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Testimonio y presencia en la familia

¿Qué lugar ocupan los ancianos?

15 de junio fue el Día Mundial de Toma de Conciencia del


Abuso y Maltrato en la Vejez.

En la nota de hoy seguiremos profundizando en la importancia que tiene esta etapa de


la vida en el desarrollo pleno de la persona.

Los ancianos son un tesoro que no podemos arrebatarles a las nuevas generaciones,
sobre todo cuando dan testimonio de fe. Por nosotros se sacrificaron, se entregaron y,
en ciertos casos, se inmolaron.

En el pasado, los ancianos desempeñaban un papel importante en la vida y en el


crecimiento de la familia. Dando un testimonio vivo de solicitud, sacrificio y entrega
diaria sin reservas. Eran testigos de una historia personal y comunitaria que seguía
viviendo en sus recuerdos y en su sabiduría.

Que los abuelos vuelvan a ser una presencia viva en la familia, en la Iglesia y en la
sociedad. Por lo que respecta a la familia, los abuelos deben seguir siendo testigos de
unidad, de valores basados en la fidelidad a un único amor que suscita la fe y la
alegría de vivir.

Citando a Juan Pablo II en su Carta a los ancianos de 1999 podemos asegurar que
“Es hermoso poderse gastar hasta el final por la causa del Reino de Dios.”

Se dice que la ancianidad comienza con la jubilación, aunque vemos que muchas
personas que se han jubilado no se sienten ancianos, porque solemos relacionar
ancianidad con achaques, enfermedades y dolores. Pero hoy en día, con los adelantos
en medicina y cuidado de la salud, la vejez no llega con estas características, sino que
los ancianos y abuelos se sienten plenos y con ganas de vivir, de seguir aportando sus
dones a la sociedad, enriqueciendo los ambientes.

Envejecer implica haber vivido más, llevar en la historia más recuerdos, experiencias y
vivencias que los más jóvenes. Contar con una sabiduría que va más allá de la finitud
física propia del ser humano, poder aceptar lo que no fue y lo que fue, trascendiendo
el aquí y ahora.

Si bien se comienzan a producir una serie de cambios físicos, emocionales y


psíquicos, donde las capacidades que se fueron desarrollando en la juventud y la
adultez comienzan a mermar, es una etapa que puede ser de gran riqueza para la
persona y su entorno.

En este sentido es el momento de recuperar sueños. Ya no se tiene la responsabilidad


de criar a los hijos porque han crecido y muchos se han ido de casa; tampoco la carga
laboral de años anteriores y se dispone de más tiempo para sí mismo. Esto ayuda a
que la persona pueda recuperar los sueños de la juventud y dedicarse a ellos.

Es el tiempo de recuperar la pareja, volver a tener proyectos juntos y de disfrute.


Pueden surgir nuevos intereses y metas; hay infinidad de actividades que los ancianos
pueden emprender para compartir tiempo con sus coetáneos, que pueden ayudar a
disminuir la sensación de vacío y soledad que a veces deja el nido vacío y la pasividad
laboral.

Es tiempo de trascender, mirar hacia atrás y valorar lo logrado, pero también amigarse
con lo no conseguido. Perdonar a los que se han ido y a los que están y personarse a
sí mismo por los errores pasados, pensándolos como momentos de crecimiento y
sabiduría.

Es momento de cultivar nuevas amistades que compartan valores, sueños y metas.


Amistades que puedan acompañar desde las mismas vivencias el momento presente.

Llegar a anciano es un gran privilegio, Permite retroalimentar una larga vida al poder
revivirla en retrospectiva. Es tiempo de darle sentido a la propia historia y revivirla con
amor y alegría por lo vivido y también tiempo de sabiduría, recuperando el interés por
la vida, conociendo el final y aceptándolo.

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