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Saqueo y despojo del Neoliberalismo en Latinoamérica

Facundo Guerra

Andrés Paya

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Universidad Nacional de Cuyo

Maestría de Posgrado en Estructura y Procesos Sociales con Perspectiva


Latinoamericana

Teoría política y teoría del Estado de América Latina

Docente Responsable: Dr. Emilio Taddei

Julio de 2023

Existen diversas maneras en las que una sociedad puede organizar su sistema
social y la reproducción del mismo. Podemos suponer que, la lógica deseable de esta
organización lleva implícita la idea de una distribución del trabajo colectivo y lo
producido, de manera tal que permita la reproducción del sistema social que a su vez
posibilite la reproducción de la vida. Dicha suposición que suena casi a una obviedad se
pone en duda cuando consideramos el capitalismo pues, también es evidente que el
modo de producción capitalista extendido a escala global no es capaz de satisfacer las
necesidades de reproducción material de la gran mayoría de la población mundial y,
por el contrario, genera de forma permanente un empeoramiento de las condiciones
materiales de vida de millones de seres humanos. Sin embargo, ninguna de estas
consecuencias ni las crisis y contradicciones que lo han atravesado han provocado su
derrumbe.

Por otro lado, podemos pensar que el capitalismo es un sistema complejo que,
más allá de ser una estructura económica, también puede ser interpretado a partir de
un discurso con narrativas que influyen en la sociedad y moldean la realidad social.
Estas narrativas se apoyan en ideas que construyen significados y valores que, una vez
introyectados en la sociedad, legitiman y naturalizan las lógicas de explotación y
opresión inherentes a este sistema. En este sentido, uno de los mecanismos más
poderosos del discurso capitalista es la asignación de significados cambiantes a
términos clave como riqueza, propiedad privada, progreso, desarrollo, democracia y
Estado entre otros. Estos términos se resignifican y se ajustan según las necesidades de
reproducción y consolidación del capital, convirtiéndose en los pilares fundamentales
de la narrativa hegemónica del capitalismo y de las practicas que instrumentaliza.

En la búsqueda de alternativas a este discurso dominante, consideramos


necesario detenernos a reflexionar sobre el núcleo de ideas y procesos que sustentan
el capitalismo en su fase neoliberal actual, cuestionando el relato que ha naturalizado
y legitimado un determinado orden social y económico que hoy en día ha puesto en
riesgo la reproducción de la naturaleza y con ello las posibilidades de existencia de la
vida. Una visión crítica debe profundizar la mirada en los mecanismos que hacen
posible que el capitalismo se mantenga hegemónico a pesar de sus contradicciones y
desafíos internos. Así, encontrar alternativas a un capitalismo que se muestra
hegemónico implica pensar sus fundamentos, reflexionar sobre su construcción y
replantear conceptos clave desde una mirada crítica que integre las conflictividades y
tensiones que expresa.

En el presente trabajo nos proponemos recuperar algunas conceptualizaciones


de lo que significa el neoliberalismo, su contexto histórico de emergencia para luego
reflexionar sobre las transformaciones ocurridas con la instrumentalización de políticas
neoliberales a partir de la década de 1970 en Latinoamérica; la resignificación del
Estado a la luz de estas políticas y como se expresa actualmente en nuestra región esta
nueva fase del capitalismo. En nuestro análisis nos detendremos a considerar como la
concurrencia de gobiernos y capitalismo en la fase neoliberal, ha implicado una
reconfiguración de los Estados de la mano de una avanzada del mercado como
articulador de las sociedades. Finalmente, a partir de este andamiaje, llevaremos
adelante una reflexión crítica sobre un proceso de conflictividad ocurrido en la
Provincia de Mendoza alrededor de la defensa del agua, ante los intentos de instalar
un modelo minero extractivista y contaminante en correspondencia con las lógicas de
acumulación por desposesión desarrolladas por Harvey (2005) y del consenso de los
commodities por Svampa (2012).

¿De qué hablamos cuando hablamos de neoliberalismo?


Pensar los supuestos del neoliberalismo, sus procesos de desarrollo,
consolidación y tensiones, surge como una tarea indisociable para comprender un
presente donde, con las nuevas configuraciones que tiene el capitalismo global, los
Estados aparecen desgajados ante una avanzada capitalista que los reconfiguran y
resignifican al tiempo que, los enajenan de atribuciones y las depositan en el mundo
de las relaciones privadas del orden del mercado. Partiendo de la idea de que la
reconfiguración de los Estados es consecuencia de la aplicación del núcleo de ideas
neoliberales vale preguntarse entonces ¿de qué hablamos cuando hablamos de
neoliberalismo? Una aproximación al respecto nos la proporciona D. Harvey quien
plantea al neoliberalismo como una teoría de prácticas político-económicas basadas en
la premisa de que, la mejor forma de alcanzar el bienestar de las personas consiste en
no impedir el libre desenvolvimiento de las capacidades y libertades empresariales de
los individuos bajo las garantías de los derechos de propiedad privada y libre mercado.
Bajo estas condiciones el Estado neoliberal debe promover, por diversos mecanismos
que le son propios, una férrea protección de la propiedad privada, el imperio de la ley
y las instituciones del libre mercado. En este contexto, el Estado utiliza su monopolio
en el uso de la fuerza para preservar estas libertades como prioridad. Desde estas
premisas, se considera fundamental que los empresarios y las corporaciones gocen de
la libertad para operar dentro de este marco institucional de mercados y comercio
libres. La iniciativa empresarial y la empresa privada se consideran fundamentales para
la creación de riqueza. La idea es que, el aumento constante de la productividad
conduzca a un nivel de vida más elevado para todos. Bajo el principio del derrame, la
teoría neoliberal sostiene que la mejor manera de eliminar la pobreza es a través de
los mercados libres y el libre comercio. Además, en aquellos espacios donde no se ha
desarrollado el mercado, debe ser el Estado quien debe promoverlo, pero una vez
creados la intervención estatal debe ajustarse a las premisas de no intervención y
resumirse a garantizar las condiciones anteriormente mencionadas. (Harvey, 2007)

