Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Definición
Apéndice. (Del lat. appendix-icis). Anat.: Prolongación delgada y hueca, de longitud
variable, que se halla en la parte interna y terminal del intestino ciego.
Desarrollo embrionario
El apéndice, íleon y colon ascendente derivan del intestino medio primitivo. El apéndice
aparece alrededor de la octava semana de gestación. En un principio se encuentra en el vértice del
ciego, pero con el crecimiento posterior del ciego, su origen se desplaza hacia el lado medial en
dirección a la válvula ileocecal.
Las tenías de la capa de músculo longitudinal del colon se originan en la base del apéndice
sin importar este desplazamiento.
Los ganglios linfáticos aparecen en la pared del apéndice para el séptimo mes y aumentan
hasta la pubertad, después de lo cual disminuyen gradualmente.
Anomalías congénitas
Ausencia del apéndice
Collins Propuso una clasificación:
• Tipo I, ausencia completa del apéndice y el ciego.
• Tipo II, ciego rudimentario y ausencia del apéndice.
• Tipo III, ciego normal sin apéndice.
• Tipo IV, ciego normal y apéndice rudimentario.
• Tipo V, ciego gigante sin apéndice.
La malformación más común según esta clasificación es la tipo III.
Apéndice izquierdo
Hay cuatro casos en los que se puede encontrar un apéndice izquierdo.
1. Situs inversus viscerum o totalis.
2. Mal rotación intestinal.
3. Ciego "migratorio" con un mesenterio largo.
4. Apéndice excesivamente largo que cruza la línea media.
Anomalías numéricas.
Duplicación
La ausencia completa congénita del apéndice es rarísima, aunque conocida. La
duplicación apendicular también es muy rara (0,004 %).
Se han descrito tres tipos anatómicos:
— Duplicación a partir de una base apendicular común.
— Dos apéndices salidos separadamente del ciego, sea de una y otra parte de la
válvula ileocecal, sea a lo largo de una tenia.
— Biloculación del ciego, cada parte con un apéndice.
En el mismo orden debe señalarse la posibilidad de divertículo apendicular (1 %).
El divertículo de Meckel es una persistencia del conducto vitelino. Su frecuencia es del
orden de 1 sobre 500. Presenta la particularidad de poder contener una mucosa de tipo gástrico.
Variantes en su origen:
Clasificación de Treves
Tipo 1: fetal, con una forma cónica en su origen.
Tipo 2: el apéndice se origina en el fondo del ciego.
Tipo 3: el apéndice se origina dorso medial, por fuera del ciego (el más común).
Tipo 4: el apéndice se origina a un lado del orificio ileal.
El tipo 1 o fetal, también conocido como ―tipo cónico‖ sucede cuando el lumen apendicular
se estrecha abruptamente después de su origen cecal y se presenta en 2 a 3 % de los adultos.
Este tipo también se caracteriza por estrechamiento continuo desde el ciego hacia el apéndice.
Anomalías de posición del ciego
Se explican por mecanismos embriológicos bien codificados. El asa intestinal inicial, unida
al ombligo por el conducto vitelino, posee sobre su rama inferior una dilatación llamada brote cecal.
Esta asa intestinal realizará una rotación durante la cual el brote cecal emigrará progresivamente
hacia la fosa ilíaca derecha.
Anomalías de rotación, un paro o un exceso de emigración del ciego, explican las
diferentes localizaciones anatómicas halladas (fig. 4):
1. Localizaciones cecales ectópicas.
La posición más frecuente es el ciego pélvico, especialmente en la mujer (20-40 %), menos
frecuente en el varón (15 %).
La posición subhepática (5 % en el adulto) es clásica.
El mesenterio común por defecto de adhesión completa es más raro, con un ciego y un
colon derecho totalmente libres en la cavidad abdominal mayor.
El síndrome de Chilaiditi (posición interhepatodiafragmática del colon) es excepcional
(0,025 %) [47].
El ciego a la izquierda (por situs inversus) sólo se cita para tenerlo en cuenta. Aún más
excepcional es el apéndice en el interior de la cavidad torácica [22].
Anatomía normal. Morfología e implantación
Estructura interna
Formado por 4 capas:
Histología
La estructura histológica del apéndice es muy similar a la del ciego con la diferencia de
que la pared es mucho más gruesa por la gran cantidad de folículos linfoideos. La mucosa tapiza la
luz con un contorno irregular y carece de vellosidades, presenta criptas de Lieberkühn (glándulas
tubulares simples con revestimiento de células mucosecretoras) (1).
Figura. Corte coronal del apéndice
1. Revestimiento peritoneal con
1’. inserción de meso apéndice.
2. Fibras longitudinales.
3. Fibras circulares.
4. Submucosa.
5. Cordón mucoso
5’. muscularis mucosae
6. Glándulas de Lieberkühn
7. Folículos
8. Luz del apéndice
El orificio apendicular, redondeado, puede estar cubierto parcialmente por una hoja
mucosa inconstante y variable conocida como válvula de Gerlach de aproximadamente 3 a 5 mm
de diámetro.
Vascularización
La arteria ileocólica o cólica derecha inferior se divide en dos ramas [54], una cólica, que
remonta a lo largo del colon ascendente y otra ileal, que constituye junto con la rama terminal de la
arteria mesentérica superior la arcada ileocólica.
De esta arcada nacen arterias terminales para el ciego y el apéndice:
— La arteria cecal anterior pasa por delante del íleon.
— La arteria cecal posterior por detrás.
— La arteria apendicular propiamente dicha nace de la arteria cecal posterior o de la
arcada ileocólica.
Desciende por detrás del íleon y gana el borde mesentérico del apéndice:
— Bien sea adhiriéndose a éste, junto a su base y continuando hasta su punta.
— O, más frecuentemente, acercándose paulatinamente al apéndice penetrándolo
cerca de su punta. Dando:
1. Una arteria cecoapendicular para el fondo de saco cecal.
2. Una arteria recurrente ileoapendicular inconstante en dirección al íleon.
3. Ramales apendiculares.
El tipo de vascularización apendicular es terminal (sin red anastomótica).
Figura. Mesenterio del apéndice
El mesenterio del apéndice se deriva del lado posterior del mesenterio del íleon terminal.
Se fija al ciego así como al apéndice proximal y contiene la arteria apendicular.
Figura Vascularización del ciego y el apéndice
1. Arteria ileocecoapendiculocolica
2. art. Cecal ant.
3. art. Cecal post.
4. art. Apendicular
5. art. Recurrente ileal
6. art. Cólica der. Inferior.
Drenaje venoso
Las venas del apéndice se ubican con la arteria, en el mesenterio del apéndice. Se unen
a las venas cecales para convertirse en la vena ileocólica, una tributaria de la vena cólica derecha.
Drenaje linfático
El drenaje linfático de la región ileocecal es a través de una cadena de ganglios alrededor
de las arterias apendicular, ileocólica y mesentérica superior que llegan al ganglio celiaco y la
cisterna del quilo. Los linfocitos formados en los ganglios pasan a la luz del apéndice.
Linfáticos del ciego y apéndice anterior y posterior.
1. Ciego con su apéndice
2. Íleon
3. Ramas terminales de art. Mesentérica sup. Con su vena
4. Ganglios cecales ant.
5. Cecales posteriores
6. Ganglio apendicular ( subileal)
7. Ganglios ileocecales
Topografía
El ciego está libre en la fosa ilíaca derecha, sin adherencias peritoneales: Su
exteriorización es fácil por un abordaje parietal electivo en la fosa ilíaca derecha. Las relaciones
quirúrgicas posteriores son, a distancia, retroperitoneales: vasos ilíacos externos y uréter por
dentro, músculo psoas y nervio femorocutáneo por fuera.
Variantes de posición
Anomalías de posición del apéndice con relación al ciego. Aunque la base de
implantación es constante, la dirección, las relaciones parietales y vasculares del apéndice son
variables.
Posición normal.
Anomalías posicionales clásicas
• Posición retrocecal (65 %) (fig. 2 B)
Se explica:
Por razones embriológicas de desarrollo asimétrico del brote cecal.
Por adherencias peritoneales anormales durante el descenso del ciego a la fosa
ilíaca derecha. Pueden darse varias variantes:
Apéndice retrocecal fijado por adherencias peritoneales detrás del ciego y que
remontan por detrás del colon ascendente, incluso hasta el ángulo derecho;
Apéndice retrocecal libre no fijado detrás de un ciego flotante o de un colon
ascendente libre.
A partir de esta segunda disposición más libre, se puede explicar una fijación secundaria
por fenómenos inflamatorios iterativos. El carácter intra o extraperitoneal de esta localización
retrocecal (fig. 3) explica estas variantes y sus dificultades de exéresis quirúrgica.
El ciego está en la fosa ilíaca derecha. El apéndice es largo como un meso estirado. Se
sumerge en la cavidad pélvica y puede tener relación con la vejiga, el recto, el útero, el ovario y el
ligamento ancho.
• Posición mesocelíaca (mesocólica) (1 %) (fig. 2D)
A partir de un ciego siempre en posición normal, el apéndice está orientado hacia dentro,
pasa por detrás de la última asa de delgado hacia la cara posterior del mesenterio.
Anomalía banal pero no rara. El apéndice está libre pero no es laterocecal interno y su
base de implantación a nivel de la convergencia de las tres tenías es terminal en el polo inferior del
ciego.
Anomalías posicionales raras
• Posición intramural.
Corresponde a un apéndice localizado en la pared cecal extrínseca en relación con su
serosa y él mismo recubierto de peritoneo.
Se han descrito casos rarísimos de apéndices totalmente incluidos en el grosor de la pared
cecal sin serosa propia [1].
El descubrimiento del apéndice y su exéresis imponen una incisión de la serosa cecal a
nivel de un espesamiento percibido en la cara posterior del ciego.
Dificultades para exteriorización
Uno de los problemas que se presentan a menudo es el de la dificultad para exteriorizar
el apéndice o el ciego, por la presencia de adherencias o velos de origen congénito o adquirido.
Velos de Lane
Los velos ileales de Lane que son frecuentemente simples bridas que dificultan su
exteriorización. Estas formaciones deben seccionarse.
Repliegues de Treves
Los repliegues ileocecales o ileomesoapendiculares de Treves son casi siempre
avasculares, son a veces obstáculo para la fácil exteriorización del apéndice. Su sección resuelve
el problema.
Velos de Jackson
Los velos pericecoileales de Jackson pueden simular ciegos extraperitoneales
Regla de Spivack
Si la unión terminal del íleo está adherida al borde pelviano, hay 9 probabilidades contra
1 de que el apéndice sea retrocecal o retrocólico.
Función
Durante mucho tiempo se desconoció la función del apéndice, hoy al hacer el estudio
histológico vemos que forma parte del denominado MALT (tejido linfoideo asociado a mucosa) más
precisamente al GALT (a mucosa intestinal: junto con amígdalas).
Tejido linfoide (2 semanas de Nacimiento). Folículos linfáticos hasta 200 entre los 12 y los
20 años. Disminución después de los 30 años a menos de la mitad.
Se ha visto relacionado con la Maduración de linfocitos B Y Principal función Secreción de
IgA. Relación con ¿cáncer? ¿CUCI? Se ha encontrado mayor incidencia de CA de colon y CUCI
en pacientes apendicectomizados, de ahí que ya no se promueve la apendicetomía profiláctica.
Enfermedades del apéndice cecal texto.
Antecedentes históricos
Descrita desde los egipcios.
Un dibujo de Leonardo da Vinci de 1492 representa muy claramente un apéndice latero
cecal interno .
En 1902 se le drena a Eduardo VII (Inglaterra) con éxito quirúrgico En 1977 Dekok realiza
extirpación combinada con laparoscopia y mini laparotomía.
En 1983 Kurt Semn ginecólogo y pionero de endoscopias, reporta las primeras
apendicectomías laparoscópicas.
En 1986 Patrick O´Reagen primera Apendicectomía laparoscópica en apendicitis aguda.
Incidencia y epidemiología.
Primera causa de intervención quirúrgica de urgencia en el mundo.
Una de cada 15 personas presentara un cuadro apendicular agudo en algún día de su vida.
La probabilidad de presentar apendicitis aguda es de 1 en 5 al nacimiento, 1 en 35 a los 50 años y
menor de 1 en 100 a los 70 años. La mayor incidencia es en el segundo y tercer decenio de la
vida.
La frecuencia por sexos es de 1:1 antes de la pubertad en la cual aumenta en varones a
2:1 y vuelve a declinar otra vez a 1:1. La relación hombres a mujeres es de 2:1 entre los 15 y 25
años.
Epidemiologia mundial: Mayor frecuencia en América del norte, islas británicas, Aust
ralia, nueva Zelanda y en sudafricanos blancos. Es rara en Asia, África central y entre los
esquimales.
Es mucho más frecuente en las razas que consumen gran cantidad de carne y
relativamente rara en las razas que consumen una dieta rica en fibra.
Los datos epidemiológicos recientes sugieren fuertemente que la forma complicada de
apendicitis (perforada, gangrenada) no es la evolución de la forma no complicada (catarral,
flemonosa), sino que se trata de dos formas de apendicitis aguda de distinta fisiopatología.
Un epidemiólogo estadounidense ha demostrado que la incidencia de las formas no
complicadas (el 70% de las apendicitis agudas) presenta una variación estacional y ha tendido a
disminuir en los últimos 30 años, acercándose a la de los divertículos sigmoideos no complicados.
En cambio, la incidencia de las formas complicadas (el 30% de las apendicitis agudas) se mantiene
estable desde hace 30 años y es similar a la de las divertículitis sigmoideas complicadas.
(Livingston, 2007. Hay, 1992)
Aparte de estas situaciones, una apendicitis puede ser el modo de revelación
(infrecuente) de un tumor; en este caso, se trata de una forma complicada.
Etiología y patogenia.
La principal causa de la apendicitis aguda es la obstrucción de la luz apendicular; con
mucho menor frecuencia puede desarrollarse por diseminación infecciosa hematógena o linfática o
también por procesos inflamatorios adyacentes.
La obstrucción de la luz apendicular produce una acumulación de secreciones que
condiciona la proliferación de la flora saprófita, que exacerba su virulencia, y por otra parte provoca
un aumento de la presión intraluminal con distensión apendicular, que compromete su
vascularización.
La obstrucción está producida por:
1. Hiperplasia de los folículos linfoides de la submucosa (65%), especialmente en los
niños y en los adolescentes; esto coincide con el pico máximo de aparición de la apendicitis aguda.
Los folículos linfoideos de la lámina propia reaccionan a diferentes cuadros infecciosos
generales (respiratorios, sarampión, mononucleosis) o locales (salmonella, shigella: dan una
enteritis y dificultan el diagnóstico). Roux define al apéndice como la amígdala intestinal, capaz de
reacción ante cualquier cuadro inflamatorio. Esta causa de obstrucción luminal, que es más común
en la primera y segunda infancia, reactiva a una infección respiratoria puede desencadenar
aumento de presión y la consiguiente inflamación del órgano.
Figura 3. Vemos una endoscopía con un hallazgo de áscaris en luz cecal y un ovillo de
parásitos.
Fisiopatología
La inflamación del apéndice se origina por una obstrucción luminal y pasa por una serie
de estadios evolutivos anatomopatológicos secuenciales, es por esto que decimos que existen
cuatro tipos de apendicitis, en base al tiempo de evolución del cuadro.
Anatomía patológica.
Lesiones anatomopatológicas
Las apendicitis agudas no complicadas pueden ser catarrales (infiltración de leucocitos
polimorfonucleares y ulceraciones de la mucosa del apéndice, lesiones indispensables para el
diagnóstico positivo de apendicitis aguda) o flemonosas (infiltración edematosa de toda la pared).
Las apendicitis agudas complicadas son de dos tipos: gangrenosas o perforadas. Es muy
probable que la perforación sea la consecuencia de una gangrena localizada de la pared del
apéndice. El estercolito es un factor predictivo de perforación apendicular, por lo que se cree que
causa una necrosis de la pared del apéndice y no una «obstrucción» como se sostenía.
Los datos de la exploración física rara vez permiten prever la forma complicada o no
complicada de una apendicitis (mientras no se produzca la peritonitis generalizada). Es la clásica
disociación anatomoclínica que ha impulsado a tantos clínicos y cirujanos a indicar la cirugía antes
de exponerse a pasar por alto una forma complicada.
Por último, la realización sistemática del estudio anatomopatológico permitiría
diagnosticar un tumor.
Al principio el apéndice puede tener aspecto normal externamente o mostrar solo una
hiperemia; sin embargo, cuando el apéndice se habré a lo largo, se ve que la mucosa esta
engrosada, edematosa y enrojecida.
Más tarde aparece un salpicado de infartos hemorrágicos marrón oscuro, placas de
gangrena verde grisácea y pequeñas ulceras. Por último, todo el apéndice se vuelve tumefacto y
turgente y la serosa se hace rugosa, pierde su brillo saludable y se cubre de un exudado fibrinoso.
