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Curia general
LA CRISIS DE FE Y LA FAMILIA
Introducción
Para seguir profundizando en la importancia
de la familia y su misión en la formación de
la fe de los hijos, presentamos este material
recogido de los documentos que la Iglesia
nos ofrece y que nos ayudan a descubrir en
la vida de Jesucristo, Hijo de Dios, en una
familia, la de Nazaret, la clave para
desempeñar esta misión.
La Iglesia nos hace ver que “En nuestra
época el matrimonio y la familia están en
crisis. Vivimos en una cultura de lo provisional, en la que cada vez más personas renuncian al
matrimonio como compromiso público. Esta revolución en las costumbres y en la moral ha ondeado
con frecuencia la bandera de la libertad, pero en realidad ha traído devastación espiritual y material a
innumerables seres humanos, especialmente a los más vulnerables. Es cada vez más evidente que la
decadencia de la cultura del matrimonio está asociada a un aumento de pobreza y a una serie de
numerosos otros problemas sociales que azotan de forma desproporcionada a las mujeres, los niños y
los ancianos. Y son siempre ellos quienes sufren más en esta crisis”.1
La familia, ya no se define como una institución divina sino, como una institución de personas que
determinan sus fundamentos según sus antojos. Sin embargo, para los seguidores de Jesús, el
fundamento de la familia y de la unión matrimonial, está basado en la fe en Dios, que hace posible el
encuentro de las personas en el amor. Esta fe es la promesa de vivir un Amor irreversible que es fruto
del Gran Amor: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea
en él no perezca, sino que tenga vida eterna.”2
“Jesús, que reconcilió cada cosa en sí misma, volvió a llevar el matrimonio y la familia a su forma
original3 La familia y el matrimonio fueron redimidos por Cristo, restaurados a imagen de la Santísima
Trinidad, misterio del que brota todo amor verdadero. De Cristo, mediante la Iglesia, el matrimonio y
la familia reciben la gracia necesaria para testimoniar el amor de Dios y vivir la vida de comunión. El
Evangelio de la familia atraviesa la historia del mundo, desde la creación del hombre a imagen y
semejanza de Dios, hasta el cumplimiento del misterio de la Alianza en Cristo al final de los siglos con
las bodas del Cordero”.4
De allí nos viene la fe como don de Dios, como virtud sobrenatural infusa por él y sustentada por la
fuerza del Espíritu Santo. De este modo la fe necesita ser acogida, amada, cuidada y transmitida a las
nuevas generaciones. ¿Dejaremos que la crisis acabe con un regalo tan grande? Por su puesto que no,
no podemos dejarnos confundir por esta cultura de muerte que rodea la vida de nuestras familias.
Urge a la familia un replanteamiento de su fe desde la esperanza y la caridad que dinamizan y revelan
la vida cristiana hacia la comunión plena con Dios. ¿Cuál es la dirección que nos da la fe para nuestro
caminar como familia? ¿De dónde procede su luz poderosa que permite iluminar el camino de una vida
lograda y fecunda, llena de fruto?
1
Cf. Discurso del Papa Francisco a los participantes en el coloquio internacional sobre la complementariedad del hombre y la
mujer, organizado por la congregación para la doctrina de la fe. 2014
2
Juan 3,16
3
Mc 10,1-12
4
Cf. Amoris Laetitia 63
Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia
Curia general
5
Jn 14, 6
6
Lumen Fidei 4
7
Rm.10, 17
8
Cf. Lumen Fidei
9
Amoris Laetitia 43
10
Pontificio Consejo para la familia, Carta de los derechos de la familia (22 de octubre de 1983) art. 11
2
Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia
Curia general
individuales. La familia es un bien del cual la sociedad no puede prescindir, pero necesita ser
protegida”11
Ante estas situaciones que afectan a la familia y a nuestro mundo, se nos invita a contemplar a la
familia de Nazaret, a recuperar y rescatar la fe, la presencia de Jesús en nuestros hogares, en nuestro
diario vivir.
“La espiritualidad de Nazaret es una llamada a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las
situaciones más ordinarias de la vida, a ejemplo del mismo Jesús, que no se evadió de la servidumbre
de las relaciones humanas. Es, una espiritualidad de relación, de inclusión, en donde cada miembro de
la familia es importante y en el que todos tenemos algo que aportar y algo que recibir, en una relación
recíproca.
