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Por gracia del privilegio teatral, se da esa paradoja de que la historia —que se
deforma a la larga- y el mito — que a la larga se fortalece-, se encuentran su
verdadera realidad sobre las tablas.
Sin duda, sería ventajoso que un faquir viniera a hipnotizar a toda una sala de teatro
para convencerla de que ha estado ante un espectáculo sublime; pero
desgraciadamente ese faquir no existe y no corresponde al dramaturgo provocar,
con sus modestos medios, esa hipnosis colectiva y hacer que los hombres
compartan su ensoñación, porque el sueño y los sueños ponen una especie de
genio al alcance de todos los bolsillos. El teatro, imitando ese fenómeno, reclama
del público una disponibilidad casi infantil, porque el mejor público es, aún hoy, el
público de las marionetas y el nuestro sería de esa categoría si llega a perder su
orgullosa resistencia y se pusiera en la situación de gritar, por ejemplo, a Edipo: "
¡No te cases con Yocasta! ¡Es tu madre!"
Sin ir tan lejos, el fenómeno se produce de algún modo, y así ocurre que un
conjunto de espectadores se des individualiza en beneficio de un pensamiento
extraño que es adoptado y con el que se colabora. Tal conjunto se convierte en una
sola persona de alma casi niña; es una persona que deja sus creencias en el
guardarropa y renuncia a recogerlas a la salida.
La verdadera admiración nos surge por el encuentro de ideas comunes. La
verdadera admiración reside en compartir ideas que no son nuestras, hasta el punto
de hacernos a la idea de que podemos ser sus autores.
Es pues, en suma, una forma de amor; ya que, en el amor, los antagonismos
celebran su casamiento. El papel del teatro viene a ser, precisamente, un ejemplo
de esa ósmosis y el gran intérprete es ese artista que da la impresión de estar
improvisado, inventando el texto: improvisando e inventando algo distinto para cada
uno.
Hasta Francia tan reacia a abandonar el sueño, tan resistente, a fuerza de
individualismo, al fenómeno de hipnosis del espectáculo, viene a probar, en el
Teatro de las Naciones, su hambre y su sed de distraerse sin la menor frivolidad.
Compañías de primer orden traen a él las obras maestras de su idioma y, sólo por la
intensidad de la actuación, consiguen encantar, con su repertorio, a públicos que
uno creía incapaces de olvidar su propia lengua y sus propias intrigas para
interesarse en la de los demás.
La Jornada Mundial del Teatro señalará el acontecimiento de estas bodas
profundas, en las que Io singular y Io plural, lo objetivo y lo subjetivo, lo consciente y
lo inconsciente, presentan los prestigiosos monstruos que de tales bodas resultan.
Son muchas las cordiales que nacen del alejamiento de los espíritus y de ese muro
de las lenguas que el vasto aparato teatral se propone atravesar.
Los pueblos, gracia a las Jornadas Mundiales de Teatro, tomarán con ciencia, al fin,
de sus riquezas y colaborarán en una alta empresa de paz.
Decía Nietzsche: "Las ideas que cambian la faz del mundo vienen como en patas de
paloma". Y puede que sea este medio, tan frecuentemente ilimitado al simple
pretexto de gusta, el que dote a la juventud de una Sorbona brillante y viva, de
diálogos en carne y hueso, mientras que las fatigas del estudio hacían perder a las
obras maestras su violencia original y las debilitan.
Yo añado: dicen que la máquina ha asentado el golpe de gracia al teatro. No me Io
creo, y, puesto que el Instituto Internacional de Teatro me encarga que tome la
palabra en su nombre, declaro, como antes se hacía para los reyes, y variando un
poco la fórmula: "¡Si el teatro ha muerto, viva el teatro!"
Actor Británico, Laurence Olivier nación en 1907. El rey Jorge VI le otorgó el título
de Sir en 1947 y la Reyna Isabel ll le concedió el título nobiliario de Barón de
Brighton en 1970. Catalogado por muchos como el mejor actor del siglo,
desempeñó a Io largo de su vida más de 12() papeles de teatro y protagonizó 60
películas. Recibió 12 nominaciones al Óscar y Io ganó dos veces con Enrique y
Hamlet. Fundador y director del Teatro Nacional Británico de 1963 a 1973.
Mimo, actor y director francés de teatro y cine, Jean-Louis Barrault, nació en Le-
Visenet en 1910 y murió en París en 1994. En 1947 fundó la Compañía Renauld-
BarrauIt. En 1959 asumió la dirección estatal del Théâtre de France.
Puesto que con mi amigo Jean-Louis Barrault he tenido el honor de ser invitado a
tomar la palabra con ocasión del Día Mundial del Teatro, quisiera comenzar diciendo
alguna cosa sobre nuestro Teatro Nacional, recientemente creado. El año pasado,
después de más de un siglo de lucha, se nos ha dado finalmente, en Gran Bretaña,
un Teatro Nacional cuya dirección se me ha confiado. Una de las primeras cosas
sobre la cual mis colegas y yo estuvimos de acuerdo, fue que nosotros queríamos
que ese teatro fuese solamente nacional sino internacional; tenemos la intención de
formar nuestro repertorio de manera que se mantenga un equilibrio entre las piezas
de origen británico y las extranjeras.
Querido Laurence Olivier: todos aquéllos que, a través del mundo, se interesan por
la cultura teatral, se regocijan de este evento y le envían sus sinceros votos.
En el momento en donde las diferentes partes de la humanidad convergen hacia la
unidad humana, es entusiasmante el constatar que las diferentes conciencias
teatrales convergen, también ellas, hacia una conciencia común de la función del
Teatro.
Para mí, de todas las artes del espectáculo, el teatro posee la mayor dificultad para
volverse internacional. El ballet y la música pueden pasar las fronteras casi sin que
se le pida cuenta, pero el teatro —cualquiera que sea su atracción visual- está
hecho de palabras, de las cuales muchas son soberbias, independientes e
intraducibles. Es por esto que debemos saludar la realización y maravillarnos del
esfuerzo del Instituto Internacional de Teatro, en el cual el elevado sueño es
resumido por una expresión que, ella misma, es una paradoja: "El Teatro es el
Mundo".
Querido Olivier, esa paradoja no me parece, Io confieso, tan irreducible. Es
suficiente, para probarlo, observar, en el curso de los viajes hechos de los países
llamados "extranjeros", en que forma el teatro aparece como una propiedad
internacional. Ya se trate de los clásicos como Sófocles, Zeami, Shakespeare,
Moliére, o de la Comedia del Arte, autores, comediantes y animadores no son más
que los gerentes de un dominio único que pertenece al mundo entero. Eso viene de
que, en el teatro, no parece haber solución de continuidad entre el gesto y la
palabra, entre la vista y el oído. Nuestro arte es de antemano un fenómeno
magnético. No sólo el ojo y la oreja están atentos, sino que todos los otros sentidos
lo están igualmente. En el teatro, si el ojo mira, es el pecho el que ve y recibe; no
enseguida el cerebro el que comprende. Este arte es poético porque siempre es
carnal. Cuando las diferentes formas de teatro pasan las fronteras, sólo la idea que
encierra la palabra sufre un eclipse momentáneo, pero la palabra mágica. Más allá
de las palabras, la potencia sensual de Brecht, de Claudel, del teatro Lejano Oriente
o de Shakespeare, se reencuentran, golpean y penetran el pecho de todos los
hombres.
Nosotros nos sentimos muy felices de que Shakespeare se haya transformado en
propiedad del mundo en general, que sea regularmente reclamado como el
antepasado legítimo de cualquier nuevo movimiento en el teatro (constato que El
Rey Lear ha sido considerado últimamente como el predecesor de Samuel Beckett).
Nos sentimos también felices de que haya sido saludado por los hombres de todas
las naciones y de todas las creencias como uno de los suyos y que ninguna de
ellas, examinando el conjunto de sus obras, Io haya calificado jamás de reaccionario
inflexible. El hombre que ha escrito Enrique V ha escrito también Troilo y Crésida, el
hombre ha escrito Romeo y Julieta ha escrito igualmente Medida por Medida. En
400 años, nuestro Shakespeare ha sido de todos, por adopción.
Desde el punto de vista del teatro —y más que nunca con motivo de su aniversario-,
es nuestro mayor artículo de exportación. Ningún otro jamás nos ha costado menos
pena, ni producido más orgullo.
Si, como bien Io observa Sir Laurence Olivier, es imposible situar políticamente la
posición de Shakespeare; es que éste, como verdadero hombre de teatro, ha
sabido, incluso en asuntos políticos, quedar como testigo de su tiempo. El objetivo
final del teatro es la Justicia. Sobre la escena, asesinos, víctimas, el ataque y la
defensa, combaten en la desmesura de sus pasiones. Cada espectador es un
jurado, y es la vida, fuerte y equilibrada, la que preside a ese vasto arreglo de
cuentas y hace surgir la inteligencia, la comprensión y la salud. El poder esencial de
teatro es poner de lado todo lo que separa a los hombres: diferencias de raza, de
educación, religiosas o políticas de lenguaje, etc.; en cambio, da valor a todo lo que
los hombres tienen en común: la risa y las lágrimas,la alegría y la tristeza, la
felicidad y la angustia, en una palabra, Io que es dominio del corazón. El teatro hace
aparecer el corazón común de todos los hombres; por esto es el más efectivo
vehículo de paz.
Filósofo francés (1905-1975), ejerció la docencia por muchos años. Fue Director
General de la UNESCO entre 1961 y 1974. Fue agregado cultural en Londres entre
1936 y 1939.
Sobre este escenario, un lugar cualquiera, donde todo está señalado porque nada
es real, todas las cosas verosímiles o absurdas, en las que nada es verídico, son
maravillosamente posibles. Aquí y en todas partes, esta noche que es siempre, el
mundo entero y la historia de ayer y del mañana, de hoy y de jamás, se ofrecen a la
elección de una fantasía gratuita.
Saludo en ti, teatro, al sueño universal.
Milagro, espejismo, ante los ojos y el oído cautivos, una acción imaginaria va a
nacer, que tendrá eco en los corazones conmovidos. Poder del acto: la fuerza
cómica, el horror trágico, la perturbación dramática se imponen por contacto
inmediato; la ilusión se hace creíble. Es muy injusto llamarte representación: eres
participación o no eres nada. Te doy las gracias, teatro, por recordarnos que el
Hombre es acción y que actuar es creer.
Poder igualmente de la comunión entre los hombres, que trasciende las divisiones y
las fronteras de la naturaleza y de la sociedad e incluso de la cultura. A diferencia de
otros espectáculos, el público de teatro no es una colección de soledades
individuales; es una comunidad en busca de sus almas y que, ciertos días la
encuentran para jamás olvidarla.
Teatro, tu rito de la puesta en escena es, dentro de la sala, el rito de la fraternidad
humana.
Y, finalmente, el lenguaje, de esencial necesidad; lenguaje, es decir, pensamiento.
Palabras con las que tú conmueves a las voces y los rostros más expresivos para
permitirnos contemplar en público nuestros más profundos secretos; letras hechas
carne que animan cuerpos vivos, deseables y frágiles, para conducirlos a través de
combates, seducciones, peleas y trampas hasta su realización y su aniquilamiento,
grandiosas, despreciables o ridículas, de amor o de muerte, de lo grotesco a la
gloria, tus invocaciones lúdicas me llevan más allá de mí mismo. Para ti, pienso que
creo y juzgo. Es gracias a ti que me retiro de esta sala de apariencias con un
sentido válido para mi vida real. Yo cruzo por estos hechizos como una prueba
significativa. Teatro, que con tus mentiras me aclaras mis errores y me liberas tú
mismo de tu magia, eres purificación.
Tu nombre es catarsis.
Y este Quinto Día Mundial del Teatro, la UNESCO, la Organización de las Naciones
Unidas para Educación, la Ciencia y la Cultura, se honra en manifestar su homenaje
a la grandeza, la universalidad y la eterna juventud del teatro. Dramaturgos, actores,
directores y todos ustedes, gente de teatro, compañeros de viaje, tramoyistas,
poetas, quiero transmitirles, en nombre de la Organización, la gratitud del público.
¡Por derecho propio, merecen constantemente su estima y su afecto, y no pueden
olvidar jamás la dignidad de su arte, ustedes a quienes les ha sido dado el temible
poder de hacer reír y llorar a la totalidad de los hombres!
Actriz austriaca, contrajo matrimonio con Bertolt Brecht en 1 929, con quien tuvo
dos hijos. Participó en numerosas obras del mismo dramaturgo, destacándose en el
papel estelar de Madre Coraje. Junto a Brecht, fundó el Berliner Ensamble en 1949.
El teatro y sus artes hermanas, no pueden tener finalidad más alta que su
responsabilidad hacia la sociedad. Nuestra eficacia es grande, y trasciende las
fronteras nacionales. Invitamos a la gente a nuestro teatro para presentarles una
imagen de la realidad en forma divertida, sabia y agradable, permitiéndoles así
reconocerla. Nosotros, la gente de teatro, tratamos de hacer que nuestro planeta
sea por Io menos digno de vivir en él a través de nuestro trabajo; y eso significa
sobre todo que debemos crear un teatro en pro de una presente paz y un futuro
amistoso, en el cual el hombre sea compañero del hombre. Este es el mensaje que
enviamos en 1967 a todos los teatros del mundo.
Requiere de una decisión a favor de una arte para el que Brecht visualizaba las
siguientes alternativas: “…también el arte debe tomar una decisión en esta era de
decisiones. Puede convertirse en un instrumento de algunos pocos que juegan el
papel de los hados y que exigen un credo absolutamente ciego; o puede ponerse
del lado de las masas y ayudar a colocar sus destinos en sus propias manos. El arte
puede elevar a la humanidad a la exaltación, liberar ilusiones y milagros. El arte
puede aumentar la ignorancia o incrementar el conocimiento. El arte puede apelar a
las fuerzas que muestran su potencia en la destrucción; o a las fuerzas que
muestran su poder en la ayuda".
"Donde teatro hubo, palabras quedan". Quedan las palabras del coloquio del
hombre con los dioses, del hombre con el pueblo y con el hombre. Las palabras del
diálogo inmortal. El hablar de los siglos vuelve a ser en el teatro, después de tantos
y tantos avatares, el medio de comunicación más humano, más directo, más eficaz
y útil con las masas.
Liturgia, acto de fe, génesis de la creación, género literario, todo fue y es el teatro;
para aquel, charlatanería y engaño; para este, camino de perfeccionamiento de
costumbres; magia, realidad y sueño, para todos.
Hombres de culturas que resucitan, culturas con milenaria tradición teatral, como la
cultura maya de Guatemala, evocó, no a la imagen de los filos de obsidiana
trasplantando corazones hacia el Sol, sino los momentos de las grandes
representaciones del teatro heroico, las danzas de la pluma, el cascabel y el humo
que la eternidad fotografió en piedra, y los "mitotes" alucinantes de pueblos enteros
que bailaban días y semanas, hasta caer desechos de sueño.
Es desde ese mundo que me atrevo, hombre de otros soles, ha dirigir mi voz a los
creadores, sostenedores y espectadores del milagro escénico, invitándoles a que se
den la mano para formar no cadenas, sino puentes de entendimiento.
En los cuatro ámbitos del planeta, gente de teatro, de todos los teatros, borran en
estos instantes las fronteras, olvidan nacionalidad, raza, creencias, y aúna
voluntades a favor de la paz, como suprema y única exigencia en esta hora de
conflictos sin precedentes.
Esta Séptima Jornada Mundial del Teatro, en el año Jubilar de los Derechos del
Hombre, debe movilizar todas las conciencias contra los que proclaman como
necesidad inherente a nuestra especie la destrucción del hombre por el hombre, en
guerras chinescas, genocidios y en esa otra forma de asfixia económica que diezma
la población humana.
Ninguna candileja apagada. Todas las luces del teatro del mundo encendidas como
estrellas a cuyo resplandor se plantean y discuten los problemas del hombre en
todos los idiomas, latitudes y escenarios, sin olvidar el problema capital de la
supervivencia de nuestra cultura, frente a los pavorosos arsenales de bombas
atómicas.