En el proceso evolutivo de la apendicitis aguda se distinguen cuatro estadios:
1. Apendicitis catarral o mucosa. El proceso afecta sólo la mucosa y la submucosa
(edema e hiperemia de la mucosa e infiltrado de células inflamatorias de la submucosa). El aspecto
macroscópico desde el exterior es normal.
2. Apendicitis fibrinosa. Resultan afectadas todas las capas del apéndice. El aumento
de presión intraluminal determina una disminución de la circulación arterial parietal que facilita la
infección de toda la pared apendicular. En la mucosa se aprecian erosiones y ulceraciones. En la
submucosa y en la muscular hay un intenso infiltrado inflamatorio. Este infiltrado confiere al
apéndice un color rojo oscuro. En la serosa se aprecia un exudado de fibrina que produce
adherencias del apéndice a órganos vecinos, sobre todo al epiplón.
3. Apendicitis purulenta. La luz apendicular se encuentra ocupada por material
purulento. En la pared aparecen microabscesos. El apéndice está dilatado, rígido, con exudado
purulento periapendicular que se origina por el pasaje transmural de gérmenes o por la perforación
de microabscesos.
4. Apendicitis gangrenosa. La isquemia de la pared condiciona zonas de gangrena y
necrosis. Estas zonas acaban por desprenderse, produciéndose perforaciones de la pared
apendicular y contaminación de la cavidad abdominal.
CLASIFICACIÓN
Tradicionalmente la clasificación de la apendicitis aguda se ha dado en 4 fases de
acuerdo a los hallazgos transoperatorios, sin embargo no definen claramente la gravedad de la
patología.
CLASIFICACIÓN POR FASES :
CLASIFICACIÓN POR FASES :
Fase I o Catarral.
Fase II o Exudativa.
Fase IV o Perforada.
Otro autor Maingot define la extensión de la enfermedad sobre todo en casos
complicados dando puerta a definir el manejo para cada fase, sin embargo tampoco es lo
mismo apendicitis aguda con fecalitos libres o sin ellos, con materia fecal libre o sin
ella y en cuantos cuadrantes, además el estado de tejidos adyacentes como puede ser
íleo o ciego que pudiera requerir de hemicolectomía derecha.
CLASIFICACIÓN DE MAINGOT:
CLASIFICACIÓN DE MAINGOT:
Otra clasificación más completa es la propuesta por el CMCG donde si define extensión
de la contaminación de la cavidad sin embargo no de la gravedad de la misma ni de los tejidos
peri apendiculares.
CLASIFICACIÓN CMCG
CLASIFICACIÓN CMCG
Manifestaciones clínicas.
A) Apendicitis aguda El dolor es el síntoma más importante de
1. Apendicitis aguda no perforada la apendicitis aguda y a menudo es el inicial. El
cuadro típico comienza con dolor abdominal
Fase Hiperémica localizado epigastrio (Signo de Rove) o alrededor
del ombligo: periumbilical (signo de Jacob), de tipo
Fase Edematosa visceral, producido por la distensión del apéndice.
Fase Necrosada o Gangrenada. Esto se debe a que la distensión de la serosa
visceral transmite aferencias vía simpática al plexo
II. Apendicitis Aguda Perforada solar, el que se integra a nivel de T 10 con el
dermatoma correspondiente el que traduce el dolor
Fase Purulenta
a nivel epigástrico o umbilical. Este dolor suele ser
Fase De Absceso continuo y poco intenso, aunque en ocasiones es de
tipo cólico (cólico apendicular).
Con Peritonitis Local Cuando el cuadro infeccioso progresa y
compromete la serosa parietal, el dolor es somático,
Con Peritonitis Generalizada
la aferencia se integra en la médula lumbar y de ahí
2. Apendicitis Aguda Reactiva. vuelve la eferencia como contractura muscular y
dolor referido a la FID (4-6 horas). Esta secuencia
3. Apendicitis Aguda Complicada. se produce en un 70 % de los casos; en el 30 %
B). Apendicitis crónica restante el dolor comienza directamente en el
cuadrante inferior derecho.
Cuadro 1 - Frecuencia de los síntomas y signos en el síndrome apendicular agudo .
[2]
Cuadro 1 - Frecuencia de los síntomas y signos en el síndrome apendicular agudo .
Dolor en la fosa ilíaca derecha 100% (por
definición)
Náuseas 58%
Vómitos 43%
Anorexia 41%
Dolor periumbilical inicial 49%
Duración < 5 días 69%
Dolor con la descompresión 30%
Defensa en la fosa ilíaca derecha 65%
Leucocitosis > 10.000/μl 63%
Temperatura > 37,5°C 66%
Dolor atípico: (45%) Es el que no sigue la sucesión clásica de dolor visceral y dolor
somático; pudiendo ser somático sólo, localizado en la fosa iliaca derecha desde el principio.
Otras veces depende de la localización del apéndice inflamado, cómo será el cuadro del dolor:
1- Apéndice localizado en el fondo pelviano: cursa con tenesmo vesical o rectal, dolor
suprapúbico, puede haber diarrea por irritación rectal por intermedio de Fondo de saco de Douglas.
2- Apéndice localizado subhepático: Dolor localizado en flanco derecho. Puede
simular una colecistitis.
3- Apéndice localizado retrocecal: cursa con dolor dorsolumbar.
4- Malrotación intestinal con apéndice en fosa iliaca izquierda: suele simular un cuadro
de sigmoiditis divertícular. Pero el punto de Mc Burney es positivo del lado derecho.
5- Apendicitis de localización mesocelíaca: ingresa en la raíz del mesenterio: curso
con un cuadro predominante de íleo. Es la de mayor dificultad diagnóstica. Diferenciar con hernias
internas.
Las náuseas y los vómitos también son frecuentes. Por lo general, aparecen poco
después del inicio del dolor, aunque en ocasiones preceden a éste. La aparición de náuseas y
vómitos antes del dolor no descarta una apendicitis aguda. El paciente vomita una o dos veces y
siempre luego del dolor. Uno de los postulados clínicos de la apendicitis aguda es que: ―los vómitos
nunca preceden al dolor‖ Está presente en el 100% de los casos. Puede estarlo desde el inicio del
cuadro o una vez que se instaló el dolor en FID.
No hay abdomen agudo con hambre. La anorexia es casi constante.
El ritmo intestinal está alterado casi siempre hacia el estreñimiento, aunque hasta el 20 %
de los pacientes pueden presentar diarrea, sobre todo en las apendicitis de localización pélvica.
Pueden aparecer también síntomas miccionales, sobre todo en las apendicitis pélvicas,
por la irritación de la vejiga contigua al proceso inflamatorio.
Clásicamente se pensaba que la cefalea no coexistía con la apendicitis, pero puede
hacerlo hasta en el 14 % de los casos, sobre todo en los niños.
El aumento de temperatura es frecuente, aunque poco intenso. Las temperaturas
superiores a los 38,5-39 oC son raras y deben hacer pensar en una complicación evolutiva o en
otro proceso. Puede existir una diferencia axilorrectal superior a 1 oC, sobre todo en las apendicitis
de localización pélvica.
Diagnóstico.
Pueden presentarse tres situaciones esquemáticas y dos casos específicos .
La existencia de dolor y defensa (contractura dolorosa involuntaria de los músculos de la
pared abdominal) al palpar la fosa ilíaca derecha, que puede reproducirse con la descompresión
brusca de la fosa ilíaca izquierda, es típica de una apendicitis aguda y casi suficiente para el
diagnóstico, a menos que el contexto (mujer joven) orientara hacia un diagnóstico alternativo. Los
signos infecciosos analíticos (leucocitosis neutrofílica, presente en 8 de cada 10 casos, y aumento
de la proteína C reactiva [CRP] en más de 8 mg/l) son inespecíficos. En este caso se impone la
apendicectomía.
Las exploraciones morfológicas sólo se indican en caso de duda diagnóstica pero con
signos claros (signos peritoneales en la fosa ilíaca derecha de una mujer joven, ausencia de
defensa pero dolor provocado indudable, febrícula y signos analíticos).
Una anamnesis detallada hará sospechar el diagnóstico, pero éste debe basarse siempre
en la exploración física minuciosa.
El paciente suele permanecer acostado, quieto, con el muslo derecho flexionado. Los
movimientos y la tos acentúan el dolor. En los estadios precoces es útil provocar este signo
haciendo dar pequeños saltos al paciente, que desencadenan el dolor local. La actitud durante la
deambulación es característica, dado que el enfermo adopta una marcha antiálgica.
Exploración física
Disminución de reflejos cutáneos en CID. Sensibilidad aumentada al tacto en fosa iliaca
derecha, y a la presión. Resistencia muscular involuntaria en fosa iliaca derecha. Perístalsis
disminuida.
Se sugiere maniobras sutiles (percusión en vez de rebote). Tomar en cuenta maniobras de
distracción (chocar con camilla, con estetoscopio, chocar con la pierna derecha etc.)
Defensa: Consiste en la contractura involuntaria de los músculos del abdomen cuando se
intenta realizar una palpación profunda. Es un signo que debe alarmar al médico. En caso de una
apendicitis es sinónimo de cirugía.
A medida que evoluciona el proceso, aparecen signos de irritación peritoneal. La defensa
muscular es la contractura involuntaria de los músculos de la pared abdominal situados sobre una
zona de inflamación intraperitoneal.
Se debe explorar con sumo cuidado, iniciando la palpación desde una zona alejada,
acercándose lentamente hacia el cuadrante inferior derecho. Con la evolución, esta contractura se
acentúa, y puede llegar a transformarse en rigidez en los casos de peritonitis (vientre en tabla). En
los casos de peritonitis difusa, el dolor con la presión y la defensa se localizan en todo el abdomen,
aunque una palpación cuidadosa demostrará un punto de máximo dolor en el punto donde está
situado el apéndice.
Puede estar desplazado en aquellos casos en los cuales el apéndice está en una situación
anómala. Cuando el apéndice es retrocecal se sitúa en el flanco derecho, por encima de la espina
ilíaca anterosuperior. Si se trata de un apéndice pélvico, el dolor tiene una localización
suprapúbica, aunque en ocasiones no se produce con la palpación abdominal, sino sólo con el
tacto rectal.
2. Signo de Blumberg. Dolor provocado por la descompresión brusca del abdomen. Es
un signo útil de irritación peritoneal; cuando el apéndice está en situación retrocecal o pélvica, la
inflamación apendicular no produce contractura muscular. Si la descompresión se produce en
cualquier parte del abdomen, diferente a la FID: GENEAU DE MUSSY.
3. Signo del psoas. (Cope) ( Meltzer Hausman) La flexión activa del muslo derecho
provoca dolor o lo aumenta. Es útil en las apendicitis retrocecales.
4. Signo del obturador. (Sachary-Cope) Consiste en la aparición del dolor con la
rotación interna pasiva del muslo derecho. Es útil en las apendicitis pélvicas.
Existen otros signos que pueden ser útiles en algunos casos de apendicitis:
5. Signo de Klein. El punto de máximo dolor se desplaza hacia la línea media cuando
el paciente adopta la posición de decúbito lateral izquierdo. Este signo es positivo en los casos de
linfadenitis mesentérica, ya que se desplazan los ganglios mesentéricos inflamados.
Signos apendiculares
1. Signo de Aarón: sensación de dolor en epigastrio o en la región precordial por la
presión en punto de Mc Burney.
2. Signo de Baldwin: Mc Burney con pierna extendida y elevada.
3. Signo de Brittain: La palpación del CSD del abdomen produce retracción testicular
del mismo lado (apendicitis gangrenada.)
4. Signo de Capurro: Palpación en el ámbito de espina iliaca antero superior
derecha con presencia de dolor.
5. Signo de Cope (del psoas): aumento de dolor en FID al realizar flexión activa de la
cadera derecha.
6. Signo de Chase: Dolor en región cecal provocado por el paso rápido y profundo de
la mano de izquierda a derecha, a lo largo del colon transverso, a la vez que se oprime el colon
descendente.
7. Signo de Chutro: Cicatriz umbilical desviada hacia la derecha.
8. Signo de Donelly: Dolor por la compresión sobre y debajo del punto de Mc
Burney, estando la pierna derecha en extensión y aducción ( retrocecales)
9. Signo de Dubard: dolor en FID por la compresión del nervio vago derecho a nivel
del cuello.
10. Signo de Dunphy: Dolor en Cuadrante Inferior Derecho al toser.
11. Signo de Guenero de Mossy: Rebote abdominal generalizado.
12. Signo de Head: Hiperestesia cutánea en FID.
13. Signo de Hesse: Diferencia de temperatura axilar en ambos lados.
14. Signo de Holman: Dolor a la percusión suave sobre la zona de irritación peritoneal.
15. Signo de Horn: Dolor en FID por la tracción suave del testículo derecho.
16. Signo de Ilescu, la descompresión del nervio frénico derecho del cuello produce
dolor en FID
17. Signo de Jacob: En la apendicitis aguda la FII no es dolorosa a la presión
profunda pero si al retirar bruscamente la mano.
18. Signo de Kahn: Presencia de bradicardia (Gangrenosa).
19. Signo de Kuster: Disminución de movimientos de la pared abdominal en inspiración.
20. Signo de Lecene: Palpación dos dedos atrás de la espina iliaca y dos por arriba
de la misma (retro cecal).
21. Signo de Lennander: diferencia de más de 0.5 grados entre la temperatura axilar y
la rectal.
22. Signo de López Cross Pavlosky: Dolor con Kuster y presión en fosa iliaca derecha
23. Signo de Mannaberg: Acentuación del segundo ruido cardiaco en las afecciones
inflamatorias del peritoneo.
24. Signo de Mastin: dolor en la región clavicular.
25. Signo de Meltzer: dolor intenso en FID por la compresión en punto de Mc Burney al
mismo tiempo que se levanta en miembro inferior derecho extendido.
26. Signo de Ott: sensación dolorosa, de estiramiento, dentro del abdomen, al poner al
paciente en decúbito lateral izquierdo.
27. Signo de Piulachs: Pinzamiento del flanco derecho con dolor.
28. Signo de Priewalsky: Disminución de la capacidad de sostener elevada la pierna
derecha.
29. Signo de Richet y Nette: Contracción de los músculos abductores del muslo
derecho.
30. Signo de Roque: La presión continua del punto de Mc Burney provoca en el varón
el ascenso del testículo derecho.
31. Signo de Roux: Sensación de resistencia blanda por la palpación del ciego vacío.
32. Signo de Rovsing: Palpación de fosa iliaca izquierda y el paciente refiere dolor en
fosa iliaca derecha.
33. Signo de Sattler: Si estando el paciente sentado extiende y levanta la pierna
derecha y al mismo tiempo s e presiona el ciego, se produce dolor agudo.
34. Signo de Simón: Retracción o fijación del ombligo durante la inspiración en las
peritonitis difusas.
35. Signo de Summer: aumento de la tensión de los músculos abdominales percibido
por la palpación superficial de la FID.
36. Signo de Tejerina- Fother-ingram: La descompresión brusca de FII despierta dolor
en FID.
37. Signo de Thomayer: Lado derecho timpánico y el izquierdo mate.
38. Signo de Tressder: el decúbito prono alivia el dolor en las apendicitis.
39. Signo de Von Blumberg: Dolor a la descompresión en el punto de Mc Burney
(rebote).
40. Signo de Wachenheim-Reder: Al realizar el tacto rectal s e produce dolor referido
en FID:
41. Signo de Wynter: Falta de movimientos abdominales durante la respiración.
Puntos apendiculares
1. De Cope: punto situado en el medio de una línea que va de la espina iliaca antero
superior derecha al ombligo.
2. DE Jalaguier: punto en el centro de una línea trazada desde la espina
iliaca antero superior derecha a la sínfisis del pubis.
3. DE Lanz: Dolor localizado sobre una línea imaginaria trazada de la espina antero
superior derecha a la izquierda y se localiza en la unión del tercio derecho con los dos tercios
izquierdos
4. De Lezmann: Punto sensible a 5-6 cm de la EIASD en la línea que une ambas
espinas
5. De Lothlissen: punto sensible a 5 cm por abajo de Mc Burney.
6. De Mc Burney: Se localiza sobre la línea imaginaria que une la espina iliaca antero
superior con la cicatriz umbilical y en la unión del tercio medio con el tercio externo.
7. De Monro: Punto situado en el punto medio de una línea que une la EIASD con el
ombligo.
8. De Morris: punto situado a 4 cm por debajo del ombligo en una línea a que va de
este a la EASD.
9. De Sonnerburg: Punto situado en la intersección de la línea que une ambas
espinas iliacas antero superiores con el musculo recto anterior derecho.
Maniobras apendiculares
1. Maniobra de Gordi Grau: El enfermo con el abdomen relajado, el índice extendido
del examinador resigue en sentido descendente, el surco inguinal hasta alcanzar el nivel del
conducto subpubiano. Comprimiendo de esta forma el nervio obturador.
2. Maniobra de gravitación: Si se limita con exactitud el área de sensibilidad en la
parte baja del abdomen y luego s e coloca al paciente sobre el lado sano, en un lapso de 15-30
minutos el área de sensibilidad, el dolor y la rigidez son más notables y extensas.
