hecho, es percibido
como un objeto de dominación; por ello, el reconocimiento del cuerpo, su valoración, su
liberación y su autonomía es un factor esencial para la transformación de la situación de
discriminación. Para las feministas de la diferencia el cuerpo es un agente político de
cambio.
En los años 70 se perfecciona el planteamiento de que las mujeres y los hombres somos
diferentes, nuestro cuerpo es diferente, pero esta diferencia no puede ser el pretexto para
la discriminación y la desigualdad. Se añade además que, para llegar a la igualdad, es
esencial considerar las diferencias biológicas entre mujeres y hombres, desentrañando así
que la discriminación, desvalorización, abuso y exclusión de las mujeres se origina en la
diferencia biológica sobre la que se construye todo un sistema de valoración social. En
este periodo, Kate Millet y Shulamith Firestone publican obras en donde se plantean por
primera vez conceptualizaciones teóricas fundamentales para lo que hoy es el análisis de
género con sus conceptos centrales: patriarcado, género y casta sexual (Firestone, 1973;
Millett, 1970).
La relación entre género y ambiente se visibiliza en 1974 cuando se utiliza por primera
vez el término ecofeminismo (D’Eaubonne, 1974), que sintetiza la relación entre el
ideario feminista y la ecología; las feministas como impulsoras de una revolución
ecológica para aportar al desarrollo de nuevas relaciones entre mujeres y hombres; así
como entre la humanidad y el medio ambiente. La primera obra catalogada de
ecofeminista, es “La primavera silenciosa” (Carson, 1962) en la que expone una
concepción holística de la naturaleza. En ella se propone entender el patriarcado y la
dominación de las mujeres desde una perspectiva feminista y ecologista.
En 1975, debido a la acción permanente y a la presión del movimiento de mujeres, se
celebró la primera Conferencia Mundial de la Organización de las Naciones Unidas sobre
Mujer, en México, cuyo marco consolidó este naciente “Enfoque de las Mujeres en el
Desarrollo” (MED) en el que se sostenía que en las políticas de años anteriores, el trabajo
con las mujeres se había centrado en su rol reproductivo con relación a la familia,
habiéndolas marginado de otras áreas relacionadas con la producción y el desarrollo
económico. Por esto, en las dos últimas décadas del Siglo XX se trabajó y encaminó el
desarrollo de temas de consenso para una agenda global centrada en aspectos más amplios
como: salud de las mujeres, igualdad salarial, vida libre de violencia y discriminación,
derechos civiles y políticos; transformación de imaginarios sociales que sostienen
desigualdad; construcción de mecanismos en los Estados, de forma que se garantice la
incorporación efectiva de políticas de igualdad. Estos temas se plasmaron por primera
vez en la Convención para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra
las Mujeres (CEDAW, por sus siglas en inglés) (ONU, 1979), y han sido fortalecidos y
asentados estratégicamente en protocolos como el Plan de Acción de El Cairo (ONU,
1994) y la Plataforma de Acción de Beijing (ONU, 1995).
La Plataforma de Acción de Beijing, plantea 12 esferas u objetivos que definen los temas
estratégicos para alcanzar el ejercicio pleno de los derechos de las mujeres. Su
implementación continúa siendo la guía oficial para que los Estados informen sobre las
políticas implementadas así como los temas pendientes en el marco de la igualdad.
Con estos antecedentes de protocolos o estrategias globales, a raíz del análisis sobre el
impacto de la aplicación de los enfoques de desarrollo iniciales, e inclusive ante la
evidencia de que las corrientes anteriores profundizaron las brechas de género,
ocasionando sobrecarga de trabajo y reforzando la desigualdad; surgió un nuevo concepto
que buscaba mecanismos de transformación en las relaciones de género con el fin de
alcanzar la igualdad. Se levanta entonces el concepto de enfoque de género en el
desarrollo (GED) que propone su incorporación en todos los ámbitos; esto es, analizar
cómo están las relaciones de poder entre mujeres y hombres dentro y fuera de la casa para
decidir cómo actuar en cada espacio, observando cuáles son las causas de la desigualdad
e implementando proyectos y programas en todas las áreas de manera que se aporte en la
construcción de la igualdad real.
El concepto de enfoque de género en el desarrollo surgió apuntalado por fuertes aportes
académicos feministas y por un activismo que logró ingresar con su reflexión y
postulados en los espacios de toma de decisiones en escalas nacionales e internacionales.
Múltiples diagnósticos evidenciaban las brechas de género en áreas sustantivas
relacionadas con el ejercicio de los derechos humanos, con lo que se amplió la visión de
los enfoques anteriores relacionados con el bienestar o con el aporte productivo de las
mujeres hacia un enfoque más humano que iba mucho más allá que el bienestar material
o de aquel que dejaba intactos los roles y espacios de género. El enfoque de género
entonces, posibilita el análisis de la doble y triple carga de trabajo para las mujeres,
poniendo en evidencia que la diferencia en el acceso y el control de los recursos y de los
beneficios del desarrollo, son una clara expresión de la desigualdad.
En los inicios del siglo XXI, se comprueba cómo la incorporación de la perspectiva de
género en los programas y proyectos se vuelve esencial en función de lograr impactos
diferenciados y específicos que aporten en el logro global de resultados de los proyectos
y procesos; por ello, se propone un trabajo en dos líneas: una como eje transversal de las
propuestas y, otra, como área específica dentro de los programas y proyectos. El enfoque
de género se construye con base en las siguientes reflexiones y cuestionamientos: ¿por
qué la desigualdad? ¿por qué la discriminación?, ¿en dónde radica la “normalización” de
la desigualdad? ¿por qué, a pesar de los avances en derechos, las sociedades continúan
aceptando que las mujeres son inferiores a los hombres?, ¿cuáles son los efectos de esta
discriminación? ¿qué podemos hacer para superar esta limitación en la evolución de los
derechos?