Mientras esta amenaza exista, nuestro planeta es habitación insegura, y mi voz de
alarma, sin interrumpir el convivio del Instituto Internacional del Teatro que hoy
celebramos en el mundo entero, a de servir para que por la acción de todos
evitemos que la tierra se convierta en sepultura y figure sobre nuestro universo el
epitafio de "La Commedia e finita".
Compositor ruso, nació en 1906 y murió en 1975. Obtuvo dos veces seguidas el
Premio Stalin, primero por su sin igual Quinta Sinfonía en 1937 y después por su no
menor revolucionario —en el terreno estrictamente estético-musical, por supuesto-
Quinteto para Piano en 1940.
En ocasión del Noveno Día Mundial del Teatro, me dirijo a todos aquellos que,
amantes del arte, se sienten responsables de su futuro.
Los gustos y las exigencias artísticas de los pueblos son, en nuestros días,
considerablemente refinados y diversificados; igualmente, nosotros, los creadores,
debemos hacer todo Io posible para satisfacer la sed de conocimientos y las
aspiraciones del hombre hacia la belleza.
La vocación del artista y el sentido de su vida consisten en la búsqueda de la alegría
para los hombres, para su enriquecimiento espiritual, para despertar en ellos los
sentimientos elevados. Los principios humanistas, las altas virtudes, las ideas de
paz y la amistad entre los pueblos, deben encontrar su encarnación sobre los
escenarios teatrales de nuestro planeta, y para ello es preciso que estas ideas y
estos principios lleguen a ser una necesidad interior y al pensamiento profundo de
los mismos artistas. El siglo XX nos aproxima a un porvenir radiante de los hombres
y depende en mucho de nosotros, las criaturas de toda la tierra, el acelerar la
marcha del tiempo hacia este porvenir.
MENSAJE POR EL DÍA MUNDIAL DEL TEATRO - 1971
PABLO NERUDA, CHILE
Director italiano (1906-1976) de cine, ópera, teatro y ballet. Maestro del cine
antropomórfico y destacado militante izquierdista, participó en el movimiento de
resistencia antifascista de 1943 a 1944 y en varias campañas comunistas durante la
posguerra. Neorrealista, creó una amplia filmografía. Entre sus más destacadas
realizaciones se encuentra El gatopardo, de 1963.
Directora de teatro estadounidense, nació en 1920. Creó en 1961 Café MaMa, que
se especializó en teatro integrado con la danza, la música y el drama. Recorrió casi
todo el mundo y ganó diversos premios a la creación teatral.
Es bien conocido: la dignidad humana obtuvo a través del teatro uno de sus
primeros testimonios, un testimonio que en su lucha contra la violencia y la opresión
no puede ser dictado por nadie. Es bien conocido: en todas las artes, es sobre el
escenario donde se pueden ver, entender y comprender los asuntos de la
conciencia. Lo que la construye y Io que la impulsa. A la protesta, al sufrimiento, a la
necesidad de afirmar un sentido, un equilibrio en el mundo.
Es bien conocido: es en el teatro donde el hombre ha aprendido a verse así mismo.
Con sinceridad, cara a cara. Ha aprendido a escrutarse, a sentirse culpable, a
asumirse y a superar sus límites. Y a comunicarse con sus semejantes en la
emoción, a demostrar que un hombre, un solo hombre, es un universo entero, a
probar que el hecho más insignificante frecuentemente lleva en sí una inmensa
carga dramática.
Pienso en el rumor, en la vibración, en la tensión terrible de la espera por la subida
del telón, esa espera que literalmente induce en el espectador el zarpar a nuevos
rumbos, hoy igual que hace miles de años. Pienso en los incidentes que nos
parecen insignificantes en la vida cotidiana pero que una vez puestos en escena
adquieren una dimensión que se nos pasa. En un solo tema se reúnen la
inteligencia, la sensibilidad y el espíritu creativo. En ese instante, las barreras que
separan a los espectadores entre sí se derrumban. Público y actores se convierten
en un mundo solidario. Un planeta que reúne a las naciones con sus hijos
innombrables. En ese instante sabemos sin duda posible que existen puntos y
aspiraciones comunes. Nos oponemos totalmente a aquello que nos aparta; la gran
familia humana confronta su deber de cooperar, confronta la necesidad de dar
respuesta a los problemas que asaltan al globo entero. En ese instante, nonos
dejamos ya manipular, ni poseer, ni oprimir. En ese instante comprendemos,
participamos, actuamos. En ese instante somos nosotros mismos, plenamente
nosotros mismos.
Y es un privilegio. Un privilegio que el teatro comparte con las otras formas
culturales. Gracias a ese privilegio, el teatro puede presentir, invocar y acelerar
ciertas visiones portadoras de avance. Gracias a él, el teatro ha podido estar
presente en la vanguardia de la historia. Y siempre gracias a él, los pueblos se han
abierto unos a otros, edificando puentes y compartiendo sueños de un mundo justo
y mejor. Es esta la vocación del teatro. Y es esta nuestra vocación de seres
humanos. Es la razón de que estemos aquí. Y es la razón por la que el público y
actores esperan juntos la subida del telón.
Sófocles decía que "entre todas las maravillas del mundo ninguna le merecía más
admiración que el hombre."
Dos mil quinientos años después, tanto los artistas como los filósofos, los
soberanos, los hombres políticos, han solidarizado con la idea del gran poeta griego.
Podemos decir que la historia de la humanidad es una historia de la evolución de los
derechos del hombre y la realización de la visión humanista del mundo.
Sin embargo, hoy, en este siglo XX que está terminando, es el porvenir del hombre
el que no inquieta y nos angustia. En efecto, no pasa un día que no traiga a nuestro
conocimiento los actos más y más crueles de violencia y de terror, las tensiones
peligrosas y de conflictos armados. Cada día somos testigos del odio creciente entre
los hombres, de la intolerancia recíproca, de la violencia brutal de los derechos del
hombre, esos que, dentro de las relaciones internacionales, se traducen en
amenazas de catástrofe. La humanidad parece embargada por la fiebre de la
autodestrucción. Buscando prevenir estas catástrofes, se recurre a una terapia
trágica y paradójica; luchando por el mantenimiento de la vida, se le excava a la
raíz; declarando la paz, se despliega la demente espiral de los armamentos;
protegiendo la libertad de los pueblos, se viola su soberanía; proclamando
solemnemente la Carta de los Derechos del Hombre, se oprime cada día más la
dignidad humana.
La Constitución de la UNESCO constata que las guerras nacen del espíritu del
hombre y que es dentro de su espíritu que puede edificarse la paz, una paz
duradera, fundada en la solidaridad intelectual y moral del hombre.
¿Dónde se encuentra la realidad? Después de 35 años del final de la Segunda
Guerra Mundial, los créditos para la cultura y el arte disminuyen de año en año, a
medida y en la medida en que aumentan los fondos destinados a los armamentos.
Por lo tanto, es la cultura y el arte, son los artistas, los llamados a prevenir la
degeneración del hombre. Solo la cultura permite mantener un equilibrio entre el
progreso técnico y el desarrollo intelectual y moral de la humanidad. El arte es la
conciencia del individuo y de la sociedad. Después de sus orígenes, el teatro
siempre ha estado comprometido en el debate del alma humana repartida entre el
bien y el mal; el teatro estigmatiza la mentira y la hipocresía, la violencia y la sed de
poder, el orgullo y el egoísmo.
Desde Esquilo hasta la gente del teatro de hoy, pasando por Shakespeare, Moliére,
Ibsen, Chéjov, Brecht y Beckett, el arte dramático intenta descubrir el misterio de la
existencia humana, de encontrar la llave de la conciencia y del alma para proteger la
vida y la dignidad del hombre.
"El teatro no es teatro más que en la medida en que refleje la vida y su época. No es
teatro a menos que se precie de conocer el alma compleja de su público, si coloca a
la luz sus problemas morales, si sabe juzgar su conciencia y lucha por sus
derechos", dijo uno de los más grandes hombres de teatro polaco, León Schiller.
Crear tal teatro es el deber del artista contemporáneo. Dentro de un teatro de esa
naturaleza, la sensibilidad moral de los hombres, sofocada por el mundo que nos
rodea, es capaz de resucitar. Tal teatro engendra la solidaridad intelectual y
espiritual del público.
El 280 Día Mundial del Teatro, en este año de 1 980, nos obliga a celebrarlo bajo la
divisa: "El Teatro defensor de la paz y de la dignidad del hombre". Este día nos
ofrece ocasión de invitar a los gobiernos del mundo entero a conferir al teatro su
lugar inminente dentro de las naciones, en todos aquellos lugares donde no Io sea
todavía, y de lanzar un llamamiento por un mundo dentro del cual ni Antígona, ni
Hamlet, ni Romeo, ni Julieta, sean ya encomendados a la muerte; por un mundo
donde nada merezca tanta admiración como el Hombre.
El teatro es una de las formas de arte más antiguas que el hombre haya practicado.
Es también una de las formas que ha reflejado más íntimamente la evolución de
ideas en la mayoría de las sociedades, los gritos de su conciencia y la sensibilidad
de su corazón.
De la misma manera como una planta aferra su raíz al suelo, el teatro sólo vive en el
público y para el público. Este es un arte, más que cualquier otro, de presencia, de
contacto, de comunión directa. Este enlace inmediato entre el creador, el actor y el
espectador es un privilegio, pero es al mismo tiempo la fragilidad del teatro, en un
momento cuando nuevos modos de expresión están emergiendo y diferentes formas
de entretenimiento, tales como el cine y la televisión, entran en competencia. Por
esto, es necesario para asegurar la vocación, para sus significados de acción,
además de que proporciona avances en el lenguaje.
En todos los continentes, los hombres de teatro están confrontando la misma
demanda: mostrar su espíritu de invención y coordinar sus talentos para crear
nuevas formas de teatro a través de las cuales puedan trasladar sus dudas y sus
esperanzas, sus penas y sus alegrías de hombres y mujeres en el momento
presente.
En una era en la que la interdependencia de nuestros destinos está constantemente
en crecimiento, la solidaridad de las naciones del mundo se convierte en una de las
condiciones de supervivencia de la raza humana. En su búsqueda de la paz, la
justicia y la hermandad, los hombres tratan de movilizar todos los recursos posibles
para contribuir al entendimiento y a la mutua comprensión de los diferentes pueblos
y las diferentes culturas.
En este aspecto, el teatro ocupa un lugar privilegiado. Es el lugar donde las más
íntimas armonías encuentran los valores que inspiran a los creadores, y éstos a los
diferentes públicos del mundo que se reconocen entre sí. Es por eso que la
UNESCO ofrece y continuará ofreciendo a todos aquellos que trabajan en el teatro y
para el teatro su más activo y cálido soporte.
A todos los hombre y mujeres de teatro, a todos los creadores y a todos aquellos
que participan en la comunión del teatro, que son confortados, alentados y
estimulados por sus productos: Saludos, y bienvenidos una vez más a los desafíos
de este nuestro convencional "Año Nuevo" para los teatros del mundo.
Procederé directamente a atacar uno de tales desafíos. Algunos podrían reclamar
que no es está necesariamente la más urgente de las preocupaciones,
considerando los magros recursos y el potencial de nuestro arte, citarían en su lugar
el hambre, la enfermedad, la amenaza de aniquilación global, etc. Pocos negaran,
sin embargo, que es la más estridente en estos tiempos, que la penetrante angustia
de sus víctimas ha comenzado últimamente y en forma tardía a resquebrajar el
obstinado callo de la conciencia mundial. Me refiero, por supuesto, al racismo, y
específicamente a su forma más perfeccionada como instrumento de la
representación del Estado: el Apartheid.
El teatro nuca ha dejado de referirse a ésta, entre otras fronteras a la humanidad.
En muchos lugares del mundo los artistas han dado pasos para impedir funciones
de sus obras o se han rehusado a mostrar su talento en aquellos lugares del mundo
enlos que el Estado niega la condición humana a toda su gente. Unos pocos han
escogido como tema algunos de los más notorios ultrajes cometidos por el régimen
del Aparthied. Estos artistas están conscientes de las limitaciones de su gesto, pero
hacen aseveraciones exageradas sobre la capacidad de ninguna forma de arte de
rectificar al mundo y reestructurar las sociedades humanas.
De cualquier forma, no es posible negar el potencial que tiene esta actividad el
hombre, al poner de relieve los muchos dilemas del mundo, al redirigir la conciencia
de las sociedades y al movilizar la reacción de los pueblos en dirección a un
eventual cambio. Y es esta concientización de la gente común: jóvenes, maestros,
trabajadores urbanos, granjeros e incluso hombres de negocio, etc., la que tarde o
temprano transmite sus objetivos a los mandatarios y gobiernos y afecta, así sea
sutilmente, sus políticas. En las actitudes de varios gobiernos hacia el Aparthied,
este proceso ha sido particularmente manifiesto en los últimos dos o tres años.
Hemos sido testigos del aparente cambio de actitud dentro de bastiones
anteriormente inexpugnables de apoyo a los desafíos arrogantes del Aparthied en
Sudáfrica.
El paso del desgaste se ha acelerado visiblemente. Y mientras que la intensificación
de la lucha es una responsabilidad interna de los pueblos oprimidos, el mundo
exterior no puede negar su propia toma de conciencia, no puede evadir una
participación moral, una declaración universal de solidaridad. Proponemos por ello
que este año sea declarado por lo hombres y mujeres de teatro de todo el mundo
como un Año del Teatro Mundial Contra el Aparthied. Más allá de mantener una
mera separación pasiva de ese ambiente racista, dediquen una porción de sus
creatividades a movilizar la conciencia moral de sus pueblos y gobiernos, erigiendo
un puente de empatía con la mayoría ultrajada de ese rincón de la comunidad
mundial. Urgimos alas instituciones voluntarias y gobiernos de conciencia en todo el
mundo a dar su máximo apoyo a esta empresa humana, reconociendo que ni la
seguridad ni la paz mundial pueden estar divorciadas de la liberación total del
hombre y la mujer en todos los aspectos de su existencia cotidiana, y en las
garantías de la satisfacción creativa para todos, en la empresa común de una
humanidad progresista.
Poeta español nacido en 1936. Ha cultivado todos los géneros literarios, incluidos el
periodismo, el relato, el ensayo y el guion para televisión. Ha obtenido numerosos
premios no sólo por la poesía, sino también por su valiosa contribución al teatro y a
la ópera.
Hoy celebra el Instituto Internacional del Teatro el Día Mundial del Teatro: Pero
¿cómo resolver con un día de somero agradecimiento la deuda contraída por todos
con el teatro? Él, a Io largo de la historia de la humanidad, nos ha ayudado tanto. Ha
sido nuestra arma de ataque y nuestro escudo de defensa. Ha mantenido al hombre
desde su nada tierna infancia, fascinado con su magia y con su desdoblamiento. Ha
consistido y consiste en un carnaval que desenmascara, y en un disfraz que revela;
en la mano exigente que planta, ante un rostro que se desconoce, su reproducción
más o menos amable. Ha reconfortado al ser humano, desembrollándolo de sus
contradicciones, lanzando una descomedida carcajada frente a quienes Io oprimían;
reduciendo los dioses terribles a su tamaño de criaturas que el hombre había
inventado para temer o amar. Ha multiplicado nuestro conocimiento de nosotros
mismos, acaso la más difícil y más larga y más fructífera tarea. Ha consolado las
desolaciones, despertado las fantasías, alquitarado los excesos, fustigado a los
poderosos y esperanzado a los humildes. A través de los siglos cada pueblo se ha
expedido su propio documento de identidad. Porque la identidad de un pueblo no la
marca su historia, sino la sabiduría y las consecuencias que él saque de ella. Y así
como el arte es la vía más alta que conozco de asimilar la historia, así también será
casi imposible encontrar un arte más colectivo y más participativo que el teatro y sus
resplandecientes arrabales.
