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TEXTOS EBT

FRAGMENTOS DE UN DIARIO DE LA PANDEMIA

PROPÓSITO CAPITAL
Que el tiempo en estos días no reduzca la vida a simple supervivencia. Quiere decir que es la
oportunidad para preguntarse por lo que significa vivir, no puede ser que declaremos normal a esa
normalidad que contribuyó para que llegáramos al actual estado de cosas. Tomar como objeto de
reflexión, es un ejemplo: la tendencia a desviar la mirada hacia otro lado cuando conocemos de
ciertos conflictos que nos afectan a todos, el hecho de que se naturalicen y se vuelvan de ocurrencia
cotidiana sin dolientes.
LA DIÁSPORA DE LO INNOMBRABLE
Como si el planeta tierra pudiera compararse con una flor de diente de león es lo que lleva a
comparar cada entidad viral con cada partícula de esa flor, soplada por lo innombrable,
lacanianamente hablando, desde lo Real.
¿Existió un soplo? ¿Necesitamos recrear al nene que nunca hemos dejado de ser considerando que
alguna divinidad, de las miles que existen, lo produjo? O, de otra manera, ¿apuramos una teoría que
adjudica a una entidad maligna, sea humana, sea divina, el origen del caótico despliegue de la
proteína? Y yendo al fondo: ¿deseamos que nuestro adversario ideológico sea el responsable de la
conflagración del DNA enloquecido para así sentirnos más cómodos al representarnos como no
responsables? ¿Nos inclinamos por el destino insondable e incognoscible? ¿La mala suerte? ¿La
feroz pasión vengativa de un laboratorista chino cuya amante terminó en brazos de un laboratorista
de Harvard? ¿La conspiración para quebrar la economía de Occidente e imponer la hegemonía
china en las transacciones del globo? ¿La aventura de un industrial español con una china
asintomática pero portadora?
De lo real, apenas partículas. Es la diáspora de las opiniones: las primeras partículas representables
son las variadas y contradictorias teorías acerca de la ocurrencia de la pandemia. La humanidad, y
de ella sobre todo el grupo de vejetes millonarios enriquecidos a costa de la vida y del trabajo de los
jóvenes, tiemblan sorprendidos porque se han revelado vencibles, frágiles, débiles, como en otro
tiempo le sucediera a la cadena de autoridad feudal (Dios-Papa-Rey-Príncipe-Señor feudal-siervo)
una vez el Comité de Salud Pública francés condenó a la muerte por guillotina al Rey francés,
ocupante de principalísimo lugar en esa cadena.
Todavía falta que lo Real nos revele desde su innombrabilidad, si esta repetición será posible.
Porque ahora lo Real somos todos inmersos en este momento, cada quien más o menos cercano a
que se cumpla esa ley de la vida según la cual todos, repito: TODO, nacemos para morir. Pero de lo
que nos espera ahí tenemos otra diáspora que por ahora dejaremos en suspenso.
LA VEZ QUE UN HOMBRE ESTUVO SOLO

Conservo todavía el ejemplar de Robinson Crusoe, de Daniel De Foe, que me regaló mi padre creo
que hace más de 50 años. Es del mismo autor que Camus invoca como epígrafe en La Peste
trayéndolo a decir: “Tan razonable como representar una prisión de cierto género por otra diferente
es representar algo qué existe realmente por algo que no existe.” Y me encuentro con que en una
entrevista concedida a El País de España, Alberto Manguel (¡Ah!: su Historia de la Lectura…
insuperable) expresa lo siguiente:
“Yo tengo en mis estantes el libro de Defoe. Tengo Los prometidos, de [Alessandro] Manzoni, con
esos capítulos extraordinarios sobre la peste en Milán. Tengo el Decamerón, por supuesto. Tengo
Muerte en Venecia, de Thomas Mann. Tengo La peste, de Camus, claro. Y Ensayo sobre la
ceguera, de Saramago. Esos son los obvios. Menos obvio y para mí muy útil es releer Robinson
Crusoe ahora. Está aislado, tiene que construirse una sociedad, un mundo con lo que tiene y, hasta
la llegada de Viernes, tiene que reconsiderar todo lo que tuvo y lo que ya no tiene. Tiene que
construir, de alguna manera, hacer con lo que tiene, y de esa manera prepararse para sobrevivir lo
que está ocurriendo. Puedo darle muchos ejemplos.”
(https://elpais.com/sociedad/2020-04-18/necesitamos-pensar-para-saber-que-estamos-
sobreviviendo.html?ssm=FB_CC&fbclid=IwAR38aAp6LE0-
WWfrsrCbhL3a6H3DVdZvxMEtjPSEq9zemw8YVFt6VYKdiio)
Y entonces reparo en que mi pesquisa, el seguimiento de la persona de Bernard Rieux en La Peste,
en tanto que médico que la afronta y a quien le corresponde hacerlo después de haber sido, como
todos, sorprendido por ella, es decir en tanto que posibilitaría para mí el acceso a una versión del
ideal del yo acorde con la circunstancia en la que vivo, como otros están viviendo, el aislamiento y
la amenaza; reparo, digo, en que mi pesquisa no ha sido otra que la de averiguar a través de lo que
el yo del cronista cuenta del yo de Bernard Rieux qué le puede brindar a mi yo en esta cuarentena
obligada por la pandemia.
Y viene Manguel a iluminar la cosa ampliando la posibilidad para realizar otra relectura, la del
flemático Robinson Crusoe obligado a inventar la vida reconociendo que ha perdido todo referente
material al que estaba acostumbrado. Siempre la literatura como Therapeia…