¿Qué es la perspectiva de género?

La perspectiva de género es un aporte transformador que analiza cómo se construyen las


relaciones, comportamientos, actitudes, roles, posiciones, tareas, espacios de lo
masculino y lo femenino sobre una base de diferencia biológica y que, con mecanismos
sociales institucionales como la familia, la educación, los espacios de socialización, y los
estados, conforman y aceptan un orden de jerarquías por medio del cual se ha generado
una brecha en desmedro de las mujeres o del mundo femenino. Se podría resumir como
desigualdad la falta de oportunidades y acceso de las mujeres al ejercicio pleno de los
derechos civiles, políticos, educativos, sociales, culturales; así como las menores
condiciones que tienen las mujeres para acceder a las oportunidades que progresivamente
se han ido creando.
Cuando se habla de igualdad, de ninguna manera se plantea hacer de mujeres y de
hombres algo idéntico; por el contrario, la igualdad implica promover a partir de la
diferencia, una igual valoración a esta individualidad traducida en derechos y
oportunidades. El enfoque de género permite contar con la información y análisis
necesarios para que la toma de decisiones no se sesgue al hombre y al mundo masculino
como único actor y beneficiario de los procesos de desarrollo. Sin incluir el enfoque de
género, las intervenciones por el desarrollo y por procesos de mejoramiento de las
condiciones de vida, se vuelven ciegas a la mitad de la población y de su esfera, lo que
trae como resultado profundización de las brechas.
En 1972, Ann Oakley popularizó el término “género” con su libro: Sexo, género y
sociedad y algunas feministas norteamericanas hicieron suyo este concepto considerando
que el mismo posibilitaba sobrepasar el determinismo biológico que impedía la
autonomía o la liberación de la mujer en un contexto de opresión patriarcal.
El comportamiento masculino o femenino no está determinado por el sexo biológico; son
las experiencias, ritos, costumbres, narrativas, símbolos que se viven desde el nacimiento
y que son atribuidos de diferente manera para mujeres y para hombres lo que define el
mundo masculino y femenino; la forma en que se adquiere y asigna esta identidad pesa
más que la carga genética, hormonal y biológica (Stoller, 1968).
El enfoque de género parte de la diferenciación entre los sexos para identificar las
desigualdades entre ambos en todos los ámbitos2.
Se entiende por género al conjunto de características (atributos) emocionales, simbólicas,
sociales, políticas, económicas, jurídicas; el conjunto de actividades (roles), ocupaciones,
áreas de realización; y los lugares (espacios) que ocupan en el mundo y que son asignados
socialmente al ser mujer o ser hombre y a partir de los cuales se construyen sus
identidades diferenciadas. Esta relación establece una situación de jerarquía y de
valoración que genera desigualdad en todos los ámbitos de la vida. La relación cambia en
el tiempo y en el espacio y se estructura a través de las instituciones sociales que inciden
en esta construcción de identidad.
Por otra parte, sexo es el conjunto de diferencias biológicas existentes entre mujeres y
hombres y que están marcadas principalmente por el sistema endócrino. Al ser biológicas
y fisiológicas, son congénitas, con ellas se nace y son universales. El sexo es una categoría
biológica y el género (masculino o femenino) es una categoría social que se construye y
aprende; y que por lo tanto puede cambiar. De acuerdo con Marta Lamas, “el género es
la construcción cultural de la diferencia sexual; contrario a la opinión popular, género no
significa “mujer” y tampoco alude al “feminismo”, sino que se refiere a las relaciones
desiguales de poder entre las mujeres y los hombres y el impacto que esta desigualdad
ejerce sobre la vida de las personas en todos los aspectos” (Lamas, M. en Conway et al.,
2013).
Al ser el género una construcción cultural basada en la diferencia sexual, ha establecido
un sistema en el que todo lo relacionado con el mundo femenino se define a partir de la
función biológica de la reproducción y la función social de la maternidad que lleva
consigo el cuidado de otras personas. Lo anterior define un conjunto de valores y normas
socialmente aceptadas para este mundo femenino y que son objeto de demanda para las
mujeres. El mundo masculino se define a partir de algunos aspectos exigidos para los
hombres que se construyen en oposición al mundo femenino, es decir, un conjunto de
pruebas públicas para demostrar que se es parte de este mundo masculino. En este sentido,

2 Tomado de: Curso Autoadministrado de Género (ONU Mujeres, 2013).


se exige una supresión de las características femeninas en el comportamiento masculino
tales como la debilidad, la emocionalidad, el cuidado de otras personas, entre otras; y se
obliga a comportamientos de ejercicio de poder tales como la fuerza, la seguridad o el
liderazgo. A estas características se las conoce como estereotipos de género.
El enfoque de género es la categoría de análisis de las ciencias sociales que permite
entender las relaciones de poder entre mujeres y hombres, sus causas y sus consecuencias,
tanto en relación con los derechos humanos, cuanto en las posibilidades de desarrollo de
los pueblos, para proponer estrategias, medios y acciones que posibiliten disminuir la
brecha generada en relación con estos elementos.

