La madrugada de este segundo día de agosto me trajo como
regalo el ensayo de Bibiana Pérez, “(Contra)memoria y biopolítica en la película colombiana Todos tus muertos, dirigida por Carlos Moreno”, publicado en la revista EU- topías. Revista de interculturalidad, comunicación y estudios europeos, co-publicada en cuatro idiomas por el Departamento de Teoría de los Lenguajes y Ciencias de la Comunicación (Universitat de València. Estudi General, UVEG) & The Global Studies Institute de l’Université de Genève. (http://eu-topias.org/contramemoria-y-biopolitica/)
El ensayo de Pérez se ampara bajo el concepto de
“biopolítica” desarrollado por Maurizio Lazzarato (Cfr.: «Per una ridefinizione del concetto di ‘bio-política’». Lavoro immateriale. Forme di vita e produzione di soggettivitá. 1997), que “redefine el concepto de biopolítica propuesto por Michel Foucault, considerando no sólo los procesos biológicos de la especie, sino también, la memoria como espacio de control y producción. La vida aquí entendida, es la vida aorgánica que está en el origen de todo lo viviente y del mundo, es decir, la vida comprendida en «el tiempo y su virtualidad.” Lo viviente será definido por la memoria y el cine será la tecnología social y de género “productora de subjetividades, percepciones, marcos de inteligibilidad, relaciones de poder y efectos de verdad, que se actualizan cada vez que son narrados.” La articulación entre la memoria como esencia de lo viviente y la tecnología, se ofrecen al uso de la última como producción de resistencia contra la mirada hegemónica del biopoder.
De TODOS TUS MUERTOS, la película dirigida por Carlos
Moreno, Pérez destaca una escena a la que concede importancia nodal: “En definitiva, el relato visibiliza la corrupción, el vacío jurídico de la masacre, la perversión de las instituciones del Estado y la presencia de actores armados en el territorio, es decir, se pone en primer plano los juegos de poder y la degradación de las víctimas. Sin embargo, a medida que transcurre la cinta, la historia da un giro inesperado: el verbo se hace carne y los cadáveres agencian su propia muerte tal y como se verá a continuación.”
El giro no es otro que el momento en que uno de los
cadáveres abre los ojos: la escena muestra cuando Carmen reconoce a Silvio “e insiste que éste debe ser entregado a sus familiares, acto que recibe de vuelta la mirada de éste, así como el giro sobre la posición desde donde se cuenta la historia —a partir de ese momento la cámara se ubica en el lugar de las víctimas—.”
En ese instante el muerto queda dotado de visión, es decir,
posee un “punto de vista”: el punto de vista que dará voz a la víctima, cosa que hace posible una cámara ahora en primer plano provocando la construcción de una memoria del acontecimiento capaz de confrontar la versión que el biopoder fabricará del mismo. Los ojos abiertos del cadáver aluden a la visibilización de unos cuerpos que ya no será posible condenar al anonimato (NN). Como bien lo expresa Pérez: “La posibilidad que los muertos ‘vean’, les otorga un lugar de enunciación propio dentro del relato, pues abrir los ojos significa tener un punto de vista, lo que posibilita no sólo una versión sobre los hechos, aquella hegemónica dada por parte del perpetrador del daño y la violencia, sino también la que hace visible el relato de las víctimas mismas.”
El ensayo de Bibiana Pérez me llevó a reconocer un aspecto
poco abordado por los analistas de la violencia entre nosotros. El papel del espanto, significante este que alude tanto al sustantivo (el “espanto” como el “aparecido”: cuando alguien narra haber sido víctima de la aparición de un espanto) y a la reacción emocional propiamente dicha (espantoso crimen, se llenó de espanto).
Sabido es que tanto determinadores como perpetradores de
masacres anudan su acto a esa mezcla de religiosidad y brujería que suponen garantía de eficacia para conseguir impunidad por las masacres que llevan a cabo, será en ese mismo modo de pensar que puedan aparecer dificultades en la subjetividad crédula con la aparición de espantos y necesitada de poner fin a los efectos mortíferos de una acción imposible de ser borrada mediante actos voluntarios. Quiero decir: a quienes se acostumbraron a promover el espanto, nada les garantiza que esas vidas que ellos mataron vuelvan ahora a aparecer como espantos en sus vidas.
Habrá quien desee contar la verdad, ahora, para intentar salir
de la insoportable memoria que lo acosa. Máxime si sus antiguos jefes lo han entregado a la justicia para salvar ellos sus pellejos. Entonces el sincretismo entre religiosidad y magia habrá de volverse en beneficio de su afán por recuperar la libertad perdida.
Y verán, a diferencia de sus determinadores, con esperanza a
la justicia restaurativa y a la JEP. Y sus perversos amos asistirán ahora al espectáculo de ver a sus antiguos servidores convertirse en delatores.
Conviene, entonces, que Dios exista. Y las brujas. Ninguna
de las dos creencias posibilitó el enterramiento de los puntos de vista de sus víctimas. Ni la creación de la JEP. Y, en muchos casos, su clientela no logró hacerse a la promesa que esa forma de cree en Dios o el brujo contratado les hiciera: la de hacerlos absolutamente invulnerables a la muerte o al castigo.
Yo quisiera pensar que este es otro de los sentidos posibles a
que nos invita el ensayo de Bibiana Pérez quien, lo finaliza resaltando de la película que: “Finalmente, la película muestra la resistencia, la fuerza vital y creativa que emerge a partir del dolor y la barbarie, así como la apuesta por inventar otros sentidos alrededor de la noción de víctima. Dichos significados se acercan más a sus posibilidades políticas y se alejan de aquellos encerrados en un círculo de estigmatización social, que por tantos años han naturalizado la instrumentalización de las poblaciones, en contextos donde la guerra opera como régimen de biopoder.”
Que los criminales crean en los espantos conviene para
efectos de “inventar otros sentidos alrededor de la noción de víctima”, … y de victimario.