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Tales son las historias y el trabajo de los equipos -equipos reales que funcionan, no
grupos amorfos que llamamos equipos, porque pensamos que la etiqueta es motivadora y
energizante. La diferencia entre equipos que funcionan y otros grupos que no lo hacen, es
un tópico al cual la mayoría de nosotros, le pone muy escasa atención. Parte del problema
radica en que “equipo” es una palabra y concepto demasiado familiar para todos.
O, por lo menos, eso era lo que pensábamos cuando nos alistamos a investigar para
nuestro libro La Sabiduría de los Equipos. Queríamos descubrir qué diferencia los diversos
niveles de rendimiento del equipo, dónde y cómo trabajan mejor los equipos y qué puede
hacer la alta gerencia para mejorar su efectividad. Hablamos con cientos de personas, de
más de 50 equipos diferentes, en 30 compañías y más allá, desde Motorola y Hewlett-
Packard, hasta la Operación Tormenta del Desierto y las Girl Scouts.
Encontramos que hay una disciplina básica que hace que los equipos funcionen. También
hallamos que equipos y buen rendimiento son inseparables; usted no puede tener el uno
sin el otro. Pero la gente usa la palabra equipo tan descuidadamente, que se interpone en
el camino de aprender y aplicar la disciplina que conduce a ese buen rendimiento. Para
que los gerentes tomen mejores decisiones acerca de sí, cuándo o cómo motivar y usar
equipos, es importante ser más preciso acerca de lo que es y no es un equipo.
La mayoría de los ejecutivos pregonan el trabajo en equipo. Y deben hacerlo. El trabajo en
equipo representa un conjunto de valores que motiva a escuchar y responder,
constructivamente, puntos de vista expresados por otros; darle a otros el beneficio de la
duda; proporcionar apoyo y reconocer los intereses y logros de otros. Tales valores
ayudan a que los equipos funcionen y también promueven el desempeño individual, así
como el de toda la organización. Pero los valores del equipo de trabajo, por sí mismos, no
son exclusivos de los equipos, ni son suficientes para asegurar el rendimiento de los
mismos. Ni un equipo es, simplemente, cualquier grupo que trabaja unido. Los comités,
concejos y fuerzas de trabajo no son, necesariamente, equipos. Los grupos no se
convierten en equipos, por el solo hecho de que alguien los llame así. Toda la fuerza de
trabajo de cualquier organización compleja y grande nunca es necesariamente un equipo,
pero piense qué tan a menudo se presenta esa perogrullada.
Los grupos de trabajo son tanto prevalentes como efectivos en organizaciones grandes,
donde la responsabilidad individual es lo más importante. Los mejores grupos de trabajo
se reúnen para compartir información, perspectivas y percepciones; tomar decisiones que
le ayuden a cada uno a hacer mejor su trabajo; reforzar los estándares individuales de
desempeño. Pero el enfoque es, siempre, sobre las metas y responsabilidades
individuales. Los miembros del grupo de trabajo no se hacen responsables por resultados
diferentes de los propios. Ni tratan de desarrollar contribuciones para un desempeño
incremental, que requiera el trabajo coordinado de dos o más miembros.
La esencia de un equipo es el compromiso común. Sin él, los grupos funcionan como
individuos; con él, se convierten en una poderosa unidad de desempeño colectivo. Esta
clase de compromiso requiere un propósito en el cual puedan creer los miembros del
mismo. Tanto si es: "transformar las contribuciones de los proveedores en satisfacción de
los clientes", "hacer de nuestra compañía algo de lo cual podamos ser orgullosos de
nuevo" o "demostrar que todos los niños pueden aprender", los propósitos creíbles de un
equipo tienen un elemento relacionado con ganar, ser primeros, revolucionar o estar en la
punta de lanza.
Los mejores equipos invierten una gran cantidad de tiempo y esfuerzo, explorando,
moldeando y poniéndose de acuerdo respecto a un propósito que les pertenezca, tanto
colectiva como individualmente. Esta actividad de "dirigirse hacia un propósito" continúa a
lo largo de la vida de un equipo. En contraste, los equipos que fallan, raramente
desarrollan un propósito común. Por cualquier razón -un enfoque insuficiente en el
desempeño, falta de esfuerzo, deficiente liderazgo- ellos no se cohesionan en torno a una
aspiración retadora.
