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MÓDULO 3 - COMUNICACIÓN SANITARIA

3.1. ESTILOS COMUNICATIVOS


Los estilos comunicativos son aquellas formas en las que se puede transmitir un mensaje. En
estos, se tienen en cuenta tanto los elementos verbales, como los no verbales y los paraverbales:

Los estilos de comunicación determinan la forma en la que intercambiamos la


información e interactuamos con los demás. En función de la situación, utilizamos un
estilo de comunicación u otro. No obstante, en cada persona siempre predomina un
estilo de comunicación (Tuteticontigo, s.f.).

En este sentido, se pueden diferenciar tres tipos de estilos comunicativos, tal y como se
desgrana a continuación:

● Estilo agresivo. Es un tipo de comunicación en el que se intercambian elementos verbales


desagradables, como reproches, agresiones verbales, críticas, etcétera. Por tanto, tiene como
objetivo entrar en una dinámica de poder en la que el individuo quiere destacar por encima
del otro, minimizándolo. En este sentido, se puede decir que la información que se expresa no
es demasiado valiosa, dado que solo tiene como propósito ganar poder e imponer un punto
de vista. No existe un esfuerzo por entender la situación de la otra persona, así como
tampoco se valora su opinión. Los elementos paraverbales y los no verbales también
refuerzan el mensaje, mostrando enfado u hostilidad. Algunos ejemplos pueden ser el tono
elevado de la voz, la tensión de los músculos o el ceño fruncido. El profesional sanitario
siempre debe evitar este estilo, así como debe intentar relajar al paciente si se comunica de
forma agresiva.
● Estilo pasivo o inhibido. Se caracteriza por una falta de expresión de ideas, opiniones o
pensamientos. El principal objetivo del interlocutor es limitar la interacción y poner fin a esta,
por lo que las respuestas suelen ser cortas. También cabe la posibilidad de que el individuo
tome como propias las ideas de los demás para no tener que verbalizar la suya propia. Es un
tipo de comunicación que se da en personas que tienen el temor de no agradar por sus
pensamientos u opiniones, por lo que se muestran desinteresadas o indiferentes en el acto
comunicativo. En este caso, el tono de la voz es bajo, las respuestas son cortas y el lenguaje
visual expresa una actitud de inseguridad. La mirada puede ser inexpresiva, la expresión
facial seria y las risas falsas. Este estilo tampoco debe ser adoptado por el profesional
sanitario, dado que, no mostrará confianza al paciente y este se sentirá inseguro.
● Estilo asertivo. Consiste en un estilo en el que se efectúa un intercambio de opiniones o de
pensamientos de forma honesta, entendiendo y respetando las perspectivas de cada persona.
Asimismo, no se busca ofender al otro interlocutor, sino solamente diferenciar distintos
puntos de vista para entender los intereses de cada individuo. En este caso nadie intenta
estar por encima de nadie. Además, los recursos no verbales reflejan tranquilidad, por
ejemplo, con la expresión facial distendida, con sonrisas frecuentes y con gestos relajados. El
volumen de la voz suele ser adecuado, ni alto ni bajo. Por tanto, es el estilo que facilita una
mejor comunicación, por lo que debe ser adoptado por el profesional sanitario.

3.2. COMPRENSIÓN DEL PACIENTE: EMPATÍA


La empatía se entiende como el hecho de posicionarse en el lugar del paciente para tratar de

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entender lo que este siente. En otras palabras, consiste en comprender al individuo, aunque esto
no implica tener que estar de acuerdo con su postura:

Es la capacidad de identificarse con el paciente y comprender así su conducta y sus


sentimientos, a la vez que se le transmite esta comprensión aunque ello no implica
compartir ni estar de acuerdo necesariamente. Implica partir de la idea de que todos
tenemos una razón para actuar o sentir cómo lo hacemos. Algo que no debe
confundirse con estar de acuerdo con esa postura (Santamaría et al., 2018).

Así, con el dominio de la empatía, el profesional sanitario sabe identificar las emociones del otro,
pero, a la vez, también puede reconocer las suyas propias. En este sentido, es de gran relevancia
que el sanitario se esfuerce en comprender al paciente, porque de esta forma será más sencillo
animarlo emocionalmente.