En manos de la sociedad, de la que nace y a quien va dedicado, está el teatro hoy:
como siempre, y quizás más que nunca. Por eso alimentamos para ella, mis
queridos amigos del mundo entero, el sagrado fuego del teatro. Haga cada cual el
verdaderamente suyo. Clame por él, porque en cada pueblo se origino y creció y se
hermoseo, y a cada pueblo representa. Y, si vosotros no queréis, no ha de morir.
Sed vosotros responsables de su vida y su suerte: él no espera otra cosa. De la
diversidad saldrá nuestra riqueza; de las diferencias, nuestra fraternidad.
Por eso juntos, todos juntos, hemos de preparar con ilusión el ánimo de los hombres
que han de continuarnos. Dejémosles dispuestos los caminos e la paz, listos los
escenarios en la paz, aguzado el oído, Valeroso y sincero el impulso, despierto el
sentimiento con la paz. Que quienes vengan después no piensen que nosotros
consentimos la derrota de nuestro teatro por la incultura, ni su traición por la desidia,
la mezquindad, el desencanto o el resentimiento. El teatro ha sido, es y será como
una patria, como una religión, como una cultura común que reúne a todos los
pueblos del mundo. Tomemos, pues, la decisión en este Día Mundial de defenderlo
juntos para embellecer desde hoy nuestro mañana, un mañana que durará,
esperémoslo, mucho más que nosotros.
MENSAJE POR EL DÍA MUNDIAL DEL TEATRO - 1988
PETER BROOK, INGLATERRA
¿Tienen los artistas del mundo algo en común? Por asombroso que esto sea, sí.
Cada quien a su manera busca expresar una verdad. Durante años se creyó que,
para alcanzar esta verdad, era necesario apoyarse en una sola tradición, una sola
cultura, enraizarse en una sola tierra. Sin embargo, a lo largo de numerosos viajes e
investigaciones, llegué a otra conclusión. En muchos países, fuera del mundo
occidental, mis discusiones con gente de teatro llegaban inevitablemente a una
terna esencial:
¿Cómo reaccionar ante las influencias y las presiones occidentales? ¿Se sabe
imitar al occidente? ¿Rencontrar sus propias formas tradicionales y raíces étnicas?
¿Desaparecer en otra cultura o desaparecer en la propia? Personalmente, creo otra
cosa. Pienso que la verdad a la que podemos llegar, la verdad que nos conmueve,
que nos sacude, no existe sólo a través de las tradiciones, las vías o los medios
estilísticos utilizados. La verdad que vale, es la verdad del momento. Cuando varias
influencias se entremezclan, de sus aspectos convergentes y de sus mutuas
fricciones puede surgir una nueva visión, fresca y asombrosa.
El choque de las partículas crea la luz. En el pasado, una buena compañía teatral se
construía en base al contraste marcado de los diferentes géneros y edades, entre
individuos de una misma cultura. Hoy día, podemos hacer mucho más vivaces estas
oposiciones teatrales recurriendo a actores de orígenes completamente diferentes.
Este procedimiento corresponde igualmente a un mundo en el cual el público está
constituido por una mezcla cada vez mayor de influencias globales. Cuando las
culturas se entremezclan en escena, el público se reúne a su vez ante estas
verdades específicas y universales.
El Instituto Internacional de Teatro y yo tenemos la misma edad teatral. Ambos
comenzamos inmediatamente después que el mundo se salvó de ser destruido por
el intento de imponer una sola cultura dominante.
La tarea de unir e informar a la gente de teatro acerca de la existencia tanto de unos
como de los otros procede con la misma lógica de las misiones de la UNESCO o de
las Naciones Unidas. Quizá el mérito esencial del ITI durante 40 años haya sido que
su verdad nace a partir de todas las interacciones y combinaciones que ha logrado a
través de las culturas de nuestro mundo.
Queridos amigos:
Me dirijo a ustedes, que laboran en esta profesión única como es la nuestra, sobre
todo en mi calidad de comediante, como actor que por casi cuarenta años ha subido
al escenario con la esperanza, entre otras cosas, de una cálida cita con el público.
Nada en nuestra vida es más apasionante, más dramático, más importante que
esos instantes. Estoy verdaderamente contento de dirigir este mensaje en el Día
Mundial del Teatro destinado a la gente de teatro y sus públicos. Personalmente
creo que estamos viviendo un periodo en el tiempo en el que las esperanzas de los
individuos comienzan a hacerse realidad. En el umbral de la década final de este
siglo, la humanidad está dando paso espectacular hacia la libertad y la democracia,
promoviendo un reconocimiento cada vez más creciente del valor supremo del
individuo. En Europa y América, atroces dictaduras están alcanzando un punto
muerto y derrumbándose. Los conceptos de órdenes sociales que envilecen al
hombre y oponen a los individuos se están desvaneciendo en el pasado, dando su
lugar a la supremacía de los derechos humanos imprescriptibles. La historia está
acelerando su paso. Todos los días sobrevienen cambios que en otro tiempo
hubieran tomado décadas. A los ojos de los individuos, las fronteras nacionales ya
no son causa de división. Por el contrario, hoy se están convirtiendo en encrucijadas
para el contacto amistoso. El mundo entero está descubriendo el diálogo, un término
que, de hecho, proviene del teatro. Hoy, los pueblos, así como sus líderes políticos,
se hablan entre sí.
Me alegra constatar que el teatro ha permanecido fiel a su misión: los intercambios
teatrales Este Oeste y Norte-Sur se multiplican. Nuestro arte posee una
particularidad distintiva para la que no existe sustituto, expresando mejor que
cualquier otra forma de arte las características nacionales de los pueblos, al mismo
tiempo puede sobrevivir solamente manteniéndose en contacto permanente con
todas las tradiciones teatrales del mundo entero.
Queridos amigos, la idea de construir la Casa Europea es una de las ideas
contemporáneas más fructíferas. Al edificar la Casa del Teatro Mundial estaremos
ayudando a poner esta idea en práctica. Estoy convencido que la humanidad,
después de años dolorosos, se beneficiará grandemente de esta expresión de
fraternidad. Pido a ustedes que utilicen todo su talento para eliminar todo lo vulgar y
obsoleto y permanecer fieles al ideal del humanismo. Es de esta forma como
contribuiremos al triunfo de la libertad, de los derechos humanos, y al pleno
crecimiento del individuo.
Saludos a todos ustedes, gente de teatro, y a sus públicos.
Más que nunca, la humanidad se encuentra hoy en una encrucijada, y debe optar,
con audacia e imaginación, por la vía de la cooperación, la comprensión y la unidad.
Entrar en el escenario del próximo milenio por la puesta de la cultura y la
creatividad, rasgos distintivos de la condición humana; liberar el inmenso impulso
creador de todas las mujeres y de todos los hombres; forjar todos juntos un espacio
de universalidad que, lejos de sofocar las identidades colectivas e individuales, les
otorgue nuevas oportunidades de desarrollo y progreso en la paz; estos son los
grandes desafíos de nuestro tiempo.
El mundo ya no es lo mismo. La iniciativa histórica ha dejado de emanar de algunos
centros privilegiados, en las comunidades espirituales y culturales que afinan su
personalidad colectiva, en los individuos que reivindican sus libertades
fundamentales. El futuro deberá tener cada vez más en cuenta esta exigencia de la
diversidad creadora.
Para responder a ese desafío y satisfacer estas exigencias, resulta indispensable la
movilización simultánea de los Estados, las organizaciones gubernamentales y no
gubernamentales, los organismos privilegiados, las fundaciones y los particulares,
que dará lugar a un nuevo estado de ánimo favorable al diálogo y a la acción
concertada. Me complace señalar, en este sentido, el papel que puede y debe
desempeñar la comunidad teatral internacional.
De todas las ocupaciones, de todas las artes, el teatro es probablemente la única
que no se puede distanciar de las miserias, los problemas y las inquietudes de su
tiempo, la única que se dirige a todos porque a todos necesita para mantenerse en
vida. La UNESCO, tribuna las sensibilidades, las ideas y los impulsos creadores
más diversos, es también el espejo de las realidades de nuestro mundo, en toda su
complejidad y en cuanto tienen de contradictorio. Si la gran familia de la escena
(autores, compositores, interpretes, técnicos) reunida en el Instituto Internacional de
Teatro se ha fijado el objetivo de "servir sin desmayo a los ideales de la paz, el
acercamiento y la comprensión mutua", la UNESCO es, en la Familias de las
Naciones Unidas, la única organización que tiene la vocación explícita de ser ante
todo el órgano de la cooperación intelectual internacional para "mantener y
fortalecer la paz" mundial.
Así, la multiplicación y la diversificaron de los esfuerzos destinados a que la gente
de teatro, sobre todo la de las regiones menos favorecidas, se pueda reunir,
intercambiar sus experiencias y enriquecer el patrimonio universal de
conocimientos, ha de permitirnos colaborar en el advenimiento de un mundo más
creador y fraternal.
Por vez primera en la historia de la humanidad, el planeta se halla cercado por una
sola civilización global. Debido a esto, cualquier sitio acarrea consecuencias,
buenas o malas, para cada uno y en todas partes. Sin embargo, esta civilización
está configurada por un inmenso número de personas o de grupos étnicos con muy
diversas costumbres y tradiciones; de múltiples culturas o ámbitos culturales,
grandes o pequeños: múltiples universos religiosos y muy diferentes clases de
cultura política. Parece que mientras esta abigarrada comunidad se encuentra más
estrechamente apremiada por la civilización contemporánea e impelida a aceptar
valores comunes y formas de conducta, más poderosamente varios grupos
experimentan la necesidad de defender su autonomía e identidad nacional, racial y
cultural. Numerosos conflictos en el mundo de hoy pueden ser explicados por el
simple hecho de vivir demasiado cerca unos de otros; a causa de tal circunstancia
las diferencias se perciben con mayor fuerza. Además vivimos en un momento en
que muchos sistemas artificiales han colapsado; no obstante, tales sistemas fueron
establecidos por el colonialismo, o el sistema bipolar dominado por dos
superpotencias. El mundo se está volviendo genuinamente multipolar y sólo ahora
se encuentra en busca de un orden nuevo, auténticamente justo; un orden que
satisfaga las necesidades del presente.
Todo esto redunda en que el mundo moderno se haya convertido en un lugar
dramático y con tantos seres humanos en tantos sitios que se resisten a coexistir
con otros. Pese a que la única oportunidad de sobrevivir radica precisamente en tal
coexistencia.
No es verídico que por causa de la televisión, el cine, los videos y otros grandes
logros de esta época, el teatro esté menguando en importancia. Yo señalaría que,
con exactitud, Io opuesto es Io verídico; es decir que el teatro está mejor dotado que
cualquier otro medio para revelar de manera auténticamente apremiante y
contestataria, no sólo todas las oscuras fuerzas que están destruyendo al mundo,
sino también todo lo brillante y luminoso en lo cual es posible cifrar esperanzas.
En la actual civilización tecnológica y deshumanizada, el teatro constituye una de las
islas más importantes de autenticidad humana. Es decir, con mayor precisión, que si
no se desea que el mundo perezca fatalmente, es necesario protegerlo y cuidarlo.
Después de todo, la vuelta a la irremplazable subjetividad humana, la personalidad
humana concreta y su conciencia humana concreta, es exactamente Io que este
mundo de maquinarias mega y anónima mega burocracia necesita. Únicamente el
hombre es capaz de enfrentar todos los peligros a que el mundo está expuesto: su
renovada responsabilidad, su conocimiento de las implicaciones, en otras palabras,
aquello que late dentro de él y que ni la más perfecta red de modernas
computadoras puede remplazar. La esperanza del mundo radica en la rehabilitación
del ser humana.
iSí El teatro no es precisamente otro género entre muchos! Es la única disciplina en
la cual, hoy y cada día, ahora y siempre, los seres humanos vivos hablan y se
dirigen a otros seres humanos. Por tal razón, el teatro es muchísimo más que una
simple actuación de historias o cuentos. El teatro es un sitio de
encuentro humano, un espacio para la genuina existencia humana, por cuanto se
trasciende y proporciona un informe del mundo y de sí misma. Es un lugar vital,
específico, una inimitable conversación acerca de la sociedad y sus tragedias, en
torno al hombre, su amor, si ira y su odio. El teatro es un sitio donde cristaliza la vida
intelectual y espiritual de la comunidad humana; constituye un espacio en el que es
posible ejercer la libertad y llegar a entenderla.
En la civilización técnica y global creada por tantas culturas anónimas y
amenazadas por conflictos entre ellas, creo firmemente que el teatro es un
telescopio hacia el futuro y un medio para dar una forma concreta a nuestras
esperanzas. No porque sea su propósito pintar un mundo mejor, sino por que
encierra la fundamental esperanza de la humanidad de hoy, Io cual significa el
renacimiento de una humanidad viva. Si consideramos al teatro una conversación
libre, un diálogo libre entre gente libre acerca de los misterios del mundo, entonces
mostrará a la humanidad el camino hacia la tolerancia, el respeto mutuo, el respeto
al milagro de ser.
Apelo a todos ustedes, gente de teatro, a que recuerden a los colegas en Sarajevo.
Ellos están precisamente haciendo a Io que yo me he referido cuando hablé del
ejercicio de la libertad del espíritu mediante el cultivo del diálogo y la creación de un
espacio para una real comunicación humana; ellos están enfrentando una guerra
espantosa en su país. Los fanáticos étnicos y los criminales están escenificando el
retroceso del mundo hacia el pasado más oscurantista. La gente de teatro que
compromete a sus auditorios en un diálogo en torno al drama del mundo actual y a
los dramas del espíritu humano, apunta hacia un camino para el futuro. Hay otra
fuerza desencadenada en Sarajevo además de esa que vemos en la televisión. Es
un conflicto no armado entre quienes odian y matan a otros sólo por ser diferentes y
la gente de teatro que mantiene viva la unicidad de los seres humanos y hace
posible el diálogo. En esta guerra la gente de teatro debe vencer. Son ellos los
únicos cuyo objetivo es el futuro concebido como una conversación pacífica entre
todos los seres humanos y las sociedades en torno a los misterios del mundo y del
ser.
Esta gente de teatro está sirviendo a la paz y nos recuerda que el teatro sí tiene
significado.
Cuando los hombres crearon a los dioses y comenzaron a dialogar con ellos,
germinó así la más remota noción del teatro.
Más tarde emprendieron los hombres la búsqueda de la felicidad espiritual y
recurrieron al teatro para ir al encuentro del germen de la vida, y allí surgió la lucha
entre la ficción y la realidad, entre el ser y el no ser, entre la verdad y la mentira,
entre el vivir y el representar, entre la claridad y las tinieblas, y en esa lucha
paradójica encontraron que detrás de la mentira estaba la verdad, que detrás de la
muerte estaba la vida, que detrás de la ficción estaba la realidad y que detrás de
ese espejo cóncavo y aparentemente distorsionador que es el teatro estaba la
imagen nítida del hombre.
Ese maravilloso acto de amor y de pasión que es el teatro ha tenido la afortunada
virtud de descubrir a través del hombre de la aldea al hombre universal, de
revelarnos los torniquetes del ser que están ocultos bajo la máscara de la mentira;
ha develado la imagen cruel y despiadada de los poderosos, la pasividad no
siempre resignada de los oprimidos, y así ha historizado, finalmente, los
acontecimientos más significativos de que el hombre haya sido protagonista.
Los hombres inventaron las utopías en su afán de construir mundos distintos a los
conocidos y le dieron rienda suelta a los sueños, pero a veces "los sueños son" y al
despertar de ellos encontraron que las cortinas de la imaginación habían bajado y
frente a ellos encontraban un mundo real lleno de bondades, pero al mismo tiempo
al hombre atrapado en una red de terribles y dolorosas realidades. Solamente las
obras que lograron interpretar su tiempo y Io esencial del hombre del momento, las
que se metieron en el epicentro de las tempestades sociales, esas fueron las que
superaron las barreras del tiempo, de las ideologías y de los pensamientos, y
llegaron hasta nosotros. iÉsas viven aún cada noche en los escenarios mundiales!
