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el tratamiento de la anemia ferropénica implica asesoramiento nutricional, la

administración de compuestos de hierro ya sea por vía oral o parenteral, y en


algunos casos, transfusiones de glóbulos rojos. Es importante identificar y
corregir la causa subyacente de la anemia para asegurar su corrección y confirmar
el diagnóstico. Aunque los ancianos son más propensos a la anemia, no debe
atribuirse simplemente a la edad, ya que puede ser un síntoma de una enfermedad
subyacente y tratar la anemia sin identificar su causa podría perder la oportunidad
de diagnosticar una enfermedad curable.

la orientación nutricional para tratar la anemia ferropénica implica aumentar la


ingesta de carne, que es una fuente rica en hierro hemo, y consumir alimentos ricos
en vitamina C para mejorar la absorción de hierro en la dieta. Se recomienda evitar
mezclar leche y té en la misma comida, así como ciertos alimentos que pueden
interferir en la absorción del hierro. Es importante tener en cuenta que aunque una
dieta adecuada puede mejorar la absorción de hierro, por lo general no es
suficiente para tratar a los pacientes con anemia ferropénica.

La opción de administración intramuscular de hierro en Brasil es el hidróxido


férrico sacarato de hierro polimerizado, pero ha sido poco utilizada debido a la
absorción irregular y a los efectos adversos. La administración intravenosa de
hierro puede causar efectos adversos graves, como reacciones anafilácticas y muerte
en algunos casos. Las principales indicaciones para la administración parenteral de
hierro son la intolerancia al hierro oral, la respuesta inadecuada, la
normalización más rápida de las reservas de hierro, la Hb < 7,0 g/dL y pacientes en
diálisis.

El hierro oral es el mejor método para la reposición de hierro, con una dosis
recomendada de 2-5 mg/kg/día durante uno a dos meses para normalizar los valores de
Hb y restablecer las reservas corporales de hierro. La dosis recomendada para
adultos es de 150-200 mg de hierro elemental al día, y las sales de hierro deben
tomarse preferentemente con el estómago vacío. Los efectos adversos asociados con
las sales ferrosas pueden alcanzar el 40%, y los más frecuentes son náuseas,
vómitos, sabor metálico, epigastralgia, dispepsia, molestias abdominales, diarrea y
estreñimiento. Se pueden minimizar estos efectos fraccionando la dosis total
diaria, tomando la medicación durante o después de las comidas, administrando dosis
más pequeñas o empezando con una sola dosis diaria e incrementándola gradualmente
según la tolerancia del paciente. Las sales férricas, como la ferripolimaltosa,
tienen una menor incidencia de efectos adversos y proporcionan una mayor adherencia
al tratamiento y mejores resultados.

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