De hecho, una falta de empatía puede dificultar y obstaculizar la comunicación, puesto que el
paciente se puede sentir incomprendido a la hora de informar sobre sus opiniones, miedos y
deseos.

“Por ello, la empatía es una cualidad fundamental del profesional sanitario, para ser capaz de
conectar con el paciente y entender qué le pasa, cuáles son sus emociones, cómo es su entorno y
de qué manera le puede influir, qué le puede estar limitando, etc.” (Santamaría et al., 2018).

En esta misma línea, el hecho de encontrarnos en el ámbito sanitario comporta que tengan
especial relevancia tanto la empatía como la comprensión del paciente, ya que la vida de este se
encuentra en peligro y es totalmente normal que experimente una variedad de sentimientos.

Por este motivo, los profesionales de la salud deben estar dispuestos a responder con sensibilidad
al individuo, así como deben actuar en su beneficio, intentando aliviar sus miedos y temores.

Finalmente, es importante diferenciar la empatía de la simpatía. En esta última se comprenden


los puntos de vista y las emociones de la otra persona, pero, sobre todo, también se comparten,
por lo que es más difícil ser asertivo y ayudar al paciente, porque se comparte su misma situación.

3.3. EDUCACIÓN DE LA SALUD

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La educación de la salud se centra en crear oportunidades de aprendizaje que sean capaces de
facilitar nuevos hábitos de conducta o estilos de vida. Los centros de salud y, por ende, los
profesionales sanitarios suponen la primera esfera encargada de educar sobre la salud.

Por tanto, la educación de la salud tiene relación con la promoción, el mantenimiento y la


restauración de la salud. Asimismo, implica dos actores imprescindibles: la persona que educa
sobre la salud y la persona que aprende sobre la salud.

Además, existen distintos métodos que se encargan de transmitir el mensaje sobre la educación
de la salud. Estos pueden ser directos o bidireccionales, cuando hay una cercanía espacial entre el
educador y el individuo que aprende; o indirectos o unidireccionales, si el mensaje se transmite a
la sociedad a través de medios técnicos o de masas, como la televisión o Internet (VIU, 2018b).

Así, por un lado, los principales métodos directos o bidireccionales para efectuar la educación
de la salud son los siguientes:

● Clase. Se dirige a un grupo y tiene como objetivo intentar hacer reflexionar a los individuos
sobre sus hábitos diarios. Se suele efectuar en entornos educativos formales, como escuelas o
institutos, por ejemplo.
● Discusión en grupo. Se trata de grupos reducidos en los que los integrantes toman
protagonismo para efectuar debates moderados con el educador. De esta forma, sale a relucir
el pensamiento de cada individuo y este hecho ayuda a definir varias alternativas.
● Diálogo. Suele ir dirigido a una única persona, en forma de entrevista o de consejo sanitario.
Por tanto, alude a aquellas situaciones en las que el profesional atiende a un individuo en un
centro de salud para charlar sobre aspectos de la salud.
● Charla. Se caracteriza por ir direccionada a grupos, aunque de un modo más informal que
una conferencia, por ejemplo. Asimismo, no es necesario disponer de conocimientos previos o
específicos sobre aquello que se va a tratar.

Por otro lado, los métodos indirectos o unidireccionales de la educación sobre la salud son los
siguientes:

● Medios visuales. Se dan cuando el mensaje se transmite mediante la imagen. Es un tipo de


método que es más útil para informar que para llamar a la acción del cambio de la conducta,
aunque llega a un mayor número de personas. Los folletos, los carteles o los periódicos son
algunos de los medios que pueden poner en marcha los centros de salud, así como también
destaca el poder de Internet.
● Medios sonoros. Se caracterizan por ser los que se transmiten mediante el sonido, como,
por ejemplo, a través de la radio o de los podcasts. Suelen ser parecidos a los anteriores, es
decir, se difunden ante un mayor número de individuos, pero, sin embargo, no llevan tanto a
la acción, sino que se encargan más de informar.
● Medios mixtos audiovisuales. Son los que mezclan los dos medios anteriores, refiriéndose,
por tanto, a la televisión, al cine o a Internet. Suelen tener el mismo impacto que los
anteriores: llegar a un gran número de personas, pero sin estimular a la acción, solo informar.