En cambio, las que se quedaron en la periferia, las que jugaron al malabarismo
intelectual, esas se diluyen en el tiempo o reposan en los anaqueles de las
bibliotecas.
Hoy el teatro parece haberse alejado de la posibilidad de interpretar nuestro tiempo
y las tormentas sociales y humanas que padecemos, tanto locales como
universales. Está claro que el teatro no hace las revoluciones, pero ayuda a los
hombres a comprenderlas y animarlas.
En este 27 de marzo de 1 995, me permito convocar a los hombres de teatro del
mundo para que le devolvamos al teatro su maravilloso poder de divertir, de
conmover nuestros corazones, de representar nuestra conciencia frente a las
terribles desigualdades en que vivimos los hombres de este planeta, de tener la ira
de los guerreros conquistadores de pedazos de patrias ajenas, de transportarnos
aunque sea por unas horas en ese mundo aún desconocido que reposa en el fondo
de nuestro ser, y de descubrir cada día nuevos lenguajes teatrales que permitan un
más efectivo diálogo del hombre con el hombre.
Nació en Islandia, país del cual fue su cuarta presidenta, en el período comprendido
entre 1980 y 1996. Estudió en Francia y fue directora de la compañía teatral de
Reykiavik.
¿Por qué estamos luchando por tener teatro en vivo en esta época, cuando en una
era tecnológica podemos tener todo en casa? O ¿es necesario olvidarse del teatro
"en vivo" en estos días de televisión, videos y discos compactos?
A pesar de que tenemos un tesoro de magníficas obras clásicas y modernas, y una
riqueza d actores talentosos y directores, constantemente oímos que el teatro está
en crisis. Esta crisis parece tener una doble naturaleza: por un lado el problema del
dinero o la falta de él, y por el otro, el asunto de la utilidad o inutilidad. Cuando se
juntan ambos asuntos, la gente se altera y se pregunta sobre el papel y el lugar del
teatro en la sociedad moderna.
Como respuesta podemos plantear dos preguntas. Primera: ¿cuándo no ha estado
en crisis el teatro? Y segunda, y si lo está y siempre Io ha estado: ¿por qué no Io
hemos abandonado como forma artística desde hace tiempo? Es obvio que los
problemas financieros y de otro tipo han asediado al teatro por siglos. Algunos de
nuestros grandes dramaturgos han tenido la fortuna de formar parte de teatros
prósperos, pero muchos otros han tenido que luchar sin remuneración económica y
algunas veces si ser reconocidos. Llevar a la gente al teatro siempre ha sido un
problema, que ha provocado que las compañías busquen la popularidad y ofrezcan
Io que piensan que el público quiere, en lugar de Io que quisieran representar. Pero
a pesar de todas las dificultades relativas al funcionamiento de nuestros teatros,
¿por qué nunca los hemos abandonado? ¿podría ser que los seres humanos
tenemos una necesidad instintiva de actuar nuestros papeles y mirarlos actuados
por otros? Algunas cosas se aprenden por experiencia, otras por el ejemplo, y el
teatro es la maravillosa forma del arte que nos ofrece aprendizaje mediante el
ejemplo, observando a otros pasar cosas que nos muestran mejor la verdad de
nosotros mismos como seres humanos.
El teatro tiene un millón de visiones de la vida, pero todas tienen en común que nos
sentamos y nos comprometemos en Io que podríamos llamar una "distancia íntima".
Muy pocas formas artísticas nos ofrecen la mezcla de lo subjetivo y lo objetivo, lo
intelectual y lo emocional, a tal nivel de profundidad. Pero no sólo es la forma, sino
también los artistas que proporciona la forma, artistas con energía extraordinaria.
Están quienes dicen que Io hacen por el aplauso, y ciertamente a todos nos gusta
ser apreciados por Io que hacemos bien; pero los actores son personas que tienen
que actuar. Tienen un deseo y un impulso innatos, así como el valor, para
convertirse por unos momentos en otras personas. Los escritores, directores y
actores son artistas que interpretan el mundo en el que viven a través de complejas
actuaciones.
Tanto el teatro como el mundo exigen cuidado y preocupación, pero no demandan
optimismo. Sin éste, mezclado con una buena dosis de realismo, ningún teatro
puede sobrevivir. Como un microcosmos de nuestra sociedad, el teatro refleja, y
algunas veces reinventa lo que hacemos en el mundo exterior. Ahí se representan
generosamente el conflicto y la lucha, las ambiciones y los sueños. Todo el mundo
es un escenario, como un conocido dramaturgo inglés lo dijo, y en ese escenario el
actor se convierte en símbolo del hombre con todos sus defectos y fragilidades, con
todas sus esperanzas e ideales. Si en la comedia es la forma en la cual vemos y
aceptamos la debilidad y las fallas de otros, la tragedia es la forma en la cual nos
vemos y (esperemos) tratamos de cambiar. En ambas formas aprendemos algo
sobre el camino para sobrevivir; en la comedia aprendemos el compromiso, y en la
tragedia, Io que sucede cuando no se da lugar al compromiso.
Por supuesto el teatro tiene que lidiar con la competencia, ¿Quién no tiene que
hacerlo en estos días? ¿Tiene el teatro todavía un rol en una sociedad donde el
cine, la televisión y la computadora son tan populares?
La respuesta es sí porque, a pesar de lo que los medios nos puedan ofrecer, hay
algo que no nos pueden dar. Como todos sabemos, el cine es más grande que la
vida; eso es parte de su función y atractivo. La televisión y las computadoras, por
otro lado, son usualmente más pequeñas que la vida, como formas que condensan
todo un mundo de experiencia dentro de una pequeña pantalla. Sin embargo, el
teatro tiene exactamente el mismo tamaño que la vida, ni más ni menos. Sus temas
e inquietudes pueden tomar mayores dimensiones, pero la forma en sí misma es del
tamaño de la vida y así la recibimos. Así sus emociones y placeres tienen una forma
diferente de la del cine, la televisión y la computadora, y su nivel de compromiso es
fundamentalmente más humano y más íntimo. Deseamos al teatro vivo una larga y
prospera vida, y agradezcamos cada vez que se levanta el telón para una puesta en
escena, nueva o renovada, en cualquier parte del mundo.
Hace más de dos mil años, la Electra de Eurípides decía: "¿Cómo comenzar mi
acusación? ¿Cómo terminarla? ¿Qué decir en el medio?" En esta era del
eufemismo y del lenguaje estereotipado, en que es de mejor tono tratar de no herir
la susceptibilidad de todo el mundo, que decir las cosas tal cual son, el grito de la
hija de Agamenón sigue siendo pertinente. ¿No es esa la misión del teatro? Acusar.
Desnudar. Provocar. Molestar.
Ciertamente no son la "mundialización" tan a la moda-de la que se habla hasta el
cansancio-, la universalidad a toda costa y la globalización que amenaza reducir
nuestro mundo al tamaño de un pueblo donde todo es igual, las que facilitarán la
misión del teatro en nuestra sociedad cada vez más "aseptizada" y sujeta a los dos
o tres grandes monstros culturales que tienen tendencia a dirigir todo desde Io alto
de su poder.
Por mucho querer que todo se parezca, nada se parecerá más a nada.
No, la salvación, en el principio de este tercer milenio, vendrá más bien de esas
pequeñas voces que surgen de todas partes para acusar la injusticia y, de acuerdo
con los fundamentos mismos del teatro, extraer la esencia del ser humano,
exprimirla, trasponerla para compartirla con el mundo entero. Esas pequeñas voces
vienen de Escocia, de Irlanda, de África, del sur de Québec, de Noruega y de Nueva
Zelanda, y hacen oír por doquier su grito de indignación, poseen a veces un
perfume regional y una coloración precisa que no tienen nada de global, es cierto,
¡pero por lo menos son auténticas!
Y ellas le hablan a todo el mundo porque desde el principio se dirigen a alguien, a
un público en particular, que puede vibrar reconociendo sus emociones y sus penas,
llorar por sí mismo y reírse de sí mismo. Y el mundo entero se reconocerá si desde
el principio el retrato esbozado se le parece.
Porque la universalidad de un texto de teatro no se reconoce por el lugar en el que
ha sido escrito, sino por la humanidad que se desprende de él, por la pertinencia de
sus ideas, la belleza de su estructura. No se es más universal por que se escriba en
París, o en Nueva York que en Chicoutimi o Port-au-prince.
Se es más universal cuando, al hablar de Io que se conoce a un público que acepta
verse y auto criticarse, por el milagro del teatro, por la fe que se pone en él, por la
sinceridad con que se lo crea, se llega a cantar y a descubrir el alma humana, a
hurgar en sus arcanos, a restituirle toda la riqueza.
Tchekov no es universal por el hecho de ser ruso, sino por que describe
genialmente el alma rusa en la que todos los seres humanos pueden reconocerse.
Sucede Io mismo con todos los genios, aún con los simplemente "buenos" autores
de teatro: cada réplica escrita por un autor en cualquier parte del mundo es por
definición universal, si ella expresa el grito de Electra: "¿Cómo comenzar mi
acusación? ¿Cómo terminarla? ¿Qué decir en el medio?"
Creo que el teatro nunca dejará de existir. Pienso, aunque esto pueda sonar
paradójico, que este arte milenario es además un arte del futuro. No sólo por el
deseo de quienes crean teatro -dramaturgos, actores, directores- y todos los demás
artesanos que hacen el espectáculo, sino porque ustedes, la gente, el público,
deseará que siga existiendo en el futuro. ¿En qué baso esta predicción optimista
sobre el futuro del teatro? En el convencimiento de que el teatro es una necesidad
del alma, una necesidad de la persona que jamás se podrá abolir.
Les invito a todos a pensar sobre diferentes ideas que de alguna manera justifican
mis palabras precedentes. ¡El hecho de que el hombre pisara la Luna parece ya una
vieja historia! ¡Ya no nos impresiona que una nave espacial fuera al planeta Marte y
volviera con muestras de su suelo! Se está construyendo una estación espacial para
dar hospedaje a turistas y jóvenes parejas en su luna de miel y es algo cotidiano
que naves espaciales que exploran nuestro sistema solar envían sus fotos a la
Tierra.
Sin embargo, en este tiempo en el que se está conquistando el espacio,
continuamos acudiendo al Teatro, y nos situamos en un espacio perteneciente a un
arte que ha existido y funcionado con los mismos simples medios, desde que se
pensó que la medición del tiempo con un reloj de sol era un gran logro técnico. Esta
relación atemporal entre los seres humanos y el teatro es eterna. Esto es porque el
teatro, que evolucionó hasta ser un fenómeno social, fue, en sus principios, un
fenómeno natural. El teatro data del tiempo en que los primeros seres humanos
comenzaron a memorizar sus experiencias y a representar sus vidas con la ayuda
de la imaginación, desde que los seres humanos empezaron a planear sus actos,
imaginando como efectuarlos. La primera compañía teatral y la primera actuación
tomó forma en las mentes de mujeres y hombres. Todas las personas tienen una
necesidad innata y una habilidad para crear representaciones. ¿Se han dado cuenta
que cada uno de nosotros, sin excepción, dispone de un teatro personal, privado, en
que somos a la vez espectadores y actores? A menudo somos al mismo tiempo el
autor, el director y el escenógrafo. ¿Cómo y cuándo ocurre esto?
¿No es esto Io que hacemos cuando nos preparamos para una reunión interesante
o crucial, que nos imaginamos la escena completa con el fin de decidir cómo
comportarnos? ¿No son nuestros recuerdos e incluso nuestros sueños, de hecho,
representaciones de nuestra compañía privada?
El teatro nunca dejará de existir porque creo que los hombre y mujeres nunca
dejarán de vivir sin la agonía del autoconocimiento, sin la necesidad existencial de
convertirse en espectadores de ellos mismos y de sus acciones, es decir, sin esos
elementos de la psique humana de la que el arte del teatro emergió, y con la que
renace milenio tras milenio y no dejará de existir mientras el Ser humano sea el fruto
natural del amor.
El Natyasastra es uno de los tratados teatrales más antiguos del mundo. Data al
menos del S. II a.c. y su primer capítulo cuenta la historia del nacimiento del Drama.
Era una época en la que el mundo estaba hundido en la infamia moral. La gente se
había convertido en esclava de pasiones irracionales. Había que encontrar nuevos
medios —"agradables a la vista y al oído y también edificantes"-, que provocaran el
resurgimiento de la humanidad. Por eso Brahma, el Creador, combinó elementos de
los cuatro Vedas (textos sagrados) para formar un quinto texto, el
Veda de la Interpretación. Pero como los dioses no saben de teatro, le encargaron
el nuevo Veda a Bharata, un ser humano. Y Baratha, con la ayuda de sus cien hijos
y algunos danzantes celestiales enviados por Brahma, montó la primera obra. Los
dioses contribuyeron con entusiasmo al aumento de las posibilidades expresivas del
nuevo arte.
La obra que presentó Baratha trataba del conflicto entre los dioses y los demonios, y
celebraba la victoria definitiva de los dioses. La producción encantó a los dioses y a
los hombres. Pero los demonios que había entre el público se ofendieron
profundamente. Así que usaron sus poderes sobrenaturales y desorganizaron la
representación paralizando la voz, los movimientos y la memoria de los actores. Los
dioses, a su vez, atacaron a los demonios matando a muchos de ellos.
Todo concluyó en un acto de violencia, por Io que Brahma, el Creador, se acercó a
los demonios y les dijo: El drama es la representación del estado de los tres mundos
e incorpora los objetivos éticos de la vida —los espirituales, los seculares y los
sensuales-, sus alegrías y sus penas. No hay sabiduría, ni arte, ni emoción que no
se encuentre en el teatro.
El discurso de Brahma sobre el teatro se convierte así en la esencia del mito.
Éste es un texto reverenciado, escrito para instruirnos en el arte y las técnicas de la
producción teatral, y que habla de la representación primigenia en la historia de la
humanidad. El propio Creador, junto con otros dioses, ninfas celestiales y actores
entrenados, se implicaron en el proyecto. El resultado debería haber sido un éxito
clamoroso. Sin embargo, se nos dice que fue un desastre.
El mito, me parece a mí, señala una característica esencial del teatro que los
comentarios conciliadores de Brahma no podrían reconocer posiblemente: que cada
representación -aunque esté cuidadosamente creada- conlleva en sí misma el
riesgo del fracaso, de la ruptura y, por tanto, de la violencia.
Una representación en vivo requiere, como mínimo, un ser humano interpretando y
otro observándolo, y eso ya es una situación cargada de incertidumbre.
Nunca antes el mundo ha vivido tanto el drama como hoy. La radio, el cine, la
televisión y el vídeo nos inundan de drama. Pero aunque estas fórmulas
comprometan o incluso enfurezcan al público, en ninguna de ellas la respuesta del
espectador altera el hecho artístico en sí. El Mito de la Primera
Representación subraya que, en el teatro, el dramaturgo, los intérpretes y el público
forman un continuo, pero un continuo que siempre será inestable y, por tanto,
potencialmente explosivo.
Este hecho garantiza la propia muerte del teatro cuando trata de interpretar con
demasiada seguridad; pero también es su razón de ser. Aunque a menudo su futuro
parezca incierto, el teatro continuará viviendo y provocando.
El Teatro es el padre de todas las artes. Esta es una verdad que nadie puede rebatir
y por esa razón es mi única y exclusiva pasión.
Siempre he creído que los dramaturgos se distinguen por sus nobles sentimientos
humanos. Sus mensajes pueden así ayudar a la gente a superarse, a liberarse de
sus frustraciones, de su explotación, y de esa manera conseguir una cierta dignidad.
Para que los dramaturgos tengan éxito en cumplir su misión e influir en las
personas, deberían dominar a fondo su profesión, y tener completo control sobre el
estilo de su expresión artística. Si no, su mensaje se dispersará a merced del viento
y no dejará huella alguna tras él. No conseguirá su objetivo.
En toda obra de arte, el mensaje del artista siempre ha estado impregnado a la par
de justicia humana, madurez de expresión y autenticidad. Sería pues un error
considerar que uno de estos factores puede prevalecer sobre los otros.