Por su parte Perry Anderson (Anderson, 1997) nos menciona que, lo que
podemos definir como neoliberalismo se distingue del liberalismo clásico desde sus
orígenes y al mismo tiempo se conforma como una reacción teórica y política en
contra el Estado intervencionista y el Estado de Bienestar. Según Anderson, el texto
fundacional de este movimiento fue "Camino de Servidumbre" escrito por Friedrich
Hayek en 1944. Este libro constituye un ataque contra cualquier intervención estatal
en los mecanismos del mercado, lo que es considerado como una amenaza no solo
para la libertad económica sino también para la libertad política. En 1947, tres años
después, cuando el Estado de Bienestar estaba estableciéndose en Europa después de
la primera guerra mundial, Hayek convocó un encuentro en Mont Pélerin, Suiza,
reuniendo una serie de personalidades que compartían su pensamiento. Esta reunión
dio lugar a la creación de la Sociedad de Mont Pélerin, cuyo objetivo era combatir el
keynesianismo y el solidarismo predominantes y sentar las bases para un tipo de
capitalismo más puro y libre de regulaciones. Su argumento principal consistía en
advertir sobre los peligros que representaba cualquier intervención regulatoria del
Estado en el mercado ya que, el nuevo "igualitarismo" promovido por el Estado de
Bienestar socavaba la libertad de los ciudadanos y la competencia, que era esencial
para la prosperidad de todos al tiempo que, sostenían que la desigualdad era un valor
positivo que las sociedades occidentales necesitaban imperiosamente. (Anderson,
1997)

Desde otra perspectiva los autores Lavat y Dardot (2013) nos plantean una
mirada según la cual el neoliberalismo se trataría más que, de una ideología o política
económica, de una racionalidad de gobierno cuya principal característica pasaría por la
generalización de la competencia corno principio de conducta y de la empresa como
forma de subjetivación. El concepto de racionalidad de gobierno fue desarrollado por
Foucault (2007) para dar cuenta de aquellas racionalidades por las que se han
instrumentalizado procedimientos por medio de los que se dirige, desde la
administración de Estado, la conducta de las personas. De manera tal que, al
incorporar el concepto de racionalidad de gobierno se refieren a que, dicha
racionalidad, no solo tiende a organizar la acción de los gobernantes sino también el
comportamiento de los propios gobernados. Es en este concepto de racionalidad
donde encuentran la respuesta a cómo, a pesar de las consecuencias negativas que
implican el desarrollo de políticas neoliberales, las mismas siguen teniendo una
inusitada vigencia entendiendo que el neoliberalismo es productor de determinadas
relaciones sociales, formas de vivir y subjetividades, es decir maneras específicas de
existir. Así, el neoliberalismo puede ser definido como el conjunto de discursos,
prácticas y dispositivos que establecen una forma propia de gobierno de las personas
bajo el principio universal de la competencia. En coincidencia con Michel Foucault
(2007) los autores destacan que el neoliberalismo tiene su acto fundacional en el
Coloquio Walter Lippmann realizado en 1938. Sobre ello nos van a decir que, los que
pensaron el neoliberalismo en aquella ocasión, no lo concibieron como una
continuidad del liberalismo clásico con sus premisas de laissez faire, por el contrario,
consideraron que el dogmatismo del laissez faire y el reformismo social que se estaba
implementando posteriormente para resolver la crisis del capitalismo de la década 30,
conducían al peligro del colectivismo y el socialismo. La base del planteo partía de
considerar que el mercado no era un producto espontaneo de la naturaleza, como
pensaran los liberales clásicos, sino que es el resultado de una acción deliberada y
racional del hombre y como tal debe ser construido por el Estado. De ahí que el
neoliberalismo no se trataría de una retirada del Estado sino por el contrario, un
Estado fuerte que interviene para garantizar las condiciones necesarias para la
reproducción del mercado pero sin intervenir en la economía. (Dardot y Laval 2007)

Independientemente de las particularidades, las distintas conceptualizaciones


de neoliberalismo que hemos observado, coinciden en plantear un núcleo de ideas
comunes de las que se desprenden ideas subsidiarias las que, aplicadas, podemos
identificar como programas de gobierno o políticas neoliberales. Creemos que la idea
común que subyace y sobre la que se construye el neoliberalismo es, la del desarrollo
de una economía de mercado sin ningún tipo de trabas y limitaciones en
correspondencia con la instrumentalización de un Estado garante y articulador de las
condiciones óptimas necesarias para el cumplimiento de la primera premisa. En su
conjunto, las dimensiones de mercado-Estado en una relación simbiótica de relaciones
emergentes, constituirían la clave de entendimiento de una racionalidad de gobierno
neoliberal.

Del Estado de Bienestar al Estado Neoliberal

Desde una fuerte crítica al Estado de bienestar y a las políticas Keynesianas el


neoliberalismo va a permanecer latente hasta la década 1970 momento en el que, la
crisis del capitalismo de aquella época va a dar ocasión de ponerlas en práctica. Luego
de la crisis del 30, la aplicación de políticas Keynesianas se mostraron efectivas para
resolver la crisis que se había desencadenado. La expansión del capitalismo en los
países centrales durante las décadas del 50 y 60 pareció confirmar la confianza en
dichas políticas intervencionistas. En ese contexto los planteos neoliberales de
centralidad del mercado y de no intervención del Estado ocuparon un lugar de
marginalidad, frente a las respuestas que estaba dando lo que se denominaba el
Estado de bienestar social. Al respecto Harvey (2007) nos plantea que las
transformaciones realizadas a partir de la segunda guerra mundial fueron
implementadas con el objetivo de evitar que se revivieran las condiciones que habían
amenazado al orden capitalista durante la gran crisis del 30. De manera tal que con
ellas se pretendía evitar no solo la reemergencia de los conflictos geopolíticos que
habían provocado la segunda guerra sino también en el seno de los propios países
centrales, construir formas de compromiso de clase entre el capital y trabajo a partir
de una combinación entre Estado, mercado e instituciones democráticas que evitaran
la conflictividad interna y por el contrario garantizaran la estabilidad y el bienestar. De
esta forma y, a partir de las premisas del Estado de bienestar, se comenzaron a
implementar políticas en los países centrales en las cuales el poder estatal actuó
activamente en la planificación he intervención de la economía con medidas
redistributivas junto con la estructuración de sistemas de protección social que dieron
como resultado un aumento de las tasas de empleo, mejoras en los salarios, acceso al
consumo, y una expansión generalizada del capitalismo.

La crisis desencadenada durante la década de 1970, provocó una profunda


recesión en los países del capitalismo central. Altas tasas de inflación y empleo
combinadas con bajas tasas de crecimiento –estanflación- pusieron en duda la
capacidad de respuesta del Estado de bienestar cuyos principios comenzaron a ser
fuertemente cuestionados. En ese contexto los planteos neoliberales que, habían
estado latentes desde la década de 1930, comienzan a tener un inusitado
protagonismo, y la aplicación de sus recetas fueron vistas como la solución a la crisis
que atravesaba el capitalismo. Para los voceros del neoliberalismo la crisis había sido
desencadenada por los sectores sindicales que, con sus presiones salariales, habían
erosionado la base de acumulación del sector privado al tiempo que habían provocado
que Estado incrementara sus gastos sociales. Frente a esto la solución que proponían
pasaba por un Estado fuerte que pusiera un límite a los sindicatos y, en un control de
dinero pero solo limitando este control a los gastos sociales y a las intervenciones
económicas. (Anderson, 1997). En un contexto signado por la Guerra Fría el momento
se mostró oportuno para reconfigurar el capitalismo, ahora centrado en el mercado y
resignificar el rol del Estado en el nuevo orden neoliberal.