Finalmente, se deben acentuar las principales acciones que incluye la educación sobre la
salud, destacando, especialmente, las siguientes:

● informar a la sociedad sobre qué es la salud y qué es la enfermedad, así como sobre los
medios existentes para mejorar la propia salud;
● motivar a los individuos a tomar hábitos más saludables;
● promover el conocimiento, las actitudes y las habilidades que se deben tener en cuenta para
mantener un estilo de vida saludable;
● informar sobre la investigación y la evaluación de los conocimientos existentes.

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3.4. PROMOCIÓN DE LA SALUD
La promoción de la salud, en varias ocasiones, se utiliza como sinónimo de la educación de la
salud, aunque no tienen un mismo significado. En esta misma línea, se puede afirmar que siempre
que se hace educación sobre la salud, se está haciendo promoción; mientras que cuando se hace
promoción, no siempre se imparte educación.

Así, mientras que “educar es proveer de información y conocimientos a individuos y comunidades


que les permitan adoptar comportamientos saludables”; la promoción conlleva “un concepto
mucho más amplio en el que caben acciones de naturaleza diversa” (VIU, 2018a).

De este modo, la promoción de la salud se entiende como el proceso en el que las personas
controlan la calidad de su salud:

En términos más sencillos, la promoción de la salud fomenta cambios en el entorno


que ayudan a promover y proteger la salud. Estos cambios incluyen modificaciones en
las comunidades y los sistemas, por ejemplo, programas que garanticen el acceso a
los servicios de salud o políticas que establezcan parques públicos para la actividad
física de las personas y su convivencia. La promoción de la salud implica una manera
particular de colaborar: se basa en la población, es participativa, es intersectorial, es
sensible al contexto y opera en múltiples niveles (OPS, s.f.).

Cabe destacar que, en este sentido, se entiende la salud como el bienestar físico, mental y social
de las personas, y no únicamente como la ausencia de dolencias o de enfermedades.

Así, los principales aspectos que persigue la promoción de la salud son los siguientes:

● modificar los hábitos que pueden influir de forma negativa en la salud;


● potenciar las rutinas saludables;
● reducir los riesgos;
● fomentar la toma de decisiones saludables;
● mejorar las condiciones de vida y de salud de la sociedad;
● posibilitar el acceso a la información, tanto científica, como económica o tecnológica, que
pueda ser de utilidad para controlar la propia salud.

Algunos ejemplos de promoción de la salud pueden ser el aumento de las áreas verdes, la
creación de gimnasios al aire libre, las campañas antitabaco o la información alimentaria que se
facilita al consumidor.

Los profesionales sanitarios son actores que se encargan de promocionar la salud entre sus
pacientes, para conseguir que estos adopten estilos de vida más saludables, especialmente,
después de detectar una dolencia.

3.5. COMUNICACIÓN DE NOTICIAS NEGATIVAS


La comunicación con el paciente, sobre todo en el ámbito sanitario, no implica que siempre se dé

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en un estadio agradable, dado que es posible que el profesional le deba informar sobre una
noticia negativa o una “mala” noticia.

La docente María Luz Bascuñán (2013) de la universidad de Chile define una “mala” noticia como
aquella que “afecta negativamente a las expectativas que tiene el paciente de sí mismo y su
futuro”.

Es importante destacar que los profesionales sanitarios suelen estar acostumbrados a comunicar
malas noticias en el ámbito sanitario, es decir, es una práctica frecuente. No obstante, esta
comporta una gran dificultad, porque tiene un gran impacto en el paciente.

Sin embargo, el sanitario no puede optar por no comunicar las noticias al paciente, por muy
negativas que sean, dado que este debe estar informado y debe poder conversar sobre esa
situación:

Los pacientes generalmente desean 2 cosas: a) una información clara de su proceso,


diferente para cada paciente en cuanto a cantidad y contenido, y b) poder hablar
sobre su situación en lo que sería una conversación terapéutica, en la que la
progresión de la enfermedad puede modificar los deseos de información en cualquier
sentido, desde disminuir el interés por todo lo relativo a la enfermedad hasta
aumentarlo (Sobrino, 2008).

