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PASTORA FAMILIAR.

Parroquia San Miguel Arcángel 2019

FAMILIA MISIONERA
ILUMINACION BIBLICA: Recordando el mandato del Señor de “Ir y hacer discípulos entre todos
los pueblos”, Col 3,18 – 25. Hch 15,1- 22 , Hechos, 1 :8; Mateo 28:19-20; Hch 1:8; Efesios 6:15;
Lucas 8:1

¿CUAL ES LA MISIÓN DE LA FAMILIA? A la pregunta respondemos con la fe y la esperanza de


la Iglesia: nuestra misión es compartir la Vida que nos transmite Cristo. “El Amor es el que
da la vida”; por eso la Iglesia es enviada a difundir en el mundo la caridad de Cristo, para que los
hombres y los pueblos “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). De esta manera la
Iglesia es misionera sólo en cuanto es discípula, es decir, capaz de dejarse atraer siempre, con
renovado asombro, por Dios que nos amó y nos ama primero (Cf. 1 Jn 4, 10). Es por esta razón
que en esta oportunidad la misión va dirigida a la familia, tesoro de la humanidad, pero
especialmente porque ella, como Iglesia doméstica, viene siendo atacada, y en este sentido se
hace necesario proclamar el Evangelio de la Familia. “La familia es escuela de la fe” . Pues es en
la familia donde recibimos la vida y la primera semilla del amor y de la fe. En nuestros hogares la
familia enseña con su testimonio las verdades de la fe, enseñándonos a conocer a Dios, amarlo y
seguirlo.
Se hace un llamado a una pastoral familiar “intensa y vigorosa” y a un constante anuncio del
Evangelio de la familia (435). La familia tiene un papel muy importante y definitivo: "Construir una
verdadera comunidad de vida y amor" y ayudar a otras familias a que también lo hagan. Como
familias cristianas queremos ser familias que crezcamos interiormente, nos proyectemos sirviendo
en nuestro medio ambiente.
1.- Misión dentro de la familia
La constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo, Gaudium et Spes, dice que la familia, según
designio divino, está constituida como una “íntima comunidad de VIDA y de AMOR” (GS, 48). Es
ahí donde se hace las experiencias más profundas y significativas de lo que son el verdadero amor
y la verdadera vida. Es un ambiente, el familiar, que por esencia de su misma vocación, está todo
hecho de vida y de amor. No hay lugar mejor donde la vida y el amor sean el motor y al mismo
tiempo el fruto. “La familia cristiana está llamada a tomar parte viva y responsable en la misión de
la Iglesia... poniendo al servicio de la Iglesia y de la sociedad su propio ser y obrar” (FC, 50). ¿Y
cuál es su propio ser y obrar sino el de ser transmisora y protectora de la vida y fuente del
verdadero amor? En efecto, “el sacramento del matrimonio... constituye a los cónyuges y padres
cristianos..., como propios y verdaderos “misioneros” del amor y de la vida” (FC, 54).
No se trata por tanto de una opción, de una posibilidad, es una obligación grave; la familia
está llamada por vocación a transmitir estos bienes inmensos que son el amor y la vida, pues como
dice Santo Tomás, “el bien es por naturaleza difusivo”; no se puede encerrar, si son amor y vida
verdaderos, en las cuatro paredes del hogar, sino que deben llegar al mundo entero y renovarlo en
Cristo.
La familia, célula fundamental de la sociedad, debe transformarla con la fuerza que ella lleva
inscrita en su centro. Esas experiencias significativas de amor, de verdad, de pureza, de Dios, etc.,
que se hacen dentro de la familia deben ser compartidas con el mundo. Llamada por vocación a
ser una comunidad donde se forjan hombres y mujeres santos. Si no cumple este cometido no se
realiza como tal. Más allá de un nivel puramente humano, la familia incide en el plano espiritual y
se convierte en una auténtica casa de formación de hombres y mujeres de Dios, de apóstoles, de
catequistas, de comprometidos con la acción social. Ahí se aprenden las virtudes específicas del
Evangelio como son:
 La mansedumbre: esa bondad que brota del Corazón de Dios, que está abierto a todos los
hombres, que iluminado por la luz del Espíritu Santo, sabe acoger con especial paciencia y
comprensión.
 La justicia: que significa, ante todo, aprender a dar a Dios y a nuestros hermanos lo que les
corresponde.
 La misericordia: que perdona siempre a todos, alejando todo asomo de rencor, odio, envidia, etc.
Misericordia que es amor comprensivo y paciente.
 La castidad: que enseña a los hijos a vivir su dignidad de persona en el respeto a sí mismo y a los
demás.
 La paz: es el ambiente propio de una familia bien constituida. Ahí la ley que reina es la del amor y el
amor engendra la paz.
 La pureza del corazón: que enseña a la persona a actuar con recta intención por encima de sus
tendencias egoístas.
PASTORA FAMILIAR. Parroquia San Miguel Arcángel 2019

En definitiva, la vocación misionera de la familia obliga, en primera instancia, a los padres a


enseñar dentro del hogar a sus hijos a:
 Mantener una auténtica relación con Dios, hecha de amor, fidelidad, oración y obediencia
(FC, 60).
 Fomentar la santidad de los hijos.
 Hacer dóciles los corazones de los hijos, para escuchar la voz del Buen Pastor que llama a
cada hombre y mujer a seguirlo y buscar en primer lugar el Reino de Dios y su justicia.