3. Maniobra de Haussmann: Una vez determinado el dolor en el punto apendicular, se
eleva lentamente el miembro extendido hasta formar con el plano de la cama un ángulo de 50
grados, mientras sé continua con la presión en el punto doloroso, en este momento se produce
aumento del dolor.
4. Maniobra de Kerengal: Se coloca al enfermo en decúbito supino igual que en la de
Klein se marca el punto doloroso y se coloca al paciente sobre lado izquierdo y se presiona
fuertemente en el punto marcado
5. Maniobra de Klein: Se coloca al paciente en decúbito supino y se marca el punto
doloroso, luego se coloca en decúbito lateral izquierdo y se puede observar que el punto doloroso
sigue coincidiendo con la marca.
6. Maniobra de Mc kessack-Leitch: El paciente se acuesta en decúbito lateral
izquierdo con ambos muslos flexionados en forma de ángulo recto con el cuerpo, el examinador
extiende el muslo derecho hacia atrás, al mismo tiempo que con su mano izquierda presiona el
punto de Mc Burney contra el músculo psoas tenso. (Útil en apéndice retrocecal).
7. Maniobra de Reder: al realizar el tacto rectal s e produce dolor en un punto por
encima y a la derecha del esfínter de O `Beirne (banda de fibras en la unión del colon sigmoides y
el recto).
8. Maniobra de Sam Martino: Se coloca una mano en abdomen para valorar la
resistencia muscular, mientras se realiza tacto rectal dilatando el ano con dos dedos. Dando como
resultado que la contracción y dolor disminuyen.
9. Maniobra de Soresi: Si estando el paciente acostado en decúbito supino con los
muslos flexionados, se comprime el ángulo hepático del colon. Al mismo tiempo que tose se
produce dolor en el punto de Macburney.
Triadas apendiculares
Tríada apendicular de Dielafoy: Hiperestesia, dolor y contractura muscular en fosa
iliaca derecha.
Triada de Murphy: Dolor abdominal, Náuseas y vómitos, Fiebre.
Triangulo hiperestésico cutáneo de Dielafoy: Sé encuentra en la unión de ombligo a
pubis y de pubis a espina iliaca antero superior.
Laboratorio
En la mayoría de los casos existe una leucocitosis ligera, hasta 15.000 leucocitos/ml. Si las
cifras son mayores, se debe pensar en una complicación evolutiva. La desviación izquierda de la
fórmula, con un predominio de los neutrófilos superior al 70 %, y la aparición de formas juveniles
en cayado, constituye una mayor ayuda diagnóstica. Esta desviación izquierda aparece de manera
casi constante, incluso con un recuento global de leucocitos normal.
La velocidad de sedimentación globular está normalmente acelerada.
La Proteína C reactiva, encontrándose una tasa de resultados negativos falsos de 3% y
positivos falsos de 11%, con una sensibilidad de 93.5% y especificada de 80%.
Existe la llamada prueba triple que sugiere altamente la presencia de apendicitis ante un
cuadro clínico sugestivo:
1. PCR por arriba de 8 mcg / ml.
2. Leucocitosis superior a 11, 000.
3. Neutrófilia por arriba de 75%.
El examen de la orina puede mostrar hematuria o piuria ligeras, si el apéndice inflamado
está en contacto con la vía excretora renal e incluso en casos en los cuales no existe este
contacto. Las cifras elevadas de leucocitos o hematíes en la orina deben hacer pensar en una
enfermedad renal, aunque no descartan totalmente una apendicitis.
En todo caso, los datos de laboratorio son complementarios y no pueden sustituir a la
historia clínica y a una exploración cuidadosa.
Ultrasonido
Apariencia ecográfica del apéndice normal
Se ha descrito en ultrasonidos como una estructura tubular, colapsable y llena de líquido,
que mide en promedio 3-6 mm de diámetro transverso, con un extremo ciego en el eje longitudinal
y una configuración ovoide en el
Plano axial. El apéndice es usualmente curvo y puede ser tortuoso. El espesor de su pared
no debe exceder de 2 mm, con contenido líquido en su interior e hiperecogenicidad de la mucosa.
Se diferencia de las asas intestinales delgadas por la ausencia de peristaltismo y de cambios en su
configuración durante todo el examen (figuras 7).
Figuras 8. Apendicitis. Estructura tubular de sección circular con capas no compresible, con
diámetro mayor de 7 mm. (Secundario al engrosamiento de sus paredes).
Figura 9. Apendicitis con líquido libre periapendicular. Apéndice inflamado con pequeña
cantidad de líquido periapendicular.
Figura 11. Apendicitis con apendicolito. En la imagen se visualiza apéndice inflamado con
apendicolito en su interior (obsérvese la sombra posterior que deja debido a su calcificación).
En los casos de apendicitis más evolucionadas se añaden además otros hallazgos como:
• Visualización de áreas hipoecogénicas en la submucosa del apéndice: la pérdida
de definición de las capas de la pared indica la presencia de fenómenos isquémicos y
gangrenosos, con posibilidad de una perforación inminente (figura 14).
En la ecografía puede verse el apéndice aumentado de diámetro, con una pared de más
de 3 mm de grosor y dolor al pasar el transductor. Es útil (sobre todo en la mujer, especialmente
durante el embarazo) para descartar los diagnósticos diferenciales. Método dependiente del
operador, sólo tiene valor si el apéndice se visualiza de forma nítida.
Figura 16: Corte ecográfico longitudinal del apéndice normal (transductor de alta
frecuencia [12 MHz]). Estructura ciega que nace en el fondo cecal y presenta un diámetro
anteroposterior inferior de 6 mm (3,5 mm en este paciente).
Figura 17: Corte ecográfico axial del apéndice normal (transductor de alta frecuencia [12
MHz]). Imagen redondeada, sin peristaltismo, con un diámetro anteroposterior inferior a 6 mm (3,5
mm en este paciente).
Figura 18: Corte ecográfico longitudinal de un apéndice en posición habitual con un
transductor de alta frecuencia (12 MHz): apendicitis aguda no complicada. Estructura ciega que
nace en el fondo cecal y tiene un diámetro anteroposterior superior a 6 mm (7,2 mm en este
paciente).
Figura 19: Corte ecográfico axial de un apéndice en posición habitual con un transductor de
alta frecuencia (12 MHz): apendicitis aguda no complicada. Imagen redondeada, sin peristaltismo y
con un diámetro anteroposterior superior a 6 mm (7,6 mm en este paciente).
Figura 20: Corte ecográfico longitudinal de una apendicitis aguda con derrame (transductor
de alta frecuencia [12 MHz]). Estructura ciega de 9,5 mm de diámetro que nace del fondo cecal.
Derrame reactivo.
Figura 21: Corte ecográfico axial de una apendicitis supurada (transductor de frecuencia
intermedia [8,5 MHz]). Imagen redondeada, sin peristaltismo, de 14 mm de diámetro
anteroposterior, con líquido en su interior y aspecto hiperecogénico de la grasa adyacente.
Figura 22: Cortes ecográficos axiales de una apendicitis complicada, perforada, con
estercolito apendicular (transductor de frecuencia intermedia [8,5 MHz]).a. Imagen redondeada
ciega de 12,1 mm con estercolito (flecha).b. Derrame por delante del apéndice (flecha).
Tomografía computarizada
La TC en el diagnóstico de la apendicitis en adultos fue popularizada a finales de 1990
tras la publicación de un estudio prospectivo que proponía el uso de la TC con contraste por vía
rectal. Este estudio de Rao y cols3 se encontró que la TC tenía una exactitud de 98%, aunque la
técnica no era la comúnmente utilizada.
Pero la controversia en el uso de la TC en la apendicitis todavía no se ha solventado. Se
han publicado trabajos que propugnan el uso de rutina de la TC sin contraste, que proporciona un
beneficio que supera los riesgos, y dejar el uso de contraste intravenoso para casos especiales 3,
26-28.
La TC presenta una mayor sensibilidad (90-100%) y especificidad (68-97%) que la
ecografía 27-31, aunque tiene sus limitaciones.
Se trata de una exploración que somete al paciente a radiaciones ionizantes (por lo que
no se debe utilizar en gestantes ni en niños, y de forma especial en mujeres en edad fértil),
presenta un mayor coste y tiene una menor sensibilidad en el estudio de pacientes con poca grasa
corporal.
No es operador-dependiente pero sí intérprete
dependiente, lo que significa que las imágenes pueden ser valoradas por otro explorador en
otro momento. Los protocolos son variados dada la controversia en cuanto al uso de contraste oral,
rectal, intravenoso y en lo que respecta a la extensión del área a valorar.
El contraste oral permite identificar las asas ileales, facilita la identificación del apéndice y
ayuda en el diagnóstico de otras posibles patologías. Sin embargo, es desagradable de ingerir en
un paciente con dolor abdominal, con frecuencia no se consigue ingerir todo el volumen deseado y
la opacificación de todas las asas requiere 1-2 horas de tiempo de tránsito, con el consiguiente
retraso en el diagnóstico.
Otra opción es la administración de contraste por vía rectal, que consigue una
opacificación del marco colónico y ciego en un tiempo mucho menor. Resulta incómoda y
engorrosa, y no siempre se logra la distensión de todo el colon.
El apéndice inflamado capta intensamente contraste intravenoso y esto facilita su
identificación en pacientes delgados, apendicitis perforadas o apendicitis precoces. Es de ayuda en
la demostración de patología extra apendicular, por lo que se aconseja su administración cuando el
paciente tiene una función renal normal.
La exploración limitada a FID es más rápida, más barata y emite menos radiación, pero
no se detectan apéndices fuera de la fosa iliaca ni patología extra apendicular, por lo que parece
más conveniente extender el estudio a todo el abdomen, incluyendo la pelvis.
Los criterios de apendicitis en el TC incluyen 32,33:
• Apéndice mayor de 6 mm en su diámetro máximo. La utilización de contraste
intravenoso es útil porque permite demostrar la pared engrosada y con realce circunferencial
(figura 23a).
• Ausencia de contraste oral en la luz apendicular.
• Visualización de uno o varios apendicolitos (figuras 23a y 23b).
Figuras 23 a y 23 b. Apendicitis. Corte axial y reconstrucción coronal oblicua de TC, con
apéndice inflamado mayor de 10 mm que sale del ciego; aumento de densidad de la grasa
periapendicular y apendicolitos.
• Presencia de cambios inflamatorios en grasa periapendicular, burbujas de gas
extraluminal, colecciones líquidas y/o presencia de adenopatías ileocecales (figura 24).
Figura 24. Apendicitis con apendicolito. Corte axial de abdomen en FID, El recuadro
muestra el apéndice de paredes engrosadas con un apendicolito en su interior y una alteración de
la grasa adyacente.
Como signos secundarios de la apendicitis se encuentran engrosamiento de fascias
cercanas, aumento difuso de densidad en el mesenterio adyacente o engrosamiento secundario de
las paredes del ciego 32,34.
Se descarta apendicitis cuando se observa que el apéndice está completamente lleno de
contraste o de aire, su diámetro máximo es menor a 6 mm, la pared apendicular es menor de 2
mm8,35, o no existe inflamación
periapendicular. Tampoco si el apéndice aparece colapsado o no se visualiza, siempre que
no existan alteraciones periapendiculares 36.
Es sobre todo la tomografía computarizada (TC), con la identificación de un apéndice de
más de 6 mm de diámetro, la que posibilita el diagnóstico de apendicitis aguda en casi el 100% de
los casos. Si el tamaño del apéndice es normal, la TC también permite descartar una apendicitis
aguda y/o establecer un diagnóstico alternativo. La irradiación no debe tomarse a la ligera, sobre
todo en el niño y el adulto joven, por lo que la TC no debe indicarse de forma sistemática. La
inyección de medio de contraste está contraindicada en caso de alergia al yodo y de insuficiencia
renal.
Figura 25: Cortes axial (A) y coronal (B) de una apendicitis complicada con plastrón
apendicular (tomografía computarizada con inyección en la fase venosa). Apéndice aumentado de
tamaño (9 mm) (flecha) y plastrón periapendicular (asterisco).
Figura 26: Cortes axial (A) y coronal (B) de una apendicitis complicada, perforada, con un
voluminoso estercolito (tomografía computarizada sin inyección). Apéndice aumentado de tamaño
(A, flecha) con derrame e infiltración (A, asterisco). Voluminoso estercolito apendicular en posición
pélvica secundaria a una perforación apendicular (B, flecha).
Figura 27: Corte axial en tomografía computarizada de una apendicitis no complicada (con
inyección en la fase venosa). Imagen redondeada de 8 mm en posición subcecal, con infiltración
de la grasa periapendicular (flecha).
Figura 28: Corte axial en tomografía computarizada de una apendicitis retrocecal (con
inyección en la fase venosa). Imagen redondeada de 9 mm en posición retrocecal, con infiltración
de la grasa periapendicular (flecha).
Figura 29: Corte axial en tomografía computarizada de una apendicitis pélvica (con
inyección en la fase venosa). Estructura ciega de 9 mm en posición pélvica, con infiltración de la
grasa periapendicular (flecha).
La resonancia magnética
Se encuentra en fase de evaluación.
Conclusiones de radiodiagnóstico.
• Debido a su sensibilidad y especificidad óptimas, consideramos a la ecografía
como la técnica de elección primaria en el diagnóstico de la apendicitis aguda.
• La ecografía es una técnica especialmente interesante en el diagnóstico en niños y
gestantes por la ausencia de radiación. Además, el tiempo de realización es corto, sin necesidad
de utilización de contraste ni de preparación previa del paciente.
• La TC puede considerarse como prueba de segunda línea en casos en que los
resultados obtenidos con la ecografía no sean concluyentes y persista alta sospecha clínica.
Recomendamos el algoritmo diagnóstico expuesto en la figura 15 ante la sospecha de apendicitis
aguda.
• La ausencia de hiperleucocitosis y de aumento de la CRP prácticamente permite
descartar una apendicitis, aunque también hay que controlar la CRP a las 24 horas.
• Las formas complicadas de apendicitis aguda rara vez se diagnostican en la fase
preoperatoria (disociación anatomoclínica). Se sospechan a partir de dos cuadros clínicos:
• El plastrón apendicular, masa dolorosa y mal limitada de la fosa ilíaca derecha, que
evoluciona de forma progresiva desde algunos días atrás y que corresponde a un apéndice
perforado sobre el cual se han adosado las asas de intestino delgado;
• La oclusión febril, que responde al mismo mecanismo, pero el adosamiento de las
asas conduce a la oclusión.
• El diagnóstico de ambas formas se hace con la TC y el tratamiento es médico
(antibiótico) en un primer momento y quirúrgico a continuación. Las otras apendicitis perforadas se
descubren a menudo durante la intervención y el tratamiento es idéntico, con la única diferencia de
que el riesgo de absceso postoperatorio es mayor.
Diagnostico integrado
De las manifestaciones clínicas y de laboratorio, las que tiene mayor sensibilidad para el
diagnóstico de apendicitis aguda son: Manifestaciones cardinales
1. Dolor característico (migración de la región peri umbilical al CID o localización inicial
en CID)
2. Manifestaciones de irritación peritoneal.
3. Datos de respuesta inflamatoria ( leucocitosis con mayor predominio de neutro filos)
Escalas de diagnostico
De las escalas clínicas para diagnóstico de apendicitis las más conocidas son: La de
Alvarado, Solís- Mena, Teicher, Ramírez Y Lilndberg
En 1986 fue propuesta una escala práctica para el diagnóstico temprano de la apendicitis
aguda por el Dr. Alfredo Alvarado en la que incluyó los síntomas y signos más frecuentes
encontrados en los pacientes con sospecha de apendicitis aguda.
Consideró ocho características principales extraídas del cuadro clínico de apendicitis
aguda y agrupadas bajo la nemotecnia MANTRELS, por sus siglas en inglés, de aquellos síntomas
y signos considerados importantes en la enfermedad, éstos son: migración del dolor (a cuadrante
inferior derecho), anorexia y/o cetonuría, náuseas y/o vómitos, sensibilidad en cuadrante inferior
derecho (del inglés tenderness), rebote, elevación de la temperatura, leucocitosis, desviación a la
izquierda de neutrófilos (del inglés shift to the left). Les asignó un punto a cada característica
encontrada, exceptuando sensibilidad en cuadrante inferior derecho y leucocitosis a las que les
asignó 2 puntos para cada uno totalizando 10 puntos y en base al puntaje obtenido determinó tres
conductas médicas a seguir, éstas son:
Si la sumatoria es de 7 o más puntos el paciente requiere cirugía, ya que se considera
cursa con apendicitis aguda, con 5 y 6 puntos el paciente cursa con una probable apendicitis y se
requerirá de valoraciones seriadas tanto clínica como de laboratorio así como de algunos estudios
por imágenes (US, TAC). Si el puntaje es de 1 a 4 existe una muy baja probabilidad de apendicitis
ya que muy raros casos se han presentado con menos de 4 puntos.