Desde otra perspectiva, la aplicación del modelo neoliberal puede ser


interpretado como una respuesta ante el riesgo de perdida de privilegios de clase de la
elite dominante que podía desencadenar la crisis económica. Nos plantea Harvey
(2007) que, luego de la Segunda Guerra, un acuerdo implícito en las lógicas capitalista
fue una restricción en las clases dominantes en beneficio de una mayor participación
económica de los trabajadores en la riqueza producida. Así, mientras no se dieron
dificultades en el crecimiento esta mayor participación de los trabajadores en la
riqueza no resultaba un inconveniente. Sin embargo, la crisis de 1970 había propiciado
también una avanzada de las fuerzas políticas de izquierda en los países del
capitalismo central ofreciendo soluciones que ponían en riesgo la propia continuidad
del sistema capitalista. Ante esta situación, la amenaza sobre la posición de privilegio
de clase de las elites resultaba ser un peligro real con lo que la salida neoliberal, su
discurso y recetas, resultaron un camino válido para preservar sus privilegios y
acrecentarlos, consolidando con ello las lógicas de acumulación y desigualdad como
rasgo característico del neoliberalismo.

El primer país en el que se va instrumentalizar un Estado neoliberal fue Chile


tras el golpe de Pinochet en 1973, sirviendo como antesala de ensayo para el posterior
giro neoliberal durante la década de 1980, de Gran Bretaña bajo el gobierno de
Margaret Thatcher y Estados Unidos con Ronald Reagan. A partir de entonces el
neoliberalismo se va a expandir, primero en los países bajo influencia de los centros
capitalistas occidentales y, con el fin de la Guerra Fría, a escala global dando inicio con
ello a la mundialización del capitalismo en su fase neoliberal. Desde entonces
prácticamente todos los Estados del orbe han adoptado alguna teoría neoliberal o bien
aplicado alguna de sus políticas. (Harvey, 2007; Amin 2001). En la práctica los Estados
que se reconfiguraron como neoliberales llevaron adelante una amalgama de políticas
que, en esencia, privilegiaban el rígido principio de convertir al mercado en la columna
vertebral sobre la cual se articula la sociedad. Así, la recomposición y
desmantelamiento de los Estados de Bienestar se llevó adelante por medio de una
serie de políticas y acciones, todas tendiente al mismo objetivo de poner al mercado
en una centralidad sin interferencias para su desarrollo. (Harvey, 2007)

Desde sus comienzos el neoliberalismo ha tenido distintas etapas con


características propias. Un primera la podemos identificar desde su irrupción en
escena pública a partir del golpe de 1973 de Pinochet en Chile, la llegada de Theatcher
al gobierno de Gran Bretaña y Reagan a Estados Unidos que, sin ser los únicos, resultan
los ejemplos más característicos del periodo. Durante esta etapa que se extiende a lo
largo de la década del 1980 y, en bajo el contexto de la Guerra Fría Vigente, el
neoliberalismo en aquellos países donde se implementa lleva adelante el
desmantelamiento del Estado de bienetar, centrándose en algunas políticas propias
como la implementación de legislaciones antisindicales, achicamiento del gasto social,
desregulación y liberalización de mercados, privatización de empresas públicas,
reducción de impuestos, promoción de inversiones extranjeras, entre muchas variadas
acciones institucionales para alcanzar sus objetivos.

El fin de la Guerra Fría marca el inicio de un segundo momento y una nueva


versión de neoliberalismo que, ahora sin restricciones, se extiende con una renovada
ortodoxia a escala global dando lugar a la mundialización capitalista en su fase
neoliberal. El contenido de lo que se dio a denominar como consenso de Whasington,
tema que retomaremos, le da una caracterización al periodo sin embargo, nos interesa
destacar en este apartado la reflexión que realiza Samir Amin (2001) sobre esta etapa
por resultarnos esclarecedora incluso para los tiempos que corren. Va a decir Amin al
respecto que, la mundialización capitalista en su fase neoliberal es necesariamente
polarizante, en el sentido que genera una desigualdad creciente entre los que
participan del sistema. De manera tal que cualquier política de recuperación de los
países periféricos para alcanzar niveles de desarrollo similares a los centrales se
encuentra obturadas por entrar en conflicto con la polarización mencionada. Por otro
lado nos menciona que, la articulación de la mundialización polarizante se articula
alrededor de cinco monopolios: el monopolio de las nuevas tecnologías; el del control
de los flujos financieros a escala mundial; el control del acceso a los recursos naturales
del planeta; el control de los medios de comunicación; el monopolio de las armas de
destrucción masiva. La instrumentalización de estos monopolios se llevaría adelante
por la acción complementaria de del gran capital y de los Estados que se encuentran a
su servicio. (Amin, 2001).

Las crisis generadas durante la primera década del presente siglo y, sobre todo
la ocurrida en 2008 con repercusiones globales, pusieron en jaque al neoliberalismo
dando lugar a replanteos con avances y retrocesos del orden neoliberal. Creemos que
actualmente estamos inmersos en ese proceso, sin que podamos avisorar un resultado
claro de esta etapa en curso.

La irrupción del neoliberalismo y la década perdida

En las últimas décadas América Latina ha atravesado profundas crisis políticas,


sociales y económicas. La irrupción e instrumentalización del neoliberalismo, con las
dictaduras que asolaron la región en la década de 1970, desencadenó un proceso de
profundas transformaciones económicas acompañadas por reajustes estructurales en
los estados latinoamericanos que mantiene su continuidad hasta el presente. El
conjunto de estas modificaciones contó con el consentimiento de gobiernos que
pusieron los resortes institucionales del Estado a disposición de las demandas que la
nueva fase del capitalismo requería.

Las políticas neoliberales que se van a consolidar en la década de 1990, van a


tener como telón de fondo, las dictaduras instauradas en la región durante la década
de 1970. La primera de ellas en Brasil (1964-1985), seguida por Argentina (1966-1973),
Bolivia (1971-1978) y (1980- 1982), Chile (1973-1990), Uruguay (1973-1984), y
nuevamente en Argentina (1976-1983). Estas dictaduras bajo el mandato de los
imperativos del capitalismo mundial van a iniciar una serie de reformas de Estado
caracterizadas por privatizaciones, desregulaciones, liberalización financiera,
legislación antisindical, descentralización entre otras que, tuvieron como objetivo el
desmembramiento del Estado como regulador excluyente del desarrollo económico.
Vale decir que, las acciones violentas y represivas llevadas adelante por estas
dictaduras no solo tenían por finalidad despolitizar la sociedad, sino que llevaban
implícito el objetivo de resignificar al Estado conforme a las premisas neoliberales
despojándolo de su rol de articulador de la sociedad. Así, el objetivo de los golpes no
fue solo el derrocamiento de determinado gobierno tanto como sentar las bases para
la fundación del nuevo orden neoliberal.