LA NOTABLE PRESENCIA DE LAS COSAS INVISIBLES


Vivo sin vivir en mí / y de tal manera espero,/ que muero porque no muero.

*San Juan de la Cruz*

Lo grande, el mundo, reduciendo a sus habitantes al encierro por culpa de aquello que, a simple
vista, no se ve. Hay quien lo compara con otras cosas no visibles, pero Dios es un concepto, una
creencia y para muchos, La Verdad. Y es que la verdad no siempre es visible y como ciertos virus
está incrustada no en el código genético sino en el inconsciente.
Frágil ante la espuma del jabón y las temperaturas mayores a 56 grados centígrados, el temor a
contraer las consecuencias posibles de su presencia en el cuerpo nos ha conducido a la cuarentena,
al apartamiento, a la declaración del otro como potencial portador o vehículo.
Tampoco se ve el átomo y la bomba atómica nos informa de su existencia. Átomo, virus e
inconsciente están ahí, explotando o disfrazándose –el inconsciente en el síntoma. Afectando,
miembros de un *no lugar*, fugaces pero contundentes como el saludo de dos conductores en una
autopista.
Avisan de su existencia a través de los traspiés o de la alveolitis o de la coagulación vascular
diseminada.
Resultan intolerables, tanto el virus como el átomo y como el inconsciente, para quienes declaran
que la única verdad posible es aquel que postulan como el Único. Por eso niegan la existencia del
átomo, del virus y del inconsciente. Porque sienten que el *no lugar* se puebla de la fuerza
determinista de la vida. Y porque sus conjuros y arengas y sanaciones fracasan estrepitosamente
frente a otras verdades tan verdaderas que hacen notable la presencia de más cosas invisibles, más
allá de ser conceptos.
LA CASA
Supongo, por lo que leo y por lo que oigo, que la experiencia de esta cuarentena no es igual para
todo el mundo entre otras razones porque no todo el mundo se encerró en una casa en la que lleva
viviendo muchos años, a veces heredada de sus padres. Yo voy a cumplir 3 años en la que habito y
debo decir que nunca como antes celebré el hecho de que a esta casa prácticamente llegaba todos
los días a dormir. Salía de ella casi en la oscuridad de la mañana y regresaba en la noche, un poco
avanzada la noche.
Si, como afirma Freud, el espacio es proyección del psiquismo de cada quien, esta casa en la
cuarentena, se me hace tan desconocida como cuando comencé mi análisis personal. La casa la
tomamos con mi esposa y una hija, la menor de dos, hace tres años. A los pocos meses mi hija
marchó a vivir en otra ciudad y mi esposa y yo quedamos solos en ella.
Para mí ha sido una fortuna que durante estos tres años prácticamente yo ocupaba solamente la
habitación conyugal. Los fines de semana procurábamos salir si no era que el cansancio de la
semana me llevara a permanecer en largas siestas, de tardes de sábado y domingo… Ahora, en la
cuarentena, por primera vez puedo conocer la casa en la que vivo.
Para quien ha vivido toda la vida, desde pequeño, como Primo Levi, en la misma casa que fuera de
sus antepasados, supongo que habrá diferencias importantes en el modo en como vivirá la
cuarentena. Un ejemplo: el cuarto de trebejos de una casa antigua no contiene la misma calidad de
cosas que el pequeño mueble en que se organizan las cosas de una casa habitada recién. Y nada tan
importante para el psiquismo humano que el cuarto de trebejos,
Y no solo el cuarto de trebejos. Primo Levi relata que en una ocasión su hija escarbaba en una de las
paredes de la casa que él había heredado de su madre, y salió de la habitación con un diente en la
mano, un diente que Primo Levi había escondido en su infancia a lo mejor para retar al Ratón Pérez,
epistemofílico que debió haber sido el escritor de Si Esto es un Hombre, en su infancia.
Creo que quien habita la casa más recientemente como el que se encierra en una casa ocupada desde
pequeño, tenemos la oportunidad de resignificar el espacio que habitamos haciendo un recorrido
que por primera vez se proponga el hallazgo de lo olvidado, que es siempre lo que se encuentra
cuando volvemos a aquellas cosas que un día guardamos confiando en su utilidad futura.
LA MALDICIÓN DE LO ANTIGUO
¿Y por qué como a un niño?
Soy vulnerable, sí, como un niño, como un líder social en Colombia, como una mujer madura
embarazada, como un obeso, como un fumador, como un empresario en tierra de inequidades…
Pero no, eso no te autoriza a tratarme como a un niño. No te vengas ahora con cuentos
proteccionistas, tú, que aplaudiste la privatización de la salud y de la educación y de la vivienda y…
Y que me llamaste idealista en sentido peyorativo, tu tan práctico, tú tan realista, tú tan… ¡Ay no!
El engrupidito cagatintas ahora se muestra sumamente preocupado por los viejos, y, claro, montado
en tu trono de superioridad moral, puesto al que nunca renunciarás, ahora te vienes con
pensamientos elevados, con gestos de pesar, con palabras de solidaridad que, déjame recordarte,
siempre te parecieron bobadas de idealista, mamertadas, expresiones de dinosaurios, de perdedores,
en una palabra.
Desconoces que he podido llegar a esta edad en un mundo siempre difícil. Que cuando hacías
pataletas a tu papá porque no te conseguía el último modelo de celular, él y yo nos quebrábamos el
lomo en una oficina de 2 x 3, con un salario que siempre se nos sacaba en cara como limosna,
enriqueciendo a un sinvergüenza que a lo mejor tuvo una infancia parecida a la tuya. Que por un fin
de semana, ¡en diez años! que tu viejo y yo nos fuimos de pesca, hubo que llevarte al psicólogo
pues justificabas tu vagancia en el colegio asegurando que tu padre se limitaba a ser proveedor…
Y entraste a una universidad que tenía que ser privada y te graduaste y corriste con la suerte de ser
amigo íntimo del hijo de un matón disfrazado de empresario, y ascendiste velozmente en su
empresa y ya no podíamos tratarte de “Lucho” porque… bueno… ahí ya declarabas tu adhesión a la
libre competencia, a la conversión en negocios de los derechos sociales, al suntuoso mundo de los
magnates…
Vulnerable eres tú, cagón: “¿Y no vamos a volver al club?” le lloriqueas a tu madre y ella, como
siempre, se vuelve toda de tripas corazón viendo a su nene sufriendo porque no puede volver al
club. En la calle no hablas así, te refieres de otro modo a tus penas: cayeron las acciones, el precio
del petróleo se vino abajo, la carga prestacional va a estallar, es preciso salvar a los bancos y a las
grandes empresas, si lo mataron era porque algo debía, todo esto se debe a la pérdida de valores
cristianos y occidentales, hay un complot marxista dirigido por la Reina de Inglaterra y su marido,
los defensores del aborto son criminales, yo soy provida… y así…
El niño eres tú y lo que necesitas es volver a criarte, culicagado. Ni el ochenta por ciento (¡cómo te
gustan las cifras!) de las once mil vírgenes te va a auxiliar en esta pandemia, virus que a todos
ataca, sobre todo a los que nunca aprendieron que rico no es el que tiene más sino el que necesita
menos, cagón.