Generalmente, el profesional sanitario que comunica la mala noticia es aquel que atiende de
forma habitual al individuo, dado que dispone de toda la información del diagnóstico y puede
explicarle las diferentes alternativas terapéuticas que se adecúan a su caso.

En este estadio, es posible que el sanitario experimente algunos de los siguientes factores al tener
que comunicar la mala noticia:

● Miedo a causar dolor. Alude a que el profesional es consciente de que la mala noticia
puede causar dolor al paciente, por lo que es posible que tenga miedo de comunicársela. Por
este motivo, debe realizar un esfuerzo con el fin de ser agradable, empático y educado con el
individuo, para intentar reducir el impacto de la noticia negativa.
● Dolor empático. Es posible que el sanitario sienta, en parte, el dolor que va a experimentar
el sujeto. Esto puede conllevar una mayor incomodidad a la hora de comunicar la noticia,
porque el profesional sabe qué es lo que va a sentir.
● Miedo a ser culpado. Se trata del miedo que puede sentir el médico a ser culpado por el
paciente, por el simple hecho de haberle comunicado él mismo la noticia. Sabe que es posible
que el individuo descargue su ira y su enojo contra él.
● Miedo a la falla terapéutica. Consiste en el miedo que puede experimentar el profesional
cuando detecta que la terapia ha sido un fracaso y que las expectativas del usuario en esta
eran altas. En otras palabras, el individuo enfermo creía que el tratamiento le iba a servir para
poner fin a su dolencia, por lo que, si este falla, el paciente se sentirá decepcionado y
asustado.
● Miedo legal. Se entiende como el miedo a que el sujeto pueda denunciar de forma legal al
experto sanitario al sentir que este no ha hecho todo lo que estaba en sus manos para
ayudarlo.
● Miedo a lo desconocido. Significa que cada comunicación con los pacientes es distinta,
nunca es igual. Esto provoca una cierta sensación de descontrol en el profesional, que no
sabrá de qué forma abordar la comunicación para reducir el impacto de la noticia negativa.

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● Miedo a expresar emociones. Se refiere a que el sanitario no debe expresar sus
sentimientos, porque pueden desmotivar al individuo y este último debe permanecer en un
estado de calma, especialmente para poder reflexionar de forma clara y lógica. Por tanto,
cualquier exteriorización de las emociones, como el enojo o la angustia, se puede considerar
como un acto poco profesional, ya que puede debilitar la imagen de la situación en el
paciente.

3.5.1. Proceso para comunicar noticias negativas

Pese a que la comunicación de una noticia negativa siempre es distinta, dependiendo del contexto
y del paciente, el profesional sanitario puede seguir una serie de pasos para facilitar este
proceso.

A continuación, de la mano del cardiólogo y docente Alberto E. Alves (2003), se detallan las
particularidades de cada etapa que, en resumidas cuentas, se engloban de la siguiente manera:

● preparar el inicio;
● descubrir qué sabe el cliente;
● reconocer qué sabe y cuánto quiere saber el paciente;
● compartir la información;
● responder a las reacciones del usuario;
● planear el futuro y efectuar el seguimiento.

3.5.1.1. Preparar el inicio

El profesional sanitario debe ser consciente de que va a tener que prestar toda la atención al
paciente, por lo que debe dejar de lado los problemas del individuo anterior y las tareas
inacabadas.

Asimismo, se aconseja que se cerciore de no ser interrumpido por ningún elemento, como, por
ejemplo, por el teléfono móvil, cuando lo esté atendido. Esta fase trata, entonces, de preparar el
inicio.

Para ello, es importante que el lugar donde se desarrolle la comunicación sea un sitio privado,
como la consulta. Además, es esencial tener en cuenta que no se debe comunicar la información
en los pasillos, donde hay mucha expectación, y menos sin que el paciente se encuentre sentado
y cómodo.