Como ha sido mencionado, el grado de centralidad política e intervención que


poseían los estados en décadas precedentes significaba un obstáculo para la expansión
del capital en su opción neoliberal, sumado esto a los peligros que representaba para
el norte imperial la avanzada de posiciones de izquierda en la región, temor que
también era reflejo de lo que ocurría en el norte global. La conjunción de estos
factores, fue rápidamente resuelto con la implantación sistemática en la región de
golpes de estado que desarticularon las fuerzas democráticas y comenzaron el
desmembramiento de los llamados estados de bienestar.

Resulta conveniente en este punto desarrollar brevemente como las crisis de


deuda en los países latinoamericanos tienen su origen durante las dictaduras militares
y como las mismas se articulan con las imposiciones del capital internacional. A tal fin
consideramos que la irrupción y estructuración del neoliberalismo con las dictaduras
en Latinoamérica es concomitante al nuevo régimen de acumulación que los países del
capitalismo central, en su fase neoliberal, estaban inaugurando. Los gobiernos de
Latinoamérica durante la década de 1970 tuvieron un acceso al crédito internacional
en condiciones de enorme flexibilidad. En aquel momento se daba una situación de
auge financiero que, a su vez, tenía sus razones mayormente en el incremento de los
ingresos de los países petroleros quienes habían colocado sus petrodólares,
susceptiblemente por presiones o convencimiento estadounidense, en depósitos
bancarios de los Bancos de inversión de Nueva York (Harvey, 2007).

Este movimiento del capital internacional se complementaba con las reformas


estructurales de los Estados que, los gobiernos mayormente dictatoriales de la región,
estaban implementando y que tendían a un proceso de liberalización financiera
favoreciendo la fuga de capitales del sector privado. Así, la mayor parte del
endeudamiento no fue destinado a las mejoras de cualquiera de las áreas que
administra un Estado, sino a sectores privados que iniciaron un ciclo de fuga y
especulación financiera característica de la fase neoliberal. La suba de las tasas de
interés en 1979 que se realiza durante la administración Reagan en Estados Unidos,
pone en crisis el ciclo de la deuda. Como buena parte de la deuda contraída por los
países latinoamericanos era a mediano y corto plazo con tasa variable, esta suba de
interés repercute directamente sobre los valores de la deuda contraída. La baja de los
precios a nivel internacional de las materias primas, en el contexto de una economía
reprimarizada, completan el escenario en el que se desencadena la crisis. El resultado
va a ser el completo descalabro de nuestras economías que se encontraron con
enormes dificultades para responder a los pagos, y que va a ser las causas de las crisis
que atraviesan los gobiernos ahora mayormente democráticos durante la década de
1980. Fue a partir de entonces cuando el FMI y el Banco Mundial se convirtieron en los
promotores del fundamentalismo del libre mercado y la ortodoxia neoliberal. A cambio
de la refinanciación de sus deudas, a los países en crisis y que las poseían, se les exigía
que aplicaran reformas estructurales de neto corte neoliberal dando origen con ello a
la invención de los ajustes estructurales, recurrentemente mencionados en los
programas del FMI. (Harvey, 2007). La década perdida, como fue denominada la
década de 1980 va a estar caracterizada por la crisis económica legada por las
dictaduras militares.

Recuperando el razonamiento que plantea David Harvey (2005) podemos


interpretar la crisis de la deuda que asolo a Latinoamérica durante la década de 1980
como una respuesta a la crisis de acumulación de los países del capitalismo central.
Siguiendo al autor, las crisis de sobreacumulación el capitalismo las resuelve con
relocalizaciones del capital, pues si ese capital se mantiene inactivo comienza a perder
su valor, es decir, se devalúa. De ahí la necesidad de expansión y relocalización para su
reproducción y, siempre bajo condiciones de explotación. De manera tal podemos
pensar que, las condiciones ventajosas para el acceso al crédito estaban dadas por las
propias necesidades de reproducción del capital, encontrando en los países de
Latinoamérica un lugar favorable para colocar activos al tiempo que, como una
manzana envenenada, sembraban la semilla de la crisis que atraviesa la década.

Del consenso de Washington a la crisis del modelo neoliberal

Si las políticas neoliberales aplicadas en los países latinoamericanos durante la


década 1990 tuvieron como antesala las dictaduras militares, dichas políticas se van a
ver reafirmadas y renovadas con las propuestas/imposiciones surgidas del
denominado consenso de Washington, un paquete de reformas anidadas en las
reformas ya mencionadas que promovía el neoliberalismo. Los cambios operados
durante la década, a partir del consenso de Washington no tuvieron un saldo positivo
y, por el contrario, mantuvieron y profundizaron las condiciones de desigualdad en la
región generando, a su vez, aquellas para la emergencia de diversas tensiones y
conflictividades sociales. Pedro Brieguer destaca como característica sobresaliente en
Latinoamérica en los noventa, el éxito del discurso neoliberal para legitimar la
aplicación de las transformaciones que proponía armándose de un fuerte consenso
social. A partir de un relato articulado entre el Estado y grandes medios de
comunicación se construyó una narrativa que legitimaba el neoliberalismo y las
transformaciones que implicaba (Brieguer, 2002). Resulta relevante lo planteado por
Brieguer, en relación a lo desarrollado anteriormente por Dardot y Laval (2007)
referido a la racionalidad de gobierno en la conceptualización del neoliberalismo.
Entendemos que este consenso se encuentra en la base del dispositivo de la
racionalidad de gobierno neoliberal tal como lo plantearon dichos autores, aunque
vale decir que el mismo no siempre se logra de manera pacífica sino que la violencia
siempre ha sido una opción del neoliberalismo para imponer sus políticas, poniendo en
tensión el empleo del termino consenso.

Por otro lado es necesario mencionar que esa misma narrativa discursiva se
encargaba de invisibilizar las consecuencias negativas del modelo, facilitando que las
políticas neoliberales alcanzaran un alto grado de acuerdo en amplios sectores
sociales, lo que permite comprender la rapidez y el consenso logrado para
instrumentalizar las reformas. Así, y tras lo que había ocurrido en la década del
ochenta en pocos años el programa neoliberal lleva adelante las premisas del
consenso de Washington, e instala un pensamiento ideológico legitimado, planteado
como único posible (Brieguer, 2002) para alcanzar el desarrollo y la modernidad en
contraste con lo que había significado la década anterior. La demonización del Estado y
la ponderación de lo privado y el mercado fueron las premisas fundamentales que se
articularon en el discurso. En este contexto se impone la idea de un Estado ineficiente,
corrupto, y que todo servicio o empresa en manos del Estado debe pasar a manos del
mercado para garantizar su funcionamiento.