Poder y sistemas de subordinación, el análisis de partida para entender las


relaciones de género

Nuestra sociedad está conformada por personas relacionadas entre sí; es decir, la sociedad
funciona y es tal en cuanto las relaciones y los tejidos que se dan en su interior. En la
actualidad, estas relaciones no son asimétricas, es decir, no se dan en igualdad; una de las
partes posee mayores recursos materiales (dinero, medios de producción, bienes, etc.) y
simbólicos (conocimiento, educación, representación en los medios de comunicación,
participación política), ejerciendo con ellos mayor influencia – es decir, “poder”- en las
acciones de la otra parte. Esta estructura de poder, presente en cada una de las relaciones
humanas, determina la presencia de diferentes sistemas de subordinación.
Las relaciones entre mujeres y hombres, entre empleadoras/es y empleadas/os; entre
blancos/as y mestizos/as o entre mestizos/as e indígenas, negros/as; entre adultos/as y
niñas/os; entre el campo y la ciudad; entre quienes tienen tecnología y quienes no, son
relaciones de poder en las cuales una de las partes posee recursos económicos, políticos
y simbólicos que limitan el accionar de la otra.
Identificar las dimensiones del poder y los mecanismos para ejercerlo en todas las
relaciones sociales, permite analizar los distintos tipos de subordinación y discriminación
existentes en la sociedad.
Entre los sistemas de poder y subordinación más antiguos, extendidos, actuales y
determinantes en la historia humana se encuentra el sistema definido por las relaciones
de género. La importancia del sistema sexo-género se debe a que éste cruza absolutamente
todos los otros sistemas de dominación, es decir, una mujer sufrirá una mayor
discriminación que el hombre en cualquier situación que se plantee (la mujer será siempre
“la oprimida por el oprimido”). Esta doble o triple discriminación hacia la mujer es una
característica que se manifiesta en todas las sociedades del mundo. Es lo que hoy se
conoce con enfoque interseccional.
Para explicar este sistema de dominación de los hombres frente a las mujeres, es necesario
conocer de manera resumida los conceptos de sexo y género.
Sexo es el conjunto de características biológicas que diferencian a mujeres, hombres e
intersex, están definidas principalmente por los órganos genitales, la fisiología
relacionada con la reproducción y por supuesto, el aparato reproductivo. Estas
características biológicas son naturales, es decir, se nace con ellas y son permanentes
(excepto en casos quirúrgicos, que son ocasionales).
Género, en cambio, es una construcción social que se describe en los modelos o ideales
que se esperan de una persona de sexo femenino y de una de sexo masculino, y que luego
adquiere matices también con la diversidad por sexo y género así como las asignaciones
sociales, culturales que las describen; cada contexto social establece una especie de norma
o modelo para definir la relación entre mujeres y hombres; en el sistema actual, patriarcal,
esta relación de género está marcada por el poder, el dominio, y sostenida por la violencia
como mecanismo de control; la relación de género se define por un conjunto de
estereotipos que describen el mundo de los hombres y de las mujeres asignándoles una
diferente valoración. Por ejemplo, la valentía, la política, el trabajo remunerado son
características que nuestra sociedad ha asignado a los hombres (masculinidad
hegemónica); en cambio, la sensibilidad, el trabajo de la casa, el cuidado y crianza de
niños y niñas son características o funciones otorgadas por la sociedad a las mujeres (el
mundo femenino). Estas características son sociales, se aprenden en el proceso de
desarrollo y crecimiento y se refuerzan en cada estructura social: familia, educación,
religión, medios de comunicación, grupos de relación; las características así mismo, son
cambiantes de sociedad en sociedad y de época en época y, por lo tanto, pueden ser
modificadas. No se puede hablar de una construcción social de género que sea estática o
eterna.
Por lo anterior, las ideas o estereotipos sobre lo que tiene que ser o hacer un hombre, o
dónde debe estar; y, sobre lo que tiene que ser o hacer una mujer, y dónde debe estar,
varían según cada sociedad o cultura y cambian con el tiempo.
Los atributos (cualidades, emociones, actitudes), roles (profesiones, actividades, oficios)
y espacios (familiar, laboral, relacional social) que las sociedades asignan de manera
sostenida han asignado a los hombres son socialmente más valorados que los atributos,
roles y espacios que se han asignado a las mujeres; esta desvalorización refleja las
relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres y se traduce en la práctica en una
brecha de género que ocasiona que las mujeres tengan menos acceso al ejercicio de sus
derechos humanos, y por lo tanto marcan la existencia de la discriminación y desigualdad.
Por ejemplo, se valora más el trabajo en oficina que el trabajo de la casa y, sin embargo,
los dos son importantes y representan una contribución social y económica a la economía
familiar y a la sociedad; más aún, el trabajo de cuidados de la casa es una actividad de
sobrevivencia, fundamental para un ser humano que debería ser aprendida y realizada por
todas las personas que forman parte del grupo familiar; y, sin embargo, al ser una
actividad “tradicionalmente” femenina ha sido y es desvalorizada, invisibilizada y
desprestigiada. Por otra parte, por ejemplo: se valora más la fuerza -característica
atribuida a los hombres- que la afectividad -atribuida a las mujeres-. Y en otro ámbito, es
considerado más valioso lo público que lo privado.
Dentro de los sistemas de subordinación existen, al interior de las construcciones sociales
masculina o femenina, diferentes intersecciones: masculinidades hegemónicas (p.e:
blanco-mestizos, citadinos, heterosexuales, con cuarto nivel de instrucción, con acceso a
recursos y oportunidades, en edad productiva) versus masculinidades marginadas
(indígenas, afroamericanas, rurales, diversas en su sexo y género, etc). En el mismo
sentido, no todas las mujeres viven de igual manera la discriminación, existirán menores
oportunidades mientras más intersecciones se puedan describir: sexo, diversidad sexo –
género, etnia, edad, procedencia, nivel de instrucción, etc). El enfoque de género permite
abordar el análisis de los sistemas de subordinación desde estas intersecciones para
entender sus relaciones, incidencia y consecuencias en la vida de las mujeres y en su
situación de desigualdad.
La desvalorización de todo lo relacionado con el mundo femenino, consecuencia de las
relaciones de poder, ha provocado que las mujeres, sus ideas, sus pensamientos y sus
acciones sean relegadas a un segundo plano, limitando su desarrollo integral como seres
humanos. Con las representaciones tradicionales de la masculinidad y la feminidad, las
mujeres crecen sintiéndose menos importantes que los hombres porque la sociedad
privilegia todo lo masculino sobre lo femenino; esta valoración social inicia cuando se
coloca el vestido rosado a las mujeres y la prenda celeste a los hombres.
Incorporar el análisis desde la perspectiva de género permite observar cómo se construyen
los imaginarios sociales que sostienen los modelos de dominación, sus confluencias,
orígenes, particularidades y consecuencias, para imaginar y proponer cómo cambiar estos
imaginarios con el fin de lograr igualdad en las oportunidades hacia el ejercicio de los
derechos humanos.
El sistema de subordinación que se basa en la diferencia sexual es el inicio de la
construcción por género, que tendrá como consecuencia la situación actual de
desigualdad en desmedro de las mujeres; por ello, el punto de partida para cambiar las
relaciones de género es la transformación de estos imaginarios en todos los espacios y
áreas del quehacer humano, comenzando por la esfera individual, avanzando y
apuntalándose en el trabajo colectivo de incidencia, para llegar a la generación y diseño
de políticas públicas para la igualdad.
Actualmente las mujeres enfrentan grandes desventajas para acceder a la educación,
salud, descanso, recreación, participación política, trabajo remunerado, acceso a créditos,
propiedad sobre la tierra, decisión sobre el uso del agua, proyectos de desarrollo,
autonomía, etc. Adicionalmente, a raíz de la pandemia por COVID 19, desatada a
principios de 2020, la situación de las mujeres se ha visto agravada por el incremento e
indefensión frente a la violencia, la sobrecarga de trabajo en el ámbito de la economía de
cuidados y la crisis económica, entre los más importantes.
La incorporación del enfoque de género busca incidir directamente en la creación,
mejoramiento y fortalecimiento de las oportunidades para acceder en igualdad de
condiciones para el ejercicio pleno de los derechos humanos de las mujeres; en este
sentido, es importante conocer el marco normativo internacional que cobija este accionar.