Por otro lado, el sanitario debe preguntar al individuo si quiere recibir la información con las
personas que lo acompañan o si, por el contrario, prefiere recibirla de forma individual.

En cuanto a la actitud del profesional, esta debe ser cortés, amable y respetuosa. De hecho, el
comportamiento del experto es vital para que el usuario se sienta reconfortado, cómodo y seguro.

3.5.1.2. Descubrir qué sabe el cliente

El segundo paso consiste en detectar qué conocimientos tiene el paciente sobre su dolencia.
Es útil para ver cuán grave considera este que es la enfermedad que le ha sido diagnosticada y
cómo prevé el futuro.

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En este estadio, se aconseja que el profesional esté atento a los siguientes tres aspectos
fundamentales:

● Grado con la realidad. Consiste en determinar cuánta distancia hay entre el conocimiento
que tiene el paciente sobre su dolencia y la realidad. Este estadio es importante para que el
profesional pueda explicar todo aquello que el individuo realmente no conoce y conseguir que
esté totalmente informado.
● Características culturales. Se trata de identificar el lenguaje y las palabras que emplea la
persona que tiene la dolencia.
● Contenidos emocionales. Se analizan los contenidos emocionales de aquello que comunica
verbalmente el sujeto para detectar si, realmente, la información no verbal contradice la
verbal o la reafirma. La voz, la gestualidad y la mirada, entre otros, pueden dar pistas al
profesional sobre el estado emocional del paciente.

3.5.1.3. Reconocer qué sabe y cuánto quiere saber el paciente

El profesional sanitario debe determinar qué sabe realmente el sujeto y cuánto quiere saber
sobre su dolencia. Esto tiene una gran relevancia, porque puede ser que exista una cierta
“discordancia entre lo que el médico quiere decir y lo que el paciente quiere saber” (Alves, 2003).

Por este motivo, el sanitario debe explicar con todo detalle el tratamiento de la dolencia, pero,
sobre todo, debe responder aquellas preguntas que más angustian al individuo.

“Preguntarle al paciente qué quiere saber es absolutamente inocuo y le da la oportunidad de


ejercer su preferencia. Si el paciente expresa el deseo de no discutir la información, debemos
dejar la puerta abierta para más tarde” (Alves, 2003).

3.5.1.4. Compartir la información

Se trata de un estadio en el que se comparte la información, porque se determinan tanto la


estrategia terapéutica como los planes que se van a seguir, siempre que el paciente quiera
participar.

En esta etapa deben tenerse en cuenta dos reglas primordiales: el individuo puede aceptar o
rechazar cualquier propuesta o alternativa del tratamiento y puede expresarse de la forma en la
que se sienta más cómodo, siempre que lo haga a través de conductas aceptadas socialmente.

Asimismo, la información se debe ir suministrando poco a poco, porque se trata de una


comunicación un poco complicada, tanto de entender como de digerir. Por ello, el profesional debe
ir cerciorándose de que el paciente entiende aquello que se le está explicando, así como debe
resolver las dudas que no se hayan tratado.

3.5.1.5. Responder a las reacciones del usuario

Las reacciones del usuario pueden ser varias, por lo que el profesional debe estar preparado
para contestar a todas las posibilidades que estas pueden comportar. En esta misma línea, el
sanitario puede tener en cuenta los siguientes tres puntos básicos:

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● Reacción del paciente o de los familiares. El médico debe evaluar si las reacciones son
socialmente aceptables, como, por ejemplo, llorar; o socialmente inaceptables, si la persona
se pone a romper objetos o a amenazar al personal. En el segundo caso, el sanitario debe
mantener la calma y transmitir al paciente o a la familia que dicha actitud no es aceptable. No
mantener la calma puede empeorar la situación.
● Reacción que supone la adaptación. Si la reacción es útil para que el individuo se sienta
más aliviado o le ayuda a sobrellevar el problema, el profesional debe comprenderla. Sin
embargo, si esta no ayuda a solventar el problema, sino que lo empeora y provoca uno
nuevo, el sanitario debe ponerle fin.
● Reacción modificable. El experto debe valorar si existe alguna intervención que pueda ser
de utilidad para reducir la reacción del sujeto. En este caso, se recomienda que el profesional
la lleve a cabo.

