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UNIVERSIDAD MAYOR DE SAN ANDRÉS FACULTAD DE HUMANIDADES

Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
CARRERA DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN

Reseña critica

LA REPÚBLICA DE PLATÓN
LIBRO VII

ASIGNATURA: Filosofía de la educación EDU - 107


UNIVERSITARIA: Nahomi Estefani Gemio Grajeda
DOCENTE: Lic. Eduardo Murillo Quiroga

LA PAZ – BOLIVIA
2022
RESEÑA CRITICA DEL LA REPÚBLICA DE PLATÓN
LIBRO VII
Introducción

En este capítulo Sócrates habla sobre la importancia que tiene la educación del rey-

filósofo. Aquí expone el mito de la caverna a fin de explicar la importancia del filósofo

como guía de las personas para extraerlas de la ignorancia y dirigirlas hacia el

conocimiento.

Desarrollo

El filósofo debe ser el rey de la ciudad de la misma forma en que, para tener armonía

entre las partes, el alma racional debe guiar a las otras dos. Sin embargo, a estas alturas

del libro, Sócrates no ha definido aún qué significa ser filósofo. Semejante tarea es el

objetivo principal del libro IV y siguientes.

En nuestra vida cotidiana hablamos de muchas cosas: qué nos parece el nuevo

programa de televisión, si nos ha gustado alguien o qué nos ha parecido la comida.

Todos los enunciados de este tipo, para Platón, encajan bajo el rótulo de «opinión» o

doxa. La opinión es conocimiento del mundo sensible, de este objeto concreto o de

aquella representación del objeto.

El filósofo, en cambio, no habla de la belleza de un objeto o de una persona, sino de la

Idea de Belleza, de la Belleza en sí. El filósofo se eleva por encima de las múltiples

representaciones para pensar las Ideas que unifican la multiplicidad del mundo. No

habla de lo injusta de una situación, sino que intenta buscar lo que tienen en común

todas las situaciones injustas: busca la Idea de Justicia. Así todo, el filósofo no tiene

opinión, sino que genera ciencia (o epistémē). Las Ideas son, por tanto, el fundamento

del mundo. A pesar de que hay distintos ordenadores (de diferentes tamaños y formas),
decimos de todos ellos que son la misma cosa: un ordenador. Ese concepto que los

unifica y que nos da la esencia de cada ente es lo que Platón llama Ideas. Y esto sucede

no sólo con respecto a los objetos físicos, sino que «lo mismo sucede respecto a lo justo

y a lo injusto, a lo bueno y a lo malo, y a todas las demás».

A diferencia de los objetos del mundo sensible, que son perecederos y cambian, las

Ideas son perfectas, eternas e inmutables. Por eso, el conocimiento de los objetos es

mera opinión, pues estudia cosas cambiantes. La filosofía y la ciencia, en cambio,

estudian Ideas perfectas y alcanzan la verdad. Es en este punto del diálogo en el que

Platón introduce su famoso mito de la caverna para explicar esta distinción.

El mito de la caverna consiste en una situación hipotética en la que varios prisioneros

se encuentran orientados hacia una pared y atados de pies y manos. Detrás suyo hay un

muro y un fuego; de tal manera que lo único que ven los prisioneros son las sombras de

los objetos que sus captores pasean por encima del muro.

La situación de los prisioneros es la de la mayoría de las personas que opinan sobre los

objetos sensibles (un gato particular, una cosa justa) sin tener conocimiento de las Ideas

(Idea de Gato, Idea de Justicia). Creemos que conocemos la realidad, pero sólo

conocemos su sombra: «Un hombre, pues, que cree en las cosas bellas, pero que no

tiene ninguna idea de la belleza en sí misma».

El filósofo, en cambio, se ha desprendido de sus cadenas y ha salido de la caverna. Ha

podido, por fin, completar los objetos que creaban esas formas:

«—Por consiguiente, será preciso dar el nombre de filósofos, y no el de amantes de la

opinión, a los que se consagran a la contemplación de cada ser en sí.

—Totalmente de acuerdo».

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