El relato neoliberal planteaba que, la ejecución de las medidas propuestas


generaría un crecimiento donde la riqueza derramaría hacia el conjunto de la sociedad.
El planteo tenía un correlato narrativo positivo en el sentido de que, eran las
transformaciones necesarias para entrar en el camino del desarrollo y crecimiento, a la
par de uno negativo que sostenía que era el único camino posible caso contrario
quedaríamos condenados al atraso.

La aplicación del programa neoliberal no mejoró las condiciones de vida en los


países de la región por el contrario acrecentó la desigualdad expresada en aumento de
los índices de desocupación, pobreza, exclusión, contracción del salario, dando cuenta
de los conflictos desencadenados en distintos escenarios y geografías, que tuvieron
como factor común la confrontación contra las consecuencias sociales que el
neoliberalismo dejaba a su paso. Así, frente a una realidad en la que se silenciaron,
negaron y obturaron las demandas de los sectores excluidos se fueron gestando
espacios de articulación colectiva como campos de disputa al neoliberalismo.

Nos parece importante resaltar que a pesar del relato liberal que preconizaba
artificiales consensos de ficción democrática, se dieron y se dan muchas y variadas
resistencias a lo largo de Latinoamérica que recibieron y reciben la embestida
discursiva de negación y demonización de la narrativa neoliberal. Introducir en nuestro
análisis estas resistencias explicadas a través de ciclos de conflictividad, nos resulta
relevante por considerarlos campos en donde, desde la resistencia a las políticas
neoliberales, se expresan las tensiones propias del neoliberalismo en esta fase de
explotación.

El año 1994, con la irrupción pública del movimiento zapatista, fue señalado
como el momento de apertura del ciclo de conflictividad social que se extenderá
durante los años noventa y parte de la década siguiente, con sus particularidades
regionales en la geografía Latinoamericana. También y, en relación a este ciclo,
debemos mencionar las luchas del Movimiento de Trabajadores Rurales de Brasil que,
si bien ha tenido instancias anteriores de lucha en el tiempo, renuevan la disputa a la
luz de las políticas articuladas con el consenso de Washington; los movimientos de
piqueteros y trabajadores desocupados que surcaron la geografía de Argentina a partir
del año 1996 junto con las organizaciones campesinas las que, en el año 2000 van a
confluir en el Movimiento Nacional Campesino Indígena; el movimiento indígena de
Ecuador que junto a las movilizaciones campesinas y del Frente Unitario de
Trabajadores tomaron las calles en protesta al gobierno de Abdalá Bucaram; la guerra
del agua en Bolivia durante los años 2000 y 2001 y, la del gas ocurrida en el año 2003
también en este país, y por ultimó el conflicto de la comuna de Oaxaca, México
ocurrido en 2006. Todas estas expresiones de resistencia organizada contra el
neoliberalismo, que abarcaron distintas geografías latinoamericanas, se dieron junto a
otras protestas, movilizaciones, puebladas de organizaciones de base que articulaban
espacios de organización, resistencia y lucha en las resquebrajadas fisuras que el
neoliberalismo dejaba en el tejido social.

El ciclo de conflictividad social que se iniciara a mediados de la década de 1990


se va intensificar durante el comienzo del siglo XXI. Multiplicadas las manifestaciones
en contra del tendal de pobreza y precarización de la vida que el neoliberalismo dejaba
a su paso, organizaciones sociales y amplios sectores de la sociedad confluyeron en las
calles reclamando el fin de estas políticas. Paralelamente, la crisis de legitimidad de las
políticas neoliberales impacto en fuertes quiebres institucionales provocando la caída
de gobiernos responsables de la articulación de dichas políticas. Así podemos observar
que, como resultado de estas manifestaciones, entre los años 2000 y 2005 se
produjeron renuncias de gobiernos que, sin posibilidades de solucionar la crisis e
imposibilitados de profundizar las políticas que venían llevando adelante, los condujo a
su propia derrota al frente de los gobiernos provocando su renuncia o destituciones:
en Perú 2000, Ecuador (2000 y 2005) Argentina (2001) y Bolivia (2003 y 2005).

El ciclo de conflictividad no sólo puso en evidencia la crisis del modelo


neoliberal inaugurado con las dictaduras latinoamericanas y agudizado con el consenso
de Washington, sino que también contribuyó a romper los consensos sociales en los
que se apoyaba como proyecto de desarrollo. Como hemos relatado la salida a la crisis
del modelo neoliberal se expresó de manera traumática en Latinoamérica con
manifestaciones populares, represiones, y caída de gobiernos de matriz neoliberal.
La respuesta a esta fase del neoliberalismo generó procesos diversos para los
países de la región encontrando en ellos diferencias y similitudes. En este sentido,
siguiendo a Seoane (2018) podemos mencionar tres escenarios sociopolíticos que se
estructuraron luego de la crisis. En algunos países vamos a encontrar una renovación
de las políticas neoliberales dando lugar a lo que se denominó neoliberalismo de
guerra caracterizado por democracias autoritarias que, bajo una militarización de las
relaciones entre el Estado y la sociedad, promueve un disciplinamiento de corte
represivo en contra de los sectores subalternos y aquellas manifestaciones que se
oponen a la continuidad de las políticas neoliberales, ahora con una agudización de la
matriz extractivista exportadora. México, Colombia y Chile y, más recientemente tras
la embestida de las fuerzas políticas conservadoras a partir de mediados de la segunda
década del siglo, lo vamos a ver en Argentina con la presidencia de Macri, Bolsonaro
en Brasil, Lenin Moreno en Ecuador y de Lacalle Pou en Uruguay.

Otro escenario es el llamado neodesarrollismo, que se trata de experiencias


progresistas que centran su accionar en recuperar la centralidad del Estado en
contraste con la retórica neoliberal. En este sentido articulan una serie de políticas
sociales de contención y paliativas de la pobreza a la par que, promueven políticas de
recuperación del empleo por medio de una intervención activa en algunos sectores de
la actividad industrial, al tiempo que promueven un reposicionamiento en el
capitalismo global. En este sentido fueron las experiencias de Néstor Kirchner en
Argentina y de Lula Da Silva en Brasil, frustradas posteriormente con la nueva ola de
gobiernos de derecha que avanzaron en la región.

Por último, mencionamos el Socialismo del Siglo XXI o Socialismo Comunitario,


cuyas experiencias más notables las encontramos con la presidencia de Chávez en
Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Correa en Ecuador. Se trata de un modelo con una
amplia base popular que se posiciona de manera contrahegemónica contra el
neoliberalismo, desde una confrontación contra la matriz Liberal colonial del Estado.
En este sentido apuestan a una profundización de las prácticas democráticas por
medio de la redistribución del poder, el ingreso y la riqueza, con la participación en los
procesos de toma de decisiones de sectores tradicionalmente excluidos, subalternos
de esas sociedades. Desde estas premisas se instrumentan profundas modificaciones
estructurales e institucionales del Estado, avanzando en la recuperación de recursos
naturales junto con un control público de áreas estratégicas de la economía. Vale decir
que estos gobiernos en el último tiempo también sufrieron los embates de la derecha
en la región, como el caso de Ecuador donde el gobierno de Lenin Moreno se
desenvolvió con las características del tipo Neoliberalismo de Guerra, o en el caso de
Bolivia donde el golpe orquestado en contra de Evo Morales tuvo las mismas
intenciones mientras que, Venezuela logra resistir a los permanentes intentos de
desestabilización.

