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Discurso de Erixímaco y Aristófanes

Luis Carlos Rivera Jojoa

El discurso de Erixímaco debe interpretarse en relación con su ejercicio como médico, ya


que él atribuye la medicina al dominio de Eros en general: “Y comenzaré a hablar partiendo de la
medicina, para honrar así mi arte” (716. Línea 186b), afirma. Para él, Eros es una potencia
universal que regula todos los aspectos del cosmos mediante su capacidad para armonizar las
cosas, es decir, para unir y producir un equilibrio entre cosas y fuerzas antagónicas.

La crítica tiende a coincidir en que Platón realiza una sátira sobre el discurso de
Erixímaco, debido a que este se autoadjudica una gran importancia personal y tiene una alta
opinión de sí mismo. En parte, esto se produce debido a su ejercicio como médico, profesión de
gran consideración en la época. La opinión de la crítica apela a que el tono de su discurso es
pedante y aprovecha todas las oportunidades posibles para exponer sus conocimientos de
medicina.

Cabe destacar el carácter desapegado con el que Erixímaco trata el tema del amor. Lejos
de abordar la cuestión del modo más esperado, es decir, como las relaciones interpersonales entre
los enamorados, la plantea objetivamente y presenta el amor en su carácter más universal y
científico. Con ello, su discurso se separa significativamente de los que lo precedieron, Fedro y
Pausanias, quienes abordaron la existencia de Eros en relación con la virtud y las buenas
costumbres de las personas, así también como con las relaciones entre amantes y amados.

En este mismo sentido, las palabras de Erixímaco anticipan lo que será uno de los
peldaños de la escalera del amor tal cual la presenta Diotima. En el diálogo que Sócrates recrea
con esta mujer, se explica que todo iniciado en los ritos eróticos puede ascender en sus
conocimientos sobre el amor, llegando al punto en que dejará de apreciar la belleza de los
cuerpos para empezar a encontrarla en las ciencias y las artes. Este es el último peldaño antes de
poder contemplar la Forma o Idea de belleza, la esencia misma de esta.

Cuando Erixímaco termina su discurso, le toca a Aristófanes tomar la palabra, ya que


había cedido su lugar porque un ataque de hipo no lo dejaba hablar. En ese momento, Aristófanes
se burla de Erixímaco aludiendo a su discurso: “Me pregunto con admiración si la parte ordenada
de mi cuerpo desea semejantes ruidos y cosquilleos como el estornudo” (719. Línea 189a). El
comentario de Aristófanes es claramente irónico, ya que la admiración que dice sentir está lejos
de ser sincera. Sobre este episodio, la crítica tiende a enfatizar el hecho de que Aristófanes es un
poeta cómico, y que su modo de satirizar aquello que considera falto de sustento se produce a
través de la ironía.

A diferencia de Erixímaco, Aristófanes vuelve a poner en foco, con su alabanza a Eros, la


cuestión de las relaciones interpersonales. Su discurso se centra en el origen del mundo y de los
seres humanos tal cual los conocemos ahora y, en ese mismo origen, sitúa una experiencia
traumática que determina el modo en que las personas se vinculan entre sí sexual y
afectivamente. De este modo, si las palabras de Erixímaco se orientaban a conceptualizar el amor
de un modo abstracto, científico y objetivo, subordinando su discurso a sus propios saberes
médicos, las palabras de Aristófanes cuentan un mito de origen que posee un carácter metafísico,
es decir, que tiene como objetivo explicar los orígenes y principios del amor y de los seres
humanos. En boca de Charles H. Kahn, “Lo que aporta de nuevo la teoría del Banquete, y que se
anuncia por vez primera en el relato mítico que narra Aristófanes, es la idea de que la tempestad
emocional de la pasión física que desata semejante belleza contiene en sí misma un elemento
metafísico, es decir, una aspiración que trasciende el límite de la condición humana y que
probablemente no puede satisfacerse al modo como se satisfacen el hambre y la sed” (2010: 278).

