Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Esta obra está bajo una licencia Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported de Creative Commons.
Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/
FORO EDUCACIONAL 06
RESUMEN
ABSTRACT
This paper tries to show the relation of dependence of some of the human sciences, specially
Psychology and Education on Philosophy. Its main contention is that this dependence must be
recognized and that Philosophy must endeavour to be of some concrete utility, to be useful to
Education. The paper ends analisying the work of the eminent Brazilian educator Paulo Freire
as an example of an educator that was able to fruitfully use Philosophy in Education.
Las relaciones entre Filosofía y Educación han sido siempre complejas; en buena medida a la
Educación le sucede lo que a la Psicología: ambas han luchado desde hace más de un siglo por
lograr su emancipación y su autonomía de la ciencia matriz (tanto Aristóteles como Hegel
designan a la Filosofía como “ciencia”) y su éxito ha sido muy relativo. Y es interesante
preguntarse por qué.
Desde siempre se ha acusado a la Filosofía de ser un saber “abstracto”, es decir, general, utópico
y ucrónico (como diría Ortega) sin caer en cuenta que eso depende del nivel de generalidad que
elige el filósofo y de la intención intelectual que mueve a su pensamiento y también de la
“naturaleza” del objeto estudiado. Se puede hablar muy abstractamente de cosas concretas: por
ejemplo, del sentido universal de las vivencias de un individuo concreto (¿no es este uno de los
sentidos del arte novelístico o poético?) y muy concretamente de cosas que no existen: de las
sirenas o del dios Zeus (del cual sabemos muchísimo). El problema parece ser pues la elección
adecuada o atinada del nivel de abstracción desde el cual debemos hablar.
Husserl ha insistido una y otra vez que sus constantes críticas a la Psicología y especialmente a
su método no tienen ni tuvieron nunca la finalidad de desconocer el “trabajo de tantos hombres
eminentes”, sino proponer mejoras o reformas a errores metodológicos que le parecen a Husserl
“radicales”; llega a decir en la “Crisis de las ciencias europeas y la fenomenología
trascendental” que la historia de la Psicología es la “historia de las crisis de la psicología” y
culpa de ello, en buena medida, al sensualismo de Locke, que “ha corrompido a la psicología
hasta nuestros días”.
Si se reflexiona un momento, vemos que esta reducción torna al hombre, a pesar de su intención
de “concreción”, a la realidad más “abstracta” posible, puesto que por definición para homo-
logar toda experiencia, debe hacer al hombre ucrónico (a histórico) y utópico (como dando lo
mismo que habite en cualquier lugar) Y resulta que el hombre así entendido, es todo lo contrario
de lo que el hombre es, puesto que éste está profunda y decisivamente determinado y definido
en su ser y en sus posibilidades por su “circunstancia”, que es, ex definitione, histórica.
Podríamos quizás abundar en el tema pero sólo se lo consideró aquí a manera de ilustración,
aunque las consecuencias históricas y éticas de este “naturalismo” han resultado tremendas;
Husserl solía escribir: “Las meras ciencias de hechos, producen meros hombres de hechos” y
cuando estos hombres de hechos tienen poder, la historia muestra lo que son capaces de hacer 2
y el hombre no es un hecho ni un conjunto de hechos, es “esta singular mezcla de hecho y
valor”, que según la expresión de Merlau-Ponty caracteriza la historicidad del hombre.
¿Y qué pensar respecto a la Educación?. La situación es aún más compleja, puesto que si elige
verse a sí misma como una ciencia (en el sentido de las ciencias particulares) enfrenta un primer
obstáculo formidable: que la educación es un asunto eminentemente valórico, que es tanto como
decir, un asunto eminentemente filosófico.
Un segundo obstáculo muy grave es el carácter concreto, histórico que tiene la Educación;
desde el momento que nuestro país se ha embarcado desde hace varios años en una Reforma
educacional sumamente compleja y costosa es porque los hombres encargados por la nación de
dirigir nuestro país estiman que no estamos a “la altura de los tiempos”, es decir, que no
estamos dando la talla...históricamente. Y todos leemos y oímos todos los días las críticas que
todo el mundo (incluyendo a los Empresarios que parecen haberse transformado mágicamente
en Magister y Doctores en Educación) formula a la Educación de nuestro país.