NORMATIVA E INSTRUMENTOS INTERNACIONALES PARA LOS


DERECHOS DE LAS MUJERES

Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948)

La Carta fundamental de Derechos Humanos consagra la igualdad de todas las personas,


no incorpora articulado específico por los derechos de las mujeres. Sin embargo esta
declaración es el principal instrumento que cobija todos los que surgieron posteriormente.
El Art. 1 de esta Declaración afirma:
Artículo 1. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos
con los otros.
Artículo 2. “toda persona tiene los mismos derechos y libertades”

Artículo 7, establece la igualdad ante la ley y el derecho a igual protección de la ley, así
como, el derecho a igual protección contra toda discriminación y contra la provocación
a la discriminación.

Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos de 1961 en él se prohíbe la


discriminación y se plantea la necesidad de introducir acciones afirmativas a favor de
los derechos de las mujeres.

Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer


(CEDAW) (1979)
La CEDAW es el instrumento jurídico internacional más importante, con relación a los
derechos de las mujeres, ha sido ratificado hasta la fecha por 190 países. Ecuador lo hizo
en 1981. La CEDAW sería una Constitución Política de los derechos de las mujeres;
mientras que la Plataforma de Acción de Beijing, su plan operativo. La CEDAW
establece que los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para modificar los
patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres con miras a alcanzar la
eliminación de los prejuicios y de las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole
que estén basados en la idea de inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o
en funciones estereotipadas de hombres y mujeres. La Convención tiene como finalidad
eliminar efectivamente todas las formas de discriminación contra la mujer, se basa en
tres, principios centrales: el principio de igualdad sustantiva, el principio de no
discriminación y el principio de obligación del Estado.