El misterio de Nazaret manifiesta, más que ningún otro, la total integridad y verdad de la naturaleza
humana de Jesús. Este misterio supone que Jesús apareció entre los demás sin hacer ruidos, pero
marcando su paso en medio de los suyos refiriéndolos siempre hacia la relación con el Padre”12
La familia debe volver a Nazaret si quiere vivir la alegría del Dios cercano. Nazaret es la raíz de la
Fraternidad, de la escucha, del perdón; del diálogo en la familia, en la Iglesia y en el Mundo.
Decir Nazaret equivale a dar valor a lo cotidiano, a lo pequeño, a lo simple. Significa saber descubrir el
valor redentor de una vida sencilla de personas del pueblo, con sus penas, trabajos y alegrías. Jesús
de Nazaret vivió como un hombre trabajador de su pueblo la mayor parte de su vida, y, después, en el
desierto o durante su vida pública, no dejó de ser nunca un pobre del pueblo de Yahvé, como su familia
y amigos.
Nazaret es la buena noticia del Dios hecho hombre. Dicho de otro modo, la predicación del Reino sólo
se puede entender en el contexto de Nazaret: Las Bienaventuranzas y el Mandamiento del Amor
constituyen el programa de Nazaret.
11
Amoris Laetitia 44
12
Cf. Rene Voillaume
13
Civilización del amor. Tarea y esperanza. Orientaciones para una Pastoral juvenil Latinoamericana CELAM
14
Civilización del amor. Tarea y esperanza. Orientaciones para una Pastoral juvenil Latinoamericana CELAM
3
Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia
Curia general
celebración cristiana, que la familia ha de vivir desde la espiritualidad de la familia de Nazaret que es
comunión, participación, presencia del Dios vivo.
“El sacramento del matrimonio es un don para la santificación y la salvación de los esposos. Los esposos
son por tanto el recuerdo permanente para la Iglesia de lo que acaeció en la cruz; son el uno para el
otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento les hace partícipes. El matrimonio
es una vocación, en cuanto que es una respuesta al llamado específico a vivir el amor conyugal como
signo imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia. Por lo tanto, la decisión de casarse y de crear una
familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional”15
“El don recíproco constitutivo del matrimonio sacramental arraiga en la gracia del bautismo, que
establece la alianza fundamental de toda persona con Cristo en la Iglesia. En la acogida mutua, y con
la gracia de Cristo, los novios se prometen entrega total, fidelidad y apertura a la vida, y además
reconocen como elementos constitutivos del matrimonio los dones que Dios les ofrece, tomando en
serio su mutuo compromiso, en su nombre y frente a la Iglesia. Por lo tanto, la mirada de la Iglesia se
dirige a los esposos como al corazón de toda la familia, que a su vez dirige su mirada hacia Jesús.
“Mediante el sacramento del matrimonio, Cristo sale al encuentro de los esposos cristianos”16
Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas,
de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros. El matrimonio cristiano es un signo
que no sólo indica cuánto amó Cristo a su Iglesia en la Alianza sellada en la cruz, sino que hace presente
ese amor en la comunión de los esposos. Al unirse ellos en una sola carne, representan el desposorio
del Hijo de Dios con la naturaleza humana. Por eso en las alegrías de su amor y de su vida familiar les
da, ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero”17
Conclusión.
En la compleja realidad de nuestro mundo y de la familia, la crisis de la fe se hace cada día más fuerte
y sigue siendo un reto para nosotras, Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia. Al
detenernos y ser conscientes de la realidad de la fragmentación familiar, visualizamos con esperanza
que contamos con un medio para ayudar a rescatar la fe, de y en la familia: ayudar a redescubrir la
espiritualidad de la familia de Nazaret, modelo de las familias, en la que Dios ocupa un lugar y en la
que Dios otorga a cada persona el lugar que le corresponde. En la escuela de Nazaret se aprenden los
valores que ayudan a la persona a vivir según el deseo del Dios, se aprende el respeto, la inclusión, la
fraternidad, el servicio, el sacrificio, la misericordia, la paz, el amor y las demás virtudes que se
necesitan para construir un mundo mejor.
También, es importante ayudar a la familia a profundizar en el valor de la celebración en la vida familiar
a través de los sacramentos, de la liturgia y de la Palabra de Dios. La celebración nos ayuda a sentir la
presencia de Dios, a crecer en la fe y en el amor.
15
Cf. Amoris Laetitia 72
16
Gaudium et spes, 48
17
Cf. Amoris Laetitia 73