Dicen que el Teatro es un arte basado en estructuras sólidas desprovistas de
cualquier artificio superficial, y que sus diálogos deben ser firmes, concisos y
alejados de la farfulla. También dicen que por esta misma razón es incompatible con
la naturaleza de la mujer, que es incapaz de disociarse de su ego, y en
consecuencia no puede expresarse con objetividad. ¡Eso dicen! A esto replico: la
mujer, que es capaz de llevar en su seno una nueva vida durante nueve meses es
igualmente capaz de crear una obra de teatro sólida y coherente. Con una
condición: que sea una auténtica dramaturga.
Por suerte, el teatro moderno se ha liberado de las formas tradicionales como
resultado de distintas oleadas de renovación que comenzaron con Pirandello,
Bernard Shaw, Brecht y muchos otros que han destacado por su teatro del absurdo,
del rechazo y del vanguardismo experimental. Actualmente es muy raro que un gran
dramaturgo escriba una obra de teatro siguiendo un estilo tradicional.
En mi primera obra de teatro ('Mujeres sin máscaras') utilicé 'el teatro dentro del
teatro', una fórmula que se ha hecho familiar en el teatro moderno. Mi obra
comenzaba con un grito y una pregunta, porque me sentía preñada de palabras que
provenían de decenas de años e incluso siglos atrás. ¿Puede que hubiera llegado el
momento de que los dolores que estrangulaban mi yo más profundo se liberasen y
proyectaran mi palabra hacia la existencia? ¡Mi palabra! ... Mi pasión ... Mi
infancia… ¡Mi hijo! Escucho su voz tan lejana de quejas y suspiros. Una voz que fue
machacada y humillada. Una voz cuyos ecos reverberan generación tras
generación. La conciencia de la historia humana soporta el terrible peso de la
persecución y la presión abrumadora.
He rehusado plasmar en un papel una sola palabra que no emergiera de Io más
profundo de mi alma. Ni una sola línea que no expresara la verdad sobre la mujer,
sobre su poder de dar. Por eso le pedí a mi pluma bajo juramento que rechazara el
escribir una sola línea si era para expresar debilidad o frustración, y le pedí bajo
juramento que se negara a obedecerme si me sentía cobarde ante la verdad.
Después le pedí que me ayudara a sacar a la luz al mayor número de mujeres
posible cuyas vidas hubiera compartido, para acercarme más a ellas y ser su
portavoz. Podríamos por tanto desnudarnos por completo ante los demás,
deshaciéndonos del moho acumulado con el paso del tiempo y lanzar un grito en
contra de las circunstancias y las situaciones que han impedido la eclosión del
poder humano.
En fin, creo que el Teatro es la luz que ilumina el camino de la humanidad. Una luz
que asegura una unión orgánica con el espectador, creando calor entre nosotros,
los que nos enfrentamos al texto escrito o a la interpretación en escena.
Miembro del Consejo Supremo de los Emiratos Árabes Unidos E.A.U., Ministro de
Educación y Doctor en Filosofía y Política y Gobernador de Sharjah.
Fue durante mis primeros años escolares cuando comenzó mi fascinación por el
teatro, aquel mundo mágico que me ha cautivado desde entonces. Los inicios
fueron modestos, un encuentro casual al que consideré como una actividad
extracurricular para enriquecer la mente y el espíritu. Pero fue mucho más que eso
al llegar a estar seriamente involucrado como escritor, actor y director de una
producción teatral. Recuerdo que fue una obra política que enfureció a las
autoridades de aquella época.
Todo fue embargado y el teatro clausurado frente a mis propios ojos. Pero el espíritu
del teatro no pudo ser aplastado por el peso de las botas de los soldados armados.
Ese espíritu buscó refugio y se alojó en Io más profundo de mí ser, haciéndome
totalmente consiente del amplio poder del teatro. Fue entonces cuando la verdadera
esencia del teatro me impactó del modo más profundo, llevándome a estar
absolutamente convencido de Io que el teatro podía hacer en las vidas de las
naciones, particularmente frente a quienes no pueden tolerar oposición o diferencias
de opinión.
El poder y el espíritu del teatro se enraizaron profundamente en mi conciencia a Io
largo de mis años de universidad en El Cairo. Ávidamente leía casi todo lo escrito
acerca del teatro y pude ver los diversos alcances de Io que se presentaba en los
escenarios. Esta conciencia se ha profundizado aún más en los años subsiguientes
mientras he tratado de seguir las últimas evoluciones en el mundo del teatro.
Estoy leyendo sobre del teatro desde los tiempos de los ancestrales griegos hasta la
actualidad. He llegado a estar agudamente consiente de la magia interior que los
muchos mundos del teatro tienen el poder de ejercitar. Es de esta forma que el
teatro alcanza las profundidades ocultas del alma y liberan los tesoros escondidos
que habitan en las profundidades del espíritu humano. Ello ha fortalecido mí ya
imperturbable fe en el poder del teatro, en el teatro como un instrumento de
unificación a través del cual el hombre puede difundir amor y paz.
El poder del teatro también permite la apertura de nuevos canales de diálogo entre
diferentes razas, diferentes etnias, diferentes colores y diferentes credos. Todo esto
me ha enseñado personalmente a aceptar a otros tal cual son y me ha infundido la
convicción de que en el bien la humanidad se puede mantener unida y en la maldad
la humanidad puede ser únicamente dividida.
Es verdad que la lucha entre el bien y el mal es intrínseca a los códigos del teatro.
Por último, sin embargo, prevalece el sentido común y la naturaleza humana en su
conjunto se unirá en si misma a todo lo que es bueno, puro y virtuoso.
Las guerras con las que la humanidad ha sido afligida desde tiempos ancestrales
han sido siempre causadas por instintos malvados que simplemente no reconocen
la belleza. El teatro valora la belleza y uno podría hasta argumentar que ninguna
forma de arte es capaz de capturar la hermosura con más fidelidad que el teatro. El
Teatro es un receptáculo que abarca todas las expresiones de belleza, y aquellos
que no valoran la belleza no pueden valorar la vida.
Teatro es vida. Nunca hubo un momento como el actual cuando es de nuestra
incumbencia denunciar guerras fútiles y diferencias doctrinarias que frecuentemente
levantan sus horrendas cabezas en ausencia de una conciencia real y responsable
que las inhiba. Necesitamos terminar con escenas de violencia y matanzas al azar.
Estas escenas se han convertido en sucesos cotidianos en el mundo de hoy,
solamente agravados por las abismales diferencias entre la perversa opulencia y la
abyecta pobreza, y enfermedades como el SIDA que han depredado muchas partes
del globo y derrotado a los mejores esfuerzos para erradicarlas. Estas
enfermedades son, junto con otras formas de sufrimiento por la desertificación y la
sequía, calamidades provocadas por la ausencia de un diálogo auténtico que sería
el camino seguro para convertir al mundo en un lugar mejor y feliz.
Gente de teatro, es casi como si hubiésemos sido abatidos por una tormenta y
obnubilados por el polvo de la duda y la sospecha que se nos están acercando. La
visibilidad ha sido casi completamente eclipsada y nuestras voces estridentes pero
apenas audibles en el clamor y división intentan mantenernos distantes el uno del
otro. En realidad si no fuese por nuestra profundamente enraizada fe en el diálogo
tan excepcionalmente manifestado por formas de arte como el teatro, habríamos
sido barridos por la tormenta que no deja piedras sin voltear para dividirnos.
Debemos encararlos, no para destruirlos sino para levantarnos por sobre la
contaminada atmósfera abandonada en el despertar de sus tormentas.
Necesitamos aunar nuestros esfuerzos y dedicarlos a comunicar nuestro mensaje y
establecer lazos de amistad con aquellos en busca de hermandad entre naciones y
gentes.
Nosotros somos mortales, pero el teatro es tan eterno como la vida misma.
Existen varias hipótesis sobre los orígenes del teatro, pero la más estimulante tiene
la forma de una fábula:
Una noche, en tiempo inmemorial, un grupo de hombres se habían reunido en una
caverna para calentarse en torno a un fuego y contarse historias.
Cuando, repentinamente, uno de ellos tuvo la idea de levantarse y de utilizar su
sombra para ilustrar su relato. Al ayudarse con la luz de las llamas, hizo patentes
sobre las paredes de la cueva a unos personajes de tamaño mayor que los
naturales. Los otros, deslumbrados, reconocieron en las sombras al poderoso y al
débil, al opresor y al oprimido, al dios y al mortal.
Hoy día, la luz de los proyectores sustituye a la fogata inicial y la maquinaria de
escena, a las paredes de la caverna. Y con todo respeto a algunos puristas, esta
fábula nos recuerda que la tecnología es la causa incluso del teatro y que no debe
percibirse como una amenaza, sino más bien como un elemento enriquecedor.
La supervivencia del arte teatral depende de su capacidad para reinventarse
integrando nuevas herramientas y nuevas lenguas. ¿Si no, cómo el teatro podría
seguir siendo el testigo de todas las grandezas y de Io que está en juego en su
tiempo y, al mismo tiempo, promover el acuerdo entre los pueblos, si él mismo no
demostrara apertura? ¿Cómo podría jactarse de ofrecer soluciones a los problemas
de la intolerancia, la exclusión y el racismo, si, en su práctica propia, se negase a
todo mestizaje y a toda integración?
Para representar al mundo en toda su complejidad, el artista debe proponer formas
e ideas nuevas, confiando en la inteligencia del espectador, que es capaz así mismo
de distinguir la silueta de la humanidad dentro del perpetuo juego de luces y
sombras.
Es cierto que jugando mucho con el fuego, el hombre corre el riesgo de quemarse,
pero así alberga también la esperanza de convencer y de iluminar.
Dramaturgo, escritor y director de teatro brasileño, fue quien desarrolló el 'teatro del
oprimido', método y formulación teórica de un teatro democrático, del pueblo. El
pasado 2008 fue Candidato al Premio Nobel de la Paz. Exiliado en Estados Unidos
en 1953, para volver a Brasil dos años después donde asume la dirección artística
del Teatro de Arena de São Paulo.
Todas las sociedades humanas son espectaculares en su vida cotidiana y producen
espectáculos en momentos especiales. Son espectaculares como forma de
organización social y producen espectáculos como este que ustedes han venido a
ver.
Aunque inconscientemente, las relaciones humanas se estructuran de forma teatral:
el uso del espacio, el lenguaje del cuerpo, la elección de las palabras y la
modulación de las voces, la confrontación de ideas y pasiones, todo Io que hacemos
en el escenario Io hacemos siempre en nuestras vidas: ¡nosotros somos teatro!
No sólo las bodas y los funerales son espectáculos, también los rituales cotidianos
que, por su familiaridad, no nos llegan a la consciencia. No sólo pompas, sino
también el café de la mañana y los buenos días, los tímidos enamoramientos, los
grandes conflictos pasionales, una sesión del Senado o una reunión diplomática;
todo es teatro.
Una de las principales funciones de nuestro arte es hacer conscientes esos
espectáculos de la vida diaria donde los actores son los propios espectadores y el
escenario es la platea y la platea, escenario. Somos todos artistas: haciendo teatro,
aprendemos a ver aquello que resalta a los ojos, pero que somos incapaces de ver
al estar tan habituados a mirarlo. Lo que nos es familiar se convierte en invisible:
hacer teatro, al contrario, ilumina el escenario de nuestra vida cotidiana.
En septiembre del año pasado fuimos sorprendidos por una revelación teatral:
nosotros pensábamos que vivíamos en un mundo seguro, a pesar de las guerras,
genocidios, hecatombes y torturas que estaban acaeciendo, sí, pero lejos de
nosotros, en países distantes y salvajes. Nosotros que vivíamos seguros con
nuestro dinero guardado en un banco respetable o en las manos de un honesto
corredor de Bolsa, fuimos informados de que ese dinero no existía, era virtual, fea
ficción de algunos economistas que no eran ficción, ni eran seguros, ni respetables.
No pasaba de ser mal teatro con triste enredo, donde pocos ganaban mucho y
muchos perdían todo. Políticos de los países ricos se encerraban en reuniones
secretas y de ahí salían con soluciones mágicas. Nosotros, las víctimas de sus
decisiones, continuábamos de espectadores sentados en la última fila de las gradas.
Veinte años atrás, yo dirigí 'Fedra' de Racine, en Río de Janeiro. El escenario era
pobre: en el suelo, pieles de vaca, alrededor, bambúes. Antes de comenzar el
espectáculo, les decía a mis actores: "Ahora acaba la ficción que hacemos en el día
a día. Cuando crucemos esos bambúes, allá en el escenario, ninguno de vosotros
tiene el derecho de mentir. El Teatro es la Verdad Escondida."
Viendo el mundo, además de las apariencias, vemos a opresores y oprimidos en
todas las sociedades, etnias, géneros, clases y castas, vemos el mundo injusto y
cruel. Tenemos la obligación de inventar otro mundo porque sabemos que otro
mundo es posible. Pero nos incumbe a nosotros el construirlo con nuestras manos
entrando en escena, en el escenario y en la vida.
Asistan al espectáculo que va a comenzar; después, en sus casas con sus amigos,
hagan sus obras ustedes mismos y vean lo que jamás pudieron ver: aquello que
salta a nuestros ojos. El teatro no puede ser solamente un evento, ¡es forma de
vida!
Actores somos todos nosotros, el ciudadano no es aquel que vive en sociedad: ¡es
aquel que la transforma!
Una de las actrices más respetadas y populares del Reino Unido, ha sido la elegida
por el Instituto Internacional del Teatro para redactar el mensaje del Día Mundial del
Teatro en este 2010, la actriz ha conseguido ganarse una reputación como una de
las mejores actrices del período de post-guerra, principalmente por su trabajo en
teatro, disciplina que ha sido su punto fuerte a lo largo de su carrera. Fue
condecorada por la Orden del Imperio Británico en 1970 para posteriormente ser
nombrada Dama. Dench fue conocida sobre el escenario particularmente en la
Royal Shakespeare Company, donde representó los roles principales de personajes
clásicos, modernos y cómicos, además de contar con una dilatada trayectoria en
televisión y cine.
El Día Mundial del Teatro es una oportunidad para celebrar el Teatro en una miríada
de formas. El Teatro es una fuente de entretenimiento e inspiración, y tiene la
habilidad de unificar las diversas culturas y a las gentes de todo el mundo. Pero el
teatro es mucho más que eso y también brinda oportunidades para educar e
informar.
El teatro se representa en todo el mundo y no siempre en los escenarios
tradicionales. Las representaciones pueden suceder en un pequeño pueblo de
África, en una montaña en Armenia o en una pequeña isla del Pacífico. Todo Io que
necesita es un lugar y un público. El Teatro tiene la habilidad de hacernos sonreír,
de hacernos llorar, pero también debería hacernos pensar y reflexionar.
El Teatro surge a partir del trabajo en grupo. Los actores son las personas que se
ven, pero hay un gran número de personas a las que no se ve. Son tan importantes
como los actores y sus variadas y especializadas habilidades hacen que una
producción sea posible. También deberían compartir los triunfos y los éxitos que
puedan ocurrir.
El 27 de marzo es oficialmente el Día Mundial del Teatro. Por muchos motivos todos
los días deberían ser considerados días del teatro, porque tenemos la
responsabilidad de continuar la tradición de entretener, de educar y de iluminar a
nuestras audiencias, sin los cuales no existiríamos.
MENSAJE POR EL DÍA MUNDIAL DEL TEATRO - 2011
JESSICA A. KAAHWA, UGANDA
Actor estadounidense, productor, guionista y director. John Malkovich es, ante todo,
un artista de teatro. Luego de haber descubierto el teatro a principios de los años
setenta, (Universidad del Estado de Illinois) fundó en 1976 la famosa compañía
teatral Steppenwolf, conjuntamente con Terry Kinney, Jeff Perry y GarrySinise.