Ventajas
Una tasa de apendicetomías con resultados negativos menor de 15% Una tasa de
apéndice perforado menor al 35% de perforación inadvertida menor de 15% Apendicitis aguda
inadvertida menor a 5%.
Diagnóstico diferencial.
Se dice que una tasa de apendicetomías falso-negativa del 15 al 20% todavía es una
buena práctica quirúrgica.
El diagnóstico diferencial de la apendicitis puede hacerse prácticamente con todos los
procesos causantes de un abdomen agudo. Según la edad y el sexo, se debe establecer el
diagnóstico diferencial con una serie de procesos específicos. A continuación se indican los más
comunes.
La patología que más se confunde en los niños es la adenitis mesentérica.
Cuadro 2 - Principales diagnósticos diferenciales de la apendicitis aguda.
Ginecológicos Salpingitis
(exploración física, β- Otros no infecciosos (embarazo extrauterino, torsión de anexo,
hCG, ecografía) quiste complicado, ovulación dolorosa)
Urinarios Píelonefritis aguda derecha
(tira reactiva urinaria, Cólico nefrítico
ECBO, ecografía)
Digestivos Linfadenitis mesentérica (rinofaringitis, fiebre elevada, ecografía,
vigilancia)
Gastroenteritis (en caso de dolores predominantes, con poca
diarrea; ecografía)
Infarto del epiplón, apendalgitis o torsión del epiplón (sin fiebre,
ecografía o TC)
Inflamación del divertículo de Meckel (ecografía, o TC, o
exploración quirúrgica sistemática en ausencia de apendicitis)
Divertículitis del ciego o del colon derecho o incluso sigmoidea (TC)
Enfermedad de Crohn (antigüedad de los síntomas, diarrea, signos
sistémicos, ecografía o TC), ileítis, colitis agudas de causas
diversas.
Cáncer infectado del colon derecho (edad, alteraciones previas del
tránsito, anemia, TC)
En caso de peritonitis, todas las causas de peritonitis.
Cuadro 2 - Principales diagnósticos diferenciales de la apendicitis aguda.
Leyenda: hCG: gonadotropina coriónica humana; ECBO: estudio citobacteriológico de la
orina; TC: tomografía computarizada.
Enfermedades urológicas
Infección Urinaria.
La píelonefritis derecha puede simular una apendicitis aguda Retrocecal. El paciente tiene
fiebre alta, escalofríos, temblores y un análisis de orina anormal con bacteriuria. La cistitis en
general se manifiesta con disuria, polaquiuria, sin escalofríos ni temblores.
Cólico nefrítico derecho.
El dolor suele irradiar a la zona lumbar y a los genitales, produce un estado de inquietud y
suele estar acompañado por un síndrome miccional. El examen del sedimento y, en ocasiones, la
radiografía del abdomen que muestra la litiasis ayudará en el diagnóstico.
En la mujer joven, la salpingitis aguda, la ovulación dolorosa y la rotura de un embarazo
ectópico pueden simular una apendicitis.
Calculo Ureteral
Puede haber antecedentes de cálculos. La mayoría de los pacientes tiene hematuria, el
dolor puede irradiar hacia el testículo homolateral o la vulva. También presentan Polaquiuria. El
dolor sumamente severo y se asocia con vómitos profusos.
Absceso Perinéfrico
Los pacientes en general evolucionan más insidiosamente, con fiebre alta y temblores.
Aunque el dolor marcado e hipersensibilidad del ángulo costo vertebral se puede confundir con
apendicitis aguda retrocecal. Sin embargo, los pródromos de la apendicitis aguda están ausentes.
Epididimitis
El hemiescroto en general es muy sensible y puede palparse fácilmente el epidídimo
inflamado.
Vesiculitis Seminal.
La Vesiculitis Seminal produce dolor pero sin localización. Al tacto rectal con
hipersensibilidad marcada al lado de la próstata. No pródromos de la Apendicitis aguda.
Torsión testicular
Dolor severo, vómitos. A la exploración física del testículo se encuentra dolor y tumefacción
importantes.
Enfermedades respiratorias
Una neumonía lobular en un niño por lo común se presentara con fiebre y dolor abdominal,
por lo cual es esencial obtener radiografía de tórax en todo paciente con sospecha de apendicitis
aguda. Puede haber hallazgos auscultatorios en campos pulmonares y además la presencia de tos
flemosa, nos da la pauta para la diferencia de apendicitis aguda.
Enfermedades ginecológicas.
Enfermedad Inflamatoria Pélvica
Puede ser una salpingitis aguda, absceso tubo ovárico o un hidrosalpinx. Todas producen
dolor por debajo del ombligo que migra a la pelvis y que por lo común se acompaña de náuseas y
vómito, fiebre alta y taquicardia. El examen pelviano revela hipersensibilidad bilateral en especial
con el movimiento cervical y hay presencia de secreción vaginal. Típicamente es una infección
recurrente y aparece a los 7 días después de la menstruación.
Quiste Del Cuerpo Lúteo o Folicular Roto
Puede haber hemorragia asociada con la ovulación, y si es lo suficientemente severa
irritara el diafragma y tendrá dolor referido al hombro. La aparición a la mitad del ciclo menstrual.
Generalmente en 12 horas en observación las pacientes mejoran. En general el dolor es agudo. El
dolor cerca del comienzo de la menstruación puede ser secundario a rotura de quiste lúteo.
Leucocitos normales.
Embarazo Ectópico.
Esta enfermedad continua siendo un desafió. Más del 80% de estos embarazos ocurren en
la trompa de Falopio. Hay que tomar en cuenta los antecedentes de riesgo para embarazo
ectópico como son: una infección pelviana, un aborto inducido, el uso de DIU, la endometriosis y la
esterilización tubarica. El dolor pélvico o lumbar es la principal molestia, puede haber amenorrea o
no. A la exploración física hipersensibilidad de los anexos y palpación de una masa. La
ecografía puede mostrar un saco gestacional extrauterino el radioinmunoensayo de la sub
unidad beta de la HGC es positivo.
Torsión De Anexos
Generalmente involucra al ovario y la mitad distal de la trompa de Falopio. Generalmente
se trata de un ovario quístico o enfermo. El dolor y los vómitos son simultáneos y peores que en la
apendicitis aguda. El dolor es severo agudo y localizado desde su inicio.
Miomas Pedunculados
Estos tienen una tendencia a rotar sobre el pedículo y causar dolor. Es difícil diferenciarlo
de apendicitis aguda si ocurre del lado derecho. El dolor es intenso, agudo y severo. Sin embargo
no hay antecedentes de pródromos de apendicitis aguda.
Endometriosis
A menos que la paciente tenga antecedente de endometriosis o dolor cíclico él diagnóstico
diferencial es difícil sin cirugía.
Pronóstico.
Las primeras fases anatomopatológicas pueden evolucionar hacia la curación
espontánea o hacia estadios más avanzados. Así, la apendicitis mucosa puede curar sin secuelas
o evolucionar hacia la forma fibrinosa; ésta puede evolucionar hacia la curación, con la producción
de adherencias periapendiculares, o hacia apendicitis purulenta o gangrenosa. Estas dos formas
producen indefectiblemente la perforación del apéndice, con lo cual se forma una peritonitis
localizada o difusa.
Tratamiento.
El tratamiento de la apendicitis aguda es quirúrgico. La única excepción a esta regla
podría ser una apendicitis muy evolucionada, que manifiesta la existencia de un flemón
periapendicular; en este caso, las maniobras quirúrgicas podrían producir complicaciones.
El tratamiento expectante en estos casos consistiría en antibióticos, reposición
hidroelectrolítica, dieta absoluta, sonda de aspiración gástrica, reposo en cama y opiáceos. El
propósito de este tratamiento es la formación de un absceso circunscrito que se drenaría a las 3-4
semanas.
La técnica de elección hoy en día está en discusión; algunos autores optan por la
apendicectomía convencional y otros por la efectuada por vía laparoscópica; no obstante, la
mayoría se inclina por esta última.
Esta vía de acceso está indicada sobre todo cuando el diagnóstico es relativamente
incierto, se sospecha perforación o el paciente es obeso. La excelente visualización de todos los
órganos de la cavidad abdominal evita, en ciertos casos de errores diagnósticos, la extensión
excesiva de la incisión abdominal.
Tratamiento medico
Ayuno.
Soluciones parenterales a 1500 -2000 m2 SC.
Sonda naso gástrica en caso de vomito frecuente, ingesta reciente de alimento, distensión
importante por íleo o en oclusión intestinal.
Se recomienda el uso de medias elásticas o vendaje de Miembros Inferiores en casos de
alto riesgo.
Antibióticos
El manejo POP de antibióticos IV debe ser hasta que el paciente este a febril y el
recuento leucocitario sean normal. Existen varios esquemas:
Surgical Infection Society
Leves – Cefoxitina o ticarcilina- ácido clavulanico Graves- Carbapenem o cefalosporina de
3ra generación, aminoglucósido, o monobactam combinado con metronidazol o Clindamicina
Sanford
Cefotazima 2 gr iv cada 8 horas
Ticarcilina con ácido clavulanico 1 g cada 6 hrs o piperazilina con tazobactam 3 a 4 g cada
8 hrs o ampicilina con sulbactam 3g cada 6 hrs o ceftriazona 2 gr iv cada 24 horas o Ertapenem 1
gr iv cada 24 horas.
Ciprofloxacina 400 mg cada 12 hrs o levofloxacina 750 mg cada 12 hrs + Metronidazol 1g
cada 12 hrs o 500mg cada 6 hrs o Clindamicina 450 ª 900 mg cada 8 hrs
Nelson pediatría
Meropenem 60 mg /kg/día IV /3 tomas Imipenem 60 mg/kg/día / 4 tomas IV
Piperazilina con tazobactam 240 mg /kg/día / 4 tomas
Otro esquema: ampicilina 150mg/kg/día / 3 dosis + gentamicina 6 -7.5 mg / kg / día / 3
dosis.
Y clindamicina 30 mg / kg / día IV / 3 dosis. O metronidazol 40 mg / kg / día / 3 dosis.
Complicaciones
El porcentaje de complicaciones aumenta de acuerdo al tipo de apendicitis aguda, el
grado de evolución de la misma y la edad del paciente. La perforada o gangrenadas, consideradas
como heridas contaminadas o sépticas aumentan el índice de infecciones de la herida operatoria
hasta el 60% y la posibilidad de abscesos intraabdominales. Otra complicación es la fístula cecal,
poco frecuente, sin embargo, debe ser tratada como todas las fístulas de intestino de acuerdo a los
criterios de Sheldon. La mortalidad es de 15% en ancianos cuando ya está perforada y en
pacientes no ancianos la tasa va de 0.1 a 3%.
Apendicitis crónica
Durante muchas décadas se puso en tela de juicio. Es aceptado ante la evidencia
histopatológica y la desaparición de sintomatología. Hallazgos de adherencias laxas e infiltrado
inflamatorio crónico microscópicamente. El 70 % de estos pacientes presentan otro cuadro al año y
el 50 % requiere intervención quirúrgica en menos de un año. La apendicetomía alivia los síntomas
en más del 90% algunos autores le han nombrado síndrome de Fosa iliaca derecha.
Apendicitis postoperatoria
La apendicitis aguda que ocurre poco después de otra operación abdominal es rara y
difícil de diagnosticar. Los narcóticos normalmente administrados pueden alterar el
reconocimiento del dolor. Los antibióticos pueden inhibir la respuesta inflamatoria. Dolor,
hipersensibilidad y la defensa en CID son hallazgos uniformes y no deben ser ignorados, en
especial cuando el sitio de la cirugía está lejos de esa región.
Exploración física
Empieza con el interrogatorio del niño y de sus padres o tutores. Precisa el carácter y la
evolución del dolor abdominal, que es el motivo de consulta en la mayoría de los casos. Busca la
existencia de signos asociados, vómitos, alteraciones del tránsito, signos funcionales urinarios y
fiebre.
El interrogatorio tiene también como objetivo tranquilizar al niño para que la exploración
física sea más fácil, y por tanto más fiable, en un niño relajado y confiado.
La inspección debe dedicarse a buscar signos de sepsis, con alteración del estado
general en un niño cansado, amorfo, con la cara descompuesta. Cuando se busca psoítis, se
observa la forma en que el niño anda o se incorpora en la camilla de exploración para desvestirse,
así como su actitud espontánea, como por ejemplo una posición en semiflexión. Se puede pedir al
niño que infle y hunda el vientre de manera voluntaria. Si esta maniobra puede realizarse sin
dificultad, con una respiración abdominal normal, se descarta una contractura abdominal.
Esta inspección busca sistemáticamente púrpura en las zonas declives (tobillo, planta) e
ictericia conjuntival.
La palpación debe ser suave e iniciarse en el lado no doloroso. Busca una defensa
localizada o una masa abdominal. Permite descartar algunos diagnósticos diferenciales mediante
la exploración sistemática de los orificios herniarios en el lactante y de los testículos en el niño
mayor.
El tacto rectal no presenta interés en el niño, pues lo más frecuente es que éste no lo
acepte bien y que sea ininterpretable. Algunos estudios han confirmado que no era discriminativo.
Siempre que exista fiebre, hay que efectuar el examen pulmonar, urinario y otorrinolaringológico
(ORL).
Formas complicadas
A menudo resulta difícil distinguir clínicamente un absceso de una peritonitis, sobre todo en
el niño pequeño. En ambos casos, los signos clínicos hacen pensar en una sepsis grave: alteración
del estado general, fiebre superior a 38,5 °C, niño postrado que no responde a las preguntas. Los
vómitos intensos pueden haber provocado deshidratación con pérdida de peso.
La palpación encuentra defensa localizada o difusa y, en ocasiones, una masa abdominal
que hace pensar en un absceso o en un plastrón apendicular. El abdomen puede estar
meteorizado debido a un íleo reflejo. Hay que recordar que el primer diagnóstico en el que se debe
pensar ante una oclusión febril en un niño no apendicectomizado es el de peritonitis apendicular.
Formas atípicas
Por desgracia para los clínicos, el diagnóstico resulta a veces difícil y es típico decir que
«en la apendicitis, puede verse cualquier cosa».
El dolor puede ser muy vivo o, por el contrario, poco intenso y tranquilizador. Su
localización, en ocasiones ectópica, depende de la del apéndice, que puede ser:
• Pélvica, con signos funcionales urinarios predominantes, pero con tira reactiva urinaria
negativa;
• Retrocecal, con dolor en la fosa lumbar y fiebre que puede imitar una pielonefritis, aunque
también en este caso los análisis de orina son negativos;
• Mesocelíaca, con dolor periumbilical y un cuadro oclusivo.
Puede que no haya fiebre, aunque resulta excepcionalmente muy elevada si no existen
complicaciones.
Laboratorio
El hemograma suele mostrar leucocitosis por polimorfonucleares neutrófilos, pero no existe
correlación entre la tasa de glóbulos blancos y la gravedad de la apendicitis. En ocasiones, dicho
hemograma resulta normal.
La proteína C reactiva (PCR) se encuentra a menudo aumentada, pero con un desfase en
relación con el inicio de los signos clínicos. De hecho, estos dos criterios de laboratorio resultan
especialmente interesantes cuando son negativos.
Ecografía
Se ha convertido en una prueba corriente desde que el diagnóstico clínico no es típico o
para descartar determinados diagnósticos diferenciales, especialmente en la adolescente. Un
estudio reciente muestra que la ecografía se practica ampliamente en la actualidad y que permite
disminuir el número de niños operados con un apéndice normal (del 24% en 1991 al 4% en 2000).
La ecografía en el niño posee una sensibilidad del 94% y una especificidad del 95% con un
operador adiestrado. Los signos positivos del diagnóstico ecográfico son una estructura tubular en
fondo de saco de más de 6 mm de diámetro.
Julien y Puylaert han descrito la técnica de la «compresión gradual», que permite la
depresión progresiva de la fosa ilíaca derecha con la sonda de ecografía de manera que se
visualice mejor el apéndice. Éste, cuando es patológico, es rígido y difícil de comprimir, con
visualización a veces de un coprolito intraluminal no visible con el ASP, pues todavía no está
calcificado. También se puede visualizar un derrame en la cavidad peritoneal periapendicular
(absceso) o difuso (peritonitis), teniendo en cuenta que la ausencia de derrame no descarta en
absoluto una peritonitis. Por tanto, la ecografía es una prueba a menudo fiable, que se puede
repetir y con un coste moderado; debe utilizarse sin vacilar en caso de duda diagnóstica o en las
niñas. Una de las limitaciones de esta prueba es la obesidad, debido a la mala ecogenicidad de la
grasa.
Tomografía computarizada
La tomografía computarizada se ha evaluado bien en el adulto para el diagnóstico de
apendicitis. Se utiliza poco en el niño debido al alto valor de la ecografía y a la exposición a las
radicaciones ionizantes. Sin embargo, tiene una excelente rentabilidad, con una sensibilidad del
87-100% y una especificidad del 89-98%, sobre todo cuando se asocia en el niño a una
opacificación cólica. Estos valores dependen menos de la persona que realiza la exploración. Así
pues, la tomografía computarizada conserva interés en caso de duda diagnóstica o en caso de
sospecha de plastrón apendicular con posibilidad de drenaje percutáneo.