Como ilustran Outward Bound y otros programas de formación de equipos, los objetivos
específicos tienen un efecto de nivelación, conducente a construir la conducta del equipo.
Cuando un pequeño grupo de personas se reta a sí mismo a subir una montaña o reducir
el ciclo de tiempo en un 50%, sus respectivos títulos, adornos y otros galones, se
desvanecen en lontananza. Los equipos que tienen éxito, evalúan qué y cómo puede
contribuir mejor cada individuo a la meta del equipo y, lo que es más importante, lo hace
en términos del objetivo de desempeño en sí mismo y no en razón del status o
personalidad de una persona.
Virtualmente todos los equipos efectivos que hemos conocido o acerca de los cuales
hemos leído o escuchado o de los que hemos sido miembros, han variado entre 2 y 25
personas. Por ejemplo, el equipo de transporte de vehículos en vagón de plataforma de
Burlington Northern, tenía 7 miembros, el equipo del periódico de Knight-Ridder, tenía 14.
La mayoría de ellos han tenido menos de 10 integrantes. Hay que admitir que el tamaño
pequeño, es más una guía pragmática que una necesidad absoluta para el éxito. Un
número grande de personas, digamos 50 o más, puede, en teoría, llegar a ser un equipo.
Pero, grupos de tal tamaño tienen más posibilidades de fraccionarse en subequipos que de
funcionar como una sola unidad.
¿Por qué? Las cantidades grandes de gente tienen problemas para interactuar
constructivamente como un grupo y, mucho más, si están haciendo juntos un trabajo real.
Diez personas tienen mucha más posibilidad que cincuenta, de trabajar por encima de sus
diferencias individuales funcionales y jerárquicas, hacia un plan común y mantenerse
responsables, de forma articulada, por los resultados.
Grupos grandes enfrentan también problemas logísticos, tales como encontrar suficiente
espacio físico y tiempo para reunirse. Y confrontan limitaciones más complejas, tales como
conductas de multitud o de rebaño que impiden compartir, íntimamente, los puntos de
vista, lo cual es necesario para construir un equipo. Como resultado, cuando tratan de
desarrollar un propósito común, usualmente sólo producen "misiones" superficiales y
buenas intenciones, que no pueden traducirse en objetivos concretos. Tales grupos
tienden a alcanzar, en poco tiempo, un punto en el cual las reuniones se convierten en
una tarea, lo cual es un signo claro de que la mayoría de sus integrantes no tienen certeza
del porqué se han reunido, más allá de cierta noción de llevarse mejor. Cualquiera que
haya tenido experiencia con uno de estos ejercicios, sabe qué tan frustrante puede ser.
Esta clase de fracasos tiende a fomentar el cinismo, el cual se interpone en el camino de
los esfuerzos futuros del equipo.
PERICIA TÉCNICA O FUNCIONAL. Tendría poco sentido que un grupo de médicos litigara
un caso de discriminación laboral en un juzgado. En cambio, equipos de médicos y
abogados tratan, a menudo, casos de mala práctica profesional o de daños personales. De
igual manera, grupos de desarrollo de producto, que incluyan solamente expertos en
marketing o ingenieros, tienen menos probabilidades de éxito que aquellos que tienen las
habilidades complementarias de ambos.
Ponerse de acuerdo en los detalles del trabajo y en cómo encajará cada uno para integrar
sus habilidades individuales y avanzar en el desempeño del equipo, es la base
fundamental para moldear un acercamiento común. Quizás es auto-evidente que un
abordaje que delega todo el trabajo real en unos pocos miembros (o asesores externos) y
que, por lo tanto, confía en revisiones y reuniones solamente por el hecho de "trabajar
juntos", no puede sobrevivir como un verdadero equipo. Cada integrante de un equipo
exitoso ejecuta cantidades equivalentes de trabajo real; todos los miembros, incluyendo el
líder, contribuyen, de maneras concretas, al producto de trabajo del equipo. Este es un
elemento muy importante de la lógica emocional, que mueve el funcionamiento del
mismo.
En efecto, el equipo establece un contrato social entre los miembros, que se refiere a su
propósito y guías y compromete acerca de la forma como deben trabajar juntos.