En 2011 dirige su tercera producción teatral en París, Las Relaciones Peligrosas en
el Teatro del Atelier, luego de su éxito con Hysteria (Marigny, 2002) y The Good
Canary (Comedia, 2007), por la cual fue galardonado con el premio Moliêre, por la
mejor puesta en escena.
Me sentí honrado desde el momento en que el ITI UNESCO me pidió dar este
saludo para conmemorar el cincuenta aniversario del Día Mundial del Teatro.
Dirigiré entonces mis breves notas hacia mis compañeros, los artistas de teatro, mis
camaradas y amigos.
Que su trabajo sea potente y original. Además, ojalá sea profundo, emotivo,
contemplativo y único. Que nos ayude a reflexionar sobre lo que significa ser
humano. Sea esta reflexión, sobre todo, conducida por el corazón, la sinceridad, el
candor y la gracia.
Ojalá venzan a la adversidad, a la censura, así como a la pobreza y el nihilismo, tal
como muchos de ustedes tendrán que hacerlo.
Sean ustedes bendecidos con el talento y el rigor para que nos muestren cómo son
los latidos del corazón humano en toda su complejidad y nos enseñen la humildad y
la curiosidad, las que han sido forjadas por el trabajo de toda una vida.
Que lo mejor de ustedes mismos—puesto que sólo será lo mejor de ustedes
mismos, y aún entonces, sólo durante esos breves y raros momentos—logre
enmarcar la más básica de las preguntas: ¿Cómo es que vivimos? Dios mediante,
deseo que alcancen ese crucial momento.
Mucho tiempo atrás, el Poder resolvió la intolerancia que sentía hacia los actores de
la Commedia dell'Arte expulsándolos de su país.
Actualmente, los actores y las compañías sufren para encontrar espacios al aire
libre, así como teatros e incluso público, todo ello a causa de la crisis.
Las autoridades, por lo tanto, no se han involucrado ni se preocupan por controlar a
quienes se expresan con ironía y sarcasmo; ya no es necesario, puesto que los
actores no cuentan más con espacios ni con público a quien dirigirse.
En sentido contrario en Italia, durante el Renacimiento, los dirigentes tenían que
esforzarse, de manera muy significativa, para que los comediantes no se salieran de
su dominio, ya que gozaban de gran cantidad de público.
Se sabe que el gran éxodo de los integrantes de la Commedia dell'Arte advino
durante el siglo de la Contra-Reforma, por la cual se decretó el desmantelamiento
de todos los espacios teatrales, especialmente en Roma, en donde fueron acusados
de ofender a la Ciudad Santa.
En 1697, el Papa Inocencio XII, sometido a la presión de las demandas insistentes
por parte del ala más conservadora de la burguesía así como de los altos
representantes del Clero, había ordenado el cierre del Teatro de Tordinona en cuyo
escenario, según los moralistas, se habían presentado el mayor número de
espectáculos obscenos.
En tiempos de la Contra-Reforma, el Cardenal Carlo Borromeo, quien estaba en
funciones en el Norte de Italia, se había consagrado, de manera prolífica, a la
redención de los "Infantes de Milán", estableciendo una distinción tajante entre el
arte, la forma más alta de educación espiritual y el teatro, expresión de lo profano y
de la vanidad.
En una carta dirigida a sus colaboradores, la cual cito de memoria, el cardenal se
expresa, más o menos, en los siguientes términos:
"Nosotros, que estamos decididos a erradicar la planta maligna, a ello nos hemos
avocado, y hemos lanzado al fuego los textos que contienen discursos infames para
extirparlos de la memoria de los hombres; hemos perseguido, al mismo tiempo, a
todos aquellos que han divulgado estos textos de manera impresa.
Es evidente sin embargo que, mientras nosotros dormíamos, Diablo actuaba con
mayor astucia.
En qué mayor medida se impregna el alma gracias a lo que los ojos ven, que por lo
que puede leerse en los libros deeste género.
De qué manera la palabra, dicha con la voz y gesto apropia- dos, hiere de manera
más contundente los espíritus de los adolescentes varones, así como de las
muchachas, que la palabra muerta impresa en los libros. Por lo tanto, es urgente
que en nuestras ciudades, nos deshagamos de los teatreros como ya lo hacemos
con los espíritus indeseables".
De tal suerte que la solución única para la crisis reside en la esperanza de que
exista una gran cacería de brujas contra nosotros y, sobre todo, contra los jóvenes
que desean aprender el arte teatral: así nacerá una nueva diáspora de
Commedianti, de gente de teatro quienes, ante tal imposición, sin duda se librarán
de este apremio y ello redundará en beneficios inimaginables para una nueva
representación.
Los verdaderos maestros del teatro generalmente son encontrados fuera de los
grandes escenarios y muchas veces tienen poco interés en interpretar el teatro
como una máquina que reproduce lugares comunes y clichés. Ellos tienden a
buscar la verdad, esa pulsante fuente de corrientes vivas que muchas veces va más
allá de los espectáculos y de cientos de espectadores que se empeñan en
reproducir y copiar una realidad de un mundo sin contenido, en vez de crear
mundos que estén basados en el debate con el público incluso sobre las emociones
que brotan a flor de piel. Y no hay mejor forma de revelar las pasiones ocultas que
con el teatro.
Muchas veces uso la narrativa como una consejera. Día a día pienso en escritores
que hace casi cien años anunciaron de manera profética, pero serena, el ocaso de
los dioses europeos; ese crepúsculo que sumió a nuestra civilización en una
oscuridad que aún no ha sido erradicada. En ese momento llegan a mis
pensamientos Franz Kafka, Thomas Mann y Marcel Proust e incluyo en estos
profetas al contemporáneo John Maxwell Coetzee.
Su unánime sentido del fin del mundo, no del planeta sino de las relaciones entre los
seres humanos que lo habitan, del orden y la agitación social, hechos
conmovedoramente actuales que nos afectan a nosotros, que vivimos después del
fin del mundo; que vivimos enfrentados a crímenes y conflictos que surgen en tantos
lugares y de manera tan rápida que ni siquiera los omnipresentes medios de
comunicación pueden seguir su ritmo. Estos sucesos crecen ágilmente y pierden
rápidamente el interés de la prensa, condenándolos a desaparecer.
Por eso nos sentimos impotentes, horrorizados y confinados. Descubrimos que ya
no podemos construir torres y murallas para defendernos y éstas, en vez de
protegernos lo único que hacen es consumir gran parte de nuestra energía vital. Ya
ni siquiera tenemos la fuerza suficiente para mirar Io que existe más allá de esos
muros. Y eso es exactamente el por qué el teatro debe existir, para observar con
detenimiento dentro de lo que está prohibido y de allí extraer su fuerza.
El mito busca explicar Io inexplicable. Porque está basado en una verdad, debe
finalizar en Io inexplicable. Así es como Kafka describe la transformación del Mito de
Prometeo. Creo firmemente que estas palabras también deben describir el teatro. Y
este teatro, el que está basado en la verdad y encuentra su fin en lo inexplicable, es
el que deseo para todos sus cómplices, los que están en el escenario y los que
están en el público. Y lo deseo de todo corazón.
Y aquí estamos una vez más. Reunidos de nuevo en primavera, 55 años desde
nuestra reunión inaugural, para celebrar el Día Mundial del Teatro. Sólo un día, 24
horas, dedicado a celebrar el teatro en todo el mundo. En este día de celebración
podemos transportarnos a Japón experimentando el teatro Noh y Bunraku, trazar
una línea desde aquí hasta expresiones tan diversas como la Ópera de Pekín y
Kathakali; el escenario nos permite balancearnos entre Grecia y Escandinavia
mientras nos envolvemos en Esquilo e Ibsen, Sófocles y Strindberg; Nos permite
revolotear entre Gran Bretaña e Italia tal como reverberamos entre Sarah Kane y
Pirandello. Y también París, que a pesar de todo es la ciudad que atrae a la mayor
cantidad de compañías extranjeras de teatro. Entonces, nuestras 24 horas nos
llevan de Francia a Rusia, de Racine y Moliere a Chejov, después de atravesar el
atlántico para terminar en un campus californiano donde los jóvenes, quizá, están
reinventando el teatro.
Es así como se mantiene vivo. El teatro tiene una vida abundante que desafía el
espacio y el tiempo; las piezas más contemporáneas se nutren de los siglos
pasados, los repertorios más antiguos se hacen modernos cada vez que son
montados de nuevo.
El Día Mundial del Teatro, obviamente no es un día ordinario para ser agrupado en
la procesión de otros días. Nos garantiza el acceso a una inmensa continuidad de
espacio-tiempo a través de la majestuosidad pura del canon global. Y para evocar el
espacio-tiempo, cito a un dramaturgo francés tan brillante como discreto, Jean
Tardieu:
Para el espacio Tardieu decía que se debe preguntar "¿Cuál es el camino más largo
de un lugar a otro?"... Para el tiempo, él sugería medir "En décimas de segundo, el
tiempo que te toma pronunciar la palabra eternidad"... Para el espacio-tiempo, él
decía: "Antes de dormir fija tu mente entre dos puntos del espacio, y calcula el
tiempo que tardas, en sueños, para ir de uno al otro".
Es la palabra sueño la que retengo. Uno diría que Jean Tardieu y Bob Wilson se
conocieron. Podríamos también sintetizar nuestro día mundial del teatro en el
recuerdo de Samuel Beckett, quien, en su estilo diligente, dijo a través de Winnie:
"Oh, qué hermoso día ha sido".
Al pensar en este mensaje, que me honra haber sido solicitada para escribir, me
acuerdo de todos los sueños de todas las escenas. Así mismo, es justo decir que no
llegué aquí sola; cada personaje que he interpretado está aquí conmigo, roles que
parecen irse cuando la cortina cae, pero han cavado una vida bajo tierra dentro de
mí, esperando para ayudar o destruir los roles que le sigan: Fedra, Amarinta,
Orlando, Hedda Gabbler, Medea, Mertewill, Blanche Dubois...
Me acompañan también todos los personajes que amo y aplaudo como
espectadora. Y entonces pertenezco al mundo entero. Soy griega, africana, siria,
vietnamita, rusa, brasileña, persa, romana, japonesa, marsellesa, neoyorquina,
filipina, argentina, noruega, coreana, alemana, austriaca, inglesa. Pues es aquí, en
el escenario y en el teatro, que encontramos la verdadera globalización.
En ocasión a este Día del Teatro de 1964, Laurence Olivier dijo, que después de un
siglo de lucha finalmente se creaba en Inglaterra un teatro nacional, que
inmediatamente después quiso transformar en teatro internacional, hablando de su
repertorio. Él sabía bien que Shakespeare pertenecía a todo el mundo.
Me encantó aprender que el mensaje inaugural del Día Mundial del Teatro de 1962
fue confiado a Jean Cocteau, un candidato perfecto por su autoría del libro "La
vuelta al mundo en 80 días (mi primer viaje)". Esto me hizo darme cuenta que le he
dado la vuelta al mundo de una forma diferente. Hice 80 obras de teatro u 80
películas. Incluyo las películas en esto pues yo no diferencio entre interpretar teatro
e interpretar películas, cosa que sorprende a muchos, incluso a mí, cada vez que lo
digo. Pero es verdad, es así, no veo diferencia entre los dos.
Hablando aquí yo no soy yo misma, yo no soy una actriz, soy solo una de las
muchas personas gracias a las que el teatro sigue existiendo. Es un poco nuestro
deber y nuestra necesidad. Es decir, nosotros no podríamos existir sin el teatro, es
más bien gracias a él que nosotros existimos. El teatro es muy fuerte, resiste,
sobrevive a todo; las guerras, la censura, la falta de dinero.
Es suficiente decir que "El escenario es una escena indistinta de una época
indeterminada". Todo lo que se necesita es un actor o una actriz. ¿Qué van a
hacer? ¿Qué van a decir? ¿Van a hablar? El público espera y lo sabrá, pues sin el
público no hay teatro, nunca olviden esto. Una sola persona es una audiencia. ¡Pero
esperemos que no haya muchas sillas vacías! Una obra de Ionesco siempre está
llena, y él representa su valor artístico al poner al final de una de sus obras a una
mujer vieja diciendo: "Si, si, morimos en plena gloria... morimos para entrar en la
leyenda... Por lo menos tenemos nuestra calle..."
El Día Mundial del Teatro ha existido por 55 años ya. En 55 años, yo soy la octava
mujer en ser invitada a dar este mensaje, si puede uno llamar a esto un mensaje.
Mis predecesores (¡los hombres se imponen!) hablaron del teatro, de la imaginación,
de la libertad y originalidad en orden de evocar la belleza, el multiculturalismo y
hacer las preguntas sin respuesta. En 2013, hace solo 4 años, Darío Fo dijo: "La
única solución a la crisis reside en la esperanza de la gran cacería de brujas contra
nosotros, especialmente contra la gente joven que quiere aprender el arte del teatro:
Así una nueva diáspora de actores va a emerger, quienes indudablemente atraídos
por lo beneficios inimaginables hallarán una nueva representación". Beneficios
inimaginables, suena como una bella fórmula que vale la pena ser incluida en
cualquier retorica política ¿No creen?
Me encantaría sugerir que aquellos que aparentemente ansían gobernarnos
deberían estar al tanto de los Beneficios inimaginables traídos por el teatro. Pero
¡Sin cacería de brujas!
El teatro para mí representa lo otro, es diálogo y es ausencia de odio. Amistad entre
las personas, no sé muy bien que significa eso, pero creo en la comunidad, en la
amistad entre espectadores y actores, en la larga unión entre la gente que el teatro
agrupa. Traductores, educadores, vestuaristas, actores, académicos, practicantes y
audiencias. El teatro nos protege, nos abraza... Creo que el teatro nos ama... tanto
como lo amamos nosotros.
Recuerdo un director de escena tallado a la antigua para el que trabajé, quien antes
de subir el telón cada noche, gritaba con toda firmeza: "Hagan espacio para el
teatro".
Y éstas serán mis últimas palabras esta noche.
Luego de todos los relatos de la evolución, en resumen sólo podemos estar seguros
de una cosa; que todas las formas de vida intentan sobrevivir hasta la eternidad. Si
es factible, se quisiera que la vida prevalezca a través del tiempo y el espacio hasta
convertirse en inmortal. En este proceso, las diversas formas de vida también se
mutilan y destruyen a sí mismas. Sin embargo, necesitamos limitar la deliberación a
la supervivencia de la humanidad y su emancipación de la cueva de los cazadores
de la Edad de Piedra hasta nuestra Era Espacial. ¿Somos ahora más
considerados? ¿Jubilosos? ¿Entregamos más amor hacia la naturaleza de la cual
somos producto?
Desde nuestros inicios, las artes performativas (danza, música, actuación/drama)
cuentan con el instrumento desarrollado de la lengua, consistente en vocales y
consonantes. La vocal básicamente expresa los sentimientos o emociones, y las
consonantes expresa las formas y el pensamiento/conocimiento. Matemática,
geometría, armamentos y ahora computadores han sido sus resultados. Por tanto,
ahora no podemos retroceder el tiempo de esta evolución de la lengua. La tierra
misma no sobreviviría si el júbilo colectivo de las artes vivas y el conocimiento
(incluyendo la tecnología) no se hubiera emancipado, re-sublimado de lo mundano,
de la furia, de la avaricia y del mal.
Los medios masivos y nuestra ciencia y tecnología nos han vuelto poderosos como
demonios. Así, la forma del teatro no son las crisis de hoy, pero sí es la crisis del
contenido, de la declaración y la preocupación. Necesitamos apelar al hombre de la
tierra de hoy, a salvar el planeta tierra y por lo tanto, el teatro. En un nivel
pragmático las artes del actor y las artes performativas en vivo necesitan estar al
alcance de la mano de los niños de educación primaria. Es esa generación la que,
según considero, es más sensible a lo correcto de la vida y la naturaleza. La ventaja
de la lengua por lo tanto, puede ser mucho menos dañino a la madre tierra y a otros
planetas. Más aún, el teatro será más importante para la conservación y el
sostenimiento de la vida misma. Por lo tanto necesitamos empoderar al performer y
al espectador sin amenazarnos en esta era cósmica de unión.