La conducta que se debe seguir con respecto a las prescripciones de técnicas de
diagnóstico por imagen ante la sospecha de apendicitis en el niño puede resumirse proponiendo el
árbol de decisión representado en la Figura 3.
Figura 3: Árbol de decisión. Pruebas de diagnóstico por imagen ante la duda diagnóstica
de apendicitis.
Diagnóstico diferencial
Está en función de la edad del niño.
Tratamiento médico
Aunque se reconoce de forma unánime la necesidad del tratamiento antibiótico, sus
modalidades son en la actualidad objeto de controversia. Las moléculas utilizadas, su dosis, su
asociación y la duración del tratamiento no están consensuadas y ningún estudio permite probar la
superioridad de un protocolo terapéutico sobre otro. Las grandes líneas se centran en el uso de
moléculas eficaces sobre la flora digestiva aerobia y anaerobia. Por razones de bajo coste y de
buena tolerancia en los niños, los betalactámicos, asociados a metronidazol y aminoglucósidos en
las formas complicadas, son los antibióticos de primera elección. La antibioticoterapia se inicia de
media hora a una hora antes del comienzo de la intervención quirúrgica, con el fin de evitar
cualquier diseminación bacteriana durante la intervención. Esta antibioticoterapia intravenosa es
perioperatoria, inferior a 48 horas, en las apendicitis simples. La duración de la antibioticoterapia
intravenosa por encima de las 48 horas, indicada en las formas complicadas con derrame
purulento intraperitoneal. La antibioticoterapia puede interrumpirse cuando, después de 24 horas
de apirexia y en ausencia de complicaciones oclusivas, el hemograma muestra ausencia de
leucocitosis. Si la fiebre o la leucocitosis sobrepasan los seis días postoperatorios, deben
practicarse pruebas de diagnóstico por imagen en busca de un absceso intraperitoneal.
Hay que instaurar sistemáticamente los tratamientos antipirético y analgésico, así como la
prevención tromboflebítica en la adolescente. Si en las formas complicadas el período de ayuno
sobrepasa las 48 horas, se asocia nutrición parenteral a la rehidratación intravenosa. Puede ser
necesaria la kinesiterapia cuando existen complicaciones respiratorias o tras un encamamiento
prolongado.
Tratamiento quirúrgico
El tratamiento de referencia de la apendicitis es la apendicectomía, mediante laparotomía o
laparoscopia. La intervención quirúrgica se realiza bajo anestesia general, con intubación
orotraqueal. A menudo es necesario colocar una sonda nasogástrica, especialmente en caso de
oclusión o de vómitos intensos. Si la vía de acceso es una laparoscopia, la vejiga debe estar vacía,
ya sea haciendo que el niño orine o mediante un sondeo breve.
La vía clásica de acceso es una incisión denominada de Mac Burney, que consiste en una
incisión cutánea frente al punto de Mac Burney, situado en la unión entre el tercio externo y los dos
tercios internos de la línea que une el ombligo y la espina ilíaca anterosuperior, y el acceso a la
cavidad peritoneal sin sección muscular. Más recientemente, se ha utilizado en la apendicectomía
la vía de acceso laparoscópica.
Con independencia de la vía de acceso, las fases operatorias son idénticas. Se libera el
apéndice de eventuales adherencias inflamatorias, a continuación se efectúa la apendicectomía
tras ligadura o coagulación del meso y ligadura de la base apendicular con hilo reabsorbible. La
pieza debe enviarse sistemáticamente a anatomopatología. Se extrae por medio de una bolsa en
las laparoscopias con el fin de no contaminar la pared abdominal.
En la actualidad, se consideran inútiles en el niño las muestras bacteriológicas
peroperatorias. En cambio, la presencia de un derrame purulento intraperitoneal, localizado o
difuso, lleva a la mayor parte de equipos a realizar un lavado peritoneal con suero fisiológico
caliente. Las indicaciones de drenaje en el niño son en cambio infrecuentes y se limitan a la
evacuación de un absceso organizado.
El intestino delgado se desenrolla con el fin de buscar una divertículitis de Meckel si el
apéndice parece sano desde el punto de vista macroscópico. En caso de infección apendicular
probada, es probable que el paso de estas asas delgadas por la zona infectada resulte perjudicial,
con un riesgo de oclusión sobre brida postoperatoria superior al de la complicación posterior de un
eventual divertículo de Meckel sano.
Complicaciones
Complicaciones abdominales. Están dominadas por las complicaciones infecciosas,
abscesos de pared y abscesos intraperitoneales, pero pueden observarse también síndromes
oclusivos postoperatorios, de origen funcional o debidos a adherencias, y fístulas cecales.
La frecuencia de las complicaciones abdominales infecciosas no parece correlacionada
con las modalidades de la antibioticoterapia (tipo de molécula, hora de inyección, duración). En
cambio, está correlacionada con la gravedad de la enfermedad inicial. Para Emil et al, la tasa de
abscesos de pared pasa del 0% en las apendicitis simples al 2,6% en las apendicitis complicadas y
la tasa de absceso intraperitoneal pasa del 0,56 al 4,4%. Se ha observado la influencia de la vía de
acceso sobre estas tasas.
El tratamiento de los abscesos de pared se basa en los cuidados locales, con desunión de
la cicatriz y colocación de mechas. La antibioticoterapia no es indispensable en ausencia de
síndrome infeccioso sistémico. En cambio, la reanudación de la antibioticoterapia por vía
intravenosa permite tratar la mayor parte de los abscesos intraperitoneales. Éstos se operan si se
asocian a oclusión o son objeto de drenaje, quirúrgico o por vía percutánea, si la antibioticoterapia
no controla el síndrome infeccioso. Ante cualquier absceso profundo, en especial si es recidivante,
hay que pensar en la persistencia de un coprolito intraperitoneal, ya que debe extirparse. En estos
casos, la tomografía computarizada presenta un gran interés diagnóstico.
Las fístulas cecales son más infrecuentes. Algunos autores las atribuyen al drenaje en
contacto con el muñón apendicular, pero también pueden ser secundarias al mal estado de la
pared cecal frente a la ligadura apendicular. Se tratan mediante drenaje y fistulización dirigida; la
curación es la norma, aunque a veces la evolución resulta larga.
La oclusión intestinal, de origen funcional en el 70% de los casos precoces, requiere la
colocación de una sonda nasogástrica y de una perfusión para rehidratación debido a la
constitución de un tercer sector. La búsqueda de una brida se hace más necesaria cuanto más
tardía es la oclusión con respecto a la intervención y debe efectuarse ante cualquier resistencia al
tratamiento médico o tras una recidiva de la oclusión. La mejor manera de practicar la sección de la
brida es mediante laparoscopia, cuyo riesgo adhesiógeno es inferior al de la laparotomía. La tasa
global de oclusiones se estima en el 0,5-1,5%.
Complicaciones médicas
Se trata de infecciones pulmonares, urinarias, sobre el punto de inserción del catéter o de
retención urinaria, y deben prevenirse.
Apendicitis en el embarazo
La concentración elevada de progesterona en el embarazo da origen a una hipotonía del
músculo liso intestinal. En consecuencia, se prolonga el tiempo de evacuación gástrica. Las
relaciones entre las vísceras abdominales se modifican, sobre todo en el compartimento
inframesocólico. El apéndice se desplaza desde la fosa ilíaca derecha al hipocondrio derecho,
donde al octavo mes alcanza el reborde costal (Figura 1).
Figura 1: Desplazamiento del apéndice y el ciego durante el embarazo .
La pared abdominal se distiende, sobre todo al final del embarazo, lo que causa una
disminución de los reflejos de defensa o de contractura parietal en las peritonitis.
La apendicitis aguda es la urgencia quirúrgica no obstétrica más frecuente durante el
embarazo (25% de los casos). La incidencia varía entre el 0,05-0,13% de los embarazos. Es tan
frecuente durante el embarazo como fuera de éste, por lo que la gestación no es un factor
predisponente a la apendicitis. En realidad, las mujeres embarazadas no están forzosamente
expuestas a un riesgo más elevado de apendicitis que las no embarazadas. Puesto que se trata de
una enfermedad de la población joven, desde luego la apendicitis es más común en las mujeres en
edad de procrear.
La apendicitis en la mujer embarazada sigue siendo una afección grave debido a la
frecuencia de las formas perforadas y las peritonitis. La incidencia de la apendicitis perforada en el
embarazo es del 43%, claramente superior a la del 4-19% del resto de la población. Se han
señalado varios factores:
• El retraso diagnóstico debido a una sintomatología polimorfa y a que la mujer
embarazada tiene múltiples razones para vomitar o presentar dolores en el abdomen. En la
primera consulta, con frecuencia demorada, el diagnóstico es dudoso y el embarazo lleva al
cirujano a temer una complicación obstétrica tras una laparotomía inútil;
• Los cambios anatómicos: desplazamiento del apéndice y el ciego hacia arriba y hacia
fuera (Figura 1) ;
• La falta de tabiques peritoneales en las infecciones abdominales del embarazo. Hay
varias explicaciones posibles: el desplazamiento del epiplón por el útero, las contracciones uterinas
que impiden la formación de adherencias peritoneales, el aumento de la vascularización
abdominopélvica que favorece la diseminación linfática precoz o, por último, el hipercortisolismo
gravídico que se opone a la reacción inflamatoria fisiológica. Los apéndices gangrenosos son 5,5
veces más frecuentes y los apéndices perforados, 3,5 veces más frecuentes durante el embarazo
que fuera de éste, sobre todo con motivo de un retraso en el diagnóstico. Así, los fallecimientos
siempre se han producido a causa de apendicitis agudas perforadas con peritonitis.
Dificultades diagnósticas
Aumentan a medida que avanza el embarazo y suponen un agravamiento del pronóstico.
Así, los problemas difieren en función de la fecha de la gestación.
En el primer trimestre
La sintomatología apenas varía a causa de la presencia del útero grávido, cuyo desarrollo
todavía no es significativo. El diagnóstico no es más difícil que fuera del embarazo. La dificultad
consiste sobre todo en eliminar las afecciones que son más frecuentes en este período.
Las manifestaciones clínicas son: La anorexia, presente en casi todas las pacientes; los
vómitos (86% de los casos), desde luego muy comunes en esta etapa, que por esto mismo deben
inducir a efectuar una palpación minuciosa de todo el abdomen, con más razón porque los vómitos
de la apendicitis aguda pueden revestir un carácter incoercible; el dolor, que se localiza en el
flanco derecho, algo por encima y por fuera del punto de MacBurney, pero que también puede
ubicarse a la izquierda; las lumbalgias o los dolores en el flanco, posiblemente provocados por un
apéndice retrocecal; la fiebre de 38-38,5 °C, inconstante (el 72% de los casos tiene una
temperatura inferior a 38 °C) ; la disuria, infrecuente.
Puede revelar signos indirectos, como un derrame en el receso rectouterino o debajo del
diafragma. La sensibilidad de la ecografía disminuye hacia el final del embarazo debido al tamaño
del útero y al desplazamiento del apéndice.
Resonancia magnética T2: apéndice distendido con fecalito (flechas) a las 6 semanas de
amenorrea (SA). Acumulación de líquido y aire entre el apéndice y la pared pélvica, compatible con
un absceso periapendicular (punta de flecha).
a. Corte axial.
b. Corte sagital.
En el primer trimestre
Se hace con:
• Vómitos incoercibles del embarazo: la fosa ilíaca derecha, que debe explorarse por
principio, debe ser indolora y blanda; el abdomen también es blando;
• una amenaza de aborto febril, aunque en principio se acompaña de metrorragias;
• una infección anexial, que se descarta si la evolución del embarazo es normal;
• un cólico renal derecho;
• un embarazo extrauterino, un quiste ovárico o una torsión anexial; la ecografía, en
especial endovaginal, ayuda al diagnóstico; puede ser necesaria una laparoscopia para rectificar
un diagnóstico dudoso en el primer trimestre.
Complicaciones de la apendicitis
Peritonitis
En caso de diagnóstico tardío, la infección peritoneal tiende a difundirse y las peritonitis no
son infrecuentes. Las mujeres embarazadas y que presentan una apendicitis aguda se complican
con perforación en el 25% de los casos. La incidencia de las perforaciones apendiculares se ha
estimado en el 66% en caso de que el intervalo entre el diagnóstico y el tratamiento sea de 24
horas, frente al 0% si el intervalo es menor de 24 horas . Las peritonitis pueden ser primarias por
perforación apendicular o secundarias por difusión de una apendicitis no operada.
Desde el punto de vista clínico, el cuadro corresponde a una obstrucción febril con
sensibilidad abdominal difusa y dolor a la descompresión. No hay contractura porque los músculos
rectos del abdomen son rechazados por el útero grávido. En cambio, se observan contracciones
uterinas y alteración del estado general.
El hemocultivo repetido muestra bacteriemia por gérmenes gramnegativos y anaerobios, lo
que puede explicar los cuadros de shock séptico.
La radiografía simple de abdomen muestra niveles hidroaéreos.
Prematuridad
Es el principal riesgo fetal. La aparición de contracciones uterinas eficaces es más temible
cuando se acerca el término. La amenaza de parto prematuro puede producirse durante el episodio
de apendicitis, durante la apendicectomía o, en las formas complicadas, por una peritonitis.
La contaminación fetal a partir de una bacteriemia materna es posible. También puede
producirse a partir de un foco infeccioso apendicular o peritoneal.
Mortalidad fetal
En la revisión sistemática de Walsh et al, los índices de mortalidad fetal fueron del 4%
(11/324), 12,1% (11/91) y 7,3% (11/150), respectivamente, en caso de apendicitis simple,
complicada y negativa. La apendicitis complicada era aquella perforada, abscedada o acompañada
de peritonitis. La pérdida fetal era más probable estadísticamente en el caso de una
apendicectomía laparoscópica por una apendicitis complicada que en una apendicectomía
laparoscópica por una apendicitis simple (p = 0,0027). No había una diferencia significativa en el
índice de pérdida fetal tras una apendicitis simple en comparación con el mismo índice después de
una laparoscopia «blanca» debido a una sospecha de apendicitis (p = 0,0641).
Posición de la paciente
Sobre todo en el tercer trimestre, se aconseja girar levemente a la paciente hacia el lado
izquierdo inclinando la mesa unos 30° para evitar el shock postural a consecuencia de la
compresión de la vena cava inferior y facilitar el acceso quirúrgico a la región cecoapendicular.
Laparoscopia
Puede indicarse tanto para el diagnóstico como para el tratamiento hasta el segundo
trimestre y, en algunos casos, hasta el tercer trimestre [30]. Al principio, el embarazo era una
contraindicación relativa de la laparoscopia, pues se infería una disminución de la perfusión uterina
y fetal, con la consecuencia de abortos o de la posible interferencia con el desarrollo fetal.
Publicaciones ulteriores con relación a resultados exitosos de la laparoscopia en el transcurso del
embarazo han confirmado la seguridad de esta técnica
En esta cirugía bajo anestesia general debe evitarse la acidosis respiratoria materna,
manteniendo el valor teleespiratorio de la presión de dióxido de carbono (CO2) por debajo de 30-
40 mmHg, y también la hipotensión arterial materna. Se recomienda girar levemente a la paciente
hacia el lado izquierdo para disminuir la presión sobre la vena cava inferior. No es necesario
colocarla en decúbito lateral izquierdo completo. El neumoperitoneo puede crearse con la aguja de
Veress en el primer trimestre, pero a partir del segundo debe hacerse en laparoscopia abierta. Se
han descrito complicaciones con las dos técnicas, pero la lesión accidental del útero con la aguja
de Veress es más peligrosa y más frecuente. La presión del neumoperitoneo debe mantenerse
entre 10-12 mmHg.
La laparoscopia se realiza por lo general con tres trocares cuya posición depende de la
edad gestacional. La ligadura del apéndice se efectúa con ayuda de endoligaduras (endoloops) y la
extracción con bolsa endoscópica a fin de reducir el riesgo de contaminación peritoneal o parietal.
Hoy día, la laparoscopia se usa cada vez más. Al estudiar el tratamiento de la apendicitis
en 3.133 mujeres embarazadas, McGory et al informaron que la laparoscopia se usó en el 14% de
los casos, frente al 23% en las pacientes no embarazadas. La conducta laparoscópica se privilegia
porque además tiene la ventaja de la incisión mínima, causa menos dolor postoperatorio y favorece
la movilización precoz. Dado que con la laparoscopia la visualización del intestino es óptima, ofrece
la posibilidad de manipular menos el útero y podría disminuir las demoras diagnósticas y
terapéuticas. Los apéndices ectópicos y las demás causas de dolor se identifican más fácilmente.
