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La familia, santuario de la vida

Evangelium vitae de Juan Pablo II (25 /03/1995, #92-100)


Carmen María Vargas Feliz
2020-1086
Dentro del «pueblo de la vida y para la vida», es decisiva la responsabilidad de la familia:
es una responsabilidad que brota de su propia naturaleza —la de ser comunidad de vida
y de amor, fundada sobre el matrimonio— y de su misión de «custodiar, revelar y
comunicar el amor». Se trata del amor mismo de Dios, cuyos colaboradores y como
intérpretes en la transmisión de la vida y en su educación según el designio del Padre son
los padres. es, pues, el amor que se hace gratuidad, acogida, entrega: en la familia cada
uno es reconocido, respetado y honrado por ser persona y, si hay alguno más necesitado,
la atención hacia él es más intensa y viva.
La familia es verdaderamente «el santuario de la vida..., el ámbito donde la vida, don de
Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a
que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento
humano.
Como iglesia doméstica, la familia está llamada a anunciar, celebrar y servir el Evangelio
de la vida. Es una tarea que corresponde principalmente a los esposos, llamados a
transmitir la vida, siendo cada vez más conscientes del significado de la procreación,
como acontecimiento privilegiado en el cual se manifiesta que la vida humana es un don
recibido para ser a su vez dado.
La educación de los hijos como la familia cumple su misión de anunciar el Evangelio de
la vida. Con la palabra y el ejemplo, en las relaciones y decisiones cotidianas, y mediante
gestos y expresiones concretas, los padres inician a sus hijos en la auténtica libertad, que
se realiza en la entrega sincera de sí, y cultivan en ellos el respeto del otro, el sentido de
la justicia, la acogida cordial, el diálogo, el servicio generoso, la solidaridad y los demás
valores que ayudan a vivir la vida como un don.
La familia celebra el Evangelio de la vida con la oración cotidiana, individual y familiar:
con ella alaba y da gracias al Señor por el don de la vida e implora luz y fuerza para
afrontar los momentos de dificultad y de sufrimiento, sin perder nunca la esperanza.
El verdadero amor paterno y materno va más allá de los vínculos de carne y sangre
acogiendo incluso a niños de otras familias, ofreciéndoles todo lo necesario para su vida
y pleno desarrollo. Entre las formas de adopción, merece ser considerada también la
adopción a distancia, preferible en los casos en los que el abandono tiene como único
motivo las condiciones de grave pobreza de una familia. En efecto, con esta forma de
adopción se ofrecen a los padres las ayudas necesarias para mantener y educar a los
propios hijos, sin tener que desarraigarlos de su ambiente natural.

«Vivid como hijos de la luz» (Ef 5, 8): para realizar un cambio cultural
«Vivid como hijos de la luz... Examinad qué es lo que agrada al Señor, y no participéis
en las obras infructuosas de las tinieblas» (Ef 5, 8.10-11). En el contexto social actual,
marcado por una lucha dramática entre la «cultura de la vida» y la «cultura de la muerte»,
debe madurar un fuerte sentido crítico, capaz de discernir los verdaderos valores y las
auténticas exigencias.

Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la vida: nueva, para que sea capaz
de afrontar y resolver los problemas propios de hoy sobre la vida del hombre; nueva, para
que sea asumida con una convicción más firme y activa por todos los cristianos; nueva,
para que pueda suscitar un encuentro cultural serio y valiente con todos.

Se debe comenzar por la renovación de la cultura de la vida dentro de las mismas


comunidades cristianas. Muy a menudo los creyentes, incluso quienes participan
activamente en la vida eclesial, caen en una especie de separación entre la fe cristiana y
sus exigencias éticas con respecto a la vida, llegando así al subjetivismo moral y a ciertos
comportamientos inaceptables. El primer paso fundamental para realizar este cambio
cultural consiste en la formación de la conciencia moral sobre el valor inconmensurable
e inviolable de toda vida humana. Es de suma importancia redescubrir el nexo inseparable
entre vida y libertad. Son bienes inseparables: donde se viola uno, el otro acaba también
por ser violado.

Es esencial pues que el hombre reconozca la evidencia original de su condición de


criatura, que recibe de Dios el ser y la vida como don y tarea. Sólo admitiendo esta
dependencia innata en su ser, el hombre puede desarrollar plenamente su libertad y su
vida y, al mismo tiempo, respetar en profundidad la vida y libertad de las demás personas.

En síntesis, podemos decir que el cambio cultural deseado aquí exige a todos el valor de
asumir un nuevo estilo de vida que se manifieste en poner como fundamento de las
decisiones concretas —a nivel personal, familiar, social e internacional— la justa escala
de valores: la primacía del ser sobre el tener, de la persona sobre las cosas.

En particular, es necesario educar en el valor de la vida comenzando por sus mismas


raíces. Es una ilusión pensar que se puede construir una verdadera cultura de la vida
humana, si no se ayuda a los jóvenes a comprender y vivir la sexualidad, el amor y toda
la existencia según su verdadero significado y en su íntima correlación. Para esto se
necesita la formación de la conciencia, ya que está vinculada estrechamente la labor
educativa, que ayuda al hombre a ser cada vez más hombre, lo introduce siempre más
profundamente en la verdad, lo orienta hacia un respeto creciente por la vida, lo forma en
las justas relaciones entre las personas.
Reflexión sobre lo aprendido
Como dice el texto la familia es el santuario de la vida porque esta debe ser fundada en
matrimonio, encargada de transmitir amor y ser comunidad de vida.
El texto nos enseña en valor fundamental que tiene la familia porque es fruto del amor de
Dios por nosotros. Dios nos la entrego con el propósito del ser colaboradores de vida y
educación.
La familia como santuario de vida, don de Dios debe ser cuidada, amada, respetada de
manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta.

La familia tiene como propósito a anunciar, celebrar y servir el Evangelio de la vida. Es


una tarea que corresponde principalmente a los esposos, llamados a transmitir la vida,
siendo cada vez más conscientes del significado de la procreación, como acontecimiento
privilegiado en el cual se manifiesta que la vida humana es un don recibido para ser a su
vez dado.
Por esto debemos reafirmar el valor y la inviolabilidad de cada vida humana y para instar
a todas las personas a respetar, proteger, amar cada vida humana y servirla.

Dependiendo la educación de los hijos recibida por sus padres es lo que ayudara a la
familia cumplir su misión de anunciar el Evangelio de la vida. Ya que el evangelio será
transmitido a través de la palabra y el ejemplo, en las relaciones y decisiones cotidianas,
y mediante gestos y expresiones concretas. También a través de la auténtica libertad, que
se realiza en la entrega sincera de sí, y el cultivo del respeto del otro, el sentido de la
justicia, la acogida cordial, el diálogo, el servicio generoso, la solidaridad y los demás
valores que ayudan a vivir la vida como un don.

Debemos tener en cuenta que la oración es la fuente que nos comunica con Dios
individual y familiar, en la oración reconocemos la grandeza de Dios y damos gracias por
su inmensa misericordia, por el regalo maravilloso que nos regaló; la vida y pedirle
nuevas fuerzas en los momentos de dificultad.

Me resulta un tema muy interesante porque nos ayuda a valorar la familia y a saber la
importancia de esta. Nos enseña a reconocer que la familia es un regalo maravilloso de
nuestro Creador, y que esta esta para amarse, respetarse y brindarse apoyo mutuo.
También nos enseña que el verdadero amor paterno y materno va más allá de los vínculos
de carne y sangre acogiendo incluso a niños de otras familias, ofreciéndoles todo lo
necesario para su vida y pleno desarrollo.

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