Saludo al teatro y apelo al mundo su implementación y facilitamiento desde sus
bases, en áreas rurales y urbanas. "Miembro, Lingua and Compassion together in
Education for the Generations"
Escritora, periodista
Podemos imaginar
La tribu caza pájaros lanzando pequeñas piedras, cuando el enorme mamut irrumpe
y RUGE — y al mismo tiempo un pequeño humano RUGE como el mamut. Luego,
todos corren...
Ese rugido de mamut proferido por una mujer humana —quiero imaginarla mujer—
es el inicio de lo que nos hace la especie que somos. La especie capaz de imitar lo
que no somos. La especie capaz de representar al Otro.
Saltemos 10 años, 0 100, o mil. La tribu ha aprendido a imitar a otros seres y
representa al fondo de la cueva, en la luz temblorosa de la hoguera, la cacería de
esa mañana. Cuatro hombres son el mamut, tres mujeres son el río, hombres y
mujeres son pájaros, árboles, nubes. Así, la tribu captura el pasado con su don para
el teatro. Más asombroso: así la tribu inventa posibles futuros: ensaya posibles
formas de vencer al enemigo de la tribu, el mamut.
Los rugidos, los silbidos, los murmullos —las onomatopeyas de ese primer teatro—
se volverán lenguaje verbal. El lenguaje hablado se volverá lenguaje escrito. Por
otro derrotero, el teatro se volverá ritual y luego cine.
Y en la semilla de cada una de estas formas seguirá estando el teatro. La forma
más sencilla de representar. La forma viva de representar. El teatro, que mientras
más sencillo más íntimamente nos conecta a la capacidad humana más asombrosa,
la de representar al Otro.
Hoy celebramos en todos los teatros del mundo esa gloriosa capacidad humana de
hacer teatro. De representar, y así capturar nuestro pasado para entenderlo —o de
inventar posibles futuros para la tribu, para ser más libres y más felices.
Hablo por supuesto de las obras de teatro que realmente importan y trascienden el
entretenimiento. Esas obras de teatro que importan, hoy se proponen lo mismo que
las más antiguas: vencer a los enemigos contemporáneos de la felicidad de la tribu,
gracias a la capacidad de representar.
¿Cuáles son los mamuts a vencer hoy en el teatro de la tribu?
Yo digo que el mamut mayor es la enajenación de los corazones humanos. Nuestra
pérdida de la capacidad de sentir con los Otros: de sentir compasión. Y nuestra
incapacidad de sentir con lo Otro no humano: la Naturaleza.
Vaya paradoja. Hoy, en la orilla final del Humanismo —de la era del Antropoceno—
de la era en que el humano es la fuerza natural que más ha cambiado y cambia el
planeta— la misión del teatro es inversa a la que reunió a la tribu originalmente para
hacer teatro al fondo de la cueva: hoy debemos rescatar nuestra conexión con lo
natural.
Más que la literatura, más que el cine, el teatro —que exige la presencia de unos
seres humanos ante otros seres humanos— es maravillosamente apto para la tarea
de salvarnos de volvernos algoritmos. Puras abstracciones.
Quitémosle al teatro todo lo superfluo. Desnudémoslo. Porque mientras más sencillo
el teatro, más apto para recordarnos lo único innegable: somos mientras somos en
el tiempo, somos mientras somos carne y huesos y un corazón latiendo en nuestros
pechos. Somos aquí y ahora solamente.
Viva el teatro. El arte más antiguo. El arte más presente. El arte más asombroso.
Viva el teatro.
Artista multidisciplinar
Un día,
Un humano decide hacerse preguntas frente a un espejo (el público)
A inventarse respuestas, y frente a ese mismo espejo (su audiencia)
A criticarse a sí mismo, a burlarse de sus mismas preguntas y respuestas,
A reír o llorar, de cualquier forma, pero al final
A agradecer y bendecir a su espejo (su audiencia)
Por darle este momento de despecho y respiro.
Él se inclina y agradece, mostrando gratitud y respeto.
Muy en el fondo, él buscaba paz,
Paz consigo mismo y con su espejo:
Él hacía teatro...
Ese día, él hablaba...
Olvidando sus defectos, sus paradojas y distorsiones,
Mostrándose a través de la mímica y las contorsiones;
Su mezquindad que ha hecho olvidar su humanismo
Sus trucos que lo llevaron al cataclismo
Él hablaba consigo mismo...
Admirando sus arrebatos repentinos,
En sus aspiraciones a la grandeza, a la belleza,
A ser mejor, a un mundo mejor
Que hubiera construido desde sus propios pensamientos
Que podría haber forjado con sus propias manos
Si él y su espejo comparten el deseo...
Pero él sabe: él sólo hacía representaciones
De burla, sin duda, de ilusión,
Pero también, por supuesto, de acciones mentales
Construcción, recreación del mundo, Él estaba haciendo teatro...
Incluso eliminando toda esperanza,
Por sus palabras y gestos acusadores,
Estaba empeñado en creer
Que todo podría ser logrado en esa sola noche.
Por sus locas miradas,
Por sus dulces palabras,
Por su sonrisa malvada,
Por su humor delicioso,
Por sus palabras que, aunque lastimen
Opera la cirugía de un milagro;
Sí, él estaba haciendo teatro.
Y en general, En casa, en África, Especialmente en la Kamite[l] parte de la cual
vengo,
No nos ocupamos de nada;
Todos nos reímos igual, de luto mientras lloramos.
Los Gbégbé[2] o los Bikoutsi[3]
Tallan máscaras aterradoras;
Glaé[4], Wabele[5] o Poniugo[6]
Para entender los principios
Que imponen en nosotros los ciclos y los tiempos;
Y títeres, que como nosotros,
Terminan interpretando a sus creadores
Y al subyugar a sus titiriteros
Conciben ritos donde la palabra hablada,
Es engrandecida con canciones y respiraciones;
Avanza hacia la conquista de lo sagrado,
Provocando bailes similares a trances,
Encantamientos y llamados a la devoción;
Pero también, y sobre todo, estallidos de risas
Para celebrar el júbilo de la vida
Que ni los siglos de esclavitud y colonización
Racismo y discriminación
Ni eternidades de atrocidades inenarrables
Podrán sofocar o arrebatar
De nuestra alma paternal de padre y madre de la humanidad;
En África, como en todo el resto del mundo Hacemos teatro. ..
Y en este año especial dedicado a ITI
Estoy particularmente feliz y honrado
De representar a nuestro continente
Como portador de su mensaje de paz.
El Mensaje Pacífico del Teatro;
Porque este continente del que se dijo, no hace mucho tiempo,
Que cualquier cosa podría pasar
Sin que nadie sienta el menor malestar o lástima,
Es otra vez reconocido en su rol primordial
De padre y madre de la humanidad;
Porque todos esperan encontrar paz
En los brazos de sus padres, ¿no es así?
Como tal, nuestro teatro, más que nunca convoca
Y compromete a todos los seres humanos, y especialmente
A todos los que comparten el pensamiento, la palabra y la acción teatral,
De tener más respeto para ellos mismos y para los demás
Al rescatar los mejores valores humanos;
En la esperanza de pedir una mejor humanidad para todos:
Una que traiga inteligencia y entendimiento.
Al usar esta parte de la mayoría de las culturas humanas
Una de las pocas que borra los límites: el teatro.
Una de las más generosas porque habla todos los idiomas,
Envuelve a todas las civilizaciones, refleja todos los ideales,
Y expresa una profunda unidad de todos los hombres, que,
A pesar de las confrontaciones
Están especialmente interesados en conocerse mejor
Y a amarse mejor, en paz y tranquilidad.
Cuando la representación se vuelve participación
Recordándonos la labor de la acción que recae en nosotros
El poder del teatro de hacer reír y llorar, juntos.
Al aminorar la ignorancia, al incrementar el conocimiento.
Es así como ese hombre se convierte otra vez en la mayor riqueza del hombre.
Nuestro teatro propone, reexaminar fundamentalmente
Todos estos principios humanísticos, todas estas altas virtudes,
Todas estas ideas de paz y amistad entre las personas
Muy defendidas por la UNESCO
Para reencarnar en las escenas que creamos hoy
Para que estas ideas y principios se conviertan en necesidades esenciales
Y una reflexión profunda de los mismos hacedores de teatro
Quienes luego, podrán compartirlas mejor con su público.
Es por esto que nuestra última creación titulada "L'Arbre Dieu" repite las
recomendaciones de Kindack[7] Ngo Biyong Bi Kuban[8], nuestro maestro, dice:
"Dios es como un gran árbol"
Del cual sólo se puede percibir un aspecto a la vez
Desde el ángulo donde es contemplado:
Quien sea que vuele sobre el árbol sólo percibirá el follaje
Y quizá frutas y flores;
Quien viva bajo tierra sabrá más sobre las raíces;
Los que se inclinen contra el árbol lo reconocerán
Por la sensación en sus espaldas;
Aquellos que vienen de cada uno de los puntos cardinales
Verán un aspecto, y los que vienen del lado contrario no necesariamente tendrán
acceso;
Algunos privilegiados percibirán el secreto
Entre la corteza y la pulpa de la madera;
Y aún otros, la médula del árbol.
Pero, como sea, la superficialidad
O la profundidad de percepción de cada uno,
Ninguno está ubicado desde el ángulo desde el cual
Tú eres capaz de percibir todos esos aspectos
A menos que te conviertas en este árbol divino.
Pero entonces, ¿aún seremos humanos?
Que todo el teatro en el mundo tolere y acepte a cada uno
Para servir mejor al objetivo global de ITI
Para que, finalmente, en su 70 aniversario,
Haya más paz en el mundo
Con una fuerte participación del teatro...
[1] Kamite, también se refiere a los nativos y sus descendientes dispersos por el
mundo en sus diásporas, así como practicantes de la religión original de su región.
[2] Gbégbé, un baile tradicional de los Bétés, Costa de Marfil, usado en
demostraciones públicas de regocijo o luto.
[3] Bikoutsi, Una danza original Fan Beti del sur de Camerún, inicialmente
practicada por mujeres para que sean bendecidos por la madre tierra: buenas
cosechas, mejor clima, etc. En el cual era necesario golpear la tierra vigorosamente
para que escuche sus pedidos.
[4] Glaé, sistema religioso de los We y Wobe, del oeste de Costa de Marfil,
basado en "las máscaras". Una entera jerarquía de máscaras, frecuentemente
aterradoras, que actúan como piedra angular de todas las creencias y
organizaciones sociales.
[5] Wabele, una de las máscaras del sistema religioso Senufo en el norte de
Costa de Marfil. Con la cabeza de una hiena tragafuego, representa conocimiento y
poder.
[6] Poniugo, otra máscara del sistema religioso Senufo, basado en el Poro, la
iniciación en el corazón de los bosques sagrados y que gobierna a toda su
sociedad.
[7] Kindack, lit. "maestra de recomendaciones", título otorgado a las matriarcas.
Mujeres que han alcanzado un nivel de sabiduría iniciándose como Mbock o Mbog,
sistema religioso del país Bassa, en el centro de Camerún y equivalente al título de
Mbombock reservado para los hombres.
[8] Ngo Biyong Bi Kuban, Es el nombre de mi abuela, mi iniciadora, una de los
últimos sostenes de conocimiento "Ki-Yi Mbock" el cual he recibido el deber de
transmitir y que he venido realizando por más de tres décadas.
Dramaturgo
EL TEATRO COMO SANTUARIO
Es un gran honor para mí escribir el Mensaje del Día Mundial del Teatro 2020. Es un
sentimiento de una gran humildad pero también es emocionante pensar que el
teatro pakistaní ha sido reconocido por el ITI, la organización de teatro mundial más
influyente y representativa de nuestro tiempo.
Este honor es también un homenaje a Madeeha Gauhar[l], icono del teatro y
fundadora del Ajoka Theatre[2], también mi compañera de vida, quien murió hace
dos años. El equipo de Ajoka ha recorrido un largo y difícil camino, literalmente
desde la calle hasta el teatro. Pero también, es la historia de muchas compañías de
teatro, estoy seguro. Nunca es fácil nada fácil mantenerse a flote navegando.
Siempre es un conflicto.
Vengo de un país predominantemente musulmán, que ha experimentado varias
dictaduras militares, el horrible ataque de extremistas religiosos y tres guerras con la
vecina India, con quien compartimos miles de años de historia y herencia. Hoy
todavía vivimos con el temor de una guerra total con nuestro hermano gemelo y
vecino, incluso una guerra nuclear, ya que ambos países ahora tienen armas
nucleares.
A veces nos decimos en broma; "Los malos momentos son buenos para el teatro".
No hay escasez de desafíos para ser enfrentados, ni contradicciones a ser
expuestas y status quo que subvertir. Mi grupo de teatro Ajoka y yo hemos estado
caminando por la cuerda floja por más de 36 años. De hecho, el estar en la cuerda
floja, mantener el equilibrio entre entretenimiento y educación, entre investigar y
aprender del pasado y prepararse para el futuro, entre la libre expresión creativa y
los enfrentamientos aventureros con la autoridad, entre el teatro socialmente crítico
y teatro financieramente viable, entre llegar a las masas y estar a la vanguardia: uno
puede decir que un creador de teatro tiene que saber conjurar, ser un mago.
En Pakistán es clara la división existente entre lo Sagrado y lo Profano. Para los
Profanos, no hay espacio para el cuestionamiento religioso, mientras que para lo
Sacro, no hay posibilidad del debate abierto o de nuevas ideas. De hecho, el
establecimiento conservador considera el arte y la cultura fuera de los límites de sus
"juegos sagrados". Entonces el campo de juego para los artistas escénicos ha sido
como una carrera de obstáculos. Ellos tienen primero que probar sus credenciales
como buenos musulmanes y ciudadanos conformes y también intentar establecer
que la danza, la música y el teatro están "permitidos" en el Islam. Por lo tanto, una
gran cantidad de musulmanes practicantes se han mostrado reacios a adoptar las
artes escénicas, a pesar de que los elementos de la danza, la música y el teatro
están integrados en su vida cotidiana. Y entonces, nosotros nos tropezamos con
una subcultura que tenía el potencial de llevar lo Sagrado y lo Profano al escenario
mismo.
Durante el gobierno militar en Pakistán en la década de 1980, Ajoka estuvo
organizado por un grupo de jóvenes artistas que desafiaron la dictadura a través de
un teatro social y políticamente audaz de disidencia. Ellos descubrieron que sus
sentimientos, su ira, su angustia, fueron asombrosamente expresados por un bardo
sufí[3], que vivió hace unos 300 años. Este fue el gran poeta sufí Bulleh Shah[4].
Ajoka descubrió que podría hacer declaraciones políticamente explosivas a través
de su poesía, desafiando la autoridad política corrupta y el establecimiento religioso
intolerante. Las autoridades podían prohibirnos, pero no a un poeta sufí venerado y
popular como Bulleh Shah.
Descubrimos que su vida era tan dramática y radical como su poesía, que le había
ganado a la fatiga y al destierro, en su vida.
Entonces escribí, "Bulha", una obra sobre la vida y las dificultades de Bulleh Shah.
Bulha, como se refieren amorosamente a él las masas en el sur de Asia, era de una
tradición de poetas sufíes punjabíes que desafiaron sin temor la autoridad de los
emperadores y los demagogos clericales a través de su poesía y de su práctica.
Escribieron en el idioma de la gente y acerca de las aspiraciones de las masas. En
la música y la danza, encontraron los medios para lograr una asociación directa
entre el hombre y Dios, pasando por alto con desdén, los intermediarios religiosos
explotadores. Desafiaron las divisiones de género y de clase, miraron al planeta con
asombro, como una manifestación del Todopoderoso. El "Consejo de las Artes" de
Lahore rechazó el guión, alegando que no era una obra de teatro sino simplemente
una biografía. Sin embargo, cuando la obra se presentó en un lugar alternativo: el
Instituto Goethe. La audiencia vio, entendió y apreció el simbolismo en la vida y la
poesía del poeta del pueblo. Se identificaron completamente con su vida y su tiempo
y observaron los paralelos con sus propias vidas y su tiempo.