Los otros beneficios potenciales son la reducción del índice de hernia parietal durante el trabajo de
parto y de los índices de trombosis venosa profunda y de embolia pulmonar.
Sin embargo, persisten algunas preocupaciones respecto a los efectos del neumoperitoneo
sobre la fisiología fetal y el riesgo de traumatismo uterino en el transcurso de la laparoscopia.
Mediante estudios clínicos y experimentales se han evaluado los efectos del CO2 y de la presión
intraabdominal de la apendicectomía intralaparoscópica: no se observó ningún efecto adverso
grave en el feto, siempre que la presión del neumoperitoneo se mantuviera entre 10-12 mmHg y la
intervención durara menos de 60 minutos. Si bien es cierto que estos estudios han demostrado que
la laparoscopia podía efectuarse con toda seguridad para la madre y el feto en cualquier trimestre
del embarazo, hay pocos datos sobre los efectos a largo plazo. Una sola publicación alude al
estudio de 11 niños de 1-8 años nacidos después de una laparoscopia en el transcurso del
embarazo y no comunica ninguna complicación.
Antaño, un embarazo avanzado era considerado una contraindicación relativa de la
laparoscopia por autores que proponían entre 26-28 semanas de amenorrea (SA) como edad
gestacional límite. Más adelante se publicaron varias series de apendicectomías laparoscópicas
exitosas, efectuadas después de las 28 SA. No se encontró ninguna diferencia significativa entre
las intervenciones llevadas a cabo en el primer y el tercer trimestre en términos de complicaciones
intraoperatorias, pérdida fetal o parto prematuro. Con todo, algunos afirman que el tamaño del
útero grávido en el tercer trimestre podría interferir con la instrumentación y una buena
visualización y que este tipo de procedimiento debería reservarse para cirujanos experimentados
que tienen un índice de conversión laparoscópica muy bajo (1%), mejor que el índice de
conversión en las pacientes no embarazadas. Para los equipos entrenados, la conversión es sobre
todo producto de dificultades de exposición inducidas por un abdomen adherencial, más que del
aumento del volumen uterino.
Procedimiento quirúrgico
Incluye una apendicectomía, con o sin invaginación del muñón. El lavado peritoneal debe
practicarse con mucho cuidado. Queda el problema del drenaje, pues generalmente se admite que
el tubo de drenaje puede causar una irritación uterina y, por consiguiente, contracciones. Por esto,
la mayoría de los autores usa el drenaje sólo en caso de peritonitis o de absceso.
Tratamiento antibiótico
El tratamiento antibiótico inicial es probabilista, algunas veces adaptado en función de
muestras obtenidas durante la intervención. Debe tener en cuenta los gérmenes diana, es decir,
enterobacterias (sobre todo Escherichia coli) y anaerobios (sobre todo Bacteroides fragilis) y, en
menor medida, enterococos.
Aunque hay distintos esquemas posibles, la elección apunta básicamente hacia una
asociación entre cefalosporina de tercera generación (cefotaxima: 3-6 g/día en tres inyecciones
intravenosas o ceftriaxona: 1-2 g/día en una sola inyección intravenosa) + metronidazol (500 mg,
tres veces al día) ± aminoglucósidos los primeros 2 días. Frente a la posibilidad de una sensibilidad
disminuida de E. coli, la asociación amoxicilina-ácido clavulánico no se aconseja como primera
línea, pero puede usarse cuando se disponga del antibiograma. En caso de alergia a los
betalactámicos, una alternativa a la cefalosporina de tercera generación podría ser un macrólido
(eritromicina). El tratamiento antibiótico dura 2-3 días en las formas simples y 5-8 días en las
formas complicadas. La antibioticoterapia es discutible si el apéndice es meramente inflamatorio.
Algunos sostienen que un bolo intravenoso intraoperatorio sería suficiente.
Tratamiento tocolítico
La tocólisis se prescribe en presencia de contracciones uterinas a partir del segundo
trimestre y hasta las 34 SA. En una revisión sistemática reciente no se encontró ninguna diferencia
significativa en los índices de parto prematuro entre el grupo con tocólisis profiláctica (0/15) y el
grupo sin tocólisis (3/79; p = 0,59). Por tanto, la tocólisis profiláctica sistemática no se indica en
ausencia de factores de riesgo de parto prematuro: aparición de contracciones uterinas,
modificaciones cervicales o cuello uterino corto.
Control fetal
La vitalidad y el bienestar fetal deben controlarse en pre y postoperatorio con ecografía y
monitorización del ritmo cardíaco fetal a partir de las 25 o 26 SA. Algunos recomiendan un control
intraoperatorio, pero la eficacia de esta estrategia ha resultado mediocre. En cambio, puede
plantearse repetir la monitorización fetal antes del alta.
Extracción fetal
La mayoría de las veces, salvo que el estado fetal no sea tranquilizador, la apendicectomía
se realiza preservando el embarazo. Si a continuación se pone en marcha el trabajo de parto, éste
puede efectuarse por vía vaginal.
Por el contrario, la práctica de una cesárea en un medio infectado expone a un riesgo de
endometritis con dehiscencia de las suturas e infección parietal. Sin embargo, puede hacerse
primero una cesárea extraperitoneal para extraer al niño sin contaminarlo y, después de suturar el
útero, abrir el peritoneo para efectuar la apendicectomía y el drenaje.
La mortalidad fetal es una gran preocupación, pero el índice también parece disminuir con
los años. McGory et al han comunicado un índice de mortalidad fetal superior en laparoscopia que
en laparotomía (7% frente al 3%, p < 0,05). Ahora bien, este resultado no ha sido confirmado por
otros autores. Sadot et al no han detectado ninguna influencia de la práctica quirúrgica sobre la
mortalidad fetal. En cuanto al índice de parto prematuro, varía entre el 15-45% según las
publicaciones.
La morbilidad y la mortalidad de la apendicitis durante el embarazo guardan relación con la
gravedad de la enfermedad. Las apendicitis perforadas con peritonitis tienen un pronóstico más
desfavorable para la madre y el feto. Aun cuando el diagnóstico de apendicitis en el curso del
embarazo es infrecuente y difícil, sigue siendo esencialmente clínico (si es necesario, con ayuda
de pruebas de imagen cada vez más avanzadas) y el tratamiento es quirúrgico, pero no hay que
olvidar las localizaciones altas o atípicas.
Es, por tanto, indudablemente necesario hacer un diagnóstico precoz e intervenir con
rapidez.
Plano muscular
Los separadores de Farabeuf apartan los bordes aponeuróticos. Aparece el músculo
oblicuo menor, sus fibras musculares son transversales, perpendiculares al plano precedente. Se
disocian transversalmente con tijeras, introducidas cerradas y luego abiertas y reemplazadas
inmediatamente por una pinza de disección que se mantendrá abierta.
Con invaginación (Figura 11, Figura 12, Figura 13, Figura 14).
Se prepara una invaginación con una sutura de reabsorción lenta y aguja curva. Se
realizan puntos serosos extramusculares de forma regular alrededor de la base apendicular. El
tamaño de la bolsa debe ser proporcionado al muñón que se invaginará (Figura 11).
El ayudante mantiene la base del ciego exteriorizada con un pinza atraumática. El cirujano
secciona el apéndice con el bisturí a ras de una pinza colocada 1 cm por encima de la ligadura de
la base del apéndice (Figura 12).
La mucosa del muñón se raspa cuidadosamente con la hoja del bisturí embebida en
desinfectante yodado (Figura 13).
Con la ayuda de otra pinza fina, atraumática, se invagina el muñón apendicular hac
iendo contratracción con la pinza del ciego (Figura 14).
El cirujano cierra y anuda la invaginación. La pinza que sujetaba el muñón no se utilizará
más, al igual que la sutura con la que se ha confeccionado la bolsa. Se dejan fuera de la mesa del
instrumental. Los campos y compresas que se hayan utilizado durante la invaginación también se
eliminan.
Plano cutáneo.
Con un punto se aproxima el plano subcutáneo; dos puntos cutáneos suelen ser
suficientes.
Conclusión
Éste es el desarrollo de la extirpación de un apéndice en posición anatómica normal,
medianamente inflamado, con una base sana que permite elegir entre la ligadura simple sin
invaginación y la invaginación del muñón.
Si se respetan las reglas básicas de asepsia durante la intervención, acompañadas de una
profilaxis antibiótica desde el principio, la apendicectomía es una intervención benigna que
transcurre, en la gran mayoría de los casos, sin complicaciones.
Sin embargo, es necesario describir algunas variantes técnicas. Por múltiples razones que
luego se verán, la apendicectomía puede resultar una operación difícil.
Agrandar la incisión.
La incisión cutánea vertical u horizontal se amplía claramente hacia arriba y/o abajo y
hacia dentro y/o afuera. La incisión de la aponeurosis se alarga ampliamente. El plano muscular
se aísla del plano peritoneal y se secciona con el bisturí eléctrico hacia arriba y abajo, lejos de la
vaina de los rectos. Hacia abajo, se puede entrar en conflicto con los vasos epigástricos que tienen
que ser ligados al principio.
El cierre incluye, además de los planos ya descritos, la reparación del plano muscular.
Esta ampliación, cuando es necesaria, suscita las críticas del acceso de MacBurney, que
implica una deterioración muscular. Las ventajas de la incisión de MacBurney compensan este
inconveniente poco frecuente. La disociación de cada plano muscular en la dirección de las fibras
es poco traumática y, sobre todo, su reparación es muy sólida.
Incisión de Jalaguier
La incisión cutánea es vertical, a nivel del borde externo del recto anterior. La aponeurosis
anterior de la vaina de los rectos se abre un poco por dentro de su borde externo. El cuerpo
muscular se rechaza hacia dentro (Figura 17).
La hoja posterior de la vaina también se incide hacia dentro. Por último, se abre el
peritoneo. El cierre se realiza, si es posible, plano por plano, peritoneo y aponeurosis posterior y
luego la aponeurosis anterior.
Las ventajas del acceso de Jalaguier son la facilidad para agrandarlo hacia abajo y hacia
arriba y su carácter poco mutilante.
Sus desventajas son: poco adecuado desde el punto de vista anatómico: la región
quirúrgica ileoapendicular está más baja y más lateral; existe riesgo de inoculación de la vaina de
los rectos en caso de apendicitis supuradas.
La indicación debería reservarse para cuando haya dudas en el diagnóstico y paredes
espesas.
Incisión baja
La incisión es horizontal, oblicua, baja, paralela al arco crural. Los músculos, ya
aponeuróticos, se atraviesan seccionándolos y no por disociación. Es fácil encontrar los vasos
epigástricos. Esta incisión es claramente más estética por su localización baja. Sin embargo, está
dirigida exclusivamente a lesiones pélvicas.
Medial infraumbilical
Rara para un síndrome apendicular. Se elige tras exploraciones preoperatorias
complementarias muy precisas (ecografía y tomografía computarizada [TC]) que hagan sospechar
un trastorno pélvico o una duda diagnóstica.
Otras técnicas.
— Cierre del muñón apendicular con clip de hemostasia a cielo abierto (Milani, 1983).
— Técnicas de apendicectomía por laparoscopia (Hoffman, 1984) utilizando un clip o
una ligadura con lazo sobre el muñón. Son recientes y probablemente experimentarán cierta
difusión. Aún es demasiado pronto para aconsejarlas formalmente.
Empleo de instrumental de sutura mecánica: se trata de las pinzas GIA o TA. Esta
aplicación parece desproporcionada para un apéndice banal; sin embargo, puede ser útil y
solucionar los raros casos de necrosis apendicular extensa del fondo del ciego (Rubio, 1982),
cuando se hace necesaria una auténtica resección cecal. La TA55 se coloca a distancia de la
inflamación (Figura 18) y de los límites de la necrosis, que puede extenderse más lejos a nivel del
plano mucoso, interno. La invaginación del plano de las grapas está totalmente prohibido dado el
estado inflamatorio y la fragilidad de la pared del ciego.
Métodos no invaginantes
Método de Deaver: Se corta el apéndice al ras del ciego. Se sutura en dos planos, el
primero es invaginante y el segundo seromuscular. Su interés no solo es histórico, pues en casos
de necrosis total del apéndice, este es el procedimiento ideal a seguir.
Método de Pauchet: Se liga la base del apéndice y se secciona. Complementariamente se
exprime el muñón para eliminar el tejido mucoso.
Aplastamiento del muñón con pinza fuerte o con una pinza especial machacadora de Kelly.
El machacamiento es para papirizar el sitio donde ha de hacerse la ligadura.
Métodos de invaginación
Dawbarn introdujo los sistemas de invaginación.
Además de la sencilla técnica ya descrita, se han utilizado muchas otras opciones:
invaginación sin ligadura clásica según la técnica de Parker-Kerr utilizada en casos de base
apendicular mayor de 1.5 cm la cual consiste en la colocación de puntos invaginantes
gastrointestinales. (Conell/Mayo) (Chabal, 1987) o el procedimiento de Halstedt y Leonel (Leonel,
1965). Estos procedimientos se practican raramente.
b) Por estar las paredes del ciego edematosas, friables como acartonadas.
Desístase de hacer jareta y hágase un Pauchet con una o dos ligaduras o desperit
onizando circularmente
Problemas con la invaginación
a) por haber hecho la jareta demasiado cerca de la base. Repítase la jareta a 1 cm o
1.5 cm
b) Por haber apretado la jareta antes de hacer la invaginación. Cierre siempre la
jareta después de la invaginación.
C) Por que el ayudante no sostiene convenientemente el ciego. Úsense pinzas adecuadas,
puntos de sostén, pelliscamiento con gasas húmeda.
Localizaciones ectópicas
El apéndice no se encuentra: se empieza por ampliar la incisión quirúrgica, vale repetir.
Ciego ectópico.
El ciego no se encuentra en la fosa ilíaca derecha. Se exterioriza el intestino delgado; se le
sigue hasta la última asa ileal, que atraerá un ciego situado algo alto. Si el ciego está fijo más
arriba o está subhepático, es posible que haya que ampliar la incisión hacia arriba dos o tres
veces.
El ciego pélvico es relativamente frecuente, y se moviliza con facilidad hacia arriba siempre
que no se esté ante un proceso inflamatorio apendicular que fije la región ileocecal en la pelvis
menor.
El colon transverso o el sigma pueden aparecer en la fosa ilíaca derecha escondiendo el
ciego. Hay que saber reconocerlos: la sigma por sus apéndices epiploicos, el transverso por la
inserción del epiplón.
El mesenterio común y el situs inversus son curiosidades que desafían cualquier técnica
quirúrgica de la fosa ilíaca derecha. En el primer caso, el ciego suele estar libre y se tracciona a
partir del delgado.
Apéndice oculto
1. Por estar esfacelado dentro del foco supurativo
2. Por situs inverso
3. Por estar retrogrado
4. Por estar intraperitoneal
5. Meso apéndice ausente corto o muy graso
6. Por falsa forma del ciego
Apéndice oculto
1. Por estar sepultado por velos, repliegues, adherencias.
2. Por estar oculto en grasa
Como encontrarlo
1. Por el método de pinzamiento o transparentado.
En el sistema de transparencia se puede usar pinza de Allis, disector romo, sonda
canalada, etc.
Exteriorización
Uno de los problemas que se presentan a menudo es el de la dificultad para exteriorizar el
apéndice o el ciego, por la presencia de adherencias o velos de origen congénito o adquirido.
Velos de Lane
Los velos ileales de Lane que son frecuentemente simples bridas que dificultan su
exteriorización. Estas formaciones deben seccionarse.
Repliegues de Treves
Los repliegues ileocecales o ileomesoapendiculares de Treves son casi siempre
avasculares, son a veces obstáculo para la fácil exteriorización del apéndice. Su sección resuelve
el problema.
Velos de Jackson
Los velos pericecoileales de Jackson pueden simular ciegos extraperitoneales
Regla de Spivack
Si la unión terminal del íleo está adherida al borde pelviano, hay 9 probabilidades contra 1
de que el apéndice sea retrocecal o retrocólico.
C. Transfixión con pinza en zona a vascular, doble toma del mesenteriolo y corte del
mismo.
D. en apéndices retrógrados con meso libre se hace la ligadura en escalera es decir
por secciones.
E. No se liga el meso en caso de mesos muy cortos, inexistentes o cuando es
necesario o conviene hacer una Apendicectomía subserosa.
En la Apendicectomía subserosa el lecho sangrante se sutura con un súrgete continuo o
con puntos en X para hacer mejor hemostasia.
Apéndice retrocecal.
Se describirán las variantes:
1. apéndice totalmente subseroso, cuya punta puede llegar hasta el ángulo derecho
del colon;
2. apéndice retraído por un meso corto o con un codo alto.
Lo principal es que, a partir de la base, se realice una disección cuidadosa, siguiendo paso
a paso el apéndice y su anomalía anatómica. En este tipo de situaciones es aconsejable realizar
una apendicectomía retrógrada (Figura 19).
Figura: Apendicectomía retrógrada. Sección apendicular primaria tras ligadura de la base.