La respuesta dado por los países a la crisis neoliberal fueron diversas, mientras
algunos países mostraron una continuidad con aquellas desde la instrumentalización
de un neoliberalismo de guerra, otros avanzaron desde planteos más confrontativos
desde el socialismo del siglo XXI o socialismo comunitario mientras que, desde los
neodesarrollismos adoptaron posiciones intermedias y de transacción desde un
reposicionamiento con el capitalismo global. Si bien los últimos dos modelos
mencionados morigeraron el impacto del neoliberalismo, insertos en un mundo
desigual la explotación tomó otros rumbos, a partir de una reconfiguración del
capitalismo. En este sentido coincidimos con Seoane (2018) quien observa que la crisis
económica desencadenada en el año 2008 dio lugar a un avance de los sectores más
conservadores de los poderes imperiales, propiciando a su vez un resurgir de las
fuerzas políticas nacionales alineadas con los intereses del capital internacional. Así, las
transformaciones operadas en el centro del capitalismo y sus derivaciones en
Latinoamérica pueden ser leídas como un renovado neoliberalismo.

En este sentido nos parece oportuno volver a mencionar el estudio que realiza
Harvey (2005) sobre los mecanismos con los que se fue estructurando el
neoliberalismo, desde un análisis del capitalismo y las respuestas que ha dado a las
crisis de sobreacumulación. Para ello destacamos el concepto de acumulación por
desposesión que desarrolla como marco explicativo. Resalta el autor que la
acumulación originaria descripta por Marx no es algo que ocurre una vez, sino que es
un proceso concomitante al capitalismo en todo su desenvolvimiento histórico con lo
que podemos observar procesos de acumulación originaria en todas sus fases, de ahí
que prefiera el término de acumulación por desposesión. El planteo es que, en una
crisis de sobreacumulación y ante la incapacidad de generar una mayor acumulación
por medio de una reproducción ampliada, para que el capital sobreacumulado no
pierda valor, los excedentes pueden ser absorbidos por desplazamientos del capital en
proyectos de largo plazo en términos de tasa retributiva de ganancia, por ejemplo
educación, infraestructura, entre otros, o bien por desplazamientos espaciales
incorporando nuevas territorialidades a los mecanismos de explotación del capital o
con una combinación de ambas. La expansión geográfica del capital como respuesta a
una crisis de sobreacumulación, crea un espacio articulado en función de las relaciones
de explotación del capitalismo necesarias para su reproducción y funcionamiento. La
consecuencia de este mecanismo desencadena procesos depredatorios, convirtiendo
estos espacios en meras mercancías y expulsando de ellos a todo lo que no se
configura en una lógica mercantilista.

Podemos advertir que la etapa neoliberal inaugurada con el consenso de


Washington se ajusta al esquema planteado por Harvey, en lo que refiere a una de las
formas de desposesión sobre todo considerando la privatización de recursos y servicios
que eran del Estado y la financiarización de la economía; mientras que lo que hoy
podemos observar tras la reconfiguración del capitalismo global luego de una nueva
crisis, es el traslado de capitales al sector primario de las economías en lo que Svampa
(2012) denomina un nuevo consenso, a saber Consenso de los Commodities,
repitiendo la lógica de acumulación por desposesión.

Los nuevos rostros del Despojo

Svampa introduce asertivamente el concepto de Consenso de Commodities


para dar cuenta de cómo se ha instrumentalizado durante la segunda década del s.XXI
una nueva fase neoliberal que, teniendo continuidades y novedades con el Consenso
de Washington, se constituye con particularidades propias en una nueva etapa de
acumulación por desposesión (Harvey, 2005). Nos dice Svampa (2012) que el Consenso
de los Commodities ha significado el paso de un modo de acumulación centrado en la
financiarización de la economía a una reprimarización de la misma. Si bien la
centralidad de las actividades primarias no es una novedad en la región en el marco del
capitalismo, la actual fase neoliberal de acumulación le proporciona nuevas
características. En este contexto se ha desarrollado un proceso de intensificación de
importación de bienes naturales hacia las potencias centrales en una renovada
relación de reproducción de asimetrías en correspondencia con una mundialización
polarizante.

. El nuevo modelo de acumulación de Consenso de los Commodities ha


generado un ciclo de despojo de bienes naturales, un modelo extractivista que implica
una explotación intensiva de recursos no renovables de la mano de la incorporación de
territorios considerados improductivos a los modos de producción capitalista,
ajustándose a lo que plantea Harvey (Harvey, 2005) en relación a la acumulación por
desposesión y, en coincidencia también. El extractivismo plantea una relación de
dependencia con las potencias centrales conforme a sus propias demandas, en el
marco de una reprimarización de las economías latinoamericanas y periféricas en
general. En ese contexto la explotación/despojo no es solo de recursos mineros e
hidrocarburíferos, sino que, debemos incluir el agronegocio asociado al monocultivo
que orienta la producción de manera intensiva en función del precio y la demanda de
los países centrales o emergentes como China y la India. La incorporación de estos
espacios de forma depredatoria al modo de acumulación de los Commodities provoca
una destrucción, en muchos casos irrecuperable, del ambiente a la par que la
desestructuración de estos territorios expulsa comunidades que se encuentran en una
situación de desamparo del Estado, favoreciendo así una concentración de la
propiedad a gran escala. Paralelamente la incorporación de nuevos territorios y áreas
de explotación, implican el desarrollo de obras de infraestructura que permitan la
extracción del recurso y su traslado a los puntos de salida. Es a tal fin que los estados
encuentran fuentes de financiamiento internacional, siempre proclives a este tipo de
inversiones que no tienen por finalidad el desarrollo de un territorio en función de las
necesidades de integración social sino, por el contrario, incorporarlo a las formas de
explotación extractivistas. En esta lógica de incorporación y explotación de espacios, el
modelo extractivista genera emplazamientos direccionados a la extracción de un
recurso determinado estrechamente relacionado y dependiente de la demanda
internacional. De esta forma el modelo del Consenso de los Commodities siguiendo el
patrón de la acumulación por desposesión (Harvey, 2005) configura territorios de
acuerdo a sus propias necesidades, depredando el ambiente, desintegrando y
fragmentando esquemas sociales previos, desarticulando cadenas productivas que no
se ajustan a sus propios criterios y, ocurrido el proceso de despojo, dejando espacios
ambientalmente destruidos y comunidades desintegradas con escasas posibilidades de
desarrollo.