2.- Misión en nuestro medio ambiente


"La familia está llamada a ser signo misionero para los alejados, para las familias que no
creen todavía y para las familias cristianas que no viven consecuentemente la fe recibida." (Juan
Pablo II, FC. 54).
Todas las familias cristianas, entonces, están llamadas a vivir y obrar como familias
"misioneras"
El amor es expansivo, por lo tanto la familia evangelizada, indefectiblemente se convierte en familia
evangelizadora. ¿Qué significa eso? Compartir con familiares, amigos, compañeros de trabajo y
vecinos, la experiencia de vivir y sentirnos iglesia doméstica, es decir: Nuestra fe y nuestro espíritu
misionero, Experiencias del proceso de crecimiento familiar, Servicio y, ayuda mutua, Bienes
materiales, Oración, Anunciar el evangelio, Dar testimonio de comunión familiar, Ayudar y acoger a
familias necesitadas, Generar la pastoral familiar en parroquias y movimientos apostólicos
Una familia misionera es la que se abre a los demás para construir un hogar sin fronteras.
La que no se encierra en su propia felicidad y da la espalda a los problemas y dificultades de otras
familias. la que se hace cercana a las familias que viven en un clima de violencia, que sufren la
pobreza y la falta de trabajo, que están marcadas por la enfermedad, el dolor y la marginación, que
han perdido la esperanza, que tienen que emigrar, que están sufriendo la pérdida de un ser
querido, que están divididas y enfrentadas, que se soportan pero no se quieren, que están
desbordadas por los problemas que dan sus hijos, que sólo viven en el horizonte del consumismo.
la que se compromete, en la medida de sus posibilidades, para mejorar la convivencia, la que
comparte bienes y tiempo con los necesitados, la que se une con otras familias, grupos y
asociaciones para crear un mundo distinto, la que colabora en proyectos solidarios, la que se abre
a la acogida, la hospitalidad y el encuentro con otros. la que se preocupa por la situación de las
familias en otros lugares del mundo, la que está en contacto con misioneros, la que ofrece su
ayuda para que se difunda el evangelio, la que colabora para crear un mundo más fraterno. Una
familia misionera es la que se convierte en signo y profecía del Reino.
En una sociedad que supervalora el consumo, el tener y el derrochar, los cristianos en familia
tienen que preguntarse si su fe les ha ido enseñando el gozo de compartir con los necesitados y de
valorar el ser sobre el tener.
En una sociedad marcada por la agresividad, la violencia y la imposición, los cristianos en familia
deben saber buscar caminos de aproximación a los agredidos y de educación para la no-violencia
activa y comprometida.
En una sociedad que busca el disfrute y la diversión por encima de todo, que hace del placer el
máximo valor y del dolor una maldición, los cristianos en familia tienen que ir adquiriendo la
sabiduría del estar disponibles para enjugar lágrimas ajenas y en ellas percibir las lecciones de los
crucificados de cada día.
En una sociedad que tolera la mentira y el fingimiento, que oculta sus intenciones y diviniza la
propaganda, los cristianos en familia deben experimentar que la verdad hace hombres y mujeres
libres.
En una sociedad que convierte la guerra en el máximo negocio y la discordia en el único modo de
autoafirmación, los cristianos en familia han de saber hacer de la familia un espacio para la
reconciliación y una escuela donde se formen promotores de la concordia y luchadores por la paz.
En una sociedad que todo lo relativiza, se rompen los compromisos y donde no tienen sitios los
ideales, los cristianos en familia deben ir creciendo en fidelidad al compromiso y educar personas
comprometidas, coherentes y firmes hasta la persecución.
La verdad del Evangelio sobre el amor humano y la bondad y belleza de toda vida humana
se convierte, de este modo, en fuente de alegría permanente. El mismo «Cristo necesita familias
para recordar al mundo la dignidad del amor humano y la belleza de la vida familiar» (5).. Todos
hemos recibido una vocación al amor. Todos estamos llamados a ser testigos de un amor nuevo,
de una gran alegría, que será el fermento de una cultura renovada, que pasa por la defensa del
amor y de la vida como bienes básicos y comunes a la humanidad.

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