Un nuevo tipo de teatro nació ese día, en 2001. Música devocional Qawwali[5], baile
sufí Dhamal[6] y la inspiradora poesía recitativa, e incluso el canto meditativo de
Zikir[7], se convirtieron en parte de la obra. Un grupo de Sikhs[8], que estaba en la
ciudad para asistir a una conferencia de Punjabi y vieron la obra, luego invadieron el
escenario, abrazando, llorando y besando a los actores, al final. Compartían el
escenario por primera vez con Punjabis musulmanes después de la separación con
la India en 1947[9], que desembocó en la división de Punjab en líneas comunales.
Bulleh Shah había sido tan querido para ellos como lo era para los Punjabis
musulmanes porque los sufíes trascienden las divisiones religiosas o comunitarias.
Este estreno memorable fue seguido por la odisea india de Bulleh Shah.
Comenzando con un recorrido pionero de la parte india del Punjab, "Bulha" se
realizó a lo largo y ancho de la India, incluso en tiempos de tensiones más graves
entre los dos países y en lugares donde el público no sabía una sola palabra de
Punjabi, pero amaba cada momento de la obra. Mientras las puertas para el diálogo
político y la diplomacia se cerraban una por una, las puertas de las salas de teatro y
de los corazones del público indio, permanecieron abiertas.
Durante la gira de Ajoka en el Punjab Indio en 2004, después de una actuación muy
bien recibida ante una audiencia rural de miles de personas al final de una
representación de la obra de teatro sobre el poeta sufí Bulleh Shah, un anciano,
acompañado por un niño, se acercó hasta el actor que había interpretado el papel
del gran sufí. El viejo llorando dijo: "Mi nieto no se encuentra bien, ¿podrías por
favor soplarle con una bendición? sé que se recuperará, si lo hace", El actor se
sorprendió y contesto:
"Babaji[10]. No soy Bulleh Shah, solo soy un actor que interpreta el papel".
Sugerimos al actor que le concediera al anciano su deseo. El actor lanzó una
bendición sobre el joven. El viejo estaba satisfecho y dijo: "Hijo, no eres un actor,
eres una reencarnación de Bulleh Shah, su avatar[ll]". De repente, se nos ocurrió un
concepto completamente nuevo de actuación, de teatro, donde el actor se convierte
en la reencarnación del personaje que él o ella están representando.
En los 18 años de gira con "Bulha", hemos notado una respuesta similar de una
aparentemente no iniciada audiencia, para quien la actuación no es solo una
experiencia entretenida o intelectualmente estimulante sino un encuentro espiritual
profundamente conmovedor. De hecho, el actor que interpretaba el papel del
Maestro Sufi Bulleh Shah estaba tan anímicamente influenciado por la experiencia,
que él mismo se convirtió en poeta sufí y desde entonces ha publicado dos
colecciones de poemas. Los actores han expreasdo que cuando comienza el
espectáculo, sienten que el espíritu de Bulleh Shah está entre ellos y el escenario
parece haber sido elevado a un plano superior. Un erudito indio, al escribir sobre la
obra, le dio el título: "Cuando el teatro se convierte en un Santuario".
Soy una persona laica y mi interés en el sufismo es principalmente cultural. Estoy
más interesado en los aspectos artísticos y performativos de los poetas sufíes
punjabíes, pero mi audiencia, que puede no ser extremista o intolerante, tiene
sinceras creencias religiosas. Explorar historias como la de Bulleh Shah, y hay
muchas otras en todas las culturas, puede convertirse en un puente entre nosotros,
los creadores de teatro y una desconocida pero entusiasta audiencia. Juntos
podemos descubrir las dimensiones espirituales del teatro y construir puentes entre
el pasado y el presente, llevando a un futuro que es el destino de todas las
comunidades; creyentes y no creyentes, actores y ancianos, y sus nietos.
La razón por la que estoy compartiendo la historia de Bulleh Shah y nuestra
exploración de una especie de teatro sufí es que mientras actuamos en el
escenario, a veces nos dejamos llevar por nuestra filosofía del teatro, nuestro papel
como abanderados del cambio social y al hacerlo, estamos dejando atrás a una
gran parte de las masas. En nuestro compromiso con los desafíos del presente, nos
privamos de las posibilidades de una experiencia espiritual profundamente
conmovedora que el teatro puede proporcionar. En el mundo de hoy donde el
sectarismo, el odio y la violencia están en aumento una vez más, las naciones
parecen enfrentarse unas a otras, los creyentes luchan contra otros creyentes y las
comunidades difunden su odio contra otras comunidades... mientras tanto, los niños
mueren de desnutrición, y las madres durante el parto debido a la falta de atención
médica oportuna, y las ideologías de odio florecen. Nuestro planeta se está
hundiendo cada vez más en una catástrofe climática y uno puede escuchar los
cascos de los caballos de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis[12].
Necesitamos reponer nuestra fuerza espiritual; necesitamos luchar contra la apatía,
el letargo, el pesimismo, la avaricia y el desprecio por el mundo en que vivimos, el
planeta en el que vivimos. El teatro tiene un papel, un papel noble, el de energizar y
movilizar a la humanidad para levantarse de su descenso al abismo. Puede elevar el
escenario, el espacio de actuación, en algo sagrado. En el sur de Asia, los artistas
tocan con reverencia el piso del escenario antes de pisarlo, una antigua tradición
cuando lo espiritual y lo cultural estaban entrelazados. Es hora de recuperar esa
relación simbiótica entre el artista y el público, el pasado y el futuro. Hacer teatro
puede ser un acto sagrado y los actores pueden convertirse en los avatares de los
roles que desempeñan. El teatro eleva el arte de actuar a un más alto plano
espiritual. El teatro tiene el potencial de convertirse en un santuario y el santuario en
un lugar de actuación."
Qué periodo tan difícil para el mundo del espectáculo, para todos los artistas,
técnicos, tramoyistas y para las mujeres que han luchado por esta profesión tan
estigmatizada por la inseguridad económica.
Puede ser que esta situación de inseguridad permanente les haya vuelto más
fuertes para poder sobrevivir esta pandemia con dignidad.
Su imaginación ha sido traducida en estas nuevas circunstancias en formas de
comunicar, inventivas, imaginativas, conmovedoras, todo esto por supuesto gracias
a Internet.
Los seres humanos se cuentan historias desde tiempos muy remotos, desde que
existimos en el planeta.
La maravillosa cultura del teatro vivirá mientras habitemos la tierra.
La impulsión creativa de los escritores, de los diseñadores, de los cantantes, de los
actores, de los músicos y de los directores, no será jamás estrangulada y en un
futuro muy cercano se desarrollará otra vez con fuerza y con una nueva manera de
ver el mundo.
¡Estoy ansiosa!
Queridos amigos,
Mientras el mundo pende cada hora y cada minuto de un goteo diario de reportajes
noticiosos, quisiera invitarnos a todos nosotros, como creadores, a entrar en nuestro
alcance, esfera y perspectiva adecuados del tiempo épico, el cambio épico, la
conciencia épica, la épica. reflexión y visión épica? Estamos viviendo en un período
épico en la historia humana y los cambios profundos y consecuentes que estamos
experimentando en las relaciones de los seres humanos consigo mismos, entre sí y
con los mundos no humanos están casi más allá de nuestra capacidad de
comprender, articular, hablar de, y expresar.
No estamos viviendo en el ciclo de noticias de 24 horas, estamos viviendo al borde
del tiempo. Los periódicos y los medios de comunicación están completamente
desequipados e incapaces de hacer frente a lo que estamos viviendo.
¿Dónde está el lenguaje, cuáles son los movimientos y cuáles son las imágenes que
podrían permitirnos comprender los profundos cambios y rupturas que estamos
experimentando? ¿Y cómo podemos transmitir el contenido de nuestras vidas en
este momento no como un reportaje sino como una experiencia?
El teatro es la forma de arte de la experiencia.
En un mundo abrumado por vastas campañas de prensa, experiencias simuladas,
pronósticos espantosos, ¿cómo podemos ir más allá de la repetición interminable de
números para experimentar la santidad y la infinidad de una sola vida, un solo
ecosistema, una amistad o la calidad de la luz en un cielo extraño? Dos años de
COVID-19 han atenuado los sentidos de las personas, reducido la vida de las
personas, roto las conexiones y nos han colocado en una extraña zona cero de
habitación humana.
¿Qué semillas deben plantarse y replantarse en estos años, y cuáles son las
especies invasoras que crecen demasiado y que deben eliminarse por completo y
finalmente? Mucha gente está al límite.
Tanta violencia está estallando, irracional o inesperadamente. Tantos sistemas
establecidos se han revelado como estructuras de crueldad continua.
¿Dónde están nuestras ceremonias de recuerdo? ¿Qué necesitamos recordar?
¿Cuáles son los rituales que nos permiten finalmente reimaginar y comenzar a
ensayar pasos que nunca antes habíamos dado?
El teatro de la visión épica, el propósito, la recuperación, la reparación y el cuidado
necesita nuevos rituales. No necesitamos que nos entretengan. Necesitamos
reunirnos. Necesitamos compartir el espacio, y necesitamos cultivar el espacio
compartido. Necesitamos espacios protegidos de escucha profunda e igualdad.
El teatro es la creación en la tierra del espacio de igualdad entre humanos, dioses,
plantas, animales, gotas de lluvia, lágrimas y regeneración. El espacio de la
igualdad y la escucha profunda está iluminado por la belleza oculta, que se
mantiene viva en una profunda interacción de peligro, ecuanimidad, sabiduría,
acción y paciencia.
En El Sutra del Ornamento Floral, Buda enumera diez tipos de gran paciencia en la
vida humana. Uno de los más poderosos se llama Paciencia para Percibir Todo
como Espejismos. El teatro siempre ha presentado la vida de este mundo como un
espejismo, permitiéndonos ver a través de la ilusión humana, el engaño, la ceguera
y la negación con claridad y fuerza liberadoras.
Estamos tan seguros de lo que estamos mirando y de la forma en que lo estamos
mirando que somos incapaces de ver y sentir realidades alternativas, nuevas
posibilidades, diferentes enfoques, relaciones invisibles y conexiones atemporales.
Este es un tiempo para un profundo refrescar de nuestras mentes, de nuestros
sentidos, de nuestra imaginación, de nuestras historias y de nuestro futuro. Este
trabajo no puede ser hecho por personas aisladas trabajando solas. Este es un
trabajo que necesitamos hacer juntos. El teatro es la invitación a hacer este trabajo
juntos.
Gracias profundamente por tu trabajo.
Actriz
A todos mis amigos los artistas de teatro de todo el mundo, Les escribo este
mensaje en el Día Mundial del Teatro, y por más que me inunde la felicidad de estar
hablando con ustedes, cada fibra de mi ser tiembla bajo el peso de lo que sufrimos
todos - los artistas teatrales y los no teatrales - de las presiones demoledoras y los
sentimientos encontrados en medio del estado actual del mundo. La inestabilidad es
un resultado directo de lo que está pasando nuestro mundo hoy en día en términos
de conflictos, guerras y desastres naturales que han tenido efectos devastadores no
solo en nuestro mundo material, sino también en nuestro mundo espiritual y nuestra
paz psicológica.
Les hablo hoy mientras tengo la sensación de que el mundo entero se ha vuelto
como islas aisladas, o como barcos que huyen en un horizonte lleno de niebla, cada
uno de ellos desplegando sus velas y navegando sin guía, sin ver nada en el
horizonte que lo guía y, a pesar de ello, siguen navegando, esperando llegar a un
puerto seguro que lo contenga después de su largo andar en medio de un mar
embravecido.
Nuestro mundo nunca ha estado tan estrechamente conectado entre sí como lo está
hoy, pero al mismo tiempo nunca ha estado más disonante y más alejado el uno del
otro que hoy. He ahí la dramática paradoja que nos impone nuestro mundo
contemporáneo. A pesar de lo que todos estamos presenciando en cuanto a la
convergencia en la circulación de noticias y comunicaciones modernas que rompió
todas las barreras de las fronteras geográficas, los conflictos y tensiones que vive el
mundo rebasaron los límites de la percepción lógica y crearon, en medio de esta
aparente convergencia, una divergencia fundamental que nos aleja de la verdadera
esencia de la humanidad en su forma más simple.
El teatro en su esencia original es un acto puramente humano basado en la
verdadera esencia de la humanidad, que es la vida. En palabras del gran pionero
Konstantin Stanislavsky: "Nunca entres al teatro con barro en los pies. Deja el polvo
y la suciedad afuera. Deja tus pequeñas preocupaciones, disputas, pequeñas
dificultades con tu ropa exterior - todas las cosas que arruinan tu vida y desvía tu
atención de tu arte - en la puerta". Cuando subimos al escenario, lo subimos con
una sola vida dentro de nosotros para un ser humano, pero esta vida tiene una gran
capacidad de dividirse y reproducirse para convertirse en muchas vidas que
transmitimos en este mundo para que cobre vida, florezca y esparza su fragancia a
los demás.
Lo que hacemos en el mundo del teatro como dramaturgos, directores, actores,
escenógrafos, poetas, músicos, coreógrafos y técnicos, todos nosotros sin
excepción, es un acto de creación de vida que no existía antes de subirnos al
escenario. Esta vida merece una mano cariñosa que la sostenga, un pecho amoroso
que la abrace, un corazón bondadoso que la simpatice y una mente sobria que le
proporcione las razones que necesita para continuar y sobrevivir.
No exagero cuando digo que lo que hacemos en el escenario es el acto de la vida
misma y generarla de la nada, como una brasa ardiente que centellea en la
oscuridad, iluminando la oscuridad de la noche y calentando su frialdad. Nosotros
somos los que le damos a la vida su esplendor. Somos quienes lo encarnamos.
Somos quienes lo hacemos vibrante y significativo. Y somos nosotros quienes
damos las razones para entenderlo. Somos los que usamos la luz del arte para
enfrentar la oscuridad de la ignorancia y el extremismo. Somos los que abrazamos
la doctrina de la vida, para que la vida se propague en este mundo. Para ello
ponemos nuestro esfuerzo, tiempo, sudor, lágrimas, sangre y nervios, todo lo que
tenemos que hacer para lograr este noble mensaje, defendiendo los valores de la
verdad, el bien y la belleza, y creyendo verdaderamente que la vida merece ser ser
vivida.
Les hablo hoy, no solo para hablar, o incluso para celebrar al padre de todas las
artes, el "teatro", en su día mundial. Más bien, los invito a estar juntos, todos
nosotros, de la mano y hombro con hombro, para gritar a todo pulmón, como
estamos acostumbrados en los escenarios de nuestros teatros, y dejar que nuestras
palabras salgan. para despertar la conciencia del mundo entero, para buscar en
nosotros la esencia perdida del hombre. El hombre libre, tolerante, amoroso,
simpático, gentil y comprensivo. Y permitirles rechazar esta imagen vil de brutalidad,
de racismo, de conflictos sangrientos, de pensamiento unilateral y de extremismo. El
hombre ha caminado sobre esta tierra y bajo este cielo durante miles de años, y
seguirá caminando. Así que saca sus pies del lodazal de las guerras y de los
cruentos conflictos, e invítalo a dejarlos en la puerta del escenario. Quizás nuestra
humanidad, que se ha ensombrecido en la duda, vuelva a convertirse en una
certeza categórica que nos haga a todos verdaderamente aptos para sentirnos
orgullosos de ser humanos y de ser todos hermanos en la humanidad.
Esta es nuestra misión, nosotros dramaturgos, los portadores de la antorcha de la
ilustración, desde la primera aparición del primer actor en el primer escenario, estar
al frente para enfrentar todo lo que es feo, sangriento e inhumano. Lo confrontamos
con todo lo que es bello, puro y humano. Nosotros, y nadie más, tenemos la
capacidad de difundir la vida. Propaguémonos juntos por el bien de un mundo y una
humanidad.