En el Art. 1 de la CEDAW, se define la discriminación contra la mujer de la siguiente


manera:
“Toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o
resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer,
independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer,
de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política,
económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera”.
Otros artículos relacionados con la participación en la toma de decisiones y los derechos
de las mujeres plantean:
Artículo 7: Los Estados Partes tomarán todas las medidas apropiadas para eliminar la
discriminación contra la mujer en la vida política y pública del país y, en particular,
garantizarán a las mujeres, en igualdad de condiciones con los hombres, el derecho a:
a) Votar en todas las elecciones y referéndums públicos y ser elegibles para todos los
organismos cuyos miembros sean objeto de elecciones públicas.
b) Participar en la formulación de las políticas gubernamentales y en la ejecución de éstas,
y ocupar cargos públicos y ejercer todas las funciones públicas en todos los planos
gubernamentales.
c) Participar en organizaciones y en asociaciones no gubernamentales que se ocupen de
la vida pública y política del país.
Artículo 14:
1. Los Estados Partes tendrán en cuenta los problemas especiales a que hace frente la
mujer rural y el importante papel que desempeña en la supervivencia económica de su
familia, incluido su trabajo en los sectores no monetarios de la economía, y tomarán todas
las medidas apropiadas para asegurar la aplicación de las disposiciones de la presente
Convención a la mujer de las zonas rurales.
2. Los Estados Partes adoptarán todas las medidas apropiadas para eliminar la
discriminación contra la mujer en las zonas rurales a fin de asegurar, en condiciones de
igualdad entre hombres y mujeres, su participación en el desarrollo rural y en sus
beneficios, y en particular le asegurarán el derecho a:
a) Participar en la elaboración y ejecución de los planes de desarrollo a todos los niveles.
b) Tener acceso a servicios adecuados de atención médica, inclusive información,
asesoramiento y servicios en materia de planificación de la familia.
c) Beneficiarse directamente de los programas de seguridad social.
d) Obtener todos los tipos de educación y de formación, académica y no académica,
incluidos los relacionados con la alfabetización funcional, así como, entre otros, los
beneficios de todos los servicios comunitarios y de divulgación a fin de aumentar su
capacidad técnica.
e) Organizar grupos de autoayuda y cooperativas a fin de obtener igualdad de acceso a
las oportunidades económicas mediante el empleo por cuenta propia o por cuenta ajena.
f) Participar en todas las actividades comunitarias.
g) Obtener acceso a los créditos y préstamos agrícolas, a los servicios de comercialización
y a las tecnologías apropiadas, y recibir un trato igual en los planes de reforma agraria y
de reasentamiento.
h) Gozar de condiciones de vida adecuadas, particularmente en las esferas de la vivienda,
los servicios sanitarios, la electricidad y el abastecimiento de agua, el transporte y las
comunicaciones.
Los artículos evidencian un análisis de la situación de las mujeres de manera global por
lo que pueden aportar para generar, justificar e implementar políticas públicas en varios
ámbitos dentro de las competencias de la Prefectura Provincial del Azuay, tales como
desarrollo económico, riego, vialidad o ambiente.
Otro instrumento internacional de gran relevancia es la Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, denominada también,
“Convención de Belem Do Para” adoptada en Brasil en 1994, establece por primera vez
el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia y establece que los estados
tendrán especialmente en cuenta la situación de vulnerabilidad a la violencia que pueda
sufrir la mujer en razón, entre otras, de su raza, o de su condición étnica. Este tratado
internacional ha dado pauta para la adopción de leyes y políticas sobre prevención,
erradicación y sanción de la violencia contra las mujeres en los estados Parte de la
Convención, formulación de planes nacionales, organización de campañas e
implementación de protocolos y de servicios de atención, entre otras iniciativas.

