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En el ejercicio, se comprobó que por el pecado de adulterio, la mujer fue más reprendida en
las parroquias de San Pedro, mientras que en las demás fue tratada de forma igual al
hombre. Además, en seis de las iglesias ni siquiera se tomó en cuenta el pecado del robo.
También la sanción difirió según el sexo de los feligreses. Foto: Gerardo González
El presbítero dedicó más de cinco minutos a reprenderme cuando le dije que no me había
confesado en cinco años.
Desde que uno pone un pie dentro de ese cubículo oscuro, enmarcado por la solemnidad de
la iglesia, todo cambia.
“Ave María Purísima”. Y su voz se torna más grave cuando le confieso que tengo una
relación con un hombre casado: “¿No te da vergüenza ofender así a Dios?”.
“Estás atentando contra algo muy sagrado para Dios, que es una familia.¿Piensas
destruirla?” No.
“¿Quieres verlos divididos, sólo por el egoísmo tuyo y el placer?” No. Arremetió contra el
presunto vecino: “¿Crees de que él te ama y que te necesita? Es un mentiroso. Es un
mentiroso y un gran pecador que no teme a Dios”. Y preguntó más detalles.
El sacerdote de la Iglesia de San Francisco de Asís prefirió ser veloz, pero sí se detuvo
cuando le dije que había cometido un robo: “¿Qué tan grave fue?”.
En Santa María Goretti, el sacerdote no dejó de llamarme “hermanita” y hablarme con una
voz dulce: “el arrepentimiento, hermanita, nos lleva a la conversión. Sea fiel, si realmente
se quiere casar, y tener una relación sexual con un hombre, que sea dentro del matrimonio
como Dios manda”.
Quien dedicó la mayor parte del tiempo a aconsejarme, sin hacer muchas preguntas, fue el
de la Basílica del Roble. “Es cómodo para un hombre tener una relación extra pero no es
bueno ni para él ni para ti. Él, porque está cometiendo una injusticia y usted, porque le está
ayudando en ese robo a su familia”.
Y en la Parroquia del Rosario, el sacerdote remató: “Papá Dios quiere para ti una vida feliz,
alegre, hacer aquellos que nos haga sentirnos bien. Él quiere una vida plenamente feliz,
porque te ama y te perdona”.
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La operación de la técnica difiere conforme al carácter del confesor, los graves y severos
curas de San Pedro, uno Franciscano, no dudan en lapidar con palabras al pecado mortal
confesado: tener una relación con una mujer casada.
No. “Es adulterio de todas maneras”, sentencia. “Viene usted atascado de pecados”, afirma
molesto mientras otros feligreses lo oyen y prefieren alejarse del confesionario que abierto
muestra su figura cubierta por el hábito.
Pero en Fátima, el baluarte de los sampetrinos, hay compresión para mi falta, “no puedes
ser tu cómplice de la actitud de ella egoísta”, dice desde la malla que difumina el rostro del
padre y el reclinatorio lastima.
A diferencia de los juicios de sus compañeros, que ofician a las laderas de la Sierra Madre,
él prefiere aconsejar el término de la relación.
El segundo ocurrió en El Rosario, de nuevo otro joven sacerdote que ni siquiera impone
penitencia pero repite: “pa’qué te metes en broncas”.
Dos ángeles vigilan desde la parte superior del altar la nave principal de la basílica de El
Roble, sus miradas adustas parecen decirle a quienes acuden que en la casa de Dios hay que
comportarse.
Y la fila ante la capilla donde se ubican los confesionarios se comporta, salvo por una
mujer joven que con apuro se cuela a última hora para la confesión, una sacristán la
reprende y le pide volver más tarde.
Su apuro la lleva a hablar con uno de los sacerdotes que acaba de concluir la misa, a los
pocos minutos ocupa uno de los confesionarios.
El recién añadido no me atiende pero otro, ya adulto mayor, platica más que confesar, pero
aún así impone penitencia, rezar en el silencio de la nave principal donde cualquier sonido
es magnificado por la acústica del templo, donde los pasos se escucharán claros cuando
salga.
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Juan José Martínez Segovia expresó que se les debió preguntar. Foto: José Ángel
Cervantes
Por Víctor Salvador Canales, Ricardo Alanís y Eduardo Javier González
El padre Juanjo, como se le conoce al también párroco de la iglesia San Juan Bosco,
señaló que el decreto -todavía vigente- fue promovido por el ahora sumo pontífice
Benedicto XVI, cuando era el cardenal Ratzinger.
“No es forma la que se utilizó para llegar a conocer lo que en la conciencia del
cristiano es sagrado, para nosotros el sacramento de la reconciliación es sagrado”,
apuntó.
“No es positivo el que se haya hecho de esa forma, para conocer la postura de la
Iglesia se debe de buscar un medio apropiado, acercarse y preguntando qué pide la
Iglesia y qué es lo que hace, pero no es la forma violentando el sigilo sacramental y
falsificando tanto para las personas que lo hicieron como publicarlo”, especificó.
Insistió en que se incurrió en una falta muy grave, en una falta respecto a un
sacramento y por esa razón la Arquidiócesis de Monterrey externa su reprobación.
“Hubiese sido más fácil que los reporteros se acercaran al sacerdote (para preguntar)
lo que pasa en estos casos, a que se fingiera una confesión, porque también se está
lastimando la integridad de los fieles, los fieles respetan el sacramento y lo que se hizo
en esta investigación fue no respetar el sacramento”, indicó.
Muy mal hecha la nota: Aureliano Tapia
Aunque se negó a declarar, monseñor Aureliano Tapia Méndez dijo que está muy mal
hecha la nota publicada ayer en este medio de comunicación, donde se revela que las
iglesias del municipio de San Pedro Garza García aplican penitencias más fuertes que
en otras parroquias.
“De esto yo no declaro, yo no puedo declarar sobre esto, que declare el arzobispo, que
declare el secretario de la Mitra, a quien le toca, yo no tengo ninguna autoridad para
opinar”.
¿Y a título personal?
“Menos… a título personal yo no tengo ninguna autoridad para declarar, está muy
mal hecha la nota, muy mal hecha la declaración”, dijo.
La anglicana
Todos venimos con el pecado original, y como dijo Jesús, quien esté libre de él, que
tire la primera piedra, recordó Ramón Mireles Zapuche.
“El propósito de Jesús fue dar la caridad, la salvación a las personas; de raíz todos los
humanos somos pecadores, en mayor o menor grado, delante de Dios.
“Lo que hayas hecho, en el grado que lo hayas hecho, mientras estés con ese
sentimiento de culpa, Jesús te puede perdonar. Yo no, porque no tengo la autoridad;
la consigna de Jesús no es ‘confiésalo para que estés libre’, sino ‘vete y no lo vuelvas a
hacer’. Es ahí cuanto se te da la oportunidad de distinguir lo bueno de lo malo”.
La Iglesia Bautista de Monterrey invita a quien cometió esta falta a ingresar a lo que
llamó un discipulado para enmendar su falta.
El pastor Roberto Canales Cano dijo que su comunidad no hace distingos si es que la
falta la cometió un hombre o una mujer, porque todos somos iguales ante Dios.
“No hay algo específico en cuanto a una obligación de tener que venir con nosotros,
pero creemos que si quieren ayuda para resolver su problema, sí es necesario que su
autoridad lo sepa”.