En su discurso, el objetivo del amor consiste en recuperar un estadio humano anterior y


más elevado, menos vinculado al placer o a las necesidades fisiológicas que a la búsqueda de
alcanzar una totalidad perdida.

El mito que Aristófanes recrea cuenta con una abundante cantidad de símbolos e
imágenes sensoriales. En un principio, el hecho de que estos seres ancestrales se nombren como
hijos del sol, de la tierra y de la luna dice algo respecto al valor simbólico de este relato. El sol
aparece como símbolo de la masculinidad; la tierra, de la feminidad, y la luna, que está entre
ambos, de la androginia, ya que tiene elementos tanto masculinos como femeninos. Sobre ello,
cabe mencionar que la relación de correspondencia luna-mujer, sol-hombre, y tierra-andrógino se
relaciona con una concepción del ser humano como microcosmos, que predominaba en el
imaginario de la antigua Grecia, donde se pensaba que las personas reflejaban la organización de
los cuerpos celestes en el cielo o macrocosmos.
Por otro lado, el relato explica que estos primeros seres, confiando en su fabulosa fuerza,
decidieron desafiar a los dioses, lo cual provocó como represalia que Zeus los cortara por la
mitad, formando a los seres humanos tal cual los conocemos. Tras castigarlos de este modo, Zeus
le pidió a Apolo “que volviera su rostro y la mitad de su cuello en dirección al corte, para que el
hombre, al ver su propia división, se hiciera más moderado (...) y, juntando la piel de todas las
partes en lo que ahora se llama el vientre, como bolsas cerradas con cordel, la ataba haciendo un
agujero en medio del vientre, lo que llaman precisamente el ombligo (...), para que fueran un
recuerdo del antiguo estado” (722. Línea 191a).

El ombligo, entonces, es la cicatriz que los dioses dejan en el cuerpo de los hombres para
prevenir que se vuelvan nuevamente contra ellos. Se transforma así en otro símbolo que
representa las consecuencias que pueden recaer sobre los hombres si estos se vuelven arrogantes.

En tercer lugar, la propia inclinación amorosa de los hombres adquiere también en este
relato un valor simbólico: “Cada uno de nosotros es un símbolo de hombre, al haber quedado
seccionado en dos de uno solo, como los lenguados. Por esta razón, precisamente, cada uno está
buscando siempre su propio símbolo” (723. Línea 191d. Las cursivas son propias.). Es decir que,
para Aristófanes, cada una de las mitades simboliza la totalidad perdida por la arrogancia del ser
humano, y el amor en sí simboliza el eterno deseo de restaurar ese antiguo estado de totalidad.

Sobre ello, cabe mencionar las resonancias que la concepción erótica de Aristófanes tiene
aún en nuestra cultura. Esta idea del amor se asemeja mucho a lo que tradicionalmente
entendemos como ‘amor romántico’, expresión que se asocia a nociones muy extendidas en
nuestro sentido común, por ejemplo, a la idea de buscar pareja como el deseo de encontrar una
‘media naranja’ que nos complete. En términos generales, se coincide en señalar al amor
romántico como un afecto para toda la vida, exclusivo e incondicional, que implica a su vez una
priorización del sujeto amado sobre las propias necesidades. Actualmente, esta forma de concebir
el amor es objeto de muchas discusiones, sobre todo a partir de la masificación de los estudios de
género y feministas. En parte, el problema con el amor romántico reside en el hecho de que
supone cierta renuncia a la identidad y deseos individuales, que terminan subordinados al vínculo
conyugal, generando situaciones de opresión en las parejas.
Bibliografía

Platón. (1988). Diálogos . Madrid, España: Gredos.


https://www.gradesaver.com/el-banquete/guia-de-estudio/summary-el-discurso-de-arist%C3%B3fanes

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