Declaración y Programa de acción de Viena 1993


La Declaración de Viena es un documento clave en el que se marca un hito para los
derechos de las mujeres, pues se reconoce por primera vez los derechos humanos de las
mujeres como inalienables, integrales e indivisibles de los derechos universales. Esto es
un paso significativo en el reconocimiento y visibilización de la discriminación y de la
violencia contra las mujeres, por su condición de género, como violaciones a los derechos
humanos y cuya erradicación debe ser asumida como una tarea sustantiva de los Estados.
Artículo 1. Los derechos humanos y las libertades fundamentales son patrimonio innato
de todos los seres humanos; su promoción y protección es responsabilidad primordial de
los gobiernos.
Artículo 2. Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este
derecho, determinan libremente su condición política y persiguen libremente su
desarrollo económico, social y cultural.
Artículo 11. El derecho al desarrollo debe realizarse de manera que satisfaga
equitativamente las necesidades en materia de desarrollo y medio ambiente de las
generaciones actuales y futuras. La Conferencia Mundial de Derechos Humanos reconoce
que el vertimiento ilícito de sustancias y desechos tóxicos y peligrosos puede constituir
una amenaza grave para el derecho de todos a la vida y la salud.
Artículo 18. Los derechos humanos de la mujer y de la niña son parte inalienable,
integrante e indivisible de los derechos humanos universales. La plena participación, en
condiciones de igualdad, de la mujer en la vida política, civil, económica, social y cultural
en los planos nacional, regional e internacional y la erradicación de todas las formas de
discriminación basadas en el sexo son objetivos prioritarios de la comunidad
internacional. La violencia y todas las formas de acoso y explotación sexuales, en
particular las derivadas de prejuicios culturales y de la trata internacional de personas son
incompatibles con la dignidad y la valía de la persona humana y deben ser eliminadas.
Esto puede lograrse con medidas legislativas y con actividades nacionales y cooperación
internacional en esferas tales como el desarrollo económico y social, la educación, la
atención a la maternidad y a la salud y el apoyo social. La cuestión de los derechos
humanos de la mujer debe formar parte integrante de las actividades de derechos humanos
de las Naciones Unidas, en particular la promoción de todos los instrumentos de derechos
humanos relacionados con la mujer. La Conferencia Mundial de Derechos Humanos insta
a los gobiernos, a las instituciones intergubernamentales y a las organizaciones no
gubernamentales a que intensifiquen sus esfuerzos en favor de la protección y promoción
de los derechos humanos de la mujer y de la niña.
Artículo 25. La Conferencia Mundial de Derechos Humanos afirma que la pobreza
extrema y la exclusión social constituyen un atentado contra la dignidad humana y que
urge tomar medidas para comprender mejor la pobreza extrema y sus causas, en particular
las relacionadas con el problema del desarrollo, a fin de promover los derechos humanos
de los más pobres, poner fin a la pobreza extrema y a la exclusión social y favorece. El
goce de los frutos del progreso social. Es indispensable que los Estados favorezcan la
participación de los más pobres en las decisiones adoptadas por la comunidad en que
viven, la promoción de los derechos humanos y la lucha contrala pobreza extrema.

Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la


Mujer (“Convención de Belem Do Para” )
Adoptada en Brasil en 1994, establece por primera vez el derecho de las mujeres a vivir
una vida libre de violencia y establece que los estados tendrán especialmente en cuenta
la situación de vulnerabilidad a la violencia que pueda sufrir la mujer en razón, entre
otras, de su raza, o de su condición étnica. Este tratado internacional ha dado pauta para
la adopción de leyes y políticas sobre prevención, erradicación y sanción de la violencia
contra las mujeres en los estados Parte de la Convención, formulación de planes
nacionales, organización de campañas e implementación de protocolos y de servicios de
atención, entre otras iniciativas.

Plataforma de Acción de Beijing 1995


La agenda estratégica o programática más fuerte en el tema del empoderamiento de las
mujeres e igualdad de género es la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing,
resultante de la Cuarta Conferencia Mundial Sobre la Mujer, celebrada en 1995 en China.
Es el instrumento privilegiado por excelencia que apuntala las acciones en materia de los
objetivos y metas para el ejercicio pleno de derechos por parte de las mujeres. A partir de
esta Conferencia, se pone de relieve que el cambio de la situación de las mujeres es un
tema en el que se tiene que implicar la sociedad en su conjunto y se considera, por primera
vez, que su tratamiento no puede ser sectorial, sino que debe integrarse en el conjunto de
las políticas públicas.

Define 12 esferas, objetivos estratégicos y las medidas concretas que deberían adoptar los
Gobiernos, la comunidad internacional, las organizaciones no gubernamentales y el
sector privado, para alcanzar la igualdad de mujeres y hombres.

La Plataforma de Acción de Beijing, que 25 años después sigue orientada al futuro, ofrece
un foco de atención que reúne a las personas en torno a la igualdad de género y el
empoderamiento.

