En el Banquete, obra del filósofo Platón, surge justamente en esta cena
una cuestión: la de Eros, el amor. Fedro, uno de los invitados (y el más joven y atractivo), es el que comienza esta serie de discursos, pero hablaremos específicamente del de Aristófanes.
Luego de haber curado su hipo, producto de beber vino, Aristófanes
comienza y da su punto de vista. El griego plantea que, para poder entender a Eros y a su poder, se debía conocer el origen de la humanidad y de la naturaleza. Según Aristófanes, originalmente existían tres géneros: el masculino, el femenino y el andrógino. Los hombres y mujeres eran como comúnmente se los conoce, pero los andróginos eran de forma circular, con cuatro brazos y cuatro piernas, cuatro orejas, y todo lo demás era el doble de un masculino o femenino. Zeus, ante la idea de éstos de atacar a los dioses, los debilitó, partiéndolos por la mitad. Apolo, con órdenes del Crónida, unió la parte superior y la inferior, formando así el ombligo. Con este mito el filósofo expresa que cuando estas dos mitades se encuentran y son verdaderas, son inseparables y necesitan de cada una para vivir. Esto va más allá del deseo sexual o pasión, se trata sobre el amor, sobre Eros. Las relaciones “heterosexuales”, a pesar de que el amor en ésta es verdadero, las relaciones entre hombres son más auténticas, incluso superiores.
En conclusión, Aristófanes habilita el deseo entre ambos géneros, ya sea
en parejas de distintos sexos, así como entre iguales. Además de lógico, su argumento legitima de alguna forma sus intenciones, que son seducir a Fedro y acostarse con él, así como todos en la cena desean hacerlo.