La minería contaminante, una forma neoliberal de despojo y depredación.

Bajo las condiciones explicadas del Consenso de los Commodities (Svampa,


2012) y la acumulación por desposesión (Harvey, 2005) en las últimas décadas se ha
venido desarrollando en la región un tipo de minería bajo los criterios del
extractivismo. Vale aclarar que, empleamos el termino extractivismo y sus
derivaciones semánticas en el sentido empleado por Acosta (Acosta, 2011), según el
cual es definido como la explotación en gran escala de recursos naturales, que se
exportan como commodities y generan economías de enclave. La minería en
Latinoamérica no es un fenómeno novedoso, el despojo de los recursos naturales y en
especial en este rubro viene ocurriendo desde los inicios de la conquista del
continente. Sin embargo, la reconfiguración ocurrida en último tiempo del capitalismo
global a partir del inicio del ciclo neoliberal descrito por Harvey ( 2005) le da una serie
de definiciones y características propias en esta etapa histórica. En Argentina el
extractivismo se ha expresado con mayor claridad en el agronegocio y la minería que
representan los sectores más dinámicos de las exportaciones. La minería a cielo
abierto es la actividad extractivista que más tensiones ha provocado en el último
tiempo, desencadenadas a partir de diversos elementos concomitantes al propio
carácter extractivista, entre los que podemos mencionar la depredación ambiental, la
incompatibilidad con otras actividades económicas que se desarrollan en los lugares
donde se desarrollan estos emprendimientos, expulsión de poblaciones campesinas y
originarias a través de los mecanismos de privatización-apropiación de tierras
comunitarias y bienes comunes, supresión de actividades laborales no mercantilizadas,
entre otras consecuencias que podemos mencionar.

El modelo normativo que regula la minería en Argentina se comenzó a gestar


durante la década del 90. Fue en pleno auge del neoliberalismo cuando se realizaron
las modificaciones que permitieron la desregulación de la actividad al tiempo que
generó la ingeniería jurídica necesaria para el desarrollo de la actividad con las lógicas
extractivistas. La desregulación del sector, promovida bajo las recomendaciones del
Banco Mundial, se llevó adelante durante los gobiernos de Carlos Menem y giró
fundamentalmente en torno a tres criterios: exenciones impositivas, reducción de
tasas de importación y una profunda omisión de los criterios de preservación
ambiental. La desregulación de la actividad así operada fue el estímulo necesario para
un desplazamiento del capital, mayormente extranjero, a la actividad minera bajo los
criterios del modelo extractivista.

El desarrollo tecnológico de los métodos de extracción favoreció la


incorporación de áreas tradicionalmente consideradas de escasa rentabilidad para la
explotación minera. Las aplicaciones de estas tecnologías son observadas en un tipo
específico de la actividad conocida como minería a cielo abierto. La minería a cielo
abierto se realiza sobre las capas superficiales de la tierra a diferencia de la forma
tradicional de galerías subterráneas. Los minerales que se extraen por este método se
encuentran dispersos en partículas en la roca, por lo que, para extraer el mineral que
se desea es necesario remover cantidades ingentes de piedra empleando explosivos
que perforan la superficie, creando profundos cráteres en el proceso y constituyen el
paisaje típico de la minería a cielo abierto. El mineral se extrae por lixiviación,
empleando químicos de altísimo valor contaminante como mercurio, cianuro, ácido
sulfúrico y, cantidades enormes de agua potable que puede llegar a 300 mil litros por
día y que es contaminada e inutilizable. Los residuos del proceso, son depositados en
enormes diques de cola que representan un enorme riesgo ambiental por el potencial
contaminante que contienen. La contaminación del aire, de aguas superficiales y de
acuíferos subterráneos, la alteración de la flora y la fauna y conflictos con las
comunidades que se ven afectadas por esta actividad, son solo algunas de las
consecuencias de la minería a cielo abierto.

Mendoza contra el despojo.

La Provincia de Mendoza se encuentra situada en el centro-oeste argentino,


una ubicación geográfica privilegiada para la minería a cielo abierto dado que, una
porción de su territorio es ocupado por los faldones de la cordillera de los andes, una
importante fuente de recursos minerales. Esta ubicación hizo que estuviera desde un
principio considerada como destino para proyectos de minería a cielo abierto. En el
año 2004 se inicia un ciclo de conflictividad contra este tipo de actividad cuyo último
episodio transcurre en el año 2019. Fue en el año primeramente mencionado cuando
habitantes del Municipio de San Carlos advirtieron que se estaban realizando
maniobras de prospección minera en las inmediaciones de la Laguna de Diamante. Esta
laguna es reserva hídrica protegida por lo que, vecinos autoconvocados, requieren
información al gobierno provincial sobre las actividades que se estaban realizando. El
gobierno no da cuenta de estas solicitudes, por lo que deciden interiorizarse por
cuenta propia sobre lo que estaba sucediendo. Durante este proceso se realizan
pequeñas asambleas que cada vez son más numerosas. En estas asambleas comienza a
circular información sobre lo que implican este tipo de proyectos mineros, desde sus
consecuencias ambientales hasta las implicancias sociales, económicas y productivas
que desencadenan. Como resultado de estas asambleas se comenzó a tener un mayor
grado de concientización sobre los riesgos de la minería a cielo abierto y se conforma
un espacio organizado que se denominó Frente Diamante y que luego confluiría en la
Asamblea de Vecinos Autoconvocados de San Carlos. Las acciones de concientización
sobre los peligros que implicaba las actividades mineras generaron una alerta de la
ciudadanía que permitió advertir que estaban en proceso de implementación diversos
proyectos mineros a lo largo de la cordillera provincial. A partir de estas primeras
experiencias comenzaron a conformarse asambleas ciudadanas en toda la Provincia
que tenían como eje en común la oposición a los proyectos mineros contaminantes y
la defensa del agua como principal objetivo.

Hacia el año 2006 se realizaron masivas acciones de protesta en el sur


provincial, especialmente en General Alvear, por proyectos de minería en la zona del
cerro El Nevado, cuyas consecuencias podrían afectar las aguas del río Atuel, la
principal y prácticamente única fuente de agua potable y riego para una región
fundamentalmente agrícola y ganadera. Las acciones llevadas adelante por las
asambleas vecinales en toda la Provincia, generó que se comenzaran a plantear
mecanismos que protegieran el recurso del agua de las actividades mineras con riesgo
de contaminación. En este sentido a fines de 2006 ingresa en la Legislatura provincial
un Proyecto de Ley que pusiera frenos a la actividad minera con riesgo de
contaminación ambiental. En diciembre las asambleas vecinales junto con otras
organizaciones de base conforman la Asamblea Mendocina por el Agua Pura. Desde
este espacio de lucha y resistencia se realizaron diversas acciones que movilizaron a la
población mendocina para la sanción de la Ley de defensa del agua. Finalmente, la Ley
fue sancionada pero vetada por el Poder Ejecutivo. En consecuencia, las acciones de
las asambleas se reactivaron generando un nuevo debate legislativo a mediados de
2007, cuando se sancionó la Ley 7722, conocida como la Ley de defensa del agua, que
frenó el avance de la minería contaminante en todo el territorio provincial.

