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I. Introducción
Temas a tratar: Revelación, Dios que se hizo palabra para el hombre, el hombre que
escucha esa palabra creadora y busca dar una respuesta.
A. La respuesta del ser humano a la revelación - Análisis de cómo el ser humano puede
escuchar y comprender la palabra de Dios en su vida diaria. - La importancia moral en
la respuesta del ser humano a la revelación divina.
VI. Conclusión
Plugo a (le complació, agradó o dispuso) Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a
conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo,
Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la
naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres
como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación
consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y
palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la
historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por
las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio
contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se
nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda
la revelación
Dei Verbum expresa de esta forma que, la revelación apunta a dos realidades, quién es
Dios y su plan de salvación sobre la humanidad. Lo primero referido en DV2 expresa
que en la revelación Dios comunica quién es, su identidad e intimidad (Latourellle,
Teología de la revelación, 357). Y podemos ver la que la Revelación es un acto de puro
amor gratuito (DV5) de esa admirable condescendencia (DV 13) de su sabiduría eterna
para que lo podamos conocer y entrar en una relación de amistad con él.
Pero en primera instancia para que se dé esta comunicación es necesario que Dios se
quiera dar a conocer de una manera tal que podamos escucharlo, es decir, al modo
humano, el lenguaje de los signos sensibles (el misterio o sacramento) sabiendo que el
hombre puede pensar el misterio pero nunca podrá agotar el misterio. El conocimiento
es verdadero pero no podemos comprehender a Dios en el sentido de abarcarlo
completamente pero tampoco podemos decir que no podemos conocerlo, sino caeríamos
en una especie de agnosticismo apofático.
Por eso digamos que se da una relación sinérgica entre un hombre que es capaz de Dios,
por las vías de acceso de la creación (antropológica y cosmológica) y un Dios que es
capaz del hombre (expresión análoga que muchos autores plantean y se ve con todo su
esplendor a partid de la Encarnación del Verbo eterno del Padre, Dios asumiendo la
humanidad).
Si dijéramos que pensar las verdades de la fe sería propiamente hacer teología quizá
nos quedaríamos cortos, ya que la palabra que se nos dirige de parte de Dios ya contiene
su propio pensamiento. Por eso me gusta pensar la teología como acción de escuchar la
Palabra de Dios dirigida o enviada al hombre. Dejar entrar ese logos, esa razón que es
pensamiento de Dios, para que trabaje en nuestra manera de comprender, y se dé esta
comunicación entre una razón que asiente a lo que la fe obedientemente (DV 5) nos
revela del misterio, solo así la inteligencia de la revelación será cada vez más profunda.
Todo esto podemos encontrarlo sintetizado espléndidamente en DV13 cuando dice:
“…Porque las palabras de Dios expresadas con lenguas humanas se han hecho semejantes
al habla humana, como en otro tiempo el Verbo del Padre Eterno, tomada la carne de la
debilidad humana, se hizo semejante a los hombres”.
(Mt 11, 27) Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el
Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar.
(Jn 1, 18) A Dios nadie le ha visto jamás: El Unigénito Dios, que está en el seno del
Padre, él lo ha contado (o revelado).
Dios actuó en la historia, lo hizo en el pasado a través de hechos y palabras
intrínsecamente conexos entre sí, esto es muy importante, Dios se dio a conocer en el
pasado, pero (DV2) ya nos anticipa que Cristo es la plenitud de la Revelación. En Jesús
los hechos y palabras, los signos y milagros, especialmente la Resurrección, son hechos
que trascienden la historia, confirmando su misión y mensaje y su condición de Hijo
Revelador del Padre. En él encontramos que el contenido de la Revelación y el
Revelador coinciden y que es por tanto y a un tiempo es mediador y plenitud de toda la
revelación (DV2), pues la completa al cumplir la promesa de enviar el Espíritu de
Verdad sobre la Iglesia en Pentecostés (Jn 14,8) de modo definitivo (DV4).
Como Dios se fue dando a conocer gradualmente en la historia, historia que es salvífica
ya que cada intervención de Dios en la historia es un hecho salvífico a favor del
hombre, podemos encontrarlo a lo largo de las Escrituras del AT. Concretamente en:
(Hb 1, 1-2) Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros
Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio
del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo el universo.
