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LA BUROCRACIA APLASTA A LOS DOCENTES

Se necesita, con urgencia, un cambio de modelo que garantice que los docentes se dediquen a la
docencia como función principal, y que las tareas administrativas las realicen personal contratado
a tal efecto
Alfredo Aranda Platero. Vicepresidente PIDE

"Cada paso que un docente da tiene que estar ilustrado con informes y actas".
"Cada paso que un docente da tiene que estar ilustrado con informes y actas". ACN
23 de octubre de 2021 14:07h
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La deriva burocrática en la que ha caído la educación, como si de una trampa se tratase, se ha


convertido en un problema que amenaza con ser irresoluble, dada la obstinación de los poderes
educativos en convertir a los docentes en oficinistas y administrativos que rumien datos para
obtener estadísticas que presentar a la administración para que esta pueda demostrar, sacando
pecho, lo bien que va todo a través de gráficas, diagrama de barras, gráficos de sectores o
pictogramas molones.

Cada paso que un docente da tiene que estar ilustrado con informes y actas; lo que, al final, hará
que muchos docentes aborrezcan su trabajo al no poder realizarlo sin el entramado burocrático en
el que están enredados, y, así, la desmotivación se convertirá en un virus que anide y destruya la
resistencia de la vocación docente, por muy fuerte que esta sea.

En el proceso de enseñanza-aprendizaje la burocracia es algo inútil, que no aporta nada a la


capacidad de un docente de transmitir conocimientos y valores; más bien al contrario, lo que
conlleva es una pérdida de tiempo que perjudica a la actividad docente, así como el desaliento que
produce la impotencia de estar sujetos, encadenados, a labores superfluas que la administración
fiscaliza, inspecciona, con mano de hierro como si de ello dependiera el éxito educativo.

Que la importante e insustituible labor de enseñar, se vea minada y estrangulada por tediosas
tareas administrativas constituye una de las agresiones más dañinas que se le puede hacer al
sistema educativo, dado que los docentes necesitan tiempo para reflexionar, buscar estrategias
educativas, analizar situaciones para establecer mejoras en su actividad profesional, etc. Todas
estas necesidades han sido abolidas, invalidadas, prácticamente prohibidas por quien prefiere que
los docentes dediquen interminables horas a rellenar todo tipo de documentos que, al final, solo
son una imposición jerárquica y coercitiva que alimenta únicamente las estadísticas para
almacenar en la nube.

Se necesita, con urgencia, un cambio de modelo que garantice que los docentes se dediquen a la
docencia como función principal, y que las tareas administrativas las realicen personal contratado
a tal efecto. La consejera debe de dejar de mirar a los centros con prismáticos, desde sus reales
aposentos, y acercarse a la realidad de las aulas, así advertiría que el exceso de normas, trámites y
papeleos dificulta la relación de los docentes con los alumnos, con sus compañeros, con los
progenitores y, por tanto, perjudica seriamente la salud del sistema educativo.

Es prioritario abordar este asunto a la mayor brevedad posible. La Consejería de Educación debe
convocar la mesa de negociación donde estamos representados los sindicatos del sector educativo
para iniciar un análisis pormenorizado de la situación en la que están los centros y buscar las
soluciones para terminar, de una vez por todas, con la burocracia agresiva que se ha instalado en
los centros y que ya podemos considerar como endémica.

Podemos acabar con esta pandemia del burocratismo improductivo analizando las razones por las
que el sistema ha caído en el pozo de la burocracia y ha alcanzado dimensiones inabarcables,
desproporcionadas y aterradoras que aliena al docente al encontrarse este dentro de una
maquinaria que le arrastra hacia un sinsentido de gestiones, proceso y tramitaciones.