En esta agenda se dejó sentado que los objetivos globales más amplios como la
erradicación de la pobreza basada en el crecimiento económico sostenido, el desarrollo
social, la protección del medio ambiente y la justicia social, requieren como condición
indispensable la participación plena de las mujeres en igualdad con los hombres, en
calidad de agentes y de beneficiarias de un desarrollo sostenible centrado en las personas.
Las esferas o secciones de especial preocupación planteadas por la Plataforma son:
a. La mujer y la pobreza:
a.1 Revisar, adoptar y mantener políticas macroeconómicas y estrategias de desarrollo
que tengan en cuenta las necesidades de las mujeres y apoyen sus esfuerzos por superar
la pobreza.
a.2 Revisar las leyes y las prácticas administrativas para asegurar a la mujer igualdad de
derechos y de acceso a los recursos económicos.
a3. Dar a la mujer acceso a mecanismos e instituciones de ahorro y crédito.
a4. Formular metodologías basadas en el género y realizar investigaciones para abordar
el problema de la terminación de la pobreza
b. Educación y capacitación de la mujer
b1. Asegurar la igualdad de acceso a la educación.
b2. Eliminar el analfabetismo entre las mujeres.
b3. Aumentar el acceso de las mujeres a la formación profesional, la ciencia y la
tecnología y la educación permanente.
b4. Establecer sistemas de educación y capacitación no discriminatorios.
b5. Asignar recursos suficientes para las reformas de la educación y vigilar la aplicación
de esas reformas.
b6. Promover la educación y la capacitación permanentes de las niñas y las mujeres.
c. La mujer y la salud
c1. Fomentar el acceso de la mujer durante toda su vida a servicios de atención de la salud
y a información y servicios conexos adecuados, de bajo costo y de buena calidad.
c2. Fortalecer los programas de prevención que promueven la salud de la mujer.
c3. Tomar iniciativas en que se tenga en cuenta el género para hacer frente a las
enfermedades de transmisión sexual, el VIH/SIDA y otras cuestiones de salud sexual y
reproductiva.
c4. Promover la investigación y difundir información sobre la salud de la mujer.
c5. Aumentar los recursos y supervisar el seguimiento de la salud de las mujeres.
d. La violencia contra la mujer
d1. Adoptar medidas integradas para prevenir y eliminar la violencia contra la mujer.
d2. Estudiar las causas y las consecuencias de la violencia contra la mujer y la eficacia de
las medidas de prevención.
d3. Eliminar la trata de mujeres y prestar asistencia a las víctimas de la violencia derivada
de la prostitución y la trata de mujeres.
e. La mujer y los conflictos armados
e1. Incrementar la participación de la mujer en la solución de los conflictos a niveles de
adopción de decisiones y proteger a las mujeres que viven en situaciones de conflictos
armados o de otra índole o bajo ocupación extranjera.
e2. Reducir los gastos militares excesivos y limitar la disponibilidad de armamentos.
e3. Promover formas no violentas de solución de conflictos y reducir la incidencia de las
violaciones de los derechos humanos en las situaciones de conflicto.
e4. Promover la contribución de la mujer al logro de una cultura de paz.
e5. Proporcionar protección, asistencia y capacitación a las mujeres refugiadas, a otras
mujeres desplazadas que necesitan protección internacional y a las desplazadas
internamente.
e6. Proporcionar asistencia a las mujeres de las colonias
f. La mujer y la economía
f1. Promover la independencia y los derechos económicos de la mujer, incluidos el acceso
al empleo, a condiciones de trabajo apropiadas y al control de los recursos económicos.
f2. Facilitar el acceso de la mujer, en condiciones de igualdad, a los recursos, el empleo,
los mercados y el comercio.
f3. Proporcionar servicios comerciales, capacitación y acceso a los mercados,
información y tecnología, particularmente a las mujeres de bajos ingresos.
f4. Reforzar la capacidad económica y las redes comerciales de la mujer.
f5. Eliminar la segregación en el trabajo y todas las formas de discriminación en el
empleo.
f6. Fomentar la armonización de las responsabilidades de las mujeres y los hombres en
lo que respecta al trabajo y la familia.
g. La mujer en el ejercicio el poder y la adopción de decisiones
g1. Adoptar medidas para garantizar a la mujer igualdad de acceso y la plena participación
en las estructuras de poder y en la adopción de decisiones.
g2. Aumentar la capacidad de la mujer de participar en la adopción de decisiones y en los
niveles directivos.
h. Mecanismos institucionales para el adelanto de la mujer
h1. Crear o fortalecer mecanismos nacionales y otros órganos gubernamentales.
h2. Integrar perspectivas de género en las legislaciones, políticas, programas y proyectos
estatales.
h3. Preparar y difundir datos e información destinados a la planificación y la evaluación
desglosados por sexo.
i. Los derechos humanos de la mujer
i1. Promover y proteger los derechos humanos de la mujer, mediante la plena aplicación
de todos los instrumentos de derechos humanos, especialmente la Convención sobre la
eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
i2. Garantizar la igualdad y la no discriminación ante la ley y en la práctica.
i3. Fomentar la adquisición de conocimientos jurídicos elementales.
j. La mujer y los medios en difusión
j1. Aumentar el acceso de la mujer y su participación en la expresión de sus ideas y la
adopción de decisiones en los medios de difusión y por conducto de ellos, así como en
las nuevas tecnologías de comunicación.
j2. Fomentar una imagen equilibrada y no estereotipada de la mujer en los medios de
difusión.
k. La mujer y el medio ambiente (se amplía en capítulo 3)
k1. Lograr la participación activa de la mujer en la adopción de decisiones relativas al
medio ambiente en todos los niveles.
k2. Integrar las preocupaciones y perspectivas de género en las políticas y programas a
favor del desarrollo sostenible.
k3. Fortalecer o establecer mecanismos a nivel regional, nacional e internacional para
evaluar los efectos de las políticas de desarrollo y medio ambiente en la mujer.
l. La niña
l1. Eliminación de todas las formas de discriminación contra la niña.
l2. Eliminar las actitudes y las prácticas culturales que perjudican a la niña.
l3. Promover y proteger los derechos de la niña e intensificar la conciencia de sus
necesidades y su potencial.
l4. Eliminar la discriminación contra las niñas en la educación y en la formación
profesional.
l5. Eliminar la discriminación contra las niñas en el ámbito de la salud y la nutrición.
l6. Eliminar la explotación económica del trabajo infantil y proteger a las niñas que
trabajan.
l7. Eliminar la violencia contra las niñas.
l8. Fomentar la conciencia de las niñas y su participación en la vida social, económica y
política.
l9. Fortalecer la función de la familia en cuanto a mejorar la condición de las niñas

Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (2015)