En noviembre de 2019 se desencadenó un nuevo episodio de conflictividad tras


el intento del Poder Ejecutivo Provincial de modificar la Ley 7722. El Proyecto de
modificación enviado por el Ejecutivo habilitaba el empleo de cianuro, ácido sulfúrico,
mercurio y otros químicos en la actividad minera, justamente las sustancias que el
artículo 1° de la 7722 prohibía emplear. Frente a esta situación, inmediatamente se
desencadenaron protestas y movilizaciones en todo el territorio provincial rechazando
la propuesta del Ejecutivo, sin embargo, contando con una mayoría parlamentaria y el
apoyo de sectores de la oposición, el proyecto del Poder Ejecutivo fue sancionado el
20 de diciembre. Durante los días en el que el Proyecto de modificación tuvo
tratamiento legislativo una multitudinaria concentración, que reunió a organizaciones
y habitantes de toda la Provincia, rodeó la legislatura provincial. Haciendo caso omiso
a las masivas expresiones de rechazo el Proyecto fue sancionado el 20 de diciembre
como Ley 9209. El último trámite legislativo para que tomara fuerza de Ley consistía en
su promulgación por el Poder Ejecutivo. A fin de evitar la promulgación de Ley, las
organizaciones junto con un amplio apoyo de la ciudadanía promueven una caravana
en rechazo que partiría desde San Carlos, a más de 100 kilómetros de la ciudad de
Mendoza. Esta movilización, que fuera reconocida como la más grande que ha tenido
la Provincia, se convocó en los alrededores de la casa de gobierno reclamando el veto
de la Ley que habilitaba la minería contaminante. De todas maneras, la Ley fue
promulgada y la respuesta del ejecutivo a los manifestantes fue una desmedida
represión. La violencia estatal junto con la promulgación de la Ley, avivaron aún más el
conflicto y la respuesta fue una nueva marcha masiva que ocupó todas las calles de la
ciudad. El rechazo era contundente y la posibilidad de aplacar el ánimo de la población
con los episodios de represión previos ya no era posible. Sin muchas opciones y, con
mayoritarios rechazos de la ciudadanía que había ocupado las calles de la ciudad, el
Gobierno decide enviar un nuevo Proyecto al parlamento que restituye en toda su
integridad la Ley 7722.

Conclusiones

El neoliberalismo en sus diferentes etapas ha renovado la dependencia


económica de los países latinoamericanos en relación con el mercado mundial,
obligándolos a renunciar al valor producido en su territorio para ser apropiado por los
países del norte global. Su instrumentalización en Latinoamérica se cimentó sobre la
base de una resignificacion del Estado y el protagonismo del mercado en la articulación
de la sociedad. Las consecuencias más visibles de este proceso se ven reflejadas en
exclusión y la represión, la única forma de llevar a cabo reformas neoliberales. Las
lógicas de saqueo disimuladas con las promesas de desarrollo y progreso han
provocado recurrentes crisis económicas y sociales condenando a millones de
personas a la pobreza. En este sentido, la crisis de legitimidad del neoliberalismo que
atravesó la geografía de Latinoamérica durante la primera década del s.XXI, puso en
evidencia la capacidad que tienen los pueblos no solo para resistir los embates del
capitalismo en su fase neoliberal sino también, para confrontar y generar
transformaciones desde resignificaciones contrahegemónicas al capital.

Comprender, desentramar, dilucidar los mecanismos con los cuales opera y se


instrumentaliza el devenir del neoliberalismo, resulta una tarea indispensable que nos
permite confrontar contra sus lógicas y sus prácticas. Actualmente somos testigos de
una reconfiguración del neoliberalismo que pretende someter a Latinoamérica a un
nuevo ciclo de explotación y despojo a partir de un renovado consenso como bien lo
plantea Svampa (2012). La acumulación por medio de la depredación ambiental, la
apropiación violenta de territorios, riquezas naturales, exterminio de vidas humanas,
son características intrínsecas del capitalismo necesarias para su propia reproducción.
En este sentido, podemos decir que no son nuevas estas formas, pero sí que cada fase
histórica del capitalismo conlleva una reactualización de la instrumentalización de sus
mecanismos de despojo. La expansión de las formas de explotación capitalista hacia
nuevos espacios, desde las lógicas de acumulación por desposesión (Harvey, 2005) y el
extractivismo, están suscitando conflictividades sociales en toda la región. En estas
tensiones podemos encontrar un elemento común, que, si bien no es nuevo, resalta
por los límites a los que se ha llegado. Nos referimos a la contradicción entre
capitalismo y naturaleza.

En la fase neoliberal del capitalismo que estamos atravesando, los países de


Latinoamérica son escenario de nuevas conflictividades sociales como resultado del
renovado rol que está desempeñando la región como productora de materias primas
para los centros industriales del capitalismo. Así, los recursos naturales y bienes
comunes adquieren una central importancia bajo las condiciones de la acumulación
por desposesión (Harvey, 2005). La diferencia con otras etapas históricas la
encontramos en los límites que ha alcanzado la contradicción naturaleza-capitalismo, y
que hoy la vemos representada en muchas de las conflictividades sociales de la región.
En efecto, cada vez son más recurrentes los conflictos sociales desencadenados por la
destrucción, vale decir capitalista, de entornos naturales. En este sentido, hemos
querido mostrar el caso de la defensa del agua y los bienes comunes en la Provincia de
Mendoza, como un caso representativo de las conflictividades y contradicciones que
resultan del neoliberalismo. Pero, al mismo tiempo, mostrar cómo las expresiones
populares que se gestan desde las organizaciones de base son capaces de revertir y
confrontar contra los imperativos de despojo que pretende imponer el capitalismo.

Transformar este presente con nuevas resignificaciones democráticas y no solo


con los instrumentos formales; poner en valor otros espacios de socialización por fuera
de los mecanismos que impone el mercado; reconstruir lazos comunitarios
confrontando con el individualismo salvaje; ponderar la acción colectiva; recuperar la
calle como espacio de expresión democrática; tensionar y disputar el discurso
hegemónico desde los espacios cotidianos; construir consciencia descolonizando
sentidos comunes que adormecen y atentan contra los espacios de organización,
resistencia y, sobre todo, defender la vida resultan claves para confrontar el sentido de
muerte del neoliberalismo.
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