Este simple ejemplo del eminente sacerdote dominicano ilustra lo que queríamos señalar: el
“uso” de la fenomenología es difícil; tan difícil como su conocimiento o dominio.
¿Qué hacer pues?. Tal vez como diría un español “echar por la calle de en medio” es decir
formular de una manera muy sencilla unas cuantas normas que tal vez pudieran resultar útiles,
prácticamente útiles, para la aplicación del método fenomenológico en Educación, en la práctica
educativa. Esto significa obviamente dejar de lado la explicación y exposición técnicas de la
Fenomenología (por ser, simplemente, en nuestra opinión, una imposibilidad teórica y práctica).
Como sucede en todos los casos la aceptación de todo método supone, por lo menos, dos
condiciones:
2) La finalidad, la meta que se persigue con la utilización del método que nos proponemos
usar, método que no puede ser uniforme y homogéneo (excepto, por supuesto, en aspectos
formales y operativos) sino que debe ser generado respetando la naturaleza del objeto que se
tiene ante los ojos. Y en el caso específico de la Educación es una finalidad que en Filosofía nos
parece obvia: la formación de seres pensantes y racionales y que debe aspirar a la constitución
de una “conciencia crítica”, crítica en el primario sentido etimológico del griego: krino: “yo
decido, reparo, juzgo”, de donde deriva krisis: “decisión”, kritikós: “que juzga”, “que decide”,
kritêrion: facultad de juzgar”, “regla”. Es la convicción de quien esto escribe que una educación
que no persigue este fin se engaña a sí misma, puesto que una convicción adoptada sin el
correspondiente espíritu crítico no es una convicción real, con efectos vitales duraderos sino
simple “alienación” (a la autoridad del profesor, al deseo de ser aceptado, sobresalir, a la
indiferencia, a la supervivencia, al querer trepar: el “social climbing” etc.,etc.). Una vez
estipulado y clarificado lo anterior podemos entrar en materia, con una última advertencia: las
“reglas” que se van a definir más abajo, están inspiradas todas en el método fenomenológico, a
cuya determinación rigurosa y precisa, consagró Husserl gran parte de su vida y su genio.
Naturalmente Husserl nunca las formuló así; dado que la finalidad de este ensayo es
fundamentalmente práctica se prescinde de todo el aparato crítico y científico (y también
textual) de la Fenomenología husserliana.
a) Se debe tomar conciencia, lo más clara, precisa y rigurosa posible, de que ninguna
actividad reflexiva o acto reflexivo, puede tener lugar en el vacío; vale decir, que toda reflexión
parte o arranca de lo irreflexivo o irreflexionado, supone pues la vida “anterior” (de la
conciencia) a la reflexión. La reflexión supone lo irreflexivo Y esta vida “previa” o “anterior” (a
la reflexión) de la conciencia es, como diría Husserl, “anónima”, vale decir, antes de la reflexión
la conciencia ha generado desde sí misma si se trata de la conciencia individual o se ha
encontrado en el mundo interpersonal y comunitario de la historia y la cultura humanas
significados ya producidos por los hombres; en suma, se encuentra radicalmente instalada en el
“mundo histórico e intersubjetivo” que es el mundo del hombre. Husserl siempre dijo que él
quería llevar a la expresión filosófica la “experiencia muda” del mundo. Este es el mundo de la
“experiencia antepredicativa”.
Si estos pasos son seguidos con rigor deberíamos tener una base común (y comunitaria) es decir
compartida por todos, que debería posibilitar el acuerdo de las conciencias y hacer posible el
progreso científico (lato senso, es decir, el progreso de las formulaciones racionales, rigurosas y
precisas) y posibilitar políticas prácticas comunes.