En su núcleo, la responsabilidad del equipo es como las promesas sinceras que nos
hacemos a nosotros mismos y a otros, promesas que apuntalan dos aspectos críticos de
los equipos efectivos: compromiso y confianza. La mayoría de nosotros entra
cautelosamente a una situación potencial de equipo, debido a que nuestro acendrado
individualismo y experiencia nos desmotiva a poner nuestros destinos en manos de otros,
o aceptar responsabilidad por otros. Los equipos no tienen éxito si ignoran o desean alejar
tal conducta.
Cuando las personas trabajan juntas en pos de un objetivo común, lo que sigue es
confianza y compromiso. En consecuencia, los equipos que disfrutan de un propósito
común fuerte y acercamiento, inevitablemente se hacen responsables ante ellos mismos,
tanto individualmente como en equipo, por el desempeño de éste. Este sentido de
responsabilidad mutua produce, también, las abundantes recompensas del logro mutuo,
en el cual todos lo miembros comparten. Lo que hemos oído, una y otra vez, de miembros
de equipos efectivos es que ellos encontraron que la experiencia era energizante y
motivadora, de una forma que no podría ser igualada por sus cargos "normales".
De otro lado, los grupos que se establecen por el sólo hecho de convertirse en un equipo
o para mejorar el trabajo, las comunicaciones, la efectividad organizacional o la
excelencia, raramente se convierten en equipos efectivos, como se demuestra por los
malos sabores que han quedado en muchas compañías, después de experimentar con
círculos de calidad, que nunca tradujeron "calidad" en metas específicas. Sólo cuando se
fijan metas de desempeño apropiadas, el proceso de discutirlas y los acercamientos a
ellas, le da, a los miembros del equipo, una alternativa cada vez más clara: ellos pueden
estar en desacuerdo con una meta y con el camino que seleccione el equipo y, en
consecuencia, escoger no continuar o pueden proponerse trabajar enérgicamente y
hacerse responsables con y para sus compañeros de equipo.
La disciplina de equipos que hemos delineado, es crítica para el éxito de todos ellos. No
obstante, es útil ir un paso más allá. La mayoría de los equipos pueden clasificarse en uno
de los siguientes tres tipos: equipos que recomiendan cosas, equipos que hacen cosas y
equipos que administran cosas. En nuestra experiencia, cada tipo enfrenta un conjunto de
retos característicos.
Equipos que recomiendan cosas. Estos equipos incluyen: fuerzas de trabajo, grupos de
proyectos y grupos de auditoría, calidad o seguridad, a los cuales se les pide que estudien
y solucionen problemas particulares. Casi siempre tienen fechas de cumplimiento
predeterminadas. Dos aspectos son críticos y únicos para tales equipos: despegar, para
lograr un comienzo rápido y constructivo e intervenir, para dar el último empujón que se
requiere, a fin de lograr que se implementen las recomendaciones.
La clave para el primer aspecto radica en la claridad de los estatutos del equipo y la
composición de sus miembros. Además de querer saber por qué y cómo son importantes
sus esfuerzos, las fuerzas de trabajo necesitan una definición clara de quiénes espera la
gerencia que participen y el tiempo de compromiso que se requiere. La gerencia puede
ayudar, asegurándose de que el equipo incluye la gente con las habilidades y la influencia
necesarias para tornear recomendaciones prácticas, que tendrán peso a lo largo de la
organización. Más aun, la gerencia puede ayudar al equipo a obtener la cooperación
necesaria, abriendo puertas y negociando con los obstáculos políticos.
Pasar por alto el empujón, es casi siempre el problema que frustra a los equipos que
recomiendan cosas. Para evitar esto, se requiere tiempo y atención por parte de la alta
gerencia, para transferir la responsabilidad por las recomendaciones a aquellos que deben
implementarlas. Mientras más supongan los altos directivos que las recomendaciones se
cumplirán por sí solas, menos posibilidades hay de que así sea. Mientras más compromiso
tengan los miembros de la fuerza de trabajo en implementar las recomendaciones, es más
probable que sí se ejecuten.