Cristo es la vía de la revelación (Jn 14, 5-6; Mt 11,27), es decir el medio elegido por Dios
para manifestarnos quién es él (Padre, Hijo y Espíritu) y qué somos nosotros (pecadores
llamados a la vida)... Dios utilizó en el Antiguo Testamento los profetas para darse a
conocer; ahora, en cambio, se une hipostáticamente a la naturaleza humana y manifiesta su
designio salvífico por las palabras, por las acciones, por los gestos, por las actitudes y
comportamientos de Cristo... …Cristo es signo de la revelación, signo a la vez confirmativo
(motivo de credibilidad) y figurativo (símbolo)… Por la sublimidad de su doctrina, por el
resplandor de su santidad y el poder de sus obras, es decir por el esplendor de su ser y de su
obrar, Cristo hace-señales de que él es verdaderamente lo que pretende ser — Dios entre los
hombres —... Y al mismo tiempo deja que nuestros ojos entrevean la transformación de la
humanidad llevada a cabo por su gracia. Él es en persona ese hombre nuevo anunciado por
él, vivificado totalmente por el Espíritu. Por último, Cristo es la perfecta respuesta de la
humanidad a la revelación...Cristo es a la vez revelación del amor del Padre y respuesta a
ese amor. Es la realización modelo, suprema, perfecta, de la respuesta humana de amor a la
llamada divina del Padre. En él culmina la revelación como acción, como economía, como
mensaje y como encuentro. (Teología de la Revelación - Latourelle)
Gracias a que Dios se revela en la historia interviniendo en favor del hombre, esta pasa
a ser historia de salvación. Por esto es que “dispuso Dios benignamente que todo lo que
había revelado para la salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre y
se fuera transmitiendo a todas las generaciones” (DV 7).
Aquí es muy importante lo que Benedicto XVI nos enseña sobre la analogía de la
Palabra: “…la expresión «Palabra de Dios» se refiere aquí a la persona de Jesucristo,
Hijo eterno del Padre, hecho hombre. Por otra parte hay que reconocer también que la
misma creación, el liber naturae, forma parte esencialmente de esta sinfonía a varias
voces en que se expresa el único Verbo. De modo semejante, confesamos que Dios ha
comunicado su Palabra en la historia de la salvación, ha dejado oír su voz; con la
potencia de su Espíritu, «habló por los profetas». La Palabra divina, por tanto, se
expresa a lo largo de toda la historia de la salvación, y llega a su plenitud en el
misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios. Además, la palabra
predicada por los apóstoles, obedeciendo al mandato de Jesús resucitado: «Id al
mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15), es Palabra de
Dios. Por tanto, la Palabra de Dios se transmite en la Tradición viva de la Iglesia”.
(VD7)
Esto es muy importante ya que la Iglesia, menciona como Palabra de Dios a las
Escrituras o aquello que Dios ha hablado y la Tradición es como la Iglesia la comunica
en el devenir del tiempo y como la interpreta.
Dice (2 Pe 1, 21) “…Hombres, movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de
Dios”, por tanto la Revelación se da en la Unidad de las Escrituras entre el Antiguo y
Nuevo Testamento, de modo tal que “el AT está presente en el NT y el NT está latente
en el AT” (DV16), ambos tienen a Dios como autor, pero es el hombre quien inspirado
en sus facultades es instrumento del mismo Dios, siendo las Escrituras una obra
teándrica.
Por esto mismo como criterio hermenéutico la Iglesia debe leerla y releerla con el
mismo Espíritu con que fue escrita bajo los criterios de totalidad y unidad de la
Escritura, la tradición viva de la Iglesia y la analogía de la fe, es decir, el Credo, para
actualizar correctamente el mensaje de salvación en el hoy de la Iglesia. Y también debe
existir una armonía entre exégesis católica y el misterio de la Encarnación a la hora de
acercarse a las Escrituras Palabra de Dios revelada y donada al hombre.
En síntesis esta fue una primera aproximación a este misterio de un Dios que se que se
revela en una economía salvífica, que se manifiesta en la creación, Dios se revela
especialmente en el hombre, creado a su imagen pero que lo hace especialmente y en
plenitud por medio de Cristo, Palabra hecha carne, la cual nos da acceso al Padre en el
Espíritu Santo, llegando a ser partícipes de la naturaleza divina, “Pues de su plenitud
hemos recibido todos, y gracia por gracia” (Jn 1, 16).