Analizar las causas políticas, económicas o de otra índole que han favorecido este crecimiento
brutal de los quehaceres burocráticos y cómo minimizar su impacto en el docente, podría ser un
buen inicio, si la administración educativa estuviera por la labor, para encontrar una solución que
se me antoja necesaria y urgente. *

LA BUROCRACIA EN LA VIDA DEL DOCENTE IMPIDE QUE SE DEDIQUE A LA DOCENCIA

Una larga tradición en la enseñanza, que se remonta al periodo dictatorial, pero que
sustantivamente en sus formas no ha cambiado con las administraciones democráticas, es que
todo debe estar regulado, produciendo lo que Habermas ha llamado una “juridificación” de
alcance que pertenecen al ejercicio de la misma profesionalidad o al “mundo de la vida”. De este
modo, la complejidad de problemas educativos, que requería el necesario juicio profesional, se
reduce a aplicar lo que indica la Administración o sus supervisores en cada momento, por lo
demás cambiante.

En las últimas décadas ha predominado un modo de gestionar el cambio curricular que –aunque la
Administración habló de un currículo “abierto y flexible”– del protagonismo de los centros, de la
autonomía y profesionalidad del profesor, etc., en la práctica, al final del proceso, podemos decir
que se ha abocado a un modelo técnico-burocrático, que se quería cuestionar. Manteniendo, así,
un discurso de la apertura y flexibilidad curricular, no se crearon contextos que permitan hacerlo
flexible y abierto en los centros y aulas. Por ello, la autonomía ha quedado como una retórica
oficial, cuestionada constantemente por una tradición administrativa, incrementada en los últimos
años, que sobrerregula las relaciones y prácticas docentes;

A continuación compartimos con fines educativos y pastorales la publicación del portal


informativo El Confidencial en donde fue público el artículo escrito por Héctor Barnés y esperamos
que sirva de reflexión a las autoridades de los diferentes ministerios de educación.
Esto es a lo que dedican de verdad su tiempo los profesores, aunque no quieran

Cada vez es más habitual que los docentes se quejen de la gran carga administrativa y burocrática
que han de aguantar, lo que dificulta sus labores diarias e impide que se dediquen a la
investigación.

Cualquier profesor sabrá rápidamente de lo que hablamos si nos referimos a la burocratización del
trabajo del docente. Actas y actas sobre cualquiera de los aspectos de su trabajo, de las reuniones
de ciclo a los encuentros con los padres, memorias de evaluación, autoevaluación, unidades
didácticas, reuniones de orientación educativa, informes individualizados para cada alumno,
programas de diversidad, más evaluaciones y otros papeles ocasionados por la falta de personal
administrativo que obligan al profesor a pasar gran parte de su tiempo –hasta el 25% en algunos
casos como sugiere un artículo de La Nueva España– rellenando papeles.

“En España existe una tendencia a crear sistemas de control que han demostrado servir para poco
y que han generado un incremento notorio del trabajo burocrático de los profesores”, se
lamentaba en la revista ANPE Javier Carrascal, secretario estatal de organización de dicho
sindicato de enseñanza . “El incremento de las tareas burocráticas y administrativas para los
equipos directivos y los docentes no ha supuesto una mejora de la calidad de la enseñanza ni de
los resultados de nuestro sistema educativo”, concluye. Es una queja común, y de ella también se
hacía eco la profesora Luisa Juanatey en Qué pasó con la enseñanza. Elogio del profesor (Pasos
Perdidos).

Los académicos se pasan cada vez menos tiempo pensando, leyendo y escribiendo y más tiempo
rellenando formularios.

La situación es aún peor si nos fijamos en el ámbito universitario, en el que, en pos de apuntalar
una supuesta meritocracia, el control de los profesores se ha convertido en una desmedida
cantidad de trabajo burocrático forzado por la supervisión de organizaciones como ANECA. “Existe
una creciente desconfianza en el personal docente investigador, y de hecho también en el
administrativo y de servicios, que conlleva un control permanente de todos ellos, la continua
realización de informes y actas, y la obligatoriedad de seguir unos procedimientos largos, costosos
y en la mayoría de casos inútiles”, explicaba en una columna publicada en El País Ricardo Chiva
Gómez, catedrático de Organización de Empresas en la Universitat Jaume I. “No se trata solamente
de dar clase, sino de investigar, solicitar fondos, ir a congresos , escribir, evaluar, publicar…»,
señalaba Carlos Jesús Fernández Rodríguez, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma
de Madrid, en El Confidencial. Pero este no parece ser un problema exclusivamente español.