En la medida en que gente externa a la fuerza de trabajo tenga que llevar el balón, es
crítico involucrarla en el proceso, desde el comienzo y a menudo y, ciertamente, mucho
antes de que se terminen las recomendaciones. Tal compromiso puede tomar muchas
formas, incluyendo la participación en entrevistas, ayudar en los análisis, dar y criticar
ideas y llevar a cabo experimentos y ensayos. Como mínimo, cualquiera que sea
responsable de la implementación, debe recibir un resumen del propósito, estrategia y
objetivos de la fuerza de trabajo al comienzo de la tarea, así como informes periódicos de
avance.
Equipos que hacen cosas. Estos equipos incluyen personas en o cerca de las primeras
líneas, responsables de hacer la manufactura básica, desarrollo, operaciones, mercadeo,
ventas, servicio y otras actividades, que agregan valor en una empresa. Con algunas
excepciones, tales como los equipos para el desarrollo de nuevos productos o diseño de
procesos, los equipos que hacen cosas no tienen fechas de cumplimiento, debido a que
sus actividades están siempre en marcha.
Para decidir en dónde podría tener un mayor impacto el desempeño del equipo, la alta
gerencia debería concentrarse en lo que nosotros llamamos los "puntos críticos de
entrega", es decir, sitios en la organización, en los cuales el costo y el valor de los
productos y servicios de la misma se determinan más directamente.
Tales puntos críticos de entrega podrían ser donde se manejan las cuentas, se le presta
servicio al cliente, se diseñan los productos y se determina la productividad. Si el
rendimiento en esos puntos depende de la combinación de múltiples habilidades,
perspectivas y juicios en tiempo real, entonces, la opción del equipo es la más inteligente.
Cuando una organización requiere un número significativo de equipos en estos puntos, el
reto claro de maximizar los logros de tantos grupos demandará un conjunto de procesos
administrativos cuidadosamente formulados y enfocados en el resultado. El asunto aquí,
para la alta gerencia, es cómo construir los sistemas y apoyos del proceso necesarios, sin
caer en la trampa de parecer promover los equipos por el solo hecho de hacerlo.
Equipos que administran cosas. A pesar del hecho de que, muchos líderes se refieren
al grupo que les reporta a ellos, como a un equipo, pocos grupos lo son realmente. Y, los
grupos que se convierten en verdaderos equipos, raramente piensan de sí mismos como
tales, debido a que están muy enfocados sobre resultados de desempeño. Sin embargo, la
oportunidad para conformar tales equipos incluye grupos desde la cúpula de la empresa y,
bajando a lo largo y ancho de la misma, hasta los niveles divisionales o funcionales. Sea
que esté a cargo de miles de personas o de un puñado, mientras el grupo vigile algún
negocio, un programa en marcha o una actividad funcional significativa, es un equipo que
administra cosas.
Los miembros puede que tengan que contrarrestar una reluctancia natural a confiar su
destino a otros. El precio de fingir el enfoque de equipo es alto: en el mejor de los casos,
los miembros se alejan de sus metas individuales, los costos sobrepasan los beneficios y la
gente se resiente por la imposición sobre su tiempo y prioridades; en las peores
circunstancias, se pueden desarrollar animosidades serias, que socavan, incluso, el
potencial personal de los mejores individuos, el cual se podría dar con el abordaje de
grupo de trabajo.
Los grupos de trabajo presentan menores riesgos. Los grupos efectivos de esta clase,
requieren poco tiempo para moldear su propósito, pues, usualmente, es el líder quien lo
establece. Las reuniones se llevan a cabo siguiendo agendas con prioridades bien fijadas.
Y las decisiones se implementan por medio de asignaciones y responsabilidades
individuales específicas. La mayoría de las veces, por lo tanto, si las aspiraciones de
desempeño pueden cumplirse por intermedio de individuos que hacen bien sus respectivas
labores, el enfoque de grupo de trabajo es más cómodo, menos riesgoso y menos
perturbador que el de equipo, el cual es más ilusorio. De hecho, si no hay necesidad de
resultados, los esfuerzos que se hagan para mejorar la efectividad del grupo tienen mucho
más sentido que dar tumbos tratando de convertirse en un equipo.