El hombre que escucha esa palabra creadora y que busca dar una respuesta: La
Teología Dogmática también aborda el papel del ser humano en la respuesta a la
revelación divina. A través de la gracia y la fe, el ser humano puede escuchar y
comprender la palabra de Dios y, en respuesta, buscar vivir una vida conforme a esa
palabra. La Teología Dogmática explora cómo la revelación divina, en particular a
través de la persona de Jesucristo, impacta y transforma la vida del creyente.
“La economía de la salvación manifiesta que el Hijo eterno en su misma vida asume el
acontecimiento «kenótico» del nacimiento, de la vida humana y de la muerte en la
cruz” (Müller Dogmática). Este acontecimiento, en el que Dios se revela y se
autocomunica absoluta y definitivamente, afecta, de alguna manera, el ser propio de
Dios Padre en cuanto que él es el Dios que realiza estos misterios y los vive como
propios y suyos con el Hijo y el Espíritu Santo.
Pero no puedo cerrar está síntesis dogmática sin decir las consecuencias que ha tenido
para el hombre está autoexplicación de Dios dándose como Palabra para el hombre en el
acontecimiento del misterio de Cristo.
Decimos además que este acontecimiento de Dios que se da como Palabra en la plenitud
de los tiempos (kairós divino) nos inserta en la vida de Dios. Aquí se da una relación
entre cristología y antropología puesto que la redención no convierte a la naturaleza
humana simplemente en algo divino, sino que la eleva según la medida de Jesucristo.
(2Pe 1, 2-4) “Lleguen a ustedes la gracia y la paz en abundancia, por medio del
conocimiento de Dios y de Jesucristo, nuestro Señor. Su poder divino, en efecto, nos ha
concedido gratuitamente todo lo necesario para la vida y la piedad, haciéndonos
conocer a aquel que nos llamó por la fuerza de su propia gloria. Gracias a ella, se nos
han concedido las más grandes y valiosas promesas, a fin de que ustedes lleguen a
participar de la naturaleza divina, sus trayéndose a la corrupción que reina en el
mundo a causa de la concupiscencia”.
Hemos visto el misterio de Dios que se revela al hombre siendo este capaz de Dios, se
revela especialmente en la Palabra de Dios transmitida en la Tradición y las Escrituras.
Dentro de un marco progresivo. Vimos que la Palabra vino a los suyos y esto tuvo
implicancias en Dios, revelándolo como Padre Hijo, y Espíritu Santo pero también en el
hombre, ya que los que la recibieron les dio la potestad de llegar a ser hijos en el Hijo
(cf. Jn 1, 11-12).
Dentro de este hermoso proceso de comunicación donde vimos que Dios desde su
iniciativa gratuita se hace Palabra para el hombre, y este la recibe como receptor. Ahora
entraremos a ver un poco la respuesta que el hombre está llamado a dar a la Palabra.
A. La respuesta del ser humano a la revelación - Análisis de cómo el ser humano puede
escuchar y comprender la palabra de Dios en su vida diaria. - Discusión sobre la
importancia moral en la respuesta del ser humano a la revelación divina.
2. El hombre que escucha esa palabra creadora: El ser humano, creado a imagen y
semejanza de Dios, tiene la capacidad de escuchar y comprender la palabra de Dios. A
través de la gracia y el don del Espíritu Santo, podemos recibir la palabra de Dios en
nuestros corazones y entender su mensaje. Escuchar la palabra creadora implica
abrirnos a su enseñanza, dejarnos transformar por ella y vivir de acuerdo con sus
principios.
3. El hombre que busca dar una respuesta: Al escuchar la palabra de Dios, el ser humano
es llamado a responder activamente a esa revelación. La respuesta implica vivir una
vida moral acorde con los mandamientos y enseñanzas de Dios. Buscar dar una
respuesta implica tomar decisiones conscientes y libres, orientadas hacia el bien y la
santidad, siguiendo el ejemplo de Jesucristo. Nuestra respuesta a la revelación divina
debe reflejarse en nuestras acciones y en nuestra búsqueda de la comunión con Dios y
con nuestros semejantes.
A. La respuesta del ser humano a la revelación - Análisis de cómo el ser humano puede
escuchar y comprender la palabra de Dios en su vida diaria. - Discusión sobre la
importancia moral en la respuesta del ser humano a la revelación divina.
Hemos visto el misterio de Dios que se revela al hombre siendo este capaz de Dios, se
revela especialmente en la Palabra de Dios transmitida en la Tradición y las Escrituras.
Dentro de un marco progresivo. Vimos que la Palabra vino a los suyos y esto tuvo
implicancias en Dios y en el hombre ya que los que la recibieron les dio la potestad de
llegar a ser hijos en el hijo (cf. Jn 1, 11-12). Ahora entraremos a ver un poco la
respuesta del hombre a la Palabra reveladora.