LA CASA LIBERADA
Mi amigo, el cardiólogo, me ha recomendado hacer pausas activas debido a este asunto del
teletrabajo que, francamente, salvo por los encuentros amistosos y algunos otros, me carcome el
espíritu. Entonces hago la pausa activa y me voy al lugar donde amontono papeles de esa escritura
que uno guardaba cuando utilizaba la máquina de escribir.
Y me encuentro con relatos de toda clase, cartas, recordatorios, tarjetas de cumpleaños o del día del
padre, dibujos en los que la infancia de mis hijas daba testimonio de su compromiso artístico con el
mundo, invitaciones a congresos o a lanzamientos de libros o a recitales o a presentaciones
musicales o a reuniones del departamento de psiquiatría…
Papeles, papeles, papeles. Nos hacemos arqueólogos aficionados cuando queremos recuperar
recuerdos a través de determinados hallazgos. A esto lo llamo tomar la casa: hacer de ella nuevo
paisaje, posibilidad de viajar aunque sea en el tiempo, repasar momentos de nuestra vida…
Inevitablemente el bucle del tiempo hace que aquello que retorna, mirado con el cristal de nuestro
presente, gane en posibilidades interpretativas y recargue nuestro espíritu para reconocer que este
presente será, en unos años, posibilidad arqueológica para nosotros o para quien lo encuentre.

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