3.5.1.6. Planear el futuro y efectuar el seguimiento

En esta última etapa se planea el futuro del tratamiento y se determina el seguimiento


que se efectuará. Es posible que en este punto el paciente se sienta confuso, por lo que es
necesario que el sanitario le ayude a organizar los siguientes pasos del tratamiento.

Es importante que, durante este proceso, el profesional se muestre con una perspectiva positiva y
adopte una figura de guía, haciendo ver al sujeto que se encuentra a su lado. “La habilidad de
afrontar y dar una solución a este problema es lo que distingue a un profesional de un amigo bien
intencionado” (Alves, 2003).

En este sentido, y dentro de este último paso, algunos de los consejos que puede tener en cuenta
el sanitario son los siguientes:

● aceptar las opiniones, los sentimientos, las emociones y los puntos de vista del usuario y de
sus familiares;
● hacer uso de la sensibilidad y de la empatía para tratar aquellos temas más conflictivos o
vergonzosos;
● reducir la incertidumbre que puede experimentar el paciente explicándole tantos detalles
como sea posible;
● efectuar explicaciones que sean comprensibles para una persona sin conocimientos de
medicina y que, además, puedan ser recordadas;
● diseñar planes de contingencia, es decir, determinar cómo se actuará si los procedimientos no
se desarrollan como se esperaba;
● resumir todo lo que se haya tratado durante la sesión para que se acaben de clarificar las
dudas del plan de tratamiento de la dolencia.

RESUMEN

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● Los estilos comunicativos son aquellas formas en las que se puede transmitir un mensaje. En
estos, se tienen en cuenta tanto los elementos verbales, como los no verbales y los
paraverbales. Se pueden diferenciar tres estilos:
● Estilo agresivo. Es un tipo de comunicación en el que se intercambian elementos verbales
desagradables, como reproches, agresiones verbales, críticas, etcétera. Por tanto, tiene
como objetivo entrar en una dinámica de poder en la que el individuo quiere destacar por
encima del otro, minimizándolo.
● Estilo pasivo o inhibido. Se caracteriza por una falta de expresión de ideas, opiniones o
pensamientos. El principal objetivo del interlocutor es limitar la interacción y poner fin a
esta, por lo que las respuestas suelen ser cortas.
● Estilo asertivo. Consiste en un estilo en el que se efectúa un intercambio de opiniones o
de pensamientos de forma honesta, entendiendo y respetando las perspectivas de cada
persona. Por tanto, es el estilo que facilita una mejor comunicación, por lo que debe ser
adoptado por el profesional sanitario.
● La empatía se entiende como el hecho de posicionarse en el lugar del paciente para tratar de
entender lo que este siente. En otras palabras, consiste en comprender al individuo, aunque
esto no implica tener que estar de acuerdo con su postura.
● La educación de la salud se centra en crear oportunidades de aprendizaje que sean capaces
de facilitar nuevos hábitos de conducta o estilos de vida. Por tanto, tiene relación con la
promoción, el mantenimiento y la restauración de la salud.
● La promoción de la salud se entiende como el proceso en el que las personas controlan la
calidad de su salud. Así, esta promoción fomenta cambios en el entorno que ayudan a
promover y proteger la salud. Estos cambios incluyen modificaciones en las comunidades y los
sistemas.
● La comunicación con el paciente, sobre todo en el ámbito sanitario, no implica que siempre se
dé en un estadio agradable, dado que es posible que el profesional le deba informar sobre una
noticia negativa o una “mala” noticia.
● Los pasos para comunicar una noticia negativa son: preparar el inicio, descubrir qué sabe el
cliente, reconocer qué sabe y cuánto quiere saber el paciente, compartir la información,
responder a las reacciones del usuario, y planear el futuro y efectuar el seguimiento.

AUTOEVALUACIÓN
Contesta las siguientes preguntas y practica las bases teóricas de este capítulo. No olvides
analizar y responder de acuerdo a lo que entendiste.