Si el colon está fijo, es necesario seccionar la fascia de Toldt derecha (Figura 19, Figura
20, Figura 21) para poder exteriorizar el ciego y la última asa ileal. Con cuidado, se realiza una
pequeña brecha entre el apéndice y la pared cecal a nivel de la base apendicular. La base se liga y
su contenido se exprime hacia el extremo distal con una pinza, por encima del hilo de sutura. El
apéndice se secciona a ras de esta pinza y el muñón se trata inmediatamente con o sin
invaginación. La serosa, si el apéndice es subseroso, se incide en toda su longitud. El meso se
controla con sucesivas pinzas y ligaduras, poco a poco, desde la base hasta la punta del apéndice.
Estas maniobras resultan seguras y fáciles siempre que se exterioricen adecuadamente el
ciego y el colon derecho, ya que el apéndice queda alto.
Figura 21: Control retrógrado del meso con hemostasia sucesiva. Control retrógrado del
meso con hemostasia sucesiva.
Apéndice para cecal adherido
Apéndice mesocólico. Se aplican los mismos principios. En este caso, la prioridad será
exteriorizar el mesenterio y no el colon. Esta disposición suele requerir una apendicectomía
retrógrada.
Plastrón apendicular.
No es posible localizar el apéndice en una masa inflamatoria que no se puede disecar. La
actitud clásica es diferir la apendicectomía con o sin drenaje y pautar tratamiento antibiótico. Por el
contrario, empeñarse en terminar la apendicectomía podría acabar en una resección ileocecal.
Peritonitis generalizada.
El acceso sobre la fosa ilíaca derecha es, evidentemente, amplio. Si se sospecha una
peritonitis generalizada, se debería optar por una incisión medial subumbilical cuando el origen
apendicular no esté muy claro. Si al abrir el peritoneo se confirma el diagnóstico con la salida de
pus, es necesario tomar una muestra para cultivo. Por regla general, el apéndice se extirpa
fácilmente, ya que no hay adherencias que hayan impedido la generalización de la peritonitis. Se
respetarán todas las reglas ya descritas: la base se trata con cuidado, sin invaginación y
preferiblemente con sutura mecánica.
Las lesiones peritoneales se tratan como cualquier peritonitis generalizada.
Absceso apendicular.
Estos abscesos son relativamente raros, y suelen aparecer en apendicitis agudas que se
han descuidado.
La actitud tiene que adaptarse a cada caso:
∞ Abstención quirúrgica, con o sin apendicectomía posterior;
∞ Drenaje percutáneo bajo control ecográfico con o sin apendicectomía posterior
(Bagi, 1987) (Hoffmann, 1984);
∞ Intervención quirúrgica desde el primer momento.
Aparecen preferentemente cuando se retrasa la operación y pueden localizarse en sitios
variados en el siguiente orden de frecuencia:
1. FID
2. En el Douglas ( suelo pélvico)
3. Subdiafragmatico
4. FII
5. En región mesocelíaca.
Absceso retrocecal.
La incisión es más alta. Si después de evacuarlo y drenarlo se encuentra un apéndice
retrocecal, será una buena razón para diferir la apendicectomía.
Absceso mesocólico.
Si el diagnóstico es seguro antes de intervenir al paciente, es preferible realizar una
incisión medial subumbilical en vez de en la fosa ilíaca derecha. El sitio quirúrgico se aísla del resto
de la cavidad abdominal con campos. El absceso se incide y vacía, se liberan las asas intestinales,
las falsas membranas se evacuan y se realiza la apendicectomía. Es indispensable dejar un
drenaje, que se exterioriza por contraincisión.
Apendicectomías parciales
La dificultad de las condiciones locorregionales no justifica una extirpación parcial. Si el
apéndice se rompe con las manipulaciones, será necesario extirpar el resto a toda costa. Estará
justificado ampliar para completar la disección.
Sondas y drenajes
El uso de drenajes solo se considera en etapas complicada o perforadas aunque está
indicado en fase gangrenada por las microperforaciones y translocación bacteriana.
En algunos casos de apendicitis aguda complicada puede requerirse hemicolectomía
derecha con anastomosis primaria íleo-colo anastomosis término-lateral o termino-terminal o
ileostomía con fístula mucosa.
Drenajes
Canalización con penrose en la parte más declive del absceso única o múltiple por
contrabertura y anclarse a piel. Colocar cuando no fue posible extirpar el apéndice, Exudados
malolientes, Para evacuar pus, En caso de dejar restos de tejidos infectados o necrosados, si hay
sospecha de que los intestinos puedan hacer necrosis en sus paredes.
El drenaje parece estar justificado por:
La infección local; la manipulación y frecuente dificultad de la disección de los tejidos
periapendiculares dañados.
Si no está perforada y no hay diseminación peritoneal, la colocación de un drenaje se
puede discutir. Para algunos es suficiente lavar cuidadosamente el lecho quirúrgico y cerrar la
cavidad abdominal sin ningún drenaje. La decisión depende del cirujano, aunque es preferible
favorecer el drenaje. Se asegura mejor con una lámina multidrén colocada cerca de la región
ileocecal. Debe exteriorizarse por una contraincisión lejos de la herida quirúrgica.
Complicaciones
El porcentaje de complicaciones aumenta de acuerdo al tipo de apendicitis aguda, el grado
de evolución de la misma y la edad del paciente.
La perforada o gangrenada, consideradas como heridas contaminadas o
sépticas aumentan el índice de infecciones de la herida operatoria hasta el 60% y la posibilidad de
abscesos intraabdominales. Otra complicación es la fístula cecal, poco frecuente, sin embargo,
debe ser tratada como todas las fístulas de intestino de acuerdo a los criterios de Sheldon.
La mortalidad es de 15% en ancianos cuando ya está perforada y en pacientes no
ancianos la tasa va de 0.1 a 3%.
Complicaciones posquirúrgicas
Primer día: hemorragia, evisceración e íleo
2do a 3er día: Dehiscencia de muñón, fistula.
4to a 5to día: Infección de herida
6to a 7mo día: Absceso intraabdominal
10mo día o más: Bridas o Adherencias (oclusión)
Complicaciones vasculares
Complicaciones peroperatorias
La calidad del control del meso apendicular es esencial. Por un lado, por motivos
elementales que podrían suponer una reintervención quirúrgica urgente; por otro lado, por razones
sépticas, ya que un pequeño sangrado que no necesitaría por sí mismo ser tratado, puede ser una
fuente de infección locorregional.
En caso de tener un meso bien visible y de base estrecha, si es necesario se ligará con
una sutura doble y, sobre todo, el meso se seccionará dejando un muñón amplio. Puede
encontrarse cualquier variante anatómica. Si es poco habitual, se ligará en varias veces, más si el
meso es ancho y espeso. Puede ser necesario aplicar algunos puntos adicionales con aguja
montada.
Un meso ancho y espeso, edematoso e inflamado, puede aflojarse y desgarrarse por
debajo de las ligaduras. El control del meso no debe dejar lugar a dudas ni imperfecciones. Si se
lacera de forma total o parcial, hay que volver a controlarlo pacientemente.
Si por desgracia, y a veces pasa, el meso se retrae y se mete en la cavidad abdominal, hay
que volver a exteriorizarlo completamente. Es posible que haya que ampliar la incisión inicial y
exteriorizar el ciego y la última asa ileal. Este «sacrificio» de la pared es indispensable y no es
discutible. Más vale ampliar y controlar un meso que cerrar con dudas sobre la hemostasia, el
desarrollo de un hematoma o la aparición de un hemoperitoneo que habrá que reintervenir.
Lesión Vascular
a) Lesión Vascular
l. Hematoma del mesenterio apendicular o del mesenterio ileocecal.
2. Hemoperitoneo secundario a una ligadura inadecuada del mesenterio del apéndice.
3. Sangrado intraluminal.
4. Lesión a los vasos iliacos derechos (especialmente con un apéndice que se
proyecta hacia abajo; proyección pélvica).
Complicaciones hemorrágicas
Cuadro agudo Un cuadro de hipovolemia (palidez, hundimiento arterial, aceleración del
pulso, etc.) en el postoperatorio inmediato, debe hacer pensar, en primer lugar, en el fallo completo
de la ligadura del meso. Si se había colocado un drenaje y sale sangre roja, no hay lugar a dudas.
La reintervención quirúrgica para realizar hemostasia debe ser inmediata. El acceso quirúrgico es a
través del anterior pero ampliado.
Se exterioriza la región ileocecal, se retiran los coágulos y se examina el meso.
Normalmente se evidencia una arteriola retraída detrás de la última asa o que la ligadura del meso
se ha soltado completamente. Se realiza hemostasia rigurosa y se lava la zona, antes de cerrar la
incisión, previa colocación de un drenaje en profundidad.
Hematomas
Las complicaciones hemorrágicas pueden ser menos agudas. El hematoma se acumula
progresivamente después de una disección difícil, a partir de un sangrado en sábana progresivo de
las zonas cruentas.
Si se deja un dren, el diagnóstico será más fácil; persiste la salida de sangre roja, aunque
esta vez sin signos generales: sólo habrá una disminución progresiva del hemograma.
Si persiste la salida de sangre, es necesario reintervenir, también por la misma incisión
ampliada. Al retirar los hematomas organizados que se han formado, es posible que no se consiga
evidenciar ningún sangrado arterial que pueda coagularse. Sin embargo, es posible que se
encuentre algún sangrado en sábana.
La zona se lava cuidadosamente. Se coloca un drenaje y se cierra. Por lo general, las
cosas se detienen aquí. Este argumento está a favor de colocar un drenaje desde el primer
momento cuando la disección haya sido difícil, sobre todo en apéndices retrocecales. El drenaje no
evita la hemorragia, pero favorece su salida impidiendo la formación de una colección, lo que
permite el diagnóstico e incluso, a veces, favorece la remisión progresiva del círculo vicioso
hemorrágico.
Lesiones intestinales
Complicaciones digestivas
Las lesiones serosas, seromusculares o completas de la pared intestinal (colon o delgado)
pueden provocarse al abrir el peritoneo de manera poco cuidadosa. Ya se ha señalado la
importancia de abrir el peritoneo con atención y cuidado.
Una solución de continuidad tiene que repararse inmediatamente siempre que se
encuentre. Si pasa desapercibida, tendrá consecuencias que no hace falta precisar.
Las desperitonizaciones producidas durante las maniobras de liberación de una
apendicectomía difícil, aunque de menor gravedad, también tiene que repararse cuidadosamente,
con puntos sueltos de reabsorción lenta.
Muñón apendicular
Los gestos durante el manejo del muñón apendicular deben ser sencillos y cuidadosos. Las
maniobras, a veces complicadas, de algunas técnicas de invaginación con o, sobre todo, sin
ligadura, pueden provocar lesiones y salida de contenido intestinal. La invaginación tiene que ser
perfecta: los puntos estrictamente subserosos, sin transfixión. Si se forma un hematoma de la
pared cecal, debería controlarse al cerrar la bolsa.
Lesiones extradigestivas
Todo existe, se ha descrito de todo. El cirujano puede perderse en el espacio
retroperitoneal porque la incisión es demasiado lateral o baja. Se ha informado sobre lesiones de la
uretra, de los vasos extraperitoneales o del nervio crural ( Kourtopoulos,1982). Es necesario
recordar un detalle técnico importante: saber buscar el peritoneo hacia la línea medial, bajo del
plano del transverso, para no perderse en el espacio retroperitoneal.
Gangrena parietal
Actualmente es rara. El tratamiento se basa en la ablación quirúrgica de los tejidos
necrosados, la antibioticoterapia a dosis altas y la oxigenoterapia hiperbárica.
Complicaciones sépticas peritoneales
«Síndrome del quinto día» [Loup, 1986, Long, 2001)
El historial clínico es inequívoco: niño de cinco a doce años, sin predominancia de
sexo, apendicectomía en frío practicada con o sin invaginación. El cuadro clínico es igualmente
preciso, con un postoperatorio simple y una reinstauración normal del tránsito. Aparece hacia el
quinto día una peritonitis difusa, con fiebre y contractura abdominal generalizada.
En este cuadro, se deben considerar ciertos elementos negativos. El estado general es
bastante correcto, no hay signos clínico-radiológicos y ecográficos a favor de un absceso, no hay
neumoperitoneo. La patogenia es discutible.
— Infección quirúrgica y diseminación microbiana, durante la sección apendicular, a
un peritoneo sano y virgen; se trata de una complicación de la apendicectomía en frío: incubación
de cinco días, luego difusión de un síndrome de infección peritoneal. Según esta hipótesis, no hay
lesión precisa que explique la peritonitis. La invaginación o la ligadura simple no se han
incriminado, no hay lesión cecal ni especificidad de germen.
— Por el contrario, aparece una etiología precisa en el elemento mucoso séptico
del muñón apendicular insuficientemente destruido y en un vaciado purulento del muñón
apendicular invaginado o no.
La actitud terapéutica depende de la hipótesis patogénica considerada.
— En el primer caso, lo más lógico es empezar con un tratamiento médico urgente
con antibioticoterapia masiva y reanimación. Su resultado debe ser espectacular y rápido con la
desaparición completa de los síntomas. En ausencia de eficacia, se considera la indicación
quirúrgica; la exploración no encuentra una explicación con, casi siempre, una región apendicular
intacta con un poco de pus peritoneal. Se procede al cierre dejando el drenaje.
— En el segundo caso, la regla absoluta es la reintervención inmediata (Meynaud-
Kraemer, 1999) por vía de MacBurney ampliada o, mejor aún, por laparotomía media con lavado
peritoneal y drenaje descubriendo un estado de fusión purulenta de la base apendicular.
Peritonitis secundarias
Se deben a:
— una dehiscencia de la ligadura del muñón;
— necrosis del muñón sin dehiscencia de ligadura;
— necrosis del fondo de saco cecal esfacelado.
El cuadro peritoneal y febril con suboclusión más o menos pronunciada es precoz. No
existe intervalo libre como en el síndrome del quinto día. La reinstauración del tránsito es,
A menudo, incompleta o bajo la forma de diarreas. Los signos generales son patentes y el
estado general se deteriora rápidamente.
Se practica forzosamente la reintervención por laparotomía media amplia supra e
infraumbilical, se liberan las adherencias, se evacua el absceso, se lava y se drena la cavidad
peritoneal con una irrigación-lavado. Algunas maniobras particulares son discutibles por las
transformaciones de la región ileocecal:
— puede no ser necesaria ninguna maniobra; una sutura de puntos sueltos, una
reparación mediante bolsas, una sección cecal con pinza grapadora, se adaptan al estado del
muñón apendicular; una resección ileocecal con salida a la piel constituye un último extremo, a
veces inevitable.
Cabe recordar también la existencia de peritonitis multiloculares con varias localizaciones
de colecciones abscesificadas. En particular, plantean el difícil problema de una vía de abordaje
electiva para el absceso, ignorando la difusión peritoneal de la sepsis. El examen por tomografía
computadorizada (TC) puede ayudar mucho en la localización del absceso.
Abscesos residuales
La colección supurada postoperatoria intraperitoneal se manifiesta por síntomas generales,
una reinstauración tórpida del tránsito con distensión, episodios suboclusivos, diarreas. Las
exploraciones complementarias (ecografía, gammagrafía con galio y, sobre todo, escáner)
localizan el absceso.
∞ Absceso del Douglas. Es la localización más frecuente. Se evacua por rectotomía
anterior o colpotomía posterior y se drena cuando se tiene la certeza del carácter aislado y
localizado del foco.
∞ Absceso de la fosa ilíaca derecha. Se retoma la incisión ilíaca en caso de absceso
laterocecal o, más frecuentemente, retrocecal.
∞ Abscesos residuales profundos mesocelíacos. Se remiten al tratamiento y pronóstico de
las peritonitis secundarias.
∞ Abscesos subfrénicos. Aparecen siempre tardíamente, tras múltiples complicaciones. Su
drenaje se realiza por una vía electiva (vía torácica posterolateral extrapleural). Sin embargo, cabe
destacar el progreso de las técnicas de punción bajo ecografía que pueden aportar una elegante
solución.
∞ Abscesos hepáticos (Paik, 1997) No han desaparecido del todo. La maniobra quirúrgica
debe ser precoz con una vía de abordaje lo más electiva y directa posible, abdominal en los
abscesos de desarrollo anterior torácico, pura o mixta en los abscesos posteriores y superiores
derechos. La punción evacuadora transparietal bajo control ecográfico puede permitir la
evacuación y la colocación de un catéter para instilación de antibióticos.
Fístulas pioestercoráceas
Las fístulas cecales se manifiestan por un exudado estercoráceo a través de la incisión.
Tras desbridar la lesión, la evolución generalmente es a la curación espontánea en unos quince
días. Raramente se precisa cierre quirúrgico.
Las fístulas ileales cierran exclusivamente con tratamiento médico (alimentación parenteral,
luego enteral e irrigación- lavado). Pueden requerir un tratamiento más agresivo: desbridamiento,
exteriorización de la fístula, nutrición parenteral, incluso resección intestinal con anastomosis en el
mismo tiempo, maniobra que se debería practicar sólo tras la involución de los fenómenos
inflamatorios.