El principal marco de referencia actual para desarrollo sostenible es la Agenda 2030, que
es un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad. Entre sus
objetivos globales están el fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia. Fue
aprobada en septiembre de 2015, firmada en la histórica Cumbre del Desarrollo
Sostenible. Contiene 17 objetivos de aplicación universal que, desde el mes de enero de
2016 se han convertido en los rectores para los esfuerzos de los Estados en la búsqueda
de lograr un mundo sostenible hacia el año 2030.
A continuación, los objetivos de la Agenda relacionados con las temáticas centrales a que
hace referencia este curso:
Objetivo 1. Fin de la Pobreza. Poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el
mundo.
Objetivo 2. Hambre Cero. Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora
de la nutrición y promover la agricultura sostenible.
Objetivo 5. Igualdad de Género. Lograr la igualdad de género y empoderar a todas las
mujeres y las niñas.
Objetivo 6. Agua Limpia y Saneamiento. Garantizar la disponibilidad y la gestión
sostenible del agua y el saneamiento para todos.
Objetivo 7. Energía Asequible y No Contaminante. Garantizar el acceso a una energía
asequible, fiable, sostenible y moderna para todos.
Objetivo 8. Trabajo Decente y Crecimiento Económico. Promover el crecimiento
económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo
decente para todos.
Objetivo 9. Industria, Innovación e Infraestructura. Construir infraestructuras resilientes,
promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación.
Objetivo 11. Ciudades y Comunidades Sostenibles. Lograr que las ciudades y los
asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
Objetivo 12. Producción y Consumo Responsable. Garantizar modalidades de consumo
y producción sostenibles.
Objetivo 13. Acción por el Clima. Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio
climático y sus efectos.
Objetivo 15. Vida de Ecosistemas Terrestres. Proteger, restablecer y promover el uso
sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar sosteniblemente los bosques, luchar
contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la
pérdida de biodiversidad.
Objetivo 17. Alianzas para Lograr los Objetivos. Fortalecer los medios de
implementación y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible.
Es importante ampliar la información del Objetivo 5 dada su importancia y relación con
uno de los enfoques que aborda este documento.
Objetivo 5. Igualdad de Género. Este objetivo busca poner fin a todas las formas de
discriminación contra todas las mujeres y las niñas; eliminar todas las formas de violencia
contra todas las mujeres y las niñas en todos los ámbitos, incluidas la trata y la explotación
sexual y otros tipos de explotación; eliminar todas las prácticas nocivas, como el
matrimonio infantil, precoz y forzado y la mutilación genital femenina; reconocer y
valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados; asegurar la participación
plena y efectiva de las mujeres y la igualdad de oportunidades de liderazgo en todos los
niveles decisorios en la vida política, económica y pública; asegurar el acceso universal
a la salud sexual y reproductiva; promover la igualdad de derechos a los recursos
económicos, acceso a la propiedad y al control de la tierra y otros tipos de bienes, los
servicios financieros, la herencia y los recursos naturales; mejorar el uso de la tecnología
instrumental; aprobar y fortalecer políticas acertadas y leyes aplicables para promover la
igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y las niñas en todos los
niveles.

En el ámbito nacional, la normativa vinculada a la promoción y ejercicio de los derechos


humanos de las mujeres se aplica en varios instrumentos legales, el último, que se
encuentra en vigencia desde el año 2018: la Ley para prevenir y erradicar la Violencia
contra las mujeres. Esta ley trabaja con los Enfoques de Género, Derechos Humanos,
Interculturalidad, Intergeneracional, de Integralidad e Interseccionalidad.

Bibliografía:

• Asamblea Nacional República del Ecuador (2018) Ley para Prevenir y Erradicar
la Violencia contra las mujeres.

• CNIG. (2017). Glosario Feminista para la Igualdad de Género (P. Cabrera, Ed.).
Ecuador: Consejo Nacional para la Igualdad de Género.

• Conway, J. K., Bourque, S. C., Scott, J. W., Rubin, G., Lamas, M., Ortner, S. B.,
… Buttler, J. (2013). El género. La construccion cultural de la diferencia sexual
(M. Lamas, Ed.). México.

• D’Eaubonne, F. (1974). Feminismo o muerte.


• Duarte Cruz, J. M. y García-Horta, J. B. (2016). Igualdad, Equidad de Género y
Feminismo, una mirada histórica a la conquista de los derechos de las mujeres.
Revista CS, no. 18, pp. 107-158. Cali, Colombia: Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales, Universidad Icesi. doi: 10.18046/recs.i18.1960

• Firestone, S. (1973). La Dialéctica Del Sexo (Editorial). España.

• Millett, K. (1970). Política Sexual (Instituto de la Mujer, Ed.). Madrid.

• Moser, Caroline: “Las mujeres en la planificación del desarrollo: Necesidades


Prácticas y Estratégicas de género”. En: HEGOA, Políticas de cooperación para
el desarrollo y participación de las mujeres. HEGOA. Bilbao, Diciembre, 1991

• ONU Mujeres. (2013). Curso Autoadministrado sobre Género.

• Pesántez, N (2007) Teoría a la Práctica. Un paso adelante en la


transversalización de género. PNUD, Ecuador.

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