Libranos del papeleo, amén

Basta con echar un vistazo al artículo que Elaine Glaser publica en Times Higher Education para
darse cuenta de que el virus del papeleo se extiende rápidamente por el sistema educativo
mundial perjudicando la labor investigadora del profesor universitario, una de las patas más
importantes de su labor que corre el peligro de ser residual. “Los académicos se cada vez menos
tiempo pensando, leyendo y pasan escribiendo y más tiempo rellenando formularios”, explica la
autora. Las instituciones educativas aspiran a la eficiencia y una mayor productividad, y para eso
utilizan esta clase de estrategias que, paradójicamente, lo único que hacen es perjudicar la
eficiencia y productividad de los profesores.

Para entender mejor la obsesión del sistema educativo por la burocracia, la autora trae una
colación un libro de David Graeber aún inédito en España, y que aborda el problema del papeleo
en el siglo XXI. Se trata de La utopía de las reglas: sobre la tecnología, la estupidez y las alegrías
secretas de la burocracia (Melville House), en el que recuerda que la distinción entre burocracia
pública y mercado privado es un tanto ficticia. La principal pregunta que se hace el autor es “cómo
en esta avanzada economía occidental, saturada de la retórica de la austeridad, y supuestamente
habiendo recogido los frutos de la tecnología moderna, las labores administrativas han proliferado
de esa manera”.

Una de las cubiertas aducidas por el autor es que esta cantidad de papeleo puede servir como una
herramienta de control social, tal y como oculta en la vieja Unión Soviética: “Es una manera de
asegurarse de que estamos demasiado monitorizados, cansados y ocupados como para hacer
preguntas o sublevarnos”. No sólo eso, sino que daña paulatinamente la motivación del trabador,
que pasa gran parte de su jornada dedicada a tareas “que secretamente cree que no tienen
sentido”.

El futuro está en los bolis y los folios


En el caso concreto de la universidad, Graeber cree que la evolución de la jerarquía que se ha
producido en las últimas décadas ha provocado este aumento de la burocracia. La horizontalidad
de los departamentos del pasado, si bien favorecía la creación de oligarquías, ha sido sustituida
por una verticalidad que propicia la continua rendición de cuentas en forma de actas y
declaraciones de los méritos propios, señala el autor de Somos el 99% (Capitán Ritmo). Graeber se
lamenta de que la idea de que los centros educativos sean centros de aprendizaje e investigación
parezcan casi “moralmente sospechosa”, al mismo tiempo que se desprecia todo el conocimiento
que no tenga aplicaciones inmediatas.

La pasividad es uno de los rasgos que define la formación de los académicos, señala el autor. Al fin
y al cabo, aunque el papeleo no le guste a nadie, también cumple funciones psicológicamente
útiles. Después de que Glaser preguntase a unos cuantos de sus compañeros qué esperaban sobre
el auge de la burocracia, se encontraron respuestas que sugerían que esta tenía un carácter
relativamente adictivo. Se trata de una manera sencilla y cómoda de obviar otras
responsabilidades que exigen un mayor esfuerzo mental y creativo. Es como un juego de reglas
perfectas, que supuestamente ofrece transparencia, consistencia e igualdad a cambio de un
pequeño esfuerzo. Graeber denomina “optimismo cruel” a esa creencia en que cada papel será el
último, que un pequeño esfuerzo será recompensado, que todo irá mejor.

La realidad es que, de entre todos los trabajos del mundo, e incluso entre aquellos relacionados
con el conocimiento, el del profesor de uno de los más difícilmente cuantificables. Entre otras
cosas, porque en una investigación el esfuerzo y su recompensa no son constantes, sino que
depende de muchos factores. Algo semejante ocurre con la docencia, que sólo puede mejorarse a
través de la experiencia, el esfuerzo y la formación, no a través de la cumplimentación de
toneladas de formularios.

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