Lesión Nerviosa
Nervios motores
Con una incisión vertical existe la posibilidad de lesión a los nervios dorsales décimo,
onceavo y duodécimo o en ocasiones el nervio iliohipogástrico. Tal lesión resultará en cierto grado
de atrofia muscular tardía de la parte inferior de los músculos oblicuo menor y transverso del
abdomen. Se puede desarrollar una hernia inguinal.
Nervios sensoriales
La división de los nervios lateral y anterior puede producir un adormecimiento transitorio
alrededor de la incisión que desaparecerá en dos o tres meses.
Oclusiones
— Precoces: aparecen en el primer mes postoperatorio y, a priori, se deben a las
adherencias a nivel de un foco inflamatorio persistente con las zonas de desperitonización. La
resistencia al soporte postoperatorio correcto impone siempre una reintervención por laparotomía
media para eliminar la causa mecánica de la oclusión.
— Tardías: se deben exclusivamente a las bridas. La reintervención, siempre por
laparotomía media, consiste casi siempre en la simple sección de la brida.
Apendicectomía Laparoscópica
Semm practicó la primera apendicectomía laparoscópica en 1982. Desde entonces, la
comparación con la laparotomía no ha perdido actualidad, como lo demuestra la abundante
literatura.
Se sabe que la laparoscopia reduce el dolor, la morbilidad parietal, el perjuicio estético y el
tiempo de hospitalización, además de abreviar el período de ausencia laboral. Por el contrario, se
trata de una intervención más larga y más cara que la laparotomía, aunque a la hora de analizar
costes globales debe estimarse el ahorro obtenido por reducción del tiempo de inactividad. Las
complicaciones más frecuentes pueden evitarse si el cirujano sigue un aprendizaje riguroso. Se
describirán las dos técnicas vigentes en la actualidad: la apendicectomía totalmente intrabdominal,
llamada «in», y la extrabdominal, llamada «out», con su variante por monoacceso transumbilical
(Begin).
Indicaciones
En general, la intervención abdominal más común sigue siendo la apendicectomía, pese a
que su frecuencia ha disminuido desde hace dos décadas (Msika,1999).
A fin de reducir la cantidad de apendicectomías innecesarias, se han establecido unas
escalas clínicas, biológicas y radiológicas, para predecir la apendicitis aguda. En ocasiones, la
laparoscopia hace que se rectifique el diagnóstico inicial, pues mediante la exploración abdominal
completa se puede descubrir un cuadro distinto y/o comprobar que el apéndice se encuentra sano
[Polliand, 2004. Champault, 1997]. Esto atañe, de manera más directa, a las mujeres en período de
actividad genital [Sauderland, 2004]. Se ha calculado un 5% de conversiones a la laparotomía [Liu,
2002]. Los siguientes factores tienen valor para predecir la conversión: existencia de una masa o
de un absceso en las exploraciones preoperatorias, edad superior a 65 años [Guller, 2004] y
experiencia del cirujano [Noble, 2003]. La principal causa de conversión es el plastrón apendicular.
Para la apendicectomía valen las contraindicaciones de cualquier laparoscopia: los a
ntecedentes múltiples de cirugía abdominal (contraindicación relativa) y la deficiencia visceral que
impide la creación de un neumoperitoneo.
En el niño, el acceso laparoscópico se rige por los mismos principios técnicos que en el
adulto, y arroja los mismos resultados (El Ghoneimi, 1994. Lee, 2003. Ikeda, 2004. Steyaert, 1999)
Principios técnicos Consentimiento informado
El consentimiento del paciente se obtiene después de haberle brindado información clara y
precisa sobre el supuesto diagnóstico, las diversas técnicas, con sus ventajas e inconvenientes, y
las posibles complicaciones, incluidas las más excepcionales. Tras la operación, se le explica en
qué ha consistido, y se le entrega un documento escrito donde se confirma la exéresis del
apéndice pese a la ausencia de incisión en la fosa ilíaca derecha.
Preparación y anestesia
En la consulta preanestésica, además de efectuar las exploraciones de rutina, se averigua
si existen factores que puedan contraindicar la creación del neumoperitoneo. La preparación local
comprende el rasurado abdominal, la desinfección umbilical y la evacuación de la vejiga por
micción. Si el diagnóstico plantea dudas en una mujer, puede justificarse la colocación de una
sonda. Se prescribe una profilaxis antibiótica de manera sistemática.
Figura 1. A. Posición del paciente y del equipo quirúrgico (A: Ayudante, C: cirujano, I:
instrumentista)
B. Eje cirujano-zona quirúrgica-monitor. 1. Sistema óptico; 2. Eje de visión; 3. Monitor.
Material
El instrumental es el mismo para todas la técnicas (Figura 2 A-C), a excepción de la vía
transumbilical, que tiene el suyo propio (Figura 2B). Comprende:
• un sistema de vídeo completo (Figura 2A);
• una óptica de visión recta o fore-oblique de 30° o 45°;
• un bisturí eléctrico, que posibilita la coagulación mono o bipolar;
• un sistema de irrigación y lavado de alto flujo;
• una aguja tipo Veress;
• dos pequeños separadores tipo Chigot de 5 mm;
• un trocar óptico T1 de 10 mm;
• un trocar operatorio T2 de 5 o 10 mm y, si fuese necesario, uno de 12 mm;
• un segundo trocar operatorio T3 de 5 mm;
• una pinza coagulante bipolar de 5 mm;
• tijeras de 5 mm, que posibilitan la coagulación mono o bipolar;
• un juego de pinzas fenestradas atraumáticas de 5 mm;
• un palpador de 5 mm;
• un empujanudos;
• uno o dos portaagujas;
• una cánula de aspiración-lavado de 5 o 10 mm;
• una bolsa para extraer los tejidos.
Apendicectomía laparoscópica
El dispositivo se completa con un tercer trocar T3 de 5 mm, que se introduce en la región
subumbilical derecha. El cirujano expone y toma el apéndice manejando con su mano izquierda los
instrumentos que pasan por el trocar T2.
El T3 es el trocar operatorio cercano a la mano derecha, pero su posición depende de la
localización del apéndice. Como en cualquier procedimiento laparoscópico, deben respetarse los
principios ergonómicos, evaluando la angulación entre T2 y T3 y evitando la excesiva proximidad
respecto al campo quirúrgico. Una posición demasiado lateral en las fosas ilíacas o en los flancos
resultaría perjudicial. Siempre hay que conservar el eje cirujano-campo quirúrgico-monitor. El
estado patológico del apéndice puede justificar la instalación de un trocar de 10 mm en T3.
Figura 4 : Según la localización del apéndice Apéndice laterocecal interno o pélvico. A, B.
Posición de los trocares y de la instrumentación para la apendicectomía laterocecal interna o
pélvica. 1. Trocar óptico; 2. Instrumental en la mano izquierda; 3. instrumental en la mano derecha.
Introduciendo una pinza fenestrada por T2, se coge la extremidad del apéndice y éste se
pone en tensión. En T3, con una pinza o unas tijeras hemostáticas bipolares, se coagula el meso, y
luego se secciona, ya sea directamente, a nivel de su base, permaneciendo a no menos de 10 mm
de ésta, o bien a lo largo del apéndice (Figura 5).
Figura 5 : Tracción del apéndice y electrocoagulación del meso con pinza bipolar
Una vez expuesta la base apendicular, se puede ligar el apéndice, bien mediante un nudo
intracorporal, utilizando uno o dos portaagujas, o, lo que resulta preferible, mediante un nudo
extracorporal, con ayuda de un empujanudos (Figura 6). Se aconseja realizar una segunda
ligadura 10 mm por encima de la anterior, con el objetivo principal de evitar la evacuación de un
estercolito hacia la cavidad abdominal [Sauerland, 2004].
Hay que evitar la sección por coagulación mono o bipolar, que podría destruir la sutura.
Cuando existen fenómenos infecciosos en el fondo cecal, y una simple ligadura parece insuficiente
o peligrosa, resulta preferible resecar dicho fondo. En este caso, el trocar T3 de 5 mm se sustituye
por otro de 12 mm, y se introduce un aparato de sutura lineal de 30 mm [Daniell, 1991. Moser,
1992]. Para evitar el riesgo de oclusión intestinal, hay que eliminar todas las grapas residuales
[Nottingham, 2002]. El apéndice se coloca en una bolsa de extracción introducida por el trocar T1.
El control visual se realiza desplazando la óptica hacia un trocar de 10 mm, que puede haberse
instalado en T3. De lo contrario, la vaina del extractor se suprime después de haber soltado la
bolsa, seccionado el hilo y restituido la óptica a su sitio. Se controla la zona intervenida, y si fuera
necesario se procedería a irrigarla, para más tarde retirar los trocares bajo control visual. Se deben
cerrar todos los orificios de más de 5 mm mediante una sutura aponeurótica de hilo absorbible en
la medida de lo posible con puntos invaginantes, ayudándose con los separadores de Chigot
(Figura 8). Para facilitar el drenaje, conviene evitar las suturas en el plano cutáneo.
Figura 8: Cierre flojo del plano subcutáneo con puntos invaginantes de hilo reabsorbible.
APÉNDICE RETROCECAL.
Valiéndose del palpador introducido por T2, e inclinando al paciente hacia la izquierda,
siempre se logra visualizar el apéndice retrocecal en toda su longitud. Cuando el apéndice está en
posición subserosa, puede revelarse necesaria la sección del peritoneo. En casos excepcionales,
se puede practicar la apendicectomía por vía retrógrada. La base apendicular se tensa con una
pinza fenestrada en T2. Las tijeras sirven para crear una brecha en la zona avascular del meso
(Figura 9A). Más tarde, esta brecha se amplía por coagulación bipolar, y el apéndice se secciona
entre dos ligaduras (Figura 9B). Con las tijeras o con la pinza coagulante bipolar en T3, el meso se
secciona de manera progresiva hasta la extremidad del apéndice (Figura 9C).
Figura 9: Técnica de la apendicectomía retrógrada.
A. Abertura del meso.
B. Sección del apéndice.
C. Sección del meso hasta la punta.
D. Extracción del apéndice a través del trocar.
Figura 10: Posición de los trocares para apendicectomía con ciego ectópico infrahepático.
Absceso apendicular.
Aunque un cirujano muy avezado puede utilizar el tratamiento laparoscópico, esta
intervención resulta difícil y arriesgada a causa de la peritonitis plástica. La pared del absceso se
diseca y se abre con una pinza atraumática o un palpador en T3. Luego se aspira el pus y se lava
la cavidad en T2. Está justificado dejar un drenaje. La apendicectomía puede efectuarse en una
fase posterior.
Esta técnica aprovecha dos hechos anatómicos: que el eje del apéndice y su meso, en la
posición habitual, están orientados hacia la región umbilical, y que el conjunto cecoapendicular,
dada su movilidad, casi siempre se puede exteriorizar con facilidad mediante el trocar umbilical. Se
requiere una óptica de 10 mm con conducto operatorio. La primera fase consiste en instalar el
trocar operatorio según los principios de la laparoscopia abierta. Luego se busca el apéndice con
una pinza atraumática de longitud adecuada (40 cm), introducida por el conducto operatorio. El
intestino se moviliza cambiando la posición del paciente y cogiéndolo con suavidad a partir de la
última asa ileal. Así, desplazando el sistema óptico-instrumental en sentido lateral, resulta fácil
desenrollar todo el intestino delgado y explorar por completo la cavidad abdominal. Si se pasa el
instrumento adecuado por el conducto operatorio, se puede recoger material y efectuar una
aspiración. Una vez localizado el apéndice, se toma su extremo con la pinza y, tensándolo, se
evalúa la posibilidad de exteriorizarlo por el ombligo. Cuando el meso está fijo al plano peritoneal
posterior, hay que liberarlo con tijeras o mediante coagulación monopolar, ayudándose, en caso de
que sea necesario, de un trocar T2 de 5 mm instalado en posición suprapúbica. Cuando el
apéndice es retrocecal o subseroso, también se puede despegar con las tijeras parte de la fascia
de Toldt derecha con el fin de posibilitar la movilización cecoapendicular. Las vísceras se
desplazan sólo por efecto de la gravedad, ya que el paciente se encuentra en posición lateral. Por
lo general, después de haber tomado la extremidad del apéndice con la pinza, se logra
exteriorizarlo mediante un trocar de 10 mm. Si el apéndice es voluminoso o el meso demasiado
grueso, gracias al diseño específico de la pinza, los tejidos se pueden asir sin riesgo de lesionarlos.
En algunos casos hay que agrandar la incisión umbilical. Luego se procede a la apendicectomía de
manera convencional, en posición extraabdominal, visualizando en todo momento la base del
apéndice. Una vez reintegrado el ciego, se instilan antibióticos y se cierra la pared aponeurótica. La
sutura del plano superficial debe ser laxa, y los planos subcutáneos han de realizarse sin cierre
cutáneo, para evitar la formación de colecciones y celulitis. En las apendicitis agudas se puede
lavar y aspirar la cavidad peritoneal con una cánula introducida por el conducto operatorio. Tales
casos difíciles sólo pueden quedar en manos de un cirujano con gran experiencia. Si éste
considera que la intervención se vuelve demasiado arriesgada, puede colocar uno o dos trocares
suplementarios en los sitios adecuados y seguir operando, en caso de que sea necesario, a nivel
intraabdominal. Por tanto, las primeras etapas de una apendicectomía laparoscópica siempre se
pueden realizar siguiendo los principios de la vía transumbilical, reservándose la posibilidad de
agregar otros instrumentos para proseguir la intervención.
Apendicectomía «mixta»
Sólo se utiliza en determinadas apendicectomías que serían difíciles de realizar por vía
intraabdominal pura. Se colocan dos o tres trocares para explorar, localizar y movilizar al apéndice,
y para tratar el meso por vía intraperitoneal. Después se exterioriza el apéndice a través de un
trocar, y se extirpa por vía extraabdominal.
Complicaciones peroperatorias
La aparición de una hemorragia que no se controla rápidamente puede justificar una
conversión. Algunas son secundarias a lesiones del pedículo epigástrico ocasionadas por los
trocares T2 o T3, y pueden controlarse mediante coagulación bipolar o por sutura transcutánea.
Otras se originan en la sección del meso, en cuyo caso hay que introducir un aspirador en T2 y
completar la hemostasia por coagulación bipolar. Los coágulos se evacuan por lavado y aspiración.
Si los intentos de hemostasia fracasan, la conversión es obligatoria.
La ruptura o el estallido de un apéndice muy patológico
ocasiona una contaminación peritoneal séptica. En estos casos hay que exteriorizar el fragmento
apendicular mediante una bolsa. Se coloca una ligadura por encima de la brecha apendicular, y se
prosigue la apendicectomía según los principios descritos, instalando dos suturas. Se ha de buscar
con mucha atención un estercolito, que podría
provocar un absceso profundo en la fase postoperatoria. Por último, se realiza una explorac
ión completa y un lavado con suero fisiológico, utilizando una cánula en T2 y un palpador en T3.
Complicaciones precoces
Complicaciones menores
Son los abscesos de pared, que por lo general se deben a un cierre parietal demasiado
hermético. Puede formarse un hematoma.
Complicaciones mayores
Los abscesos profundos a menudo se originan en un estercolito apendicular abandonado
al realizar la apendicectomía. Para evitar esta complicación, siempre se debe efectuar una doble
ligadura en la base apendicular [Guillen, 2004. Horst, 2001]. Los abscesos pueden aparecer de
forma tardía, entre una semana y varios meses después de la operación. Se debe extraer el
estercolito y drenar el absceso, suministrando antibióticos a título preventivo. Según la experiencia
del cirujano, convendrá proceder por vía laparoscópica o evacuando el fondo de saco de Douglas
por vía transrectal.
Si la exéresis no ha sido completa, en el muñón apendicular puede persistir la apendicitis,
que a veces también se revela por una oclusión [Gordon, 2004]. Hay que intevenir de nuevo para
completar la apendicectomía. Si el muñón es demasiado corto, debe extirparse la base cecal
mediante un grapado lineal.
Tras una apendicectomía laparoscópica, puede producirse un íleo, debido a la persistencia
de un estado inflamatorio local o a la formación de una brida que obliga a reintervenir. El grapado
lineal también puede ocasionar un íleo postoperatorio. Las grapas que se dejan en la cavidad
peritoneal tras la sección apendicular pueden ocasionar una oclusión intestinal, por lo que se
recomienda retirar las grapas residuales, ya sea con una pinza o mediante aspiración.
Complicaciones tardías
Se trata sobre todo de eventraciones por orificios de trocar que han quedado abiertos [28].
Deben cerrarse todos los orificios de 10 mm o más. Cuando el paciente presenta un síndrome
oclusivo por bridas o adherencias, puede ser necesario reintervenir por vía laparoscópica. Sin
embargo, las oclusiones tardías parecen ser menos frecuentes tras las intervenciones por
laparoscopia.
Bibliografìa