1. Indica qué estilo comunicativo debe ser adoptado por el profesional sanitario y explica en qué
consiste.
2. Define la empatía.
3. Diferencia la educación de la salud de la promoción de la salud.
4. Explica los métodos indirectos de la educación de la salud.
5. ¿En qué consiste el miedo a la falla terapéutica?
6. Nombra los pasos para comunicar una mala noticia.

SOLUCIONARIO
1. Indica qué estilo comunicativo debe ser adoptado por el profesional sanitario y
explica en qué consiste.

El estilo comunicativo que debe ser adoptado por el profesional sanitario es el estilo asertivo. Este

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consiste en un estilo en el que se efectúa un intercambio de opiniones o de pensamientos de
forma honesta, entendiendo y respetando las perspectivas de cada persona.

Asimismo, no se busca ofender al otro interlocutor, sino solamente diferenciar distintos puntos de
vista para entender los intereses de cada individuo. En este caso nadie intenta estar por encima
de nadie.

Además, los recursos no verbales reflejan tranquilidad, por ejemplo, con la expresión facial
distendida, con sonrisas frecuentes y con gestos relajados. El volumen de la voz suele ser
adecuado, ni alto ni bajo. Por tanto, es el estilo que facilita una mejor comunicación.

2. Define la empatía.

La empatía se entiende como el hecho de posicionarse en el lugar del paciente para tratar de
entender lo que este siente. En otras palabras, consiste en comprender al individuo, aunque esto
no implica tener que estar de acuerdo con su postura.

3. Diferencia la educación de la salud de la promoción de la salud.

La educación de la salud se centra en crear oportunidades de aprendizaje que sean capaces de


facilitar nuevos hábitos de conducta o estilos de vida. Por tanto, tiene relación con la promoción, el
mantenimiento y la restauración de la salud.

En cambio, la promoción de la salud se entiende como el proceso en el que las personas controlan
la calidad de su salud. En términos más sencillos, la promoción de la salud fomenta cambios en el
entorno que ayudan a promover y proteger la salud. Estos cambios incluyen modificaciones en las
comunidades y los sistemas.

Así, mientras que educar es proveer de información y conocimientos a individuos y comunidades


que les permitan adoptar comportamientos saludables; la promoción conlleva un concepto mucho
más amplio en el que caben acciones de naturaleza diversa.

4. Explica los métodos indirectos de la educación de la salud.

Los métodos indirectos de la educación de la salud son los siguientes:

● Medios visuales. Se dan cuando el mensaje se transmite mediante la imagen. Es un tipo de


método que es más útil para informar que para llamar a la acción del cambio de la conducta,
aunque llega a un mayor número de personas. Los folletos, los carteles o los periódicos son
algunos de los medios que pueden poner en marcha los centros de salud, así como también
destaca el poder de Internet.
● Medios sonoros. Se caracterizan por ser los que se transmiten mediante el sonido, como, por
ejemplo, a través de la radio o de los podcasts. Suelen ser parecidos a los anteriores, es decir,
se difunden ante un mayor número de individuos, pero, sin embargo, no llevan tanto a la
acción, sino que se encargan más de informar.
● Medios mixtos audiovisuales. Son los que mezclan los dos medios anteriores, refiriéndose, por
tanto, a la televisión, al cine o a Internet. Suelen tener el mismo impacto que los anteriores:
llegar a un gran número de personas, pero sin estimular a la acción, solo informar.

5. ¿En qué consiste el miedo a la falla terapéutica?

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El miedo a la falla terapéutica consiste en el miedo que puede experimentar el profesional cuando
detecta que la terapia ha sido un fracaso y que las expectativas del usuario en esta eran altas. En
otras palabras, el individuo enfermo creía que el tratamiento le iba a servir para poner fin a su
dolencia, por lo que, si este falla, el paciente se sentirá decepcionado y asustado.

6. Nombra los pasos para comunicar una mala noticia.

Los pasos para comunicar una mala noticia son los siguientes:

1. preparar el inicio;
2. descubrir qué sabe el cliente;
3. reconocer qué sabe y cuánto quiere saber el paciente;
4. compartir la información;
5. responder a las reacciones del usuario;
6. planear el futuro y efectuar el seguimiento.

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