Habiendo dicho lo anterior, creemos que, el nivel extra de desempeño que pueden
adquirir los equipos se está volviendo crítico para un creciente número de compañías,
especialmente a medida que se mueven a través de importantes cambios, durante los
cuales su rendimiento depende de un cambio profundo de conducta. Cuando la alta
gerencia emplea equipos para administrar cosas, debe asegurarse de que tengan éxito al
identificar propósitos y metas específicas.
Este es un segundo aspecto importante para los equipos que administran cosas.
Demasiado a menudo, tales equipos confunden la misión amplia de toda la organización,
con el propósito específico de su pequeño grupo en la cúpula. La disciplina de equipos nos
dice que, para que se forme un verdadero equipo, debe haber un propósito de equipo, es
decir, distintivo y específico para el pequeño grupo y que requiere que todos sus
miembros, se arremanguen y hagan algo más allá de sus productos finales individuales. Si
un grupo de gerentes mira solamente el rendimiento económico de la parte de la
organización que administra, para evaluar su efectividad global, no tendrá ninguna meta
de desempeño propia del equipo.
Aunque la disciplina básica de los equipos no difiere para ellos, los equipos en la cúpula
son, ciertamente, los más difíciles. Las complejidades de los retos a largo plazo, las
enormes demandas sobre el tiempo de los ejecutivos y el individualismo, tan
profundamente acendrado, de la gente de alto rango, conspiran contra los equipos en la
cima. Al mismo tiempo, los equipos de esta clase son los más poderosos. Al comienzo,
creíamos que tales equipos eran casi que imposibles. Y era, porque estábamos mirándolos
tal como los define la estructura organizacional formal, es decir que el líder y todos los
que le reportaban directamente, equivalían a un equipo. Luego descubrimos que los
verdaderos equipos, en este nivel, eran a menudo, más pequeños y menos formalizados.
Por ejemplo Whitehead y Weinberg, en Goldman, Sachs; Hewlett y Packard, en HP;
Krasnoff, Pall y Hardy, en Pall Corp.; Kendall, Pearson y Calloway, en Pepsi; Haas y Haas,
en Levi-Strauss; Batten y Ridder, en Knight- Ridder.Dichos grupos eran, casi siempre, de
dos o tres personas y, ocasionalmente, de cuatro.
¿Cómo es su Equipo?
El anterior artículo proporciona hallazgos sistemáticos sobre cómo y porqué funcionan los
equipos y el porqué fallan algunos. Les agradeceríamos que nos enviaran una nota acerca
de sus experiencias personales con equipos. Por favor, incluya sus antecedentes
educativos y laborales e indique cualquier porción de información que no desea que
citemos. Los autores están encantados en unírsenos, para estudiar sus ideas, responderlas
y, quizás, en escribir más sobre equipos.
Nos gustaría saber si los cambios económicos y tecnológicos, han hecho que los equipos
sean más importantes para usted en los años recientes. ¿Se vuelven los equipos más
críticos, a medida que usted asciende a niveles gerenciales más altos? ¿El adiestramiento
en Administración de Empresas, ayuda a un ejecutivo a ser más efectivo con los equipos?
¿Menos? ¿Los éxitos previos encierran a algunos ejecutivos en hábitos que inhiben su
participación en equipos o los vuelven sordos a las ideas de otros? ¿Cómo puede Harvard
Business Review ser más útil en el mejoramiento continuo de sus propias habilidades para
conformar y trabajar en equipo?
Aunque no hay una receta garantizada sobre cómo construir desempeño de equipo,
nosotros observamos cierto número de características compartidas por muchos equipos
exitosos.
PERMANEZCAN JUNTOS MUCHO TIEMPO . El sentido común nos dice que los miembros de
un equipo deben estar mucho tiempo juntos, tanto programado como no programado,
especialmente al comienzo. En verdad, las percepciones creativas así como el vínculo
personal, requieren interacciones improvisadas y casuales, tanto como el análisis de
documentos y las entrevistas a los clientes. Los ejecutivos y gerentes ocupados,
demasiado a menudo minimizan el tiempo que permanecen juntos. Los equipos exitosos
que hemos observado, todos se daban tiempo a sí mismos para aprender a ser tales. Este
tiempo no significa que hay que estar siempre juntos, físicamente, sino que también
cuenta el que se comparte por diversos medios, tales como fax, teléfono y otros.