El último aspecto que quisiéramos enunciar es que Husserl insiste reiteradamente en que el
procedimiento (o método) fenomenológico consiste en traer ante la vista, en poner ante los ojos,
aquello que efectivamente está dado en el fenómeno considerado; este carácter de datitud del
fenómeno es lo que legitima su carácter de evidente, lo que hace visible su carácter de evidente
y por ello lo que está dado y dentro de los límites en que está efectivamente dado es la fuente
última de toda evidencia racional y constituye por ello “el principio de todos los principios”.
¿Son aplicables todas estas “normas” metodológicas a la educación?. Ello dependerá en última
instancia de la disposición vital de entrega del profesor y de su habilidad e inteligencia
pedagógicas; decíamos más arriba que una cosa es la comprensión intelectual de un método y
otra su aplicación fructífera. Es por ello que la Educación tendrá siempre una dimensión de arte,
del “arte de enseñar” y jamás podrá ser un conjunto de recetas aplicables mecánicamente (habría
que agregar que tampoco la ciencia es esto). Siempre habrá en la Educación un elemento de
intuición y de creación.
Una última consideración, esta vez técnica; en el lenguaje de Husserl “trascendental” significa
primariamente una reflexión que no efectúa ninguna tesis (afirmación) de realidad, que
suspende la validez de la creencia en la realidad del mundo para examinar el sentido de esta
tesis; por lo tanto en la Fenomenología “trascendental” hay una suspensión de la “fe en el
mundo natural” y una aclaración del sentido de esta fe. Por esto denominamos a esta
Fenomenología (la de Husserl) “trascendental” cuyo parentesco con todas las filosofías
“trascendentales” de la tradición alemana es claramente visible, aunque, claro está, este término
toma en Husserl una significación propia.
Es obvio que las ideas matrices del gran educador brasileño provienen de la Filosofía,
especialmente de la Filosofía alemana, de la Escuela Fenomenológica, no tanto quizás de
Husserl (a pesar de que Paulo no era ajeno a la Fenomenología) sino más bien de la versión
“existencial” heideggeriana (y también de Jaspers) de la escuela francesa de Sartre, Merleau-
Ponty y del existencialismo cristiano de Marcel (aunque él preferiría que su filosofía fuera
llamada “socratismo”).
No estoy diciendo esto como una crítica negativa; mal podría hacerlo dado que tuve el
privilegio de ser su amigo y su ausencia está para mí siempre presente, sino simplemente con la
finalidad de ilustrar, con un ejemplo egregio, la dependencia, consciente o inconsciente, tácita o
expresa de la Educación de la Filosofía, también mostrar cómo la imaginación y el talento de un
gran educador pudo poner la Filosofía creativamente al servicio de la Educación generando
conceptos y acciones que hicieron pragmáticamente útil a la Filosofía.
Quizás habría pues que hacer de la necesidad virtud y “resignarse” a una colaboración más
amplia, seria y profunda, de la Educación con la Filosofía, lo que por lo demás, no haría sino
reconocer una situación de hecho y procuraría darle un estatuto epistemológico más claro y
riguroso.
Quisiéramos terminar estipulando que hemos dejado por el momento de lado la versión
“existencial” y hermenéutica de la Fenomenología de Martin Heidegger que quizás podría ser
objeto de un análisis futuro y que por cierto ha sido relacionada con la Educación en la obra de
O.F. Bollnow.
Bibliografía
Gurwitsch, Aron (1984) On Contemporary Nihilism, en Essays in Memory of Aron Gurwitsch,
edited by Lester Embree. U.S.A.: University Press of America.
Heidegger, Martin (1997) Ser y Tiempo. (Traducción de Jorge Eduardo Rivera) Santiago:
Universitaria.
Sartre, Jean-Paul (1965) Esquisse d’une théorie des emotions. Paris: Hermann
Notas
1 Cfr.las agudas observaciones de Sartre al respecto en “Esquisse d’une théorie des
émotions”, Hermann, Paris, 1965, pp.7-19