Comenzamos diciendo que Dios se revela y comunica su Palabra, porque Dios que es
comunión de amor quiere hacer partícipe al hombre de este amor que se da en el seno de
las relaciones trinitarias. En todo proceso de comunicación existe quien habla, en este
caso digamos Dios, un mensaje, es decir, la Palabra de Dios que se hace carne en la
historia concreta humana, también en esta analogía sería el mismo hermeneuta aquel
quien nos autorevela el mensaje el emisor mismo, el código el cual serían las palabras y
los gestos de la Palabra y un receptor el género humano quien tratará de dar respuesta a
esta iniciativa gratuita del Dios Amor.
Somos creados a imagen de la Palabra y podemos decir que esa comunión de amor que
nace del seno de la Trinidad habita interiormente en nosotros y nos dispone a obrar
buscando el bien, y como esa Trinidad es una Dios en relación, estamos llamados a
reproducir ese bien y comunicar ese amor hacia los demás buscando también y
deseando el bien del prójimo.
Estamos llamados a dar una respuesta activa y comprometida a esa revelación que nos
habita por cuanto somos hijos en el hijo y para llevar a término el fin al cual fuimos
llamados que consistente en la bienaventuranza eterna, a partir, del bien de la persona en
relación con Dios, el prójimo y la creación misma (VS13).
Cuando hablamos de esta Palabra que Dios dirige al hombre, empezamos hablando de
ley natural, es decir, lo hace como principio primero de la luz de la inteligencia
infundida en nosotros que nos exhorta a hacer el bien y evitar el mal, es imprescindible
volver a ese marco progresivo de la Revelación como lo explica (VS 12). Pues Dios dio
esa ley presente en la creación, luego la hizo presente en la historia de Israel, pueblo de
la Alianza, a partir de las diez palabras (los mandamientos), sin embargo esta ley en
tablas de piedra es un anticipo y signo de una alianza nueva que es escrita en el corazón
del hombre por el Espíritu de Dios (Ez 36, 24-28).
Pero en ese kairos divino el Verbo de Dios, se hizo Palabra y Ley viviente desde su
Encarnación en el sujeto concreto Jesucristo. Él vino a mostrarnos el rostro del Padre y
a través de sus enseñanzas vemos que estamos llamados a responder desde el amor,
haciendo una “opción fundamental” y radical de nuestra vida adhiriéndonos a su
persona. En su encuentro con Él, nos comunica su Espíritu y desde allí comenzamos a
participar de la vida de hijos de Dios.
Pero esta perfección exige una libertad madura, “la gloriosa libertad de los hijos de
Dios” (Rm 8, 21), la cual está fundada en el espíritu y no en la carne porque quien vive
su vida según la carne ve la Ley de Dios como un peso y una restricción a la propia
libertad (VS 17).
“Es un camino difícil y frágil mientras peregrinamos en este mundo, debido a que está
esa inclinación a hacer el mal que no quiero, esa naturaleza humana frágil y herida por
la realidad del pecado, que es justamente el rechazo a la Ley de Dios, la fractura de su
amistad, el hacer oídos sordos a esa Palabra que se revela para nuestro beatitud, o ese
silencio que hacemos como respuesta” (VS).
Sin embargo hay dos puntos importantes a tener en cuenta por una parte San Juan Pablo
II dice que la gracia hace posible que podamos vivir en el amor ya que Cristo nos ha
reconciliado por sus méritos al darnos la plena libertad de los hijos de Dios, “esa
capacidad de poder responder en la vida moral a la sublime vocación de ser hijos en el
Hijo… la Ley nueva no se contenta con decir lo que se debe hacer, sino que otorga
también la fuerza para «obrar la verdad»” (VS 18). Y por otra parte, también la
respuesta y perfección de la vida moral consistirá en poner todas nuestras potencias en
servicio del bien, es decir, no solamente movidos por el entendimiento y la voluntad
sino también integrando nuestras pasiones en el mismo, relacionando e integrando en un
organismo virtuoso las virtudes morales y informadas por la Fe, la Esperanza y
vinculadas en la perfección por la Caridad (CEC 1827). Así vemos que hay una relación
inseparable entre la gracia del Señor y don y la libertad del hombre, entre el don y la
tarea, todo de Dios y del hombre.
V. A modo de conclusión: