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CRONICAS DE UN

PUEBLO HERIDO
Osvaldo TOLOZA
CRONICAS DE UN
PUEBLO HERIDO
Osvaldo TOLOZA

El nacer, crecer y vivir en la iglesia evangélica, además de


servir en el ministerio por más de 25 años, ejerciendo el
Pastorado y otras funciones, me ha permitido conocer pro-
fundamente su intimidad.

Ser producto de la Iglesia evangélica, me autoriza a plantear


ante mis queridos colegas el tratamiento de sucesos y viven-
cias que la han afectado y lo seguirán haciendo en el futuro,
si no tomamos la decisión de actuar y curar dichos males que
dañan a los líderes del Cuerpo de Cristo.

Hermanos y hermanas, nosotros somos los que cambiaremos


el curso de nuestra historia. Hagamos del servicio en el mi-
nisterio una hermosa labor.
CRONICAS DE UN
PUEBLO HERIDO

Un mensaje a la unidad verdadera


Un llamado a deponer propios
Y egoístas principios
E incentivar los principios
Del Reino de Dios

UN PREGON QUE LUCHA


EN DEFENSA DEL MINISTRO

“No estás solo,


El guerrero que está junto a tí
Es de tu mismo bando.
Tu enemigo no quien está a tu lado.
Tu enemigo es Satanás el diablo”
CRONICAS
De un pueblo herido

BIENVENIDO A LA SUPERACIÓN
La palabra profética está desatada sobre la Iglesia de América
latina. El Espíritu Santo, está dando inicio a un avivamiento gi-
gantesco sobre todos nuestros países, ciudades, pueblos y al-
deas, jamás imaginado por los historiadores de la Iglesia.

El Nuevo milenio está por comenzar y por doquiera se puede


apreciar el fuego divino ardiendo en nuestra querida América
Latina y sus habitantes.

Dios nos está llevando a una gran confrontación de su poder con-


tra las huestes del mal, una guerra espiritual que Dios mismo
está empeñado en ganar con su Iglesia.

El contenido del presente trata sobre el cuidado y atención que


se le debe brindar al hombre de Dios, el ministro que Dios ha
puesto al frente de su iglesia.

Eres muy bienvenido a este encuentro de entrenamiento bí-


blico ministerial.
CRONICAS
De un pueblo herido

Publicado por el Ministerio


Lic. OSVALDO TOLOZA
Mendoza, Republica Argentina

Todo el material contenido en la presente edición es propiedad intelectual


del Ministerio: Lic. Osvaldo TOLOZA.

Para poder confeccionar este material y otros en circulación en los cuales


se está trabajando para servir al crecimiento de la iglesia, el ministerio del
Lic. OSVALDO TOLOZA ha debido realizar gran cantidad de costosos es-
tudios, además del prolongado tiempo dedicado a los mismos.

La financiación de todo este programa de investigación sólo se suple con la


venta de estos ejemplares, no contando con ningún otro tipo de ingresos.
Al utilizarlos mediante fotocopias se pone en grave peligro la continuidad
de la investigación bíblica del citado ministerio, cuyo fin es la edificación
de la Iglesia.
INTRODUCCIÓN
El Pastor llegó a su casa bien pasada la medianoche. Un dramático
cuadro lo esperaba.

Vio a su esposa, sus hijos y sus muebles, todos en la vereda frente al


Templo en el cual él pastoreaba por más de diez años. Su esposa, con
lágrimas en sus mejillas, lo puso al tanto de la situación, informándole
que dentro del Templo se encontraban los ejecutivos de su Institu-
ción que habían venido para desalojarlos de la casa pastoral y rele-
varlo del cargo que ejercía.

Asombrado, el varón de Dios volvió a leer el papel que llevaba en sus


manos, un telegrama que había recibido el día anterior, enviado desde
la oficina central del Organismo para decirle que debía ir a la esta-
ción de ómnibus a esperar a dos altos ejecutivos que irían a realizar
una visita de inspección, para verificar la marcha de su Iglesia.

No habían especificado la hora de su arribo, por lo cual debería es-


perarlos hasta que llegasen. Y allí estuvo desde el mediodía hasta pa-
sada la medianoche.

Los ejecutivos habían arribado a la provincia después del mediodía en


vehículo particular y en lugar de ir a la Terminal de ómnibus para re-
cogerlo, se dirigieron directamente al Templo, celebrando allí una
asamblea con algunos miembros de la congregación y aprobando la
desafectación del Pastor y su inmediato desalojo.

¡¡¡ Qué vulgar trampa!!!... ¡¡¡

Lo envían al Pastor a la Terminal de ómnibus y ellos llegan a su hogar y


a la congregación desalojándolo mientras él no se encontraba pre-
sente!!!

¿Es posible que estas cosas sucedan en nuestra querida Iglesia Evan-
gélica?, me preguntaba mientras escuchaba el relato de mi querido
amigo.

¿Están sucediendo estas cosas en mi querida Iglesia Carismática Pen-


tecostal?.

Mi amigo se encontraba refugiado en salones de albergue de la Igle-


sia Bautista de la ciudad. Una gran herida se abrió en mi corazón.

Luego conocí la historia de otro pastor radicado en el interior de la


provincia en la cual resido, quién me contó que ya no ejercía el pasto-
rado, porque fue visitado por dos altos ejecutivos de la Organización,
quienes llevaban una carta de denuncia de una joven que lo acusaba de
cometer adulterio con ella. El Pastor era un hombre mayor, muy
digno, de muy buena reputación entre sus camaradas, con una muy
respetada familia. Fue destituido de un día para otro, sin más expli-
cación que la mencionada.

También está el caso de un anciano Pastor que fue acusado de haber


cometido abusos deshonestos contra su nieta de 17 años. No se
mencionó que el Pastor José acababa de cumplir 77 años y más de
cincuenta años de pastorear, siendo uno de los pioneros de la Iglesia
en la provincia.

Mucho sufrimiento me causó enterarme de una triste noticia tocante


a un muy buen amigo mío, Pastor de una gran ciudad, con una fuerte
influencia en la comunidad. Su congregación superaba las mil quinien-
tas personas en esos días. Había abandonado a su familia y se encon-
traba envuelto en un furtivo romance con una dama muy influyente y
de mucho dinero, habiendo olvidado su compromiso con el ministerio,
su familia, sus amigos y su entorno. Pasados muchos años lo encon-
tré; estaba de vuelta en su hogar, pero no en el ministerio.
Así estas tristes historias se fueron sucediendo una tras otra. A
medida que el tiempo transcurría y de alguna forma me relacionaba
con otros ministros con quienes compartía el dolor de la Iglesia su-
friendo por estos desgraciados incidentes, mi interés en ellos se fue
aumentando. Pronto tomé la decisión de investigar abiertamente el
tema, para buscar una forma de sanar esta grave enfermedad que
azota a la Iglesia y en especial a sus líderes.

Pero debí reflexionar bastante para saber cuál sería el objetivo de mi


investigación. ¿Conocer a los culpables y llevarles a juicio?.

No, no era ésa mi intención. Realmente no repetiría lo que pudiesen


haber sido terribles y falsos rumores de pecado. Necesitaba una
respuesta de Dios para conocer a fondo el por qué me había permi-
tido conocer todas estas historias.

Entonces descubrí que existen graves enfermedades que afectan al


pueblo de Dios, mi querida Iglesia y sentí la convicción de que yo de-
bía hacer algo para curarla.

He visto cómo grandes hombres de Dios cayeron enfermos de poder,


como de un cáncer incurable. Arrastrados por el afán de dinero, la
codicia, la ambición, los celos, las envidias y el orgullo.

Muchos de vosotros, mis amados hermanos lectores, seríais atroz-


mente dañados si conocieseis el trasfondo doloroso que se oculta en
las filas de nuestra amada Iglesia.

Es inimaginable el número de personas que se ocultan dentro de nues-


tras filas, pseudo cristianos, que buscan satisfacer sus apetitos car-
nales sin considerar el grave daño que le hacen al Cuerpo de Cristo.

Pero también debemos reconocer que es muy grave la “enfermedad”


que nos ataca a nosotros mismos, líderes, ministros de Dios, cuando
no somos capaces de aceptar a nuestros hermanos en sus diferentes
caracteres e idiosincrasia y les exigimos que sean hechos a nuestros
moldes y estatutos.

Comencé a predicar sobre las Crónicas de un Pueblo Herido, aquí en


mi país y también en países limítrofes y otros a los cuales fui invi-
tado. Y donde quiera estuviese, escuché una historia de alguien que,
perteneciendo a la Iglesia y siendo parte del Cuerpo de Cristo, es-
taba siendo cruelmente castigado.

Sin duda ocurren muchas cosas dentro de la Iglesia, que deben ser
juzgadas con el peso de la Palabra escrita y otras que no pueden ser
juzgadas ni siquiera con los principios de ética moral humana.

No es mi intención desmoralizar a futuros ministros o nuevos predi-


cadores, ofreciendo un trasfondo doloroso. Sino que mi verdadero
motivo es despertar la pasión del pueblo de Dios por sus hermanos.
Clarificar el pensamiento de que nuestro enemigo no son los que com-
parten nuestro ministerio, o pelean en nuestra guerra. Nuestro
enemigo es Satanás el Diablo. El es la única persona contra la que te-
nemos que entablar batalla.

Las Crónicas de un Pueblo Herido es un llamado a la Iglesia del Señor,


al Cuerpo de Cristo, a buscar la unidad real y verdadera, no la que se
compra con favores. La unidad verdadera es la que entiende que se
necesita diversidad de criterios para lograr la unidad de pensamiento
y acción.

Sin duda, la Iglesia seguirá su trabajo evangelizador y restaurador


sobre la faz de la Tierra y muchas historias seguirán siendo sepulta-
das en las arcas oscuras de la noche. Muchos santos varones seguirán
siendo llamados al silencio por amor a las almas y permitirán que el
abuso y despotismo de algunos pseudo líderes cristianos los hiera.
Confiando en que, al final de los siglos, recibirán la corona de justicia,
cuyo alto valor opaca cualquier sufrimiento terreno.
CAPITULO UNO

CRÓNICAS DE UN
PUEBLO HERIDO
Quizás la introducción te haya sorprendido y te preguntes cuál
es mi intención al soslayar estas historias avergonzantes que la
lógica aconsejaría callar.

No deseo escandalizarte, pero creo que demasiada lógica bienin-


tencionada ha sido manipulada ya para impedir que el olor a in-
fección delate la herida latente en el cuerpo aparentemente
sano.

Si tú llevas tiempo en el ministerio, sin duda habrás sido impac-


tado o aún afectado por algún triste episodio similar a mis rela-
tos.

Pero quiero advertirte con temor y temblor, que no es cosa li-


viana callar ni desviar la mirada ante los hechos.

Si esto haces permíteme cambiar tu visión. Escúchame con pa-


ciencia y considera.

Crónicas de un pueblo herido es un llamado a la reflexión para


los integrantes del llamado pueblo del Señor, esa nación gloriosa
que se consolida cada amanecer con los nombres nuevos de aque-
llos que voluntariamente deciden agregarse y tomar la ciudadanía
divina (Civitas Dei) que se obtiene a los pies de la cruz.

Crónicas de un pueblo herido es una revelación cruda y real de


grandes momentos de amargura, largas noches de insomnio y
llanto sin consuelo. Crujir de dientes de tristeza y soledad
frente a la perdida invalorable de los sagrados ideales. Es una
descripción de los negros episodios de la iglesia cristiana en su
marcha por el mundo.
Crónicas de un Pueblo Herido es una radiografía de las debili-
dades del pueblo cristiano que nos permite reflexionar, conside-
rando las posibilidades de revertir toda situación y devolverla a
su estado original.

Estos de quienes el apóstol Pedro en su primera carta escribió


diciendo que fueron llamados para constituir una nación santa, un
pueblo escogido por Dios y que los años y su experiencia han ro-
bustecido como columnas y son los defensores de los fundamen-
tos y legados de este pueblo tan peculiar, prestadme atención.

Existe un tiempo, tiempo del primer amor en el corazón del hom-


bre en el cual, lleno de gozo, decide ser pregonero del reino,
súbdito leal de esta gran nación.

Vive cristianamente, soportando mil y un problemas. Pero des-


pués que pasa un cierto tiempo número de años sobrevienen un
tiempo diferente, en el cual el hombre puede llegar a descubrir
que los sagrados ideales que un día le atrajeron, ya no están en el
centro de sus pensamientos.

Miremos y consideremos lo que ocurre a nuestro alrededor. Con


gran tristeza observaremos que el principio de unidad del pueblo
no existe, pues ha sucumbido ante los intereses personales y que
el cuidado y el amor debidos entre hermanos, llevan en muchos
casos la marca de Caín.

Antes de escandalizarnos por esto, consideremos algunas re-


flexiones:

Nuestro glorioso pueblo, precisamente el mayor pregonero de la


unidad y el que sinceramente espera ser uno solo en los cielos, es
el pueblo más dividido aquí en la tierra.

Terribles enfrentamientos ocurren en estos días; legalistas con-


tra liberales, conservadores contra modernistas, tradicionalistas
contra revolucionarios, carismáticos divididos de los no carismá-
ticos, y los pentecostales de los no pentecostales.

Qué decir de este gran movimiento pentecostal, (la tercera


fuerza evangélica) en los países de América latina, se observan
por miles las instituciones o corporaciones evangélicas pentecos-
tales.

Los Teólogos divididos de los inspiracionales, los pregoneros de


la prosperidad divididos de los hermenéuticos, los que hacen mi-
lagros de los que no lo hacen, los que manifiestan dones de los
que no los manifiestan, los que utilizan ministerios de los que no
utilizan ministerios.

Los que construyen templos de los que enseñan que no se deben


construir, sino que la iglesia debe reunirse por las casa.

Los que se dedican a estudiar y van en pos de la excelencia para


ejercer su ministerio de los que enseñan que no se debe perder
el tiempo en los seminarios, pues la mucha letra mata mas el es-
píritu es el que da vida (La mucha letra mata la ignorancia).

Miremos desde afuera para ampliar nuestra visión, ubicaremos


fuertes y poderosas agrupaciones dentro del propio cuerpo que
han delimitado sus terrenos con tan marcado énfasis que si al-
guien intenta entrar, deberá primero prestar el juramento de
rigor a esas delimitaciones. Asociaciones o Consejos Pastorales,
que en estos días se constituyen no para bendecir o ayudar al mi-
nistro, sino para, de acuerdo a caprichosos principios humanos,
decidir quien es digno de predicar el evangelio a las personas.

Una Iglesia Sufriente en tiempos difíciles y una vida santa

Hay muchas similitudes entre la carta y los sermones de Pedro


registradas en el libro de los Hechos, registrado por quien hacía
de secretario en ese momento. Pedro era un apóstol de Jesu-
cristo y autor declarado. Pedro fue martirizado alrededor del
año 67 bajo la persecución de Nerón.

Estos creyentes estaban siendo perseguidos simplemente por su


fe en Cristo (4:12). Ellos se describen como "extraños, disperso,"
"extranjeros de la dispersión" (1:1; Cf .Hechos 8:2-4). Son los
residentes extranjeros, extraños, es decir que viven en una tie-
rra extranjera. Probablemente son una mezcla de judíos y gen-
tiles, muchos de ellos nativos de Judá, pero sobre todo los cre-
yentes gentiles que se habían dispersado por todo el mundo
(1:14; 2:9-10; 4:3-4). Pedro uso la citas del Antiguo Testamento
parece indicar una audiencia judía. Sin embargo, la mención de la
idolatría apuntan a los gentiles, ya que ningún Judío jamás come-
tería idolatría desde el cautiverio en Babilonia en el año 585 an-
tes de Cristo (A.C.). La persecución es típica de alguien que vive
en una sociedad pagana y hostil. Tomó la forma de calumnia, los
disturbios, la acción de la policía local y el ostracismo social.

Pedro escribió para explicar el sufrimiento de los cristianos y


fomentar su fe en Cristo (2:11-12; 4:12-13). Él anima a los desti-
natarios de esta carta para alegrarse y vivir por encima de las
posibilidades, los cambios y las circunstancias en la vida. Pedro
trata de cambiar su enfoque de las dificultades para la gloria fu-
tura. La Esperanza en medio del sufrimiento es la que satura
esta carta.

Hay tres puntos de vista dominante en este pasaje difícil: "Algu-


nos entienden que esto significa que Cristo entre su muerte y
resurrección, descendió a los infiernos y se ofreció a los que vi-
vieron antes de que Noé una segunda oportunidad de salvación,
una doctrina que no tiene apoyo bíblico. Otros dicen que era sim-
plemente un anuncio de su victoria sobre el pecado de los que es-
taban en Hades, sin ofrecer una segunda oportunidad. Lo más
probable es una referencia a la predicación del Cristo pre-encar-
nado a través de Noé a los que, debido a que rechazaron el men-
saje, son ahora espíritus encarcelados".

La Iglesia está herida por los pecados de sus propios miembros,


pero Cristo ama a esa Iglesia y su Evangelio es la verdadera
fuerza que “purifica y sana”.

“Sé que este país ama a Cristo y ama a su Iglesia, que es su


cuerpo, aunque está herido por nuestros pecados, el Señor ama
esta Iglesia, y su Evangelio es la fuerza que purifica y cura”.
CAPITULO DOS

GRUPO
DE CHOQUE
Grupos de choque son soldados especializados en todos los
ejércitos para comandar la avanzada en los enfrentamientos. Son
soldados adiestrados y preparados para luchar en las etapas de
infiltración y forman parte del método de ataque en vanguardia.

Los hombres entrenados en estos métodos en algunos lugares


son conocidos como "hombre de tormenta", formados en com-
pañías de "tropas de asalto".

Las tácticas de los soldados de asalto todavía están en uso hoy


en día, de una forma u otra.

La historia demuestra que estos soldados de las fuerzas de cho-


que han atravesado grandes dificultades así como largas y dolo-
rosas batallas.

El objetivo inicial siempre ha sido ganar el lugar y tratar de ob-


tener una base para dar inicio a la batalla.

Al observar la vida de la Iglesia actual y recorrer un poco sus


pasillos, como así también un poco de su historia, descubrí que
existe un grave problema, que se manifiesta año tras año y que
se repite por aquí y por allá, siempre con graves consecuencias.

Lamentablemente no he visto demasiados libros dedicados a este


tema.

Me refiero a lo que les ocurre a los soldados de choque de la


Iglesia que van a la vanguardia en los campos de batalla.

Resulta fácil observar que en estos días se ha olvidado que el


enemigo es Satanás el diablo.
Nuestros actuales soldados de vanguardia, hoy no sólo deben lu-
char contra el enemigo que está enfrente, sino que deben cui-
darse de sus propios hermanos y compañeros de lucha, porque en
cualquier momento podrían ser apuñalados por la espalda.

Se mata y se asesina cruelmente a hombres de Dios que desa-


rrollan ministerios activos, revolucionarios y trascendentales.
Quizá por no encuadrarse en parámetros preestablecidos. Son
aniquilados por sus propios hermanos.

En todo ejército existe un grupo de soldados a los cuales se los


denomina: “grupo de choque” “soldados de primera línea”. Ese
valeroso escuadrón de hombres aguerridos, experimentados y
llenos de coraje, que en toda batalla están en primera línea, es el
grupo que decide la victoria.

Tienen cuerpos surcados de cicatrices, pero su mirada es victo-


riosa y su mano empuña con firmeza su arma en alto. Son los que
resisten el primer encuentro con el enemigo y soportan su furia,
sin importarles todo lo numeroso que éste sea. Por ninguna razón
le permiten traspasar sus límites, aún al precio de sus propias
vidas. Ellos son quienes ganan las batallas. Para eso existe el
grupo de choque o soldados de vanguardia.

Los pastores, los evangelistas, los maestros, los profetas, los


apóstoles, los que ejercen los distintos ministerios, son nuestros
soldados de choque, nuestros soldados de vanguardia, nuestro
valeroso escuadrón de primera línea.

Siempre adelante, recibiendo los más crueles ataques del


enemigo, (herida la cabeza, el rebaño será disperso) las primeras
heridas siempre se abren sobre sus cuerpos.

El diablo implacable impele contra ellos, sabiendo que muerto el


pastor, las ovejas quedarán a
merced de sus afilados dientes.

Pero estos hombres también lo


saben. En cada ataque parte de
su propia vida va cayendo en el
campo de batalla. Con coraje in-
descriptible van sacando fuerzas
de flaqueza y siempre están de
pie para soportar un nuevo
ataque y otro...y otro... y otro.
Su lema glorioso es: “Caído, pero
jamás vencido”.

He leído abundante literatura


cristiana en mis años de ministe-
rio. He caminado largamente por
los pasillos de la Iglesia y conti-
nuamente he oído el clamor de
personas que de una u otra
forma son afectados por
distintos tipos de enfrentamientos.

He visto a muchos de los grandes líderes de la Iglesia, puntas de


lanza, que estaban a la vanguardia del servicio del Señor, caer
aplastados por los celos y las envidias de hombres fríos, carnales
y sin visión espiritual.

He visto y oído a la Iglesia del Señor preconizar incansablemente


su llamado a la unidad y sin embargo seguimos tan lejos unos de
los otros.

He crecido en la Iglesia, oyendo proclamar la figura ideal del


pueblo de Dios: “orad los unos por los otros, consolaos unos a
otros”... Sin embargo, muchos líderes cristianos siguen sufriendo
sin consuelo.

He oído la voz de muchos hombres hablando con ira, celos y espí-


ritus contenciosos de sus propios compañeros de ministerio

He seguido de cerca la historia de hombres que han sido perse-


guidos a muerte por haberse atrevido a mirar con espíritu reno-
vador la eficacia de la predicación y llevarla a cabo.

He visto a hombres santos, varones de Dios, caer muertos ante


el azote y persecución implacable de las Organizaciones por una
simple propiedad, un lote de terreno, un edificio, un templo.

He visto al ministro sucumbir ante el poder de un cargo ejecutivo


de gran importancia, convertirse en esclavo de las Organizacio-
nes eclesiales y volverse indiferente ante las heridas de sus con-
siervos llamados por Dios.

Lamentablemente no he podido ver todavía una Organización ple-


namente sometida al servicio del ministro, del pastor, del hom-
bre.

Expreso mi más profundo reconocimiento al maravilloso pelotón


de choque de las fuerzas celestiales.

Estos hombres especiales que han aceptado el llamado divino de


ser Pastores de la Iglesia de Cristo.

Me humillo ante ellos y rindo el más alto de los honores a su va-


lentía y su coraje.
CAPITULO 3

EL MISTERIO DE
LAS SIETE
IGLESIAS
Apocalipsis 1:20 (RVR1960)
El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y
de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles
de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las
siete iglesias.

El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra.


Son los ángeles de las siete iglesias. Apocalipsis 1:20.

El Apóstol Juan describe que el Hijo del Hombre estaba entre


los siete candeleros de oro, que eran las siete Iglesias.

Pero añade que en su diestra, su mano derecha, tenía las siete


estrellas que eran los ángeles o Pastores de las siete Iglesias!...

Tremenda cosa es ésta!. Jesús sostiene a los pastores en su


diestra!...

En la palma de su mano, el Señor mismo te sostiene, te guarda y


te cuida. No estás sobre un mueble o sobre el suelo. Estás en
la mano de Dios. Las Iglesias no están en su mano. El se
mueve en medio de ellas, pero no están en su mano.

Cuándo guardas algo en tu mano?. Cuando algo es tan precioso


para ti que temes que pueda dañarse o golpearse o perderse, )no
lo guardas bien apretado en tu mano?.

Para el Señor Jesucristo, el Pastor es de más valor que cualquier


otro tesoro, aún que la Iglesia misma.

El guarda sus Pastores en su mano como un niño que aprieta


fuerte el caramelo que no quiere que los demás ni siquiera vean,
pero también como el más poderoso gigante capaz de humillar a
cualquier enemigo que pretenda arrebatarle su posesión más va-
liosa.

Hermano mío... ! Tú que has sido ungido por Dios como columna
de su Iglesia...! Tú que eres alto entre el pueblo...!

Tú que integras el Cuerpo Directivo de la agrupación Pastoral y


que tienes poder de decisión en tus
manos...!

Tú que fuiste separado del resto con


el propósito de que tomes las
decisiones que afectarán al Cuerpo
en su conjunto...!

Yo quiero advertirte en esta hora,


que para vida o muerte te ha sido
concedido ese poder...

Tremenda carga ha sido echada sobre tus hombros... Para vida o


para muerte de aquéllos que el Apóstol Juan en el libro de Apo-
calipsis llama ángeles y estrellas en la diestra del Hijo del Hom-
bre.

Me tomaré el permiso de insistir en esto con vehemencia.

Considera, hermano mío. Si el Señor quiso mostrarnos esta ima-


gen del valor que a sus ojos tiene un Pastor...

Será tarea fácil y liviana juzgar a estos siervos?...

Cuando un pastor cae en pecado o extravía su visión... ¿ No lo


sabe Él?.

Cuando sea necesario castigar a un ministro o corregirle...

Quién se apresurará a extender sus manos sobre Él para ha-


cerlo... ¿Tú, yo o el Príncipe de los Pastores?, 1Pedro 5:4.

Mientras más alto se ubique tu asiento, cuanto más principal sea


la labor a la cual Dios te haya ungido, tanto mayor será tu desa-
fío.

Tu desafío será cuidar a nuestros soldados en el campo de bata-


lla, nuestros soldados heridos en combate, restaurar las heridas
profundas de sus corazones, desviar sus miradas de las sutiles y
vanales proyecciones de la gran empresa cristiana y lo lucrativo
que a veces puede resultar el ministerio.

Cuidemos a nuestros Pastores, nuestros ministros, nuestros úni-


cos soldados de choque.

En estos tiempos, cuando nos preguntamos qué más podemos ha-


cer para ganar almas para el Reino de los Cielos y nos devanamos
el cerebro ideando programas de Radio y TV y Cruzadas cada vez
más atractivas y perfectas para acercar a los pecadores a los
pies del Señor, nos olvidamos de preguntarnos: Quién se ocupa
de los pastores?.

Es imprescindible cuidar al hombre, al ser humano, el pastor,


simple y sencillo, el que predica la Palabra, el que enseña el glo-
rioso evangelio.

Todos nos damos cuenta de la gran importancia divina que posee


el llamado del Cielo para el pastorado o para cualquier otro mi-
nisterio, pero el ministerio sin el hombre no funciona.

Necesitamos al hombre para que perdure el Ministerio.

Espero que esta reflexión obligue al hombre de Dios, al ejecutivo


de los altos cargos, a los maestros de pastores, a los líderes de
las grandes organizaciones, a los ejecutivos multinacionales, a los
profesionales del púlpito a reflexionar, a mirar con más cuidado
al hombre que sirve, al hombre que Dios llamó.

Este escrito será un pregón que luche por el ministro, que re-
clame que sea tenido en estima el hombre a quien Dios separa.

La Iglesia no existiría, si Dios no hubiese llamado a un hombre.


Dios llamó a hombres, no a Organizaciones. Estas han sido crea-
das para servir al hombre. Cuando este objetivo se diluye, la
Organización pierde su razón de existir.

“Tenía en su diestra siete estrellas”; dice el versículo 20: “El


misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de
los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de
las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las
siete iglesias”.

En esta parte del misterio de las siete estrellas y de los siete


candeleros de oro; el Señor se revela a sí mismo, como Señor de
la iglesia y de sus Siervos.

Él muestra una visión de Sí mismo; y acerca de Sí mismo Él no


habló nada porque Él mismo es la explicación de todo; pero ¿por
qué en medio de siete candeleros? Porque Él se identifica con
esos candeleros; decide morar en medio de ellos, y ¿por qué en
Su diestra siete estrellas? Eso sí lo explica.

Para entender esta parte del misterio, o sea el misterio de las


siete estrellas en Su diestra, en la diestra del Hijo del Hombre,
debemos recordar lo que vimos en aquel capítulo de la hermenéu-
tica del Apocalipsis; allí vimos que el Apocalipsis debe interpre-
tarse de una manera triple; o sea que hay un primer sentido his-
tórico, porque estas iglesias eran históricas, y se le dijo a Juan
que escribiera y lo enviara a esas iglesias, y él lo hizo de una ma-
nera concreta, histórica en el pasado; pero también se nos dice
en este libro que este libro es también una profecía. Tanto en el
principio como al final del libro se llama el libro del Apocalipsis
como una profecía: Bienaventurados los que oyen y guardan las
palabras de la profecía de este libro; desde el principio hasta el
fin Apocalipsis es llamado una profecía; de manera que también
tenemos que interpretar proféticamente el Apocalipsis; pero
también lo que se le habla a las iglesias, tanto histórica como
proféticamente, se le habla por el Espíritu a todas las iglesias;
es decir, para aplicarse en cualquier condición de la iglesia, en
cualquier época, donde algunas de estas cosas se den.
CAPITULO CUATRO

CON AMOR,
NICKY
Crónicas de un Pueblo Herido es un mensaje a la unidad
verdadera, un llamado a deponer principios propios y egoístas
para incentivar los principios del Reino de Dios.

Una voz que resuena en medio del fragor de la batalla para de-
cirnos: “no estás solo, el guerrero que está junto a ti, es de tu
mismo bando, es tu compañero de batalla, es parte de ti, es
miembro de tu cuerpo”. Cuídalo tú también.

Cuando conocemos a las personas que están sufriendo, envueltos


en sus dramas sin cura, sus noches de angustia y hasta de sole-
dad, quisiéramos contar con los medios, tanto divinos como hu-
manos, para brindar curación a las almas enfermas.

Pero también más molestos nos sentimos cuando conocemos a los


que causan el daño, a los que provocan las heridas, nos llenamos
de ira y hasta con pensamientos de acción que nos sugieren algu-
nas ideas de cómo hacerles saber que están haciendo mal, y qui-
siéramos quitarnos el cinturón y darles unos buenos cinturonazos
por sus malo modales y sus principios de herir a sus hermanos.

Entonces reaccionamos y recordamos las enseñanzas de nuestro


buen Dios. “Mia es la venganza y la retribución, a su tiempo el
pie de ellos resbalará, porque el día de su calamidad está
cerca, ya se apresura lo que les está preparado”, Deuterono-
mio 32:35. BLA.
Por ello debo decir que me sentí tremendamente impactado,
cuando leí este libro de Nicky Cruz, y me anime a tomar prestado
algunos párrafos de su inspirado libro “Despiértate Iglesia”
cuyo impactó modificaron profundamente mis sentimientos.

“Tú le preguntarás a Nicky Cruz, qué de las advertencias de Pa-


blo en Efesios 5:3-7. Sí, conozco muy bien en mi dolorido cora-
zón que esta escritura debe tomarse muy en serio. Pero note-
mos que va al encuentro del hermano pecador que se arrepiente...

“Si mi hermano, el evangelista, hubiera rechazado la autoridad


de Dios y si se hubiera burlado de la idea de que tendría que
arreglar sus malas cosas, yo no tendría otra opción que romper
mi amistad con él. Pero cuando mi hermano está en el proceso de
restauración, yo no debo patearle los dientes, denunciándole por
pecados pasados y perdonados, ni hacer algo que le cause tro-
piezo”.

Tenemos ya suficientes pecadores que no quieren arrepentirse;


no tratemos de humillar a aquellos que han dado la espalda a la
maldad. Recuerda la respuesta de Dios al arrepentimiento de
Nínive. El los perdonó cuando aún Jonás no lo hizo.

Hermanas y hermanos, me cuesta muchísimo poder expresarme


por tanto temblor que tengo al notar la nueva vergüenza que Sa-
tanás planea echar sobre Jesucristo y su Iglesia.
Realmente no repetiré lo que pueden ser terribles y falsos rumo-
res de pecado. Pero los llamo a ser intercesores de nuestros
amados hermanos y hermanas, ciertamente hay terribles acusa-
ciones en el aire.

Mientras escribía estas palabras, su amada esposa Gloria estaba


leyendo por sobre su hombro y susurrándole: “con amor Nicky,
con amor. No escribas con enojo, enseña con amor”. Y cuánta
razón tiene... 1

Hermanos y hermanas, el Señor ha puesto un mensaje de arre-


pentimiento y santidad sobre mi corazón. El amor de Dios es po-
deroso. A pesar de nuestro gran pecado, cuando le buscamos y
nos humillamos delante de El... y le obedecemos, El es muy pa-
ciente con nosotros.2

Somos un pueblo llamado a ser una unidad, por ello Jesús oró
“Padre, que sean uno, como Tú y Yo somos uno”. Distintos
pero uno sólo, con metas distintas, pero dentro de la gran meta,
de raza distinta pero hijos de un mismo Padre, de color de piel
distinto, pero con un mismo sentimiento, de un lenguaje dife-
rente pero con la misma expresión.

ORACION

1
Nicky Cruz, “Despiértate Iglesia”, Miami, Editorial UNILIT, páginas 28 y 29.
2
Nicky Cruz, “Despiértate Iglesia”, Miami, Editorial UNILIT, páginas 28 y 29.
Señor, Te pido que estas noticias sean mentiras. Si fuesen ver-
dad Padre, te pido que los ofensores caigan sobre sus rodillas
ante Ti en genuino arrepentimiento. Tú has perdonado a cada
uno de nosotros terribles pecados sin forzarnos a pasar ver-
güenza delante de nuestros familiares, amigos y compañeros en
la fe y especialmente delante de todo el mundo que mira con cu-
riosidad. Que sea así otra vez, Señor. Guardaste a Nínive de tu
terrible juicio.

Que sea así también para tus siervos, Señor. Sabemos que Tú
eres un gran Dios de perdón.

Tú ciertamente, siempre perdonas el sincero arrepentimiento.


De modo que, Señor, te pido que tengas misericordia de estos
hombres y mujeres de Dios, a los que como cristianos, amamos,
respetamos y en quienes confiamos.

Haz que vean sus pecados, si los tuvieren y que en privado y en


humildad te busquen de nuevo... Sí, Señor, líbranos de esta
nueva humillación que Satanás ha planeado para tu pueblo.
Guíanos a una nueva santidad, Padre. Haz que anhelemos ser
como Tú eres, en el nombre de Jesús, amén.” Nicky Cruz3

3
Nicky Cruz, “Despiértate Iglesia”, Miami, Editorial UNILIT, Página 28
CAPITULO CINCO

RESTAURACION
DE LOS CAIDOS
La restauración de un ministro caído debe ser la meta principal
de toda doctrina correctiva de la Iglesia, por ser una meta bí-
blica.

La restauración debe comenzar cuando el ministro caído reco-


noce su pecado, se arrepiente y reconoce su necesidad de volver
al camino de justicia.

Es necia aquella persona que, habiendo caído y comprendiendo su


error abandona la búsqueda del perdón y de la sanidad de su
alma.

La restauración abre generosamente las puertas para la reconci-


liación.

La Biblia enseña que quien haga volver a un pecador, habrá bo-


rrado multitud de pecados.

En la restauración el que había caído vuelve a ser amigo y fiel


compañero en la obra de la salvación de los impíos e incrédulos.

Los caídos llegan a convertirse en los más fieles camaradas y


compañeros de armas de los luchadores o guerreros celestiales.

Los que estuvieron caídos una vez vuelven a asumir su lugar en la


batalla y en el altar de Dios como miembros plenos de una comu-
nidad sana, fuerte y vigorosa.

Se consigue la meta con la restauración de la vida santa.

La Iglesia debe proveer una abundante fuente de perdón y una


inagotable provisión de comprensión, fortaleza y sanidad espiri-
tual.

La pureza de la Iglesia se verá fuertemente afirmada cuando co-


mience a preocuparse de que la justicia del Cuerpo de Cristo
priorice la recuperación del ministro caído.

La restauración debe preocuparse fundamentalmente por la jus-


ticia del individuo, para que pueda ser restablecido a la comu-
nión, no solamente con los demás integrantes del Cuerpo de
Cristo y del Ministerio sagrado, sino especialmente a la comunión
con el Santo Espíritu de Dios. Esta será la forma en que la Igle-
sia no sólo se purifique a sí misma, sino que purifique a sus inte-
grantes y en especial a su liderazgo.

Ser restaurado significa más que arrepentimiento, es haber sido


perdonado.

El pecado daña, debilita la resistencia, endurece la conciencia,


envilece los apetitos, brutaliza los instintos. El pecado forma
hábitos y cambia el carácter.

Los caídos necesitan ser sanados y rehabilitados.

No empleo la palabra restauración para referirme al hecho de


ser restaurado a la comunión, sino que la utilizo como camino de
vuelta a la santidad donde caminaba la persona antes de la caída.

De hecho en la práctica significa algo más de lo que sugiere la


definición de la palabra misma, ya que persigue que la persona,
separada por Dios en su momento, llegue a ser mejor servidor
del Ministerio y desarrolle su obra con más fuerza.
Pues el que más recibe, más entrega.

Siempre el arrepentimiento será la gran puerta de entrada.

Le pregunté a un alto ejecutivo de una organizacion de carácter


pentecostal muy grande en el país, si ellos disponían de un minis-
terio de restauración y si aplicaban una disciplina correctiva
sanadora a los que en su momento por alguna razón habían caído.

Con asombro me contestó que ésa era una respuesta reservada y


que estimaba que no era tema de una consulta simple y casi de
tipo callejero. Por último, esbozó una respuesta esquiva y se li-
mitó a decir: “Bueno, la disciplina es un asunto muy difícil en el
ministerio y casi no es aplicable al cuerpo ministerial, sino a la
congregación. La disciplina correctiva no funciona en el nivel mi-
nisterial”.

¡Qué lástima sentí por este grupo pentecostal!. Lamentable-


mente, el tiempo me ha permitido comprobar que existe un alto
porcentaje de ministros caídos sin esperanza de ningún tipo de
restauración o sanidad espiritual. Las tentaciones han hecho
sucumbir a muchos de ellos ante el sexo, el dinero y el poder.

Los esfuerzos desorientados para restaurar crean resentimien-


tos y divisiones. La persona que va a ser restaurada espera pri-
vacidad, comprensión, amor, lealtad. No que su caso sea tratado
por una comisión que tiene como meta “cortarle la cabeza".

Esta última actitud obliga a ese ministro a que salga de las filas
del cuerpo ministerial al que pertenece y deba comenzar a mirar
en otros grupos, donde no se lo conozca y no se preocupen por
averiguar el pasado del candidato. Esto en ninguna forma es la
solución, más bien agrava la enfermedad.

Ese tipo de ministros jamás sanará, sino que se verá obligado a


contraer enfermedades más y más dañinas.

Necesitamos los ejecutivos pacificadores, los que aceptan el


precio de ser padres ministeriales, dotados de alta capacidad de
comprensión, de perdón, de amor, de respeto, de preocupación
por la obra de Cristo, generadores de arrepentimiento, genera-
dores de autoestima, originadores de comunión, proveedores de
comunión, entregadores de poder del Espíritu Santo.

La ausencia del arrepentimiento en la etapa restauradora debe


preocuparnos grandemente. Puede haber pecados no confesados,
porque no se ha propiciado la suficiente apertura.

Todo pecado debe ser perdonado, si en total sinceridad el minis-


tro caído lo ha confesado a Dios o a su ministro confesor.

La disciplina inapropiada endurece a los caídos. No sólo falla en


su meta de restauración, sino que refuerza las malas actitudes y
petrifica el carácter deformado.

Si los esfuerzos para establecer una buena restauración son bí-


blicos, sin duda que se tendrá un excelente resultado. Sin em-
bargo debemos tener presente que por más que se apeguen al
fondo bíblico, si no están presentados por una persona de gran
carácter perdonador y comprensivo, pueden resultar insanos y
destructivos.
Uno de los grandes errores en las organizaciones eclesiales, es
aceptar el hecho de que las mayores autoridades son las que
aplican una mejor disciplina correctiva.

Suponer que por el hecho de poseer los cargos ejecutivos más


altos, ciertas personas disponen de la capacidad de restaurar a
los caídos, es un error grave.

El temor a ellos como autoridades traerá aceptación del uso de


los principios bíblicos de restauración, pero en ningún caso pro-
vocará arrepentimiento.

El amor y respeto por ellos producirá buena conducta, pero no


sanidad espiritual. La grave enfermedad permanecerá y cada
vez será más destructiva.

El resto del cuerpo ministerial podrá observar en el transcurso


del tiempo los malos hábitos y los caracteres deformados que se
hacen cada vez más poderosos en las vidas de sus amados com-
pañeros de milicia, provocando una presión que al ser insosteni-
ble, estallará con graves consecuencias.

¿Cómo y quiénes, entonces, están divinamente separados para


ejercer la restauración de sus hermanos? Conforme está es-
crito: “Por sus frutos los conoceréis”, los Bernabé se destacan
entre el pueblo, como las moscas en la leche. Son tan escasos
que nunca pasan desapercibidos.

Yo sugiero que las altas autoridades de la Organizaciones tomen


como prioridad en la defensa de la sanidad del liderazgo del
Cuerpo de Cristo, la formación de “Comités”, “Comisiones” o como
queráis llamarle, integrados por estos Bernabé, cuyo afán pri-
mordial sea la recuperación de todos los Siervos de Dios extra-
viados y enfermos en el camino.

Es la obra del Espíritu Santo, el amor del líder ministerial, la


comprensión del comité de restauración y el respeto de los com-
pañeros, los que producirán un verdadero arrepentimiento y un
anhelo de volver al camino de la santidad y de la libertad de con-
ciencia. A vivir con un espíritu libre y gozar de la plena unción
del Espíritu Santo, recibiendo la total manifestación de los do-
nes.
CAPITULO SEIS

LIBERTAD
DE ESPIRITU
"Porque el Señor es el Espíritu
y donde está el Espíritu del Señor
hay libertad".
2º Corintios 3:17,
La libertad es la meta primaria de la restauración.

Cristo pagó un alto precio por nuestra libertad, para que noso-
tros la disfrutemos a pleno.

El Espíritu Santo es el que nos libra al revelarnos el evangelio. La


libertad abunda en la presencia del Espíritu. La verdad es el ca-
mino por el cual El nos imparte la libertad. El Espíritu nos hace
libres al quitar el velo que oculta la verdad.

Es necesario comprender que toda persona caída ha perdido el


privilegio de su libertad; por ende se encuentra extraviado y
confundido.

El ministerio de la restauración será el encargado de llevar a


través de la oración y comunión al candidato a la comprensión de
la verdad real de su estado espiritual. (A veces una persona
caída no se da cuenta de su estado).

La verdad aparecerá libremente y exigirá la pronta recuperación


del caído.

El Espíritu Santo revelará lo más oculto y demandará la confe-


sión de los pecados secretos que impiden la vida en libertad. En-
tonces la persona caída se sentirá envuelta en la misericordia de
Dios y lo buscará hasta que lo encuentre y luego buscará la co-
munión con el resto de sus compañeros.

El grato desafío que resulta a los líderes espirituales y ministe-


riales, es la búsqueda de sanidad espiritual para sus compañeros
de labor.
El Apóstol Pablo en sus sanos consejos dice: “el que esté firme,
mire que no caiga”. Aunque el trasfondo del verso se refiera a la
firmeza de la fe, bien puede ser aplicado al cuidado ministerial.

Quizás se pueda pecar en algunas ocasiones con respecto a la


certeza de dónde se está parado para la realización del ministe-
rio y se olvide que la principal labor de Satanás el diablo es bus-
car la ocasión de hacer caer a una de las cabezas de la Iglesia.

Creo que corresponde que cada uno de nosotros nos apoyemos


unos a otros. Nos ofrezcamos nuestra mano y ánimo para resis-
tir en el día malo y después de ello permanezcamos firmes en la
proclamación de las buenas nuevas.

Muy popular se ha hecho en estos días la letra de un estribillo


musical que se ocupa mucho en servicios de camaradería y con-
fraternidad cristiana. Su letra es la siguiente:

“Hermano, estoy orando por ti,


Hermano, estoy orando por ti,
Cuando tú te sientas solo
Y tu corazón quebrado,
Recuerda, hermano,
Estoy orando por ti”

Debo reconocer que posee una hermosa y contagiosa música, y


que sus palabras son muy emotivas. Pero en la práctica no se
cumplen estas cristianas palabras.

Pues, cuando las noticias indican que uno de nuestros hombres de


Dios ha caído, se puede vislumbrar una extraña sonrisa en labios
de algunos y hasta se puede contemplar el perfil de algunos pen-
samientos que indican que ahora que este santo varón ha caído,
yo podré quedarme con sus creyentes, lo que permitirá aumentar
mi congregación y por consecuencia las entradas de mi iglesia se-
rán incrementadas.

Cuando codicio algún bien de mi


hermano, estoy apuñalando su es-
palda.

Cuando no quiero perdonar a mi


hermano que ha caído ni siento com-
pasión de él, mi indiferencia es el
arma que remata al soldado herido.

Cuando en mi congregación comienza a florecer un líder con


atributos ministeriales tan fuertes como los míos y le niego
campo para su desarrollo por temor a que opaque el brillo de mi
estrella, estoy despedazando mi propio hijo.

Recurriré a la capacidad de recordar, ya que he mencionado


antes: “Los demás ministros y hombres de Dios que
desarrollan ministerios eficaces no son nuestros
enemigos, sino nuestros compañeros, nuestros
aliados, nuestros hermanos en la guerra contra el
pecado y el imperio de Satanás”.

No destrocemos a este querido soldado que ha sido herido en


batalla, no matemos a nuestro heroico guerrero que valiente-
mente lidiaba en los frentes, no seamos una sociedad despiadada
que despedaza a sus propios hijos.

Cuidemos a nuestros héroes de guerra.


CAPITULO SIETE

LA SOLEDAD
MINISTERIAL
Luego de examinar diferentes historias de las vidas de hombres
de Dios, me sorprendió mucho descubrir la gran soledad que em-
bargaba sus días. De hecho los Pastores viven en soledad fami-
liar, ministerial, social y cultural.

¿Cómo es esto? Permítanme explicarles... La sociedad no los ve


como a personas comunes, sino que siempre la visión que tiene del
Pastor supera todo lo que se puede esperar de un hombre simple.

En su entorno cultural, los límites son muy marcados, ya que él


está obligado a ofrecer, con sus actividades y actitudes, todo lo
opuesto a lo que ofrece la cultura globalizada y desprejuiciada en
la que hoy vivimos.

Él está puesto para marcar las diferencias. Está solo ante la


toma de decisiones y no puede equivocarse, ya que todos los ojos
están puestos en él. La gente espera que él sea infalible. La
presión es insoportable.

En cuanto a su obra eclesiástica, es lamentablemente cierto que


el Pastor está terriblemente solo en su contexto ministerial.

Recuerdo las palabras de uno de nuestros grandes predicadores


televisivos contemporáneos: “la soledad es fuente principal de
la caída de la gracia del Señor”.

¿Cómo combatir la soledad? Para responder esto comencemos


preguntándonos ¿Cómo y por qué se produce la soledad mi-
nisterial?

He hecho estas preguntas en reiteradas ocasiones. Mis entre-


vistados eran de etnos muy distantes. Los lugares han sido muy
variados, como encuentros ministeriales, retiros ministeriales,
Escuela de Ministerios, etc.

He recibido respuestas en varios idiomas, sea dicho de paso, que


me dieron buen trabajo para encontrar la correcta traducción de
la intención. Pero en todos los casos el significado era casi el
mismo. Escuchad...

La soledad ministerial es una con-


dición propia de las personas que
ejercen el ministerio de la predi-
cación y es muy difícil de sobre-
llevar por quienes, por su idiosin-
crasia, son frágiles emocional-
mente. Aún resulta particular-
mente duro a personas de carác-
ter fuerte, emocionalmente ma-
duro y capaz de sobrellevar cim-
bronazos sin ser derrumbados.

Los miembros de toda congrega-


ción tienen una imagen distorsio-
nada de su Pastor, sin importar
con cuánto esfuerzo él trate de
hacerles comprender que por el hecho de ser hombre, está su-
jeto a las mismas pasiones y aflicciones que todos ellos.

Ellos creen que por ser el ministro, él tiene todas las respuestas,
conoce todas las situaciones que vive el pueblo y sabe cómo en-
frentar cada una. Piensan que es un iluminado y que Dios trata
con él acerca de la vida de sus congregados. Prácticamente casi
se lo considera infalible.

Querido hermano, aunque se desee con todo el corazón cambiar


esta visión del pueblo, esto nunca se logrará porque ven el trato
personal con que Dios nos ha llamado al Santo oficio. Esta dañina
sobrevaloración es parte del precio que se debe pagar por ser el
portavoz divino. Quizás algunos más despiertos entiendan la
realidad, pero para un alto porcentaje de los congregados, su
pastor será siempre, el súper pastor.

La mente de los miembros ¿cómo podría concebir la imagen de un


pastor débil, problemático, enfermizo, depresivo, ignorante, fla-
cuchento? No, de ninguna manera. Para ellos el Pastor debe dar
el ejemplo de fortaleza en todos los aspectos y órdenes de la
vida. Debe ser la roca que resiste todas las tormentas, debe ser
el fuego que calienta los inviernos, debe ser la brisa que re-
fresca los veranos. ¿Pensar que el pastor es una persona igual
al resto, que puede ser afec-
tado por el entorno y que
puede ser vencido? ¡Imposi-
ble!!!.

Muchas veces enseñé a los


miembros de mi congregación,
que yo no era un Superman o un
superhéroe, sino que era un
hombre común y que sufría al
igual que cada uno de ellos por las distintas aflicciones que en-
frentaba.

Por algún tiempo


parecía que enten-
dían la situación,
pero cuando ellos
mismos debían en-
frentar algún pro-
blema, por más pe-
queño que éste
fuese, olvidaban
todo y acudían a mí
buscando su solu-
ción. Pero sin ad-
mitir siquiera la po-
sibilidad de que yo
no tuviese la res-
puesta. Yo debía
tener la solución, sí
o sí.

Querido Pastor... ¿Cuántas horas pasaste ante el Señor interce-


diendo por los creyentes de tu congregación? ¿Cuántas veces tu
tranquilidad y la de tu familia fueron perturbadas porque no lo-
graste conservarte al margen de los dramas de tus creyentes?
Aún más, ¿Cómo te sentiste aquellas veces que todos tus esfuer-
zos resultaron inútiles y fuiste tenido en menos por tus miem-
bros, que te “castigaron” yéndose a la congregación de otro pas-
tor más “poderoso”?.

Quizás también te haya ocurrido que, mientras más cuidaste a un


creyente, más exigió
él de ti... y más... y
más... Y decía:

“Después del Se-


ñor, mi Pastor es lo
más importante
para mí...”.

Sin embargo, cuando


no pudiste darle lo
que quería, su de-
silusión fue tal que
renegó de ti, olvidando los múltiples bienes que le diste y buscó
un nuevo pastor.

El gran problema, el cual siempre mencionaré, insistiré en él y lo


proclamaré a voz en cuello, es que “el ministro sólo es una
persona”. No es un ser especial, no es Dios, ni siquiera un pe-
queño dios; es simplemente un servidor de Dios, sólo es una voz
de Dios que llama a los hombres a entablar una relación personal
con su Creador.

Como consecuencia de esta situación, el ministro no puede


abrirse con ninguna persona en particular de su entorno, porque
al hacerlo estaría revelando una flaqueza y traspasando su carga
a alguien que no tiene nada que ver con su situación y que ni si-
quiera tiene la oportunidad de vivir las experiencias que él está
viviendo con Dios. Al hacerlo, destruye la confianza de estas
personas en su pastor.

Aunque en muchas ocasiones el ministro comparte los problemas


de su labor con su esposa, hay situaciones en las que no lo puede
hacer, por temor a dañarla. El amor por su pareja y por sus hijos
hace que levante una especie de cerco alrededor de ellos y los
aísle de los hechos hirientes de su trabajo. Los necesita como
parte de su función ministerial en la música, en la guía de algunos
quehaceres internos, administración o liderazgo de departamen-
tos. Por esto no puede permitirse el ponerles cargas que ellos
no pueden llevar.

Entonces... ¿Qué debe hacer? Enfrentar el turbión en sole-


dad. Sólo Cristo
podrá compartir
sus dudas o angus-
tias.

Puede disfrutar y
gozar de la unidad y
comunión en amor
de su familia, es-
posa e hijos, nietos, padres y abuelos, pero no puede disponer de
ellos en los momentos de toma de decisiones trascendentales,
por temor a dañarlos. Prefiere sufrir en silencio, para prote-
gerlos.

He visto a muchos matrimonios trabajando en forma muy unida


en la guía de la congregación, compartiendo las responsabilidades
y privilegios.

He llegado a pensar que esto es muy bueno, pues entonces el


pastor no estará afectado por la soledad ministerial. Después la
experiencia me demostró que no importa cuál sea el grado de
unidad que esposa y esposo tengan en la administración de la
congregación.

Siempre, en los momentos difíciles de tomar decisiones muy


fuertes, el esposo, en forma muy suave, ha retirado a la esposa
de la escena. Por amor, para que no resulte herida y ha enfren-
tado el problema prácticamente solo.

Un aspecto importante que motiva esta actitud es que el Pastor


tiene mucho miedo de dañar espiritualmente a su familia, princi-
palmente a sus hijos, porque en el fondo de su corazón sabe que
debe prepararlos para que, cuando sean grandes, continúen la la-
bor en la que ha invertido su vida: la predicación del evangelio.
Corona que todo Pastor desea para sí, ver a sus hijos sirviendo al
Señor.

Cuando un Pastor tiene un problema serio, tampoco puede usar la


confianza de sus colaboradores (diáconos, líderes, ayudantes),
porque ellos son parte de su congregación y están allí para ayu-
darlo a realizar la labor pero no para decidir la forma en cómo se
la debe realizar. El hacerles parte de sus problemas revelaría la
persona de un pastor que no puede confiar totalmente en Dios y
que pide ayuda a los más débiles. Además, alguno de ellos podría
ser influenciado para asumir una posición no favorable a ciertos
miembros de la congregación.

¿Por qué entonces no acudir a sus camaradas, los otros mi-


nistros de su ciudad con los cuales mantiene cierto grado de
amistad? Quizás por miedo a generar desconfianza y a ser cri-
ticado y juzgado.

Estos son algunos de los hechos que determinan la peor de las


soledades, la soledad ministerial. Esto es difícil de entender,
pero es la realidad. El Pastor tiene infinidad de manos extendi-
das hacia él y todas con el sano anhelo de servirlo y ofrecerle su
ayuda incondicional,
pero lamentablemente
él no las debe tomar ni
tiene el derecho de
aceptarlas, por temor a
causarles graves daños.
El deberá ser muy sen-
sible a la voz del Espí-
ritu Santo. Esta es la
única ayuda, la única
mano que él puede tomar.

Es como estar dentro de una burbuja. No se puede comparar el


hecho de encomendar a un miembro o colaborador para que
realice determinada labor en el servicio del templo, como consul-
tarle sobre una decisión a tomar del servicio ministerial; ésa es
una responsabilidad que no se puede compartir.

Los jóvenes de la Iglesia, con sus insostenibles problemas, acu-


den a su pastor, porque sólo él los puede ayudar. La respuesta
debe ser personal e íntima, entre ellos solamente. Lo mismo su-
cede con las damas de la Iglesia y con los caballeros de la con-
gregación.

Es la respuesta personal del Pastor la que esperan los matrimo-


nios que están teniendo problemas de convivencia. Es el consejo
pastoral lo que exigen los padres al consultar al pastor, por la
pérdida de virginidad imprevista de sus hijos. Es la intimidad de
la relación pastoral para confesar el pecado de adulterio o forni-
cación lo que es-
pera el avergon-
zado creyente.

Nadie espera que


su Pastor comparta
con sus colaborado-
res lo que ha oído.
Nadie espera que
su Pastor, después
de entrevistarlo
salga a pregonar los
secretos de confe-
sión, pues entonces
se pierde la autori-
dad de ministro.

¿Qué hacer frente a todo este volumen de situaciones a re-


solver? No es sencillo, pues la equivocación pastoral no tiene
segunda oportunidad.

Ahora, ¿Por qué no acudir a los ejecutivos de su Organiza-


ción? Porque los ministros que ejercen los cargos ejecutivos
también son pastores con congregaciones a cargo y por ende
cargan mayores bultos de responsabilidad y soledad ministerial.

¿Qué hacer frente a esta grave enfermedad? Sin duda, la


respuesta no es fácil, ni tampoco ligera. Demanda tiempo, es-
fuerzo, reflexión, autoexamen.

Por sobre todo, demanda la premisa de entender que el ministe-


rio sagrado es de vital importancia.

Pero más importante que el ministerio en sí es la vida del


hombre que ejerce el ministerio. Entonces, antes de cuidar el
ministerio, que a fin de cuentas se cuida solo porque proviene de
Dios, nuestra meta es cuidar profundamente al hombre. Algunos
pensadores sugieren la importancia de que el Pastor debe tener
por lo menos dos días por semana exclusivamente para él. Uno
para disfrutarlo con su familia íntegramente y uno para él solo
como persona. Para autoanálisis, reflexiones, renovación física,
emocional y espiritual.

Mi propósito personal es sugerir a los altos ejecutivos de las Or-


ganizaciones que establezcan Ministerios de ayuda ministerial.
Hombres con gran capacidad de comprensión, maduros, pacien-
tes, de amplio contexto intelectual, social, cultural, espiritual,
familiar, pasional, perdonadores, aptos para oír confesiones, se-
guros para brindar consejos sabios, no métodos humanos de in-
fluencia dañina, capaces de abrazar sin exigir nada a cambio,
fuertes para amar pero sin exigir amor. Valientes para aceptar al
pecador, pero sin aceptar el pecado.

Creo que una muy buena medida sería disponer de ministros con-
fesores que puedan oír la confesión de sus compañeros, sin la
idea preconcebida de que todo aquel que ha sido víctima de una
tentación, o aún más, que ha sucumbido ante una tentación, me-
rece que se le corte la cabeza y sea expulsado del ministerio, con
la proclamación vergonzosa de su pecado.

Es mi convicción personal que en toda Convención o Asamblea de


Ministros debe haber un tiempo para ministración personalizada
a los mismos. Oportunidad en que se les brinde la seguridad de
que no están solos, de que no son solamente los únicos que deben
salvar las almas, sino que son parte de un fuerte grupo, que más
que compañeros de batalla, son un cuerpo y que unos y otros se
ayudan recíprocamente.

Nos tomamos tiempo en todos nuestros servicios para ministrar


al pueblo la bendición que debe ayudarles en sus problemas dia-
rios. Con mayor razón debemos ministrar a los hombres de Dios.
Ellos necesitan más que nunca de la ayuda de sus compañeros y
especialmente de las personas que ejercen el ministerio apostó-
lico sobre ellos. El estar en el ministerio no significa ser fuerte
y valiente y que no se vaya a sentir miedo en el momento de en-
frentar los gigantes.

Muchos a veces lloran, porque están terriblemente solos y llenos


de miedo. Alguien debe ayudarlos.
¿Quién ayudará al ministro solitario? Tú, mí querido hermano.
Tú que has sido llamado por Dios a ejercer el cargo de ejecutivo
de tu Organización y se te confió la difícil tarea de pastorear a
los pastores.

Escuché al Dr. David Gramos4 predicar en un culto especial del


ISUM, mientras cursaba el tercer seminario, de la importancia
de generar amigos. Para esto debíamos invertir parte de nues-
tro ocupado tiempo y posponer algunos de nuestros obligados
compromisos con la actividad pastoral.

Para conocer personas que piensan y realizan actividades afines


a las nuestras. Debíamos buscar pastores con los cuales desarro-
llar una cálida y curativa amistad.

Por supuesto, nuestra amistad con colegas no será la solución de


nuestra soledad ministerial en cuanto a la toma de decisiones,
pues éstas son personales. Pero la confraternidad y descendi-
miento en los encuentros ayudará fuertemente a enfrentar los
embates futuros.

Se necesita con imperiosa urgencia contar con amigos. Lamenta-


blemente, mi querido colega y hermano, no puedes tomar amigos
que no sean de tu entorno pues tú necesitas amigos que piensen y
sientan como tú.

Que no te influencien en sentido negativo, sino que recibas ayuda

4
M. David Grams, Director Internacional, por más de 25 años y profesor emérito del
ISUM, que funciona en sedes móviles a través de los países de América Latina y autor de
numerosa literatura cristiana.
positiva de ellos y también que tú les devuelvas influencia posi-
tiva.

Los expertos dicen que la mejor receta o medicamento para


vencer la más cruel de las enfermedades es la amistad. Una
persona que está rodeada de amistad y afecto pronto se levan-
tará de su lecho y aún si la enfermedad fuese de muerte, será
aniquilada cuando dos o tres estén unidos orando para que el an-
helo de seguir viviendo sea una realidad. (Le aconsejo leer la pa-
rábola de los cuatro amigos, Lucas 5:17 al 20)

Jesús enfatizó fuertemente la importancia de contar con buenos


amigos, colaboradores e hijos y aún dijo: “No os llamaré siervos,
sino amigos” Juan 15:15.

LA AMISTAD

ES UN TONICO

INSUPERABLE
Con este pensamiento, leyendo el libro “Historia del Cristia-
nismo”, Tomo I, del autor Kenneth Scott, descubrí algo que me
ayudó mucho. El menciona que la obra de Pablo Apóstol se carac-
terizó por formar vidas en su hijos espirituales, pero también
por ser fuertemente influenciado y ayudado por amigos íntimos.

Quiero exponer y describir ante vuestro entendimiento las ac-


titudes de cuatro personas muy conocidas por nosotros en la Bi-
blia, las cuales pueden ayudarnos concretamente en nuestros
días. Por ello aconsejo que todo ministro debe tener presente a
estas tres personas en su vida.

Estoy hablando de Pablo, Bernabé y Timoteo. Ojalá que al leer la


historia de sus vidas, pueda nacer en nosotros la necesidad de
buscar esta clase de personas para tenerlas a nuestro lado. Con
total seguridad, la misericordia de Dios no quedó en el pasado y
aún hoy nos proveerá de modernos Pablos, Bernabé y Timoteo.

ORACION

Ruego a Dios que la experiencia vivida por muchos ministros que


no supieron enfrentar la soledad ministerial, cayendo de la gracia
y el ministerio, no se repita jamás y que Él nos ayude a los que
seguimos adelante con esta sagrada labor.

Y que podamos aprender que no somos los hombres de hierro que


nada ni nadie puede dañar, sino que somos hombres comunes que
requerimos ayuda urgente. Y que no podemos buscar ayuda
fuera de nuestro entorno, ni siquiera a nivel de la congregación.
Nuestra ayuda humana debe provenir de nuestro selecto grupo
de ministros amigos solamente.

Señor, da a Tu Iglesia hombres piadosos, sabios y perdonadores,


Apóstoles capaces de cuidar y respaldar tus siervos en la su-
prema tarea de predicar el evangelio.
CAPITULO OCHO

EL CANSANCIO
PASTORAL
El cansancio es una realidad natural en la vida de un Pastor. Todo
lo creado está sujeto a la segunda ley de la termodinámica. Todo
decae. Pero también es cierto que el Señor nos ha dado una fa-
cultad renovadora y regeneradora que debemos aprovechar al
máximo.

Puede que no se diga nada nuevo aquí porque muchos de vosotros


los pastores me anteceden en el ministerio pastoral. Pero me
anima compartir con ustedes estos pensamientos porque sé que
después podremos intercambiar experiencias y aprender los unos
de los otros.

Lo que voy a compartir con ustedes es el fruto de los consejos


que recibí de mis pastores, y algo de mi propia experiencia.

Para comenzar es bueno que entendamos lo imprescindible que


nosotros establezcamos el programa de actividades que desarro-
llaremos en la iglesia local que pastorearemos, nunca podemos
dejar que la gente crea que estamos disponibles 24 horas al día
sin hacer nada, esperando que ellos vengan a traernos sus pro-
blemas.

Nosotros tenemos la capacidad para vivir adelantados a las vi-


vencias emocionales y espirituales de nuestros congregados.

Cuando ocurre que los miembros quieren controlar nuestra acti-


vidad del día, nos sucederá que daremos vueltas en círculos que
no conducen a ninguna parte hasta llegar a perder la visión clara
de los objetivos que Dios ha puesto en nuestro corazón.
Si esto sucede, nos encontramos preparando el mensaje del día
domingo el sábado por la noche cansada y sin fuerzas.

Cuando esto acontece, se nos ol-


vida la importancia de la oración,
nos exponemos a caer en la rutina
y a depender de nuestras propias
fuerzas y humana sabiduría.

Cuando somos dueños de nuestra


vida diaria volvemos a ser dueños
de nuestras actividades, nuestra
familia recupera un esposo y un padre o madre.

Para ejercer la propiedad de nuestra vida diaria debemos desa-


rrollar una teología del ministerio.

Hay tensiones y frustraciones por causa de la superficialidad en


la predicación. Porque para realizar el ministerio de la Palabra es
necesario sumergirnos en las Escrituras sin prisa, si es que que-
remos ministrar, proclamar, nutrir, enseñar y aconsejar eficaz-
mente.

La superficialidad es una de las mayores maldiciones de la nues-


tra época. El hedonismo o búsqueda de la satisfacción inmediata
refleja que afecta a tantas personas en nuestros días incluidos
los cristianos. De ahí que muchos no puedan usar sus dones, no
por carecer de ellos, sino por la falta de profundidad de su tie-
rra.

Hemos olvidado, si es que alguna vez se nos enseñó y lo hemos


practicado, la importancia de pasar tiempo tranquilamente con el
Señor, en meditación, en reflexión, sin hacer nada más.

Quizá por eso perdemos tan fácilmente el rumbo, la dirección, el


sentido y esto desarrolla un caldo de cultivo propicio para las
frustraciones y depresiones. La prisa y la fe no pueden ir de
la mano.

Sólo así podremos estar seguros y relajados en los momentos de


predicar y aconsejar.

He conocido a pastores que han sido insultados por no dedicar


tiempo a labores administrativas o sociales.

Hemos permitido a veces la intromisión de personas que organi-


cen nuestra actividad diaria y las funciones administrativas e in-
fructuosas que poco a poco y paso a paso la definición del pastor
como "Ministro de la Palabra" se ha convertido casi en un eufe-
mismo.

Sin embargo, sólo podremos hacer bien nuestro trabajo si con-


tamos con tiempo suficiente para estudiar la Palabra de Dios y
dedicar tiempo a la oración, para que la predicación y la ense-
ñanza recobren la dimensión, dignidad y eficacia que les corres-
ponden; para la preparación de otros hombres y mujeres idóneos
para la obra del ministerio, para la visita de los enfermos y debi-
litados, y para el consejo a quienes están a nuestro cargo.

No debemos dejar de hacer estas labores fundamentales por


ninguna otra actividad administrativa.
Si delegamos las funciones administrativas de la iglesia, y permi-
timos que los hermanos ayuden a sus hermanos a descubrir los
dones, ministerios y operaciones que el Señor reparte entre sus
hijos e hijas, nuestra vida diaria fácilmente tendrá tiempo para
nosotros mismos, para nuestras familias, para algún pasatiempo o
deporte, para evitar muchas frustraciones, depresiones, enfer-
medades y abandonos. Mateo 6:25.

Tenemos la "manía" de acumular preocupaciones, adelantar acon-


tecimientos, almacenar penas, guardar resentimientos, archivar
quejas, refugiarnos en viejas heridas y toda una larga serie de
actitudes que no nos permiten vivir el momento presente, el día
que hizo el Señor, en el que por estar enredados en las penas que
hemos permitido anidar en nuestro corazón, nos pasan inadverti-
das las mil y una oportunidades de servir y testificar.

Después de nuestra
partida, el Espíritu Santo
quedará ministrando donde
nosotros hayamos dejado
nuestras palabras, nues-
tras risas o lágrimas,
nuestra caricia o nuestro
silencio. Lo que nos
corresponde hacer a
nosotros es orar y confiar, dejando a las almas y las situaciones
en manos del Señor.

La ansiedad nos hace poner nuestros corazones en la dirección


equivocada. Y si nuestros corazones no están en la dirección del
Espíritu Santo, nos llenaremos de un variado y pesadísimo equi-
paje que sólo es impedimenta para el viaje.

Como mi mayor pretensión no es la de decirles cosas nuevas, sino


compartir con vosotros a corazón abierto, me atrevo a decirles -
mejor recordarles- que nosotros no somos iniciadores. La inicia-
tiva siempre es del Señor. Nosotros sólo somos herramientas. Y
lo fundamental de una herramienta es dejarse usar, poniéndose
tranquilamente en las manos del Divino Artesano.

Puede parecernos una ironía, pero el arte de esperar, de descan-


sar, es el mayor esfuerzo que muchos pueden hacer hoy, princi-
palmente por causa de no haber sido enseñados al respecto; pero
también en parte porque puede que no haya nada más contrario a
la naturaleza humana que la práctica de la espera.

Después de la fe, no hay una gracia más importante que la capa-


cidad para esperar, y, naturalmente, esperar liberados de car-
gas. No tiene sentido ir a Jesús para estar con Él unos minutos y
regresar al trabajo sin haber dejado nuestras cargas a sus pies.
Y las cargas se depositan a los pies del Maestro cuando pasamos
tiempo con Él; tiempo de calidad, de compañerismo, de sosiego,
de reposo, de oración callada. Alguien ha dicho que con nuestra
tendencia tan mercantilista de definir a las personas en términos
de lo que producen es un auténtico milagro que lleguemos a com-
prender la importancia del reposo, de la espera en el Señor. La
mejor cura de la ansiedad es la desaceleración. Si trabajamos
más despacio todo irá mejor. Hemos de hacer las cosas "sin
prisa, pero sin pausa", dijo alguien bastante acertadamente. Pero
creo que otro fue quien acertó más exactamente al matizar que
debemos hacer las cosas" sin prisa, pero con pausa". Nada tan
terapéutico en medio del trabajo como las pausas. Recordemos
que nadie puede obtener rendimiento en el estudio a menos que
haga una pausa cada dos horas, caminando, escuchando música
relajante, oxigenándose... Y la mejor manera de "oxigenarnos" es
orando, dejando en las manos del Señor toda inquietud. Después,
hay que practicar la "oración de la espera". Si creemos que el
Bendito ha escuchado nuestra "oración en palabras", entonces
dejar de orar de esa manera no será una expresión de falta de
fe, sino de confianza en el Señor.

La "oración de la espera" es una operación de desaceleración. Se


consiguen siempre mejores resultados desacelerando. De lo con-
trario nos volveremos adictos a una de las drogas más peligrosas,
menos reconocidas, más aceptadas y momentáneamente más ba-
ratas: la adrenalina. La fabricamos nosotros mismos. Por eso nos
parece "barata", pero su posterior factura suele ser altísima.
Mateo 6:34;- Lucas 9:23; - Lucas 11:3;- Lucas 17:4.

Hace unos días escuché a un querido hermano exclamar con


cierto grado de insatisfacción que "últimamente, visitaba muchas
iglesias en las que la gente daba la impresión que iban a pasarlo
bien". ¿Qué se puede deducir de sus palabras, sino que en mu-
chos cristianos subyace la idea de la solemnidad como algo triste
y pesado? Conozco a muchas personas que siempre y sin excep-
ción asocian a Dios exclusivamente con la muerte.
Decididamente, necesitamos recuperar el sentido de la celebra-
ción, de la fiesta. Si no festejamos la fe nos volveremos más es-
trechos que la silla de Calvino.

Apenas conozco iglesias en las que cada domingo se celebre


realmente la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Sí, ya lo
sé. Se da por hecho. Pero todo lo que "damos por hecho" solemos
dejar de hacerlo.

Los primeros cristianos "partían el pan con alegría y sencillez de


corazón", dice el libro de los Hechos de los Apóstoles 2:46. Y
todos sabéis que son numerosísimos los textos apostólicos en los
que se nos insta a cantar con gozo y alegría, como cuando Pablo y
Santiago se dirigen a las primeras comunidades y les dicen: "La
palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y
exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gra-
cia en vuestros corazones al Señor con salmos a himnos y cánti-
cos espirituales." (Colosenses 3:16). "¿Está alguno alegre? Cante
alabanzas." (Santiago 5:13).

Tengamos presente que una de las características olvidadas de


las sectas es su carencia de sentido del humor, sobre todo de
humor respecto a ellos mismos. Sin embargo, Agustín de Hipona
decía:

"Quien bien canta, dos veces ora."

Nos están diciendo por todas partes que la risa es terapéutica, y


creo que todos estaremos de acuerdo en que no nos sobra la te-
rapia en nuestras iglesias.
Hoy es un hecho científicamente probado que la estimulación de
la risa sobre las glándulas de nuestro cuerpo es medicinal, incluso
los temblores que suelen acompañar a la risa cuando ésta no está
cohibida por las inhibiciones propias de nuestra sociedad hipó-
crita. Ya hace bastantes años que Pablo Neruda lo había dicho:
"Quítame el pan, si quieres; quítame el aire, pero no me quites la
risa."

Pero es absolutamente cierto que las preocupaciones impiden el


buen humor, obstaculizan la alegría y el optimismo, bloquean la
creatividad y sumergen nuestras almas en las profundas y oscu-
ras aguas del pesimismo, es decir, del umbral de la derrota y el
fracaso.

Nos ayudará siempre conocer más y mejor las causas de la preo-


cupación. No olvidemos que el desconocimiento es una de las más
poderosas armas del malo -¡Dios le reprenda! La primera de las
causas de la preocupación es nuestra desconfianza en la fideli-
dad de Dios. Y esta crisis de desconfianza siempre está relacio-
nada con nuestros sentimientos de culpabilidad. Sin embargo, en
un grado moderado, la preocupación tiene una función positiva,
por cuanto actúa para que reaccionemos adecuadamente frente a
una necesidad o peligro inmediatos.

Cuando llegamos a esta situación debemos dedicar tiempo a ana-


lizar qué parte de nuestra preocupación es inútil. Es decir, qué
aspectos o elementos de nuestra preocupación son incapaces de
producir ningún cambio positivo. Y discernir también cuáles son
los aspectos o elementos que sí son positivos y constructivos, es
decir, aquellos que efectivamente pueden contribuir a solucionar
un problema o evitar un peligro. Este discernimiento es don del
Espíritu Santo que hemos de pedir humildemente al Señor.

También para reducir las preocupaciones excesivas debemos re-


ducir las cargas de trabajo amontonado sobre nuestras espaldas
y necesitamos aprender a decir "no" en determinadas ocasiones.

Del mismo modo que establecemos nuestras metas y objetivos en


función de los plazos cortaron, medio y largo, así también debe-
mos discernir lo verdaderamente urgente, lo auténticamente ne-
cesario, y lo imprescindible, pues de lo contrario, perderemos
nuestras "fronteras" y nos cosificarán, reduciéndonos a una he-
rramienta que puede ser usada al antojo de los demás.

La soledad es una peligrosísima situación entre las personas y


naturalmente, entre los ministros.

La mayoría de los pastores están sumidos en una profunda sole-


dad, pero Jesús los envió de dos en dos: "Después llamó a los
doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad
sobre los espíritus inmundos." (Marcos 6:7).

Recordemos también que Jesús no sólo buscó la intimidad con el


Padre, sino que igualmente apreció y disfrutó del buen compañe-
rismo con aquellos queridos discípulos íntimos, y la paz y solaz de
la casa de aquellos hermanos -Lázaro, Marta y María- con quie-
nes pasó ratos tranquilos y sosegados.

La soledad es a veces no sólo necesaria sino imprescindible. Ne-


cesitamos estar a solas durante 6 horas o más para preparar un
sermón o un estudio bíblico.

Aprecio la soledad para mi lectura y estudio personal, para la


oración privada y la meditación.

De modo que la soledad es una bendición para determinados mo-


mentos y tareas, pero es una enfermedad en otras ocasiones.

La soledad promueve el stress y este conduce a la soledad. Estu-


dios realizado afirman que la soledad es el mayor factor de
riesgo en las muertes prematuras, y agrega que los pastores es-
tamos entre otros profesionales de mayor riesgo al respecto.

La soledad entre los


pastores es la primera causa
en la depresión crónica, en el
abandono del ministerio y en
los casos de infidelidad
conyugal y divorcio.

En mis años de experiencia


pastoral he comprobado que
siempre y sin excepción mis
colegas, tan pronto han ba-
jado la guardia y se han sentido seguros conmigo, han abierto su
corazón para manifestar que se sentían solos, malentendidos, no
apreciados o reconocidos, faltos de comprensión o afirmación,
atrapados en medio del fuego cruzado de diáconos u otros
líderes que llevaban años de "desencuentros interpersonales no
amistosos", presionados a tomar partido, vistos como una
amenaza por parte de líderes ministeriales con muchos años de
mando y poca actitud de servicio, sumidos en el vacío y la frial-
dad y poca atención también de sus coberturas.

Alguien tiene que explicar a las congregaciones cuáles son las


prioridades de un pastor, y el propio ministro no puede ser la
persona idónea para hacerlo. No se puede ser "juez y parte".
Creo que este ministerio nos pagaría muy buenos dividendos.

Como predicadores hablamos mucho acerca del perdón. Bien ha-


cemos. Pero es menester que nosotros mismos lo practiquemos:
Levítico 19:18.

La única razón por la que no es fácil vencer el mal con el bien es


porque no estamos fácilmente dispuestos a hacerlo.

La falta de perdón imposibilita la paz. Pero recordemos que la


paz no es destruida por una discusión, sino por lo que provoca la
disputa, la contienda, el resentimiento. ¿Cuál es la causa? El
egoísmo y la soberbia.

Estos son los endurecedores del corazón. Son los venenos que
vuelven los corazones fríos y pétreos.

Los antiguos indios guaraníes deponían a su jefe cuando éste se


enojaba y perdía el dominio propio, pues estaban convencidos de
que quien no tiene autocontrol no puede decirle nada a la comuni-
dad, y mucho menos construirla.

La paz que hermana a los pueblos y las razas es una urgentísima


necesidad entre los pastores de las diversas familias o denomi-
naciones cristianas.

La ausencia del perdón imposibilita la alegría, por cuanto la ale-


gría cristiana de vivir es un don de Dios que fluye de la buena
conciencia, y no hay posibilidad de buena conciencia cuando falta
la praxis del perdón.

Los resentimientos y distanciamientos entre los ministros son


unas piedras de escándalo que superan en mucho nuestra imagi-
nación, hemos permitido que las cuestiones de visión, doctrinales
y de orden cultual traigan entre ministros un alejamiento de la
amistad, porque las heridas los desacuerdos y el rechazo que se
hicieron traen consigo una barrera a veces difícil de franquear,
pero hay que perdonar.

Nada puede tener profundidad en nuestro ministerio cuando el


perdón es superficial y formal.

Abrámonos a la visión del perdón como una caricia.

En la Universidad de Ohio se experimentó con conejos adminis-


trándoles una dieta muy alta en colesterol. Todos comieron lo
mismo. Pero sólo a un grupo de aquellos animalitos se les acarició
cada día durante un rato. Después de unos meses, los conejos
acariciados tenían un cincuenta por ciento menos de arterioscle-
rosis que los otros conejos, alimentados con la misma dieta, pero
no acariciados.

Hay una carga de perdón en nuestras manos, en nuestra sonrisa,


en nuestra voz, en nuestra mirada, en nuestras palabras, en la luz
de nuestra presencia. Pero toda esa carga de amor se bloquea y
no puede fluir cuando existe en nosotros la muralla del resenti-
miento, del perdón pendiente, que es la deuda más costosa y que
mayor deterioro y desgaste puede producir en el ministerio.

No hay milagro mayor que el perdón y la reconciliación. Y noso-


tros hemos sido llamados a ser precisamente ministros de recon-
ciliación: 2ª Corintios 5:18-20.

No olvidemos para Quién trabajamos

Si Dios es quien nos ha llamado al ministerio, es para Él para


quien trabajamos. Las instituciones de formación teológica pue-
den concedernos grados académicos. Las asociaciones ministe-
riales pueden otorgarnos su membresía. La iglesia puede darnos
una asignación económica mensualmente, pero las órdenes las re-
cibimos del Príncipe de los pastores.

Dice un cuento jasídico que un rabino le encargó a un discípulo


muy devoto suyo que tomara un cuenco de leche lleno hasta el
borde, y que se pasease durante un par de horas por la ciudad, y
luego regresara a la casa de estudio sin haber derramado ni una
sola gota. El discípulo hizo lo que el maestro le encargó. Al re-
gresar, el rabino le preguntó: "¿Cuántas veces te has acordado
de mí mientras paseabas por la ciudad?" A lo que el estudiante
respondió: "Ni una sola vez, maestro. ¿Cómo podría hacerlo si te-
nía que estar pendiente del cuenco para que no se derramara ni
una sola gota de leche?"

Por eso es tan importante que observemos a Jesús en las Escri-


turas y aprendamos de sus actitudes hacia las personas. Estu-
diemos los "encuentros" de Jesús con los hombres y mujeres
cansados, cargados de pecados, enfermos, marginados, o encum-
brados en su orgullo y soberbia. Este estudio nos ayudará a ad-
ministrar y dosificar nuestro tiempo con aquellos que nos necesi-
tan, en vez de desperdiciarlo con quienes sólo quiere entretener
y ser entretenidos.

Las cosas nos absorben y nos embotan la mente. Perdemos la paz


y la paciencia para orar. Por eso es tan importante clavar los ojos
en Jesús. Sólo con la mirada en el Maestro vamos a gozar de la
paciencia, porque ésta es hija de la esperanza. Y como decía San
Juan de la Cruz: "Tanto se alcanza cuanto se espera".

Dediquemos tiempo a las almas, escuchemos su dolor, y aplique-


mos la medicina del Evangelio.

Dediquemos tiempo a las personas. No olvidemos que no enseña-


mos primeramente doctrina, sino primeramente enseñamos a
personas. Y las doctrinas han de ser vividas para poder ser com-
partidas. Lucas 17:10.

Hemos sido distinguidos por el Señor para el servicio. No somos


los "mayores". Somos "ministros", del latín "minus", "menores",
"pequeños": Lucas 22:26-27.

Jesús sirve a la mesa, lava los pies de los discípulos, muestra la


autoridad como servicio, ejerce el poder desde abajo, y es siervo
hasta la muerte, y muerte de cruz.

Necesitamos recuperar el sentido de "siervos inútiles", es decir,


incapaces de hacer nada por nosotros mismos; inútiles en el sen-
tido de carentes de valor, excepto el precio pagado por noso-
tros, que es la sangre de Jesucristo...

Tampoco tiene que creerse indispensable, pues otro en su puesto


podría hacer lo mismo, quizás hasta mejor.

No hay mayor alegría que ver que estamos colaborando con


Cristo en la Obra de la extensión del Evangelio de la Gracia y del
Reino de Dios, y que a pesar de nuestros fallos y limitaciones, las
alas del Espíritu Santo están en todo momento a nuestra disposi-
ción, no para huir volando del desierto en que a veces se encuen-
tra la iglesia, por nuestra propia carnalidad, sino para llevarnos
hasta el trono de la Gracia y de la Majestad en las Alturas,
donde hallaremos siempre la unción y el oportuno socorro para
proseguir a la meta, al supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús. (Filipenses 3:14).

Entreguemos al Espíritu del Señor la tensión y el peso de nues-


tras almas, mientras confesamos la hermosura de la paz de Dios
que es nuestra herencia en Cristo Jesús.
SECCION
CRONICAS
CRÓNICA UNO

CRÓNICA DE UNA PASTOR HERIDO


El pastor habia programado durante todo el invierno la cruzada
que habría de realizar en el centro comunitario del barrio, para
la cual había solicitado los permisos, construido una nueva plata-
forma, gastado mucho dinero en la compra de equipamiento ne-
cesario, pues pensaba ofrecer una buena alternativa religiosa a
la comunidad a la cual servía.

Los vecinos decían que una de las cosas buenas que había reci-
bido esta comunidad en estos dos últimos años era la llegada de
éste querido ministro.

Su carácter sencillo y bonachón había conquistado el corazón de


todos sus vecinos, que hasta habían olvidado sus diferencias reli-
giosas con el ministro, porque era demasiado bueno como para
rechazarlo.

La ternura de su hablar, la confianza en sus palabras, la educa-


ción en su trato, el respeto por sus vecinos, su voluntad servicial
había logrado que en cada hogar a la hora de estar todos en la
mesa, el nombre del pastor siempre estuviese presente, porque
algún gesto que el había realizado les ayudaba a seguir viviendo.

Lucho por instalar los servicios elementales para la población,


agua, luz, cloacas, teléfono, etc.

Fue el principal gestor para la concreción de las viviendas por el


programa habitacional del gobierno.

Todo el barrio le amaba y lo admiraba.

Su cruzada en el centro del complejo habitacional era su sueño.

Por fin podría predicarles a sus vecinos acerca de la persona de


Jesús a quien había conocido en su niñez y las maravillosas obras
que había hecho en su vida.

Había seleccionado la música que utilizaría y los intérpretes que


la ejecutarían.

Todo habría de ser una bendición especial.

Con mucho fervor y entusiasmo, escribe la carta de invitación al


evangelista que había conocido en el último congreso de pastores
que había participado.

Este predicador había sido presentado a el con gran nombre y


con asombrosos resultados.

Al conocer la historia de lo sucedido en la anteriores presenta-


ciones del evangelista en otros lugares.

El Pastor tomo la decisión que esto era lo mejor que el podía


ofrecer a su congregación y a su comunidad a la que tanto quería
y que tanto lo apreciaban.

El evangelista tenía un poder de atracción muy fuerte y se ob-


servaba una entrega total en cada una de sus presentaciones.

La carta indicaba el anhelo de contar con este evangelista como


orador central de la cruzada.

La congregación local se encargaría de que toda la comunidad y


en pueblo entero supiera que habría de predicar en el lugar.

Una gran inversión en publicidad se habría de invertir para que la


persona del evangelista fuese conocida y la gente se sintiera cu-
riosa de oirlo en esta cruzada.

La cruzada se inicio con un predio al aire libre colmado, los


miembros de la congregación no daban abasto para atender a la
gran masa de asistentes cada noche.

Vecinos de todo el pueblo se agotaban para oirlo al predicador y


escuchar la excelente música que el pastor había preparado.

Noche tras noche se podía contar de a miles los asistentes. Allí


habían de todos los colores y de todas las estaturas, hombres y
mujeres, oían con dedicación las palabra el predicador comuni-
caba cada noche.

Les hablaba del Cristo resucitado que venciendo a la muerte, en


su entrega por amor a ellos, había prometido estar con ellos to-
dos los días y sanarlos y librarlos de todas sus aflicciones.

Así se cumplió la primera semana de cruzada con un éxito total


de la cruzada.

El pueblo estaba de fiesta, Dios estaba haciendo maravillosos


milagros entre ellos.

Pero,... ! Una noche el pastor, no podía dormir, se había desve-


lado un poco, por el quehacer mismo de la cruzada!

Se levanto de su cama y camino hasta la cocina para beber un


vaso de leche y caminar un poco, así podría dormirse de nuevo
tranquilamente.

A Medida que avanzaba hacia la cocina, sintió ruidos y voces en la


habitación de hija menor (17 años), con precaución abrió la
puerta de la alcoba para conocer que sucedía con su hija.

¡Oh!... !qué terrible lo que le es-


taba sucediendo!, a su hijita, su
hijita querida.

El evangelista estaba abusando de


ella.

El querido pastor quedo inmóvil


ante tal escena, el malvado y far-
sante predicador salio huyendo
hacia la habitación que se le había
asignado en la planta baja de la casa.

¿Que hago Dios, Dios mío, que hago?, expresaba en angustioso


lamento, el santo varón. Hecharia a éste cruel hombre de su
casa, cancelaría la cruzada allí.

Explicaría a las miles de personas que se juntaban cada noche


que no podría seguir con la cruzada por el grave daño que había
sufrido a manos del predicador.

¿Que le diría a su esposa y a sus demás hijos, cómo enfrenaría a


su congregación?.

Esa noche, cruel noche, noche de dolor y angustia.

Sentimiento de impotencia y de amargura al mismo tiempo.

Quizás hasta con algún pensamiento fugaz de violencia y de an-


helos de vengar esta canallada.

El piso de la habitación de su hija, era su paño de lagrimas, ten-


dido en el lloraba, abrazado a su pequeña, conteniendo la ansias
de gritar su agonía a toda voz y llorar su pena como cualquier
otro hombre.

Oh Dios!... ¿Qué haré ahora?... ¿Que decisión deberé tomar?...


Dios mío, Dios mío...

-Si mi esposa se entera, quedara destruida-...

¿ Y que sucederá con mis hijos cuando sepan esto?...

Por largas e interminables horas, estuvo allí, tendido en el suelo,


llorando su angustia, mordiendo sus labios hasta que la sangre
creaba grandes manchas en el piso.

Entonces tomo una decisión.

Fue a la habitación donde estaba el cruel predicador.

Se paro frente a el.


Hablo con voz firme y dura: Lo que tú has hecho esta noche, es
digna del más alto castigo, has mancillado a mi hija pequeña, has
robado mis ilusiones y has destruido mis sentimientos, pero me
tienes atrapado, por el amor que siento por la obra de mi Cristo.

No puedo denunciarte a la policía ni ante la comunidad porque el


mensaje de mi señor sería pisoteado y envilecido.

No puedo cancelar la cruzada así imprevistamente.

Terminaremos la cruzada, estos cuatros días mas que nos que-


dan.

Tu deberes entregarte como nunca lo hicistes y recompesarme


grandemente por el daño que mes has causado.

A partir de este mismo, te hospedaras en el hotel de la ciudad,


no te acercaras a mi familia ni siquiera a saludarla, ni a ninguna
persona de la comunidad.

Tu vivirás solo, comerás solo, en tu habitación del hotel.

Y cuando termine la cruzada esa misma noche desaparecerás de


esta comunidad, de este país y de las filas de la iglesia.

Nunca más te volverás a cubrir con las vestiduras de predicador


para cometer tus atroces crímenes contra la inocencia y nuestra
condición de siervos de Dios.

Y aquella noche misma, sin que nadie pudiese notar, el evangelista


se fue de la ciudad y también del país y nunca más se supo de él.
Después de muchos años, un predicador que venia de paso, co-
mento que en un país del viejo continente había escuchado la
confesión de un anciano hombre, quien le relato de una terrible
infamia que había cometido cuando era joven en un país sudame-
ricano.

El remordimiento y el sentimiento de culpa, no le dejaban aún


cuando muchos años habían pasado.

Ojala, podamos cada uno de nosotros saber que hacer cuando


esté a nuestro alcance evitar tristes dolores a nuestros consier-
vos y camaradas en el Santo Ministerio.
CRÓNICA DOS

CRONICA DE UN MINISTRO HERIDO

El Siervo de Dios había sido invitado a celebrar una cruzada en


el centro de una populosa ciudad. Su
nombre ampliamente conocido, por
predicaciones en otros lugares
auguraba que la campaña tendría un
éxito cual nunca se conocía.

Dios estaba respaldando a este


hombre por muchos años, su camino
ministerial estaba cubierto de
testimonios y vivencias de hombres y
mujeres sobre los cuales Dios había
desatado un milagro.

Los afiches y objetos de publicidad llenaban todos los lugares


disponibles de la ciudad. La televisión estaba transmitiendo en
vivo las entrevistas que audaces periodistas obtenían en las
presentaciones preliminares.
La radio y los periódicos daban cuenta de lo que prometían ser
las noches en que el predicador entregaría su mensaje y lo que
habría de suceder luego de sus predicas.

Y por cierto, la cruzada fue todo un éxito, como uno de los


miembros de su equipo, llegue a la ciudad junto al predicador,
fuimos recibidos por el alcalde de la ciudad y la comitiva de pas-
tores.

El Alcalde le hizo entrega de las llaves simbólicas de la ciudad


que lo declaraban huésped ilustre y al mismo tiempo agradeció de
todo corazón por el bien que traía al pueblo, pues él estaba cons-
ciente que cada vez que la Palabra de Dios es pronunciada los
hombres son cambiados.

Noche tras noche, el predicador se entregaba con alma y vida a


su labor, yo podía vera hombres y mujeres llorar a voz en cuello,
por las obras milagrosas que recibían de Dios. Parecía que las
Puertas del Cielo se habían abierto sobre esta gran ciudad,
lluvias de bendición estaban cayendo desde el cielo y la gente
estaba bebiéndoselas. Que días increíblemente gloriosos que se
vivían.

La última noche de la cruzada, prometía ser la noche más


gloriosa y grandiosa de las que este predicador había vivido en su
vida. Toda la ciudad estaba conmocionada por lo sucedido y esa
noche todo el pueblo se aprestaba para reunirse en el parque
junto al predicador.
Yo estaba reunido con el jefe de Policía de la ciudad y otras
personas, organizando un poco lo que sería la concentración del
pueblo en el parque esa noche, cuando me dijeron que el
predicador necesitaba hablar
conmigo urgente:... ¿qué habrá
pasado? ....me pregunte.

Con voz temblorosa y envuelta en


un llanto angustioso, me dijo: -
Osvaldo, debes venir
inmediatamente aquí. - Y nada
más... Eso fue todo.... Así que ...
Salí volando para el hotel.

Mi querido Osvaldo, acaban de asesinar a mi hija menor...

¿ Qué? , respondí. -

Si, asesinaron a mi hija chiquita...

El marido de mi hija llego borracho y drogado a su casa y con un


cuchillo a destrozado a mi pequeñita....

Dios mío!... (Dios mío!!!... solo atinaba a decir....

Pastor, le dije, yo me quedo a predicar esta noche y usted


inmediatamente viaje a su casa para acompañar a su esposa y
tratar de ayudar en el entierro de su hija....

No, me contesto, yo vine a predicar y a salvar a esta gente, que


puedo hacer ya para solucionar lo de mi hija. Nada, nada puedo
hacer.
Terminaré aquí la cruzada y después me iré a casa para conocer
el asunto y ver que puedo hacer.

Mientras, yo me preguntaba; )qué deberá hacer ahora? Enviar a


este asesino a la cárcel, lo primero, después buscar una ayuda
espiritual para su esposa, sus demás hijos y para el mismo...

Pero, mi querido ministro, demoro su regreso dos días más y


cuando llego a su país, lo primero que hizo fue ir a la cárcel
donde estaba el asesino para
hablar con él.

El muchacho cuando lo vio, se


quedo paralizado, pensó que el
padre iba a tomar venganza de él.

Aquel padre que había perdido a


su hijita a manos de este asesino
borracho y drogadicto, estaba
frente a él con una absoluta paz y
dotado de una calma que solo viene
de Dios.

Hablo al muchacho de lo mucho


que significaba su hijita para él, de los sueños e ilusiones que
tenía sobre ella. Le contó de sus planes futuros con sus nietitos
y tantas otras cosas que un padre puede decir de su hija. Y
ahora... - le dijo- ya nada de esto será realidad, porque tú me la
arrebatastes brutalmente de mi vida. ¿qué ahré ahora?...
¿podré vivir así, de aquí en más?...

Entonces mirándole a la cara fijamente le dijo: Asólo podré vivir,


si me devuelves a mi hija.....

Fue en ese momento que el muchacho se dio cuenta del gran mal
que había causado. Llorando amargamente, se arrodilló a los pies
del cansado predicador y le pidió perdón, perdón, perdón... A
perdoname, perdoname, perdoname, suplicaba...

Entonces el anciano predicador, le hablo, diciéndole: sólo te


perdonaré si me devuelves a mi hija...

El muchacho, sollozaba y con angustia decía: Ano puedo, no


puedo; de dónde podré yo sacar a tu hija para entregartela. No
puedo traerla de la muerte, sólo Dios puede hacerlo, pero ya ha
pasado una semana.

Lo único que puedo ofrecerte es mi vida, lo único que tengo soy


yo para tomar el lugar de tu hija. Tomáme a mi y hazme tu hijo.

Entonces el anciano predicador tomo al muchacho entre sus


brazos y lloro largamente y le dijo al muchacho: acepto.

Con el correr de los años, el muchacho salió de la cárcel y fue al


predicador quien lo recibio como su hijo, quien mas tarde se caso
y le trajo una hermosa nietita al predicador, a quien llamo con el
nombre de la hija.
Años mas tarde, me visito el anciano predicador y me presentó a
su nieta, también a su hijo, quien era el nuevo predicador de las
cruzadas que su ministerio desarrollaba alrededor del mundo y a
quien Dios respaldaba con una gran unción.
CRÓNICA TRES

CRÓNICA DE UN PROFESOR

Conocí al Profesor cuando yo era estudiante del Seminario Bí-


blico y dentro de los buenos recuerdos que guarde de él en mis
días de alumno, fueron conceptos como el valor del respeto por
los otros ministros, aprender a aceptar a los demás como ellos
son y no como queremos nosotros que ellos sean, la importancia
de ser un Ministro de Dios a pesar de todas las pruebas y luchas
que deba enfrentar en su caminar cristiano.

Lo encontré muchos años después, (mas de veinte) cuando por


razones ministeriales debí viajar a determinado país, donde él
desarrollaba su ministerio. Su figura no decía para nada que ha-
bían pasado mas de veinte años, seguía igual de activo y animoso
por hacer la obra que Dios le había encomendado.

Era el director del Seminario Bíblico del país, al que había en-
vuelto en una nueva visión de la necesidad de predicar el evange-
lio, formando ministros que supieran responder a los problemas
de la gente y que no vinieran a ser cargas de una sociedad angus-
tiada y afligida.

No obstante, su ocupada labor del director del Seminario Bíblico,


se tomaba tiempo para enseñar algunas de sus asignaturas pre-
dilectas, evangelismo, misiones, como formar obras nuevas, fun-
ciones ministeriales.

Me invito a hospedarme en su hogar, para que pudiera compartir


un tiempo con su familia y en especial que pudiese reencontrarme
con su esposa, quien había sido mi compañera en el Seminario.

Así que aproveche de estar unos tres días en su casa, compar-


tiendo sus vivencias y también algo de las mías, de mi peregrinar
por el mundo. Yo venía de estar por un tiempo en Venezuela y
otros países.

Quede asombrado, impresionado, encantado, de oírle hablar de


sus planes en el desarrollo del ministerio, de la vida propia que
pensaba transmitirle a sus alumnos, de los avances evangelisti-
cos, de las nuevas obras que pensaba inaugurar. De hecho en
ese momento estaba iniciando dos nuevas congregaciones, con
algunos alumnos y otra en forma particular, aparte de la Iglesia
central donde pastoreaba por más de veinte años.

La congregación que pastoreaba, tenía unos trescientos miem-


bros, debí predicar allí, los tres días que estuve en su hogar, un
grupo de creyentes muy alegres y entusiastas, yo recordé un di-
cho que alguien me había comentado en algún momento Atal el
pastor, tal la congregación@ , desarrollaban diversos planes so-
ciales, no sólo para los miembros, sino también para la comunidad.

Pude ver funcionando un jardín de infantes, una guardería de be-


bes para madres que trabajan, un centro de ayuda a alcohólicos y
drogadictos, Consejería a Madres solteras... En fin, ya no po-
dría mencionar todo lo que hacen, pues mi memoria me jugaría
una mala pasada.

Sin embargo, me confeso, no todo era color de rosa, su vida no


era muy alegre y en paz. Su cargo de director del Seminario, pa-
rece que despertaba muchos sentimientos de envidia y celos en
algunos colegas y especialmente en altos ejecutivos de la pode-
rosa asociación cristiana.

Me comento que en varias oportunidades le habían querido some-


ter a juicio ministerial, aduciendo que estaba creando una visión
ministerial mundana y no espiritual; también le acusaban de
asuntos que tenían que ver con la administración económica del
Seminario y otros tantos asuntos que sería tedioso mencionarlos,
pues solamente serían reflejo de personas con celos y envidias
en su interior.

Debí quedarme ese fin de semana, pues tenía que dar una confe-
rencia en la Asamblea anual de Ministros, precisamente acerca
de ALas Crónicas de un Pueblo herido@ , a la que el presidente
de la Asociación me había comprometido para hablar.
Después de la conferencia me quede para participar de las
reuniones de negocios, donde se entregarían los informes de la
marcha y vida de esta poderosa asociación.

Con todo mi corazón, debo reconocer que lamenté el haberme


quedado a oír lo que allí se hablaba. Parecía que el único tema
para discutir era la remosión del director del Seminario Bíblico.
No habían planes futuros para las iglesias, no habían planes de
evangelismo, misiones no figuraba en el orden del día, para que
voy a seguir mencionando el resto de los asuntos.

Me volví a casa muy triste por lo que había vivido y preguntán-


dome como aquel querido hombre de Dios podía vivir y enseñar a
sus alumnos con semejante carga encima.

Después de algunos años, me enteré que los que buscaban que el


profesor dejase su lugar habían tenido éxito, pero lo grave del
asunto, fue que no solo lograron quitarlo del cargo de director,
sino que le obligaron a dejar la iglesia que pastoreaba por tantos
años.

Así que yo le encontré en una urgente visita que hice para verle y
estar con él, que estaba totalmente desamparado, prácticamente
en la calle, no tenia casa, no tenia sueldo y no tenía donde tra-
bajar.

Con lágrimas en los ojos me dijo: -me han quitado hasta el pan de
todos los días y han dejado a mi familia a la intemperie-
- (Dios mío, Dios Mío! Pueden suceder estas cosas en mi que-
rida iglesia evangélica.........

- (Un hombre que entregó toda su vida y esfuerzo al santo


ministerio, ahora esta aquí, como un mendigo, con la mano
estirada pidiendo que le den un trozo de pan para sus hi-
jos!...

Pero, Dios que es muy bueno, toco el corazón de un supervisor


de una de las regiones del país, para que le invitara a pastorear
una iglesia que desde hace mucho estaba cerrada. Ellos le da-
rían algunas ofrendas y él podría ubicarse en la casa pastoral
(que por supuesto, debía arreglar) y comenzar sus predicacio-
nes.

Hace muy poco, les estuve visitando, la abandonada iglesia, se


ha transformado en un centro cristiano tremendamente activo,
con una gran concurrencia de gente. Prediqué en el servicio
del domingo a la mañana y conté más de quinientas personas.

El servicio de la noche, era una verdadera fiesta espiritual,


había tanta gente, que estaban en los pasillos, en las ventanas,
en el frente, atrás, en las salas de los niños, casi tres mil per-
sonas había en el lugar. Habían quitado las bancas y solo deja-
ron unas pocas sillas para las personas imposibilitadas de estar
de pie. Todo el resto de las personas estuvo de pie las cuatro
horas que duro el servicio.
Pude saludar esa noche al alcalde de la ciudad, el jefe de poli-
cía, el jefe de bomberos, varios ejecutivos de empresas de la
ciudad, empresarios y profesionales.

Esa noche, aprovechando la


fiesta, en medio del servicio,
una dama muy elegante,
presidenta de las voluntarias
hospitalarias de la Iglesia,
subió a la plataforma para
decir unas palabras: “Hace
apenas unos años atrás, esta
ciudad estaba destinada a
sumergirse en la pobreza y el
hambre, las grandes empresas
se habían retirado y cada día
sumábamos mas desocupados y
en consecuencia niños sin pan.
Pero, un día: Dios nos envió a
este santo varón, quien nos
anunció el evangelio y con su
mensaje hizo que toda nuestra ciudad fuese cambiada. Hoy es
una prospera ciudad que mira al futuro y ve para sus hijos pan,
comida, abrigo y lugar donde crecer en paz. Podremos pagar a
este santo hombre lo que ha hecho por este pueblo?, nunca
tendremos los bienes materiales que hacen falta, pero hoy
queremos reconocer en algo y queremos con esto decirle mu-
chas gracias”.

Entonces subió el alcalde de la ciudad con otras personas e hi-


cieron entrega al pastor de una hermosísima camioneta y las
llaves de una nueva casa que habían construido especialmente
para él.

Esa noche aprendí que Dios nunca abandona a los que El ha


llamado a su santo oficio y que a pesar de que los hombres
planifiquen miles de trampas y formas de engaño, Dios sigue
teniendo a sus ungidos en la Palma de su mano.
CRÓNICA CUATRO

Crónica de Pastor leal


Escuché una historia que me conmovió, acerca de la responsabili-
dad de cuidar a nuestros hermanos y camaradas y honrar su tra-
bajo.

El pastor era un hombre simple, de pocas palabras, pero de mu-


cha acción. Por su labor pastoral debía viajar a las montañas,
donde había un grupo de personas a las cuales una vez al mes
acudía para ministrarles la Palabra, oír sus confesiones y servir-
les la Santa Cena.

Ese día, el pastor salió de su hogar como de costumbre, en el


mismo horario y montado en su fiel caballo.

Un terrible accidente en el camino lo dejó imposibilitado, con


fracturas en su cuerpo, impidiéndole que cumpliese con su sa-
grado deber.

Era el verano de 1972, yo estaba cursando en ese tiempo mi


segundo año en el Seminario bíblico de Las Asambleas de Dios en
santiago de Chile.

Las clases habían terminado en Diciembre y durante el mes de


Enero y Febrero, como estudiantes debíamos trasladarnos hasta
algunas iglesias del interior del país para ayudar en actividades
evangelisticas del verano, ya sean Escuelas de vacaciones,
campamentos, retiros o seminarios.

Dentro de la planificación de los lugares donde iríamos para


ayudar en ese verano, a mi me correspondió una iglesia rural que
se encontraba en un pueblo cercano a la gran ciudad de Valdivia
en el sur de Chile.

Una iglesia, que no pertenecía al grupo de iglesias tradicionales,


o como uno puede imaginarse a las iglesias de los pueblos
pequeños.

Los miembros eran campesinos, quienes para participar en los


servicio debían recorrer grande distancias, a veces en caballos,
otras veces caminando.

En algunas ocasiones pude ver llegar a la iglesia a familias que


habían salido de sus casas al despuntar el día, para estar en el
culto de la media tarde en la iglesia.

Allí conocí al Pastor Santos Castillo, una anciano ministro quien


en esos días estaba por cumplir sus 80 años, de los cuales había
dedicado al servicio de esos creyentes campesinos y naturales
del lugar mas de 65 años. Su calidez, su ternura, su forma
amorosa y comprensiva nos cautivo desde el momento mismo que
llegamos con mis compañeros al lugar.

Mientras estuvimos con él, tomamos mucho tiempo para aprender


de sus experiencias, por lo cual debo reconocer que aquellos días
que pase en ese lugar marcaron principios muy fuertes en mi
forma de ser.

El se tomaba horas
enteras para hablarnos y
hacernos reflexionar de
temas muy espinudos en
lo que sería nuestra
futura labor pastoral. En
la forma como habríamos
de interpretar los
escritos sagrados con
relación a la misericordia
de la interpretación
rígida.

Un día él me dijo: Osvaldo: El pastor era un hombre simple, como


yo, de pocas palabras, pero de mucha acción. Por su labor
pastoral debía viajar a la montañas, donde había un grupo de
personas a las cuales una vez al mes acudía para ministrarles la
Palabra de Dios, oír sus confesiones y servirles la Santa Cena.

Ese Domingo, el pastor salió de su casa como de costumbre, en el


mismo horario y montado en su fiel caballo. El sol aun no daba
señales de vida, los gallos ni pensaban en despertarse para
anunciar la llegada de un nuevo día, cuando el querido pastor ya
enfilo su caballo hacia las montañas.

Camino y camino, subió una montaña, bajo y volvió a subir en la


segunda. El Sol ya estaba por llegar a su cenit, lo que indicaba
que era como el mediodía, Cuando en medio de esa montaña,
sobre ese camino de indios por el cual el pastor transitaba
ocurrió.

El caballo del pastor tropezó y se fue abajo por el desfiladero


cayendo al vacío, provocandole terribles heridas y tristemente la
muerte del fiel caballo.

Las heridas imposibilitaron por mucho tiempo al pastor para


cumplir sus funciones y realizar su sagrado deber, situación que
hacía aun mas grave su recuperación, pues lloraba cada día por
sus pobres hermanitos en las montañas, sin alimentos espiritual y
sin su pastor.

Entonces el Pastor Jaracamullo, un araucano nativo del sur de


Chile, miembro de una tribu local, tomo el lugar de su camarada y
cargando sobre su espalda los elementos que él llevaba,
emprendió el camino hacía las montañas. Caminó y caminó hasta
que al ponerse el sol arribó al lugar, donde cumplió la labor de su
compañero. Y por mas de cuatro años, cumplió esta labor si decir
una palabra y sin esperar recompensa alguna, sólo estaba
reemplazando a su camarada que estaba herido.
Mi querido Osvaldo, (Qué lección de respeto y humildad!. (Sin
pedir nada a cambio, el pastor Jaracamullo ocupó el lugar de su
colega para cuidar la obra que este realizaba!.

Hijito, ese pastor herido era yo, lamentablemente, desde aquel


accidente no pude volver a las montañas.

Pero mi querido amigo araucano, el pastor


Jaracamullo, un día vino a verme y me
regalo su hijo, para que cumpla la labor que
yo podía seguir realizando.

Así que hoy Pedrito Jaracamullo continua


pastoreando a mis ovejitas de las
montañas y yo puedo partir en paz a la
presencia de mi Dios.

Dios mio, permite que así yo este dispuesto a levantar los brazos
de mi compañero de ministerio que esta junto a mi.

Cuando un hombre de Dios es detenido en su función por alguna


razón particular, Dios siempre enviará un ángel que ocupe su
lugar.

¡ Qué lección de respeto y humildad !. ¡Sin pedir nada ocupó


el lugar de su colega para cuidar la obra que éste realizaba!.
CRÓNICA CINCO

UNA CRÓNICA PASTORAL

El Pastor me contó su historia, un dia que estaba en cama debido


a una enfermedad. Fui a visitarle, era un buen amigo.

Me conto que desde el año 1980 pastoreaba la


congregación.

Congregación que había fundado por obra y


dirección de Dios, ya que la misma era una respuesta
al pedido directo de Dios de establecer una puerta
de salvación.

Había sido mandado y llamado por Dios para pastor


de esa localidad. Y gracias al esfuerzo y apoyo de
su familia pudo establecer y funcionar como Iglesia.

Con mucha alegría decidió utilizar sus ahorros, dinero de comida


y aporte de una familia de buena voluntad para comprar un
terreno y construir el futuro templo.
Los precios de las propiedades en ese tiempo eran muy caros y
no recibió ayuda de nadie.

Fue obligado luego a firmar los papeles de titularidad del


terreno a nombre de la Asociación religiosa, a pesar que cuando
les solicitó una ofrenda para la compra sé la negaron.

Por razones del permiso religioso, documento exigido por el


gobierno, para funcionar como entidad religiosa, sé encontraba
bajo la cobertura de esta asociación.

La intolerancia ministerial de los ejecutivos


de la Asociación, se convirtió en amenazas y
promesas de expulsión si no asumía en
quietud el hecho de que no era dueño de
nada, ellos eran los únicos dueños...

Por razones de formación doctrinaria.


Tanto en su iglesia local donde se había
criado y mas tarde en la formación
académica en el Seminario bíblico, la
administración del bautismo en agua a los nuevos fieles, la
practico por inmersión.

Ellos bautizaban por aspersión.

Al mantener una entrevista con estos ejecutivos para solicitar la


cobertura legal exigida por el gobierno, junto a su esposa había
planteado como primera medida la forma de administrar los
sacramentos y había sido aceptada sin inconvenientes.
Amenazas y promesas de expulsión si no cambiaba la forma de
bautizar fueron las bienvenidas en las asambleas pastorales
posteriormente.

Estas amenazas se cumplieron intolerablemente el año 1991,


desoyendo arbitrariamente su renuncia presentada por escrito
ante la asamblea pastoral en noviembre de 1990, un año antes.

Antojadizamente, el Comite ejecutivo de la Asociación sin


consultar a la asamblea decide la expulsión a principios de 1991,
con la clausula de que solo puede ser apelada ante la asamblea
próxima, para la cual ya se había notificado a todo el pastorado
de una fuerte lista de acusaciones en su contra. Resultaba pues
irrisorio pensar en una apelación.

Es bueno decir que esta actitud de los altos ejecutivos de la


Asociación, es una acción que se repite continuamente.

Existe una larga lista de pastores a los cuales se los ha


expulsado siguiendo el mismo patrón que se uso con él. Nunca se
concede el beneficio de la renuncia, siempre se va por el camino
de la expulsión. Y... ¡Cosa curiosa!... Se aplica siempre el
mismo patrón para justificar las expulsiones.

Se puede citar al Pastor Pérez, un anciano a quien, después de


servir por toda su vida en esta iglesia, edificarla, establecer la
congregación, se lo acusa de pecados inmorales. El pastor
Leonardo. El Pastor Raúl, un anciano de 70 años, a quien se lo
acuso de abusos sexuales a una nieta. El Pastor Ponce, El Pastor
Troncoso. El Pastor Ángel. El Pastor Lucero. El Pastor Anastasio.

Siempre el mismo patrón de acusaciones que se uso antes,


acusaciones de pecados inmorales y falta de lealtad a la doctrina
practicada por la Asociación.

Un detalle muy importante a tener presente, siempre la


acusación sobre pecados inmorales o deslealtad a la doctrina se
hacia después que cada uno de los pastores mencionados había
terminado la construcción de sus templos, con fondos propios y
locales.

La persona que siempre a tomado la función de fiscal acusador,


encargado de demostrar la culpabilidad de los sentenciados ha
sido el secretario acompañado por el primer vocal, quienes
ejercen por mas de treinta y cinco años los cargos.

¿Quienes pastorean estas iglesias de las cuales se ha


expulsado a estos expastores, según ellos?... Cuatro de los
hijos del secretario y el resto discípulos del presidente. etc. Es
de pensar...

Los ejecutivos de la Asociación, en una actitud totalmente fuera


de ética ministerial, iniciaron una voraz persecución sobre su
persona, a tal punto que los días domingos mientras celebraba los
servicios dominicales y predicaba la Palabra de Dios, los
hermanos de la congregación podían observar un automóvil
enfrente del templo, con pastores de alto rango en su interior a
quienes conocían por sus anteriores visitas a la iglesia y minutos
antes de concluir el servicio se retiraban sin decir una palabra.
Practica que se repitió por largo tiempo.

A este hecho se le debe sumar también la visita de estos


ejecutivos a los líderes de la iglesia para ofrecerles el cargo
pastoral de la iglesia con tal que se levanten y le obliguen a
abandonarla.

Esta actitud pastoral de los altos ejecutivos de la Asociación,


provoco terribles desilusiones en las personas que concurrían a la
congregación, cuyo resultado fue que con el tiempo muchas
decidieran no asistir a los servicios, asumiendo que no se puede
creer en Dios, cuando las personas que predican en su nombre
actúan como personas con acciones tan bajas. Por las cuales les
hace responsables de su salvación.

Por consiguiente el número de miembros bajo considerablemente,


reduciendo a menos de 100 personas. Cuando el numero de los
asistentes pasaba las quinientas (500) personas en cada uno de
los dos servicios dominicales. Número que a pesar de toda la
terrible campaña de desprestigio que ordenaron los ejecutivos,
se mantuvo fiel hasta el fin de la vida de la congregación.

La Asociación inicio una demanda judicial por usurpación ilegal


(en cuya carátula se lee: Asociación... contra Pastor Franco
por reinvincacion). Del templo, que había construido con su
propio esfuerzo y dinero, el dinero de su familia y el de fieles
hermanos que siguieron su mensaje y se hicieron parte de su
visión. La Asociación, no aporto absolutamente nada, y así lo han
reafirmado en su denuncia judicial.

A esta demanda contestó, que solicitába la restitución del dinero


que había invertido en la compra del terreno y en la construcción
del edificio y se retiraría pacíficamente, propuesta que no fue
aceptada. El señor juez interviniente en la causa convoco para
una audiencia conciliatoria, ante la cual expuso su única
propuesta y la respuesta del presidente del directorio ejecutivo
de la Asociación fue que sobre su cadáver ellos devolverían la
propiedad, no aceptaban devolver un solo peso. Tristemente, al
povo tiempo fallecieron cada uno de ellos, aun el abogado.

Asumiendo de esta forma la ilegitima titularidad del mismo. No


dando lugar a ningún tipo de arreglo extrajudicial, algún arreglo
cristiano, intolerantemente se cerraron a toda negociación,
publicando en su órgano oficial que se había expulsado al pastor
Franco por cuestiones relacionadas a la moral y que por la fuerza
se apropiaba del templo, solicitando a las organizaciones
religiosas hermanas a cerrar todas las puertas de comunión hacia
él y hacia los miembros de la congregación.

Pero a pesar de toda esta campaña cruel, un grupo de líderes


pastorales que conociendole y estando seguros de su testimonio
y llamado ministerial le ofrecieron su amistad y apoyo en estos
difíciles momentos, invitandole a predicar y ministrar en sus
congregaciones.
Ante la dura actitud de no aceptar ningún tipo de negociación
extrajudicial, el señor juez reconvino duramente a estos
ejecutivos y se ordeno la continuación del juicio por
Reinvincación, hasta que uno de los jueces intervinientes en la
causa estableció en primera instancia una sentencia que
dictaminaba la resolución de hacer caso a la escritura publica de
titularidad del terreno, que por lógica pertenecía a la Asociación,
ya que así se había escriturado, pero abriendose las puertas para
reclamar las mejoras correspondientes (o sea el valor del
edificio construido) a los auténticos inversores, a costa de caer
en el delito de enriquecimiento ilícito.

Ante toda esta actitud tan inmoral y tan falta de ética


ministerial, cayo rendido y prácticamente vencido, no podía
soportar tanta bajeza ministerial y fue cayendo en un estado de
amargura, frustración e impotencia. Lo que lamentablemente y
sin darse cuenta fue transmitido a la congregación y pasado un
tiempo todos se encontraban en esta condición.

Fue muy difícil pastorear, la década del 90, practicamente hasta


fines de 1997, cuando Dios le ofreció un nuevo periodo de
tratamiento personal, renovandole, quitando viejas heridas,
sanando su espíritu, restaurando sus emociones, liberando sus
sentimientos. Hoy ha aprendido que no guarda rencores ni raíz
de amargura en su interior, al contrario ha confeccionado una
lista de nombres que tiene en su escritorio para que cada día
cuando inicia sus actividades se acuerda de bendecirles, orar por
ellos y anhelar que Dios les bendiga grandemente, en su
ministerio, en sus familias, en sus congregaciones, en su finanzas,
que puedan acceder a tener su propia vivienda, sus propios
vehículos. Y que Dios los liberes de la envidia y los celos para
siempre.

¿Vale la pena luchar por un terreno o propiedad material y


perder la visión de lo que Dios nos ha dado y la razón por la
cual nos ha llamado?.

Para algunas personas, un terreno, vale mas que su integridad


ministerial, su investidura sacerdotal. Por ello los valores de la
vida han cambiado de lugar.

Es cierto, construir el templo, les demando mucho dinero,


esfuerzo y sacrificio. Pero si por esta razón ha de perder su
integridad como hombre de Dios. Causar tristeza a su familia.
Dañar a las personas que le quieren y que le siguen por el
mensaje que entrega. Avergonzar a Dios que le ha llamado a su
santo ministerio. Toma la decisión de no mancharse con estas
mezquindades. Y si personas, como estos altos ejecutivos ponen
su vida en juego, antes que devolver una propiedad a sus legítimo
dueños. Jamas pondrá su vida por el valor de un templo. Su vida
solo esta al servicio de Dios.

La sentencia del señor juez abre las puertas para seguir la


actividad judicial por enriquecimiento ilícito, pero ante esta
posibilidad prefiere confiar en la sabia voluntad de Dios, quien
dará a cada uno su pago, se hizo a un lado, abre sus ventanas a
una nueva esperanza, a una nueva visión, a una nueva misión, a una
nueva empresa. Y si Dios le ayudo antes para construir aquel
nuevo templo, confía plenamente que le ayudara para construir un
nuevo templo y quizás aun mucho mejor que el que tenia.

Si la visión de los altos ejecutivos está en el valor comercial que


representa un edificio, entonces les dejara realizar su visión y
mirará a la alturas, donde esta Dios, y verá un nuevo edificio
construido con la totalidad del respaldo de Dios y no atado por
resentimientos, celos o envidias.

Por todo el proceso de sufrimiento, que ha vivido en la década ha


ganado la oportunidad del entrar a un nuevo milenio con
mentalidad y capacidad de ser una respuesta espiritual a una
ciudad entera y no tan solo a un grupo de personas.

Su lugar en la sociedad ha quedado marcado, han quedado


marcadas las huellas por donde ha transitado, ninguno de sus
pasos anteriores le cierra las puertas para iniciar una nueva
empresa espiritual.

Al contrario, le han establecido como un hombre de Dios en


medio de una ciudad que posee mas de 150,000 habitantes.

Al Dios que le llamo y que le ofreció su mano para seguir


caminando y que siempre ha estado con el, le debe el establecer
una nueva puerta del cielo, donde las personas sufrientes de este
mundo encuentren el camino para sanar su espíritu y adquirir la
paz de su alma.
Seguramente historia como esta se han escrito muchas y otras
estarán escribiéndose ahora y algunas se escribirán en los días
siguientes. Porque lamentablemente la iglesia esta dirigida por
hombres, seres humanos, que están atados a sus interés y
convicciones personales.

Pero el daño que se le hace a la iglesia, es tan profundo y tan


marcado que cuesta mucho reparar. Ojala que en el futuro su
puedan evitar muchas de estas historias.

Su amigo Nicky Cruz, en una nota de animo que le envío dice.

A las futuras generaciones de pastores ruego: No permitáis que


una nueva vergüenza abrace a nuestro buen Dios, al ver que sus
hijos y mensajeros se destrozan por mezquindades materiales.

Al que todo lo ve y todo lo sabe, sea el tributo por permitir por


mas de 50 años predicar en su nombre y respaldarle con su santa
unción.
CRÓNICA SEIS

CRÓNICA DE UNA AGRUPACION


PASTORAL

Esa mañana, yo sali muy temprano de mi casa con destino a mi


trabajo, en la empresa me habian pedido que me presentara
temprano para resolver algunos temas que hacian a la programa-
cion laboral que afectaba a variasd de las personas que cumplian
funciones en el establecimiento.

Asi que esa mañana, iba muy despierto, con todas las luces en-
cendidas, las decisiones del dia requerian de gran lucides mental.

Al salir de mi casa encendí la radio del auto, con la finalidad de


oir las noticias de los sucesos en esta populosa ciudad donde vivo.

Apenas la voz del locutor comenzo a oirse, fui impactado inme-


diatamente por la palabras que estaba pronunciando y por el tono
de voz con que hablaba.

Con voz amenazante y desafiante, pronunciando con dureza, lar-


gaba sus mensajes al aire, como si lo unico de importancia en ese
dia, era la noticia que el estaba entregando, le oi decir: “con to-
das estas pruebas que tengo en mi mano, se acabo por fin la ca-
rrera de este pastorcito que predica aquí en nuestra ciudad” . Mi
reaccion fue rapida, puse toda mi capacidad de atencion para oir
lo que este hombre decia.

“Aquí, delante mio, en mi escritorio,


frente al microfono, estan estas
diez personas, con este documento
que han redactado y firmado
frente a un notario publico, donde
acusan expresamente al pastor, por
abusos deshonetos y ataque a la
moral de las personas”. “Nosotros denunciaremos esta falta ante
toda la opinion publica y tambien antes las autoridades de la ciu-
dad para que este hombre que se hace llamar “Pastor” sea casti-
gado severamente y se le prohiba realizar tareas relacionadas a
la funcion religiosa que representa”.

El hombre siguio hablando por horas en los microfonos de aquella


emisora, sus palabras vomitaban veneno por doquier, en ningun
momento se detuvo a razonar del tremendo daño que estaba cau-
sando a los oyentes.

Seriamente comence a razonar, que estaba sucediendo: Me pre-


gunte “como es posible semejante daño a un hombre de Dios, de
mi ciudad y mas aun a un buen amigo mio”?. Nadie puede hacer
nada para detener a este loco e impedir que con su odio cause
tanto daño.

Yo conocia al ministro de quien estaba hablando, muy bien lo co-


nocia, mas de 30 años hemos sido compañeros de ministerio en la
ciudad, Conozco su familia, sus hijos, su iglesia. Muchas veces ha
estado en mi casa, hemos compartido mucha vida religiosa minis-
terial juntos.

Asi que mientras este hombre hablaba y pregonaba a voz en cue-


llo que el tenia un documento firmado y legalizado por notario
publico y aun mas las firmantes del documento estaban alli en el
estudio de la radio, listas para ser entrevistadas personalemnte.

Esto me inquieto mucho mas aun, asi que decidi detener el auto y
quedarme a escuchar, lo que estas personas tenian que decfir.

Una a una fueron siendo entrevistadas, dando nombre y apellido.


Al oirlas, inmediatamente me di cuenta que era una terrible
trampa, que se habia organizado para destruir a este hombre de
Dios. Muchos de los nombres de las entrevistadas eran conocidos
para mi. Algunos de ellos en su momento pasaron por nuestra
iglesia, queriendo asentarse como miembros de nuestra congre-
gacion, pero al tiempo tuvimos que pedirles que se fueran, por su
mal testimonio y las malas acciones que ejecutaban en contra de
nuestra iglesia. Vidas libertinas sin control moral y sin una pe-
queña intencion de convertirse y permitir que el Señor cambie
sus vidas.

Una gran tristeza invadio mi ser, que terrible daño contra un


siervo de Dios.

Algo debo hacer, fue mi primera reaccion, pero que?.

Inmediatamente busque la forma de contactar a una locutora de


la radio con quien mantenia una amistad desde varios años. Le
pedi que me consiga una copia del documento.

Ese mismo dia a la tarde ya tenia una copia del escrito y fui a la
casa del Ministro para decirle lo que estaba pasando y que pu-
diese iniciar la defensa de su testimonio.

Con el escrito inicio una demanda judicial por perjurio y falso


testimonio contra las personas que firmaban y especialmente
contra el director de la radio quien se habia ufanado de tener las
armas para destruir a un predicador del evangelio.

El juicio fue muy rapido y el pastor fue declarado inocente de los


cargos, su conducta y testimonio de muchos años en la ciudad
como hombre de Dios y buen vecino, fueron suficientes para que
le juez determinara su honradez moral en la sentencia del juicio.

Pero… en esta cronica lo que resulta doloroso, no era lo que ha-


bia pasado judicialmente, sino lo que se desato en el ambito de la
asociacion de pastores de la ciudad.

Alli se desato un juicio, castigo y sentencia inmediatamente, sin


lugar a ninguna defensa y con total menosprecio por el testimo-
nio, la familia y la congregacion del pastor.
El presidente de la asociacion pastoral cito a todos los pastores
que la integraban para una asamblea especial al dia siguiente de
la proclamacion radial, en las instalaciones de una congregacion.

No se aviso al pastor ni se le dio explicación del porque seria


juzgado en esa asamblea.

Se presento en la asamblea el escrito notariado y se escucharon


las mas feas y crueles acusaciones, dichos sangrientos cargados
de odio, blasfemias y hasta maldiciones, el presidente se desen-
cajo en su rostro por el odio que reflejaba, su condicion de lider
la uso fuertemente para que todos los presente se hicieran eco
de sus palabras y llegaran a pensar como el.

Despues de horas de deliberaciones y blasfemias se decidió ex-


pulsar al pastor de la asociacion y declaraarlo persona no repre-
sentante del evangelio del Señor Jesus y hasta se voto para que
nadie le salude ni le extienda su mano y promover que con el
tiempo este hombre de Dios se vaya de la ciudad, no era una per-
sona apta para la ciudad.

Que dolor que senti en mi corazon por toda esta situacion, se


suponia que este cuerpo pastoral fuese un refugio y apoyo para
el pastor que habia sido vilipendiado por personas mundanas llena
de odio, pero yo escuchaba al fondo de la iglesia todo lo contra-
rio.

Me pregunte ¿para que existe una asociacion pastoral en una


ciudad?.
Asi este relato paso a ser una cronica mas de Un pueblo que
hiere a sus soldados Un ejército que mata a sus heridos Una
sociedad que despedaza a sus hijos

Pues, si las noticias del día indican que uno de nuestros hombres
de Dios ha caído, se puede vislumbrar una extraña sonrisa en la-
bios de algunos y hasta se puede contemplar el perfil de algunos
pensamientos que indican que ahora que este santo varón ha
caído, yo podré quedarme con sus creyentes, lo que permitirá au-
mentar mi congregación y por consecuencia las entradas de mi
iglesia serán incrementadas.

Como ante he mencionado los


hombres de Dios que pastorean
y desarrollan sus labores en
nuestra ciudad no son nuestros
enemigos, sino nuestros
compañeros, nuestros aliados, nuestros hermanos en la guerra
contra el pecado y el imperio de Satanás.

No destrocemos a estos valerosos soldados que ha sido herido en


batalla, no matemos a nuestros guerreros que lidian en los fren-
tes, no seamos una sociedad despiadada que despedaza a sus
propios hijos.

Las crónicas de un pueblo herido, es un mensaje a la unidad ver-


dadera. Un llamado a deponer propios y egoístas principios e in-
centivar los principios Del Reino de Dios. Es un pregón que lucha
en defensa del ministro.
El nacer, crecer y vivir en la iglesia evangélica, sirviendo en el
ministerio por más de 45 años, ejerciendo el pastorado y otras
funciones, me ha permitido conocer profundamente la intimidad
de la Iglesia evangélica, por lo que me autoriza a plantear el tra-
tamiento de sucesos y vivencias que la han afectado y lo seguirán
haciendo, si no tomamos la decisión de actuar y curar dichos
males que dañan a los líderes del Cuerpo de Cristo.
CRÓNICAS DE UN PUEBLO HERIDO
Un pueblo que hiere a sus soldados El pastor y sus amigos
Un ejercito que mata a sus heridos
Una sociedad que despedaza su cuerpo

PABLO, el apóstol.

Pablo era un hombre frontal y apasionado, ca-


paz de transmitir sus vivencias a los demás.
Sus enseñanzas no estaban basadas en la teo-
ría, sino en su propia experiencia. Las cicatri-
ces de su cuerpo eran el mejor aval de su ido-
neidad.

Tenía el don de poder construir espiritual-


mente en las vidas de otras personas, como lo
hizo en la vida de su hijo Timoteo y en la vida
del joven Tito. Las huellas de su trabajo se
advierten en la vida de Lucas el médico amado. También reconstruyó
la vida de Apolos y modeló amorosamente las vidas de Priscila y
Aquila. Y sorprendentemente, vemos que Pablo se vio obligado tam-
bién a construir unas cuantas obras inconclusas del propio Apóstol
Pedro.

Tú, como yo, necesitas un Apóstol Pablo construyendo sobre tu vida,


un hombre mayor o menor, pero con más experiencia, quizás con más
santidad que tú, que sepa lo que es la responsabilidad del hermano
mayor. Para que tú, sin imitarlo, aprendas de él. Hebreos 13:1.
Pablo era un predicador talentoso, capaz de cautivar a su auditorio.
Mucha gente, contraria en un comienzo, fue persuadida por él de
aceptar a Cristo y otros estuvieron a punto de hacerlo.

Nunca se envaneció de su capacidad, sino que se mantuvo siempre en


sujeción a la guía del Espíritu Santo. Demostró tener suma paciencia
y mucho amor con la terrible Iglesia de Corinto, que se esforzaba por
mantenerlo humilde. Es fácil advertir su notable inteligencia. Sus
cartas no dejan dudas de su claridad de conceptos y organización in-
telectual y son tratados de invalorable estima, especialmente en
nuestros días.

La vida de Pablo no fue un lecho de rosas. Muchas veces comió pan de


amargura y bebió vinagre. Debió soportar muchos latigazos sobre su
espalda, pero todo ello lo usó más tarde cuando enseñaba acerca del
supremo llamamiento. Enseñó que la sagrada Obligación de ser minis-
tro de Dios no responde a los principios o lineamientos humanos, sino
que es un llamado que viene del cielo y que supera todas las ambicio-
nes terrenales. Su meta está en Dios y su triunfo en el Reino de los
Cielos5

5
Basado en el capítulo XII: APABLO@ del libro AUN PUÑADO DE AUDACES@ de
William L. Coleman, Miami, Editorial VIDA, 1980, páginas 161 a 177.
BERNABÉ, el amigo.
Fue uno de los primeros cristianos, de
nombre José y su sobrenombre Bernabé,
que significa consolador, se debe a su ca-
rácter ayudador. Los Apóstoles de la
Iglesia lo apodaron hijo de consolación. En
el Libro de los Hechos, se lo presenta des-
tacándolo como ejemplo de la generosidad
cristiana de compartir sus bienes con los
demás.

Dice Lucas que José fue el primer dueño de


un terreno que estuvo dispuesto a venderlo para entregar el dinero
de su venta para cubrir las necesidades de sus hermanos, Hechos
4:36-37. También Lucas lo presenta como Ael que soluciona los pro-
blemas difíciles, aunque el término real que se usaba era el que saca
las castañas del fuego, refiriéndose a un recién convertido de muy
mal testimonio llamado Saulo de la ciudad de Tarso y de un joven
apóstol fracasado llamado Juan Marcos. Bernabé era arrojado, pero
también paciente y amoroso. Determinó un patrón de hermano mayor
casi perfecto, admirado por la Iglesia a lo largo de todos los siglos de
su existencia.

Su influencia en la vida de Saulo, fue decisiva pues, luego de su mila-


grosa conversión, Saulo intentó infructuosamente de unirse a los
Apóstoles. Las llagas de su persecución a la Iglesia primitiva aún es-
taban abiertas y la sola mención de su nombre le cerraba todas las
puertas.
Saulo sufría terribles pruebas, pues los hermanos en la fe lo despre-
ciaban y temían, en tanto que los judíos pretendían vengar la afrenta
de su conversión, matándolo. La gracia de Dios se manifestó en su
vida, al permitirle hallar en su camino al hijo de consolación.

Bernabé decidió involucrarse en el asunto y tomó la responsabilidad


de la restauración de Saulo, arriesgando aún su buen nombre entre
los hermanos, al responder por semejante individuo. Se convirtió en
un mediador de paz y misericordia al describir a los Apóstoles la con-
versión de Saulo y hablarles del ministerio de predicación del recién
convertido.

Esta reunión entre los Apóstoles y Saulo fue decisiva. Nos aterro-
riza imaginar qué hubiese sucedido si los Apóstoles hubieran recha-
zado a Pablo aquel día. Esto no sucedió simplemente porque Bernabé
había aprendido a ver a los demás seres humanos a través de los ojos
misericordiosos de Jesús que sólo ven el futuro y nunca el pasado de
quienes lo buscan de corazón.

La historia de la Iglesia nos presenta a Pablo como el más grande lí-


der del cristianismo, pero los estudiosos de la Biblia sabemos que fue
Bernabé quién lo sostuvo sobre sus hombros. Reconocemos a Bernabé
como el prototipo del hermano verdadero y fiel, incondicional, inque-
brantable, consolador, que corrige nuestros defectos exhortándonos
con amor, que nos enseña a cuidar a nuestra familia, que nos reprende
cuando hablamos demasiado.

El rasgo dominante de la personalidad de Bernabé, es su firmeza,


siempre dispuesto a jugarse por entero, a comprometerse. Sin em-
bargo, nunca le molestó figurar en segundo plano. Uno de sus rasgos
típicos era pensar en los demás antes que en sí mismo. Se preguntó
qué clase de ministerio solicitaba sus talentos. Y pensó en Pablo. Viajó
a Tarso a pedirle a Pablo que fuese con él a Antioquía, allí había mu-
cho que hacer, enseñar, predicar y orar por una joven y entusiasta
congregación. El ministerio de Bernabé fue un ministerio de estímulo
y reconciliación.6

TIMOTEO, el hijo espiritual.

Timoteo era un joven de carácter abierto y receptivo.


Su vida, campo abierto para construir. Pablo construyó
sobre su vida. Así, nosotros también necesitamos una
persona en quien proyectarnos, un receptor de nuestra
buena enseñanza, un hijo espiritual.

Los jóvenes mezclan encanto con actitudes impredeci-


bles. Su entusiasmo nos rejuvenece. Hacen cosas sor-
prendentes que nos tienen sobre ascuas y a veces nos
producen ansiedad. Por cierto, Timoteo caía dentro de
estos parámetros, pues su dedicación y energía eran
deslumbrantes, sin desconocer que una buena parte de
las canas del Apóstol Pablo fueron producidas por él.
La relación entre Pablo y Timoteo era muy estrecha, a la altura de
padre e hijo.

En Corinto, Timoteo tuvo su primera experiencia para demostrar lo


que Pablo había edificado sobre él. Tuvo que hacerse cargo de nuevas
responsabilidades. Su personalidad timorata y baja auto estima ma-

6
Basado en el capítulo I: ABERNABÉ@ del libro AUN PUÑADO DE AUDACES@ de
William L. Coleman, Miami, Editorial VIDA, 1980, páginas 7 a 20.
duró notablemente con muchos cambios y manifestaciones de ente-
reza.

Todo creyente apocado debiera encontrar inspiración en la persona


de Timoteo. Pues este joven que quería llegar a lo más hondo del
combate, debió recurrir una y otra vez a lo que Pablo había cons-
truido sobre él.

Pastorear la Iglesia de Corinto, era más difícil que regentear un


presidio. Los convertidos de Corinto eran personas desubicadas, tor-
pes y mal educadas. Al extremo de emborracharse en algunas fiestas
de la Iglesia. Algunos vivían en abierto pecado sexual y la congrega-
ción carecía de ánimo suficiente para superar el círculo vicioso en el
cual se habían transformado sus vidas.

Por todo ello, esta congregación necesitaba como pastor, más que al
joven e inexperto Timoteo, a un rudo centurión romano. Debían arre-
pentirse de sus malos caminos y renunciar al pecado.

Pablo, el anciano constructor padre, advertía cómo la Iglesia de Co-


rinto se deterioraba a simple vista. Con suprema autoridad les pide
que le den una oportunidad a su hijo, quien tenía mucho para ofre-
cerles (11 Corintios 16:10-11).

La Iglesia desoyó su pedido, pues no querían abandonar su vida licen-


ciosa, olvidando el respeto que debían al mismo Pablo. Timoteo pudo
haberles sido el salvavidas que los rescatara de la perdición pero lo
rechazaron. Por ello decidió abandonar Corinto e ir a la ciudad de
Éfeso. Allí fue amado por los creyentes y se afirmó como pastor de
la Iglesia, la cual creció fuertemente. Predicaba la Palabra y la Igle-
sia se proyectaba hacia otras ciudades.
En todas estas experiencias se observa claramente la influencia del
padre, construyendo sobre la vida del joven Timoteo. En Éfeso el
Apóstol le escribe sus dos epístolas, enseñándole el arte de la pasto-
rada.

La historia de la vida de Timoteo, conocida a través de las Sagradas


Escrituras nos lleva a conocer a un joven discípulo que paga un ele-
vado precio por su timidez. Pero a pesar de esta permanente desven-
taja, Timoteo permaneció firme en el puesto que le fuera concedido.

Porque aprendió doctrina de vida de su anciano padre espiritual, escu-


chando de sus labios toda la enseñanza, sin despreciar sus experien-
cias. Asimiló toda la enseñanza que éste le ofrecía. Su carácter en-
señable se manifiesto en todas las áreas de su vida. Siempre apren-
diendo para llegar al momento supremo de su ministerio. Al ejercer
su pastorada en Éfeso, estaba capacitado, pues había aprendido bien
de su buen maestro.7

TITO, el joven hermano

Tito, fue de los jóvenes que acompañaban al


Apóstol Pablo en sus viajes misioneros, se con-
virtió siendo griego en la ciudad de Antioquia.
Era una persona de alta auto estima y de carác-
ter fuerte, capaz de enfrentarse a cualquier
para sostener sus puntos de vista.

7
Basado en el capítulo III: ATIMOTEO@ del libro AUN PUÑADO DE AUDACES@
de William L. Coleman, Miami, Editorial VIDA, 1980, páginas 37 a 50
Aunque no se lo menciona en Hechos, Tito era uno de los compañeros
de Pablo, en el cual depositaba mucha confianza. La primera vez que
oímos de él es en momentos de la controversia gentil, cuando acom-
pañó a Pablo y a Bernabé a Jerusalén (Gá. 2.1). Sirvió como caso de
prueba, puesto que era gentil, pero aparentemente no fue obligado a
circuncidarse (Gá. 2.3). Tito probablemente acompañó a Pablo en sus
restantes viajes, pero no se dispone de información concreta acerca
de sus trabajos hasta el momento de la crisis en Corinto. Evidente-
mente actuó como representante de Pablo en Corinto durante el año
que precedió a la confección de 2 Co. (8.16), con la misión especial de
organizar la recolección de la ofrenda allí. La tarea quedó inconclusa,
porque Pablo le pide a Tito que vuelva a Corinto a completarla (2 Co.
8.6).

Es posible que la iglesia de Creta la empezaran Pablo y Tito después del


primer encarcelamiento de Pablo en Roma. Por lo que sabemos, Pablo fue
puesto en libertad después de ese tiempo de encarcelamiento, del que
ha quedado constancia en el libro de los Hechos. Pablo había expresado
el deseo de ir a España, y los eruditos creen que después de su viaje a
España, él y Tito fueron a la isla de Creta y comenzaron la iglesia allí.
(Tito 1:5)

Una tarea más delicada fue la de suavizar la tensa situación que había
surgido entre Pablo y los corintios, tarea que claramente requería un
hombre de mucho tacto y fortaleza de carácter. Parece haber tenido
una personalidad más fuerte que Timoteo (1 Co. 16.10; 2 Co. 7.15), y
poseía habilidades como administrador. La comparación entre 2 Co. 2
y 7 sugiere que Tito llevó una carta de Pablo a los corintios, que pos-
teriormente se ha perdido (la "carta severa"), carta en la que el após-
tol los reprendía con gran angustia de corazón por su actitud arbitra-
ria y altiva. Finalmente Tito volvió a unirse a Pablo en Macedonia (2
Co. 7.6) con buenas noticias, y como resultado se escribió 2 Co. que
posteriormente fue llevada por Tito con gran solicitud (2 Co. 8.16s)
por cuanto parece haber sentido un afecto particular y mucha preo-
cupación por los corintios. El apóstol lo describe como "compañero y
colaborador" (8.23), que jamás se hubiera atrevido a aprovecharse de
las personas confiadas a su cuidado (12.18).

El apóstol viajaba de un sitio a otro y enviaba jóvenes como delegados


apostólicos, para que realizasen el trabajo por él en diversos lugares.
Uno de los mandatos fue al joven Tito. Evidentemente Pablo está escri-
biendo un mensaje privado a Tito, su hijo en la fe, y quiere que entienda
la formidable naturaleza del problema que tiene que resolver. Se en-
frenta con personas que se caracterizan por tres cosas y esto lo enfa-
tiza diciendo: "este testimonio es cierto. (vs. 13) Esta gente es así cuyas
características eran muy notorias "Uno de ellos, su propio profeta, ha
dicho: Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones
perezosos." (Tito 1:12) "Para los que son puros, todas las cosas son pu-
ras; pero para los impuros e incrédulos, nada es puro, pues hasta sus
mentes y sus conciencias están corrompidas. Profesan conocer a Dios,
pero con sus hechos lo niegan; son abominables, desobedientes y repro-
bados para toda buena obra." (Tito 1:15-16)

Esa era la clase de sociedad en la que vivía la iglesia cristiana y con que
se enfrentaba Tito. Eran personas cuyas mentes y conciencias estaban
corrompidas, profesando conocer a Dios, pero realmente negándole por
medio de sus hechos.

Además cuando el apóstol le ordena: "Pero evita las contiendas necias,


las genealogías, las controversias y los debates acerca de la ley; porque
de nada aprovechan y son vanos. Después de una y otra amonestación,
rechaza al hombre que causa divisiones, sabiendo que el tal se ha per-
vertido y peca, habiéndose condenado a sí mismo." Tito 3:9-11.
Ese era la clase de mundo al que el apóstol había enviado a aquel joven,
con el poder del evangelio.

Para que los cretenses aprendiesen del orden en la iglesia, Pablo le en-
cargó a Tito que nombrase ancianos, que llama "obispos indicándole cua-
les debían ser sus características: "... irreprensible, marido de una sola
mujer, que tenga hijos creyentes, que no sean acusados como libertinos
o rebeldes. No pendenciero, no ávido de ganancias deshonestas, hospi-
talario, amante de lo bueno, prudente, justo, santo y dueño de sí
mismo..." Tito 1:6-8. Para eso ha sido enviada la iglesia.

Finalmente, el apóstol le da algunas palabras personales de advertencia


y de consejo. Dice: "Cuando yo envíe a ti a Artemas o a Tíquico, procura
venir a mí a Nicópolis, pues allí he decidido pasar el invierno." (Tito 3:12)

Nicópolis se encontraba en la orilla del oeste de Grecia, justo al otro


lado del Mar Adriático a la otra punta de lo que es la bota de Italia. El
apóstol estaba, al parecer, escribiendo esta epístola desde Corinto, y
estaba enviando a dos jóvenes a reemplazar a Tito en Creta, de modo
que éste se pudiese reunir con Pablo. Más adelante leemos que Tito fue
a Dalmacia, en la costa del norte, enviando a Zenas, su abogado, y a
Apolos, de camino (posiblemente a Alejandría, que era de donde proce-
día Apolos) y el apóstol pide a Tito que se asegure de que no les falte
nada.

De la epístola dirigida a su nombre podemos colegir que Tito acom-


pañó a Pablo a Creta después que este último fue liberado de la cárcel
romana, y que quedó allí para consolidar la obra (Tit. 1.5s). La carta
insta a Tito a usar su autoridad para establecer un ministerio digno,
para vencer la oposición, y para enseñar doctrina sana. Se le pide que
se reúna con Pablo en Nicópolis cuando sea remplazado ya sea por Ar-
temas o Tíquico (Tit. 3.12), y es posible que haya sido enviado a Nicó-
polis a realizar una tarea evangelística en Dalmacia, tarea a la cual
estaba abocado cuando Pablo escribió 2 Ti. (2 Ti. 4.10). La tradición
posterior, sin embargo, supone que regresó a Creta, y lo describe
como obispo del lugar hasta su ancianidad.

Todo ministro debe tener un Timoteo y un Tito sobre el cual edificar.


La Iglesia necesita muchos Timoteo porque los años inexorablemente
se nos vienen encima y alguien debe seguir con nuestra Sagrada Obli-
gación.
Alguien debe continuar la obra que nosotros iniciamos.
Sólo podrá seguir nuestras pisadas el Timoteo sobre los cuales cons-
truimos, no sólo conductas, sino también normas de vida.
DESAFIO
FINAL.
Al abarcar todos los niveles cristianos: ministros, laicos, hombres
comunes, creyentes en general, es mi desafío enseñar al pueblo cris-
tiano a reconocer al Pastor, al hombre que Dios ha llamado, a visuali-
zar la verdadera función de la Iglesia, a lograr que cada persona líder
de la Iglesia se sienta seguro, respaldado, apoyado en el lugar en que
Dios lo ha puesto para ofrecer su adoración y su servicio.

Espero que el creyente aprenda que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo,


el resultado del sacrificio expiatorio de Jesús en la cruz. Que cada
hombre y mujer sepa que necesitamos comprendernos y aceptarnos
tal cual como somos.

 Conservadores o no conservadores
 Liberales o no liberales
 Fundamentalistas o no fundamentalistas
 Pentecostales o no pentecostales
 Carismáticos o no carismáticos
 Tradicionalistas o no tradicionalistas.

No pretendiendo que nuestros hermanos se encuadren dentro de


nuestros preceptos, sino respetarlos tal y cual ellos son, con su color
de piel, con sus rasgos distintivos de raza, con su idioma original.

Toda persona dentro de la Iglesia que se sienta identificada con los


sagrados ideales del Cuerpo de Cristo, cuyo corazón vibre por darle la
libertad y el empuje necesario para seguir su objetivo fijado, debe
preocuparse de orar por los hombres de vanguardia del evangelio, el
pelotón de choque en nuestra guerra contra el pecado y el imperio de
Satanás.

El objetivo de todas nuestras conferencias que insistan sobre el valor


del hombre separado por Dios, no por el valor de las Organizaciones,
no por el valor de los programas deberá ser, simple y llanamente, la
recuperación de la estima del ministro, la lucha por el ministro, el re-
clamo del hombre.

Mientras el hombre no cambie su forma de pensar con respecto al


ministro que está cerca suyo o que tiene una Iglesia cerca de su con-
gregación, este reclamo permanecerá como una trompeta llamando al
tabernáculo de reunión.

Estoy totalmente convencido que el Espíritu Santo ha inspirado este


escrito, porque es un medio de curar a muchos ministros, que al igual
que la oveja perdida se encuentran con sus piernas o brazos quebra-
dos y necesitan que alguien les unte con aceite, los cargue sobre los
hombros y los lleve al redil hasta que sean restablecidos.

He caminado en el ministerio cristiano, con responsabilidad sagrada,


conociendo Quién fue El que me llamó, luchando por mis principios
cristianos y ética ministerial.

No obstante, personalmente he sido víctima de la persecución, he


sido asediado continuamente por hombres que sin pensar que Dios me
llamó a Su Servicio, procuraron matarme ministerialmente, sin ofre-
cerme ninguna posibilidad de restauración.

Cuando yo mismo quise dejar el ministerio, pensando que todos mis


perseguidores tenían razón y que Dios no me había llamado a la Santa
Administración de su evangelio a los perdidos, al igual que Jeremías,
tuve que decir: “No quiero hablar más en Tu Nombre”. Pero inme-
diatamente, el fuego que llevaba dentro me impelió a salir y llevar la
carga del evangelio sobre mi espalda, a dar mi vida por los perdidos, a
llorar por los que sufren.
Creo que en el original plan de Dios estaba escrito que yo viviera esta
experiencia para que, al igual que Pablo, con la enseñanza aprendida y
vivida pudiera ser dueño de las verdades que deberé enseñar a los
nuevos ministros y hombres de Dios que se levantan en el horizonte
de la predicación.

Veo el nuevo amanecer de la Iglesia Evangélica en nuestra América,


en nuestros queridos países de habla castellana, portuguesa o de dia-
lectos indígenas.

Veo una Iglesia gloriosa, con un avivamiento genuino; la lluvia tardía


cayendo sobre miles y miles de hombres lavados en la sangre de Je-
sucristo.

Veo avanzar a esta Iglesia con sus soldados de choque a la vanguar-


dia, protegidos por la experiencia de los que ya sufrimos los diferen-
tes ataques del enemigo.

Veo a la Iglesia nueva venciendo al enemigo y venciendo sus propios


errores internos. La veo levantando en alto a sus ministros, cuidán-
dolos, estimándolos, protegiendo sus espaldas, para que ningún ene-
migo venga a herirlos por la retaguardia.

La iglesia inmaculada, la novia del Cordero, por la cual he dejado parte


de mi cuerpo en la batalla, junto a aquellos que un día decidieron, a
semejanza de Cristo, dar su sangre por ella.

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